Solo era el principio (30) ¿Quién se apunta?...

Aquel precioso cuerpo de curvas tan provocadoras y que tantas veces había tenido sólo para mí, ahora estaba completamente desnudo y preparado para aquellas dos pollas que estaban dispuestas a darle todo el placer del mundo cuantas veces lo pidiera.

CAPITULO 30

¿Quién se apunta?…

SABADO, 06 DE DICIEMBRE DE 2008 (TARDE) (3ª PARTE)

Y tras aquello, volvimos a repartir las cartas.

En aquella jugada, Juanma ganó, yo perdí y Sandra se quedó en medio.

Juanma nos podía ordenar a cualquiera de los dos, ya que cómo habíamos acordado, yo ya no tenía prenda que perder y Sandra mantenía sólo su mojado tanguita. Cosa que ella quiso dejar claro en cuanto vio que había perdido.

- ¡Bueno!, ¿qué?, ¿nadie me va a pedir que me quite las bragas o qué? - casi gritó presa de la desesperación del momento.

¡Pedazo de idea que acaba de tener la guarrona!

- ¡Si Juanma no lo ordena, no podemos! - dije en voz baja para intentar calmarla una mijita.

- ¿Me lo vas a ordenar, verdad? - preguntó Sandra mirándolo fijamente y con voz de salida.

- ¡Vale!, para que todos estemos iguales, ¡quítatelas! - ordenó Juanma con voz baja simulando la mía.

Sin duda, aunque maquinada por Sandra, fue la mejor orden de toda la tarde. Sin decirlo, los tres deseábamos estar completamente desnudos para la siguiente prueba ya que a partir de ahora siempre sería una orden sin tela de por medio.

- Pues entonces, qué me las quite mi marido y que él también disfrute de su sabor, ¿no? - nos dijo sin dejar de mirarnos pero pasando su mano por encima de la braga.

¡Ole las mujeres rumbosas!, pensé al escucharla.

Medio agilipollado por la situación y sin saber reaccionar, de repente noté cómo Sandra apoyaba su mano sobre mi dolorida polla.

- ¿Me echabas de menos? - me dijo Sandra al oído pero sin dejar de apretar alrededor de mi verga.

- ¡Gracias, mi cielo!, ¡gracias por todo! - le dije cómo respuesta a su pregunta.

Y tras aquel gesto de gratitud por mi parte, poniéndome en cuclillas entre sus piernas y atrincando sus bragas con mis dientes de la misma forma que ella lo había hecho con el calzoncillo de Juanma, le fui bajando el tanga con mi boca haciendo de aquel momento algo más que un instante de sexo, una situación de erotismo.

Sandra se notaba maravillada por lo que yo hacía y yo estaba a punto de reventar por la punta con lo que estaba haciendo. De Juanma ni idea de cómo estaba, en aquel momento le hice poco caso, pero seguro que también estaba a punto de explotar.

Ella, para facilitarme el trabajo, cerró un poco las piernas mientras que yo me agarraba a su culo con la mano abierta y con la otra le bajaba el minúsculo tanga. Y al igual que ella hizo antes en la terraza, le fui enrollando las bragas en sus muslos para finalmente dejarlas caer al suelo hechas una morcilla de tela.

En pocos segundos apareció nuevamente en escena la estrella principal, ¡su depilado coño! Os juro que en el momento que lo vi, estuve a punto de correrme sin necesidad de manos.

Aunque no estaba previsto ni mucho menos, emulando a Juanma y sin poder remediarlo acerqué mi boca a su raja y empecé a chuparle los labios mientras que uno de mis dedos hurgaba en la raja de su culo buscando la oscura y prohibida entrada. Sandra, que estaba disfrutando cómo una enana de aquella bajada de bandera, digo, de bragas, separó un poco las piernas para que mi lengua llegase un poco más adentro mientras que una de sus manos se posaba en mi cabeza para no caerse y la otra se la llevaba a los pechos para magreárselos ella misma.

- ¡Sí, cariño!, ¡no pares, sigue! - dijo Sandra demostrándole a Juanma lo bien que yo se lo estaba chupando.

- ¡Bueno, bueno!, ¡ya vale! - dijo Juanma al ver que la prueba ya estaba más que realizada y que él también quería intervenir en el jueguecito de marras.

Y sin querer ser desagradable con nuestro invitado, ya que al fin y al cabo tenía toda la razón, con todo el dolor de mi corazón me separé de Sandra y me puse de pie.

- ¡Perdona, Vida! - dije intentando disculparme.

- ¡No te preocupes, mi cielo! Pero espero que dentro de poco alguien termine ese trabajito, ¿no? - me dijo pasándose un dedo por el coño y recogiendo sus abundantes liquiditos.

Me miró con una sonrisa bastante pícara, pasó su mojado dedo por mis labios y a continuación se dio una vuelta completa ante nuestros ojos para que pudiésemos ver su cuerpo totalmente desnudo. Me volvió a mirar y su cara me infundió felicidad, tenía cara de estar pasándolo muy bien. Aquel precioso cuerpo de curvas tan provocadoras y que tantas veces había tenido sólo para mí, ahora estaba completamente desnudo y preparado para aquellas dos pollas que estaban dispuestas a darle todo el placer del mundo cuantas veces lo pidiera.

Yo no sabía qué hacer, jugábamos más o cortaba el juego para dejarnos de tonterías y pasar a lo que de verdad deseábamos. Debo decir que era divertido el mandar y ser mandado, pero deseaba cuanto antes verla follar con Juanma y que luego, con el coño aún caliente por los roces de su polla, me la pudiese follar yo.  Deseaba soltar toda la tensión acumulada durante la tarde, pero fue Juanma quién decidió otra vez por nosotros. Sin preguntar cogió la baraja, repartió cartas y solucionó el problema.

Esta vez daba un poco igual quien perdiese, el único que seguía teniendo poder era el vencedor y fue de nuevo Juanma. ¡Ya se estaba poniendo pelín pesadito con tanto ganar!

No nos dio mucho tiempo, en cuanto vio las cartas, automáticamente dio su orden.

- Cómo te lo pedí antes pero no me lo diste, ahora te lo vuelvo a pedir.

- ¿El qué? - respondió Sandra mientras pensaba.

- Quiero que nos la chupes a los dos. ¡Que te pongas de rodillas y nos comas la polla a dúo! - dijo Juanma.

Nadie dijo nada, yo tampoco, no era necesario. Todo estaba desbocado y no había forma de pararlo, y mucho menos a Sandra que nos miró con los ojos fuera de las orbitas aceptando su destino. Poniéndose de rodillas sobre uno de los cojines se acercó a nosotros relamiéndose los labios por lo que iba a hacer en un momento.

Yo, tan precavido cómo siempre, sumé las cartas y multipliqué el tiempo. No iba a ser mucho, más o menos minuto y medio para los dos, pero aquello prometía.

Juanma y yo nos sentamos juntos en el sofá y Sandra se colocó en medio de los dos, justo como un día hizo Laura con Roberto y Jesús. Lo que vi a continuación fue maravilloso, llevaba mucho tiempo deseando ver como mi mujer chupaba una polla que no fuera la mía y ahí estaba, a punto de hacerlo. (¡Sí!, es verdad que hace un rato se la metió en la boca durante unos segundos y que luego la tuvo pegada a sus cachetes, pero yo lo que quería era verla comérsela hasta el final)

Sin dudarlo y dejándome a mí de segundo plato cómo era de esperar, de rodillas frente a él se introdujo la polla en la boca todo lo que pudo y empezó a bajar y a subir la cabeza dándole una mamada que para mí la hubiese querido, mientras que Juanma, totalmente espatarrado en el sillón, con sus manos le acariciaba el pelo dejándoselo totalmente enmarañado.

En aquel momento sólo se oían los húmedos ruidos que producía la boca de Sandra al chupar y lamer aquel rabo. Eso sí, durante todo el tiempo que le estuvo haciendo la mamada, me estuvo mirando fijamente con los ojos clavados en los míos, ella sabía perfectamente que yo estaba totalmente satisfecho por ver cómo la puta de mi mujer se estaba comiendo aquella verga.

Yo, totalmente incrédulo, miraba y remiraba a Sandra y a sus labios llenos de carne y saliva, ¡estaba más guapa que nunca! Por mucho que lo intentase no me creía lo que estaba viendo, parecía uno más de mis locos sueños, ver entre sus manos aquel hermoso rabo que estaba mirando al techo, mientras que su lengua se deslizaba arriba y abajo y le mordía con dulzura los huevos a la par que sus dedos nerviosos sobaban sus pelotas con aquella caricia que tanto me gustaba a mí, ¡era increíble!

Su polla estaba totalmente brillante y empapada por las babas de mi mujer que le pasaba la lengua continuamente de arriba abajo mientras se la meneaba a dos manos. Pero lo más cachondo que me puso fue cuando, separándosela de la boca, le soltó un salivazo en el capullo y empezó a acariciárselo dándole vueltas con la palma de su mano. ¡Aquella sí que era una caricia especial!

Ella era la dueña de ese momento y era maravilloso verla disfrutar.

Y tras un buen rato, mucho más del que habían marcado los dados, Sandra se separó de él y poniéndose de pie acercó sus labios, totalmente manchados de saliva y líquidos de Juanma, a los míos y me dio un intenso beso. Sentí una sensación bastante extraña cuando noté sobre mis labios, los suyos aun calientes por el roce con el capullo de Juanma.

Y después de aquel jugoso beso que apenas duró cinco segundos, se volvió a arrodillar, pero esta vez, frente a mí. Me miró, sonreímos los dos y directamente empezó a besuquearme el nabo. Primero con suaves lengüetazos y luego, al igual que se lo había hecho a Juanma, recorriendo con su lengua todo el largo de mi cipote mientras que sus uñitas se clavaban en mis pelotas.

- ¡Pero qué buena polla tienes, mi vida! - me dijo antes de hacer que mi capullo desapareciese en su boca.

Y tras tan agradable piropo, de una sola vez se metió mi polla entre sus labios y comenzó a mamármela haciendo que cerrase los ojos mientras que resoplaba como un burro. Pero antes de cerrarlos, miré a Juanma y vi que, sin perderse detalle de lo que estábamos haciendo, suavemente se acariciaba el nabo de arriba abajo haciendo que se le marcasen todas las venas del cipote.

Y cuando más a gusto estaba, soltó mi cipote.

- ¿Te gusta así, amorcito? – dijo Sandra mirándome desde abajo con una amplia sonrisa.

- ¡Y tanto!, ¡cómo para no gustarme!

- Pues lo siento mucho pero el tiempo ya se ha terminado - me dijo dejándome, por enésima vez aquella tarde, a medias.

No contesté, simplemente le di una suave caricia en su mejilla a la par que me ponía de pie para continuar con el juego.

Sandra, que se puso de pie simulando que no había pasado nada de nada, volvió a repartir las cartas.

No me canso de repetirlo, con todo lo que estaba ocurriendo, ¡la sangre no se le calentaba!, ¿estaría hecha de otro material?

Y sin más, volvimos al juego.

Aquel debía ser mi día de suerte, mi carta era la más alta por cuarta vez aquella tarde.

¡Joder!, pensé, ¡no está tan mal!, ¡ganar cuatro de casi treinta jugadas no es moco de pavo para un tío como yo con tan poca suerte en los juegos de azar!

Miré a Sandra con ojos de deseo mientras que ella no apartaba su vista de la tiesa y gorda polla de Juanma. Tiré el dado y en total era treinta segundos. Tenía que intentarlo y creo que era el momento, así que sin dudarlo les propuse mi prueba.

- La prueba de ahora va a ser fácil, quiero que te pongas a cuatro patas y que elijas a quien quieras para que te folle mientras que el otro mira y se la menea. Es poco tiempo, ¡así que disfrútalo! - le dije a Sandra.

Pasaron unos segundos de presión acompañados de un silencio. Pensé que Sandra se iba a echar para atrás, ¡una cosa era una comida de polla o de coño y otra muy diferente que un total desconocido le metiese el rabo hasta el fondo aunque lo estuviese deseando!

- ¿Quieres seguir adelante? - le pregunté delicadamente para no presionarla.

- ¡Creo que sí! - me respondió.

- ¿Creo? - le pregunté pasando mi mano por su pelo para tranquilizarla - ¿No estás segura de querer seguir adelante?

Durante unos segundos permaneció en silencio haciendo que tanto Juanma como yo nos mirásemos y nos diésemos a entender que hasta allí había llegado la fiesta.

- ¡Bueno!, ¡creo no!… - balbuceó tras aquellos angustiosos segundos - ¡Estoy totalmente segura de querer hacerlo! - terminó diciendo a la par que estiraba en el suelo el par de nórdicos naranjas de los que tenemos en el sofá, y se ponía a cuatro patas ofreciéndonos su coñito.

Justo ahí me demostró que, cómo me había dicho antes, no iba a negarse a nada de nada.

- ¡Cómo me gusta que seas así de zorrona! - le dije sin poder remediarlo.

Aquel comentario funcionó como un Red Bull, dándole alas empezó a mover su culo pidiendo polla como una leona.

Sabiendo que ella, al igual que yo, lo quería a él en ese momento, mirando a Juanma le ofrecí a mi mujer para que fuese él el primero en follársela aquella tarde, pero el gesto de Juanma me dejó totalmente contrariado.

- Prefiero que seas tú el primero, yo siempre seré el segundón - respondió a mi ofrecimiento.

¡Qué gesto más bonito!, ¿pero estás loco o qué?, si yo lo que quiero es verla follar con otro hombre, no que tú me veas follando a mí. ¡Bueno!, como siempre eso es lo que pensé, realmente lo que le dije fue otra puta cosa que no tenía que haber dicho.

- ¡Muchas gracias!, ¡te entiendo!

¡Valiente joío vaina estoy hecho!, ¡te entiendo!, ¡te entiendo!, ¿pero qué cojones voy a entender yo?, pensé al escuchar mis propias palabras. Lo único que yo entendía era que desde hacía más de seis horas llevaba caliente como un burro a la espera de ver follar a mi mujer con otro rabo que no fuese el mío y no que él me viese follando a mí. ¡Pero qué vaina!

- ¡Poneos de acuerdo de una puta vez, joder! - gritó Sandra sacándome de mis pensamientos y volviendo la cara como la niña del exorcista para ver como dos gilipollas no se decidían por saber quién iba a ser el primero en follársela - ¡Tengo el coño que echa chiribitas y necesito que me folle el que sea cuanto antes!, con que venga, ¡poneos de acuerdo y que alguien me la clave ya, joder!

Por su elegante comentario me dio la ligera impresión de que Sandra no estaba para caballerosidades en aquel momento, así que sin pensármelo dos veces, me puse entre las piernas de Sandra para hacer lo que ella tanto deseaba. No tuve que decir nada, fue Sandra la que recostando su cabeza en el sofá, me ofreció su coño abriéndose las cachas del culo con sus manos para que tuviese entrada libre.

Sin hacer mucho esfuerzo, enseguida noté como mi rabo iba entrando en la encharcada almeja de Sandra. Pero me di cuenta de que estaba bien adentro cuando Sandra soltó un gemido y comenzó a morderse los labios de gusto.

Disfrutando al máximo de aquella mini follada, empecé a moverme delante y atrás, sacándola y metiéndola de su chochito mientras que Juanma se había sentado a su lado y se sobaba la polla delante de sus ojos muy, muy cerca de su cara. Aunque sé que estaba disfrutando con mi polla, Sandra estaba más concentrada en cómo aquella mano subía y bajaba por aquella barra de salchichón que en el fuet que tenía entre las piernas. No podía culparla, la situación era bastante morbosa. No todos los días se vive algo así, ser follada por mí, su marido, mientras otro tío está justo delante de ella poniéndole los dientes largos y haciéndose una paja.

- ¿Te gusta ver cómo se menea el rabo? - pregunté a mi mujer al verla tan atenta.

- ¡Pues sí, no está nada mal! - respondió ella entre gemidos y sin apartar la vista de su rabo.

- ¿Y no te gustaría que el que te estuviese follando fuese él y no yo?

- ¡Eso es lo que yo creía!, pero cómo Juanma no ha querido, ¡pues nada! - me respondió a mí, pero clavando sus ojos en los de Juanma.

¡Menuda puyita le acaba de lanzar!, pensé entre metida y sacada. Juanma, que en aquel momento se dio por aludido, se puso de pie.

- ¡Vamos, se acabó el tiempo!

Obedientemente, saqué mi verga del coño de Sandra mientras esta daba un gran suspiro de resignación al notar que mi polla se salía de su interior.

Durante unos segundos estuvimos en silencio, quizás por lo que había dicho Sandra o porque todos pensábamos en lo mismo, el único paso que quedaba era que Juanma follase con ella. Hasta ahora, de una forma u otra, se había evitado, pero ya era imposible retrasarlo más, u ocurría ahora mismo o no ocurriría jamás.

Aquel silencio lo rompió Juanma que cómo si estuviese en su casa, fue hacia la nevera y de nuevo trajo unas cervezas para mojarnos la garganta. Al igual que antes, para hacer un pequeño receso, encendimos un cigarro y empezamos a tomárnosla, esta vez un poco más lentos que la anterior, quizás alargando el momento inevitable.

- ¡Venga!, si queréis echamos tres o cuatro partidas más y cambiamos de juego que ya tengo pensado el próximo - dije yo para calmar el ánimo por enésima vez aquella tarde.

- Podemos cambiar si queréis… a mí me gustaría ver una película porno de bisexuales mientras nos tocamos suavemente los unos a los otros - dijo Juanma .

¡Vaya!, pensé, ¡creo que le ha vuelto a salir la vena a relucir!

- Y luego si queréis, entre los tres elegimos una de las escenas e intentamos repetirla lo mejor que sepamos .

No contesté por no ser maleducado, pero ni loco hacía yo una escenita de una peli de bisexuales, seguro que acaba echado en sus rodillas recibiendo azotes.

Desde que terminó el tiempo de la anterior prueba, Sandra había estado en silencio de rodillas en el suelo, pero al escuchar la sugerencia de Juanma, enseguida saltó.

- Con lo faltita que me he quedado y viendo que no queréis seguir, lo mejor será seguir jugando como dice Leandro. A ver si gano y cambio las reglas de este puñetero juego - dijo levantándose del suelo y dispuesta a seguir jugando.

Y como por arte de magia, en pocos segundos estaba de nuevo repartiendo las cartas con la intención de volver a ganar para hacer otra de “mis” locuras. Pero en el momento que vi la carta de Sandra sobre la mesa, enseguida supe que sería la última vez y que el juego acabaría allí. Como siempre, ¡ella era la ganadora!

- ¡Ya sé cuál será la orden! - dijo mientras jugueteaba con su carta entre los dedos.

- ¿Cuál? - pregunté aun sabiendo la respuesta.

- ¡Quiero follarme a Juanma delante de ti! ¡Quiero que veas cómo me lo folló, como tú querías! - dijo con una sonrisa de alegría al ver que ella era la ganadora.

Juanma me miró, sonrió y se encogió de hombros. Parecía decir “hombre yo lo hago porque lo dice ella”.

Resignado a sus deseos, pero más contento que unas castañuelas por tener tan cerca mi deseo, cogí el dado y me dispuse a tirarlo para multiplicarlo por las cartas que había en la mesa.

- ¡Cómo tires el puñetero dado té corto los huevos!, ¡aquí se ha acabado el juego y empieza la fiesta! - me dijo Sandra cogiéndome la mano fuertemente para que no tirase el dado.

Sin decir nada la miré, le sonreí y dándole todo mi permiso para que hiciese lo que le viniese en gana, me senté en el sofá a disfrutar de la clavada que Sandra me iba a brindar.

En aquel momento, al igual que ocurrió la noche que estuvimos en el local Swinger, se hizo el silencio. Nadie hablaba, todo el mundo sabía cuál era su papel y cómo debía interpretarlo.

Juanma se tumbó en el suelo sobre los nórdicos, y ella, como tantas veces había hecho conmigo, muy abierta de piernas se dispuso a clavarse aquel mástil hasta lo más hondo de su ser.

Desde dónde estaba sentado veía como aquel rabo iba abriendo al máximo los labios de su coño, desapareciendo poco a poco en su cueva como lo hacía el mío un rato antes. De repente entró entera haciendo chocar sus huevos contra las gorditas cachas de su culo.

- ¡La tengo toda dentro, Leandro! - gritó con los ojos abiertos de asombro por habérsela metido entera de una sola tacada - ¡Me va a matar!, me dijo mirándome maliciosamente y con la voz totalmente entrecortada.

Aquella escena me desbordaba, sin duda era la mejor escena de peli porno que había visto jamás. Y no solo eso, nosotros, Sandra y yo, éramos los protagonistas, ella por un lado sentada sobre un excelente rabo y yo por otro, mirando detenidamente cómo se me la follaban.

Intenté no tocarme pero fue imposible. Comencé a masturbarme en el mismo momento en el que Sandra dio su primer gemido y comenzó a subir y bajar lentamente sobre aquella polla. Veía con pasión cómo sus tetas subían y bajaban al compás de la follada mientras se mordía los labios, gemía de placer y se apoyaba sobre el pecho de Juanma para ayudarse en la follada.

No aguanté más y me acerqué a ellos. Mientras que Sandra se follaba, literalmente hablando, a Juanma, me puse de rodillas detrás de ella y empujándola hacia él, la obligué a echarse un poco más sobre su pecho dejando su culo totalmente expuesto a mis ojos y poder ver como entraba y salía aquella verga de mi más preciado tesoro que hoy había descubierto a otro hombre para mi placer y el suyo.

Puse mi lengua en su culo y comencé a chuparlo dejándoselo tan lleno de saliva que incluso resbalaba hasta los huevos de Juanma, a continuación me levanté un poco poniendo mi verga en la entrada de su culo y comencé a pasársela por su más preciado agujerito. Me la hubiese follado hasta el fondo pero no quise ser egoísta y robarle su momento más caliente, Sandra en ese momento estaba experimentando algo que jamás soñó, la polla de otro hombre en su coño mientras que su marido la miraba con ojos de deseo. Si le hubiese follado el culo quizás hubiera roto la magia de su follada, así que decidí seguir mirando y pajearme la polla hasta que me corriese.

Y como en toda buena película porno, el orgasmo no tardó en llegar para ninguno.

Juanma, que sin duda era el que mejor estaba situado, fue el primero. El hijo de puta la sacó del coño de Sandra descargando una abundante corrida en las cachas del culo de mi mujer. Me sorprendió tanto aquel montón de leche, que sin saber por qué, empecé a restregarle con mis manos aquella crema tan especial por su culo. Y mientras que yo estaba en ello, el mamonazo, dándose un par de sacudidas más en el rabo, se terminó de correr salpicándome todo el pecho para luego volver a metérsela y seguir follándosela.

En cualquier otro momento, la simple idea de tocar o de que un tío me salpicase con su leche, me hubiese revuelto el estómago, pero en aquellas circunstancias hizo que la paja que me estaba haciendo fuese más salvaje aún de lo que ya era.

Sandra, en el colmo de la depravación, poniéndose las manos en su culo cogió un poco del semen de Juanma y cómo si se tratase de un ungüento, se lo untó en sus tetas masajeándoselas una y otra vez. Pero si aquello me pareció extraño, más raro me resultó cuando la vi meterse un par de dedos entre sus labios para saborearlo.

- ¡Por fin lo conseguiste, eh, cabronazo! - dijo mi mujer dándose media vuelta para mirarme mientras que en su boca seguían los dedos manchados de leche.

- ¡Gracias, mi vida!, ¡me gusta que seas así de puta para mí!, ¡te quiero!

Y tras agradecerle por enésima vez aquella tarde lo que estaba haciendo “por mí”, cabalgando sobre la polla de Juanma empezó a convulsionarse por el inminente orgasmo que se estaba criando en sus entrañas.

El verla disfrutar de aquella forma hizo que se uniera mi corrida a la de Sandra. Fue como otras tantas veces, una vez más me corría a la par que ella, aunque esta vez la corrida era un poco distinta, ella se corría por primera vez en mi vida, con otra polla que no era la mía.

¡Me corrí!, me corrí cómo jamás me había corrido. Cómo si me hubiesen abierto el grifo al máximo, un chorretazo de leche desmesurado como nunca, cayó sobre el culo de Sandra pringándole toda la raja del culo resbalando hasta los huevos de Juanma.

De la misma forma que lo hizo antes, estirando su mano recogió con sus dedos gran parte de mi esperma y se lo llevó hasta la boca para unirlo al sabor que ya tenía de su otro macho.

A continuación me dejé caer sobre ella y empecé a comérmela a besos.

Tras aquel primer envite, los tres, cansados cómo nunca pero sabiendo que sólo habíamos empezado la noche, nos dejamos caer sobre el suelo, uno a cada lado de Sandra.

- ¿Por qué te has corrido fuera? - preguntó Sandra a Juanma mientras cogía un cigarro que yo le entregaba.

- ¿No sé?, cómo no llevaba condón no sabía si os iba a gustar que lo hiciese.

- ¡Pues la has cagado, chaval! ¡Ni te imaginas lo que le gusta a Sandra llevar el coño bien sucio y los muslos llenos de leche durante todo el día! - dije yo.

- ¡Sucio no, mi vida!, ¡lleno de leche, sí, pero sucio, no! - contestó Sandra aclarando lo que de verdad le gustaba.

- ¡Pues sin problemas!, ya verás como la siguiente se queda dentro - contestó Juanma cogiéndose el nabo y dándose unos nuevos meneítos.

- ¿La siguiente?, ¿yo no sé si Sandra va a querer seguir o no?

- ¡Si vosotros aguantáis un segundo asaltó, por mí no hay problema! - contestó Sandra aclarando nuevamente lo que de verdad quería.

- ¡Yo, sí!, ¡cuando quieras! - respondió Juanma, creo que tirándose un farol.

No me creo yo que sea capaz de ponerla en condiciones en tan poco tiempo, pensé para mí. ¡Tonto de mí!

- ¡Pues en cuanto se te ponga dura, podemos continuar! - dijo Sandra, aquella Sandra que hacía apenas cuatro meses ni se lo planteaba.

- Cógemela y aprieta fuerte, verás de qué soy capaz.

Y sin tan siquiera pensarlo, le echó mano al paquete apretándoselo con todas sus fuerzas, tanta que hasta sus nudillos se pusieron morados, mientras que, tanto Sandra cómo yo, veíamos con cara de pasmados cómo aquella polla crecía y crecía nuevamente.

- ¿Has visto? - preguntó Juanma con cierto recochineo al conseguir superar el primer reto.

- ¡Joder, cari!, ¿tú no sabes hacer estos trucos de magia, verdad?

La verdad es que la hostia que me dio no fue muy oportuna. Ella me conocía cómo nadie y sabía mejor que nadie que después de una corrida, y mucho más cómo había sido aquella, necesitaba un ratillo de descanso.

- Si me dejas descansar un rato, te prometo que algo se podrá hacer - le respondí no queriendo quedar mal del todo delante de Juanma.

- ¡Vale!, pues esperamos un rato mientras nos tomamos unas cervecitas y luego seguimos, ¿te parece? - me preguntó cogiendo ahora mi rabo y apretándolo también con fuerza.

Por mala suerte, aquella técnica no funcionó conmigo, ¿qué le vamos a hacer?

Y encendiendo un nuevo cigarro, la abracé.

El salón olía a sudor, el calor se podía cortar, los tres cuerpos estaban sudados y llenos de leche, se pegaban los unos a los otros. Yo sabía que debía tener la sonrisa de un tonto que ha logrado su fantasía, así que decidí dejarme llevar por aquella alegría y olvidar por un rato lo que podría pasar luego.

Pasando mi brazo sobre el cuerpo de Sandra, le di un beso en el pecho y cerré los ojos. ¡Había sido una experiencia maravillosa!

Eran casi las siete de la tarde, pero tenía bastante claro de que aún quedaba mucha noche.

SABADO, 06 DE DICIEMBRE DE 2008 (NOCHE) (1ª PARTE)

Tras la caliente e inolvidable tarde que habíamos vivido, aunque deseando empezar de nuevo, estábamos los tres demasiado cansados, entre otras cosas por los efectos del alcohol que sin duda, había sido mucho el que habíamos bebido. Seguíamos los tres tumbados en el suelo, en silencio, pensando en lo que acababa de ocurrir y ¿cómo no?, en lo que nos podría esperar. Sandra miraba al techo sin saber muy bien en que pensaba mientras que mi cabeza iba a mil por hora, por fin habíamos dado el gran paso y habíamos cruzado la meta con la mejor marca que jamás hubiese imaginado.

Siendo realmente sincero, nunca imaginé el llegar a hacerlo, pero que Sandra lo hiciese conmigo y no para mí, mucho menos. Siempre pensé que sería una fantasía que guardaría toda mi vida y que se iría conmigo a la tumba, pero por fin lo habíamos hecho. Siempre imaginé que si algún día realmente llegábamos hasta este punto, la reacción de Sandra sería menos participativa, incluso imaginaba que llegando a hacerlo, ella demostraría que lo estaba haciendo porque yo la había obligado, mostrándose molesta a todo lo que ocurriese mientras lo hacíamos. Jamás pensé que ella colaborase conmigo para hacerlo sino todo lo contrario, siempre imaginé que se dejaría llevar por mí, haciendo sólo lo que yo le pidiera para agradarme, pero sin embargo, me había equivocado en todo. Esta vez la realidad superó con creces a mi imaginación. Sandra se había portado como jamás pensé que lo haría, ¡qué equivocado estaba! Aquella fantasía la había realizado de la mano de mi querida mujer, con la ayuda de ella habíamos conseguido hacer un sueño, mi sueño, realidad. Ahora sólo me quedaba una duda, ver cuál sería su reacción después de haberlo hecho.

Sandra, acostada entre los dos, recibía nuestras caricias y besos. Yo le daba cariñosos besos en sus suaves y gorditos labios mientras que con mi mano rozaba sus caderas. Juanma besaba su espalda. Estábamos totalmente agotados, tumbados sobre las mantas naranjas en el frío suelo de mármol.

A pesar de haber dicho hace unos minutos que queríamos volver a empezar la fiesta, en aquel momento ninguno de los tres quería dar el primer paso para romper el silencio, ¡bueno!, pensándolo bien, ninguno de los dos, ni Sandra ni yo. Al fin y al cabo, Juanma sólo era un invitado que no pintaba mucho más de lo que ya había pintado, ¡que ya había sido bastante!

Sandra no apartaba la vista del techo, estaba como ida y no me atrevía a preguntarle nada por miedo a su reacción, y yo, la verdad, estaba un poco asustado. ¡Sí!, lo habíamos pasado de miedo, pero, ¿sería capaz de aguantar algún tipo de rechazo por parte de Sandra en caso que lo tuviese? No podía aguantar más y quería enfrentarme a cualquier cosa que ocurriese de la forma más valiente posible. Si había sido capaz de llegar hasta allí y entregar a mi mujer en los brazos de otro hombre para nuestro disfrute, también tenía que ser capaz de soportar la parte negativa de la situación en caso que se presentase.

Así que, cómo he dicho, de forma valiente y decidida me levanté del suelo ayudando a Sandra para que también se levantase y que no cogiera más frío en la espalda del que ya había cogido. Cuando estuvo de pie a mi lado, la abracé y le di un beso de tornillo intentando demostrarle todo mi amor de una sola vez, cosa que ella correspondió metiendo su lengua en mi boca buscando la mía. Juanma al vernos de pie, también se levantó del suelo y se sentó en el filo del sofá justo dónde hacía un rato Sandra gemía mientras yo le hacía el amor.

- ¿Qué te ha parecido todo? - pregunté a Sandra sin perder más tiempo y queriendo conocer sus inquietudes sobre lo ocurrido.

- ¡Lo he pasado estupendamente, mi vida!, ¡gracias! Sin duda, ha sido la mejor experiencia de mi vida.

Aquella respuesta me dejó perplejo, me había preparado mentalmente para una reacción negativa o una aprobación a medias, pero para su total aceptación, no. Pero si aquella respuesta me dejó fuera cacho, lo siguiente fue el no va más al escucharlo de sus labios.

- ¡Me gustaría repetir! Pero si tú no quieres, lo podemos dejar y decirle a Juanma que se marche y seguimos nosotros - continuó diciendo al ver mi cara.

- ¿Tú eres feliz? - pregunté.

- Soy la mujer más feliz del mundo, te lo prometo, y te quiero como nunca podría querer a otra persona. Siempre te querré y si tuviese que elegir a un hombre en el mundo, te volvería a elegir a ti, ¡sin duda!

Mientras escuchaba esto, instintivamente alargué mi mano izquierda y comencé a acariciarle el pelo que lo tenía totalmente revuelto.

¿Por qué lo tenía así de revuelto? ¡Ah, sí!, ¡ya me acuerdo del porqué!

- Y si tuvieses que renunciar a Juanma y a su polla porque yo no quisiera seguir, ¿lo harías?

- ¿Lo dudas? - me respondió con otra pregunta sacando todos mis temores de la cabeza de un sólo plumazo.

- Pues entonces no hay problema, ¡podemos seguir si tú quieres! Nunca conocerás a otro hombre que disfrute más que yo viéndote disfrutar a ti. ¡Y si tú eres feliz yo también!

Sandra se acercó de nuevo a mí y me dio otro beso mucho más apretado que el anterior, mientras me agarraba la verga y me daba un ligero meneo, yo creo que probando nuevamente la técnica que tan bien le funciono antes a Juanma.

Cuando termínanos con nuestro apasionado beso, Juanma, que había escuchado toda nuestra conversación en completo silencio, encendió un cigarrillo y se lo pasó a Sandra, luego encendió otro y me lo dio a mí, cigarro que acepté con agrado ya que realmente me hacía falta para calmar mis nervios. Nos lo fumamos acompañándolo con la prometida cervecita por Sandra mientras que, de una forma mucho más relajada que hace unos minutos, (por lo menos yo), los tres comentamos lo maravillosa que había sido la experiencia. Yo, como un bobo, sonreía demostrando que estaba muy contento por lo bien que había salido todo.

- Me habéis parecido dos personas extraordinarias. Me alegro mucho de que me hayáis elegido a mí para pervertiros un poco - comentó Juanma.

Aquel comentario hizo que nos riésemos con ganas, acabando con la tensión que yo mismo, por culpa de mis desconfianzas, había creado en el ambiente.

- Me da mucho morbo verla contigo, lo prometo, me has hecho disfrutar mucho. Es más, tengo que agradecerte el respeto que has demostrado hacia nosotros, nunca pensé que pudiese salir todo tan bien - le dije poniéndome serio para darle la charlita.

- ¡Bueno, mucha cháchara, pero de beber ná de ná!, ¿no? - comentó Sandra moviendo la lata de cerveza vacía y simulando una voz de enfado que nos volvió a hacer reír.

Yo, que era el que estaba más cerca de la terraza, ahora sin miedo a dejarles solos, me acerqué y cogí otras tres cervezas.

No sabría decir cuántas nos bebimos aquella tarde, pero sí recuerdo que cuando saqué la bolsa de basura iba a rebosar de latas vacías.

Ahora, con un ambiente bastante más distendido, nos pusimos a charlar prácticamente en la misma posición de esta tarde pero con un poco menos de ropa y un bastante menos de vergüenza.

- ¿Os apetece picar algo para recuperar fuerzas? - les dije levantándome de repente del sofá.

- ¡Vale!, mientras preparáis algo de picoteo, yo me voy a dar una ducha, ¡que huelo a mono y estoy toda pringosa!, ¿de qué será? - dijo con un tonillo de voz bastante picaresco.

Sin esperar respuesta, ya que tanto ella como nosotros sabíamos de dónde había salido aquella pringue, se levantó y completamente desnuda como estaba, con un cuerpo precioso y deslumbrante, se fue directamente al baño. Juanma y yo nos pusimos de pie y también completamente desnudos nos fuimos hacia la cocina a hacer lo que ella nos había dicho.

Si digo la verdad, no soy capaz de recordar en este momento si aquel día hacía frío en el ambiente o no, la verdad no lo recuerdo. Lo que sí puedo recordar con total seguridad es que andábamos desnudos por la casa sin ningún problema. Quizás el frío sólo se tenga cuando uno no está caliente, ¿no?

Bueno, como decía, la situación en cualquier otro momento me hubiese parecido penosa, pero allí estábamos los dos, completamente desnudos, con las pollas al aire, abriendo unas latas de mejillones.

¡Joder!, ¡las latas de mejillones no son precisamente mis latas preferidas!

Pero bueno, a lo que iba, totalmente contrario a lo que podría haber pensado cualquiera, lo estábamos disfrutando como enanos. Era una situación difícil de explicar a alguien que nunca se hubiese planteado algo así, pero que ahora puedo decir que es recomendable para todo el mundo. Sólo era eso, disfrutar al máximo de algo que no hace daño a nadie, cómo mucho a uno mismo, pero nada más. Además, ¿no sé?, pero aquel hombre nos había dado tanta confianza que parecía que hacía años que manteníamos una amistad.

- ¡Bueno!, ¿y qué te ha parecido todo? - le pregunté a Juanma aprovechando que estábamos los dos solos en la cocina.

- ¡De película, tío!, ¡de película! ¡Tienes una mujer única en el mundo! - me contestó con cara de alegría.

Y queriéndome sincerar un poco más con él, me puse a charlar.

- Pues tengo que decirte que jamás se había comportado así, yo mismo estoy alucinando. Ella es, aunque no lo aparente, una persona más bien bastante tímida y de lo más normalito en la cama - comenté mientras seguía cortando queso.

- Pero lo de hoy ha sido impresionante y estoy seguro que lo ha disfrutado tanto como yo, bueno, como nosotros. Y lo más importante sin duda, darte de nuevo las gracias por hacérnoslo tan fácil, te has portado como nunca pensé que se portaría el hombre que nos acompañase la primera vez. Creo que no nos equivocamos al elegirte a ti - dije soltando el cuchillo sobre la tabla de madera - ¡Gracias!, terminé diciendo y estirando la mano para que me la apretase.

¡La mano, mal pensados, la mano!

- ¡Bueno, hombre!, gracias por tus elogios, pero si alguien lo tenía fácil era yo. Yo era el único que no ponía nada en juego y además, con una pareja cómo vosotros y con una mujer tan maravillosa cómo Sandra, tampoco ha sido difícil hacerlo bien. Las gracias os las debo dar yo a vosotros, ¡no cabe duda!

- Eso sí, cuando queráis, ¡aquí me tenéis para vuestros juegos!

- ¡No te preocupes!, si Sandra quiere, sin duda serás un fijo en nuestra agenda a partir de hoy.

Como ya habré dicho alguna vez, y no es por vacilar, tenía y tengo la habilidad de poder tener siempre mi mente en dos o tres sitios distintos a la vez. En aquel momento lo estaba haciendo, podía estar escuchando las palabras de Juanma a la par de estar pensando en cómo darle placer de nuevo a mi amada esposa, mientras cortaba un poco de queso para cenar y me tomaba una cerveza, escuchando que por fin Duque daba señales de vida, seguramente porque se estaba meando vivo.

Al escuchar al perro pensé que ahora sería un buen momento para dejarle salir y así familiarizarse un poco con Juanma, además, para que se hiciesen amigos cuanto antes, podía aprovechar para decirle que lo sacase él a la calle.

Cuando le quise decir lo que tenía previsto hacer para que se hiciese amigo del perro, siguió hablando del mismo tema.

- Siempre estaré dispuesto para lo que queráis y si me dejáis, os puedo enseñar muchas más cosas, no sólo entre estas cuatro paredes, también ir a otros sitios que conozco y presentaros a algunos amigos que me gustaría que conocieseis. Dar placer a una mujer cómo Sandra es un orgullo y verte disfrutar a ti, mucho más, ¡te lo prometo!

¡Qué potito!, ¡sólo le faltó echarse a llorar!

Y fue justo cuando escuché aquellas últimas palabras de Juanma “dar placer a Sandra” las que me hicieron pensar en una idea que no dudaría en llevar a cabo en pocos minutos y no hacerle, de momento, puñetero caso al perro. ¡Ya lo sacaríamos luego más tarde!

- ¡Podemos ir al baño y ver que tal lleva la ducha! - le dije a Juanma dejando el cuchillo sobre la encimera y mirándolo - Podemos ayudarla a secarse, ¡seguro que no se lo espera!

- ¡Me parece una estupenda idea! - me respondió - Pero antes me gustaría pedirte una cosa.

- ¡Dime! - le respondí.

- Si me das permiso, me gustaría saber hasta dónde sería capaz de llegar tu mujer. Quiero ponerla a prueba pero con tu consentimiento, ¡claro!

- No entiendo muy bien a que te refieres - le contesté un poco extrañado ante aquella misteriosa petición.

- Verás, con tu permiso y con todo el respeto hacia ella, quiero tratarla como a una putita.

- ¿Comorr? - le pregunté un tanto extrañado.

- Es algo que lo he hecho otras veces con alguna que otra amiga y sé que les ha encantado ver como son manejadas por mi mientras que su marido u otro las mira. ¡Ni te imaginas de lo que son capaces de hacer!…

- ¡Pero sólo si tú quieres, claro!

- ¡No!, ¡si la idea no es mala!, podemos pasarlo bien - dije mientras me imaginaba la situación - Pero no sé hasta qué punto ella te va a seguir el juego y no te va a dar una patada en los huevos en cuanto le toques la moral.

- ¡No te preocupes!, en cuanto vea que ella no entra en mi juego, lo dejo y ya está, ¿te parece? - me preguntó.

- ¡Vale, podemos probarlo! - le dije más o menos convencido - Te dejo pero con una condición muy importante, que pares en cuanto ella o yo lo digamos.

- ¡Vale!, ¡es justo! - comentó Juanma al escucharme.

- Y otra condición mucho más importante que la anterior, que ella no salga dañada en ningún sentido.

- ¡Ahora él que no te entiende soy yo, Leandro! - me respondió - ¡No le voy a pegar ni nada de eso!

- ¡No, hombre!, ¡claro que no!, además yo no te iba a dejar - le respondí entre risas cogiendo nuevamente el cuchillo de cortar el queso haciendo el gesto de clavárselo en el pecho.

- ¡Vamos a ver! - continué hablando ahora un poco más serio - Llegar hasta aquí me ha costado sangre, sudor y lágrimas y no quiero que por una mala actuación por tu parte, ella coja miedo a todo este mundo y tengamos que abandonar para siempre esta nueva vida que acabamos de empezar juntos ella y yo. Y después de escucharte este medio día contando todas tus experiencias con tríos, orgías y demás, ¡me das un poco de miedo!

- ¡No te preocupes! - me dijo nuevamente - Te prometo que nada ocurrirá si vosotros no queréis - me dijo estirándola para que se la apretara,

¡La mano!, ¡la mano! ¡Pero qué malpensados sois todos, joder!

- Además, pienso que Sandra es mucha Sandra como para hacerle daño y que ella se deje.

- ¡No creas!, como te he dicho, es una mujer bastante sensible y tímida aunque a simple vista no lo aparente. Te puedo decir que hoy he visto y he escuchado cosas de su boca que jamás pensé que las podría ni tan siquiera pensar. Es más, creo que a partir de mañana, todo volverá a ser igual que hace unos días y que jamás volveremos a hablar de este tema. ¡Fantasía cumplida, fantasía olvidada! - terminé diciendo.

- ¡No te preocupes! - volvió a repetir - ¡Ya me preocupo yo de que esto no sea sólo una cosa pasajera!… ¡De mañana, me encargo yo!

Aquello me hizo pensar, pero cuando le fui a preguntar a qué se refería, él me lanzó otra pregunta.

- ¿Entonces, qué?, ¿vamos a secarla o no?

- ¡Vamos! - le dije bastante convencido no sé muy bien de qué.

Desde ese momento, aún no sé por qué, me encontraba en sus manos.

Sólo con aquellos cinco minutos de conversación, la polla de Juanma ya empezaba a reaccionar de nuevo, y de estar completamente decaída, ahora presentaba una media erección que ya dejaba ver un buen rabo. Al mirársela me subió un repelús por la espalda hasta mi cabeza y un recuerdo del coño de Sandra tragándose aquel rabo, que hizo que mi polla también pegara un salto y se pusiese morcillona dejando alguna que otra gotita húmeda en la punta de mi capullo.

Así, los dos con la polla a media asta, nos fuimos hacia el cuarto de baño a empezar aquella nueva aventura.

- ¡Hola!, ¡ya están aquí los fontaneros para arreglarte las tuberías! - dijo Juanma nada más entrar en el mismo cuarto de baño en el que hacía unas semanas, Sandra me follaba con el cepillo del pelo mientras ella se masturbaba.

Allí estábamos los dos, mirando como corría el agua por el precioso cuerpo de Sandra, con nuestras tuberías en la mano dirigidas hacia ella. Sandra nos miró sorprendida sin saber que decir y se empezó a reír pero sin dejar de mirar a nuestras vergas.

- ¿Pero qué hacéis?, ¿no habéis tenido suficiente con lo de antes? - preguntó Sandra mientras continuaba con sus risitas.

- ¡Jamás nos cansaremos de tu cuerpo amor mío! - le contesté.

- ¡Desde luego que no!, ¡estás buenísima! Tienes unas tetas preciosas y un culo realmente apetecible - dijo Juanma sin dejar de pajearse el rabo ante los atentos ojos de mi querida esposa.

- ¡Anda!, haz sitio a uno de los fontaneros que tengo que revisar esa tubería que me han dicho que tienes atascada - espetó mientras entraba en la bañera y yo miraba desde fuera, dejando poner en práctica aquel plan que me había contado en la cocina.

- ¡Estáis locos, de verdad!, ¡hay que joderse, ni bañarse tranquila puede una! - dijo Sandra apartándose a un lado para que Juanma tuviese sitio en la bañera.

Aquel particular fontanero no le dio mucho tiempo a Sandra para reacciones, en cuanto entró, empezó a sobarla por todos lados como un loco repartiendo el gel que aún cubría el cuerpo de mi reina.

No sé cómo lo había hecho, pero ¡el muy cabrón ya tenía la llave inglesa totalmente dura y a punto de estallar!

¡Valiente hijo de puta!, ¿se la habrá estrujado el mismo?, pensé. Hace menos de una hora que se ha corrido y ya la tiene a punto para volver a follársela, mientras que la mía aún está a medias, ¿cómo lo hará el jodío cabronazo? ¡Seguro que aparte de los apretones, toma viagra!, ¡seguro!

De repente se creó un dialogo entre los dos, mientras yo escuchaba todo lo que se decían el uno al otro. No me lo podía creer del todo, lo creía porque lo estaba viendo, pero era una situación pelín complicada para mí. Allí estaban los dos, cara a cara en la bañera, los dos completamente desnudos, rozando su rabo con los lindos muslos de mi mujer y hablando como si fuese lo más normal del mundo mientras que yo sólo era capaz de mirarlos y tocarme el rabo.

- Espero haber estado a la altura de una mujer como tú y no haberlo hecho muy mal - le comentó Juanma a Sandra.

- ¡En absoluto! - respondió Sandra.

- Lo habéis hecho muy bien y me habéis puesto muy cachonda. Sobre todo mi marido, que lo ha preparado todo estupendamente - dijo mirándome durante un segundo y lanzándome un pícaro guiño.

¡Bueno!, eso quiere decir que no se olvida de mí en ningún momento, ¡me gusta!, pensé al escuchar sus halagadoras palabras y su bonito gesto con el ojo.

- ¡Qué suerte he tenido!, no me canso de mirarte y no paro de pensar en lo buena que estás - dijo Juanma.

- ¿De verdad? - respondió Sandra - ¡Yo creo que eres un poco exagerado!

- ¡Es verdad, Sandra!, me gustas muchísimo, tienes al marido con más suerte del mundo por estar a tu lado. Me cambiaba por él sin pensármelo por tal de estar siempre a tu lado.

¿Suerte la mía?, los dos me halagaban cómo si yo fuese el mejor del mundo, pero los que estaban en la ducha y en pelota picada eran ellos y no yo.

- Tú también me gustas, pero lo siento mucho, ¡jamás te cambiaría por Leandro! Recuerda que él es la persona a quien más quiero en el mundo, tú eres sólo un juguete para nuestros ratos de cama - respondió Sandra mirándome a mí con toda la ternura del mundo.

Qué bien sonaban aquellas palabras saliendo de tan lindos labios, ¡cuánto la quería y cuanto me quería!

Pero el mamonazo de Juanma la estaba pinchando con sus preguntitas para saber cómo reaccionaba, buscando el punto débil de ella para atacarla por ahí. No lo estaba haciendo mal pero no sé si iba por buen camino o al final terminaría con la rodilla de Sandra en los huevos.

- Lo sé perfectamente y también sé que cuando tú quieras, me marcharé y nunca más nos volveremos a ver. Mi vida es así, pero me gusta como la vivo…Pero volviendo a lo nuestro, ¿te gusta mi rabo? - preguntó él cambiando de tema y volviéndolo a encaminar hacia dónde quería llevarlo.

- ¡Sí!, ¡no está malamente del todo! - contestó Sandra mirándome fijamente a los ojos, yo creo que por haber usado aquel comentario tan nuestro.

- ¿Y te gustan así de grandes? - volvió a preguntar pero esta vez cogiéndosela con la mano y dando unos golpes con ella en la cadera de Sandra.

Su mirada lo dijo todo, no hizo falta respuesta aunque ella tampoco tenía intención de darla.

¡Cómo me había mentido durante toda la vida!, siempre me había dicho lo de largas y finitas pero una vez que había probado aquella, me di cuenta de que había cambiado de idea. Si ya lo decía ella, ¡hasta que no probaba una cosa no sabía si le gustaba o no!

- ¡Dime!, ¿te gustan grandes? - volvió a preguntar Juanma - Me gustaría escucharlo de tus labios, ¡me pone cachondo!

- Claro que me gustan grandes. Cuanto más larga y gorda mejor, más carne “pa dentro”. En mi coño cabe eso y mucho más, ¿verdad, cari?

- ¡Verdad!, ¡verdad! - respondí cómo un loro pero sin dejar de pensar en lo que había dicho.

¡Largas, sí!, ¿pero gordas?, ¡qué mentirosa eres, jodía!

- ¿Y no te gustaría tenerla en tu culo? - le preguntó aquel cabrón que ya me empezaba a poner de los nervios.

- Tu polla me encanta pero para mí coño, ¡para mí culo, ni mijita, vamos!

Si le llega a decir que sí, entonces sí que me hubiese sentido engañado. Siempre me había prometido que sería sólo para mí.

- ¡Para esa parte ya tengo la de mi marido! - dijo para finalizar con la conversación anal.

¡Menos mal! A ese ni que el viento lo toque, ¡ni mirarlo, vamos! Ese es mío ¡mi tesoro!

Y tras decir aquello, Sandra se agarró de los huevos de Juanma con una mano y empezó una paja en su capullo con la otra sin importarle lo más mínimo que yo estuviese allí. Total, después de lo que habíamos hecho esa tarde, para qué nos íbamos a cortar.

¡Joder!, me estaba poniendo muy cachondo escuchándola hablar de aquella forma tan guarra con él mientras que sobaba aquellos huevos que hace un rato estaban vaciándose en su espalda y sobre mis rodillas. ¿Quién sabe?, posiblemente esta mañana lo hacía todo por mí, pero ahora me daba la impresión de que lo seguía haciendo por ella, por su coño y sobre todo por vicio. ¡Qué mujer más zorra tenía!, ¡qué suerte tengo!

- ¡Pues la puedes tener en tu coño cada vez que lo desees, Princesa! Tengo muchos planes preparados para este fin de semana si vosotros queréis. Quiero que cuando nos despidamos para siempre estés muy, pero que muy bien follada por estas dos pollas.

Aquello de los planes me lo tendría que explicar luego más detenidamente, ya me lo había dicho antes en la cocina y ahora se lo repetía a ella en la bañera, ¿a qué se refería exactamente?, ¿qué tendría planeado este tío? En cuanto Sandra le soltase la barra se lo preguntaría.

- ¿Quieres mi polla en tu boca?

Sandra no podía contestar, estaba como ida pero sin apartar la vista de mí que veía como me pajeaba mientras que aquel extraño hombre no paraba de sobarla por todas partes.

- No me has contestado pero sé perfectamente lo que quieres - siguió hablando Juanma - Sé que estás deseando chupármela y estás de suerte, ya que a mí me encanta que me la chupen y sobre todo, me gusta que me coman los huevos. De hecho estaba buscando a una putita que me la chupase bien, que se metiera mis huevos en la boca y creo que contigo me ha tocado la lotería, ¿verdad?

Sandra ahora si respondió pero con la cabeza, en ese momento estaba ocupada chupándole y mordiéndole los pezones.

- ¡Muy bien, putita! ¿Te importa que te llamemos putita? - preguntó haciendo una pequeña pausa.

Sandra volvió a contestar con la cabeza, pero esta vez para decir que no le importaba.

- ¡Vale!, porque de ahora en adelante, además de llamarte por tu nombre, te vamos a llamar por lo que eres, guarra, zorra y puta, ¿de acuerdo? - le preguntó Juanma con voz autoritaria.

- ¡Sí!, ¡como queráis! - respondió esta vez soltando sus pezones para chuparle el cuello como tantas veces me había hecho a mí, haciéndome recordar cómo empezó todo con él en el Pub.

- ¡Bien!, ¡muy bien, guarra! Déjame ver tus tetas - le dijo apartándola de él y pegándola contra la fría pared de la bañera.

Cuántos recuerdos me traen a la cabeza aquella fría pared, ¡por dios!

Ante él, cubiertos de agua y espuma, aparecieron aquel precioso par de melones. Sin perder tiempo empezó a sobárselos y cogiéndola por los pezones, le pegó un fuerte tirón haciendo que Sandra diese un grito de dolor.

- ¡Eh, eh!, ¿pero qué haces?, ¿a qué viene eso? - dije un poco indignado por haberse pasado por los huevos mis recomendaciones.

¡Hasta ahí todo bien, pero que le hiciese daño no lo permitiría jamás!

- ¡Perdón!, ¡perdón!, ¿te he lastimado, Princesa? - dijo soltando sus pezones.

- ¡Lastimarme, no!, ¡pero un poco de daño sí que me has hecho, jodío! - contestó Sandra pero sin hacer mucho caso a lo que acababa de ocurrir.

- ¡Lo siento!, ¡no volverá a ocurrir, Princesa! - dijo Juanma volviéndose a disculpar y usando, por tercera vez aquella tarde, la palabrita “Princesa”

- Eso espero, si no el que te va a dar una patada en los huevos voy a ser yo, ¡vale! - le contesté con cierto tono de desagrado.

- ¡No te preocupes, lo siento! - volvió a decir pero esta vez mirándome a mí y con una voz de mariposón que no se la saltaba un galgo.

A que al final va resultar que es una maricona loca, pensé para mí temiendo un poco el haberme equivocado en la elección a pesar del estupendo rabo que lucía.

Y tras aquella retahíla de perdones, sin más retraso siguió con sus tetas pero ahora chupándoselas con su lengua. Apretujó de nuevo a Sandra contra la pared de la bañera mientras le mordisqueaba los pezones de manera mucho más suave y le metía mano en la entrepierna.

A pesar del malentendido del pezón, verles dentro de la bañera manoseándola cómo quería, me estaba poniendo malito. Si aquel era el plan de Juanma, puedo jurar que estaba funcionando a la perfección. Me hubiese gustado muchísimo haber entrado en la bañera y seguir aquella ducha entre los tres, pero no sabía si los tres en la bañera íbamos a ser mucha gente, al fin y al cabo la bañera era de las normalitas, es decir, pequeña.

- ¡Venga, Juanma!, ¡métele los dedos en el coño!, ¡no veas como la estás poniendo! - dije intentando olvidar lo pasado cuanto antes - ¡La muy zorra lo está deseando! - decía yo mientras pajeaba mi morcillona polla sin dejar de mirarlos.

- ¡Es verdad, Leandro!, ¡esta guarra esta otra vez cachondísima! Su chocho está chorreando y pidiendo una buena verga a gritos.

- Déjame que te la coma un poquito - le dijo a Juanma .

Y poniéndose en cuclillas en la bañera, cosa que conmigo no quería hacer casi nunca, le agarró el miembro y comenzó a chupárselo desde los huevos hasta el capullo. Aquello de que se la chupase no me disgusto ni mucho menos, pero si me molestó un poco que se pusiese agachada delante de él. A mí siempre me decía que la bañera era muy incómoda para eso, que prefería la cama.

- ¡Está riquísima!, ¿te gusta como se la chupo, cariño? - me dijo dirigiéndose a mí.

- ¡Muchísimo! - le dije - Pero si sigues así, en dos chupadas se va a correr en tu boca… Y no creo que eso sea lo que te apetece ahora mismo, ¿verdad? - le pregunté.

- ¡Para nada!, yo espero terminar en la cama, que lo del suelo ya me ha dejado la espalda hecha polvo… Y la bañera no es mi fuerte, ¿verdad, cari? -  dijo mientras se ponía de pie pero sin dejar de menear aquella polla que tanto gusto le había dado aquella tarde.

¡Vaya!, pensé, al final tenía yo razón y no le gusta para nada hacerlo en la bañera.

Soltando su rabo lentamente, se salió de la bañera y cogió la toalla para secarse.

- ¡Espera!, vamos a secarte entre los dos. Primero te vamos a dejar bien sequita y luego nos vamos a la cama. Vete preparando que lo de esta tarde no será nada comparado con lo que te espera…

- Te vamos a hacer una zorrita de campeonato que es lo que tu marido quería, ¿no? - dijo Juanma mirándome mientras yo le daba mi consentimiento con la mirada.

Y sin esperar más, empezamos a secarla entre los dos pero sin toalla, sólo con nuestros cuerpos pegados al suyo. No parábamos de acariciarle los hombros, el culo, los muslos, mientras íbamos repartiendo besos y lametones por todo su cuerpo.

- ¿No sé?, igual estoy yo equivocada, pero creo que debéis usar la toalla, ¿no? Me estáis mojando más de lo que estaba. ¡Ahora mismo lo tengo todo, todo chorreandito!

Aquel comentario me hizo pensar en cuanto me gustaba tocarla cuando estaba así de mojada, así que mientras mis manos recorrían su cuerpo, empecé a acariciar la parte interior de sus muslos llegando a su rajita que al sentir mi mano se abrió como una flor en primavera. Al meter los dedos y comprobar que era verdad lo que decía, también me dio la ligera impresión de que la herida que le había hecho la polla de Juanma aún no se había curado. ¿Serían necesarios puntos o con un poco de betadine sería suficiente?, ¡el tiempo lo diría!

Juanma al darse cuenta de lo que yo estaba haciendo, no quiso perder la oportunidad de tocarlo conmigo.

¡En ese momento mi polla volvía a estar dura! Cómo ya habré dicho un millón de veces, no era normal en mí que en tan poco tiempo volviese a tener una nueva erección, pero yo creo que parte de culpa de aquello la tenía el ver los dedos de Juanma entrando sin parar en el lindo chochito de mi amada esposa a la par que los míos. ¡Sí!, ¡yo creo que iba a ser por eso!

Era impresionante presenciar cómo cada uno de nosotros se dedicaba a lamer y chupar sus pechos al mismo tiempo que podía sentir junto a mis dedos como los dedos de aquel, ahora no tan desconocido, empezaban a acariciar el clítoris de mi mujer a la par que los míos se introducían lentamente en su chochito para sacarlos totalmente empapados de su flujo.

Así estuvimos varios minutos sin decir nada, sólo dedicados a hacerle una estupenda pajita a dos manos hasta que noté que estaba nerviosa y que las piernas le empezaban a flaquear. Incluso tuve que aguantarla por los hombros para que no se cayera por la corrida que en ese momento estaba teniendo.

- ¡Me corro, vida!, ¡me corro! - dijo entre gemidos y dejándose caer en mis brazos.

- ¡Qué cabrona!, ¡te estás corriendo de pie! - le dije al notar como los flujos de su corrida resbalaban por mis dedos

- ¿Qué quieres? - me respondió Sandra entre suspiros - ¡Si me tocáis de esa forma es lo que pasa!

- ¿Y no te ha gustado? - le pregunté mientras me metía los dedos en la boca para chupar aquel néctar de dioses.

- ¡Sí, muchísimo! - me respondió con la voz entrecortada por los espasmos que aún le estaban produciendo la reciente corrida.

- ¿Quieres que sigamos?, a mí no me importaría - dijo Juanma acercando de nuevo sus dedos a la entrepierna de Sandra.

- Seguir no me importa, pero aquí no, ¡mejor vamos a la cama! - dijo la santa de mi mujer dándole un tortazo en la mano para que ni se le ocurriera tocarla, de momento.

El sueño, mi sueño, seguía adelante y Sandra se estaba divirtiendo como nunca practicando sexo por puro vicio. Jamás de los jamases me habría imaginado escuchar aquellas palabras. No sólo no le importaba que le hubiésemos hecho una paja de pie y en mitad del baño, sino que contra todo pronóstico, ella misma nos invitaba a seguir en la cama. ¿Cuántas sorpresas más me depararía el futuro? Cómo era de esperar, no tardaría en saberlo.

- ¡Pues venga putita, vamos al dormitorio! - le dije a Sandra dándole un suave masaje en la espalda con la toalla para secarle las pocas gotas de agua que aún quedaban sobre ella.

Y dicho y hecho, automáticamente nos fuimos los tres hacia el dormitorio para descubrir nuevas facetas de mi amada y deseada esposa. Ella, desnuda como estaba, iba delante de nosotros abriéndonos camino mientras que Juanma y yo la seguíamos muy de cerca pellizcándole suavemente el culo. En cualquier otra ocasión, ella hubiera salido corriendo para que no la pellizcásemos, pero tenía las piernas tan flojas de la corrida, que era incapaz de escapar de nuestras garras.

Nada más entrar en el dormitorio, la echamos sobre la cama y empezamos a meterle mano.

- ¡Quietos! - nos dijo Sandra de forma autoritaria - Esta tarde hemos hecho todo lo que vosotros habéis querido, ahora me toca a mí. ¡Yo seré quien lleve las riendas a partir de ahora!

¡Vaya!, resulta que el plan de Juanma va a funcionar al final. Ella siempre prefiere ser la sumisa en la cama y que yo lo haga todo, y sin embargo, ahora ella misma se ofrece a hacer de jefa, pensé al escuchar tal sugerencia.

Así que miré a Juanma y guiñándole un ojo, nos preparamos para dejamos hacer por ella.

- ¡Vais a disfrutar de lo lindo! - nos dijo levantándose de la cama y acercándose a nosotros.

No me froté las manos porque iba a quedar feo, pero aquello me gustaba como iba.

Nos tumbó sobre la cama, pegados el uno al otro, se puso de rodillas frente a nosotros y comenzó a acariciar con sus manos nuestros cuerpos desnudos sin tocar en ningún momento nuestras ya durísimas pollas. Ella nos mandaría y nosotros obedeceríamos, ella quería tomar la iniciativa y nosotros, con mucha pena, nos dejaríamos llevar por sus caprichos, ¿qué más podía pedir?

Como ya he contado, (¡que tío más repetitivo!), Sandra siempre me había dicho que no era una persona de iniciativas, que prefería ser conducida a llevar las riendas y que ella era muy poco imaginativa. Sin embargo, el que ahora quisiera hacerlo, hacía que mi excitación fuese cada vez mayor, sobre todo porque quería saber que ideas había en su cabeza y adónde o hasta dónde quería llegar. Ver a Sandra desnuda ante otro hombre, tocando el cuerpo de los dos, mirando su polla delante de mí con la clarísima idea de follársela por segunda vez en la misma tarde después de tanto tiempo esperándolo, me estaba provocando ganas de sexo y más sexo y más sexo. Pero me tuve que frenar las ganas de lanzarme sobre ella y follármela porque quería saber cómo haría para hacernos disfrutar a los dos a la vez.

De rodillas como estaba, seguía acariciándonos dando inicio a su deseo de ser ella la que llevase las riendas. Pero Juanma no pudo contenerse y llevando un dedo hasta la boca de Sandra, lo humedeció con su saliva y comenzó a pellizcarle suavemente el pezón. Sandra cerró los ojos del placer que le produjo aquel pequeño dolor en su pecho mientras seguía pasando sus manos por nuestros muslos. Aquel cabrón había aprendido pronto lo que le gustaba y lo que no le gustaba a Sandra.

Yo no quise ser menos y comencé a sobar su otro pecho, no quería quedarme atrás. Los dos a la par tocábamos sus pechos con una mano, mientras que con las otras dos manos acariciábamos el resto de su cuerpo. Sandra al estar de rodillas sobre la cama dejaba su lindo chochito al aire y podíamos ver como sus labios estaban cada vez más húmedos y abiertos.

Como si estuviésemos sincronizados, al ver el brillo de sus labios inferiores, nuestras manos empezaron a bajar buscando el interior de sus muslos pasando tan cerca de su coñito que nos estábamos manchando los dedos de su líquido, mientras que ella no paraba de sobarnos con sus manos alrededor de nuestras pollas y clavando suavemente sus uñas en nuestras pelotas. Acerqué mi mano a sus labios y los separé dejando al aire su precioso clítoris, brillante por los jugos que soltaba. Juanma no quiso desaprovechar la situación y acercó su mano volviendo a meter un dedo dentro de su coño mientras yo seguía acariciando su pipita.

Sandra, al sentir aquella caricia tan íntima, arqueó su cuerpo hacia atrás y apoyándose en sus manos, quedó totalmente expuesta a nuestros deseos moviendo su cuerpo como si se estuviese follando a aquellos dedos y empezando a emitir rápidos suspiros que demostraban lo mucho que le gustaba aquella caricia.

Justo en ese momento me di cuenta que de esa forma Sandra no podría poder llevar las riendas, pero sin decir nada, la dejé que disfrutara como lo estaba haciendo. ¡Ya habría tiempo luego de comprobar sus habilidades como ama!

De la forma que estaba sentada podía ver cómo el dedo de Juanma, sin moverlo, entraba y salía de dentro de ella fácilmente gracias a los movimientos de su cadera. Cada vez se movía a mayor velocidad dándose un placer extraordinario ella misma. Juanma sin sacar su dedo, se sentó sobre la cama y abrazándola con su mano libre, comenzó a chupar sus tetas. Su lengua se movía sobre sus pezones, dejándolos llenos de saliva, cuando Sandra, entre jadeos, comenzó a decir que se corría, llegando a su segundo orgasmo de la noche, tercero del día.

Yo pensé que ella nos iba a decir que quitásemos las manos de su coñito y que la dejásemos descansar un rato, que es lo que normalmente me decía, pero tras apenas treinta segundos de descanso, lo que dijo me sorprendió agradablemente.

- ¡Estoy hecha polvo, pero no me importaría seguir!, ¿quién se apunta? - nos dijo dejando caer su cabeza en la cama entre nuestros cuerpos.

Así que viendo su disposición a continuar y cómo no sabía cuánto podría durar aquella nueva Sandra, me dispuse a aprovecharla al máximo el tiempo que durase.