Solo era el principio (24) ¡Mi juguetito!

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 24

¡Mi juguetito!…

DOMINGO, 02 DE NOVIEMBRE DE 2008 (NOCHE) (2ª PARTE)

No pasaron ni cinco minutos cuando Sandra volvía con las dos cervezas. Acercándose a mí para darme una, puso su rodilla en la cama para tumbarse. Pero cuál no sería mi sorpresa al ver que en vez de tumbarse, hizo algo que me encantó. Sin mediar palabra, solo mirarme fijamente, puso una pierna sobre la cama, se abrió bien de piernas y cogiendo un par de coquitos de la bolsa que estaba sobre la cama, se los metió en el coño hasta el fondo acompañado de dos de sus dedos.

  • Ahora querrás que te coma el coño para sacarlos, ¿no?, pregunté al verla tan decidida con lo que estaba haciendo.

  • ¡Sí, esa es la idea, pero aún no!, déjalos ahí que se reblandezcan un poquito y cojan sabor.

  • Mientras nos beberemos las cervezas y luego cuando estén bien maceraditos, te los comes de aperitivo, me dijo con aquel tono tan pícaro que ella usaba cuando sabía que hacia alguna de las guarrerías que me encantaban.

  • ¡No!, ¡yo no puedo esperar tanto!, ¡seguro que ya están en su punto!, le dije demostrando mis ansias por comerme aquellas dos simientes que acaban de cobijarse en su útero.

Y tal como decía aquello, me tumbé boca arriba en la cama justo debajo de su coño, haciéndole el gesto de que se sentara de nuevo sobre mi cara para sacarle aquellos frutitos.

  • ¡No cari!, he dicho que cuando estén bien mojaditos te los podrás comer, así que espera , me dijo tumbándose en la cama y dejándome con la boca abierta.

Mientras abría su cerveza para darle un buen trago, con la otra mano había empezado a sobarme la polla, que a pesar de lo cachondo que estaba por todo lo que me había dicho, sólo estaba un poco morcillona. Eso sí, morcillona pero totalmente suave por la cantidad de flujos que estaba soltando.

He de decir que a pesar de todo, siempre he sido un hombre de un polvo, descanso medio largo y luego seguimos, vamos, creo que como el resto de los hombres de este mundo. Yo necesito por lo menos tres o cuatro horas de descanso entre polvo y polvo y del anterior no hacía más de tres horas, y ya no digo nada si sumamos las otras dos corridas del día de ayer. Pero con la charla que habíamos mantenido, la posible quedada con Juanma, los coquitos y ahora los continuos toqueteos a los que estaba sometiendo a mi rabo, hicieron que aquello tan tristón que tenía entre las piernas diera un bote y se pusiera como una roca.

  • ¡Vale, ahora ya si se puede! , me dijo Sandra al ver como había reaccionado mi rabo a sus constantes manoseos.

  • ¿Se puede?, ¿se puede qué?, le pregunté sin saber muy bien a qué se refería.

  • Te acuerdas de que te prometí un regalo, ¿verdad?, me dijo poniéndose a cuatro patas con las piernas bien abiertas y enseñándome su culo y coño en un sólo plano.

En esa postura que estaba, volvió un poco la cara, me miró y me soltó una picara sonrisa.

  • ¡Me apetece que me des por el culo!, ¿te importa si te lo pido?

De nuevo, la ironía hacia acto de presencia en nuestros juegos de cama. Ella sabía perfectamente que encularla era lo que más me gustaba en el mundo.

  • ¿Me dejas?, pregunté totalmente ilusionado.

  • ¡Pues claro que sí, cornudito mío!, hoy te dejo que me folles el culo y lo que tú quieras.

Durante un par de segundos tragué saliva.

  • ¡Este será sólo para ti, mi vida!, me dijo con voz provocativa.

  • ¿Nunca dejarás a otro que te lo folle?, pregunté a ver que me decía.

  • ¡Nunca!, este será sólo para ti, ¡te lo prometo!, dijo dándose una fuerte palmada en el cachete derecho del culo.

¡Joder!, como otras veces, al final ella iba más rápido que yo. Sus palabras hicieron que mi corazón se parase unos segundos. Me regalaba su culo y encima me prometía que sólo sería para mí, ¿qué más podía pedir? ¡Nada!, ¡no podía pedir nada!, sólo que se hiciese realidad el sueño de verla follar con otro y que le llenase el coño de espesa leche para luego, bien jugosita, poder follármela yo.

  • Ven, siéntate detrás de mí y mira, que yo sé que eso de mirar te encanta, me dijo mientras se echaba un buen chorro de cerveza en el canalillo del culo.

No dije nada. ¿Para qué iba a decir nada si mis sueños más guarros al lado de lo que estaba viviendo eran dibujitos de Shin Chan?

Así que me senté detrás de ella cómo me había ordenado y me dispuse a disfrutar de lo que ocurriese y a esperar a que me dejase follarme, o por lo menos chupar, aquel hermoso culo lleno de rubia cerveza.

Lo que a continuación vi lo contaré de la misma forma que lo presencié, ¡nervioso!

En la postura en la que estaba, a cuatro patas, al igual que lo hizo para su amiguito Pablo aquella tarde de sábado en el sofá, se empezó a acariciar la entrada del culo con uno de sus dedos pasándose la yema hasta meter la punta por su agujerito y luego llevárselo a la boca para chuparlo, se estaba comportando como una verdadera guarrilla. A pesar de estar viéndolo en aquel momento y de haberlo visto ya varias veces en los últimos meses, jamás de los jamases me imaginé que Sandra fuese capaz de meterse ella misma un dedo en el culo y luego se lo llevase a la boca, eso sólo lo podía hacer yo con ella, ¡cómo me estaba poniendo, la jodía zorra!

Mientras miraba sus movimientos no dejaba de pensar cuanto me gustaría tener mi rabo dentro de él, pero verla así me gustaba mucho más, así que sin molestarla, la dejé trabajar.

Tanto su culo como su coño estaban brillantes y algunas gotitas de cerveza caían hasta las sabanas como si de gotitas de rocío mañanero se tratase. Su coño totalmente depilado contrastaba con unos pocos pelitos que tenía a los lados de su agujero del culo entre los dos cachetes y de los que colgaban algunas gotas de cerveza rubia. Me dio tanta pena ver aquella cerveza desperdiciada que para que no se perdiese, acerqué mi boca y de un par de lametones lo dejé totalmente limpio de polvo y paja.

  • ¡Cari, estate quieto!, me dijo apartando la mano de su culo y empujándome la cabeza para separarme de su culo.

  • ¡Es qué…!

  • ¡Ni es qué ni nada!, ¡déjame a mí!Tú sepárame las cachas del culo y disfruta de lo que estás viendo, ¡anda!, me dijo con una voz dulce como la miel.

Si me hubiese dicho que me tirase a un pozo, me hubiese tirado. ¡Me tenía completamente enamorado!, así que cómo ella me había pedido, con mis manos separé todo lo que pude sus cachas dejando totalmente expuesto su precioso agujero. A punto estuve de levantarme y darle una clavada bestial, pero me paré justo en el momento que Sandra empezó a acariciárselo de nuevo con sus dedos.

  • ¡Échame salivita, cari!, me pidió Sandra.

Tardé un ratito en reaccionar, estaba ensimismado viendo como sus dedos empujaban intentando entrar en aquel precioso agujero que hasta hace unos cuantos meses era fruta prohibida.

  • ¿Prefieres mejor un poco de lubricante del mío?, le pregunté mientras me estiraba hacia la mesita de noche para intentar coger el tubo.

  • ¡No!, mejor tu saliva que el líquido ese es muy pringoso.

Tras escuchar su clara exigencia, escupí al principio de su grieta un par de veces y dejé correr la saliva hasta aquel lindo boquete para que a continuación ella empezara a extenderla con sus dedos y se metiera uno de ellos hasta el nudillo. En cuanto lo tuvo dentro empezó a moverlo adentro y afuera dando pequeños gemidos de gusto mezclados con algunos de dolor.

Yo creo que estaba un pelín cambiada, ¡bueno, un pelín no!, ¡aquella no era mi Sandra! Jamás la había visto hacer algo como aquello, y mira que con lo pesado que sabéis que soy, si se lo habría pedido veces. Yo creo que más de un millón de veces le había suplicado que hiciese algo especial como aquello y jamás de los jamases había conseguido ni tan siquiera algo medio parecido.

  • *¡Cari, ahora sí!, coge el lubricante y fóllame el culo. ¡Vamos date prisa antes de que me arrepienta!***

Para qué me dijo nada, de un salto me puse delante de la mesita de noche buscando el material que me había pedido para la operación. Además del lubricante cogí un condón para suavizar, aún más, la situación. Me hubiese gustado que fuese de los mentolados, pero no me quedaban ¡Que putada! (Cómo ya sabéis, condones no usamos, pero para el sexo anal creo que es lo mejor, entre otras cosas, aparte de las infecciones, para facilitar la entrada)

Nervioso como me encontraba, me puse el condón.

Como ya sabéis, el ponerme el condón era y es una cosa que odio, entre otras cosas porque yo no sé ponérmelo. Sandra siempre ha sido quien me lo ha colocado y siempre de una forma distinta, unas veces con la mano, otras con su boca e incluso una vez con los dedos del pié. ¡Si es que es una virtuosa la mires por dónde la mires!

Tras conseguir ponérmelo, con más trabajo del que yo esperaba, eché un buen chorro de lubricante, mucho más de lo normal, en el agujero de su culo y acercándome a su abertura, empecé a extenderlo con mi rabo por toda su raja como si fuese una brocha. A los pocos segundos, mi brochón envuelto en plástico transparente, apuntaba su cabeza justo en la entrada de aquella guarida que tantos buenos ratos me hacía pasar.

Tras el primer intento, al igual que antes, otra vez falle, ¡claro, con tanto lubricante, normal! Mi verga se resbaló cómo si de una anguila se tratara y se metió del tirón dentro de su coño. Una extraña sensación recorrió mi rabo cuando al meterla en su raja por error, mi capullo tropezó con los dos pequeños frutos que estaban ahí guardados, empujándolos hasta lo más profundo de su chochete. La saqué enseguida para no hacerle daño y otra vez, con la maestría que la caracterizaba, Sandra estiró la mano hacia atrás y la puso justo en el punto exacto para que en el siguiente empujón empezase a entrar poco a poco en su culo.

Al escuchar el grito que Sandra pegó al notarse abierta como un bebedero de patos, paré. Pero claro, cómo cada vez que tomaba la iniciativa, de nuevo me equivoqué.

  • ¡No, ahora no pares!, ¡sigue, porfi!, ¡sigue!

Y cómo soy tan bien “mandao”, pues nada, ¡seguí!

No pasó mucho tiempo hasta que mi polla comenzó a entrar y salir de su culo con total facilidad, convirtiendo las quejas de dolor en ansiosos gemidos de placer.

En aquel momento tan íntimo volví al ataque.

  • ¡Cari, cuanto me gustaría verte así con otra polla!, le dije.

Sandra ni contestó, creo que estaba bastante ocupada con lo que tenía entre las manos, digo entre las cachas. Y digo ocupada porque enseguida empecé a sentir como sus músculos se apretaban para que mi capullo se rozara por las paredes de su interior al entrar y salir de su culo. Era un placer difícil de explicar, pero que sin duda mejoró cuando noté las manos de Sandra meterse entre las piernas de los dos y empezar a sobarme los huevos para luego dejarlos y tocarse ella misma el coño.

No creo que llegase a cinco minutos con mi polla dentro de su culo cuando, los dos a la vez, otra vez cómo casi siempre, nos dijimos el uno al otro que nos íbamos a correr. Sandra, que realmente estaba disfrutando con lo que estaba haciendo, se corrió dando fuertes empujones de su culo contra mi rabo haciendo que mi polla también empezase a llorar lagrimas blancas de felicidad.

Al llevar el condón puesto no quise sacarla y descargué toda mi leche dentro de él consiguiendo disfrutar hasta el último segundo de aquel pequeño agujerito, ahora no tan pequeño. Aunque os aseguro que tampoco me hubiese importado correrme dentro aunque no llevase condón y llenarle hasta las entrañas de mi caliente y pastoso semen.

Tras aquello, Sandra se fue dejando caer en la cama totalmente rendida mientras que poco a poco mi polla se iba saliendo de su culo dejando atrapado el condón lleno de leche entre sus cachas, dentro de su agujero.

  • ¿Qué?, ¿qué te ha parecido?, ¿te ha gustado?, le pregunté entre jadeos y dejándome caer sobre la cama.

Su respuesta me dejó perplejo durante unos segundos.

  • *¡Cuando terminemos, te lo diré!***

¿Cómo?, ¿cómo que cuando terminemos? ¿Tú no tienes hartura o qué? ¡Bueno, eso fue lo que pensé!, lo que le dije fue otra cosa bastante distinta.

  • ¿Aun hay más?, le pregunté bastante extrañado.

  • ¡Pues claro!, falta comernos el postre…¿O es que te habías olvidado del postre? , me dijo sacándose el condón del culo y dándose media vuelta para ponerse de rodillas en la cama.

  • ¡Hostias, es verdad!, le dije realmente sorprendido.

¿Cómo se me habían olvidado los dos coquitos que llevaba dentro de ella?, ¡seré tonto!

Sandra, que tenía bastante claro lo que iba a hacer, cogió de nuevo el condón lleno de mi leche y, cómo si de una bolsa de pipas se tratase, lo abrió. A continuación, poniendo los dedos en forma de gancho se los metió en el coño y se sacó los dos frutos de una vez. Los miró, me miró y de la forma más pícara que jamás había visto actuar a mi mujer, (incluso nada que ver con el día de la pizza o de la cámara), los metió dentro del condón.

Hasta ahí, hasta me dejó boquiabierto, pero cuando vi lo que hizo después me quedé totalmente patidifuso. Agitó el condón para que los dos frutos se mezclaran bien con la leche y cogiendo uno se lo metió en la boca chuperreteándolo y saboreándolo con sumo placer. Luego, mientras que escuchaba como crujía aquel fruto que ya no era seco, en su boca, volvió a meter los dedos en el condón y sacó el segundo llevándolo hasta mi boca. Aquello no me hizo ni puta gracia, tragarme mi propia leche no era uno de mis fuertes, ¡los siento! Y para que no siguiera con aquella cerdada, automáticamente aparté la cara para que no hiciese lo que iba a hacer.

  • ¿Qué haces?, me preguntó ella al ver mi reacción.

  • ¡Cari, eso no, porfa!, le dije casi suplicándole.

  • ¿Te acuerdas cuando te expliqué el sabor que aquellos tíos del metro dejaron en mi boca?

  • ¡Pues claro que me acuerdo!, y de la pechá de café con leche que te diste luego también, le dije demostrando que mi cabeza no olvidaba algo así ni por asomo.

  • Pues ahora tengo otra vez el mismo sabor, ¡toma, pruébalo! , me dijo volviendo a ponerlo delante de mi boca.

De nuevo, pero esta vez con más cuidado de hacerlo para que no notara mi desprecio, aparté la cara.

  • ¡Jo, cari!, hazlo por mí. Piensa que ha estado dentro mi coño durante todo el tiempo que me has estado follando el culo.

El simple hecho de pensar en lo que me acababa de decir me hizo cambiar de idea, ¡aquellos coquitos debían tener un sabor sublime!

Rendido a sus pies y abriendo la boca como un pajarillo, dejé que me lo pusiese en mi lengua para luego comérmelo como si de una cucharada de yogur con cereales se tratase. Cerré la boca y con cierto, bastante asco, lo empecé a masticar. Sandra, al ver mí cara de grima se acercó a mí y metió su lengua en mi boca para limpiarme con un beso increíble hasta el último resto de comida que quedaba.

Si hasta hace un par de minutos todo había sido espectacular y maravilloso, aquello último había sido sin duda la mejor guinda para poner fin a una noche que de una forma u otra daría un giro de ciento ochenta grados a nuestras vidas.

Con la mezcla de sabores aún en la boca nos abrazamos el uno al otro disfrutando de aquel momento único, quizás irrepetible.

  • ¡Posiblemente dentro de poco tu fantasía se hará realidad! , me dijo Sandra dándome un tierno beso en la mejilla.

  • ¡Déjalo en mis manos, mi vida y no te preocupes por nada!, le dije devolviéndose el beso en su carita.

  • Creo que si todo va bien, podremos tenerlo en poco tiempo… Mientras tanto tendrás que aprender a vivir con la duda y el morbo de la espera.

  • Si lo vas a preparar todo tú, no creo que pueda salir mal.

  • ¡Eso espero!, le contesté.

Tras aquellas últimas palabras, me dio otro beso y a los pocos minutos nos quedamos completamente dormidos debido al cansancio.

LUNES, 03 DE NOVIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)

Como de costumbre, nos levantamos por la mañana para irnos a trabajar. Ni que decir tiene que nos levantamos de buen humor pero con un cansancio mucho más grande que cuando empezó el fin de semana. Y para más INRI, como ya había dicho antes, hoy era el primer día de Sandra de vuelta a la oficina después del periodo que había estado de baja. Ya estaba totalmente recuperada, lo había comprobado bien durante el fin de semana. Además era necesario que volviese, entre otras cosas, porque en nuestra empresa empezaba la época de trabajo fuerte y todas las manos eran pocas.

Mientras fui al baño, Sandra me preparó un café. Al salir del baño la vi apoyada en la encimera de la cocina, (que recuerdos me trae esa encimera) fumándose un cigarro. Me acerqué y le di un beso de buenos días. Su aspecto era estupendo, estaba guapa, radiante y con ganas de hablar, y así lo hizo.

  • Después de todo lo que hablamos anoche, me gustaría dejarte claro que estoy totalmente decidida a dar un paso más… Y si te digo la verdad, no lo hago por ti, ¡lo hago por los dos!

  • ¡Lo sé, no te preocupes!, le dije.

  • Se perfectamente que si lo vas a hacer es porque tú lo quieres hacer y no porque yo, aunque sea muy pesado, te obligue.

  • Pero primero me gustaría hablar con Juanma por Messenger y conocerlo con la cámara, después de todo es con quien me voy a acostar, ¿no?

Ni que decir tiene que escuché detenidamente todo lo que me dijo y para no hacernos falsas ilusiones hasta que no hablase con Juanma y concertar una cita, le dije que si a todo. No como a los locos pero sí dándole un poco la razón a todo para que no perdiese las ilusiones que se estaba creando.

  • En cuanto llegue a la oficina le mando un mail y le digo que ahora sí que tenemos las ideas claras. Y si te parece bien, le digo que quieres charlar por el Messenger para que nos vayamos conociendo, le dije.

  • Sí, creo que será lo mejor. Así por lo menos sabré de primera mano a quien me voy a merendar, ¿no?, me dijo con una voz bastante optimista.

  • ¡Aunque no sé!, de momento no nos ha contestado al correo que le enviamos el otro día.

Mi respuesta fue obvia.

  • ¿Has mirado tú el correo?

  • ¡No!, pero de eso siempre te encargas tú.

  • ¡Sí!, pero menos tiempo, he tenido de todo este fin de semana, Cariño, le contesté dejándole bien clarito que de lo que menos me había acordado durante estos días era de encender el ordenador.

  • ¡Venga!, ¡vale!, ¡aceptamos pulpo!, me contestó ella de una manera muy, muy, muy risueña.

No sé sí por lo que le dije, por la ilusión de volver al trabajo o por las decisiones que habíamos tomado la noche de antes, ¿no sé?, pero Sandra estaba realmente feliz aquella mañana.

Llegamos a la oficina y, como he dicho antes, con una alegría desbordante empezó a saludar e invitar a café a todos los Compañeros del curro. Mientras que Sandra seguía con sus saludos, yo cogí escaleras arriba para empezar el día. Como siempre, encendí el ordenador mientras sacaba el material de oficina y las carpetas y las ponía sobre la mesa para aclararme los asuntos pendientes del día, que solían ser demasiados después del fin de semana.

Pero aquella mañana, los asuntos pendientes tendrían que esperar un poco, tenía un tema distinto que creí más importante que cualquier otra cosa al trabajo y que además le había prometido a Sandra mientras tomábamos café, mandar un mail a Juanma para conocernos los tres. ¡Pero vaya la casualidad! Me llevé una grata sorpresa cuando abrí mi correo personal y me encontré, entre los correos basura, la respuesta de Juanma al mail de Sandra del pasado sábado.

¡Querida Parejita!,

He respondido en cuanto lo he recibido. Me ha hecho mucha ilusión volver a leer vuestro mail y saber que de verdad estáis interesados en mí.

Leyendo vuestros gustos puedo decir tenemos prácticamente los mismos y no quiero que esto suene a peloteo. A mí también me gustaría quedar una de estas tardes para conocernos por Webcam y ver cómo va todo. Si queréis, decidme cuando y os prometo que no fallaré.

Cuando queráis podemos quedar a tomarnos esa copa de la que hablas y conocernos en persona sin ningún tipo de obligación. Una copa y si nos gustamos entre los tres, pues quedamos para otro día.

¡Sin prisas, es lo mejor para todos!

Un saludo y si me lo permitís, un beso de vuestro juguetito.

Juanma.

Juanma4ever1@hotmail.com

Lo leí detenidamente y lo que leí me puso realmente nervioso, pero no de susto, todo lo contrario. Estaba ansioso por qué subiese Sandra para contarle que habíamos recibido su respuesta.

Al cabo de diez minutos subió y directamente se fue a su mesa a poner un poco de orden entre todos los papeles que se le habían acumulado durante su ausencia.

He de aclarar que ella se sentaba en la oficina justo al lado de mi mesa, más o menos a unos dos metros el uno del otro.

A pesar de mi nerviosismo, no quise ser agonías y me aguanté las ganas de decirle lo del mail. Primero que se pusiese un poco al día y luego ya tendríamos tiempo de charlar sobre nuestras intimidades, además no era una cosa que me gustara mucho hacer en la oficina, sobre todo porque había muchos fisgones que pondrían el grito en el cielo si se enteraran, aún sabiendo que más de uno, o de una, estaba loca por hacer algo parecido y no podía.

La mañana fue pasando entre teléfono, faxes, presupuestos, etc., y la verdad es que, a pesar de estar deseando que todo ocurriese cuanto antes, no me había vuelto a acordar del mail de Juanma.

  • ¡Bueno!, yo ya me voy que para ser el primer día ya está bien.

  • ¡Hostias!, ¿ya son las dos?, le pregunté apartando mi cara de la pantalla del ordenador.

  • ¡Po zí!, me respondió Sandra. Por cierto, ¿cómo vas a comer hoy?

  • Pues hoy me parece que no voy a comer. Hoy no hay nadie aquí.

  • ¡Pues si que estamos bien! ¡Otro día que como solita!, a ver si arregláis lo de las comidas porque al final seguro que no vas a comer ni nada.

  • Y no me digas que sí que ya te conozco , me dijo con un tono de voz bastante enfadado.

  • ¡Que sí, mujer!, ya comeré algo por aquí.

  • ¡Ya!, y yo que me lo creo, ¿no? No me tardes mucho luego, porfa.

No le respondí, simplemente le di un beso y se marchó. Luego yo llegaría por la tarde y no estaría enfadada, ¡me encanta su forma de ser!

Justo cuando me volví a sentar en mi mesa me vino a la memoria el mail de Juanma, me levanté corriendo y viéndola salir por la puerta le pegué un grito llamándola. Sandra se volvió y miró hacia arriba.

  • Cuando llegues a casa revisa el correo para ver si ha llegado algo de lo que estábamos esperando, le dije desde lo alto de la escalera.

  • ¿Pero tú lo has enviado? , me preguntó ella.

  • ¡No, pero por si acaso!, le respondí.

  • ¡Vale, venga!, luego hablamos, terminó la conversación dándose la vuelta y cerrando la puerta después de salir.

No quise perder más tiempo, para que no se me olvidase de nuevo y abriendo el mail, lo envié directamente al correo de Sandra con una nota, “POR FAVOR, CONTESTA TU. TE QUIERO” y seguí con lo mío a la espera de respuesta.

LUNES, 03 DE NOVIEMBRE DE 2008 (TARDE)

A eso de las tres de la tarde recibí una buena noticia para la empresa pero mala para mis intenciones.

Era un mail de un Cliente que decía que me tendría que ir a Madrid el próximo viernes para una visita de inspección. ¡Vaya putadón!, pensé. Pero cualquiera decía que no con lo mal que andaba el trabajo, así que tuve que llamar al Cliente y confirmar la visita. Me iría el próximo jueves al medio día y volvería el viernes por la noche o el sábado por la mañana, dependiendo de la complejidad del trabajo.

La parte empresarial ya estaba arreglada, ahora se me planteaba el problema de cómo decírselo a Sandra sin que se enfadara y no pensara que lo había hecho para posponer la cita con Juanma. Así que pensé que en vez de llamarla por teléfono y contárselo, lo mejor sería decírselo luego en casa más tranquilos. Yo sabía perfectamente, que como otras veces que me había marchado por culpa del trabajo, nunca me había puesto ningún inconveniente.

Y después de pensar en todo esto, seguí con lo mío.

Cuando por fin levanté la cabeza del ordenador eran casi las cinco de la tarde ¡cómo se me había ido el tiempo sin darme cuenta! En ese momento me acordé de las palabras de Sandra y la verdad es que no le faltaba razón, al final me dieron las tantas de la tarde y no había ido a comer. Por una cosa o por otra, siempre ocurría lo mismo. Yo mismo me sentía un poco mal por no haber ido a comer, así que me bajé a la máquina, me pillé un café con un bollo de chocolate y me volví a mi mesa.

Justo cuando me iba a comer el pastelito recibí un email de Sandra.

¡Vaya!, pensé al verlo.

Sin perder tiempo, me dispuse a abrirlo y a leerlo.

¡Querido Juguetito!,

Antes de nada, agradecer tu respuesta. Me he llevado una agradable sorpresa al ver tu correo.

El miércoles por la tarde, a eso de las cuatro o las cinco estaré sola en casa, si quieres podemos charlar por el Messenger para echar el rato e irnos conociendo, tú me dices algo.

Por cierto, no tenemos tu número de móvil, el mío es el 8X9 5X4.5X7, por si te apetece llamarnos algún día.

Un beso

Dulce Pareja (Sandra)

¡Vaya!, que confianzas se había cogido Sandra desde el principio llamándolo “juguetito”. Además, cosa que me preocupó un poquito, parecía que estaba dispuesta a hablar con él justo a una hora en la que yo no podría estar presente, ¿por qué?

A pesar de mi sorpresa al leerlo, no me pareció mala idea, así se podrían conocer de forma más relajada sin estar yo por medio. Y si todo funcionaba correctamente, podría aprovechar el calentón que él le dejara para cuando llegase yo por la tarde. (¡Pero qué pervertido soy, por dios!, a veces me doy hasta miedo a mi mismo).

El único problema era que aún no le había dicho a Sandra lo del viaje a Madrid y que lo de quedar con él tendríamos que posponerlo para otro fin de semana. Espero que no se disguste mucho cuando se lo diga, pensé. Al fin y al cabo sólo sería retrasarlo una semana. De todas formas, para que no cayese de nuevo en sus indecisiones, algo me tendría que inventar para que mantuviese el mismo nivel de calentura.

Automáticamente levanté el teléfono y la llamé.

  • Acabo de recibir tu mail.

  • ¿Y qué te parece?, me preguntó ella.

  • Si a ti te parece bien, a mí, perfecto. Incluso me gusta eso de que le hayas llamado “tu juguetito”.

  • ¡Por ir dándole un poco de confianza al muchacho más que nada!

  • Además, le he dicho el miércoles para darle un poco de tiempo a que lo lea y me contesté, pero yo estaba dispuesta para que fuese esta misma tarde , me soltó dejándome más alelao que to las cosas.

  • ¡Vaya!, lo tienes todo bien planeado.

  • Más o menos, no creas…

  • Además le he dado mi número de móvil porque estoy segura que tú no lo has hecho. A ver si me envía el suyo y ya lo tenemos, ¡que otra tarde cómo la de ayer no la paso!

  • ¡Bueno!, ahora te tengo que dejar, luego hablamos, le dije sin llegar a responderle a su último comentario, pero pensando, sin duda, en la tarde del pasado domingo.

  • ¡Una cosita, cari!

  • ¡Dime, Cielo!

  • Cómo hoy seguro que vienes tarde, me voy a ir de compras para estar guapa por si por casualidad quedamos el próximo fin de semana.

Le dije que sí, que fuese pero que no se volviese loca que la cosa no estaba para tirar cohetes y que además no se hiciera muchas ilusiones porque todavía no sabíamos si podría ser ese fin de semana o el que viene. Ella se rió sarcásticamente y enviándome un beso, me colgó el teléfono.

Las horas pasaban lentas y el personal iba llegando a la oficina, y tal y como iban llegando se iban marchando cada uno a su casa. A mí aún me quedaba un rato, sobre todo porque todavía tenía que preparar el presupuesto para el tema de la visita.

A eso de las ocho volvió a sonar el teléfono de nuevo, era Sandra.

  • ¿Cuánto te queda?

  • Más o menos, una hora, ¿porqué?

  • Porque estoy cerca de la oficina y se me ha ocurrido el pasar a enseñarte lo que me comprado.

  • ¡Vale!, pero aún me queda un buen ratillo, le contesté.

  • Pues entonces, en un ratito nos vemos, me dijo enviándome un besito y colgando el teléfono.

Al final no me había quedado claro si venía a la oficina o si se iba para casa. ¡Bueno!, no me preocupé mucho y seguí con lo mío.

La verdad es que estaba un poco harto de trabajar y si no fuese porque no sabía que iba a hacer Sandra, hubiese cerrado y hasta mañana a las ocho con un bizcocho. Pero ante la duda, decidí esperar a la más tetuda un poco más a ver si llegaba antes de volverla a llamar al móvil, más que nada, por si iba conduciendo en ese momento. Así que para matar el tiempo cerré todos los programas de trabajo y me puse a navegar por Internet buscando alguna página porno de tríos amateur para ponerme cachondo pensando en Sandra, Juanma y yo, y por qué no, tocarme un poco el rabo para irlo poniendo a tono.

Al cabo de un rato de estar viendo como aquellas mujeres se tragaban aquellas pollas de dos en dos como si fuesen manojos de rábanos, me estaba poniendo malo. Imaginaba que todas las mujeres eran Sandra y que aquellos rabos estaban duros justo por eso, porque se estaban follando o dándole de chupar a mi querida mujer.

De repente oí la puerta y a través de la cámara de vigilancia pude ver que alguien entraba en el edificio. Menos mal que era Sandra, porque si llega a ser Fernando Alonso, me da un patatús.

¡Vaya!, al final ha decidido venir, pensé.

Subió las escaleras y se asomó al cristal para mirar hacia el interior de la oficina. Al verla le hice un gesto con mi polla, (¡yo, tan agradable como siempre!) cogiéndomela con la mano por encima del pantalón. No escuché lo que dijo, pero lo entendí perfectamente ¡Que cerdo!

  • ¿Y eso porqué?, le pregunté en broma.

Minimicé la página porno para que, de momento, ella no la viera (no quería que pensase que había estado todo el día viendo porno y no trabajando), y me levanté del sillón para ir a saludarla como se merecía, con un beso con lengua en sus preciosos y gorditos labios (de la boca).

  • ¿Qué te queda? , me preguntó.

  • No mucho, ya casi estaba cerrando.

  • Vale, pues mientras tú vas recogiendo, voy a mirar el correo a ver si tengo respuesta de “mi juguetito”.

  • ¡Qué cabrona!, le dije. Le has puesto nombre y todo, y eso que aun no le conoces, ¿qué harás cuando le conozcas?

  • ¿No sé?, habrá que ir viendo sobre la marcha, me contestó riéndose y agachándose para encender el ordenador.

Quince o veinte minutos después lo tenía todo recogido, el ordenador apagado, puesto el desvío y prácticamente recogiendo mi maletín para marcharnos cuando de repente ella se giró con la silla y me enseñó un precioso tanga blanco entre sus piernas y de nuevo aquellas medias abiertas que tanto me gustaban, ¡era una vista maravillosa!

No sé qué pasó por mi cabeza en ese momento, pero soltando el maletín, me fui hacia ella y poniéndola de pie, me empecé a comer sus labios. Aquello le gustó a Sandra y automáticamente, cómo si tuviese un resorte, su lengua empezó a buscar todos los rincones secretos de mi boca. Poco a poco la fui empujando contra la estantería, ahora no tenía salida pero tampoco hacía falta.

Seguí besando su cuello, sus orejas, sus ojos, otra vez estábamos bastante cachondos los dos, últimamente cada dos por tres, quizás el morbo de hacerlo en la oficina y el riesgo de ser pillados, nos ayudó bastante.

Mi mano se paseaba por sus piernas buscando el final de la falda mientras que la otra sobaba sus tetas por encima del jersey. En ese momento mi pantalón ya mostraba un bulto que a gritos pedía salir a tomar el fresco. Le di la vuelta a Sandra, ahora poniendo su cara contra la estantería y empecé a rozar su culo con mi rabo mientras que mis dos manos sobaban aquellas tetas a sus anchas y mi boca mordisqueaba su cuello justo en la parte de atrás de la cabeza, ¡vamos, lo que viene siendo la nuca!

Sin darle la vuelta, le fui quitando el jersey dejándoselo enganchado en la cabeza sin que pudiese ver y subí su falda todo lo que pude. Ahora sí, ahora me podía dedicar en cuerpo y alma a frotar mi rabo sobre su culo desnudo mientras que mis manos amasaban aquellos dos lindos globos.

Una de mis manos bajó hasta su coñito y apartando un poco el tanga le metí un dedo cuanto pude, lo saqué y me lo llevé a la nariz. ¡Qué olor, dios mío!, ¡que olor!, ¿cómo podía oler tan bien? Tras olerlo un pequeño rato, lo chupé un poco para suavizarlo y nuevamente lo bajé para volverlo a meter en su raja.

La follé un poco y volviéndolo a sacar lo metí en su boca para que compartiese aquel agradable olor y sabor conmigo. Sandra, que por aquel entonces ya me demostraba que le gustaba igual o más que a mí su propio sabor, me estaba chupando aquel dedo como si de una verdadera polla se tratase. Fue entonces cuando decidí que aquel día no se la metería en la boca, si se la llego a meter y me hace lo mismo que a mi dedo, me hubiese corrido en menos de nada.

Pero me dio la impresión de que ella no pensaba igual que yo, porque separándose del mueble y dándose media vuelta, me empujó para que cayese justo en su sillón dónde antes ella estaba enseñándome el coño. Sin mediar palabra, se arrodilló delante de mí, me quitó el cinturón, me desabrochó el pantalón y bajándomelos hasta los tobillos junto con el calzoncillo, dejó mi polla totalmente indefensa a sus ataques, aunque bueno, ya llevaba un buen rato pidiendo a gritos salir a la calle. Sin darse tregua empezó a darme lamidas de arriba abajo recorriendo todo mi tronco hasta llegar a los huevos donde paraba para darme suaves lengüetazos como sólo ella sabía hacerlo. ¡Qué bien chupa pollas! ¡Qué gran premio se iba a llevar Juanma si conseguía que se la chupase!

Realmente, lo que me estaba haciendo era calcado a otras veces pero esta vez tenía un punto de morbo añadido, hacerlo en la oficina y nerviosos por saber qué pasaría si alguien cruzaba la puerta de la calle.

  • ¡Por favor, para un poco!, no voy a aguantar mucho si me la sigues comiendo así, le dije recobrando un poco la cordura.

Intentando no caerme, me puse de pie, (recordad que tenía los pantalones atrapándome las dos piernas y la verdad es que en esa postura era difícil andar si no era a saltitos), y cómo pude la atraje hacia mí y la tumbé en su escritorio levantando su falda y dejando su coño totalmente expuesto a mis diabluras. ¡Qué morbo de mesa!, esta mañana estaba llena de papeles y rodeada de gente y ahora Sandra estaba tumbada casi desnuda sobre ella, esperando que mi rabo la ensartara como si de un pinchito moruno se tratara.

No me lo pensé dos veces y así lo hice, la cosa no estaba cómo para perder ni un segundo. Separé un poco el tanga blanco y de un tirón se la metí entera hasta que mis huevos chocaron con su culo, aquella embestida nos produjo un momento de placer que sólo nosotros dos sabíamos disfrutar.

Poco a poco empecé a darle suaves empujones con mis riñones mientras que mis manos nerviosas no paraban de sobar sus duros pezones. Yo hubiera seguido a ese ritmo, pero Sandra, sin hablar siquiera, empezó a moverse sobre la mesa haciendo que las metidas fueran aumentando de velocidad al ritmo que ella marcaba con sus dedos sobre su clítoris. Era increíble verla como, tumbada en la mesa, ella me estaba follando a mí mientras que sus tetas se balanceaban adelante y atrás escapándose de mis manos.

Aquellos rápidos movimientos de su culo me estaban haciendo llegar al orgasmo, estaba a punto de correrme. Sólo fui capaz de sacarla de su coño y soltar un gemido que me salió desde lo más hondo de mi alma acompañado de un chorro de esperma que salió disparado llenándole de leche todo el ombligo y manchándole buena parte de su estómago y sus tetas.

  • ¡Lo siento muchísimo, pero es que no pude aguantar más!, le dije mirándola con carita de niño bueno.

  • ¡No te preocupes, mi vida!… ¡Pero esta me la debes, que lo sepas! , me dijo levantándose de la mesa y sentándose de nuevo en el sillón de su escritorio.

Sin dejarme escapar se agarró otra vez a mi polla y sin darme ni unos segundos de tregua empezó de nuevo a chuparme la polla. Estaba recién corrido y mi capullo estaba muy, muy sensible, aquello me producía demasiado gusto, un gusto que no podía aguantar. Mis piernas estaban más que temblonas pero aquello parecía no importarle mucho, su lengua, llena de semen, recorría mi verga en busca de más. Después de unos segundos haciendo un trabajo espectacular, mi rabo brillaba reluciente como un espejo pero cada vez era más pequeño.

Aquella vez no hubo suerte y lo que tenía que haber reaccionado poniéndose como un mástil, en aquel momento más bien parecía un trozo de plastilina mal moldeada.

  • Creo que no voy a poder más. Si quieres luego en casa seguimos, pero ahora va a ser imposible que mi pequeño pitufo se vuelva a poner grande por mucho que lo intentes, le tuve que decir al ver su insistencia en mis pelotas.

  • ¡Bueno, lo dejo, pero esta me la debes!, me volvió a repetir de nuevo mientras se levantaba y se colocaba un poco las ropas.

Ahora ya un poco más relajados, mientras nos vestíamos le comenté lo de mi viaje a Madrid.

  • ¿Cómo?, ¿qué después de todos los preparativos te vas?, ¡no puede ser! , me contestó con voz de enfado.

  • ¿Y no puede ir otra persona?, ¿tienes que ser tú?

  • ¡Cari!, sabes que hay ciertos Clientes que quieren que vaya uno u otro comercial. ¡Siempre lo hemos hecho así!

  • Ya, pero…

  • ¡No, vida, ni peros ni manzanas! Lo siento mucho, pero es lo que hay, ¿qué le vamos a hacer? Sólo será retrasarlo una semana. Además ni tan siquiera sabemos si él puede quedar este fin de semana o no.

Al escuchar mis explicaciones no se pudo negar y tuvo que admitir que tenía que ser yo el que viajara y que el asuntillo que traíamos entre manos tendría que esperar a otro momento.

  • ¡Bueno!, pero lo de hablar con Juanma el miércoles sigue en pie, ¿verdad?, me preguntó.

  • ¡Sí, claro!, ¿por qué íbamos a cancelar eso?, le respondí. El miércoles estoy yo aquí.

  • ¡Bueno, vale, si es así pues nada, a esperar! , me dijo bastante resignada.

  • ¡Aunque bueno, a la hora que he quedado con él, tú no estarás! , terminó diciendo para darme un nuevo ¡Zas, en toda la boca! mientras salía de la oficina.

A los pocos minutos salíamos de la nave en dirección a casa. Ya le preguntaría que tenía pensado hacer con él a solas, ¿sería lo mismo que con Pablo?, ¿no sé?, ¡ya lo averiguaría!

MIERCOLES, 05 DE NOVIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)

El martes pasó bastante rápido. Es decir, mucho trabajo, poco descanso y poco más. Lo único a destacar fue una pequeña charla que tuve con Juanma a través del chat pero que no sirvió de mucho ya que no tuve demasiado tiempo cómo para extenderme.

Además, desde el lunes que Sandra se quedó a dos velas en la oficina, no habíamos follado ni nada parecido (ni tan siquiera le había puesto mi rabo ante sus ojos para que me la chupase, cosa que hacía cada vez que me levantaba del sofá y pasaba por delante de ella). Eso a Sandra ya la empezaba a mosquear. Ella no paraba de preguntarme que si ya había empezado a preparar nuestra cita o que si había conseguido hablar con Juanma, pero en ningún momento le dije nada de lo que estaba haciendo. Quería que se mantuviese bien caliente por lo menos hasta esta tarde cuando hablase con Juanma.

  • Cari, ¿estás enfadado conmigo o algo?, no me dices nada y apenas hablamos en el poco tiempo que estás en casa. Ya ni siquiera me pides que te la chupe, ¿te pasa algo? , me preguntó aquella mañana con cara tristona y con los ojitos como los de un gatito chico.

En aquel momento al verla tan tristona no quise martirizarla más y le di una respuesta de por qué me estaba comportando así.

  • Ayer estuve hablando con Juanma y le he dado tu Messenger, pero no el de dulce pareja, sino el tuyo personal, para que se conecte esta tarde.

He de decir que, aunque se lo volví a dar, él ya lo tenía porque Sandra le había contestado desde su correo, pero fue lo que se me ocurrió de momento.

  • Y si no te follo no es porque no me apetezca, todo lo contrario, estoy loco por pillarte por cuenta. Lo que pasa es que estoy intentando que estés lo más cachonda posible para cuando hables con él.

  • ¡Qué cabrón eres!, ¿no?

  • Un poco sí, para que lo vamos a negar.

  • Además te voy a tener sin follar por lo menos hasta el sábado que yo vuelva.

  • ¡Pues no te pases, chaval! que cómo hoy no trabajo, igual me mato a pajas.

  • ¡Anda que bonito!, yo trabajando y tu pajeándote.

  • ¿Qué “paicha”?, me respondió con tono bastante chulete. Si tú no lo haces, lo tendré que hacer yo, ¿no?

  • ¡Tú no sabes hacer eso, carajota!, le respondí sabiendo que ella no era capaz de aquello.

Ya me gustaría a mí que eso fuese verdad. Aparte de la que se hizo el otro día, jamás la había visto o escuchado que se masturbase a solas.

  • ¡Si yo te contara!, me dijo dejándome con algunas dudas.

¿Qué significaba aquel “si yo te contara”?

  • ¡Por cierto!, ¿por qué le has dado mi Messenger? , me preguntó con cara de felicidad y con voz de pillina.

Al hacerme aquella pregunta me di cuenta de que no había caído en que ella ya se lo había dado antes.

  • ¡Porque sí!, ¡porque me ha dado la gana!, ¿algún problema?, le contesté entre bromas.

  • ¡No!, pero si no me lo dices no sé si esta tarde tengo que conectarme con el mío o con el de parejita.

  • Por cierto, ¿vienes a comer?

  • Me gustaría pillarme la tarde para poder estar contigo cuando hables con él, pero lo más seguro es que no, de todas formas luego te llamo y te digo algo.

  • Por cierto, si no puedo estar, cuando hables con él o si vas a hacer algo fuera de lo normal, cómo una pajita, por lo menos grábalo para verlo luego, ¿vale?

  • ¡Bueno!, ya veré que hago… Si no quieres perdértelo, ya sabes, píllate la tarde, ¡guapito de cara!

Le di un beso acompañado de un suave tortazo culeril y me marché a la oficina bastante más nervioso que de costumbre. ¿Se haría una pajita?, ¿hablaría con él?, ¿quedaría con él? O peor, o mejor según se mire, ¿se haría una pajita con él después de quedar? ¡Cuántas dudas, por dios!

Cómo era de esperar, no pude librarme de trabajar aquella tarde, además sólo pude llamarla una vez a esos de las dos para decirle que no iría y que no se olvidara de lo que le había dicho.

MIERCOLES, 05 DE NOVIEMBRE DE 2008 (TARDE)

En cuanto pude me marché. Llegué a casa a eso de las ocho hecho un manojo de nervios y me encontré a Sandra sentada en el sofá y jugando a las cartas con el portátil.

  • ¿Se ha conectado Juanma?, le pregunté un poco nervioso a la espera de que me dijese que sí y que por fin habían quedado para vernos.

Pero su respuesta no fue la más esperada por mí.

  • ¡De momento no!, ¿a qué hora quedaste con él?, me preguntó un poco desilusionada.

  • ¿Yo?, a ninguna. Fuiste tú la que quedaste a eso de las cuatro o las cinco, ¿no?

  • ¡Sí!, pero como tú hablaste ayer con él, igual habías cambiado la hora.

  • No hablamos de hora, simplemente hablamos de quedar hoy, ¡nada más!, le dije a Sandra.

  • ¡Este igual ni se conecta! , me respondió con voz tristona.

  • ¡Que sí mujer!, ya verás cómo se conecta. Igual ha tenido algún problemilla. Me doy una ducha y vuelvo, le dije mientras desaparecía por la puerta del salón.

  • ¡Por cierto!, ¿has usado la cámara?

  • ¡No!, ¿para qué?

  • ¿No sé?, ¿te has hecho una pajilla o no?

  • ¿A ti que te importa lo que yo hago?, ¡anda!, date una ducha y vente conmigo.

No me lo quiso contar. ¿Se la habría hecho?, ¿la habría grabado?, no me importó, de momento. Igual, si lo había hecho, lo tenía preparado para darme una sorpresita luego.