Solo era el principio (26) ¡Yo ya estoy lista!

Aquel cabronazo, y nunca mejor dicho, empezó a jugar con ella metiendo dentro de su coñito casi medio dedo, lo metía y lo sacaba y lo subía y lo bajaba comenzando a masturbar a Sandra, en ese momento ella cambió un poco el ritmo de la respiración...

CAPITULO 26

¡Yo ya estoy lista!…

SABADO, 08 DE NOVIEMBRE DE 2008 (NOCHE)

A eso de las once menos cuarto aparqué el coche en el garaje y subí hacia casa. Un incómodo nerviosismo, unido a los insoportables ladridos de Duque, corría por mi estómago a la espera de saber que me podría encontrar cuando entrase en la casa, inquietud que desapareció por completo en cuanto abrí la puerta y Sandra salió a saludarme con un fuerte beso en mis labios y un suave roce en mis pelotas mientras que Jesús, desde el sillón me saludaba y me comentaba lo poco interesante que estaba el partido y lo pesado que era mi perro.

A pesar de que yo creía que el ambiente iba a ser un poco más aburrido o incluso tenso, los dos estaban la mar de contentos con mi llegada y ya se habían tomado unas cuantas cervezas. Sin darles tiempo a nada y viendo que de momento no había salido el tema de mis mentirillas entre ellos, puse mi plan en funcionamiento.

- ¡Sandra, por favor!, dame algo para el dolor de espaldas, ¡estoy muerto de dolor! - le dije poniendo mi mejor voz de artista de cine.

Cabe recordar que tengo una maestra del cine erótico en casa, ¿vale?

- ¿Qué te doy, vida? - me respondió ella.

¡Dolor de huevos cada vez que pienso en ti con la polla de Juanma en la boca!, pensé enseguida pero no lo dije.

- ¿Yo que sé?, ¡algo fuerte que me quite el dolor cuanto antes!

Tras rebuscar en el cajón de las medicinas, un Miolastan y un Voltaren, ¡casi nada! Me fui hacia la cocina y simulando que me las tomaba, las guardé en mi bolsillo. Si me las llego a tomar, todavía estoy durmiendo.

¡El primer paso ya estaba dado!

Ahora ya, “con muchísimo menos dolor de espalda”, cogí una cerveza y me senté en el sofá dispuesto a ver el partido como si no fuese a pasar nada. Yo estaba bastante nervioso, lo tenía todo totalmente maquinado en mi cabeza y quería que todo saliese según mi plan, cualquier error por mi parte podría llevar al traste todo mi invento. Dentro de un rato ellos iban a ser mis juguetes, y lo más morboso, sin saberlo ninguno de los dos.

Sandra llevaba puestos unos pantalones de estos brasileños, largos hasta los pies, pero con una gran raja a cada lado que cuando se sentaba y cruzaba las piernas, dejaba todos sus gorditos muslos al aire. Encima, una camiseta a juego con los pantalones que tampoco dejaba mucho a la imaginación a la hora de mirar sus pechos. Sus tacones altos de madera y su poquito de maquillaje en la cara. Como siempre ¡estaba preciosa!, cualquier cosa le sienta de maravilla, ¡tengo una mujer espectacular que no me merezco!

- ¡Cari!, ábrete una de las botellitas que he traído.

- ¿Vas a tomar vino con las pastillas?, ¡te va a sentar mal!

- ¡No pasa nada, mujer! Cómo mucho que me quede frito y poco más, ¿verdad, Jesús?

- Pues sí, además que el vino es poco más o menos que la cerveza y cerveza ya llevas un rato bebiendo.

- ¡Bueno!, ¡bueno!, ¡tú verás lo que haces! Luego no me digas que te duele la cabeza - me dijo Sandra señalando hacía la cámara de video que estaba sobre el mueble del salón.

¡Qué cabrona!, ¿me estaba sugiriendo que pasase lo que pasase quería ver el video y luego follar cómo fuese? Pues no te preocupes, pensé, ¡hoy vas a salir bien servida!

Sandra se levantó y fue a por unos aperitivos que dejó encima de la mesa junto al vino. Nos servimos las tres primeras copas y comenzamos a ver la tele.

La verdad es que el partido no fue el mejor de la temporada, ¡era un pestiñazo!, pero como siempre, discutíamos cualquier jugada.

- Mientras que vosotros veis el futbol, yo voy a ir preparando la mesa para cenar luego - dijo Sandra al ver que aquel partido no valía la pena seguir viéndolo.

Al cabo de unos minutos, Sandra volvió y dijo que ya estaba todo preparado, pero que su copa estaba vacía, así que Jesús cogió la botella y se la volvió a llenar.

- ¡Vaya mierda de partido, es un aburrimiento! - dijo Sandra sentándose en el sofá de enfrente de nosotros y cruzando las piernas.

- ¡Tienes razón!, la verdad es que el partido no tiene por dónde cogerlo, ¡es malísimo!Con lo bien que empezó, ¡qué pena!

- Si queréis podemos dejar el futbol para luego y podemos empezar a cenar - les dije sirviendo otra copa.

- ¡Vale! - dijo Sandra - ¡Me parece perfecto!

Y sin importarnos un carajo el partido, cogimos los tres y nos fuimos hacia la mesa.

La cena fue bastante amena, estuvimos charlando de muchas cosas, riéndonos de otras tantas, y bebiendo, bebiendo mucho, como estaba previsto en mi plan.

Al final nos habíamos bebido las cuatro botellas de vino entre los tres, bueno más bien entre los dos, ya que como yo era quien rellenaba las copas y “me había tomado las pastillas relajantes”, por cada tres de ellos, yo me servía una. Yo, en comparación a ellos, estaba bastante sereno intentando controlar al máximo la situación. Jesús estaba más bien borracho y Sandra un pelín pasadilla de rosca. ¡Cómo aguanta el alcohol la jodía!

Cuando acabamos de cenar, recogimos los platos y nos sentamos de nuevo en el salón. Les ofrecí una copa y me dijeron que sí, que se la tomarían. Fui a por hielo a la cocina y puse un whisky para Jesús y dos copas de ron miel, una para Sandra, bien cargada, y otra con un culito casi invisible para mí.

Aunque ya había terminado el futbol, el deporte seguía en la tele y mientras nos tomábamos la copa yo empecé a verlo junto a Jesús, ya que mi primera intención era que Sandra se aburriese, se fuese a la cama a dormir y nos dejara solos a los dos en el salón viendo la tele.

¡Sin mariconeos, vale!, no penséis mal hasta que conozcáis el final.

A eso de las dos de la mañana mi plan surtió efecto, Sandra entre el futbol, el vino, y ahora la tercera copa de ron miel, estaba que se caía de sueño.

- ¡Cari, esto es un rollazo! Yo os dejo, tengo mucho sueño y estoy bastante cansada.

- ¿Ya?, espérate un poquito, mujer. No nos dejes solos aún - le dije fingiendo interés por que se quedara.

- No, me voy que estoy un pelín mareadilla. Vosotros quedaros aquí, a mí no me molesta.

- ¡Como quieras!, ahora en un ratillo voy yo.

- Jesús, a ver si un día quedamos los cuatro, ¿vale?

- A ver si se le pasa el cabreo a Laura y quedamos, ¿te parece? - dijo Jesús con voz un poco afligida.

Jesús se levantó del sofá y le dio dos besos de despedida, yo hice lo mismo y me acerqué a ella.

- ¿Quieres que te acompañe a la cama? - le pregunté al ver que dio un par de tumbos por el alcohol.

- ¡No!, quédate aquí con Jesús, pero no gritéis mucho, por favor.

- ¡Tranquila, Vida!, yo también estoy muerto. Entre el cansancio y las pastillas me estoy quedando dormido. En cuanto se termine este la copa, lo mando a su puta casa y me voy contigo a darte tu merecido.

Aquello fue lo que dije, pero mi idea era otra, así que en cuanto Sandra se fue al dormitorio, me levanté y le puse otra copa a Jesús. Veinte minutillos después le dije que tenía que ir al baño, que la cerveza, el vino y la coca cola del ron ya hacían efecto.

Sin que él se diese cuenta, cosa fácil ya que ya llevaba un colocón del carajo, entré en la terraza y cogiendo la cámara de video me fui a echar la meadita.

La puerta de nuestro dormitorio, que era el lugar dónde empezaba mi plan, está prácticamente al lado de la del cuarto de baño, sólo separada por la puerta de otro dormitorio. Con sumo cuidado me acerqué y entré. Sandra estaba completamente dormida, sin blusa, pero con el pantalón puesto. Se había quedado dormida antes de terminar de desnudarse, eso quería decir que estaba con un pedal del catorce, ¡cosa, que por otro lado, era estupendo para continuar con mi plan!

Poniendo mi plan en funcionamiento empecé a desnudarla.

Al intentar quitarle el pantalón ella medio se despertó.

- ¿Qué haces?

- ¡Desnudarte, Vida!, te has quedado frita con la ropa puesta.

- ¿Y Jesús?, ¿ya se ha ido? - me preguntó medio farfullando.

- Ya hace un rato que se ha ido - le dije mintiéndole de nuevo pero de forma piadosa.

No quería que se enterase de nada.

Al escuchar mis palabras, Sandra volvió a cerrar los ojos y se dejó hacer.

Con todo su permiso, la terminé de desnudar y a pesar de que la noche no era la más calurosa del año, la dejé sin ropa sobre la cama, le quité incluso el sujetador y las bragas y dándole un beso se volvió a quedar dormida boca arriba con las piernas bastante abiertas dejando a la vista sus pechos y su entrepierna totalmente depilada. (Lo dicho, ¡estaba completamente borracha!)

Con menos miramientos que si ella estuviese sólo dormida y no borracha como una cuba, puse la cámara de video dentro del armario, pero sin que se viese desde fuera y de forma que pudiese grabar desde dentro lo que pasase en aquella cama. Pulsé el botón rojo de grabación, encendí la lamparita de una de las mesillas de noche para que hubiese algo más de luz, apagué la del techo y salí del cuarto dejando la puerta completamente abierta.

Temblando por los nervios entré al baño y me puse a hacer pipí, pero estaba tan cachondo y con la polla tan dura que me costó bastante trabajo hacerlo sin mearme la cara, así para no dejarlo todo perdido, me bajé el pantalón y me senté en la taza para vaciar mi vejiga con tranquilidad. Cuando terminé le di a la cisterna y salí del baño.

La primera parte de mi plan iba viento en popa, ahora sólo quedaba mi actuación estelar.

En cuanto llegué al salón seguí con mi mentirilla y empecé a fingir que estaba un poco borracho, Jesús debía creer en ese momento que yo también estaba algo bebido. Me senté en el sofá y seguimos charlando. Yo cada vez me hacía más el borracho hasta el punto de que fui a servir una copa y casi la tiro al suelo. Pero lo que Jesús no sabía era que yo no estaba borracho, yo lo que realmente estaba era cachondo como un toro bravo y que sin ningún escrúpulo estaba jugando con ellos.

Al cabo de un rato de charla tonta entre borrachos, Jesús me dijo que a él también le empezaban a hacer efecto las copas y que tenía que entrar al baño. En ese momento mi corazón dio un vuelco, no sabía qué hacer, si dejarle entrar o no, pero siguiendo con mi actuación lo único que hice fue recostarme sobre el brazo del sofá y hacerme el dormido. Jesús se levantó y se fue directamente al baño.

Lo que pasó después de esto me lo tuve que imaginar. Yo seguía en mi posición, echado sobre el sofá pero con una mano me estaba sobando la polla por encima del pantalón imaginando no sabía muy bien qué.

Al cabo de un par de minutos de que Jesús se fuera hacia el baño, me dio por pensar que las cosas podrían no salir como yo quería y que si Sandra se despertaba y viese que Jesús la estaba mirando totalmente desnuda, se formaría el escándalo padre y seguro que no me lo perdonaría. A punto estuve de levantarme del sillón y cortarlo todo, pero, por culpa de mi pervertida imaginación no lo hice y dejé que pasara el tiempo. Jesús sólo debía ser inteligente y no hacer ninguna locura, simplemente mirar.

¡Tampoco es tan malo que la vea desnuda!, pensé enseguida. Al fin y al cabo yo lo he visto a él y a su mujer desnudos y follando con Roberto, me dije a mí mismo para aguantar aquel difícil momento.

Los minutos se me hicieron horas, pasaron casi diez minutos hasta que Jesús me tocó el brazo.

- ¡Leandro, me voy!…

- Te has quedado dormido y ya es muy tarde, mañana hablamos - me dijo sin levantar mucho la voz.

No le hice caso, simplemente levanté la cabeza y haciéndome el dormido, la volví a dejar caer sobre el brazo del sofá.

Tan pronto como oí cerrar la puerta de casa, me fui directo a la habitación.

Sandra estaba igual que como yo la había dejado, boca arriba en la cama. El resto de la habitación también estaba igual, nada había cambiado. Me acerqué a la cámara y me di cuenta de que estaba apagada. Yo estaba totalmente seguro de que la había dejado encendida ¿qué cojones podría haber pasado?

La cogí de mala hostia y la intenté encender de nuevo. Pero mala suerte la mía, la puñetera batería estaba completamente vacía. Me faltó poco para estampar la cámara en el suelo de rabia. Salí totalmente mosqueado de la habitación con la cámara en las manos, dispuesto a cambiar la batería y ver si había tenido suerte y había grabado algo antes de apagarse.

Cogí la nueva batería, la coloqué y comencé a rebobinar la cinta. Puse los cables de la cámara y la conecté al televisor.

Lo primero que apareció en la pantalla fue mi barriga cuando encendí la cámara, a continuación vi como yo mismo salía de la habitación y luego todo se quedaba en silencio e inmóvil durante un largo rato. Sólo podía ver el precioso cuerpo de Sandra sobre la cama, justo como yo la había dejado.

De pronto, como un ladrón, apareció Jesús en la imagen entrando en la habitación muy despacito tratando de no hacer ruido. Se puso a los pies de la cama y comenzó a mirar el cuerpo desnudo de Sandra. De repente se llevó una mano a su entrepierna y se dio un buen sobeo en la polla mientras que no apartaba la vista de ella.

Yo estaba con una erección de caballo. No dejaba de mirar la tele rezando por que la cinta no se acabase. Aunque no me importaba, mi plan había salido a la perfección, mi mujer estaba completamente desnuda delante de otro sin que ella lo supiese y a mí me producía una gran excitación el verlo.

Jesús, con mucho cuidado se acercó a uno de los lados de la cama quedando justo enfrente a la cámara, se agachó y acercó su cara a la de Sandra para comprobar que realmente estaba dormida. Yo podía ver en la imagen que Sandra estaba completamente dormida, su respiración era bastante profunda. Él, que seguía agachado observado desde muy cerca el cuerpo de mi mujer, acercó su mano hasta el brazo de ella para ver si se despertaba o no, pero Sandra no reaccionaba. El muy cabronazo, mientras tocaba su brazo, con su otra mano seguía sobándose la polla por encima del pantalón. En ese momento noté que Jesús se empezaba a sentir confiado, ella dormida en la cama frente a él y yo dormido en el sofá con una borrachera tremenda.

Me dio la impresión que el que Sandra no reaccionara lo llenó de tranquilidad, porque mirando a un lado y a otro, empezó a tocar uno de sus pezones. Al ver que ella no decía nada, puso la mano completa sobre su teta. Lentamente se agachó más, se apoyó sobre la cama y con su lengua chupó el pezón. ¡No me lo podía creer!, yo pensaba que sólo iba a mirar, pero esto no entraba dentro de mis planes. ¡Este amigo mío era un hijo de puta!

Según estaba apoyado, con una mano empezó a acariciar lentamente sus piernas para, poco a poco, ir subiendo desde medio muslo hasta llegar a su entrepierna. Sandra seguía quieta, pero yo en ese momento estaba a punto de reventar. Sin poder aguantarme, saqué mi polla del pantalón y empecé a masturbarme justo cuando Jesús acercó sus dedos a los labios de su coñito y luego puso toda su mano sobre su raja. Estaba tocando una parte que yo suponía hasta ese momento que era sólo para mí, pero la estaba disfrutando otro y no me disgustaba, todo lo contrario.

Aquel cabronazo, y nunca mejor dicho, empezó a jugar con ella metiendo dentro de su coñito casi medio dedo, lo metía y lo sacaba y lo subía y lo bajaba comenzando a masturbar a Sandra, en ese momento ella cambió un poco el ritmo de la respiración.

Jesús al notarlo se quedó quieto unos segundos para no perturbar su sueño y luego siguió con su movimiento lento y suave.

En ese momento noté a Jesús intranquilo, miraba su reloj y miraba hacia la puerta continuamente como si no se fiara que yo pudiese entrar en cualquier momento. Pero me dio la ligera impresión de que había perdido toda la vergüenza cuando se puso a los pies de la cama y se bajó el pantalón y los calzoncillos.

En la pantalla apareció una polla grande y dura cómo un chorizo de cantimpalo, a los pies de mi mujer. Cómo ya había comprobado en el video de su aventurilla, su polla era una polla más o menos decente y ahora mismo estaba completamente excitado.

En aquel momento me sentí un poco preocupado, si Sandra se hubiese despertado yo hubiese tenido que desaparecer del mapa ¿Qué había hecho?, ¿estaba entregando mi mujer a otro hombre, a un amigo? ¿Pero no era eso lo que yo quería? ¡Qué dilema el mío, manda cojones!

Jesús, delante de los pies de la cama, comenzó a menearse la polla mientras que con una mano intentaba abrir aún más las piernas de Sandra para poder ver bien abierto su lindo coñito.

Allí estaba yo, hecho un manojo de nervios y completamente excitado con mi polla en la mano, mientras que mi buen amigo se estaba haciendo una paja encima de mi mujer. ¡Así era!, en mi propia televisión estaba viendo como mi amigo se la meneaba admirando el cuerpo de mi mujer sin que yo pudiese hacer algo sobre lo que ya estaba grabado y que además yo había buscado con mucha insistencia.

Con los ojos abiertos como platos para no perderme ni un detalle, veía cómo Jesús estaba cada vez más cachondo y se lo estaba pasando en grande moviendo su mano a gran velocidad y dándose gusto en la polla mientras que mi adorada esposa no se enteraba de nada. (Algún día tendré que pedirle perdón a Sandra por todo esto).

Me acordé de todos los santos del cielo cuando la pantalla de la televisión se puso azul, ahí fue donde batería se había acabado.

Sin pantalones y con la polla realmente tiesa, me fui directo al dormitorio. Sandra seguía dormida plácidamente. Me puse a mirar a los pies de la cama, sobre las sábanas, buscando pruebas de si Jesús había terminado y sí había dejado algún rastro.

¡Y vaya si lo había hecho aquel hijo de puta! Con su corrida había manchado las sabanas, el suelo y lo peor de todo era que en los pies de Sandra se podían ver gotitas de leche, ¡el muy cabrón se había corrido sobre mi amada esposa mientras la miraba!

Estaba totalmente excitado con todo lo ocurrido. Me había dado cuenta que era capaz de aguantarlo, es más, a más tensión y más cercano estaba un hombre a su lado, más cachondo me ponía. Ahora sí que estaba convencido de querer compartir a mi mujer con Juanma.

Tentado estuve de despertarla, recoger aquellas gotas de leche con mis dedos y esparciéndolas por su coño, follármela en plan bestia, ya que todo lo vivido esa noche me había dejado fuera de mis casillas. Pero no quise ser más cabrón de la cuenta ya que era muy tarde, así que me quité la ropa y me acosté a su lado, la abracé y me puse a pensar si ella habría notado algo.

Pasando mi pie sobre el suyo para limpiarle los restos de aquel cabronazo que se hacía llamar mi amigo, me quedé dormido pero con la polla tiesa y los huevos doloridos por no haberme corrido.

DOMINGO, 09 DE NOVIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)

Aunque como ya he dicho otras veces que suelo madrugar bastante, aquella mañana ella se levantó mucho antes que yo. Cuando me desperté me fui hacia el salón a darle los buenos días y saber si se había dado cuenta de algo o no. Su comentario no me dejó dudas, ¡o sí, aún no lo sé!

- Anoche estabas bastante juguetón, ¿no? - me dijo con una voz bastante melosilla.

- ¿Por qué lo dices? - le pregunté, con cara no sé si de alegría o contrariado.

- Porque estuviste un buen rato tocándome y sobándome por todos sitios. ¡Que aunque estuviese dormida, lo noté, no creas!

Simplemente me salió una sonrisa y me quedé callado como dándole la razón.

La única duda que me quedó fue la de si realmente creyó que era yo quien la tocaba o si se había dado cuenta de todo y estaba jugando nuevamente conmigo. No tuve valor a preguntárselo, pero no me preocupé, quizás algún día le enseñase el video y que ella me dijese la verdad.

Lo que me quedaba por ver el próximo día era la cara de Jesús.

SABADO, 22 DE NOVIEMBRE DE 2008 (TARDE)

Habían pasado dos semanas desde el viaje a Madrid y en verdad no habíamos tenido mucho tiempo libre desde entonces, es más, el pasado fin de semana había tenido que trabajar en la calle otra vez, pero ese sábado por fin estaba libre y habíamos decidido salir a tomar unas cañas y quizás luego, comer algo por ahí. Cómo otras veces iríamos improvisando, sin horario y sin rumbo fijo.

La cosa no pintaba mal, nos estábamos riendo mucho contándonos batallitas y de repente, a eso de las seis, cuando ya íbamos por la tercera copita de después de comer, salió a relucir el tema de Juanma. No es que lo tuviésemos olvidado ni mucho menos, muchos de los comentarios que hicimos durante las dos pasadas semanas y durante la comida de aquel día habían sido de él o sobre él, pero no sé cómo, a mí se me había olvidado algo que Sandra me tenía que contar y que enseñar.

Como el que no quiere la cosa, empecé a preguntarle a Sandra sobre aquella llamada telefónica que recibió durante mi viaje a Madrid, pero ella, al igual que la otra vez, de nuevo empezó con evasivas.

- ¡Sin prisas, cariño!… Si quieres ahora cuando lleguemos a casa te lo cuento todo, lo único que te puedo decir ahora es que nos corrimos los dos.

¿Cómo?, ¿qué se corrieron los dos?, ¿eso cómo era?

- ¡A ver, explícame! - le pregunté sentándome bien en la silla y poniendo voz de entender poco.

- Pues eso, que tras un rato de charla por teléfono con él, me puse cachonda y no pudimos aguantarnos ninguno de los dos. Pero si quieres saber más te tendrás que esperar a estar en casa.

- ¡Joder, no me dejes así, cabrona! - le respondí ahora más cachondo que otra cosa.

- Para que contártelo si lo puedes ver, ¿no? Como te dije, ¡todo está grabado! - me contestó con una voz un tanto chulesca. - Ahora aguántate, porque hasta esta noche no te diré nada más. Querías que fuese mala y lo estoy siendo, ¿no te gusta que sea como tú quieres?

- ¡Claro que sí, mi vida!, lo que pasa es que hay ciertas cosas que sabes que me ponen muy malito - respondí levantando la mano para pedir la cuenta y salir corriendo a casa.

Al llegar el camarero a nuestra mesa fui a pedirle la cuenta pero ella, sin dejarme hablar, pidió otra copa.

- ¿Qué haces? - le pregunté mirándola sin entender muy bien lo que hacía.

- ¡Es que tengo una sed que no veas! - respondió con una risita pícara y poniéndome ojitos melosos.

SABADO, 22 DE NOVIEMBRE DE 2008 (NOCHE)

Eran casi las siete y media cuando los dos, con medio pedal, nos levantamos y nos decidimos a irnos para casa. Yo estaba que no cabía en mí, quería llegar cuanto antes, así que sin darle tiempo, en cuanto cruzamos la puerta de casa le dije que empezase a contármelo todo.

- ¡Espera hombre!, me gusta tenerte así, cachondo perdido. ¡Seguro que tienes la polla a punto de reventar!, ¡qué guay!

¿Cómo que qué guay?, ¡pero bueno!, ¿a qué venía aquel cachondeito conmigo?

Así que haciéndome el duro, la miré a los ojos y sin parpadear la empujé contra la pared arrimándole mí, en ese momento, dura cebolleta a su entrepierna y me dirigí a ella con toda mi mala leche acumulada sin dejarme pisotear.

- ¡Porfi!, ¡porfi!, ¡porfi, Cari!, cuéntamelo todo. Si me lo cuentas, te prometo que mañana recojo yo la cocina.

¡Joder, siempre pasaba lo mismo!, justo cuando iba a enfadarme muchísimo con ella me salía aquella vocecita de gatito buscando la caricia de su amita.

- ¡Bueno!, ¡vale!, ¡si me lo pides así, te lo contaré! Por el bulto de tu pantalón veo que estás nervioso por escucharlo.

Todo esto me lo decía mientras pasaba suavemente su mano completamente abierta sobre mi entrepierna.

- ¡Prepara la cámara mientras que yo me doy una ducha rápida, anda!

Pero yo no podía esperar tanto tiempo.

- ¡Deja la ducha para luego!, seguro que tienes el coño a punto de nieve. ¡Déjalo así y luego me lo como! - le dije en el colmo de la cachondez.

- ¡Tómate una cervecita fresquita y relájate una mijita, anda! - dijo ella al ver mi punto de excitación.

- Si estás así ahora mismo, verás dentro de un rato - me contestó yéndose hacia el baño y pasando un huevo de mi calentón.

¡Vaya!, ¡estaba jugando conmigo y de qué manera!

La verdad es que me sentía bien, me gustaba aquella forma de hacerme esperar algo que tanto deseaba. Así que asumiendo mi papel de sumiso, preparé, como otras veces, la cámara y puse dos cervezas en la mesa. Ni que decir tiene que también tuve que esperar que bajase a Duque a la calle.

La primera cerveza me la tomé esperando a Sandra que salió al poco rato del baño con la cinta de video en la mano. Me levanté, cogí otra cerveza y me senté en el sofá dispuesto a escuchar todo lo que me contase Sandra.

Sin más retraso, se puso de pie frente a mí y dándole vueltas a la cinta empezó a contarme lo ocurrido.

- Pues verás, yo estaba sentada en el sofá jugando en el ordenador cuando encendí el Messenger para ver si había alguien con quien charlar un rato. ¡Bueno!, realmente para ver si Juanma estaba conectado.

- Pero no, no había nadie interesante, sólo algunos de tus contactos que no sé ni quiénes son. Por cierto, a ver si borras unos pocos porque algunos son un poco pesados.

- ¡Bueno, ya veré lo que hago!, ahora sigue hablando, chochete.

- Pues eso, que desde aquella mañana estaba loca por hablar con él y saber cuál era el problema que le impedía poder venir antes de diciembre, así que recordando que nos había dado su número de móvil, me decidí a llamarlo.

- ¡Pero bueno!, ¿no me dijiste que te había llamado él? - le pregunté cortando su historia.

- Déjame terminar, si no, no te cuento nada, ¡vale!

- ¡Vale!, ¡vale!, ¡sigue, no te pares! - le contesté para que no se enfadase y no me dejase a medias.

- Lo dicho, quería hablar con él, pero también quería que tú estuvieses aquí a mi lado oyendo lo que hablásemos entre nosotros. Así que cómo sabía que tú no vendrías, me acordé de tus palabras, “grábalo en video” y decidí encender la cámara y grabarlo todo para que lo vieses al día siguiente conmigo - me dijo enseñándome la cinta de video.

- En cuanto lo tuve todo preparado, marqué su número y esperé respuesta. Sonó casi diez veces pero no lo cogía nadie. ¡Vaya, al final no voy a tener suerte!, pensé, así que dejé el teléfono sobre la mesa, apagué la cámara y me puse de nuevo a jugar a las cartas.

- No pasaron ni cinco minutos cuando sonó mi teléfono, ¡era él! Me fui corriendo hacia la cámara, la puse a grabar mientras descolgaba el teléfono y comenzábamos a hablar. A partir de ese momento, si quieres, podemos ver lo grabado…

- ¡Cariño, te quiero! -le dije - ¡Gracias por acordarte de mí!

- Cariño, sé que es algo que te gusta, y si lo hago es por ti, además no es trabajo para mi dejar otro recuerdo más de las locuras que me haces hacer.

Al escuchar aquello, le di un fuerte beso en los labios apretando mi polla, ya bastante dura, sobre su muslo.

- ¿Ya estás así y aún no te he contado nada?, ¡anda!, ¡tranquilízate y vamos a verlo!

Sandra metió la cinta en la cámara, dio al play y se sentó a mi lado dando un largo trago a su cerveza.

La primera imagen era de la espalda de Sandra acercándose el teléfono a su oreja y escuchar. A los pocos segundos Sandra empezaba a hablar.

“Exacto, te había llamado para saber cómo estabas. El mensaje de esta mañana me ha dejado un poco intranquila.¿Te molesta que te llame?”

Sandra empezó a comentarme lo que él le hablaba, ya que, cómo era lógico, eso no estaba grabado.

- Me dijo que para nada le molestaba, todo lo contrario, que le gustaba oír mi voz, que tenía una voz muy dulce.

- ¡Qué agradable!, ¿no?

- ¡Ya te digo! Además me dijo que estaba esperando al lunes para contactar con nosotros y charlar un ratillo con los dos sobre los preparativos.

- Pues yo lo tengo todo casi preparado. ¡El lunes lo llamo sin falta! - dije antes de escuchar la siguiente frase del video.

“¿Y qué tal?, ¿cómo estás?”

- Me dijo que estaba bien y que no tenía mucho que hacer. Que se iba a poner a ver una película, pero que se alegraba mucho de mi llamada y que le había arreglado la tarde.

- ¡Qué agradable!, ¿no? - repetí al escuchar tanta amabilidad por su parte.

Aquel cabrón me estaba tocando un poco los cojones, pero a la vez (otra vez mi bipolaridad), me estaba poniendo cachondo.

Cómo respuesta sólo tuve una mirada asesina de Sandra y una irónica risita.

“Yo estoy bien, pero un poco aburrida. Cómo te dijimos el otro día, Leandro está en Madrid y aquí estoy solita en casa.”

“…”

“Pues no, esta tarde no espero a nadie. Va a ser que se plantea una tarde de lo más tranquilita.”

- Aquí fue dónde me preguntó que si esperaba visita y que si yo quería, para que no me aburriese, podía subir a casa a ver la película juntos.

- ¿No creo que fueses capaz de decirle que sí?, ¿verdad? - pregunté un poco, bastante mosqueado.

- ¿Y por qué no pruebas a ver el video antes de decir pamplinas, mi vida? - respondió ella a mi mosqueo.

“Sabes que no, si no está Leandro no puede ser. Además yo sólo llamaba para saber de ti, no para que vinieras a casa.No quiero que pienses que soy una buscona.”

- Aquí me pidió disculpas que yo de muy buenas maneras acepté, ¡claro está! - me dijo con cierto retintín.

- ¡Lo siento, Vida! - respondí al ver que la había cagado con mi anterior comentario.

¿Cómo había pensado que Sandra haría algo así sin mí?, ¡qué tonto soy! La respuesta, como bien me había dicho Sandra, me la dio el video.

“No te preocupes, no me ha molestado. Pero si quieres, podemos charlar y quitarnos el aburrimiento los dos.”

- Aquí me preguntó si mi teléfono tenía manos libres.

- ¡Vaya!, pues eso no lo has hecho nunca conmigo - le dije un poco molesto.

- Tampoco me lo has propuesto nunca, ¿no?

Mi respuesta fue el silencio. Realmente le había pedido casi de todo, pero es verdad que aquello nunca. ¡Aunque bueno!, también lo podía haber propuesto ella alguna de las veces que le había pedido que me diese algo especial, ¿no?

“Sí, ¿quieres que lo ponga?”

- Me dijo que sí, y así lo hice, encendí el manos libres y lo dejé sobre la mesa.

Desde que empezaron las imágenes no había parado de tocar y pellizcar el culo de Sandra escuchando sus explicaciones. A partir de ahora, podía escucharlos a los dos mientras veía las imágenes de mi preciosa mujer en la pantalla y con mis manos sobaba el culo y las tetas de Sandra. Para mí esto ya era más que un logro.

- Estuvimos un par de segundos callados, sin hablar. Ninguno de los dos quería dar el primer paso. Al final fue él el que empezó a hablar.

“Dime, Cielo, ¿qué llevas puesto?”

Aquella primera pregunta me chocó bastante. Sí, es verdad que lo del otro día en el Messenger fue cómo para romper el hielo de toda la Atlántida, pero ¡coño!, que yo no estaba delante cómo el otro día.

“Pues, a pesar del frío que hace en la calle, aquí con la estufa se está muy calentito. Llevo puesto un camisón de seda de color rojo con un gran escote, que sé que le gusta muchísimo a Leandro, y debajo me he puesto unas braguitas de encaje de color negro que se ajustan a mi culito a la perfección.”

Sandra, en la tele, a la vez que hablaba, con sus manos hacía el recorrido de su cuerpo, pasando sus manos por sus tetas y enseñándose ella misma sus braguitas.

“¿Y tú?”

“Yo, pues un pantalón de pijama y una camiseta blanca. Deberías ver el pantalón, me hace un paquete la mar de apetecible.”

“¡Mmm!, me encantaría verlo.”

En ese momento pude ver a Sandra en la pantalla que mientras hablaba se relajaba en el sofá estirándose a lo largo.

“Pues seguro que te gustaría ver lo dura que la tengo y que luego me la chupases cómo se lo hiciste el otro día a Leandro.”

“¿Quieres que me lo toque yo pensando en ti?”

“¡Si, por favor!, ¡tócatelo!”

Juro que su voz en aquel momento era realmente nerviosa.

“Ya me lo estoy tocando, me gustaría que pudieras verme.”

“¡Qué cachoda me pone escucharte!

“¿Cachonda?, cachondo me tienes tu a mí desde el otro día. No veo el momento de estar a vuestro lado.”

“¡Dentro de poco, guapetón!, ¡dentro de poco!”

“¿Y tú?, ¿tú te estás tocando?”

“Sí, me estoy acariciando mis tetas. Los pezones se me han puesto duros de repente sólo de imaginarte tocándote el paquete.”

Puedo confirmar que era verdad. En el video se podía ver como Sandra acariciaba sus tetas ya por fuera del camisón y como pasaba sus dedos por sus pezones.

Yo, como era de esperar, en este momento ya estaba manoseándome la polla por encima de la tela del pantalón.

“No puedo evitar pensar en tu cuerpo e imaginármelo tumbado en el sofá, en una mano un cigarrillo mientras que con la otra acaricias con suavidad tus tetas.”

“Imagino tus pezones duros, tal cómo me has dicho, marcándose a través de la fina seda del camisón.”

¡Qué poético!, ¡valiente vaina!

“Quiero que mientras acaricias tu pecho, dejes la otra mano libre para acariciar tu coño. ¡Suelta el cigarro!”

“¡Vale, un momento!”

¿Cómo cojones sabía aquel cabrón que se estaba fumando un cigarro?, ¿tendría cámaras en la casa?

“¡Ya está!, ya lo he soltado y ahora estoy tocándome el coño como querías. Cómo me gustaría que pudieses verlo.”

“¡Y a mí cielo, y a mí!”

¡Pues anda que a mí!

“Cuéntame cómo lo haces.”

“Acabo de meter la mano bajo mis bragas y me estoy acariciando. Me imagino que eres tú el que lo haces, ¡me gustaría tanto!”

“Háblame para sentirte cerca y poder pensar que es tu mano la que está entre mis muslos.”

“…”

“¿Qué te pasa?, llevas un rato sin hablar, ¿te has ido?”

“Aquí estoy cielo, no me he ido. Es que te estoy imaginando tumbada y me estoy poniendo cómo un burro.”

“Yo también me estoy tocando, tengo la polla entre mis manos y sólo de pensar en cómo te acaricias tú, hace que se me ponga más dura.”

“¡Qué rico!, ¿quieres que me meta un dedo?”

“¡Si, lo estoy deseando, hazlo para mí!”

Veía en aquella pantalla cómo Sandra se estaba metiendo un dedo en el coño mientras hablaba con Juanma por teléfono, ¡qué zorra!, ¿no?

En ese momento, Sandra con su mano apartó la mía y comenzó a sobarme la polla por encima del pantalón mientras veíamos la grabación, ¡qué zorra!, ¿no?

“¡Estoy muy mojada, no sabes lo caliente que me pones! ¿Te la estás meneando?”

“¡Sí!, la tengo dura como un garrote, seguro que te encantaría verla. ¿Quieres escuchar cómo me la meneo mientras hablo contigo?”

“¡Por favor, hazlo!”

“¡Vale!, ahora acercaré el teléfono a mi rabo y te dejaré que escuches el sonido que hace mi mano al moverse sobre mi mojada polla.”

De muy mala manera se escuchó una especie de ¡choff, choff!, como si de verdad la tuviese muy, muy, muy mojada y se la estuviese meneando.

“¿Lo escuchaste, Cielo? Ahora quiero escuchar yo lo mojada que estás tú.”

“Escucha, escucha el ruido que hace mi dedo al entrar y salir de mi coño.”

Sandra había cogido el teléfono y se lo había acercado al coño mientras seguía con los dedos dentro de él saliendo y entrando.

Ahora, con mucha mejor calidad de sonido que antes, escuché claramente el ¡choff, choff! que su coño emitía al entrar y salir sus dedos. Era el mismo ruido que hacía una brocha bien mojada de pintura al pasarla por la pared.

“¿Has oído como me pones, cabrón? Ojala estuvieras aquí y pudieses meterme la polla.”

¿Cómo?, esa invitación sobraba, por lo menos hasta que yo estuviese delante ¿no?

“¡Me encantaría!, te la metería hasta el fondo, hasta hacerte gritar.”

“¡Sí, cuéntamelo, cuéntame cómo me follarías!”

“Te follaría mejor de lo que nunca te han follado, pero antes me gustaría comerte el coño. Tiene que ser tan agradable sentir como te corres en mi boca mientras me pides más y más. ¡Cómo me pones cabrona!”

Aquel gilipollas se estaba pasando un poco. ¿Cómo que como nunca te han follado?, ¿sabrá él los polvos que yo le he pegado a mi mujer?

“Luego te follaría sin parar, una y otra vez.”

“Dímelo, venga, dime lo mucho que te gustaría sentir mi polla dentro de tu coño.”

“Sí, me encantaría. Creo que de sólo sentirla entrar ya me correría. Y ahora estoy a punto de correrme, ¿y tú, amor?”

En ese momento, Sandra estaba sobre el sofá, en la imagen y en directo, masturbándose con sus dedos. Era una imagen espectacular ver a mi mujer con dos dedos metidos en su coño mientras que con su otra mano tocaba su clítoris, era precioso. ¡Se me había convertido en una verdadera zorrita!

Por la forma de apretar mi polla, que ya había sacado del pantalón, puedo decir que ella estaba muy caliente viendo las imágenes y recordando la conversación. Tanto que sin esperarlo se acercó a mí y empezó a comerme la polla mientras escuchábamos la voz de Juanma.

“¡Sí, mi cielo!, noto como sube mi leche y pienso en lo bueno que sería derramarla dentro de ti.”

“¡Sí!, ¡me corro!, ¡me corro!”

“¡Sí, yo también me corro, toda mi leche para ti!”

Y escuchando los gemidos de ella y de él mientras se corrían, con los meneos y la boca de Sandra, mi polla comenzó a escupir chorros de leche en su garganta. Yo también me había corrido, y aunque grabada, había sido nuestra segunda corrida a tres, ¡cómo me gustaba esta situación!

“¡Cómo me gustas, Sandra!”

“¡Y tú a mí!, ahora debo colgar”

“Un beso, adiós.”

Fue lo último que se escuchó, después sólo quedó la imagen de Sandra tumbada en el sofá, totalmente despatarrada y con los ojos cerrados pero dando impresión de que estaba bastante nerviosa por lo que acaba de hacer.

- ¿Te ha gustado cariño? - me preguntó mientras se limpiaba con mi camiseta los chorros de leche que resbalaban por su barbilla.

- ¡Me ha encantado, mi amor!, ¡eres una reina! - le dije abrazándola fuertemente.

- ¡Vale!, pues lo próximo que quiero es conocerlo en persona. Quiero que quedemos con él para tomar una copa o cenar para poder charlar y ver si de verdad nos compenetramos los tres - me dijo mientras encendía un cigarrillo y me lo pasaba.

- ¡Como tú quieras, Vida!, podemos quedar los tres cuando él vuelva. ¡Tal vez en el puente de la Constitución!, así tendremos un poco más de tiempo para conocernos.

- ¡Vale!, quiero conocerlo cuanto antes para dar el paso definitivo, ¡o no!

Y dándole un beso nos levantamos y nos fuimos a la cama dándole vueltas en mi cabeza al cambio tan radical de Sandra en sólo unos meses y lo cerca que estaba ya el hacer realidad mi sueño.

LUNES, 01 DE DICIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)

Tras esperar unos días, aquella mañana me levanté totalmente dispuesto a no seguir esperando más y A mandar un mail a Juanma para confirmar nuestra cita el próximo fin de semana, el Puente de la Constitución. Así que con las ideas bien claritas, escribí un escueto pero contundente correo dónde simplemente le dije que por favor me llamase al móvil para saber si era posible quedar o no.

A la hora de comer le conté a Sandra lo que había hecho.

- ¡Cari!, esta mañana le he enviado un mail a Juanma, ¿te parece bien?

- ¡Bien, no!, ¡me parece perfecto! Es más, yo creí que ya se lo habías enviado.

- Es que como dijo que iba a estar fuera, pues no quise ser pesado - le respondí.

- ¿Y qué le has dicho? - me preguntó sacando su vena más curiosa.

- Pues le he dicho que desde que me contaste lo del teléfono, no he parado de pensar en la idea de verte en la cama con él viendo como vacía sus huevos llenos de leche en tu coño.

Esto, cómo habréis comprobado, no se lo dije, pero si quería escuchar de labios de Sandra lo que pensaba al respecto.

- ¡Hala!, ¡que bruto! ¿Pero no le habrás dicho nada de que lo grabé, verdad?

- ¡No, eso no!, eso si quieres se lo cuentas tu cuando quedemos.

- ¡Ah, bueno! - me respondió dando un suave suspiro de tranquilidad.

¿A qué venía aquel suspiro? ¿Estábamos preparando todo para que se acostase con ella y le daba vergüenza que le dijese que se había grabado?, ¡qué tontería!, ¿no?

- También le he preguntado que si el próximo fin de semana le viene bien para quedar a tomar algo.

Otro suspiro, bastante más grande y sensual que el anterior, salió de la garganta de Sandra al escuchar lo del fin de semana.

- ¡Creo que el momento ha llegado, mi vida! - dije acercándome a su carita para darle un besito - Y si nadie lo remedia, vamos a quedar este fin de semana con Juanma para conocernos cara a cara los tres y ver si somos compatibles o no, ¿te parece bien? - le pregunté de nuevo.

- ¡Vale!, será lo mejor. Así no dejaremos pasar más tiempo para aclarar nuestras dudas - me contestó dejándome bastante claro que, por lo menos, sí quería dar el siguiente paso.

MIERCOLES, 03 DE DICIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)

Hasta el miércoles no volvimos a comentar absolutamente nada al respecto, entre otras cosas porque la tarde del lunes tuve que marcharme al pueblo urgentemente por motivos familiares y volví el martes bastante tarde.

Pero al ver aquella mañana que Juanma no había contestado a mi mail ni tampoco me había llamado al móvil, me decidí a llamarlo yo. Al fin y al cabo tenía derecho a saber por qué no me había contestado, ¿no?, ¡vamos, digo yo!

Y después de un buen rato con el teléfono pegado a la oreja y varios intentos para qué me lo cogiera, por fin me contestó.

Tras los saludos de rigor estuvimos hablando un buen rato y me aclaró que no había podido contestarnos porque dónde estaba no tenía portátil para leer los mensajes, pero que le parecía bien el poder quedar para tomar unas cervezas y que dependiendo de cómo fuese la cosa, podíamos ir a más o dejarlo en este punto, eso sí, sin dejar de ser buenos amigos.

Así que con el consentimiento de las dos partes, me puse manos a la obra para prepararlo todo para el viernes por la tarde. ¡No podía fallarme nada!

VIERNES, 05 DE DICIEMBRE DE 2008 (TARDE)

El resto del miércoles y todo el jueves estuve bastante intranquilo e incluso un poco malhumorado. Los nervios por la cita me estaban matando. Pero no solo a mí me ocurría aquello, Sandra también se mostraba bastante nerviosa y sólo hablaba de cómo podría transcurrir todo el próximo viernes. Pero dicen que toda espera tiene su recompensa, pues la nuestra acababa de llegar, ¡por fin llegó el día de la cita!

Aquel viernes, hasta las cinco de la tarde todo fue normal, es decir, Sandra trabajó hasta las dos y yo no me fui a comer para marcharme un poco antes, es decir, cómo otros tantos viernes. Lo que no fue normal fue ese dolorcillo de barriga, mezcla de miedo y tensión que ambos tuvimos durante todo el día y que no nos dejaba ni tan siquiera trabajar. Pero a eso de las cinco y media, cuando crucé la puerta de casa, todo empezó a ser diferente.

Aunque habíamos quedado con Juanma, no sé si por morbo, por descuido o simplemente por pura coincidencia, en el mismo bar dónde la vez anterior habíamos quedado con la otra pareja que ya os conté y que al final no pasó nada, ¡sí, hombre!, ¡aquel encuentro que nos salió rana!, pues eso, que aunque habíamos quedado a eso de las diez en aquel bar, Sandra, realmente impaciente por que pasase el tiempo, a las seis se metió en el cuarto de baño para ducharse y ponerse guapa para nuestro encuentro. Yo, mientras tanto, hice cómo otras tantas veces, me senté delante de mi ordenador dispuesto a hacer un poco de “deporte” e imaginarme con lo que veía cómo podría ser el ver a mi adorada mujer entre los brazos y piernas de Juanma.

A eso de la siete y media de la tarde, tras casi dos horas de arreglitos, mi mujer ya estaba preparada. He de decir que si normalmente cuando se arregla se pone guapa, para aquella ocasión tiró la casa por la ventana. ¡Estaba preciosa! No reparó ni en un sólo detalle, llevaba una falda gris hasta las rodillas que le hacía un cuerpazo de infarto y una camisa blanca pegada a su cuerpo que hacía sobresaltar sus dos exuberantes y perfectos pechos, todo ello acompañado con sus siempre preciosos zapatos negros de tacón que conseguían darle ese punto de morbo impresionante y que tan poco explotaba.

Y cómo regalo sorpresa, debajo de su ropa llevaba unas medias de liguero de seda negra y un provocador corsé gris plateado que yo le regalé hace unos años el día de nuestro aniversario y que hacían juego con unas lindas braguitas de encaje del mismo color que el corsé.

¡El puente empezaba asombrosamente bien!

Simplemente cómo información. En aquel momento se produjo la segunda coincidencia de la tarde, el corsé gris que llevaba puesto era el mismo que usó para aquella fracasada primera intentona de intercambio. ¿Quería decirme algo de forma subliminal? ¡En aquel momento no lo sabía!

Tras darle un par de apretados besos en el cachete para no quitarle la pintura de los labios, comprobar que de verdad llevaba liguero, (ya sabéis, yo cómo la gente de Jeré, ¡si no tocan no ven!), y sin charlar mucho más, me pegué una ducha rápida. Tras estar listo yo también a eso de las ocho y cuarto, para relajar un poco la situación me senté junto a ella en el sofá y le ofrecí una copa de vino del que trajo Jesús la otra noche y que no nos bebimos. Ella la aceptó de buen agrado.

- ¡Justo lo que necesitaba! Con los nervios tengo la boca totalmente seca - me dijo dando un buen trago a la copa dejando la copa manchada de su brillante carmín.

¡Vaya!, no sólo a mí se me seca la boca con los nervios, ¡a ella también!

- ¡Ah!, ¿pero estás nerviosa? - le pregunté sarcásticamente.

- ¡No!, ¡qué va! - me contestó ella de la misma forma - ¡Cómo para no estarlo!

Como ya he comentado antes, habíamos quedado con Juanma a eso de las diez para conocernos en persona y romper el hielo tomándonos una copita de vino, aunque bueno, después de lo del teléfono, romper el hielo era una quimera, y luego, si todo iba como debía ir, irnos a un restaurante a picar algo.

Al ver que aún quedaba casi una hora y media para la cita, aproveché aquel tiempo para hablar con Sandra sobre el tema una vez más y que ella me dijese lo que le pasaba por la cabeza.

- ¿Estás segura de querer seguir adelante con esto?, ¡aún estamos a tiempo de echarnos atrás!

- ¡Sí!, ¿por qué no? Tú siempre dices que conocer gente nueva siempre es agradable ¿no?

- ¡Equilicuá! - le contesté de forma graciosa.

Pero ella, haciendo cómo otras veces, me pasó el marrón a mí.

- ¿Y tú?, ¿tú estás seguro de lo que quieres que hagamos?

Durante un segundo dudé, pero cogiendo la copa de vino y dando un buen trago, me dispuse a decir lo que realmente pensaba.

- Sabes que hacerlo es lo que más deseo en la vida, pero, cómo ya te dicho otras veces, aceptaría que tú no lo quisieras hacer - le dije en un último intento de intentar que ella me dijese que no y nos quedásemos en casa. (¡La bipolaridad al poder!)

¡Que sí!, ¡que es verdad que no me aclaraba!, pero es que ¡joder, era mi mujer!, mi adorada mujer, mi amada esposa, mi fiel compañera, la reina de mi vida, la dueña de mi corazón la que estaba a punto de acceder a mis más tremendas locuras, ¿qué debía hacer?

- ¡A ver cómo te lo digo para que te quedes tranquilo, muchacho! - dijo quedándose pensativa por unos segundos antes de seguir hablando.

- El otro día con Juanma nos lo pasamos muy bien y nos reímos mucho, pero hoy quiero que quedemos con él sólo para eso, para conocerlo. Es más, no quiero que nadie piense siquiera que hoy vaya a terminar metido en nuestra cama, ¡de eso ni mijita!, ¿vale?

Su respuesta me pareció bastante correcta pero su siguiente comentario me dejó un poco frío.

- Además, ¡igual él no quiere! - dijo con una voz entre nerviosa y bromista.

- ¡Con ese cuerpazo y esas tetas, difícil que alguien te diga que no, mi cielo! Además, que no te preocupes por nada. Recuerda lo que nos dijo Mari, la tetona del club, “no va a ocurrir nada que tú no quieras que ocurra”.

- ¡Ni tú, mi vida!, ¡ni tú! - me dijo dejándome más tranquilo ya que nunca haríamos algo sin consultarlo antes con el otro.

- Entonces, para que nadie se lleve una desilusión, lo primero que haremos esta noche antes de nada, será hablar con Juanma y contarle nuestra idea para hoy. Así él también podrá decir que piensa, si le gusta la idea o si quiere ir directamente al grano - le dije intentando calmarla a ella y a mí mismo.

- ¡Cómo diga que lo quiere es ir directamente al grano, me mosqueo y me voy!

- ¡Qué no, mujer!, ya verás cómo Juanma se porta como un caballero contigo y acepta nuestras condiciones.

En ese momento noté como, al igual que yo, Sandra también se quedaba un poco más relajada por lo que yo le había dicho. Creo que hasta ese momento ella estaba igual de tensa que yo por no estar segura de si quería seguir o no, pero aquellas palabras nos daban opción a poder elegir.

- ¡Venga, échate otra copita de vino antes de irnos! - me dijo con un tono de voz un poco nervioso pero muchísimo menos que antes.

- ¡Ahora mismo, mi amor! - dije cogiendo la botella de rioja.

Pero antes de servir la copa, le di un gran beso demostrándole lo mucho que la quería e importándome un huevo que tuviese los labios recién pintados o no. A ella tampoco le importó hacerlo pero en cuanto nos terminamos la copa, se fue hacia el baño y se volvió a retocar el maquillaje. Daba la impresión de que quería estar perfecta para aquella cita.

¡Y por fin llegó el momento!

- ¡Pues yo ya estoy lista! - me dijo Sandra saliendo del cuarto de baño.

- ¿Nos vamos, entonces? - le dije al verla salir.

- ¡Cuando quieras!

  • ¡ Pues estamos tardando, mi vida! - le contesté sin perder un segundo y yéndome hacia la puerta pero demostrando que estaba realmente nervioso.

- ¡Tranquilízate un poquito, hombre!, ¡solo vamos a conocerle!, dijo Sandra al ver mi estado de inquietud.

Tras aquellas palabras, se acercó a mí y me dio un lindo beso en la mejilla. A continuación bajamos en el ascensor y nos dirigimos hacia el parking. A los pocos minutos ya estábamos sentados en el coche y entre pequeños suspiros nerviosos de Sandra nos dirigimos hacia el lugar de la cita.

Durante los más o menos diez minutos que duró el corto viaje, para tranquilizarnos íbamos tarareando la música que sonaba en “Cadena Dial” en la radio.