Solo era el principio (31) El sillón negro...
No pasó mucho tiempo así cuando empezó a gemir y a mover su culo de forma espectacular metiéndose, con sus propios movimientos, prácticamente todo mi dedo dentro de su culo. En pocos segundos alcanzó una nueva corrida aún más grande que la anterior. Ya iban cuatro y aquello parecía no tener fin.
CAPITULO 31
El sillón negro…
SABADO, 06 DE DICIEMBRE DE 2008 (NOCHE) (2ª PARTE)
En la postura que se encontraba, prácticamente a cuatro patas y con su culo bien abierto, me puse detrás de ella y metí mi cabeza entre sus piernas para que mi lengua quedase a la altura de su precioso, y en ese momento, sensible coñito. Comencé a pasar mi lengua y saborear el sabor de su depilado y jugoso chochito que tanto me excitaba, sin hacerle mucho caso a las súplicas que entre espasmos me pedía para que parase de comérselo, hasta que cerrando las piernas, me dejó la cabeza atrapada.
- ¿No me has dicho que querías seguir?, le pregunté con mi cabeza entre sus piernas.
- ¡Sí!, ¡pero es que lo tengo muy sensible, vida!, ¡ya me conoces!
- ¡No preocuparos! - dijo Juanma - ¡Yo sé cómo arreglar esto!
Para que mi comida de coño fuese más llevadera por Sandra, nuestro amigo Juanma se puso a su lado y comenzó a besarle los labios jugando con su lengua en el interior de su boca.
- Ya puedes continuar con lo que estabas haciendo, ¿verdad Sandra? - dijo Juanma antes de clavar su lengua en la garganta de Sandra.
Cómo comprenderéis Sandra no contestó, pero me dio el sí abriendo nuevamente sus piernas para que pudiese reanudar mi labor de “come coños”.
Mi visión desde esta postura no era muy buena así que la mitad de lo que estaba ocurriendo me lo imaginaba, pero para nada estaba dispuesto a dejar de chupar aquel rico manjar húmedo como nunca. Lo que si me impresiono muchísimo fue ver a Juanma muy cerca de mí y su durísima polla a pocos centímetros de mi cara mientras Sandra le acariciaba los huevos como tantas veces había hecho con los míos. Me estaba gustando tanto todo aquello, que quería que nunca llegase el fin. Estaba en la gloria con mis labios pegados a los suyos y los suyos pegados a los de Juanma. Pero mi curiosidad por saber que pasaba fuera era más fuerte que mis ansias por beber de aquella fuente, así que sin dejar de tocarla con mis dedos, me salí de entre sus piernas para verlos. Los dos seguían besándose mientras que la mano de Sandra masturbaba, otra vez, la polla de nuestro amante particular.
Sandra apartó su boca de los labios de Juanma y se dejó caer buscando su polla. Con su lengua comenzó a recorrer cada centímetro de su verga, dejándola completamente mojada con su saliva, y sin dejar de meneársela, se la metió en la boca siguiendo el ritmo de la paja que le estaba haciendo mientras que yo los miraba a muy corta distancia y sin parar de mover mis dedos dentro de su coño.
¡Lo sabía, yo sabía que desde esa mañana que vio su tranca, estaba deseando chupársela a base de bien! La mamada de antes durante el juego y el poquito durante la ducha no había sido suficiente y yo sabía perfectamente que cuando empezaba una mamada, la tenía que terminar hasta que se hartaba de polla.
Esa tarde, cuando estaba a cuatro patas con la polla de Juanma en el coño, enseñándome su preciosa raja y su admirable pandero, la perdoné y deje que disfrutase de aquel momento tan especial, pero ahora que volvía a estar en la misma posición y con la polla de él en la boca, no la salvaba ni dios, así que aproveché esa postura tan ideal para buscar el agujero de su culo. Poniéndome en posición, poco a poco le fui introduciendo un dedo a la vez que el otro bailaba felizmente dentro de su coño. De repente noté como sus dedos chocaban con los que yo tenía dentro de su coño. La muy furcia se estaba masturbando con su mano en el clítoris, con mis dedos en su coño y en su culo, y con la polla de Juanma en la boca, ¡eso si que era el no va más para mi nabo!
No pasó mucho tiempo así cuando empezó a gemir y a mover su culo de forma espectacular metiéndose, con sus propios movimientos, prácticamente todo mi dedo dentro de su culo. En pocos segundos alcanzó una nueva corrida aún más grande que la anterior. Ya iban cuatro y aquello parecía no tener fin. Por momentos que pasaban, antes se corría, ¡debía tener el coño totalmente insensible!
- Necesitó descansar un poco más que antes, ¡me vais a matar!, ¡no puedo seguir este ritmo! Me he corrido cuatro veces y vosotros sólo una vez, ¡creo que no es justo! - nos dijo, dejándose caer, ahora totalmente derrotada, sobre la cama.
Se tumbó boca arriba mientras nosotros, que como bien había dicho ella aún no nos habíamos corrido y estábamos más calientes que el pico de una plancha, nos pusimos de rodillas, uno a cada lado de ella en la cama de la misma forma que aquellos extraños de su sueño en el vagón de metro.
Sandra al vernos, agarró las dos pollas y comenzó a acariciarlas con una gran dulzura mientras me miraba a los ojos con una sonrisa de satisfacción y agradecimiento.
- Ahora sí que me toca a mí.Ahora, mientras descanso, ¡quiero mirar! - nos dijo.
- ¿Mirar?, ¿cómo que mirar?, ¡no entiendo! - le dije a la espera de una respuesta.
Mi sangre estaba en mi polla y quería soltar toda mi leche entre sus tetas, ¿qué quería mirar? Lo que tenía que hacernos eran unas pajillas para descargar tensiones, ¡joder!
Pero creo que no me entendió o igual no me explique bien, así que sin apartar la vista de mí cómo buscando mi consentimiento a lo que iba a hacer, cogió la mano de Juanma y la llevó hasta mi polla y lo mismo hizo con la mía.
Ninguno de los dos hicimos nada. Allí estábamos los dos cada uno con la polla del otro en la mano cómo si fuésemos dos gilipollas o algo peor. Era la primera vez que tocaba un rabo que no fuese el mío y la verdad no sabía qué hacer, la sensación no me pareció desagradable pero si un poco chocante. Y cómo no me gustó, simplemente la toqué y enseguida retiré mi mano.
- ¿Qué pasa? - me preguntó Sandra.
- ¡Bueno, Vida!, ¿no sé?, no me parece bien que tenga que cogerle la polla. ¿Te has pensado que soy maricón o qué?
- ¿Maricón tú?, no, para nada, ¡de eso estoy totalmente segura! Pero lo que pase aquí sólo quedará entre nosotros - me contestó Sandra dándome a entender que ella quería que lo hiciese.
Aquellas palabras me sonaron bastante y me hicieron recordar aquella noche que me vistió de mujer.
- ¡Creo que no, no lo voy a hacer!, ¡lo siento! - dije un poco enfadado - Y perdóname por lo de maricón, Juanma, pero es que esto no entraba en mis esquemas.
- ¡Sin problema, Leandro!, lo entiendo perfectamente - me dijo Juanma, pero eso sí, sin haber soltado aún mi polla que la tenía agarrada con fuerza desde el primer momento de la conversación.
- ¡Pero bueno!, ¿de qué vais vosotros? Habéis hecho conmigo lo que habéis querido, he seguido todos tus planes al pie de la letra y para una sola cosa que yo pido, ¿me decís que no? ¡No me parece justo, la verdad! - nos contestó un poco enfadada.
¡Quizás tenga razón!, pensé.
Así que para auto convencerme y no joder la marrana, me dije a mi mismo que sólo serían unos toques a una polla que al fin y al cabo, era la misma que antes estaba en su chocho y a los pocos minutos estaba aquel coño en mi boca, ¿qué era peor, tocársela o haberle comido el coño con sabor a su polla? ¡Vaya, otro dilema!, pensé.
Sandra y yo sabíamos desde un principio, por los E-mail que nos había mandado y por las conversaciones de después, que Juanma era bisexual y nos lo había confirmado aquella misma tarde con las historias que nos había contado, pero nunca pensé en tener su polla entre mis manos, esa no era la idea. Pero si eso era lo que ella quería, pues adelante, ella había cumplido con mi fantasía, ¿porque yo ahora me iba a echar atrás?
- ¡Venga, de perdidos al río! - le dije a Sandra, estirando mi mano y volviendo a coger su pelada polla en la misma postura que estábamos antes.
- ¡Di que sí, Leandro!, jamás se escribió nada sobre los cobardes - dijo Juanma al escuchar mis palabras mientras que con su mano me apretaba, con demasiada fuerza, el tronco de mi cipote.
La verdad es que la mano de Juanma sobre mi rabo durante todo aquel tiempo no se sentía nada mal, la tenía tan suave como la de una mujer y bien mirado, no era una sensación totalmente desagradable si cerraba los ojos y pensaba que era la de Sandra. Además había conseguido con sus continuos sobeos que, a pesar de la bronquilla, mi verga no se hubiese puesto blandurria, todo lo contrario, ¡seguía bien durita!
- ¿Qué te parece su polla?, ¿a qué está calentita? - me preguntó Sandra al ver que mi mano rodeaba nuevamente aquel trozo de carne.
No respondí, simplemente miré hacia mi rabo y pude ver como una pequeña gota brillante salía de la raja de mi capullo. Era una sensación bastante extraña el tener otra mano que no era la mía o la de Sandra apretando y meneando mi polla, pero el sube y baja constante que me estaba haciendo, me produjo un gemido dando a entender a ellos dos que realmente no lo estaba pasando nada mal.
Debo decir que aquel cabronazo tenía bastante practica meneando rabos, si la luz hubiese estado apagada no hubiera sabido si me la meneaba él o Sandra.
- ¡Es cómo en mi sueño!, ¿te gusta, mi vida? - preguntó Sandra al ver cómo aquel hombre meneaba mi polla.
- ¡Sí, Cariño!, pero tengo dudas sobre si esto es lo correcto o no - respondí justo en el momento que solté un nuevo gemido producido por las suaves manos de Juanma sobre mi sensible capullo.
- ¡No te preocupes, mi vida!, déjale que te la toque y disfruta. ¡A mí me encanta ver cómo te lo hace!
Al estar totalmente metido en el juego no quise ser malaje, así que mientras él jugaba conmigo, empecé a pasar mi mano por su tranca echándole todo el pellejo para atrás dejando al aire su amoratado capullo. Notaba sus venas totalmente llenas de sangre sobre la palma de mi mano mientras le hacía aquella paja tan lenta.
- ¡Qué bien lo haces!, ¡no parece tu primera vez! - me dijo Juanma justo en el momento que él también soltaba un suspiro.
Aquellas palabras me sonaron un poco raras de un hombre a otro y a punto estuve de soltársela y darle un par de sopapos para demostrar quién era el machote de aquella reunión, pero para a Sandra parece que fueron las que más caliente la pusieron y mojándose los dedos en saliva, los llevó hasta nuestros culos buscando nuestro agujerito. Instintivamente o simplemente por vicio, Juanma abrió sus piernas para que no le costara trabajo encontrar lo que buscaba. Y yo, como ya he dicho antes, para no ser el chungo, hice lo mismo dejándole espacio suficiente a Sandra para hacer lo que ella desease con nosotros. Las caricias sobre nuestros culos eran bastante agradables, ella sabía que esa caricia me encantaba, la sensación era maravillosa, sobre todo con el cariño y el cuidado con el que ella lo estaba haciendo.
Nunca pensé que aquella caricia tan personal que usábamos en nuestros momentos de intimidad, ahora la usase para ponernos calientes a los dos a la par. ¡Se ve que cómo maestro no tengo precio!
Después de un buen rato sobando nuestros culos y nuestras pollas, cada uno la del otro, Sandra volvió a hablar.
- ¡Ahora quiero que os pongáis los dos a cuatro patas con la cabeza sobre la almohada, porfi!
Aquello me mosqueó un huevo pero no quise ser descortés otra vez con ella, así que sin preguntar el porqué, nos pusimos en la postura que ella nos había dicho. Desde el principio, su idea había sido jugar con nosotros y puedo jurar que así lo hizo.
En cuanto nos tuvo en la postura que ella nos pidió, cogió la polla de Juanma estirándola hacia atrás mientras que a mí me chupaba y mojaba el agujero del culo con su lengua al tiempo que me acariciaba suavemente los huevos. ¡Era un placer infinito!
Al cabo de un buen rato perdiendo su lengua en el interior de mi culo, cambió de rabo y culo haciendo lo mismo pero al revés.
- ¿Queréis que os folle con mis dedos? - nos preguntó.
Hoy todavía no sé para qué hizo aquella pregunta, ¡la verdad!, ya que sin esperar respuesta, poco a poco nos los metió en el culo dándonos un enorme placer en aquella poco normal doble follada.
Debo decir que no quería ni quiero nada con tíos, pero aquella caricia si me gustaba y mucho, además, como ya he contado varias veces en mi relato, antes de aquel día la había practicado muchas veces con Sandra o a solas, consiguiendo muy buenos resultados con ella.
Y cuando más a gusto estaba disfrutando de los dedos de mi mujer hurgando en el interior de mis entrañas buscando mi próstata, Juanma estiró la mano y me volvió a coger la polla para seguir meneándomela.
Aclaro otra vez que yo de maricón ni mijita, pero cuando noté su mano sobre mi verga sumado a los dedos de Sandra en mi oscuro túnel, solté un gemido de placer como nunca había soltado. Yo no lo tenía muy claro, pero al ver el gusto que me estaba dando en el rabo, no quise ser desagradable con él e hice lo mismo copiando sus movimientos.
Al sentirla por segunda vez entre mis dedos sentí un placer bastante extraño, pero eso sí, placer al fin y al cabo. Estaba disfrutando meneando una polla terriblemente dura mientras que Sandra me follaba el culo como tantas veces había hecho.
- ¡A ver!, ahora quiero probar otra cosa - dijo Sandra dejando nuestros culos en paz, de momento - Poneos de rodillas frente a frente, ¡que yo también quiero disfrutar de la fiesta!
No hizo falta que nos lo repitiese. En menos que canta un gallo, ya estábamos los dos, uno frente al otro, bien pegaditos, casi tocando polla con polla. Al tenernos en esa postura, cogió las dos pollas y metiendo su cabeza entre nuestros cuerpos, comenzó a besarlas, a pasarles la lengua y metérselas en la boca.
La situación cada vez era más compleja para mí. El tenerlo tan cerca de mi cara sabiendo sus pervertidos gustos sexuales me daba un poco de temor, así que, como dicen “ojos que no ven, corazón que no siente”, cerré los ojos para no pensar en lo que estaba ocurriendo y que fuese el destino el que decidiera por mí. ¡Y puedo asegurar que dio resultado!
A los pocos segundos de estar con los ojos cerrados y disfrutando de lo que me estaba ocurriendo entre las piernas, noté como una mano tocaba de nuevo la cacha de mi culo. De repente quise pensar que era la de Sandra y que seguramente iba a continuar con la faena que había dejado antes a medias, pero no sé por qué, me puse a pensar en que si seguía de rodillas comiéndonos el rabo a los dos, las manos las debía tener bastante ocupadas. Un pinchazo recorrió mi columna y me hizo abrir los ojos de par en par.
Al bajar la vista para ver la mano que me tocaba, me cagué en “to” lo que se meneaba. Era la de Juanma, estaba tocando mi culo suavemente y encima parecía disfrutar de la caricia.
¿Qué hago?, me pregunté a mí mismo.
De repente, una voz desde mi interior me dio la respuesta. “Come y deja comer, al fin y al cabo todos nos vamos a morir algún día”. No sé qué jodida neurona de mi cerebro me habría dado aquella respuesta, pero aún la estoy buscando. El día que la encuentre la entierro en alcohol para que se piense dos veces lo que me hizo pasar.
Pero lo dicho, haciéndole caso a mi yo interior, y cómo tampoco quería ser desagradecido con nadie, estiré mi mano y empecé a hacer lo mismo con su culo.
Allí estábamos los dos, acariciándonos el culo el uno al otro con una mano como si fuésemos un par de maricones, mientras que con las otras manos cogíamos la cabeza de Sandra para dirigir la doble mamada que nos estaba dando. La vista desde arriba era espectacular, podía ver como Sandra luchaba por meterse los dos capullos en la boca ¡y vamos si lo consiguió!, tras aquellos intentos, las dos pollas entraban y salían de su boca dándonos un placer totalmente distinto. El roce de sus labios y a la vez el roce de aquella polla caliente sobre la mía eran realmente morbosos. Morbo que crecía cuando veía que la saliva de Sandra caía sobre nuestras pollas resbalando hasta nuestros huevos. ¡Qué gran mujer tengo!, ¡es mi sueño hecho realidad!
La mano de Juanma, que seguía tocándome el culo pasando su dedo por mi agujerito, hizo que una de las veces diese un placentero suspiro. Esa caricia era insoportable para mí, si seguía así entre la mamada que Sandra nos estaba dando y su dedo recorriendo mi culo, me iban a hacer que me corriera en breve y así se lo dije a los dos.
Juanma, que al escucharme por fin dejó mi culo, bajó su cabeza buscando los labios de Sandra que seguía chupando mi polla, y sin esperármelo, la comenzó a besar a la vez que pasaba sus labios por mi verga.
Mi polla estaba en medio de sus bocas, los dos la chupaban, la besaban, se besaban entre ellos peleándose por mi rabo. De repente Sandra se incorporó y comenzó a besarme los pezones mientras Juanma seguía chupando mi polla y mis huevos.
- ¡Menos mal que no querías! - me dijo Sandra levantando su cabeza mientras que Juanma seguía con mi polla en su garganta.
- ¡Calla y sigue, por favor! - le dije.
Prometo que quien respondió fue la puta neurona, no yo.
- ¡No!, ahora quiero que me folles, ¡que te corras dentro de mí! - me dijo Sandra mientras se echaba sobre la cama con las piernas abiertas para que yo pudiese entrar en ella con total facilidad.
No me molesté, al contrario, me alegré muchísimo de escuchar aquellas palabras y por fin dejarnos de gilipolleces y mariconeos. La verdad es que al fin y al cabo estaba disfrutando de aquella mamada, pero meter mi polla en su coñito húmedo tampoco era un mal plan para correrme.
Así que sin mediar palabra, me puse entre sus piernas y comencé a pasar mi polla por su raja repartiendo todo mi líquido sobre su coñito, rozándole con mi duro capullo todo su clítoris como si la estuviese masturbando con un consolador de carne.
Tras un buen rato de estar acariciándola con mi cipote, de una sola vez se la metí hasta el fondo dando los dos un gemido compartido. Me abrazó con mucha fuerza y empezó a besarme, a chuparme el cuello y las orejas, mientras me gemía de gusto en el oído.
Pasaron unos minutos en que sólo estábamos los dos, éramos el uno para el otro, como tantas veces habíamos disfrutado de nuestros juegos, nuestros labios estaban unidos por nuestras lenguas, pero algo rompió el momento. Era la polla de Juanma que se metió en medio de nuestras bocas buscando ser chupada y besada.
Como casi todo lo que estaba ocurriendo desde hacía un buen rato, me chocó muchísimo, entonces aparté un poco la cara como diciendo que hasta allí había llegado, pero no sé cómo, otra vez, Sandra me intentó convencer con pocas palabras.
- ¡Vamos, chúpasela!, ¡verás cómo te gusta! - dijo cogiéndosela y poniéndomela a escasos dos centímetros de mis labios - Me encantaría ver cómo te comes una polla… ¡Me pongo cachonda de sólo pensarlo!
- ¿Cómo?, ¡ni loco le como yo la polla a Juanma, chocho! - le contesté realmente ofendido por la propuesta de mi esposa.
- ¡Pues si no lo haces por mí, sácala de mi coño y ya está!
Y diciendo esto se metió la polla de Juanma en la boca cómo dándome a entender que si no le hacía caso, la fiesta se había acabado, pero para mí nada más.
Mira que habré cometido errores en mi vida, pero en aquel momento creo que cometí el mayor de todos los errores.
- ¡Está bien!, lo haré por ti - me escuché decir.
Y sin más, con su otra mano me empujó la cabeza hasta hacer rozar mis labios con su prepucio. En ese instante, totalmente resignado y rendido a los placeres de mi mujer, agarré su polla por los huevos y cerré los ojos para no ver lo que en un momento iba a ocurrir. Sacando mi lengua, con más asco que otra cosa, lamí ligeramente su capullo y la volví a soltar de forma rápida.
- ¿Ya está?, ¡pues eso no se merece mi coño! - dijo Sandra - Para que me puedas seguir follando, tienes que hacer algo más.
Con un cabreo del quince pero sabiendo que gran parte de culpa por verme así era mía, de nuevo le agarré el rabo y poco a poco me la fui metiendo en la boca para cumplir con el caprichito de Sandra, que se la chupase a Juanma, ¡valiente hija de puta!
Tras varias metidas y sacadas, dejándome un salado sabor en mi boca que jamás olvidaré, Sandra empezó a mover las caderas para que continuase con la follada de antes, cosa que Juanma le copio, haciendo el mismo movimiento de caderas que Sandra pero con su polla en mi boca cómo si me estuviese follando a mí.
- ¡Joder, Leandro!, Sandra me había dicho que eras una máquina con la boca, pero nunca imaginé cuanto - me soltó Juanma dejándome hecho polvo.
Sandra al escuchar aquel vulgar comentario de aquel cacho de joputa, poseída por el momento, me la sacó de la boca y comenzamos a besarnos entre nosotros a la vez que besábamos y chupábamos su rabo.
¿No sé?, pero en aquel momento me dio la impresión de que todo iba muy deprisa, mucho más de lo que a mí me hubiese gustado. Y digo esto porque cuando más a gusto estaba dentro de mi mujer e intentando auto convencerme de que lo que tenía entre los labios no era una polla, sin esperarlo noté como las manos de Juanma volvían a acariciar mi culo buscando mi agujero. Aquel mamón, sin tan siquiera sacar la polla de entre nuestros labios, se echó sobre mi espalda para llegar con más soltura a mi ya mojado culo.
Pero lo peor no fue eso, lo peor fue que metiendo su mano entre nuestros labios, la mojó con nuestra propia saliva y la llevó hasta mi culo para seguir lubricándomelo con aquella mezcla de babas, llegando incluso a meterme la punta del dedo en el culo. Era increíble sentir un placer, que a pesar de haberlo hecho miles de veces con Sandra, nunca había experimentado con otra persona y mucho menos con otro hombre. Y aunque suene raro, he de afirmar que con la follada a Sandra y las caricias de Juanma en mi culo a la vez que seguíamos chupando su polla entre los dos, me encontraba en la gloria.
Cuando por fin Juanma sacó su polla de nuestras bocas, cosa que duró más tiempo del que yo hubiese deseado, Sandra aprovechó para besarme y darme a saborear el sabor que había dejado en nuestras lenguas aquel trozo de carne dura, un sabor agridulce que, cómo he dicho antes, jamás podré borrar de mi imaginación.
Mientras disfrutaba de la boca de Sandra, Juanma, que se movía más que el rabo de una lagartija, se puso detrás de mí y pude notar como su lengua comenzaba a lamer mi culo buscando mi agujero, y como un poco más tarde conseguía entrar en él con su lengua consiguiendo que yo empezase a gemir anunciando que mi blanco líquido vital estaba a las puertas de aparecer en escena.
Sandra, que a estas alturas también tenía más vicio que una puerta vieja, se dio cuenta de la situación y cogiendo mis cachetes con sus manos, me los abrió todo lo que pudo para facilitarle la tarea a Juanma. Este, al creerse que todo el monte era orégano, sin pensárselo empezó a pasear su mojada lengua por mi raja soltando saliva a raudales. Incluso llegué a notar como la saliva de él iba resbalando hasta mis huevos mojando a la vez el coño de Sandra que cada vez estaba más húmedo y que cada vez hacía más ruidos acuosos acompasados con mis empujones.
- ¡Quiero cumplir un deseo! - dijo Sandra de repente y separándose de mi cara para mirarme a los ojos.
¡A ver lo que se le ha ocurrido ahora!, pensé, mientras que el otro no paraba de hurgar por dónde no debía pero que tanto gusto me estaba dando.
- ¿Qué quieres? - le pregunté pero sin dejar de bombear en su interior con mi broca cada vez más fuerte.
- Hace mucho tiempo que vengo pensando en esto, pero no sé si vas a querer - me dijo apretando las cachas de mi culo para que parase de follármela.
- ¿El qué?, ¡dímelo! - casi le ladré.
Tanta incertidumbre me estaba matando.
- Sabes que siempre te he dicho que me gustaría tener una polla para estar todo el día tocándomela, ¿verdad? - me preguntó de repente con un tono de voz bastante usado por ella cuando quiere algo.
- ¡Sí! - le respondí, pero apartando la cara de Juanma de mi culo con la mano para escuchar detenidamente lo que se proponía.
- Y sabes que si tuviese polla me encantaría follarte yo a ti, ¿verdad?
- ¡A ver!, ¿adónde quieres llegar, Cariño? - le pregunté un pelín mosqueadillo.
- Pues que cómo yo no tengo polla para follarte, quiero sentir cómo Juanma te folla a ti mientras que tú tienes la polla en mi coño… ¿Lo harías por mí? - me preguntó Sandra.
Todas las ganas de correrme se me pasaron en un santiamén. Es más, ¡mi polla desapareció!
- ¡Pero eso no puede ser, Vida!, ¿cómo cojones piensas que me voy a dejar que me meta eso en el culo? ¿Estamos locos o qué?
- ¡No te preocupes! - me dijo con tono de enfadada y haciendo el intento de levantarse sacándose mi rabo del coño, cosa que fue fácil debido al tamaño que en ese momento tenía.
- ¡Pero no te enfades, mujer!, ¡entiéndeme! - le dije dándole a entender que aquello era un imposible.
- ¡Vale!, ¡vale!, ¡no te preocupes!…, si ya sabía yo que, aunque yo haya hecho miles de cosas por ti, tú no harías eso por mí. ¡No importa! - terminó diciendo mientras me empujaba de los hombros para que yo me levantase.
Francamente tenía más razón que una santa, bueno, que una santa no porque no lo era, simplemente tenía toda la razón.
- ¡Pero es que eso debe doler muchísimo! - le dije en un último intento de que me comprendiera y que no se enfadase.
- ¿Qué me vas a contar a mí que yo no sepa?
¡Hostiazo que me dio! Cualquiera le vuelve a pedir a partir de ahora que me deje follarle el culo, pensé al escucharla.
- ¡Pero bueno!, ¡da igual! - me continuó reprochando - Ahora déjame que me voy a levantar un rato - me dijo con un último empujón a mis hombros para que la dejase marchar.
- ¡Venga, no te enfades, porfi!, ¡lo intentaré! - dije finalmente dándome por vencido y no queriendo que un día tan bonito terminase de tan mala forma.
- ¿Lo harías por mí? - me volvió a preguntar pero de forma más bien tajante.
Así que a aquella última sugerencia no respondí, ¿para qué?, sabía perfectamente que desde hacía mucho tiempo ella deseaba hacerlo y en aquel momento, de una forma u otra, si queríamos que la fiesta continuase, lo iba a conseguir. Así que pensando en todo lo que ella había hecho por mí, simplemente volví a besar sus labios dando mi consentimiento y asumiendo plenamente que me había convertido en el cazador cazado.
Nunca lo había probado con un rabo de carne, pero cómo ya sabéis y ya he contado en otras ocasiones, más de una, dos, tres, cuatro y cinco veces habíamos fantaseado con ello y probado con algún juguetito de plástico, así que metidos en laberinto, ¿por qué no probarlo? me volví a preguntar. Tampoco iba a ser tan diferente a aquel día que leí su conversación con “Hulk”, ¿no?
De nuevo, en el silencio de mi mente escuché hablar a la puta neurona de los cojones. “Este día es distinto a todos los demás y si estás en esta situación es para disfrutar del sexo y nada más”, me respondió la neurona. ¡Valiente guarra que está hecha mi neurona!, pensé apretando fuertemente los ojos a sabiendas de lo que iba a ocurrir tras de mí en unos segundos.
Juanma, que había escuchado la conversación y mi consentimiento, con más ganas que antes volvió a abrirse camino con su lengua llenándolo de saliva, lubricando y dilatándolo con el fin, yo creo, de que la penetración fuese más suave y lo más placentera posible.
Sandra, que de un plumazo se le había pasado todo el mosqueo, me cogió el rabo para ponérmelo otra vez duro y tras conseguirlo, de nuevo se lo metió entre los pliegues de su coño mientras que me susurraba en el oído.
- ¿Te gusta cómo te come el culo?, ¿estás disfrutando? - me preguntó sin parar de mover su cadera para que mi rabo entrara y saliera de su coño al mismo ritmo de hace un par de minutos.
Yo, que me encontraba completamente rendido a sus deseos, sólo podía asentir con la cabeza. La verdad es que el hijo de puta aquel no lo hacía nada mal. Si llego a tener mi querida venda marrón puesta en los ojos, jamás me hubiera enterado que me lo estaba haciendo un hombre.
- ¡Lo hace estupendamente! - le dije a Sandra - Y como siga así me voy a correr ya mismo.
- Ni se te ocurra correrte ahora, ¡antes quiero que te la meta! - me dijo dejando de moverse y por lo tanto, de follarme.
- ¿Ya está preparado? - le dijo Sandra a Juanma metiendo prisas para que mi corrida no llegase antes de tiempo .
Si contestó o no, no lo sé. Sólo sé que a continuación volví a escuchar la voz de Sandra y mi sentencia de muerte.
- ¡Métele en el culo lo que hace un rato estuvo en mi coño! Quiero ver como disfruta, como se corre y que él también sepa lo que es tener una polla en el culo y lo que duele - dijo con el mismo tono que un juez dictaría sentencia a un preso.
Debo decir, sin temor a equivocarme, que aquello más que por placer de verlo y sentirlo, lo pidió como venganza por tantos años de pedir su culo y no llegar a entender cuánto cuesta algo así para una mujer.
Pero a lo que iba, Juanma se puso de pie y sacando un condón, (menos mal que no era verde), se lo colocó en la polla. La visión de aquel rabo plastificado y la idea de que en breve estaría intentando entrar en mi interior, me dio un repelús y una extraña sensación de miedo que Juanma notó al momento.
- ¡No te preocupes!, ¡en cuanto tú quieras se acaba! - me dijo intentándome tranquilizarme.
Aquellas palabras me sonaron a cuento chino, como las de “tu chupa que yo te aviso”. Así que sin remedio, apreté los ojos y me encomendé a San Bob. ¿Bob?, ¿quién es Bob?
Y sin más preámbulos, se puso detrás de mí echando un buen chorro de frío lubricante sobre la raja de mi culo para esparcirlo con sus manos, a la vez que Sandra empezaba de nuevo a mover sus caderas. Debía ser para mitigar el dolor, porque de momento, con el miedo que tenía, no recuerdo si tan siquiera seguía empalmado.
Tras parar de mover su mano y de notar cómo se tumbaba sobre mí, enseguida noté algo muy duro en mi culo. A los pocos segundos de empujar, su capullo me abrió como una sandía madura y se empezó a meter dentro sacándome un fuerte quejido de dolor.
- ¡Para!, ¡para por dios!, ¡no puedo, Sandra!, ¡no puedo! - dije suplicando porque me dejasen en paz.
- ¡Aguanta un poco, mi cielo! - me susurró Sandra al oído - A mí me pasa lo mismo, ¡primero me duele pero luego me encanta, te lo prometo!
En aquel momento, a pesar de escuchar las absurdas explicaciones de Sandra, no lo tenía nada claro. El dolor era mayor que cualquier otra cosa y sabía que era imposible que aquel trozo de carne entrase dentro de mí.
Mientras tanto, Juanma, pasándose mis ruegos por el forro de los cojones, continuaba empujando pero de forma más suave.
- ¡No, por favor!, ¡dile que pare! - pedí nuevamente a Sandra, ahora con lágrimas en mis ojos.
Juro que fue una sensación muy rara a la par que dolorosa. Lo único que me hizo seguir fue pensar en Sandra y en las palabras que me acababa de decir asegurándome que aquello que yo estaba sufriendo en mis carnes era la misma sensación que ella sentía cuando yo se lo hacía, pero que pronto se pasaría.
- ¡Te quiero, mi vida!, ¡te quiero mucho! - me dijo Sandra.
A continuación pegó sus labios a los míos y me dio un beso tremendo haciendo que mis gemidos de dolor se apagasen en el interior de su boca.
Aquello que dijo y su posterior gesto, me dio a entender que ella se había dado cuenta de su error. ¡Me estaban haciendo daño!
Y centímetro a centímetro pude sentir como iba entrando hasta que noté como sus huevos chocaban con los míos. ¡Ya está toda dentro!, pensé sintiendo incluso alivio.
Cuando estuvo bien alojado se quedó un momento quieto con su cabezón dentro de mí mientras me acostumbraba a su polla. Lo hacía exactamente igual que yo se lo hacía a Sandra, pero debo decir a mi favor, que yo lo hacía con un instrumento quirúrgico un poco más pequeño.
Unos segundos después comenzó a moverse lentamente sintiendo cómo cada milímetro entraba y salía de mí interior. Notar aquella sensación tan desagradable hacía que me sintiese con una tremenda sensación de culpabilidad a la par que notaba que mi polla, como por arte de magia, había vuelto a crecer. (¡Bueno!, o era eso o era que me tenía tan clavado que me la sacaba por delante).
Ahora ya no hacía falta ni que Sandra se moviese ni que yo lo hiciera, él me movía a mí y me servía para mover mi polla dentro del coño de Sandra en una fantástica follada a tres.
- ¿Te gusta cómo te folla?
- ¡Sí!, respondí casi sin voz.
Estaba totalmente sometido a las exigencias de mi querida esposa y no podía hacer nada.
- ¿Te vas a correr, cabrón? - me preguntó Sandra mirándome con cara de loca.
Yo no podía contestar, estaba demasiado concentrado en mi culo cómo para pensar en cualquier cosa que no fuese yo, yo y yo. A veces lo recuerdo y todavía aun me da alguna punzada de dolor.
Estaba en medio de los dos y cómo os podéis imaginar, no me podía mover. Juanma, que me daba la impresión de que sabía perfectamente cómo me sentía, para calmar mi dolor acariciaba mi espalda y se echaba sobre mí poniendo su pecho en mi espalda mientras acariciaba mis pezones y los pezones de Sandra.
Sé que todo esto suena a mariconeo, pero si digo la verdad ya que quise hacerlo por exigencias del guion, por lo menos tenía que intentar disfrutarlo. Y sin dudar, aquellos roces en mi espalda y mis pezones, servían para hacer más agradable el mal trago.
Mientras tanto, ella seguía besándome con fuerza de forma nerviosa y yo, a pesar de estar cómo estaba, cumpliéndose las palabras de Sandra, por fin empezaba a disfrutar de la situación, ¿me quedaba otra?
- ¿Te gusta sentir la polla de Juanma en tu culo? - me preguntó Sandra.
No contesté, sólo suspiré soltando un confuso gemido entre dolor y placer.
- ¿Quieres que se corra en tu culo mientras que tú sueltas toda tu leche dentro de mi coño?
- ¿Te gustaría a ti? - pregunté levantando la cabeza y mirándola.
En aquel momento me sentía con bastante poca autoridad cómo para llevarle la contraria en nada. Ya estaba lo suficientemente humillado como para que me puteara más.
- ¡Me encantaría que lo hicieras y que luego él me lo limpie con su lengua!, ¿te gusta la idea?
Y meneando la cabeza de forma afirmativa, contesté que sí.
Y no contesté que sí con la boca ya que en aquel momento, los movimientos de cadera de Juanma aumentaron de ritmo. ¡El hijo de puta se estaba corriendo en mi culo sin avisar!
- ¡Sandra!, ¡se corre!, ¡que este cabrón se está corriendo en mi culo! - dije totalmente alucinado mientras que notaba como su polla entraba hasta el fondo de mi culo y soltaba un chorro de leche cada vez que entraba y salía de mi interior.
Y cuando noté el quinto o sexto chorro de leche dentro del condón y cómo se hinchaba dentro de mis entrañas, escuché la voz de Sandra anunciándome que, de nuevo, ella también se corría.
- ¡Yo también, vida!, ¡yo también me corro! ¡Cómo me gusta!, ¡fóllame más fuerte, cabronazo! - medio intuí que me anunciaba entre gemidos.
Con aquel rabo lleno de leche en mi delicado culo y mi polla en el apetitoso coño de Sandra rezumando líquidos a borbotones, cómo era de esperar a pesar del dolor, me vacié dentro de ella llorando como un niño de teta y como jamás creí que me correría en una situación tan difícil como aquella. Aquella fue una corrida de polla, de huevos y creo que hasta de culo.
Pero, aunque estaba a gusto que te cagas (¡nunca mejor dicho!) y con los espasmos que te produce el contacto del coño de Sandra con tu rabo recién ordeñado, en cuanto vi que la cosa había llegado a su fin, me moví cómo pude intentando que de una puñetera vez, que aquel cabronazo dejase la plaza de parking libre.
Este, que se dio cuenta de mis más que claros intentos por qué me liberara, no se hizo de rogar y enseguida metió la marcha atrás. Cuando la sacó me dejó una impresionante sensación de vacío en mi culo y un descanso extraordinario. Juanma se puso de pie, se quitó el condón que estaba bastante lleno y lo dejó sobre la mesita de noche. Aquel hijo de puta había tenido una buena corrida a mi costa, ¡que maricón!
Y tras unos segundos de silencio, embarazoso silencio, de nuevo escuché a mi mujer hablar.
- ¿Te ha gustado?, ¿has disfrutado ? - me preguntó Sandra cogiendo mi cabeza y apoyándola sobre su pecho para acariciarla como si fuese un niño que busca el cobijo de su madre.
- ¡Sí, mucho!, ¡más de lo que esperaba! - le respondí.
Aquellas palabras salieron de mi boca sin pensarlo, ¡lo juro!
- Yo también he disfrutado mucho con tus besos y tus caricias.
Y mientras me lo decía, lo repetía con gestos, es decir, dándome besos y mimitos.
- Pero sobre todo, ¡viendo como Juanma te follaba! - continuó hablando, para cagarla, ¡sin duda!
¡Vaya!, ya me podría haber dicho, aunque fuese mentira, que lo que más le había gustado era mi nabo en su conejito, pensé al escuchar su chocante comentario mientras movía un poco mi cuerpo a ver si conseguía que se me pasase el molesto dolor que tenía en mi retaguardia.
- Me ha gustado muchísimo verte disfrutar a ti mientras que tu lo hacías conmigo.
Y tras aquel nuevo odioso comentario sobre sus gustos personales, agaché la cabeza. No contesté por no quedar mal, pero aquella putada me la tendría que pagar en cuanto se me pasase el dolor que tenía en ese momento en mi zona más querida y protegida. ¡Ya buscaría el momento de la venganza!
Durante todo el tiempo, de la misma forma que lo hizo esta tarde en el sofá, Juanma había estado de pie en silencio y nos había dejado expresarnos entre nosotros sin interrumpir.
Y saliendo del interior de Sandra para recostarme sobre la cama y descansar mi sensible culo, Sandra volvió otra vez a las andadas haciendo una nueva propuesta. No entendía nada, ella debía ser la sumisa y nosotros los chicos malos, ¿cómo habíamos acabado así?, ¡hay que joderse!
- ¡Antes he propuesto una idea y quiero que se cumpla! - dijo Sandra totalmente espatarrada sobre la cama.
¡Pero bueno!, ¡esta mujer no tiene jartura!, pensé mientras cerraba los ojos para descansar un poco y olvidarme cuanto antes de lo ocurrido.
- ¿Qué quieres? - pregunté demostrando mi cansancio.
- ¿Ya no te acuerdas?
- ¿De qué me tengo que acordar ahora, Cariño? - contesté mientras pasaba mi mano por mi culo comprobando que el agujero aún no se había terminado de cerrar, pero que por lo menos no sangraba.
¡Cómo para acordarme de algo que no fuese mi culo estaba yo en aquel momento!, ¡vamos, hombre!
- ¡Quiero que Juanma me limpie el coño!, que me lo deje sin una gota de tu leche.
- ¡Ah, bueno!, si sólo es eso, no vamos mal - dije bastante aliviado.
Mientras él trabaja, ella disfruta de la comida de coño, yo lo paso de puta madre mirando y de camino alivio un poco las cachas de mi culo que aún están calientes de tanto roce, pensé enseguida.
He de aclarar que, además de un terrible dolor de culo, sentía una gran sensación de malestar mezclado con una gran cantidad de vergüenza por haberme dejado hacer aquello. Mi cabeza no era capaz en aquel momento de asumir lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo se me había ocurrido a mí aceptar aquello? Y lo que era peor, ¿cómo cojones había conseguido Sandra que me lo hiciesen y además con mi consentimiento? De nuevo, para variar, mi cabeza se llenaba de incertidumbre.
¡Tonto de mí!, ¡que poco duró mi ilusión!, la caliente mujer en la que se había convertido Sandra quería más y más y lo que era peor de todo, ¡lo quería ya!
- Pero antes de que me lo chupe, tengo que cumplir otra fantasía de Leandro.
- ¿Cuál?, respondí yo con asombro.
Aún me quedaban unas cuantas más por cumplir y no tenía ni puñetera idea de a cual se podría referir en aquel momento.
- ¡Quiero que me folléis los dos a la vez! - dijo cogiendo el micro pene que en aquel momento tenía yo entre las piernas y dándole unos apretados meneillos volviendo a probar en mi piel, la técnica de Juanma.
En cualquier otro momento hubiese echado chiribitas por la punta del capullo con tan solo escuchar aquella impresionante sugerencia de labios de Sandra, ¡una doble penetración!, pero eran casi las dos de la mañana, yo me había corrido dos veces aquel día, estaba hasta la bola de cervezas y para colmo, tenía el culo totalmente magullado, ¿cómo cojones me iba a plantear tan solo el intentarlo y no dar el gatillazo del siglo?
- ¡Así luego, Juanma tendrá el doble que limpiar! - terminó diciendo con la misma tranquilidad que el que pide un café con leche en un bar.
Sólo una vez en la vida, había visto a Sandra comportarse de aquella inaudita manera. ¿Os acordáis cuando conté la primera vez que jugamos a mi juego y yo perdí y ella me hizo vestir de mujer?, ¡pues así!, ¡así estaba! Estaba cómo ida, cómo poseída. Su comportamiento era digno de un diablo y era exactamente igual, igual, que aquella fatídica pero placentera noche.
He de reconocer que Sandra estaba hambrienta de sexo y que cuanto más conseguía, más quería. Y yo, aún sin poder, debía corresponderla a ella de la misma manera que ella estaba haciendo todo aquello por mí. (O al menos eso creía, porque por lo bien que lo estaba pasando, parecía que todo hubiese sido planeado por ella y no por mí). Pero también he de reconocer que yo no era capaz de seguir en aquel momento.
- ¿Tú sabes contar? - pregunté a Sandra al escucharla.
Ella automáticamente me miró y no hizo falta responder, sabía de antemano mi respuesta.
- ¡Pues lo siento mucho, mi vida, pero conmigo será mejor que no cuentes!
Pero me dio la ligera impresión de que aquel chiste barato no sirvió para apaciguar las ganas que Sandra tenía por verse follada por sus dos agujeros cuanto antes.
- ¡Pues sea como sea, lo tienes que intentar! - me contestó, bueno, más que contestar, me retó.
Y aunque complicado, ya que no sabía siquiera si podría poner mi polla dura, tuve que aceptar el desafío.
- Si eres capaz de que se me ponga dura, ¡sin problema! - le contesté sin tan siquiera abrir los ojos.
Tenía que aceptarlo, no podía echarme atrás. Y no porque no me apeteciese seguir, que estaba loco por verla follada por dos pollas, sino porque entre otras cosas, al joputa del Juanma no se le bajaba la verga ni pa tras, siempre la tenía dura y eso a Sandra parecía gustarle mucho. Si me rajaba, fijo que pasarían de mí y ellos seguirían la fiesta.
- ¡Aún recuerdo la última vez que me dijiste algo así y al final lo conseguí! - me respondió Sandra haciendo referencia, pienso que al día de la bañera.
- ¡Pero aquel día era distinto y mucho más temprano, Cariño! - le dije queriendo justificar mi complicada situación.
- ¡Anda!, descansa un poco mientras yo le doy su merecido a esta zorrita - me contestó Juanma tirando del brazo de Sandra para que se levantase y tumbarse él a mi lado en la cama.
Aquello, aunque me dolió en el alma, me sirvió como salvación por lo menos de momento.
Sandra entendió su propuesta a la primera e inmediatamente pasó de seguir insistiéndome.
- ¡Mira como me lo follo y verás cómo se te pone dura en menos de nada! - dijo mirando a mi encogida entrepierna.
Sin perder tiempo, de la misma forma que lo hizo la primera vez que se lo folló, se subió sobre él y se metió su polla en el coño, que, como he dicho antes estaba otra vez totalmente dura, y comenzó a moverse.
¡Valiente hijo de puta come viagras!, pensé al ver cómo la raja de mi mujer se abría como una almeja para tragarse aquel carajo que hacía un rato hurgaba en mis entrañas.
Sandra, que era más buena que el pan, al ver que mi polla no reaccionaba ni a la de tres, le debió dar penita y me pidió que se la pusiese a la altura de sus bocas como antes había hecho Juanma. Con pocas ganas, ya que se sabía perfectamente que era una misión imposible, lo hice y me la estuvieron chupando un buen rato mientras yo acariciaba la espalda de Sandra y Juanma se la follaba cómo una mala bestia.
Yo creo que por la suma de las chupaditas y el verlo a él cómo se trajinaba el coño de mi adorada esposa, al cabo de un buen rato de sobeos y mamadillas, mi polla ya estaba en mejores condiciones pero sin estar totalmente dura. ¡Tampoco podía pedir mucho más!, después de dos corridas, por muy cachondo que estuviese, ¡no podía pedir milagros!
- ¡Ahora sí!, ¡ahora quiero las dos pollas dentro! - dijo Sandra al ver que mi “miniyó” se había convertido en una morcillona salchichilla de las de oferta del Carrefour - ¡Fóllame el culo, cariño! - dijo casi suplicando a la vez que no paraba de gemir por el gusto que le estaba dando aquella estaca en su interior.
- ¡Lo intentaré, pero no te prometo nada! - le respondí a sus exigencias.
¡Por probar que no quedara!
Me puse a su espalda y escupí un poco de saliva en su culo, acerqué mi capullo a su agujero y tras frotarle un poco con mi polla y echarle algo más de saliva, intenté meterla pero sin suerte. Estaba tan blandita que era imposible meterla allí, para su coño hubiese valido, pero para su culo, ¡imposible!
Al ver el poco éxito obtenido en mi primera envestida, sin querer dejar de intentarlo, me agaché hasta su culo y metí mi lengua en su raja mientras que mi mano movía de forma nerviosa mi cipote intentando buscar una solución. ¡Y bingo!, un par de minutos de lamidas del delicioso agujero de su culo y un millón de meneos a mi nabo unidos al morbo de escuchar cómo se follaban a Sandra, consiguieron el milagro de que por lo menos se hubiese empalmado al cincuenta por ciento y que a pesar de estar medio dura, me diese una segunda oportunidad para entrar en el culo de mi mujer y conseguir su tan ansiada doble penetración.
- ¡Para un momento, Juanma!, voy a intentarlo de nuevo - le dije con la intención de que parase de menearse y así tener un poco más de fortuna para acertar a la primera en la diana.
Fue decírselo y parar. Pero eso sí, ni un solo intento de sacársela.
Y sin perder tiempo, adoptando la misma posición de antes pero apretándomela fuertemente para que se me endureciera el capullo, presioné hasta que conseguí que pasara la cabeza sin que se me doblara el resto del rabo. Una vez dentro, empujé un poco más y ya estaba, blandurria como nunca pero casi toda dentro.
Sandra, al verse atravesada por todos sus agujeros, aceptándolo mejor de lo que yo esperaba, empezó a gemir de forma exagerada y a susurrar no sé muy bien qué, mientras besaba, mordía y chupaba la boca de Juanma.
Al estar dentro de ella, mi polla parecía que reaccionaba y de nuevo mi capullo empezaba a estar algo más duro sin necesidad de que me lo apretase con la mano, así que retirando mi puño y consiguiendo más espacio para empujar, aprovechando la media dureza de mi boniato de un empujón se la metí hasta el fondo para que no se saliese, notando cómo mis huevos chocaban con los huevos de Juanma.
- ¡Dios, vida!, ¿cómo no me has hecho esto antes? - gritó entre gemidos, ¡la hija de su madre!, al notarse más abierta que nunca jamás en su vida.
Porque no era el momento de enviarla a tomar por el culo, ya que en ello estaba, pero aquel comentario me dejó hecho polvo. ¿Antes?, ¡pero si llevo años detrás de ti, hija de puta!
- ¿Te gusta, zorra?, dije a la par que le soltaba un azote en el culo para intentar desfogarme pero quedándome un poco pillado al hacerlo por lo que podría venir después, ¿otro para Juanma?
No contestó ni ella ni Juanma, ¡menos mal!, sólo escuché un sonoro gemido que salía de la garganta de mi mujer.
Al ver que aquello le gustaba más de lo que me hubiera imaginado nunca, le solté otro azote más y empujé mi blandengue polla hasta el fondo para empezar a follármela despacio a la vez que Juanma comenzaba de nuevo a moverse por abajo.
Lo que sentí en cuanto empezó a moverse no es que fuese desagradable ni mucho menos, pero si algo diferente. Al meterla y sacarla podía sentir como su gordo nabo, separado del mío por muy poco, me rozaba a través de aquella fina telita que separa el culo de su coño, dándome la sensación de una paja nada corriente.
Y a pesar de estar disfrutándolo como un enano, tras unos minutos de aquella semi-doble follada tuve que abortar la misión ya que ni yo ni mi amigo el chico estábamos cómo para tirar cohetes. Mi polla, a pesar de mi excitación no lograba ponerse dura al cien por cien y se me salía continuamente, así que la saqué de su culo y me acerqué a Sandra.
- ¿Qué haces? - dijo Sandra realmente extrañada por habérsela sacado.
- ¡Cari, perdóname pero yo no puedo seguir de momento!, ¡lo siento!
- ¡Un poco más, por favor!, ¡quiero correrme con las dos! - dijo Sandra parando nuevamente la follada que tenía entre las piernas.
Mi mujer se estaba portando como el zorrón desmadrado que siempre había soñado y sin embargo yo no podía ofrecerle lo que ella me pedía, ¡qué cojones tengo!
- ¡Lo siento, Cari!, pero es que no se me pone dura del todo, ¡lo siento de verdad! - continué diciendo a la par que me meneaba el rabo a ver si por casualidad sonaba la flauta.
- ¡Pues métele un dedo en el culo y sigamos! - dijo Juanma que estaba viendo que con tanta charlita, la cosa se había parado otra vez.
Al escuchar aquellas palabras que me decían, que si quería una doble penetración en regla, iba a ser la única forma de hacerla, me tuve que rendir y enseguida me metí un par de dedos en la boca para lubricarlos de saliva y automáticamente se los metí en el culo sin ningún miramiento. En un par de segundos, mis dedos desaparecieron por arte de magia empezando de nuevo Juanma a moverse para continuar con la interrumpida follada.
- ¡Cari, perdóname!, ¡lo siento! - le dije verdaderamente avergonzado, primero por lo de antes con Juanma y ahora con lo otro.
- ¡No te preocupes por nada, mi vida! Déjalo y lo intentamos en otro momento - me dijo ella mirándome y parando un momento de saltar sobre aquel cipotón.
Y bajándome de la cama con la cabeza agachada, le dije a Juanma que siguiera él.
Sandra, que creo que en aquel momento se sintió mal por comportarse como se estaba comportando, se bajó de la polla de Juanma y me miró pidiéndome permiso para poder seguir disfrutando de aquel trozo de carne que no conseguía bajar de tamaño. Yo la miré y con una simple sonrisa ella entendió que tenía todo mi permiso para hacer lo que le apeteciese ya que yo en ese momento no podía dárselo. Mientras tanto, yo vería como mi putita follaba con él.
- ¡Disfrútalo vida!, ¡disfrútalo tanto como yo voy a hacerlo! - me dijo Sandra acompañándolo con un beso en mis labios.
Y tras aquellas bonitas palabras de consuelo, se puso de rodillas entre las piernas de Juanma, hundió la cabeza entre sus huevos y empezó a comerle la polla y los huevos mientras yo miraba totalmente entusiasmado lo que ella estaba haciendo.
Estaba totalmente excitada, se comía aquella verga con vicio, con sus ojos cerrados disfrutando al máximo de la mamada, cosa que él también hacía cómo un cerdo mientras que mí amada señora le daba lengüetazos en la bolsa de los huevos.
Pero claro, Sandra, que en nada se parecía a aquella Sandra que un día existió, no se conformaba con darle unas lamidas, ¡qué va! Mi mujer, al igual que me había hecho millones de veces a mí, buscaba con su lengua el negro agujero del culo de Juanma para chupárselo mientras le meneaba la polla a mil por hora buscando, yo creo que su inmediata corrida.
Al notar aquella tan íntima caricia, Juanma cogió a mi mujer de la cabeza y se la apretó contra el culo. Ver aquello me sobresaltó un poco, ¿qué era peor?, ¿qué se la chupase?, ¿qué se la menease?, ¿qué me diese a mí por el culo?, ¿o que ella se lo comiese cómo se lo estaba haciendo? Respuesta no tengo, pero lo que sí puedo decir es que la putona de mi mujer, en vez de apartarse, sacó su lengua todo lo que pudo y prometo que le metió más de media en el boquete.
Juanma, que no dejaba de suspirar por aquel trabajo tan especial que le estaba haciendo mi amada esposa, levantó un poco la cabeza y me miró.
- ¿Qué?, ¿puedes metérsela ya o aún no?, me preguntó.
Y aunque aquella pregunta podría tener un doble sentido humillante sobre el estado de mi miembro, yo me lo tomé por la parte buena, es decir, pensando que él quería que yo participase y dejase de mirarles.
- ¡Aún no, muchacho!, ¡aún es pronto! - respondí un poco avergonzado.
Sandra, que aunque escuchó todo lo que dijimos, no demostró ningún apuro por mi respuesta, todo lo contrario, mientras hablábamos, siguió dando largos lengüetazos que iban desde los huevos al capullo de nuestro amigo, hasta que una de las veces, ni corta ni perezosa se metió aquel gordo capullo en su boca.
La mamona de mi mujer, ya que no sé cómo llamarla, con aquel cacho de estoque en la garganta parecía una tragasables más que otra cosa.
Tras unas cuantas docenas de chupaditas, se sacó el pringoso pero reluciente rabo de su boca y de nuevo empezó a pajearlo a mil por hora mientras que con la otra mano se tocaba los mofletes de la cara cómo intentando colocarse la mandíbula. Aquel gesto no me extrañó ni un poquito, ¡Sandra no estaba familiarizada con aquella anchura!
- ¿Y por qué no te sientas mejor sobre él?, pregunté al verla tan “dolorida”.
¿No sé por qué pregunté aquello? Quizás, su desinhibida forma de actuar me obligó a que fuese yo quien se lo pidiera.
- ¡Te gusta ver cómo me folla, eh! - me dijo lanzando un provocador guiño.
- ¡Muchísimo, mi vida!, ¡muchísimo! - contesté ayudándola a que se levantase del suelo.
Y haciéndome caso, abriendo las piernas para colocarla una a cada costado de Juanma, se puso de rodillas sobre la cama. En el momento en que se puso en posición de ataque, Juanma le dijo algo que no pude oír, pero que ella al escucharlo, sonrió y afirmó con la cabeza.
¿Qué coño le habrá dicho?, pensé al ver aquella malévola sonrisa en los labios de mi mujer.
Pero no pude preguntar, el profundo gemido que Sandra emitió en el momento que se dejó caer sobre él, clavándose en el rabo de una sola vez hasta el fondo por enésima vez aquel día, me hizo callar.
Yo estaba sentado detrás de ellos en la cama, viendo en aquella tele de lujo como el chorreante coño de Sandra se tragaba aquel mástil que hacía un rato había estado dentro de mi culo y que ahora compartía dentro de ella toda mi leche.
Desde mi privilegiada posición, para mejorar aún más la vista, levanté un poco el culo de Sandra haciendo que la polla de Juanma se saliera de su coño. Cuando salió, no sé qué pasó por mi cabeza, pero actué como nunca creí que lo haría. La cogí y se la apreté fuertemente (¡Igual era para demostrarme a mí mismo que aquella técnica funcionaba!). Y cómo digo, se la cogí y empecé a meneársela con fuerza, mezclando en aquel momento los jugos de Sandra con mi leche, haciendo que una especie de espuma blanca se creara en su capullo.
Tras tenerla un pequeño rato entre mis dedos, la volví a llevar hacia la rajita de Sandra. En cuanto notó que la polla estaba otra vez en la entrada principal de su coñito, comenzó a moverse arriba y abajo sacando y metiendo aquella polla en su raja. Yo seguía detrás de ella y podía ver como lo hacía. Parecía extraño, sin duda, pero estaba disfrutando como un enano de tan maravilloso espectáculo.
Para disfrutarlo al cien por cien me fui hacía el sillón negro que tenemos en el dormitorio, me senté un poco de lado por el dolor que tenía en mi parte trasera y me dispuse a ver como Sandra seguía sacando petróleo de aquella inagotable torreta que tanto gusto le estaba dando. Estaba viendo como un desconocido se estaba follando a mi mujer y como mi mujer se estaba follando a un desconocido. Me gustaba más de lo que me podía imaginar y creo que a ellos también. Ver a los dos desnudos ante mí, es algo que a día de hoy, aún no puedo describir, simplemente me gustaba y quería que no terminara nunca ese momento.
Casi a la par, llegaron al orgasmo. Se corrieron juntos echando Juanma toda su leche en el interior de Sandra, justo como ella le había pedido aquella tarde. Estuvieron abrazados un ratito más antes de que Sandra se levantará y se sacara el rabo aun duro de su interior (¡no había quien bajara aquella polla!). Ahora pude ver como esa gran cantidad de leche espumosa, mezcla de su corrida y de la mía, chorreaba entre las piernas de Sandra y dejaba toda la barra de hierro manchada con los pegotes blancos de nuestras corridas.
Totalmente cansados se tumbaron los dos en la cama, me levanté de la silla y me senté en medio de ellos. ¡Otra vez iba a actuar movido no sé muy bien por qué!, pero aquello era ya por cabezonería, tenía que verla arrugada o aquello no tendría fin para el coño de Sandra. Así que de nuevo le agarré la polla, con la clara intención de bajarla. Comencé a masturbarlo mientras que con la otra mano buscaba la sensible entrepierna de Sandra y también comencé a masturbarla. Pero esta vez no fue como la anterior.
- ¡No, vida!, ¡no puedo más, de verdad! - me comentó en cuanto capto mis intenciones.
Lo entendí a la primera, era normal que no pudiese seguir, ¡yo perdí la cuenta de sus corridas a partir de la quinta!, no sabría decir cuántas veces se corrió aquel día, es más, creo que ella tampoco había sido capaz de llevar la cuenta.
Sandra se incorporó un poco y acercándose también a la polla de Juanma, puso sus manos sobre las mías y a dúo comenzamos a hacerle una paja, recordándonos, sin hablar, la paja compartida que me hizo en el club de intercambio con las manos de Cristina.
A los pocos minutos de estar meneándole la polla a cuatro manos, soltó otro chorro de leche, esta vez mucho menos abundante, que fue a parar justo a su pecho.
- Te lo voy a limpiar con mi lengua, ¡pero que sepas que aún está pendiente mi limpieza! - dijo con voz de cansada pero aun conservando aquel tono picaresco.
Y diciendo esto, se acercó a su pecho y con su lengua comenzó a chupar aquel manchurrón blanco que tanto gustaba a Sandra. Una vez limpio, se volvió a tumbar en la cama y les ofrecí un cigarrillo, al igual que él hiciera con nosotros aquella tarde.
El cansancio ya nos estaba venciendo, sobre todo por la hora que era y el intenso día que habíamos pasado, pero antes de dormirnos, Sandra dijo de darse una ducha. Le dije que mientras que ella terminaba su cigarro me la iba a dar yo, así íbamos adelantando, más que nada porque había que bajar a Duque.
Cuando terminé de ducharme, en pocos minutos, volví a la habitación para vestirme y vi que los dos se habían quedado dormidos. Una cama para tres estaba bien para follar, pero para descansar era demasiado pequeña, así que no quise molestarlos y me fui a la terraza para fumarme un cigarro y repasar mentalmente todo lo ocurrido.
Terminé el cigarrillo y me acosté en la otra habitación, dejando que aquella noche durmiesen juntos en la cama.
¡A Duque ya lo sacaríamos mañana!