Solo era el principio (29) El tiempo ha terminado.

Al principio dudó un poco e incluso creí que se iba a echar atrás, pero de repente levantó su brazo y empezó a recorrer mi pierna con su mano derecha buscando mi polla, mientras que con la izquierda hacía lo mismo en la pierna de Juanma. Cuando tuvo las dos en la mano comenzó a masturbarlas un poco.

CAPITULO 29

¡¡El tiempo ha terminado!!…

SABADO, 06 DE DICIEMBRE DE 2008 (TARDE) (2ª PARTE)

Ya en el salón, Sandra se sentó a mí lado en el sofá y Juanma en el otro sofá. Le di a cada uno su copa y encendiéndonos un cigarro, continuamos charlando sin ningún reparo de temas sexuales pero de la vida de cada uno.

Juanma, que se encontraba como en su casa, nos empezó a contar cosas muy pero que muy guarras. Sandra lo escuchaba atentamente pero con cara de asombro. Mira que nosotros habíamos hecho y vivido cosas, ¡pero joder!, ¡aquellas vivencias que contaba eran algo impensable para nosotros hasta ese momento! Historias de tríos, orgías, bisexuales, maricones, tortilleras, lo único que le faltó fue contarnos una de animalitos. Aunque bueno, ¡de esas le podríamos haber contado nosotros alguna!, ¿no creéis?

¡Menos mal que el guarro y salido de aquella reunión y que llevaba las riendas era yo, porque si llega a ser él, no veas cómo podría haber terminado aquello! ¡Seguro, seguro que con Duque por el medio!

Por cierto, he de decir que Duque se comportó aquel día como nunca. Apenas ladró ni arañó la puerta, yo creo que el mamón se olió el percal y no quiso molestar. También debo dejar claro que, a pesar del cariño tan especial que existía entre Sandra y Duque, esta apenas le hizo caso durante todo el día. ¡Aquel día tenía otros perros a los que amaestrar!

Pero claro, no sé si por morbo o porque muchas veces no sé estar calladito, volví a sacar el tema.

- ¿Y lo del rollito de los azotes, a que viene? - le pregunté al ver de la forma tan abierta que se expresaba con nosotros.

Al principio lo dudó un poco, pero enseguida empezó a hablar.

- Es que con mi anterior pareja me acostumbré a ellos antes de follar.

- ¡Vaya! - solté bastante sorprendido.

- Me gustan tanto que siempre eran el inicio de una loca noche de sexo - nos dijo casi de carrerilla pero con la cabeza mirando al suelo.

- ¿No creo que sea nada malo? - le comentó Sandra al ver la vergüenza que este sentía al hablar de aquel tema.

Aquellas sinceras palabras de Sandra le dieron pie para seguir contándonos su personal historia con los azotes.

- Mi pareja se sentaba en el sofá, y yo, desnudo, me tumbaba sobre sus piernas para que me diese unos cuantos cachetazos.

Mientras hablaba, Sandra me miraba a mí y yo a ella con cara de asombro.

- Y cuando ya lo tenía bien rojo, me trabajaba el agujerito del culo hasta ponérmelo a tono para terminar follando de una forma extraordinaria.

¡Bueno!, unos azotitos y que te toquen un poquito el culito puede valer, incluso podría decir que me gusta, pero eso de ponerle el culo rojo a base de tortas ya era pasarse, pensé.

A pesar de que aquella conversación la había vuelto a rescatar yo mismo, ahora me estaba empezando a no gustar y tenía que buscar la forma de cambiarla, pero el siguiente comentario de Sandra no fue el mejor para cambiar de tema.

- Nosotros algunas veces también lo hemos hecho, incluso tenemos un pequeño látigo de cuero.

Supongo que aquello se lo dijo para seguirle la corriente, ya que aquel látigo sólo lo habíamos utilizado una vez que yo recuerde y siempre de forma suave, pero no me importó que se lo dijera si le servía para ponerse cachonda.

- Como ya sabéis, soy bisexual y siempre lo he sido. Me gustan por igual hombres y mujeres, no tengo una predilección especial por ninguno de los dos sexos, pero recibir un manotazo en el culo es lo que más me pone. ¡No sabéis como extraño no tener a nadie que me lo haga! - dijo soltando un largo, larguísimo suspiro sacando su vena más femenina.

Debo admitir que en aquel momento sentí miedo por primera vez aquel día. El que se comportase cómo una mariquita loca a pesar de sólo ser bisexual, me mosqueó bastante.

- A mi pareja actual no le gusta ese tema. Me excita mucho sentirme dominado, aunque también me encanta dominar, ¡no creáis!

- Bueno, Juanma cuéntanos…, aparte de todas esas ricuras que nos has contado, ¿cuál es la experiencia erótica más extraña que has tenido y que no incluya golpes en tu culo? - dije para cambiar de tema de forma radical.

Aquello, como he dicho antes, no me interesaba lo más mínimo y cómo siguiésemos hablando de ello, ya me veía a Sandra pidiéndome que aquel tío se sentara en mis rodillas para que yo le pegase en el culo, o algo peor, que fuese yo él que se sentara en sus rodillas y él me tocara el culo.

- ¿Lo más raro que me ha ocurrido?, ¿no sé?, dijo de forma pensativa. ¡Bueno sí!, fue con una chica a la que no me pude follar porque decía que le hacía daño con mi rabo - dijo a continuación.

- ¡Sí, claro!, ahora resulta que tienes la polla de un caballo… ¡Eso o que la chica era una enana! - respondí de forma sarcástica - Las fotos que nos enviaste no decían eso, y el otro día en el Messenger vimos que tienes una buena pieza, pero tampoco hay que exagerar, ¿no?

Sandra no hablaba, sólo babeaba y escuchaba con los ojos muy abiertos, yo creo que poniendo imagen a las palabras de Juanma. Me dio la impresión de que aquello de lo que estábamos hablando le gustaba y además a mí me estaba sirviendo para cambiar de tema y dar el siguiente paso.

- ¡Para nada era una enana! - dijo él - ¡De hecho era una chica un poco más alta que Sandra!

Yo sabía que lo que le contesté a continuación no tenía nada que ver con la conversación, pero, como siempre, mi mente iba un paso por delante de mi lengua, así que sin pensarlo, lo solté del tirón.

- ¡Menos lobos, caperucita! Pero bueno, como ni te creo, ni soy ningún maricón como para querer verte la polla, lo mejor será que Sandra compare la tuya con la mía y que ella sea la que haga las comparaciones - le dije.

- ¡Eh!, ¡a mí no me metáis en vuestras peleas! - dijo Sandra sonriendo por lo que había dicho pero estirando las manos instintivamente como si quisiera coger los dos rabos a la vez.

- ¡Sí!, ¡lo podemos hacer! - dijo totalmente ilusionado por escuchar mis palabras y verse, por fin, con su rabo al descubierto ante Sandra.

- Pero Sandra nunca dirá la verdad sobre quien la tiene más grande para no dejarte mal - contestó Juanma siguiéndome la corriente de la mejor forma posible.

- ¡Bueno!, si no confías en su palabra, que lo haga con los ojos vendados, así no sabrá cuál es cual - respondí.

- ¿Y porque no va a confiar en mi palabra? - contestó Sandra un poco indignada.

- ¡Entiéndelo!, no vas a dejar mal a tu marido si yo gano, ¿verdad?

- ¡Vale!, pues entonces haré la prueba con los ojos vendados y ya está. Así no sabré cual he tocado y diré la verdad - contestó Sandra entrando al trapo de mi guarra proposición de una forma realmente rápida.

Aquello me sonó un poco a cuento chino, yo sabía perfectamente que Sandra reconocería mi rabo entre un millón, caso contrario me sentiría un poco defraudado, pero como el ver una polla que no era la mía en las manos de mi mujer era mi mayor deseo, les seguí el juego.

- ¿Y cómo las vas a medir? - preguntó Juanma, creo que por morbo más que por saber.

En el momento que oí la pregunta, una punzada nerviosa recorrió mi espalda a la espera de la respuesta de mi mujer, ¿sería con la boca?

- ¿Pues con que las voy a medir?, ¡con las manos! - contestó de una forma verdaderamente natural, de la misma forma que estuviese hablando de medir cortinas o algo así.

¡Mi corazón palpitaba cómo una patata frita!, así que sin darle tiempo a reacción y cambiase nuevamente de idea, intentando dejarles solos el menor tiempo posible fui corriendo al dormitorio a buscar el ya tan conocido pañuelo de seda marrón que tantas veces habíamos usado y se lo puse en los ojos.

Cuando lo tuvo puesto y comprobamos que no veía nada, nos pusimos delante de ella cambiando de posición, nos bajamos los pantalones y los calzoncillos y dejamos las dos pollas, por cierto, totalmente depiladas las dos, a pocos centímetros de la cara de Sandra.

De repente cambie la vista y miré su polla que estaba más o menos morcillona. Aquella vista me llamó la atención y enseguida supe que había perdido la apuesta. Su cipote, morcillón nada más, medía poco más o menos cómo el mío en erección. ¡Tenía una buena polla aquel cabrón!, ¡qué suerte había tenido Sandra al escogerlo a él y no a otro!

- ¡Vale!, ¡ya puedes empezar! - le dije a mi amadísima esposa, más contento que unas pascuas, aun sabiéndome perdedor de antemano.

Al principio dudó un poco e incluso creí que se iba a echar atrás, pero de repente levantó su brazo y empezó a recorrer mi pierna con su mano derecha buscando mi polla, mientras que con la izquierda hacía lo mismo en la pierna de Juanma. Cuando tuvo las dos pollas en la mano comenzó a masturbarlas un poco para ponerlas en su mayor dimensión. Al ver lo que estaba haciendo, Juanma me miró un poco acojonado por mi reacción.

- ¿Qué hace? - me preguntó con gestos para no delatar su posición y un tanto extrañado por ver cómo se la estaba meneando.

- ¿Tendrás que tenerla un poquillo entonada, no? - respondí yo también con gestos.

Ese no era el trato, el trato era tocarlas para ver cuál era más grande, pero el manoseo en mi polla tan cerca de otra polla me estaba poniendo cachondísimo. Ver a Sandra con dos cipotes entre sus dedos y pasándose continuamente la lengua por sus labios para recoger la baba que se le estaba cayendo, fue hasta aquel momento, la situación más caliente que jamás había vivido o soñado. Así que cerrando los ojos empecé a disfrutar como nunca de aquella suaves caricias.

De repente escuche cómo Juanma comenzaba a jadear de forma sigilosa. ¿Mi niña había conseguido ponérsela a tono y ahora estaba haciéndole una suave paja de esas que hacen que uno olvide cualquier cosa del mundo? ¡Ni abrí ni los ojos para comprobarlo! Con el sonido de su voz me era más que suficiente para saber lo que estaba ocurriendo.

Y tras un rato más o menos corto con nuestras pollas en la mano, oí su voz.

- ¡Eah!, ¡ya podéis vestiros! - dijo usando nuevamente aquel tono tan agradable de voz que usa cuando está a gusto.

Lo hicimos, nos volvimos a cambiar de posición el uno con el otro para confundirla y le quité el pañuelo de sus ojos.

- ¿Qué?, ¿hay veredicto? - le pregunté directamente.

- ¡Bueno!, no he podido comparar bien ya que una de las pollas no estaba totalmente dura y la otra sí, así que no es justo - dijo Sandra que no paraba de sonreír de forma excitada.

- Pero no sabes cuál es cual, ¿verdad? - le pregunté a Sandra.

- En este momento no sabría decir, al estar las dos tan peladitas, es más difícil aún saber cuál es cual. Una estaba dura y la otra morcillona, creo que la dura era la tuya y la morcillona la de Juanma, pero ¿no sé?

- ¡La cosa no ha quedado clara! - le dije a Juanma, a sabiendas de que Sandra estaba en lo cierto.

Cómo ya habréis comprobado y más tarde volveréis a comprobar, no me gusta perder ni a las chapas. Si hay que hacer algo de trampas, se hacen y ya está.

- ¿Cómo qué no? - respondió Juanma - ¡Ha dicho la verdad!, ¡la mía es la más grande!

- ¡No estoy de acuerdo! Quiero que haga la prueba de nuevo, ¡pero ahora sin venda de por medio! - le dije con la sana intención de ver de nuevo a Sandra con los dos rabos entre sus dedos - ¡Quiero que las vea y nos diga la verdad!, ¿de acuerdo?

Y sin esperar respuesta ni darles tiempo a más, me volví a bajar el pantalón y a sacarme el rabo ante los atentos ojos de Sandra que se dejaba manejar por mí como nunca lo había hecho. Juanma copió mis movimientos en cuanto vio lo que yo estaba haciendo y que Sandra nos miraba a los dos con cara de excitación.

Al verlas y hacer una comparación rápida, de nuevo tuve que sucumbir a mis pensamientos. Es cierto que la verga de Juanma estaba blandurria, pero siendo sincero la tenía más grande que yo. Aún morcillona, la suya era casi del tamaño de la mía en estado de máxima excitación.

Pero para darme ánimos en aquellos duros momentos, me vino a la memoria la imagen del Messenger del otro día y recordé que cuando se puso dura tampoco creció tanto, así que, como aquella vez, me consolé un poco pensando en que tampoco era tan grande el lobo como lo pintaban. Además, cómo siempre he dicho, si se iba a follar una polla que no era la mía, que por lo menos fuese más grande y que la disfrutase, ¿no?

Mientras mi cabeza pensaba, Sandra, con cara de buena, llevó una mano a cada polla cogiéndolas a la altura de los huevos, cosa que me chocó bastante, ¡nadie le había dicho nada de cogerlas con su mano, sólo verlas!

Pero ella estaba ya tan lanzada, que con las dos vergas bien agarradas comenzó a hacernos, por segunda vez en su vida, una suave paja a dos manos.

- ¡No es que yo quiera, pero es que tengo que menearlas un poco!, así podré compararlas mejor - nos dijo como queriendo demostrar que no estaba disfrutando y que lo estaba haciendo sólo por el juego.

Y si antes busqué explicaciones, ahora tuve que callarme para no cagarla del todo. Tras unos breves meneos de la experta mano de mi mujer, la polla de Juanma fue creciendo poco a poco y pronto superó mi tamaño, tanto que la mano de Sandra no cerraba completamente alrededor de aquella tremenda barra de carne. Su cabeza morada crecía de tamaño al mismo ritmo que a mí se me salían los ojos de las orbitas viendo a Sandra pajear el rabo de Juanma.

- ¡Bueno, parece que tenemos un campeón! - dijo soltándome el cipote - ¡Esta es la más grande! - continuó diciendo con una profunda voz de asombro y mirando sólo a Juanma pero sin llegar a soltarse de él.

- ¡Lo importante no es el tamaño! - dije un poco molesto.

Bueno, más que molesto, incómodo por los y pico centímetros que aquel cabronazo me sacaba.

A lo que Sandra rectificó inmediatamente quitándole importancia a su comentario.

- ¡Exacto!, lo importante no es el tamaño. Para mi es más importante el sabor que tienen y como se menean cuando te follan.

Yo no me podía creer que ella hubiera dicho tal cosa, pero me alegré de que las cosas fueran rodando tan bien, así que ya totalmente lanzado y con ganas de no dar más rodeos ni buscar más excusas a la diferencia de tamaño, agarré su cabeza y acerqué mi polla a su boca, paseándosela por sus labios pringándola de todo mi líquido preseminal que en aquel momento era “muchichísimo”.

- ¿Pero qué haces, guarro?, ¿qué quieres, que te la chupe aquí delante de Juanma? - dijo Sandra dejándome totalmente confundido y limpiándose los labios, pero eso sí, con la lengua.

¡Vamos a ver!, recapitulemos para ver en qué parte me he perdido, pensé. Hace un ratillo le dio las bragas para que las oliese y luego le dejó que le pasara los dedos por la raja del coño, hace un momento se la estaba meneando y luego celebrando su tamaño y justo en este momento tiene las dos pollas en sus manos y sin embargo, ¿le da apuro chupármela porque él está delante?, ¡no lo entiendo!

Así que sin querer resignarme y no dejar pasar el momento, le volví a insistir mientras le volvía a acercar mi capullo a su boca.

- ¡Venga mujer!, ya sabemos que él la tiene más grande, pero si tan sólo es para que compares eso que decías del sabor, ¡tan sólo dos o tres chupaditas!

- ¡Que no!, ¡he dicho que no!, ¿tú está loco o qué? - volvió a decir pero sin soltar los rabos en ningún momento.

¿No sé?, ¿me estaba vacilando?

- ¿Que más te da? - le volví a insistir - ¡Si lo estás deseando!… Así le enseñas a Juanma como se come una polla, ¡recuerda que tú misma le dijiste la otra noche que eras una experta come pollas!

Aquel último comentario pareció dar resultado.

- ¡Bueno, vale!, ¡pero sólo un par de chupaditas! - me dijo mientras que sus labios se acercaban lentamente a mi rabo y se la metía suavemente en la boca.

Sandra, que ya no era mi Sandra, abrió la boca y se la metió hasta la garganta de una sola vez a la par que se agarraba al cimbel de Juanma y lo apretaba con ansias.

¡Ese fue el momento! Jamás lo pensé, lo prometo, jamás pensé que algo así llegase a ocurrir. ¡Te quiero Sandra!

Se metió mi polla hasta el fondo tres o cuatro veces y la sacó de su boca dejando entre sus labios un hilillo de los restos del líquido de mi polla mezclados con su saliva. Y con aquella imagen tan espectacular de sus labios mojados de las babas de mi capullo, me hizo la pregunta que jamás pensé que me hiciese.

- ¡Bueno!, ¿y ahora qué se supone que debo hacer, cariño?…, ¿mirarle la polla a Juanma o hacerle lo mismo que te he hecho a ti? - me dijo separándose de mí.

¡Sólo faltaba esto!, ¿ahora me pregunta si hace falta chupársela a él?, ¿estamos locos o qué?, ¡pues claro que se la debes chupar! El pobre hombre tiene que tener un dolor de huevos tremendo.

¡Bueno!, para no variar eso fue lo que pensé pero no se lo dije, tenía que ser políticamente correcto.

- Haz lo que te apetezca, ¡no estás obligada a nada! - le dije - Pero creo que por lo menos deberías probarla para poder comparar sabores - terminé diciendo pero sin conseguir reacción por su parte.

Aunque ella no lo quería aceptar, sus ojos me decían que estaba ansiosa por comerse aquella polla, así que me decidí a animarla una vez más.

- Si quieres puedes besar su capullo o darle una buena mamada, no me importa lo que hagas con él aunque a mí sólo me hayas dado unas cuantas chupaditas.

¡Lo sabía!, ¡lo sabía perfectamente!, estaba loca por meterse aquella barra entre sus labios ya que casi sin darme tiempo a terminar la frase, se acercó a la entrepierna de Juanma y volvió a coger por los huevos la polla de nuestro invitado, que en este momento ya se mantenía de pie por sí sola, mientras que con la otra mano meneaba suavemente la mía.

Por fin lo había conseguido, enfrente tenía a mi dulce y respetable mujercita preparando una tranca para introducírsela en la boca mientras que mis piernas flaqueaban de lo nervioso que me encontraba. ¿Cómo decirlo para que todo el mundo lo entienda? ¡Me da igual que lo entiendan los demás o no!, ¡yo era feliz!

- ¿Te gusta, Sandra? - preguntó Juanma a la par que daba un paso adelante acortando la distancia que separaba sus labios de su amoratado capullo.

- ¡Puedes chupársela si quieres! - volví a decir, intentando que diese de una puta vez el paso definitivo.

Sandra no se hizo de rogar e hizo, por fin, lo que llevaba deseando desde el día que lo vio en la foto por primera vez. Llevó uno de sus dedos hasta su capullo, lo tocó y lo llevó hasta sus labios para saborear el líquido preseminal de Juanma. En ese momento me sentí dichoso, había conseguido que mi mujer saboreara a otro hombre delante de mí y que además lo hiciera con total libertad para disfrutarlo.

- ¡Qué pedazo de polla más bueno tienes, jodío! - murmuró Sandra haciendo que una leve punzada de celos apareciese en mi cerebro.

Fue en ese momento cuando me miró a los ojos y me pidió permiso sin hablar.

Dicen que cuando uno muere, segundos antes pasa toda su vida por delante en forma de fotografías. Pues yo no sé si me estaba muriendo o no, pero en cuestión de segundos pasaron por mi mente las imágenes desde aquella primera vez que le hice la pajita a plena luz del día en La Dehesa la Villa, pasando por la follada junto a la Jaca Torda, su primera corrida con su amigo Hulk, etc., etc., etc., y así hasta un millón de imágenes hasta terminar viéndola con aquel chorizo de cantimpalo entre sus dedos. Después no me morí por qué os lo estoy contando, pero si existe la Gloria, puedo afirmar sin error a equivocarme, que en aquel momento yo estaba en ella.

Tras varios segundos pensando, con un rápido movimiento de cabeza por mi parte, le di mi aprobación.

A continuación miró a Juanma e inmediatamente se introdujo aquel gordo y morado capullo en su linda boquita dándole una chupada que le hizo estremecerse de gusto. Luego sacó su lengua y empezó a recorrer aquel tronco de arriba a abajo sin dejarse ni un sólo centímetro, para rápidamente volver a metérsela en la boca y empezar la mejor mamada que le habían hecho nunca a Juanma consiguiendo que este cerrara los ojos y se concentrara en aquella húmeda lengua que ahora se deslizaba por su rabo.

Después de varias chupadas, por cierto, muchas más que a mí, se la sacó de la boca y se puso de pie.

- ¡Creo que esto no va a ser suficiente! ¡Será necesario algo más para saber quién tiene el mejor sabor! - dijo ella haciendo cómo si pensase en lo siguiente que quería .

¡Ole!, ahora me dirá que quiere que nos la follemos, ¡seguro!, pensé al escuchar que quería más.

- ¡Pero eso será luego!, ahora quiero que me sirváis otra copita mientras voy al baño.

Eso lo dijo dándose media vuelta y yéndose hacia el baño, dejándome, por lo menos a mí, con una cara de gilipollas de aquí te espero.

Pero si aquello me descuadró, más me descuadró el siguiente comentario.

- Cari, dile a Juanma que se ponga algo de musiquita mientras que tú pones las copas, ¿vale? Hoy, ¿no sé por qué?, ¡me apetece bailar!

Sin entenderlo del todo, pero aceptando sus exigencias, medio nos vestimos y me puse a preparar las copas mientras que Juanma buscaba algo de música entre mis discos para ponerlo.

- ¿Qué te apetece escuchar, Leandro?

- ¿No sé?, lo que te apetezca, pero que sea tranquilo. Algo que nos permita bailar un poco pegaditos, que ya que lo practica poco, lo aprovecharemos.

- ¿Y eso? - me preguntó Juanma.

- ¡Joder!, pues por que qué yo recuerde, conmigo sólo ha bailado una vez, el día que la conocí - le respondí con voz de asombrado.

- Pues conmigo bailó anoche a la primera y no me costó mucho trabajo sacarla a bailar.

- ¡Lo sé!, debe ser que sólo baila cuando conoce a un hombre - le respondí un poco resignado mientras me iba hacia la cocina a por más hielo pensando en que Alex también consiguió hacerla bailar la noche que la conoció.

En cuanto la vi salir del baño, para que no se me adelantase nadie, la cogí del brazo y la saqué a bailar mientras que Juanma hacía de disc-jockey. La tarde había ido avanzando, el alcohol no había parado de correr, y si mal no recuerdo ya estábamos los tres un poco colocadillos, así que si a ella le apetecía bailar, el primer baile sería mío.

Cómo le había pedido, había puesto música lenta que me permitiese estar bien pegado a ella. Al bailar pegué mi polla a su cuerpo y poco a poco fui bajando mis manos a su culo dándole un pequeño espectáculo a nuestro espectador.

- ¡Cambio de pareja! - dijo Juanma acercándose a nosotros y sin esperar a que terminase la canción.

En ese momento dejé a Sandra, que se abrazó directamente a él y yo me puse ahora con la música.

Dándole vueltas a un disco entre mis dedos para calmar los nervios, pude ver como Juanma agarraba con fuerza a Sandra, bajando su mano hasta su culo apretándolo y sobándolo sin ninguna vergüenza. Justo en ese momento, por tercera o cuarta vez aquel día, supe que Sandra se entregaba finalmente a Juanma y a mis locuras sin mostrar el más mínimo rechazo. Mi sueño, por fin, se estaba haciendo realidad, mi insistencia de tantos años había conseguido que Sandra se decidiera a disfrutar de otro hombre frente a mí.

Justo antes de terminar la canción, de nuevo apreté la tuerca una vuelta más.

- ¡Sandra!, ¿no te apetece besar a Juanma? - dije, yo creo que intentando quitarme el rencor que tenía desde que la vi besarse con Alex.

- ¿No te importa? - respondió pero sin dejar de mirarle a él.

- ¡Para nada!, ¡hoy es tu día y puedes hacer lo que te venga en gana, mi cielo!

Y acercando su cara a la de Juanma le dio un pequeño beso en los labios que él correspondió con agrado, beso que debo admitir fue de lo más puro, ni parecido con el que yo hubiese deseado.

Cuando se separaron se acercó a mí y me dio un morreo de impresión, metiendo su lengua en mi boca hasta la garganta.

- ¡Qué cabrón eres, ya lo has conseguido! - me dijo entre susurros a la par que de nuevo se ponía a bailar conmigo.

- ¿Qué he conseguido, Vida?

- ¡Ponerme cachonda cómo una burra!

- Eso era lo que queríamos los dos, ¿no?, ¡cumplir una fantasía!

- ¡Bueno!, tú más que yo, pero ya que lo has conseguido, ahora espero correrme tantas veces cómo me apetezca.

- ¡Lo intentaré, no lo dudes!

- ¡Eso espero, si no, no habrá sido una fantasía cumplida!

- ¿Y qué debo hacer para que sea una fantasía cumplida? - le respondí con mis nervios a flor de piel.

Ella ya me había dicho que correrse muchas veces, pero lo que no me había dicho cómo quería hacerlo. Cómo ya he dicho antes, ella mandaba.

- ¡Lo que quieras, me da igual cómo lo hagas! Pero eso sí, ten clarísima una cosa, ¡sea como sea me voy a comer esa polla, me la voy a follar y me la va a meter en el coño mientras tú nos miras!

- ¿Serás capaz?

- ¡Capaz de eso y de hacer que se corra y me llene de leche la boca, el coño, las tetas y luego tú tendrás que follarme el coño con toda su leche dentro!

- ¡Te quiero, mi vida! - fue lo único que se me ocurrió decirle mientras que mi mano hurgaba entre sus piernas.

- No mi amor, hoy no hay amor, ¡recuerda las palabras de Cristina! ¡Hoy sólo vamos a follar y te voy a hacer el mayor de los cabrones y yo voy a ser la mayor de las putas!

- ¡Totalmente de acuerdo!, ¡el amor lo haremos cuando él se haya marchado! - terminé diciendo casi copiando las palabras de nuestra buena amiga Cristina.

- Pues ya sabes, búscate una idea de las tuyas para que todo sea un poco más erótico, que aunque lo estoy deseando, no quiero follar directamente, ¡que lo sepas! - me dijo entre susurros en mi oreja y cogiéndome las pelotas con una mano para apretarme con toda la fuerza que fue capaz.

- ¿Y eso por qué? - le dije retirándome un poco de ella para que me soltase los huevos.

- ¡Así, mientras que te dure el dolor no te podrás correr y me durarás más! - dijo soltando mis queridas bolitas.

La verdad es que incluso le tuve que agradecer el apretón, si me dice dos palabras más me corro sin tocármela. Menos mal que se dio la vuelta y ofreció otra copa a Juanma. Este la aceptó mientras que Sandra intentaba seducirlo con sus comentarios que a estas alturas empezaban a ser bastante subidos de tono. ¡Joder!, ¡qué cachondo estaba viendo y escuchando a Sandra!

Mientras que cambiaba la música para poner un disco y dejarlo sonando, seguí pensando en lo que me había dicho Sandra para alargar la situación. En pocos segundos tuve la solución.

- ¿Queréis jugar a un juego de cartas para matar el tiempo? - les propuse.

Juanma me miró un poco contrariado, yo creo que él ya tenía claro que el siguiente paso iba a ser follarse a Sandra, pero al ver que ella respondía afirmativamente a mi propuesta, él también aceptó, así que en cuanto tuve la respuesta positiva de los dos, me levanté y rebusqué en uno de los cajones del mueble donde tenía mis juegos guardados.

- ¿Y de que juego hablas? - me preguntó Juanma.

- Es un juego bastante fácil pero un poco subido de tono y con un poco de sexo, sobre todo para ir perdiendo prendas - le respondí.

- ¡Pues yo lo llevo crudo! - dijo Sandra estirándose de su fino traje negro haciéndonos reír, ella por su ocurrencia y nosotros por creer que jugábamos con ventaja.

- ¡Tranquila!, empezaremos poco a poco, os lo explico - les dije.

- ¡Vale!, pero yo quiero mis bragas para tener una prenda más, ¿dónde están? - dijo mirando a un lado o a otro para ver por donde las había dejado.

- ¡Toma!, ¡para que veas que no soy tan malo! - le dije entregándole el pequeñísimo tanga y dando por terminada aquella absurda situación de ver a mi mujer buscar las bragas por la casa.

Ya me preocuparía luego de recuperarlas para que no se las llevase el cabrito de Juanma.

Y mientras que se las colocaba delante de los dos, haciendo de tripas corazón para no lanzarme sobre ella y follármela ya, seguí con las explicaciones.

- ¡A lo que iba!, jugaremos a la carta más alta. El ganador es el jefe y la carta más baja pierde prenda. Además, el ganador puede mandar una acción sobre cualquiera de los dos que hayan perdido. En caso de que salgan dos o tres cartas iguales todos perdemos prenda, ¿de acuerdo? - les pregunté.

Sandra y Juanma dijeron que sí, que no era complicado.

- Una última cosa - dije aprovechando que me estaban mirando atentamente - No se puede ordenar hacer nada que signifique quitarse ropa, es decir, yo no le puedo decir a Sandra que me la chupe si yo sigo con el calzoncillo puesto, ¿vale?

- ¿Chupar?, ¿cómo que chupar?, no nos habías dicho nada de chupar, ¡eso no vale! - dijo Sandra entre risas nerviosas.

¡Pero bueno!, vamos a ver, hace cinco minutos me ha dicho que está loca por tirárselo, hace diez tenía su capullo entre los labios y ahora me dice esto, ¿de qué va esta jodía mamona?, pensé.

Pero de repente se me encendió una bombillita.

¡Claro, joder!, ahora si entiendo el juego de Sandra. Desde esta mañana y hasta ahora ha estado jugando con nosotros, ella lo que quiere es hacerse la dura para que no pensásemos que es una chica fácil.

Realmente no me disgustó como lo estaba haciendo, ¡pero la cabrona ya me podía haber avisado, así no me hubiese tirado todo el tiempo pensando en si sí o en si no! Si mal no recuerdo nos habíamos prometido contárnoslo todo.

Así que creyendo conocer su estrategia, decidí seguirle el juego para que ella siguiese vacilándonos y pusiese a Juanma más nervioso de lo que ya estaba.

- ¡Vamos a ver, Cariño!, ¡he dicho juego de sexo!, ¿qué esperabas? - respondí, recalcándome en la palabra “sexo” mientras ella me miraba con cara de complicidad - Estamos aquí reunidos para eso, pero todo debe ir poco a poco, de esta forma será más ameno y más caliente, ¿verdad Juanma?

- ¡Di que sí, Leandro!, ¡lo bueno tiene que hacerse esperar! - respondió Juanma guiñándome un ojo.

¡Vaya!, pensé. Ahora soy cómplice de los dos, espero poder sacar provecho de esto.

Mientras todo esto ocurría, Sandra me miraba con cara de zorrita totalmente salida. Sus pezones estaban cada vez más clavados en la tela de su ropa y estaba totalmente convencido de que su entrepierna estaba caliente como un horno. Era el centro de aquella situación que yo había preparado y ella lo sabía perfectamente, hace sólo unas semanas lo había rechazado de pleno y sin embargo, ahora había cogido el toro por los cuernos y era ella misma la que me había dicho que me la tendría que follar con el coño lleno de leche del otro. ¡Te quiero!

- ¿Cuánto tiempo durará cada prueba? – preguntó Juanma queriendo empezar cuanto antes con el juego.

- ¿No sé?, eso no lo había pensado…

A continuación me puse a pensar.

- ¿Qué os parece que el tiempo en segundos sea la suma de las cartas que haya sobre la mesa?

- ¡Me parece poco! - dijo Sandra mientras me miraba y se reía.

- ¡Está bien! - dije separándome de la mesa y acercándome de nuevo a mi cajón de juegos para coger un dado - El tiempo de cada prueba será la suma de las cartas multiplicada por la tirada del dado, ¿os parece mejor así?

- ¡Desde luego!, ¿dónde vas a parar? Piensa que una mamadita de veinte segundos no es lo mismo que una de un minuto, ¿no os parece? - dijo mientras nos miraba a los dos y se metía un dedo en la boca simulando una pequeña mamada.

¡De locos!, lo que yo diga, ¡de locos! Antes que no se la chupaba, ahora que sí una mamadita debe ser larga, Lo dicho, ¡de locos!

- ¡Empecemos! - dijo Juanma con la voz nerviosa por empezar cuanto antes y comprobar si era verdad lo que Sandra nos había dicho.

Siempre lo he sabido y nunca me ha importado mucho, pero si en algo tengo mala suerte, es en los juegos, sobre todo cuando compito con Sandra. Cómo ya sabéis, aunque no me gusta perder, ¡nunca consigo ganar!

¡Bueno, sí!, una vez hace poco. Si mal no recuerdo, aquella vez perdió ella y yo se lo hice pagar con creces, ¡je, je!

Y aunque normalmente no era así, aquella tarde, pasase lo que pasase me consideraría un ganador, sería algo más que un participante, sería parte del premio.

Entre risas empezamos a jugar y cómo había pronosticado, fue precisamente Sandra quién ganó la primera partida y yo quien perdió. Sin hacerle más caso del necesario, sonreí, me quité el jersey y tiré el dado a la espera de su orden.

- Pues para empezar, me tendrás que dar un beso con lengua mientras que Juanma nos mira.

- ¡Vaya!, ¿y yo de mirón? ¿La idea no era al contrario? - dijo Juanma en broma pero un poco mosqueadillo.

- ¡De momento es lo que te toca, muchacho! - le dije agarrando a Sandra por la cintura para cobrarme mis dieciséis segundos de premio.

Dieciséis segundos que me dieron para abrazarla fuertemente y gozar de sus lindos labios que aún mantenían algo de la pintura que con tanto empeño se pintó esta mañana. Metí mi lengua buscando la suya mientras que mis manos se perdían entre las potentes cachas de su culo. Ella, que para nada era manca y que cómo ya sabía, estaba más caliente que un jarrillo lata, bajó una de sus manos y sobre la tela de mi pantalón empezó a sobarme el nabo.

- ¡Tiempo!, ¡tiempo! - gritó Juanma viendo que cómo no pusiese remedio nos íbamos a comer el uno al otro.

Tras el primer beso, con lengua y sobeo incluidos, fue Juanma quien perdió y yo gané. Este, al igual que yo antes, se quitó el jersey.

- Para que no te enfades, te mando que le des un masajito a Sandra en el cuello mientras que yo hago de mirón.

Esta prueba, aunque era un poco más larga que la mía, casi un minuto, quise que fuera un poco suave, sobre todo para no perder los nervios desde el principio.

- ¡Hombre!, ¡ya era hora de que me tocara algo bueno a mí! - me dijo poniendo sus manos sobre los hombros de Sandra.

- Yo creo que para empezar está más que bien, ¿verdad, Sandra?

- ¡A mí, mientras que el masajito me lo de Juanma, me da igual lo que digáis! - respondió Sandra, deseosa de que aquel hombre frotase sus manos por su cuello cuanto antes.

- ¡Vaya con la tonta!, ¿y si te lo diese yo no te gustaría? - pregunté un tanto extrañado por querer dejarme a mí a un lado.

- ¡Muchísimo!, pero tú me los das cuando quieras y el sólo me lo podrá dar hoy - respondió Sandra de forma tajante.

Y dicho aquello, arqueó un poco la espalda para recibir su merecido masajito.

¡Bueno!, antes he dicho suave, pero suave, suave no fue, ya que Juanma puso tanto ahínco en el masaje que un par de veces llegó a tocar el principio de sus tetas por arriba y de su culo por abajo, ¡pero bueno!

Transcurrido el minuto de masaje, el juego se puso todavía más interesante cuando Sandra fue quien perdió y Juanma ganó.

Sin esperar siquiera a que se lo pidiéramos, se puso en pie y lentamente se sacó por la cabeza aquel fino traje al ritmo que Juanma cantaba el “tariro, tariro”.

En juego aparecieron sus pechos tapados por aquel precioso corsé que prácticamente los dejaba al aire, y su coñito oculto por el pequeño tanga que, cómo ya expliqué antes, se había vuelto a poner cuando habíamos decidido jugar al juego de prendas.

Ella enseñó sus lindos pechos y nosotros, Juanma y yo, mostramos unos bultos bastante considerables debajo del pantalón. Aquello hizo que el juego se animara un poco más, pero más se animó cuando Juanma dio la orden a Sandra.

- Cómo he visto cómo se las gasta Sandra cuando te tiene cerquita, ¡quiero repetir! - dijo Juanma pero sin dejarnos muy claro a qué se refería - ¡Ahora cómo orden debes sobar el rabo de tu marido por encima del pantalón durante treinta segundos!

- ¡Ole, ole y ole!, ¡qué tío más chulo eres, joputa!

- ¡Pues a ver si cuando me toque a mí te portas igual de bien, chaval!, ¡que yo masajista no soy!

- ¡No te preocupes!, ¡lo haré! Pero eso sí, ¡tienes que ser paciente! - le dije dejando claro que a partir de cualquier momento se podría abrir la veda de conejos pero que no pasaría nada hasta que Sandra quisiese.

En aquel momento me di cuenta que yo estaba bastante equivocado, ¡ella estaba más impaciente que nosotros pero no lo demostraba!

- ¡Y qué pasa si gano yo! - preguntó Sandra al ver que aquella conversación se estaba centrando en nosotros dos contra ella.

- ¡Lo que tú quieras, mi vida!, ¡lo que tú quieras!

- ¿Lo que yo quiera? - preguntó con cierta ilusión.

- ¡Tú mandas! - dije simplemente acompañándolo de un rápido guiño de mi ojo derecho - Pero ahora ya sabes, ¡cumple! - continúe diciendo de forma impaciente por qué me la tocase cuanto antes.

En aquel momento tenía el rabo a punto de reventar, deseoso de ser acariciado por aquellos lindos dedos mientras que Juanma sólo podía mirar. También podía haber sido al contrario, cosa que me hubiese gustado, pero si él lo quería así, bien estaba.

Y Sandra, cumpliendo las órdenes de Juanma, de la misma forma que se quitó el traje, se acercó a mí y pegando su cuerpo al mío me cogió el rabo con la mano abierta.

- ¡Estás loco, pero te quiero, cariño! - me dijo dándome un soberano apretón de huevos para directamente iniciar un sobeo extraordinario con la palma de su mano sobre mi verga haciendo que casi me corriese con sólo sentir su calor humano.

Pero para acortar un poco y no hacer la historia más larga de lo previsto, vamos a saltarnos unas cuantas jugadas que fueron más o menos parecidas a las anteriores, es decir, más sobeo por parte de Sandra hacia mí y de mí hacia Sandra y mucho hacer sufrir a Juanma para tenerlo bien calentito para cuando llegase la oportunidad. No sé por qué, pero sin hablar ninguno con el otro, entre Sandra y yo se había creado una especie de juego para calentar a Juanma y juro que lo conseguimos.

Así qué, cómo era de esperar, después de varias jugadas yo era el que más partidas había perdido y ya estaba totalmente desnudo y con el rabo babeando como un caracolillo. Sandra estaba sólo con su corsé y su tanguita blanco, ya que la jodía no había perdido ni una mientras que él únicamente había perdido la camisa y el jersey.

Luego más tarde os daréis cuenta que esta situación, aunque un poco más compleja, casi se repitió. Pero eso es parte de otro capítulo.

Hasta ahora, y con tanta ropa, sobre todo por parte de ellos, las pruebas habían sido un poco tontas, que si un besito, que si un masajito, que si un roce, pero que habían servido para calentar el ambiente. Pero de repente, mi suerte, por arte de magia, cambió. En la siguiente carta gané yo y perdió Juanma debiendo este, quitarse los pantalones.

Según se iba bajando los pantalones veía como Sandra recorría con su mirada aquel cuerpo, que aunque no era muy diferente al mío, me extrañó un poco al verlo ya que estaba totalmente depilado. Aquella pícara mirada de Sandra se la devolvió Juanma mientras se recolocaba descaradamente las pelotas dentro del calzoncillo.

Ante nuestros ojos apareció un slip que, a pesar de habérsela visto antes entre los labios de mi mujer, ahora ocultaba el bulto más grande que jamás había visto en directo. De repente me asusté y a la vez me reí pensando en que si estaba totalmente empalmado, cosa normal por otra parte ya que llevábamos una tardecita de aúpa, menudo regalo se iba a llevar Sandra.

- ¡Bueno!, ¿qué?, ¿vas a decirnos quien hará el qué a quien, o no? - dijo Sandra totalmente nerviosa y sin dejar de mirar aquel llamativo paquete.

En ese momento, a pesar de habernos hecho creer durante todo el día que la cosa empezaba y luego nos cortaba, ahora la que estaba nerviosa por empezar era ella.

Ahora que ya casi estábamos todos en las mismas condiciones y sin querer alargarme mucho más ya que yo también estaba loco por meterle mano a Sandra, tendría que hacer algo cuanto antes para acelerar y calentar el juego, pero esta vez, a base de bien. Debía buscar la forma de que la situación fuese degenerando poco a poco, pero sin exceso de prisas. Hasta aquí todas las órdenes las había disfrutado el ganador, a partir de ahora debía intentar que todas las pruebas fuesen contra Sandra y que Juanma las llevara a cabo mientras yo miraba.

- ¿Cuál es tu orden? - me preguntó Sandra pensando en que sería como las anteriores, un besito o algo parecido, pero cómo digo, con la vista pegada en los calzoncillos de Juanma.

Sin contestar, pero con las ideas bastante claras, tiré el dado con toda la parsimonia del mundo para aumentar aún más el estado de nerviosismo. Sumé lo que había en la mesa, lo multipliqué por el cinco de la tirada y tras echar los cálculos de tiempo les miré a los dos y sonreí irónicamente.

- ¡Tienes sesenta y cinco segundos para ponerte a cuatro patas en el suelo y quitarle los calzoncillos a Juanma con los dientes! - le dije a Sandra.

Yo sabía perfectamente, entre otras cosas porque las normas las había puesto yo, que aquello de quitar una prenda para hacer una acción estaba prohibido, pero, ¿quién me iba a decir que no con lo caliente que estaba el momento?

- ¡Qué hijo de puta eres!, sabía perfectamente que no tardarías mucho en pedirme algo así - afirmó Sandra mirándome con una cara de zorra impresionante.

- ¡Lo sé!, le contesté sonriendo - Aquí lo importante no es ganar sino hacer perder al otro para que todos podamos disfrutar, ¡unos dando, otros recibiendo y otros como yo, mirando!

- ¡Valiente cabrón estás hecho! - me respondió ella al escuchar mis palabras.

- ¡Lo sé!, ¡y cuanto me gusta! - le volví a responder con mi maléfica sonrisa. - ¿No eres capaz de hacerlo por mí? Yo sé perfectamente que estás loca por hacerlo - terminé diciendo con un tono de voz bastante nervioso.

- ¡Pues si es lo que deseas, lo haré y te demostraré de qué soy capaz!

¡Menudo reto me acababa de lanzar!, ¿sería capaz, por fin, de dar por terminado el puto juego de cartas y dedicarnos en cuerpo y alma a follarnos a Juanma con la colaboración especial de su coño?

- ¡Tú misma, Cariño!, ya sabes que estamos aquí para eso - dije dejándole caer que podía hacer lo que quisiera sin tener que alargar más la situación.

Pero esta vez no me respondió, creo que entendió a la perfección que a esas alturas del juego ya nadie se podía negar a nada, simplemente se obedecía. Y para demostrarme que había entendido lo que yo acababa de decirle, Sandra se acercó a mí y cogiéndome la mano se la colocó entre las piernas abiertas poniéndomela sobre su tanga. ¡Estaba empapado!, no húmedo ni mojado, ¡no!, ¡estaba encharcaito!, cosa que aproveché para echarlo a un lado e intentar meter la punta de uno de mis dedos.

En aquel momento Sandra estaba tan salida que tras meterle el dedo en el coño buscando su rajita, puso su mano sobre la mía y empezó a moverla intentando que la masturbara como aquel día sobre la encimera con el queso “ Philadelphia ”.

- ¿Quieres que siga mientras él nos mira? - le pregunté mientras introducía lentamente otro dedo en su coño ante los atentos ojos de nuestro amigo.

- ¡Sí!, ¡no vayas a pararte ahora! - respondió, con los ojos cerrados - ¿Por qué no me lo comes?, ¡lo tengo encharcado!

- ¡Sabes que me encantaría hacerlo, pero aun no es el momento! - le dije moviendo rápidamente mis dedos dentro de su coño.

- ¡Entonces sigue, mi vida!, ¡no te pares! - repitió Sandra.

- ¡Sí!, ¡lo que queráis!, ¡todo muy bonito!, pero creo recordar que el que tiene que perder los calzoncillos soy yo, ¿verdad? - dijo Juanma, cortándonos aquellos segundillos de complicidad al vernos que le dejábamos, momentáneamente, a un lado.

- ¡Hay que joderse! - comentó Sandra al escuchar las palabras de Juanma, que realmente tenía más razón que un santo.

Así que separándose de mí con una gran tristeza por tener que sacar mis dedos de su coñito, pero dispuesta a cumplir con mi orden, se puso de rodillas con la intención de desnudar con sus dientes, la endurecida pieza de carne que Juanma tenía entre las piernas.

- ¡Venga, siéntate en sofá! - dijo Sandra yéndose hacia el sofá gateando a cuatro patas por el suelo y mirando fijamente el cipote de Juanma con una sonrisa que demostraba cuantas ganas tenía de verla libre.

Era excitante verla avanzar a cuatro patas hacia Juanma mientras que este la esperaba sentado en aquel sillón en el que tantas veces habíamos jugado Sandra y yo. ¡Si aquel sofá hablase!

Si el sofá llega a hablar, juro por dios que me cago, ¿quién ha visto a un sofá hablar?

Cuando estuvo entre sus piernas, cogió los calzoncillos de Juanma con las manos y con su boca mordió suavemente el borde del calzoncillo.

- ¡No!, ¡eso no vale! Te recuerdo que la orden era hacerlo con la boca, nada de manos, ¡eso es trampa! - le regañé al ver lo que estaba haciendo.

Volviendo un poco la cabeza, me miró con cara de pocos amigos y separó las manos. Tras aquella mirada asesina, acercó nuevamente sus dientes para volver a morder la tira de los calzoncillos y continuar con su trabajito.

Me quedé embobado viendo a Sandra, de espaldas a mí, con las piernas totalmente abiertas y entre los muslos depilados de aquel tío. Una postura soñada por mí miles de veces. ¡Bueno lo de depilado no, que quede claro!, ¡eso era un extra!

De repente y sin esperarlo, Sandra incluyó en la prueba algo por su cuenta que nos dejó a los dos con la cara blanca. Cuando creíamos que iba a morder la tira del slip, puso la cara sobre el bulto y empezó a frotárselo con las mejillas. Aunque nunca lo quiso demostrar, Sandra tenía tantas ganas de probar una polla diferente a la mía cómo de yo verla disfrutar con otra.

Y tras aquel especial encuentro cara-polla que apenas duro unos segundos, continuó con lo que tenía que cumplir poniéndose en posición de ataque.

Una de sus manos la ayudaba a mantener la posición sin caerse de boca sobre aquel rabo mientras que la otra la tenía entre sus piernas moviéndose nerviosa. ¡La hija de puta de mi amada esposa se ha apartado la tira del tanga y se está tocando el coño mientras que con sus dientes intenta quitarle los calzoncillos a Juanma!, pensé totalmente alucinado al ver aquella increíble imagen. Pero eso no era lo bueno, lo mejor de todo era, ¡que yo podía ver como lo disfrutaba!

Sandra tiraba con fuerza pero aquel esfuerzo servía de poco. Sólo consiguió bajar un poco el calzoncillo hasta que la tela se enganchó en aquella tiesa estaca. Lo intentó de mil maneras, por un lado, por el otro, pero por más insistencia que puso, no pudo traspasar aquella barrera de carne que tenía y que no lo dejaba bajar.

- ¡Vida, tengo un problemilla!

- ¿Qué te pasa, Cariño?, ¿necesitas mis dedos o qué? - le dije haciéndola saber que yo ya había visto lo que estaba haciendo con su hábil mano entre sus piernas.

- ¡No!, ¡con eso me basto y me sobro yo sola!

¡Zas, en toda la boca!

- Con lo que necesito ayuda es con la polla de tu amigo, que está tan dura que no me deja bajárselos.

Medio entendí lo que me dijo, entre otras cosas porque lo dijo sin soltar la cinta de los calzoncillos de entre sus dientes. Ahora, eso sí, sólo escucharla decir las palabras “la polla de tu amigo” hizo que de mi capullo saliese otro chorro de mis queridos líquidos y empezase a babear cómo un perro delante de unas natillas. (¿Os acordáis?)

- ¡Está bien, seré bueno! Te dejó usar una mano, pero únicamente un segundo… ¡Y date prisa que se acaba el tiempo!

- ¡Gracias, hombre!, ¡muy amable por tu parte! - me respondió con tono sarcástico, pero al igual que antes, sin soltar el bocado de tela que tenía en la boca.

- ¿No querrás que se los quite yo, verdad?

- ¡Pues no estaría mal!, al fin y al cabo lo hemos traído para los dos, ¿no? - me respondió ella, ahora mucho más claramente ya que había soltado el bocado de la tela.

¿Estamos tontos?, ¡lo hemos traído para ti!, pensé enseguida pero sin dar más importancia al asunto.

- ¡Vamos, que se acaba el tiempo! - dije sin querer seguir discutiendo.

Con el mismo ansia que un niño mete la mano en una bolsa de chucherías, ella metió la mano por dentro del calzoncillo agarrando la polla de Juanma y tirando lentamente de la parte de delante de la tela con la otra, liberándosela y haciendo que esta diese un salto que casi golpeara la cara de Sandra.

Ante sus ojos apareció de nuevo aquella buena verga. Su gordo y morado capullo llamó otra vez la atención de mi esposa haciendo que escuchase cómo Sandra suspiraba de gusto al verlo nuevamente tan cerca de ella. Incluso creí que iba a repetir la escenita cara-polla.

- ¡Joder, cariño!, ¡menuda cacho de polla que tiene este cabrón!, ¡y de finita nada, eh! - me dijo Sandra sin apartar su vista de ella y ahora sin cortarse un pelo a la hora de hablar de su tamaño y anchura.

¡La verdad es que tiene razón!, pensé en silencio.

Juanma no pudo resistir los nervios y comenzó a reír con una risa tonta al escuchar el comentario de Sandra y ver la cara que a mí se me quedó.

- ¿Quieres chupármela? - preguntó Juanma pensando que en la posición en la que se encontraban los dos, los labios de Sandra terminarían besando su tranca.

- ¿Puedo, Leandro? - me preguntó Sandra sin volver la cara para no perderse ni un detalle de aquella barra llena de venas.

- ¡No! - le respondí rápidamente.

- ¿Por qué no? - preguntó Juanma un tanto contrariado.

- Porque por mala suerte para ti, el tiempo se ha acabado y que yo sepa seguimos jugando.

- ¡En eso tiene razón Leandro!, aún seguimos jugando - dijo Sandra poniéndose de pie y dejándole el cipote a punto de reventar.

¡Joder!, menos mal que reaccione a tiempo, si no me hubiese quedado a dos velas, por lo menos en aquel primer asalto.

Así que con rabos y coño mojaditos como nunca, nos dispusimos a seguir jugando.

La siguiente mano fue buena para Sandra que ganó, pero ninguno de nosotros podíamos perder prendas ya que, ¿no sé por qué?, Juanma después de la prueba no se había vuelto a poner los calzoncillos. Así que Sandra, sin cortarse un pelo, ¿para qué?, se dispuso a ordenarnos algo que realmente no me esperaba, la verdad.

- ¡Me gustaría veros como os meneáis las pollas!, ¿lo haríais por mí?

Mientras decía esto, se sentó en el sofá a la par que movía su mano sobre uno de sus dedos simulando una paja.

No tuvo que insistir mucho, acercándome a ella empecé a pajearme muy lentamente con una mano y con la otra le cogí una teta apretándole uno de sus pezones que estaba a punto de estallar. Él, que no quería ser menos que yo, me miró e hizo lo mismo. Se apretó la polla entre sus dedos y comenzó a meneársela muy despacio, deslizando su mano por todo su rabo de arriba abajo desde sus huevos hasta el capullo.

No es que se me fuera la vida en hacerme una paja a la par que mi colega mientras mirábamos a mi mujer, pero sólo la idea de que nos lo había pedido Sandra, me quitaba cualquier tipo de prejuicio que tuviese. Y si además servía para que ella se pusiese más cachonda, pues nada, ¡mucho mejor!

Pero por si me quedaba alguna duda de que estaba cachonda como una mala bestia, el siguiente comentario de ella me dejó bastante clara la situación.

- ¿Qué te parece mi coño así sin pelitos?, ¡a mi marido le gusta mucho! - le preguntó a Juanma a la par que se tumbaba un poco hacia atrás y abría sus piernas para apartarse el tanga a un lado y mostrarnos su conejito pelón de labios rosaditos.

- ¡Muchísimo!, ¡es realmente precioso! - respondió Juanma con voz entrecortada por el trabajo que estaba haciéndose y mirándome a mí como pidiendo perdón.

- ¡No te preocupes, a mí también me encanta verla así!, ¿no ves como tengo la polla?, le respondí señalándole con mi rabo.

Aquella respuesta pareció agradarle y de sus labios salió una sonrisa mientras que seguía masturbándose mirando como yo hacía lo mismo.

La verdad es que la situación era difícil de explicar, ¿para qué negarlo?, pero a mí me volvía loco. Y no quiero ni decir lo bien que lo estaba pasando Sandra, que seguía pasándose el dedo por su raja mirando cómo nos la meneábamos.

- ¡Qué buenas pollas!, me encanta ver como os las meneáis.

- ¿No te gustaría darles un nuevo repasito con tu lengua? - pregunté de forma nerviosa.

- Pues sí que me gustaría comérmelas, pero…,

De repente se quedó callada mirando el reloj.

- ¡El tiempo ha terminado! ¡La comida será en otro momento! - terminó diciendo la zorra, poniéndonos los dientes muy, muy, muy, muy, muy, muy largos.

¡Bueno!, bien mirado, realmente creo que paró justo en su momento. Menos mal que la penalización sólo duró un minuto que si no, ¡le doy una ducha de leche caliente que te cagas! Incluso me tuve que contener unas pocas de veces para no correrme al ver el morbo que me producía presenciar cómo nos masturbábamos los dos a pocos centímetros de su cuerpo mientras ella se tocaba el chochito.

- Juanma, yo no quiero más copas que luego me emborracho, ¿por qué no te sacas unas cervezas y nos las tomamos mientras echamos un cigarrito? - le dije con el propósito de enfriar un poco el ambiente y alargar la situación.

Yo podía haber ido perfectamente a por las cervezas en vez de mandar al invitado, pero para no dejarlos solos ni una vez más, ya que me daba un poco de miedito, le envíe a él.

En cuanto las trajo, nos dio una a cada uno y sentándonos medio decentemente en el sofá, nos fumamos el cigarro y nos tomamos la cerveza. Lo que sí puedo asegurar es que fue la cerveza y el cigarro que más rápido nos habíamos echado al cuerpo en nuestra vida. En menos de tres o cuatro minutos ya estábamos de nuevo alrededor de la mesa dispuestos a repartir las cartas.

En la siguiente gané yo de nuevo y perdió Sandra. Cómo era de esperar, se quitó el corsé dejando sus dos preciosos limones del Caribe al aire.

Verla sólo en braguitas delante de Juanma me producía nerviosismo, mi polla estaba a punto de reventar, pero sacando fuerzas del único sitio dónde podía tenerlas, es decir, del nabo, tiré el dado y sumé.

Treinta y dos por seis eran muchos segundos y no los podía desperdiciar. Primero miré a Sandra y después a Juanma. ¡Estaba claro que esta sería la prueba de fuego y sin ningún miramiento, iba a ir a por ella! Lo que no supe adivinar hasta qué punto cambiaría el juego en aquel momento.

- ¡Juanma, quiero que le comas el coño por encima de las bragas!, deben de estar muy mojadas y si antes olían bien, seguro que ahora huelen mejor.

- ¡Seguro, no te digo!… ¡Ahora tienen que oler a coño como nunca! - respondió Sandra sentándose en el sofá que antes ocupaba Juanma a la espera de que aquella áspera lengua pasara por su clítoris, aunque sólo fuese a través de las bragas.

- ¡Abre más las piernas! - le dije - ¡Quiero que vea lo que se va a comer!

- ¡Tranquilo hombre, sé muy bien lo que tengo que hacer! ¡Que no es la primera vez que me lo hacen!, ¿sabes? - me dijo dejándome clarito que no quería que la molestara.

- ¡Pues claro que lo sé, no te digo!

Y tras aquella breve aclaración, de nuevo me dejó hecho polvo.

- ¿Juanma, hacemos un sesenta y ocho? - preguntó Sandra mientras se recolocaba las piernas para dejarle una vista impresionante.

- ¿Cómo?, ¿eso qué es? - preguntó Juanma un poco descolocado por la preguntita.

- ¡Fácil! - respondió Sandra - ¡Tú me lo comes y yo te debo una! - respondió echándose a reír.

- ¡Anda, mira que graciosa me ha salido la niña!, y yo que creí que era tonta - les dije echándome también a reír por aquella improvisada broma.

- ¡Sí, ya te digo!, pero no te preocupes, ya sabes que dicen de las mujeres, ¿no? - respondió Juanma entre risas

- ¡No!, ¿qué dicen? - preguntó Sandra un poco intrigada.

- ¡Eso, eso!, ¿qué dicen? - pregunté yo al ver que la respuesta de Juanma, al igual que la de Sandra, también tenía una segunda parte.

- Pues nada, que las mujeres son como los cepillos de dientes, ¡cuanto más las usas, más se abren las cerdas! - respondió Juanma soltando una sonora carcajada haciendo que a mí me saliera otra del corazón.

- ¡Ja!, ¡ja!, ¡ja! - se rio Sandra de forma bastante irónica al escuchar aquella broma machista.

Sandra, que se había puesto roja cómo un tomate por aquella tomadura de pelo, reventó por donde todas las mujeres revientan por lo menos una vez al mes, ¡por el coño!

- ¡Bueno, ya está bien de risitas!, ¿no?, ¿y mi comida de bragas para cuándo? - casi gritó Sandra para que dejásemos de reír.

Si mi rabo no estaba duro ni ná a esas alturas, escuchar aquella singular petición de boca de Sandra hizo que un fuerte dolor se adueñara de mis huevos. ¡Sí!, era exactamente la misma punzada que siento segundos antes de correrme. Juro que tuve que hacer un verdadero esfuerzo para no correrme en aquel momento.

- ¡Venga, a lo que estamos!, ¡no vaya a ser que se nos enfade y se pire! - le dije a Juanma mientras que veía que Sandra volvía a coger posición en el sofá para que aquel hombre tan “gracioso” le comiera las bragas.

Mira que me la había follado de mil maneras, pero nunca pensé que Sandra fuese capaz de abrirse tanto de piernas y tan rápidamente. Se la veía con ganas, con muchas ganas. ¿Os acordáis del día de la grabación y de cómo se sentó en el sofá?, pues aquello no fue nada comparado con esto. En ese momento se había colocado estirada en el sofá y había apoyado ambas piernas sobre la mesita de madera, dejando su coño totalmente abierto y con las bragas metidas en su raja que dejaban ver como sus dos labios se escapaban por los laterales del tanga.

Juanma tampoco perdió la ocasión y antes de que dijese aquello de “tiempo”, sin demostrar ningún tipo de apuro, ¿para qué?, se tiró en plancha. ¡A aquellas alturas teníamos todos menos vergüenza que el copón!

Pero lo que decía, se colocó entre las piernas de mi mujer y metió la cabeza entre sus muslos para oler el perfume que desprendían las guarras y sucias bragas de Sandra haciendo que me llenara de envidia por no poder ser yo en ese momento el que olía a mi “hembra en celo”.

La reacción de ella no se dejó esperar, aquellos primeros roces hicieron que mi mujer cerrase los ojos de gusto y soltase un gran suspiro casi sin sonido, cómo si le faltase el aire.

Juanma, a pesar de ir contra el tiempo, lo hacía lenta, muy lentamente. Tanto él como yo sabíamos que debía ser así para que su calor interior aumentase y nos pidiera más, un poco más, antes de poder disfrutar de ella cómo los tres queríamos.

A pesar de estar totalmente ensimismado en lo que estaba viendo, otra vez me tuve que reír, pero esta vez de algo diferente. Justo en aquel momento sonaba aquella canción de Raimundo Amador que decía “Ay, que gustito pa mis orejas, apretujao entre tus piernas” ¡Hay que joderse con la cancioncita!

Ante la reacción del zorrón de mi esposa, que seguía con los ojos cerrados disfrutando como nunca imaginé, Juanma hundió aún más la cabeza entre sus muslos y comenzó a darle largos lengüetazos por toda la raja.

Yo, desde detrás del sofá, miraba con muchísima atención para no perderme ningún detalle mientras que la palma de mi mano acariciaba mi suave capullo, disfrutando, más que ella incluso, la increíble lamida de bragas que Juanma le estaba regalando a la que ya era, sin lugar a dudas, nuestra putita particular.

Aquello era demasiado para mí, necesitaba correrme, pero no quería, no sabía cuánto podría aguantar ver como aquel desconocido chupaba sobre las bragas, el coño mojado de mi Sandra. Era como un sueño hecho realidad, ¡mi sueño!

En ese momento no pude aguantarme más y estirando mi mano cogí unos de sus pezones acariciándolo tiernamente y acercándoselo a la boca para que se lo chupase.

- ¡Eso está prohibido! - me dijo Sandra dándome un manotazo para que apartase mis dedos - ¡Sólo me puede tocar él!, ¡tú no!… ¡Recuerda!, ¡son las reglas que tú pusiste! - dijo finalmente uniéndolo a un fuerte gemido producido, si no me equivoco, por algún bocaíto que Juanma le había dado en un labio del mollete.

¡Joder!, antes él me dice que deje su culo, luego que no la sobe delante de él, ahora que deje sus tetas, ¡a que me enfado y se lo digo a mi papa!

Resignado, pero cumpliendo mis reglas, dejé su pecho y me puse a mirar como Juanma seguía chupando su coño, eso sí, sin parar en ningún momento de sobar mí ya enrojecido y dolorido capullo.

- ¡Qué coño más rico! - comentó Juanma levantando la cabeza unos segundos para mirarme y repetir aquella risa nerviosa que le acompañaba ya desde hacía un buen rato.

Y tal como me miró y se rio, de nuevo enterró su cabeza entre aquellos gorditos muslos para continuar con la comida de coño que le estaba metiendo a mi mujer, la cual gemía ahora con más fuerza que antes. No dije nada para no cagarla, pero el comentario de antes sobre el cepillo de dientes y las mujeres, era verdad como la vida misma, ¡cuanto más la usas, más se abre la jodía!, pensé.

De repente abrió los ojos y mirando hacia arriba, me lanzó una preciosa sonrisa digna de una reina.

- ¡Me gusta, Leandro!, me gusta cómo me lo come este cabrito. ¿Por qué no me lo trajiste antes? - terminó diciendo antes de volver a cerrar los ojos y soltar, otro más, fuerte gemido.

¡Vaya hombre!, ¿y eso me lo dice ahora?, ¡si llevo años detrás de ti, jodía cabrona!, pensé.

Desde dónde yo estaba, detrás de Sandra y frente a Juanma, me pareció ver que él estaba infringiendo las normas porque, usando una mano, había retirado un poco el tanga y le estaba metiendo un dedo en el coño. A punto estuve de llamarle la atención igual que me habían hecho a mí, pero no estaba seguro y el tiempo corría, además si yo fuese el que estuviese en su lugar, oliendo de tan cerca aquel pastelito, hubiera hecho exactamente lo mismo.

De nuevo abrió los ojos y me miró.

- ¿Te gusta ver cómo me come el coño?

No respondí, me apreté la polla y se la intenté acercar a la cara para demostrarle cuanto me gustaba.

- ¡Pues esto no ha hecho más que empezar! - dijo volviendo a cerrar los ojos.

¡Me corro!, ¡me corro!, pensé para mí mismo al escuchar aquella sugerente propuesta.

Tras un rato de lamidas y mordisquitos en sus labios, y quizás un dedito en su almeja, Sandra comenzó a moverse nerviosa y a gemir como cuando se va a correr. Justo en ese momento, queriendo ser partícipe de su primera corrida, di por finalizado el tiempo. Si seguía unos segundos más se iba a correr en los labios de Juanma y aún no podía ser, quería que siguiera el máximo de tiempo cachonda y que se corriera conmigo, ¡luego ya tendría tiempo de correrse cuantas veces fuese necesario con él!

Juanma al escucharme, sacó su cabeza de entre los muslos de mi pareja, con la boca brillante por los fluidos de su coñito.

- ¡No!, ¡ahora no!, ¡sigue! - dijo Sandra casi suplicando al ver que su lengua se le iba.

- ¡Las reglas son las reglas! - le dije recordando sus palabras de hace unos segundos.

- ¡Pero qué mamón estás hecho, cariño! - me dijo en su particular tono sarcástico.

- ¡Eso es lo que hay! - dijo Juanma siguiéndome el rollo.

- ¡Eso es lo que hay!, ¡eso es lo que hay! - dijo Sandra burlándose de Juanma - ¿Y este juego cuando termina? - preguntó abriendo aún más las piernas y enseñándonos la mancha que el efecto Juanma había producido en sus braguitas.

- Cuando al menos dos de tres estemos de acuerdo – respondí - Por mi parte, me gustaría seguir un poco más - comenté.

- Pues yo también quiero seguir, ¡me lo estoy pasando de puta madre! - dijo Juanma mientras se secaba la cara con una de las camisas y cogía el mazo de cartas para volverlo a repartir.

- ¡Hay que joderse! - farfulló Sandra mientras se levantaba del sofá y se acercaba de nuevo a la mesa para coger el paquete (de tabaco, ¡claro!)

- ¡Una cosa más!, dije de repente aprovechando para quitarle a mi mujer de los dedos el cigarro que se acababa de encender - Cómo ahora ya estamos todos casi desnudos, el que gane puede mandar a cualquiera de los otros dos, ¿os parece? - solté dándole una profunda calada al cigarro.

- ¡Pero es que yo aún tengo las bragas!, ¡yo aún no he perdido! - respondió Sandra estirándose de la tira del tanga para sacárselo de entre los labios de su chochete con toda la naturalidad del mundo. Lugar, que todo hay que decirlo, dónde Juanma había conseguido incrustarlo con su lengua.

¡Joder!, ¡menuda camionera tengo cómo mujer!, pensé al ver lo que acababa de hacer con sus deditos.

- ¡Bueno!, si no queréis, pues nada, ¡seguimos cómo hasta ahora!

- A mí me parece buena idea lo que ha dicho Leandro - dijo Juanma volviéndose a poner de mi parte.

- ¡Bueno, vale!, si los dos estáis de acuerdo, ¡yo no me puedo negar a nada! -** dijo con un tono de voz bastante provocador y recalcándose en el “nada”.

¿Qué quiso decir con aquello? ¡No importa ahora mismo!, la respuesta a mi pregunta llegaría luego.