Solo era el principio (23) Totalmente seguros...

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 23

Totalmente seguros…

DOMINGO, 02 DE NOVIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)

El camino de vuelta a casa volvería a conducir ella. Me lo dejó bastante claro en cuanto salimos del local, si ella lo había llevado, ella lo traería y no había más que hablar. Me pareció correcto, ya que aparte de que yo llevaba un par de copillas más de la cuenta, aquello me daba la opción de hacerle un par de preguntas sin tener que estar atento a la carretera.

Abrazados fuertemente el uno al otro, íbamos andando por la calle en dirección al coche con un frío del copón y sin embargo, con lo friolera que ella dice que es, debajo del chaquetón volvía a llevar desabrochada prácticamente toda la parte de arriba del traje dejando ver casi toda la carne de sus tetas sin sujetador. El frío ya ni le importaba, tenía el calor metido en las venas. Al estar tan juntitos, aproveché para meter mi mano entre sus tetas y tocar la parte que hacía menos de media hora, había sido chupada por la húmeda lengua de Cristina. ¡Qué momento!, ¡qué divino momento fue aquel!

Cuando por fin entramos en el coche, lo arrancó y en silencio por el cansancio pero pensando cada uno en sus cosas, que sin duda en aquel momento debían ser las mismas, nos pusimos en marcha de vuelta a casa. Ver en  su gran escote el reflejo de las farolas de la calle me gustó muchísimo y no me importó que fuese así, todo lo contrario, entre otras cosas porque ya eran casi las siete de la mañana y aparte de unos pocos borrachos, no había mucha más gente en la calle. Aunque tampoco me hubiese importado darle “los buenos días” a algún barrendero del barrio, ¡enseñarle su cuerpo a otro gremio más hubiera sido el fin de fiestas perfecto!

  • ¿Crees que lo he hecho bien?, ¿he hecho lo que querías o debería haber hecho algo más fuerte? , dijo de repente rompiendo el silencio de la noche pero sin apartar la vista de la carretera.

No supe que decir. Puedo asegurar que a Sandra le había gustado tanto como a mí ver todo aquello que habíamos visto. Si la hubiese dejado o si se lo hubiese sugerido, ¿se los habría follado?, ¿se habría apuntado a la fiesta de Nacho y Cristina? ¿No lo sé?, quizás en otra ocasión lo pudiese comprobar. Con lo vivido aquella noche tenía más que suficiente, de momento, claro está.

  • ¡Y tú!, ¿cómo te lo has pasado tú?, le pregunté dando un giro a la conversación y aprovechando que ella había sacado el tema.

  • ¡Bastante bien!, creo que mucho mejor de lo que pensaba antes de que ocurriera. Cuando me lo propusiste en el puerto no lo tenía muy claro, para qué te voy a mentir. Te dije que sí porque sabía que si no lo hacía te ibas a enfadar y me lo ibas a echar en cara toda la vida.

  • ¿Y de nuestros nuevos amigos, qué me dices?, le seguí preguntando pasando mi mano por su pecho desnudo, dejando pasar su comentario sobre mi posible actitud ante una negativa de ella.

  • ¿Nacho y Cristina?, ¡una pareja estupenda! No me importaría volver a quedar con ellos otro día, pero eso sí, sólo para tomarnos una cervecita, me dijo con voz alegre pero sin mirarme en ningún momento.

  • ¿Sólo una cervecita?

  • ¡Bueno, de alguna forma habría que empezar!, ¿no? Después igual me dejaba que me invitaran hasta a una copa , respondió entre risas nerviosas pero dejando en el aire la posibilidad de repetir con ellos.

Aquella respuesta me resultó bastante agradable y positiva. Sandra, cuando quiere algo, cómo ya habréis comprobado anteriormente, para no dar su brazo a torcer a las primeras de cambio, siempre intenta dar un rodeo para llegar al sitio que desea sin que se note su objetivo. Y aquella respuesta me sonó a eso, primero un pretexto para quedar con ellos y luego ¡hasta el infinito y más allá…!

  • ¿Y de Chema que me dices?, le pregunté un poco más animado tras su posible consentimiento a pensar en una segunda oportunidad y ¿cómo no?, para saber si aquel rabo con piernas le había gustado o no.

  • ¿A Chema?, a ese lo veo como un aprovechado que coge de todo sin ofrecer nada…

  • ¿Sin ofrecer nada?, pregunté un tanto extrañado.

  • ¡Bueno, algo sí que ofrece!, ¡su polla!

Y tras aquel comentario, hizo una breve pausa.

  • ¡Aunque tampoco te creas que es como para tirar cohetes! ¡Es un rabo del montón y poco más!

Tenía toda la razón, al fin y al cabo aquel chaval tampoco es que fuese un superdotado, para qué vamos a mentir.

  • Y con la otra pareja, que no me acuerdo ahora como se llaman…
  • Irene y Fernando, le comenté.

  • Pues eso, con Irene y Fernando, ¡bien! Aunque ella no me hace mucha gracia, era un poco borde…

  • Pero él sí, Fernando era un chico bastante majete en todos los sentidos, me dijo separando las manos por un momento del volante y haciendo un gesto de medir una buena polla de lado a lado.

Aquel movimiento me recordó enseguida el gesto que hizo y que tanto nos hizo reír el día que íbamos a entrar en el sex-shop. ¡Vaya con la tontita!, ese rabo parece que le ha gustado más que el de Chema, pensé al escuchar su comentario.

  • Pues me parece a mí que no te lo has pasado mal del todo, ¿no?,
  • ¡No ha estado malamente del todo!, me respondió con la misma respuesta que me daba cuando habíamos terminado de echar un buen polvo.
  • ¿Crees que podremos repetir algún día?, le volví a preguntar intentando sacarle el máximo de información posible.

  • ¡Para que mentir!, todo ha sido un pelín extraño y creo que me ha hecho cambiar de idea…

  • ¿Cómo cambiar de idea?, ¿pero no habíamos quedado en conocer a Juanma?

  • ¡Pues por eso lo digo!… A lo mejor cuando quedemos con Juanma no sólo quedamos para cenar.

¡Vaya!, la cosa no va nada mal, todo lo contrario empieza muy bien, pensé enseguida.

Como ya había dicho antes, tras el rodeo ya íbamos llegando a un punto sin retorno. Y antes de seguir con mi interrogatorio, cogí dos cigarros, los encendí y uno se lo pasé a Sandra.

  • ¿Y qué es lo que más te ha gustado de todo?, le volví a preguntar.

  • ¿De verdad quieres saberlo?

  • ¡Pues claro que sí!, ¡para eso te lo he preguntado!, le dije.

  • ¡Pues bien, te lo diré!, de todo lo que hemos hecho lo que más me gustó fue que te corrieses con las manos de Cristina sobre las mías. Fue algo distinto el notar bajo mis manos, tu polla y sobre ellas, las manos de Cristina poniendo el ritmo de la paja.

  • Me puse un poco celosilla al verla a mi lado tocando algo que sólo es mío, pero no me importó, el momento pudo más que mis celos.

¡Joder!, pensé al escuchar sus palabras. Jamás creí que algo así saliese de la boca de Sandra. Siempre imaginé que me diría que lo que más le había gustado era el rabo de Fernando, que cómo ella ya me había dicho antes, estaba más o menos bien dotado, o incluso que no le había gustado nada, pero jamás que me dijera aquello. Esas palabras me daban a entender que todo lo que había hecho lo había hecho para darme placer a mí, y si mucho no me equivocaba, empezó con esa idea pero poco a poco la fue cambiando hasta disfrutar. Con aquellas palabras se cumplía lo que siempre había pensado, tenía a la mujer más buena del mundo a mi lado que sólo pensaba en mi propio placer y no en el suyo.

La verdad es que la pajilla a cuatro manos también me gustó muchísimo a mí, ¡como para no gustarme!, pero puedo jurar que en ningún momento tocaron mi polla unas manos que no fueran las de Sandra. Sólo una vez sentí el roce de las manos de Cristina en el interior de mis muslos, pero nada más. Cuando Cristina ayudó a Sandra sólo hizo eso, ayudarla.

  • ¿Y a ti?, me pregunto ahora.

  • ¿A mí?, ¡no sabría que escoger!, le respondí tras pensar unos segundos en todo.

  • Han sido tantas cosas en tan poco tiempo que no sabría cual escoger. Tal vez cuando te desnudaste ante todos, cosa que de verdad no esperaba que me dejaras hacerlo y me dejo a cuadros.

  • También me gustó mucho cuando me puse a tocar tu chochete mientras Fernando miraba fijamente como te follaba con mis dedos o cuando Chema se la clavó hasta el fondo a Cristina.

  • Y no digamos cuando Irene se sentó a nuestro lado con aquel precioso e inmenso par de tetas tan cerca de mis manos mientras que tú estabas sentada sobre mi verga.

  • La verdad es que eso también me gustó a mí. Ver y escuchar a dos parejas a nuestro lado follando, me puso bastante cachonda.

  • Por cierto, me costó muchísimo trabajo contenerme para no tocar aquellas tetas, ¡que lo sepas!

  • Si no le has tocado las tetas a ninguna de las dos es porque no has querido. Yo no te lo impedí y además no me hubiese importado ver como tocabas otras tetas que no eran las mías, me respondió dándome un nuevo zas en toda la boca.

  • Por lo demás ¿no sé?, ¿no sabría decir qué me gustó más?, continué hablando sin hacer caso a su comentario pero guardándomelo en la chistera para sacarlo a relucir la próxima vez que tuviese unas buenas tetas a mí alcance.

Pero me paré un poco a pensar y seguí hablando.

  • ¡Bueno, sí!, creo que sé lo que más me gustó, le dije. Lo que más me gustó fue cuando Cristina chupó tus tetas para limpiar mi leche… ¡Joder!, ¡es que eso fue la leche!, y nunca mejor dicho.

  • La verdad es que hemos hecho muchas cosas esta noche pero en ningún momento hemos hecho nada malo. Tú me has follado a mí y yo he follado contigo mientras que losdemás hacían lo que querían delante de nosotros, ¿verdad?

Aquellas palabras me descuadraron pero bien mirado no le faltaba razón. No habíamos hecho nada raro, entre comillas ¡claro! Y aunque yo había conseguido llevarla al huerto, seguía sin mi buen par de cuernos y con más ganas, si cabía, de verla follar con otro hombre. Mañana mismo, bueno dentro de un rato, me pondría de nuevo manos a la obra para acelerar un poco el tema de Juanma y ver si se cumplían sus palabras de “algo más que una cena”. Si Sandra había llegado hasta allí no podía dejar que se enfriara.

Al llegar a casa seguimos charlando un rato más sobre lo que sentíamos en ese momento y aunque en varias cosas tuvimos discrepancias, en la mayoría estuvimos de acuerdo, cosa que me agradó mucho porque eran muchas más las cosas a favor que las cosas en contra.

El recordar todo lo que habíamos vivido en aquellas últimas tres o cuatro horas hizo que me empezase a poner otra vez burro y que le metiera mano por debajo de aquel traje que tanto juego nos había dado.

  • ¡Estate quieto, jodío!, vámonos para la cama que ya es muy tarde y mañana nos levantamos a las tantas, me dijo al ver mis intenciones de querer volver a empezar con la fiesta.

No quise ser pesado, ni tras las dos corridas de aquel día, ni tampoco quedar mal si no me empalmaba en condiciones, así que apagando la tele y recogiendo el cenicero, nos fuimos a la cama. Una vez tumbados en la cama, acerqué mi cara a la de Sandra y empecé a besarla tiernamente.

  • ¡Muchas gracias, mi vida!, ¡te quiero muchísimo!

  • ¡Yo también te quiero mucho!

  • ¡Y muchas gracias a ti también!, me contestó ella devolviéndome los besos y cerrando los ojos para quedarse dormida.

DOMINGO, 02 DE NOVIEMBRE DE 2008 (TARDE)

Eran casi las cuatro de la tarde cuando me desperté y enseguida me vino a la memoria todo lo vivido la noche de antes. Al recordar aquel manojo de imágenes me asaltó una preocupación que otras veces ya me había ocurrido. Anoche en caliente me dio todo su permiso para seguir adelante, pero ahora en frío no sabía cuál podría ser su reacción. Estuve a punto de despertarla y preguntarle, pero estaba tan dormidita que me dio mucha pena, así que cómo de costumbre, cogí y me fui a la cocina para hacerme un café y limpiar las putas caquitas de Duque.

Por la hora que era tuve dudas sobre si prepararme un café o tomarme una cerveza. Al final me decidí por el café, la cerveza la dejaría para luego cuando estuviese un poco más despejado.

Mientras me lo tomaba, apoyado sobre aquella encimera que tantos secretos guardaba, seguí pensando en todo lo ocurrido. Aquellos pensamientos me estaban provocando una doble reacción, la primera era que me estaba volviendo a poner cachondo, lo noté sobre todo por el bulto que se me estaba creando entre las piernas. La segunda y más importante era que sentía una gran sensación de culpabilidad. ¡Sí, he dicho bien!, ¡culpabilidad! Al fin y al cabo todo había ocurrido por la presión constante a la que yo había sometido a Sandra durante los últimos meses y por la buena intención de ella de agradarme en todo, aunque también era verdad que al final era ella la que decidía si hacerlo o no. Desde el principio la había ido empujando para que fuese aceptando pequeñas cosas y poco a poco había ido subiendo la dificultad del juego hasta llegar a aquel momento. Pero lo mejor, o peor, ¿quién sabe?, era que ella no me había puesto ninguna pega, al contrario, lo hacía con sumo agrado. ¿Quizás esa actitud por su parte me había dado pie a pensar en otra y otra y otra nueva situación morbosa?

Mi cabeza daba vueltas muy rápidas y mi subconsciente me decía que en ese momento no estaba arrepentido de nada, todo lo contrario estaba muy contento, además me sentía muy feliz por la reacción de ella a todo esto. Pero, cómo he dicho antes, quería saber su reacción en frío, Sandra no era bipolar ni mucho menos, (¡yo sí!, como ya habréis comprobado), pero si un poco cambiante de la noche al día. Cuando su higo estaba sequito era bastante diferente a cuando su ostrón se abría por la humedad. Así que intentando ser lo más positivo posible, cosa rara en mí, mientras me tomaba el segundo café me centré en otros pensamientos más agradables cómo eran las tetas de Irene o en el chochito húmedo de Cristina follado por una polla que no era la de su marido. Todos aquellos pensamientos desembocaron en uno, el más firme que yo tenía, tenía que seguir con mi plan cuanto antes y hacer una cita con Juanma para que de una vez por todas ocurriese lo que tuviese que ocurrir. ¡Veis cómo yo si soy bipolar!

Al ver que ya era un poco tarde, casi las cinco, decidí despertarla. No soportaba más no saber cuál sería su reacción. Además, para darme un poco más de ánimo, me acordé de aquella noche cuando conocimos a Alex en el Pub y al final yo me quedé dormido. A pesar de lo caliente de la situación y de mi mala actuación, a la mañana siguiente se levantó de muy buen humor. (Si mal no recuerdo me quedé dormido y ella se tuvo que hacer una buena pajita en el sofá, ¡je, je!).

En silencio y a oscuras entré en la habitación. Con la poca luz que entraba por la puerta pude ver a Sandra que estaba en la cama tumbada de espaldas a mí, aquel reflejo me dejaba ver el contorno de su cuerpo tapado por el cálido nórdico. Haciendo el mínimo ruido posible, cosa difícil ya que el perro se había venido conmigo y de inmediato se puso a lloriquear, levanté un poco la persiana para que entrara algo más de luz. Me senté justo detrás de ella y empecé a acariciar su pelo para que se fuese despertando poco a poco pero no me hizo mucha falta, ya estaba despierta.

  • ¡Buenos días!, le dije, pero no tuve respuesta.

Se dio media vuelta y acercó sus labios hasta mi cara para darme un cariñoso beso de buenos días.

  • ¿Qué tal?, le pregunté.

  • ¡Bien!, pero llevo un buen rato dándole vueltas a lo de anoche.

De nuevo se repetía la escena de las dudas de la misma forma que la noche que me desvirgó con el jueguecito.  De repente toda la tensión que tenía acumulada en la cabeza se me bajó de golpe hasta los huevos provocándome un escalofrío que recorrió toda mi espalda. Todos mis malos augurios se iban a cumplir. ¡Lo sabía, sabía que ella se echaría atrás, como otras tantas veces!

  • ¿Por qué?, le pregunté con una voz nerviosa que me salió desde lo más hondo de mi alma.

  • ¿Crees que podríamos repetir otro día? , me preguntó echando mano a mi paquete.

¡Joder, que susto! Yo pensé que me iba a decir que no le había gustado, que tenía vergüenza, ¿no sé?, miles de cosas negativas, pero jamás aquello.

  • ¡Cuando tú quieras, mi amor!, le respondí con una voz que si antes era nerviosa, ahora no sé ni de dónde me salió.

  • ¡Vale!, pues habrá que ir poniendo fecha a nuestra próxima aventurilla, ¿no? , me contestó empujándome para que me tumbase en la cama y empezase a frotarme la polla con su mano por encima del pantalón del pijama.

Aquella respuesta y aquel suave toqueteo me habían dejado totalmente relajado, todos mis miedos habían desaparecido de golpe. Me encontraba totalmente indefenso a sus caprichos y sus palabras me habían puesto el rabo como una roca. Así que viendo la predisposición de ella a cualquier cosa que le propusiera, aproveché la situación para meter mi mano entre las sabanas y su pijama, buscando su desnudo coñito.

  • ¿Te gustó lo de anoche?, preguntó Sandra estrujándome con fuerza los huevos y apretando sus piernas a la par para que yo no la pudiese tocar a ella.

  • ¡Muchísimo, mi vida!, sabes que lo estaba deseando.

  • ¿Te gusta ver como otra persona me chupa las tetas y me muerde los pezones?, me preguntó pero sin dejarme responder.

Mientras me decía todo esto, frotaba su mano sin parar contra mi verga que crecía cada vez más. Estaba totalmente empalmado notando que Sandra se estaba poniendo cada vez más cachonda y que cada refregón en mi cipote era cada vez más fuerte.

  • ¿Serás capaz de aguantar cuando veas cómo me como su polla?, ¿ver cómo juego con mi lengua en su capullo?

  • ¿Aceptarás qué me folle a cuatro patas?, ¿qué me la meta hasta el fondo y qué se corra dentro de mí?

No respondí pero mi cabeza asentía afirmativamente a todo lo que ella me iba diciendo.

  • Y luego, cuando tenga mi coño lleno de su leche y yo te pida que me folles, ¿lo harás?

Y sin dejarme responder a ninguna de sus preguntas, se montó sobre mí y me metió su lengua en la boca buscando la mía, dándome un beso lleno de amor y pasión que duró varios minutos.

  • ¿Me dejas que te demuestre todo lo que he aprendido durante todo este tiempo a tu lado?, me dijo apartando sus labios de los míos y mirándome fijamente a los ojos

  • ¡Haz lo que quieras, mi vida!, le respondí soltando un suspiro de alegría y colocando mis manos bajo mi cabeza dispuesto a disfrutar todo lo que ella quisiera, que seguramente iba a ser una mamada de las que hacen historia.

Si digo la verdad, lo que menos me esperaba yo aquella tarde en la que me levanté con la cabeza llena de dudas y pesimismo, era que terminara como terminó. En pocas palabras puedo decir que me demostró ampliamente todo y más de lo que había aprendido durante el tiempo que había estado a mi lado. ¡Seguid!, ¡seguid leyendo y veréis!

Gateando hacia atrás puso su cara a la altura de mi polla y empezó a bajarme el pantalón del pijama.

  • ¿Te importa?, me preguntó cuando ya me los había quitado.

  • ¡No, para nada!, haz lo que quieras conmigo, le respondí.

Y sin darme tiempo a terminar bajó la cabeza y cómo yo esperaba, se metió mi rabo en la boca.

Con todos aquellos comentarios, mi polla estaba que reventaba y pedía a gritos su coño para follármela cuanto antes, pero aquel juego me estaba gustando y mucho, además aquellas preguntas que me había hecho sobre su futuro follador me estaban volviendo loco. La idea de verla follar con otro y que después me la pudiese follar yo con su coño bien lleno de caliente leche lo deseaba cada vez más, si es que era posible desearlo más de lo que lo deseaba.

Sin dejar de chupármela, con una mano apretaba fuertemente mis huevos y con la otra se tocaba el pezón de una de sus tetas. No podía apartar mi vista de sus labios, Sandra tenía los ojos cerrados disfrutando de aquella mamada que me estaba regalando. De repente se la sacó de la boca y empezó a recorrer con su lengua desde mis huevos hasta mi capullo dejándome un rastro de saliva que corría por toda mi polla cayendo hasta mis pelotas.

  • ¿Te gusta como lo hago?, me preguntó a la par que sus dos ojos se clavaban en los míos y se restregaba mi rabo contra su cara, pasándosela por sus cachetes, labios y barbilla.

  • ¡Me encanta, mi vida!

Sandra, al terminar de escuchar mis palabras volvió a agachar la cabeza y se la metió de nuevo en la boca.

Sentir sus labios deslizarse por mi verga y notar su lengua sobre mi capullo eran las mejores sensaciones que jamás había conocido, sobre todo por lo bien que lo hacía. Movía su cabeza delante y atrás mientras que con su mano me pajeaba el resto de mi polla. Sin ánimo de ofender, ¡es una estupenda chupapollas!, incluso me excitaba pensar si se lo haría de la misma forma a Juanma.

  • ¿Te gusta, cabronazo?

No pude responder, sólo emití un ruido bastante extraño y moví un poco la cabeza para demostrar lo bien que lo estaba pasando.

Al poco tiempo de estar sacándome brillo en la calva, paró en seco dejándome a la espera de cuál sería su próxima diablura. Cosa que no tardé en saber ya que automáticamente se tumbó sobre mí y empezó a besarme los pezones subiendo poco a poco hasta unir su boca con la mía. Puedo decir que aquel beso sabía a polla, ¡a mi polla! Otra vez, cómo era de esperar, me excite yo solito al pensar que pasaría si aquel sabor salado hubiese sido de la polla de Juanma, ¡me puse hasta nervioso de sólo pensarlo! (Tendría que comprarle una buena pasta de dientes a Sandra para que la usara cada vez que se comiese su polla).

Mientras pensaba en el rabo de Juanma entrando y saliendo de la boca de Sandra, no paraba de sobar su culo sobre el pantalón del pijama como si de la masa del mejor bizcocho se tratara, simulando el magreo que Chema le dio la pasada noche a Cristina en las tetas e intentando meter mi mano entre sus cachetes buscando su agujerito más preciado por mí.

Sin esperármelo, se separó de mis labios y me miró fijamente.

  • ¿Te gustaría comerme el coño, verdad?

  • ¿Qué si me gustaría?, ¡me encantaría, mi vida! Eso que tienes entre las piernas es el mejor de los manjares que jamás haya probado, cielo.

  • ¡Pues hoy te comerás dos platos!, me dijo.

  • ¿Y eso cómo se come?, dije siguiendo un poco la broma.

  • ¡No te preocupes que enseguida te digo cómo hacerlo!, terminó diciendo de forma bastante tajante.

¡Buen plan!, pensé enseguida sin saber a que me exponía pero dispuesto a darme un buen atracón de conejo en salsita.

Se levantó de la cama y en un momento se desnudó completamente para automáticamente volver a sentarse sobre mí, pero esta vez de una forma un tanto especial aunque conocida por mí de las últimas folladas. Sentada sobre mi cara, mi cabeza quedó entre sus muslos a escasos centímetros de su húmeda raja.

Aquello que se me plantó en primer plano delante de mis ojos era, como ya habré dicho un millón de veces, un coño precioso, sin pelo, suave y húmedo por naturaleza, con unos labios rojos y grandes que te invitaban a morderlos. ¡Y cómo no!, ¡su olor!, aquel olor que sin duda era el de siempre, pero esta vez mezclado con un ingrediente más especial aún que el queso o el chocolate, el olor del morbo de saber que dentro de poco recibiría la visita de otra polla que no era la mía.

  • ¡Vamos, empieza con el primer plato!, ¡cómetelo cómo tú sabes, cabrón! , dijo dándome un fuerte chochazo en toda la boca.

Aquellas palabras me hicieron volver al mundo.

Sin pensarlo, mi lengua empezó a pasearse por sus labios, de arriba abajo, buscando su clítoris. A los pocos segundos de estar trabajándomela, mi saliva y sus flujos corrían por mi cara hasta la almohada. Pero por más que tragaba para que no se escapase ni una sola gota, una de las veces se me metió aquel líquido en mis oídos dejándome completamente sordo. ¡Estaba chorreando como nunca!

Pero más se mojó cuando pude separar un poco mi lengua de su chocho para hablar.

  • Cari, imagínate a Juanma debajo de ti, haciendo lo que yo estoy haciendo, ¡imagínatelo, vida!
  • ¡Mmmm!, ¡claro que me lo imagino, mi cielo!
  • ¿Y te gusta?
  • ¡Sí, cari!, ¡claro que me gusta!, ¡sigue así!, ¡cómemelo, me encanta que me hables de Juanma mientras me comes el coño y me hagas sentirme una puta!

  • ¿Y serás nuestra puta, vida?, le dije antes de volver a meterme su pipa en la boca y empezar de nuevo a chupársela con ansias

  • ¡Seré lo que queráis que sea!, dijo con voz entrecortada y entre gemidos que cada vez era más fuertes.

Por primera vez había conseguido que hablase de los dos a la vez en una misma frase, ¡punto y mini punto para el equipo de los chicos!

Al verla tan entregada a mí, saqué una mano como pude y empecé a meterle un par de dedos en el coño para follármela con ellos mientras que Sandra, apoyada en el cabecero de la cama, no paraba de tocarse su clítoris. Su coño en aquel momento estaba totalmente abierto a cualquier sugerencia, y sin duda, preparado para recibir mi polla o lo que fuese.

  • ¿Quieres que te folle?, le pregunté.

  • ¡No!, me respondió de forma tajante.

Un segundo después se bajaba de mi cara y se acostaba boca arriba en el filo de la cama con las piernas bien abiertas.

  • Aún falta por terminarte el primer plato… Así que ya sabes, ¡bájate al pilón y haz que me corra con tu lengua!

Jamás había visto a Sandra con las ideas tan claras. Sabía lo que quería y sabía cómo conseguirlo, ¡que jodía puta!

A pesar de que estaba loco por metérsela cuanto antes, no pude poner ninguna objeción, aquella postura me encantaba. Y si ya me gustaba, más me gustó cuando me acerqué y vi que ella misma, con sus manos se estaba abriendo la raja de par en par para mí. (Si mal no recuerdo, la última vez que lo hizo para alguien fue para el perro)Sin perder un segundo me bajé de la cama y me puse delante de ella para mirar y disfrutar de aquellos amoratados labios que, si ya estaban brillantes por su humedad, más brillaban en aquel momento por el poco sol que entraba por las rendijas de la persiana y que se reflejaban justo en su chochito.

Tras admirarlo un poco, me dejé caer sobre ella y empecé a besar su cuello con tiernos besitos de cariño y a pasar mi lengua por sus hombros buscando la parte de atrás de sus orejitas, caricia que sé que le encantaba. Poco a poco fui bajando con mi lengua, chupando su piel, salada por el sudor que ya empezaba a crearse en nuestros cuerpos. Con mi boca buscaba sus pechos para uno tras otro ir besando sus pezones. ¡Cómo me gustan esos pezones tan duros y que cuando está muy excitada sueltan chorritos de leche como si de dos pequeñas pollas se trataran!

  • ¡Muérdeme los pezones, vida!, ¡muérdelos!, me pidió al notar mi boca sobre sus tetas.

Aquello me sonó totalmente nuevo, jamás le habían gustado los mordiscos y mucho menos ningún tipo de dolor, pero parecía que aquella tarde todo era otra vez diferente. Sandra quería demostrarme las muchas cosas nuevas que había aprendido conmigo y que nunca las había puesto en práctica y si digo la verdad, lo estaba consiguiendo con creces.

Loco al escuchar sus palabras, mordí un pezón pero con menos fuerza de la que me hubiese gustado, tampoco quería hacerle más daño del necesario. Mientras lo mordía con total devoción, su mano apretaba el otro pecho con fuerza incluso haciéndose ella misma daño y dejándose marcados los dedos en la teta.

Después de un buen rato comiéndome, literalmente, aquel delicioso manjar de dioses, quise seguir con mi recorrido hasta llegar a su abultado monte de Venus. Así que poniéndome de rodillas en el suelo entre sus piernas, separé sus labios con mis dedos, y con la punta de mi lengua reinicié el trabajo que antes había dejado a medias. Metí mi lengua tan dentro de su raja como pude y la empecé a mover en círculos en su interior. Debo decir que la tenía tan fuera de mi boca que tras un rato de intenso chupeteo, me dolía muchísimo el frenillo de la lengua, así que para descansar un poco tuve que cambiar de táctica. De momento sólo me dedicaría a sorber con mis labios su jugo y toquetear su clítoris con mis dedos.

Sandra dio un fuerte gemido cuando, con una mano estiré su capuchón hacia atrás dejando su pipitilla al aire y mi lengua empezó a moverse justo encima.

  • ¿Te gusta, zorrona?, le pregunté sin apartar mis labios de su morro inferior.

  • ¡Sí, mi vida!, me respondió.

  • ¡Pero ahora sí quiero que me folles un poquito!, casi me suplicó.

  • ¡Bueno, ya veremos!, le respondí queriendo portarme cómo un chico malo.

Tras estar un ratito más comiéndome su rica chuchería, Sandra empezó a jadear más intensamente notando como su lubricación natural se hacía bastante más espesa y abundante, ¡estaba a punto de correrse!

  • ¿Quieres que siga hasta el final o paro?, le pregunté separándome un momento de ella.
  • Mejor que no sigas. Aún no me has follado ni un poquito y yo quiero que me folles. ¡Anda, fóllame un poquito!, me dijo nuevamente, ahora casi mendigando por un trozo de carne que llevarse al coño.

  • ¡Bueno!, ¡te haré caso!, dije enseguida al ver su carita de pena.

  • ¿Quieres que me dé la vuelta?, me preguntó dejándome claro lo que quería.

No respondí, simplemente la ayudé a darse la vuelta para que se pusiese a cuatro patas en el filo de la cama. Cuando tuve aquel esplendoroso culo ante mis ojos, le separé un poco las cachas para poder contemplar su coño y su culo totalmente abiertos ante mis ojos.

Acercando uno de mis dedos a tan bonita postal, acaricié suavemente las dos entradas paseando mi dedo de uno a otro sitio, esparciendo sus líquidos chocheriles por toda la raja de su culo. Pero, como era normal en mí, no pude resistirme ante vistas tan esplendidas y hundí mi lengua en su agujero negro intentando follármela por el culo con mi lengua. Tanta fuerza hice que parte mi lengua entró dentro de su culo y creo que por primera vez en su vida, aquella caricia hizo que las piernas de Sandra temblaran de gusto. Me encantaba estar de rodillas detrás de ella con mi cabeza metida entre sus cachas, chupando su agujero, y muy importante, sin que ella se quejase. No todos los días tenía tanta suerte como ese día así que quise aprovecharlo y mientras seguía con mi follada culo-lengua, metí un par de dedos en su coño sacándolos y metiéndolos a mucha velocidad.

  • ¡No pares, vida!, ¡me gusta cómo me comes el culo! Tienes la lengua igual que tu polla, ¡perfecta!

  • Eres perfecto para mis agujeros, ¡te quiero!

Para qué dijo nada, si antes lo hacía casi sin permiso, ahora tenía todos los derechos del mundo para hacerle lo que me apeteciese, así que si antes me la follaba con dos dedos, ahora eran tres los que entraban y salían de su coño a una buena velocidad.

Sandra había dejado todos sus miedos y vergüenzas escondidas y había dejado salir su parte más guarra, la que tanto me había costado sacar a la luz y que ahora tenía delante de mí. Tenía bastante claro que ya no habría marcha atrás, pero aún así quise hacer una última prueba antes de continuar. Mientras que mi lengua se paseaba entre sus piernas me puse a pensar en alguna pregunta que le pudiese hacer ahora mismo, totalmente cachonda, y que la misma pregunta se la pudiese hacer luego más tarde, cuanto estuviese más relajada.

Después de un ratillo pensando pero sin “separtar” mi boca de su moreno boquete, encontré la pregunta perfecta.

  • ¿Quieres quedar el próximo fin de semana con Juanma para follártelo delante de mí y ponerme un buen par de cuernos?

No estaba seguro si Juanma estaría disponible el próximo fin de semana, pero no me importó, lo que yo quería saber era la reacción de Sandra. Reacción que debo admitir, me dejó realmente entusiasmado.

  • ¿Para qué esperar al próximo fin de semana?, llámalo ahora mismo para que se venga y te mostraré de lo qué soy capaz de hacer con dos pollas. ¡Nunca te imaginarías lo puta que puedo llegar a ser!

  • ¿Lo dices de verdad?, le volví a preguntar.

  • ¡Claro que sí!, lo haré cuando tú quieras, me lo follaré tantas veces como me digas, ¡pero ahora fóllame más rápido, cabronazo!

Aquella respuesta hizo que de mi polla saliesen dos buenos chorros de líquido que cayeron al suelo.

¡Mala suerte la mía, joder!, que yo recordara no había caído en pedirle el número de móvil cuando estuvimos en el bar. ¡Bueno, no importa!, eso será lo primero que haga mañana por la mañana sin falta por si se presenta de nuevo la ocasión, pensé maldiciendo mi error.

Estaba, y aún hoy estoy segurísimo de que si en ese momento, con lo cachonda que estaba, llego a tener su número y hubiese venido, se hubiese dejado follar por Juanma, por mí y por los tres tíos de anoche del club si hubieran venido también.

Al no poder responderle como a mí me hubiese gustado, es decir, llamando a Juanma, me quedé callado, pero como agradecimiento a su oferta le metí un cuarto dedo de mi mano en su coño. Prácticamente todos los dedos de mi mano estaban dentro de su almeja haciendo fuerza para que se abriera al máximo. Esto, aparte del día del reestreno de mi cámara y anoche, no lo había conseguido nunca. Lo había intentado otras veces con lubricante, pero sin llegar a conseguirlo del todo, y sin embargo, ahora y sin lubricante, tenía cuatro dedos metidos hasta los nudillos, exactamente igual que anoche. Y por los gemidos que Sandra estaba dando noté que menos dolor, le estaba haciendo de todo.

  • ¡Méteme la mano entera!, ¡rómpeme el coño! , me gritó sin levantar la cara de la cama.

  • Eso es lo que tú quisieras, ¡cacho guarra!, pero no, te puedo hacer daño, le respondí sacando algo de sensatez en aquel momento que no tenía ni la más mínima.

  • Entonces fóllame, Leandro, ¡fóllame como a una puta! , me volvió a gritar.

Pero de momento no quise, quería seguir disfrutando de aquella perra en celo que tenía sobre la cama.

  • ¡Fóllame!, te lo pediré como quieras, haré lo que me mandes, me follaré a quien tú quieras, pero por favor, méteme tu polla de una vez, me rogó de nuevo al ver que yo no le hacía caso.

Aquella petición me sonaba a súplica y tampoco quería ser más cabrón de lo que ya había sido, así que me puse de pie, me coloqué detrás de ella y empecé a buscar con mi lanza la entrada a la gruta.

El primer intento, como si fuese un novato, fue fallido. Los nervios que tenía en aquel momento no me dejaban atinar. Sandra, impaciente por ser follada, usando nuevamente su maestría metió su mano entre las piernas para agarrarse a mi rabo y dirigirlo hasta la entrada de su coño. ¡Así fue mucho más fácil!, sólo tuve que empujar un poco y mi verga entró hasta el fondo, entre otras cosas por lo lubricado que estaba su coñito.

A partir de aquel momento no tuve que hacer nada más, Sandra empezó a mover sus caderas empujando hacia atrás y golpeando mis huevos con sus nudillos que estaban como locos masturbando su clítoris. Se movía con tanta maestría que yo sabía perfectamente que aquello, por mucho que yo no quisiera, había llegado a su fin.

Y así fue, a los pocos minutos, menos de los que yo hubiera preferido, Sandra empezó a gemir con mucha más intensidad.

  • ¡Cari, me corro!, ¿quieres que me corra?

  • ¡No!, aguanta un poco más, le dije apretando su culo contra mí para disminuir el ritmo de sus empujones.

Pero mi intento de alargar aquel momento fue en vano, pocos segundos después Sandra empezó a correrse como a ella le gustaba, dando gritos ahogados con la almohada.

  • ¡Más rápido, cari!, ¡me corro!, ¡no pares!

Se corrió con todo el placer que sólo ella sabe conseguir.

Tras otros cuantos envites por mi parte, poco a poco fui sacando la polla, no quería correrme en su coño, quería verla manchada de leche.

Le di un poco de tiempo para que se repusiera y empujándola un poco para que entendiera lo que yo quería, se fue dando la vuelta hasta que conseguí que estuviese sentada al borde de la cama con mi rabo a la altura justa de sus labios. Automáticamente me cogió la polla y empezó a chupármela suavemente usando sus dos manos, una para apretarme fuertemente los huevos y otra para estirar la piel de mi rabo al máximo para dejar al aire todo mi duro y brillante capullo. Después de unas cuantas mamadas, se la sacó de la boca y empezó a pajearme con violencia. No tardé mucho, aquellas fuertes caricias en mi capullo con sus suaves manos hacían milagros.

  • ¡Me corro, Vida!, le dije con voz entrecortada en el momento que de mi polla saltaba el primer chorro de leche cayendo en su cara, justo entre la nariz y su cachete izquierdo.

El resto de chorros fueron a parar unos a su boca directamente y una gran parte entre su pelo y su cuello.

Ver a Sandra con toda la cara manchada de leche y cómo goteaba por su barbilla cayendo en sus tetas era de lo más morboso, era digna de una foto, pero no sé cómo me las ingeniaba que nunca tenía la cámara a mano.

Tras un breve momento de tensión por qué me soltase el rabo, ya que después de la corrida estaba sensible cómo nunca, por fin se desenganchó.

  • ¡Necesito ir al baño, me meo!, me dijo Sandra levantándose y con las piernas aun temblonas.

Al pasar delante del espejo del dormitorio se quedó mirándose su cara y tetas llenas de mi blanco líquido vital.

  • ¿Te gustan tus nuevos piercings en las tetas?, le pregunté al verla tan interesada.

  • ¡Eres un cerdo!, pero debo admitir que estoy guapísima , me contesto mirándose al espejo.

  • Lo único que ha faltado aquí ha sido Cristina para hacerme una buena limpieza de tetas, ¿no?, terminó diciendo mientras que con un dedo recogía un buen pegote de mi corrida y se lo llevaba a la boca para chuparlo.

  • ¿Quieres que la llame?, le dije en broma.

¡De esta si tenía el teléfono! Si me llega a decir que sí, de nuevo hubiese triunfado como los Chichos.

  • ¡Déjate de tonterías, chaval!, me dijo sin llegar a mirarme pero sin apartar la vista del espejo y de sus correosas tetas. La corrida ha estado bien, aunque me hubiese gustado más que te corrieras en mi boca y beberme hasta tu última gota , terminó diciendo, cambiando de tema y desapareciendo por el pasillo.

Yo, por mi parte, estaba muerto, necesitaba un poco de descanso y coordinar toda la nueva información que había recibido en las últimas cuarenta y ocho horas, así que me recosté en la cama y me puse a pensar.

A los pocos minutos llegó Sandra y se recostó a mi lado sin decir absolutamente nada, seguramente ella también tenía que poner sus ideas en orden. Estuvimos así unos diez minutos, fumando sin decir palabra y recuperando un poco el aliento. De repente Sandra se volvió a levantar de la cama y se fue hacia la puerta del dormitorio.

  • Ni te pienses que hemos terminado…

  • ¿No?, le pregunté un tanto extrañado.

  • ¡No!, aun queda tarde por delante y el segundo plato aún está sin servir, así que ya sabes, ¡vete preparando!

  • Ahora hazte unos sándwiches. Pero hoy si nos los vamos a comer, no como ayer, ¡vale!

  • ¡Vale!, respondí entre risas al imaginarme de nuevo su cuerpo totalmente manchando de crema de queso.

  • Y si te portas bien igual tienes un regalito especial, me dijo mientras salía de la habitación.

Aquello me sonó bastante bien, pero yo sabía perfectamente que después de tres corridas por mi parte en menos de dos días, por muy cachondo que estuviese no lo iba a conseguir, así que me lo tomé como una broma más.

Lo que no sabía yo en aquel momento era que Sandra era capaz de eso y de mucho más.

  • Me doy una ducha y te espero en la cama con el segundo plato, me gritó desde la puerta del baño antes de cerrarla.

Aquellas palabras me sonaron a gloria bendita. Un escalofrío recorrió mi estómago y los pelos del cuerpo se me pusieron como escarpias, ¡cuánto quiero a esta gran mujer!

Al escuchar el grifo del agua me levanté y haciendo caso a la sugerencia de Sandra, me fui hacia la cocina para preparar unos sándwiches. En principio se me antojaron de queso con sabor a jamón, pero cuando miré en la nevera tuve que cambiar de idea sobre la marcha, ¿dónde cojones había caído el bote de queso con sabor a jamón? Yo juraría que estaba en el frigorífico, pero ahora, por más que lo buscaba, no lo encontraba. ¿Quién se lo habría comido? ¡Los duendes coloraos, seguro!

Lo dicho, preparé unos cuantos sándwiches con lo primero que pillé y los dejé en la cocina, yo también quería darme una ducha antes de volverme a la cama.

En cuanto la vi salir, ocupé yo el sitio en la bañera. No tardé prácticamente nada, a los pocos minutos salí del baño y me fui a por los bocatas, cogí un par de cervezas y más contento que unas pascuas, me dirigí con mi bandeja al dormitorio.

Sandra, desde que salió del baño había estado en silencio. Seguro que se ha quedado dormida por el cansancio, no me extrañaría ni un poquito, pensé.

Pero no, cuando llegué al dormitorio me la encontré recostada en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero y viendo las noticias de las nueve. ¡Si de las nueve, he dicho bien!, habíamos estado guarreando más de tres horas. ¡Hay que joderse!, ahora echo un caliqueño y si tardo más de media hora en correrme, ya estoy sudando y hecho una mierda, ¡qué mala es la vejez!

Pero bueno, a lo que iba, allí estaba Sandra viendo las noticias con cara de interesada y con su cuerpo desnudo ante mis ojos. Puse la bandeja en el centro de la cama entre los dos y cogí la misma postura que ella.

Durante el tiempo que estuvimos comiendo y viendo las noticias estuvimos comentándolas como si todo fuese de lo más normal, en ningún momento hablamos de nada de lo ocurrido. Cuando terminamos, retiré la bandeja poniéndola en el suelo y eché mi cabeza sobre el pecho de Sandra quedándome totalmente dormido con el ruido de fondo del telediario.

DOMINGO, 02 DE NOVIEMBRE DE 2008 (NOCHE) (1ª PARTE)

A eso de las diez y media de la noche me desperté sobresaltado por un fuerte grito, era una película que estaban echando en la tele. Miré a Sandra y pude comprobar que no había dormido nada, había estado todo el tiempo viendo la tele.

  • ¿No te has dormido?, le pregunté.

  • ¡Qué va!, tengo muchas cosas en que pensar como para perder el tiempo durmiendo.

Aquella respuesta era más común escucharla en mis labios que en los suyos, pero bueno, no me extrañó mucho, como ella misma había dicho, tenía muchas cosas en las que pensar.

  • ¿A qué te refieres exactamente?, le pregunté queriendo saber en qué pensaba.

  • Le he estado dando vueltas al asunto y creo que necesito un poquito más de tiempo, ¡sólo un poco más, mi vida!

¡Ves, lo que yo decía!, en caliente lo que quisiera, pero en frío, cambio radical, ¿A que finalmente si iba ser bipolar igual que yo?

  • ¡No te preocupes!, si ahora no lo tienes claro, tienes todo el tiempo del mundo para decidirte, le dije resignándome a no forzarla más hasta que ella lo desease de verdad.

Y tal como le dije aquello me levanté un poco confundido por su razonamiento y me fui al baño.

Mientras escuchaba como el chorro caía en el agua de la taza del váter, me puse a pensar y a auto convencerme de que quizás aquello que me había dicho Sandra era la mejor opción de momento, hasta que de verdad quisiera hacerlo.

A la vuelta, bastante más convencido de lo que debíamos hacer, cogí un par de cervezas y un paquete de coquitos para picotear. (Los coquitos son un fruto seco con bastante aceite, que me gusta muchísimo y que es perfecto para recuperarse de un día como el de ayer y el de hoy). Al llegar al dormitorio me volví a sentar en la cama al lado de Sandra y me encendí un cigarro empezando una charla bastante agradable sobre muchas cosas, pero para nada sobre aquel tema.

La primera cerveza nos la tomamos casi de un par de tragos, teníamos la garganta bastante seca, así que me levanté otra vez y fui a por otras dos cervezas. Al volver al dormitorio, Sandra me hizo la pregunta del millón.

  • ¿De verdad te gustaría verme follar con otro?, me preguntó mientras me sentaba en la cama y le daba la cerveza.

¡Vaya preguntita!, pensé inmediatamente. Primero que no, luego que sí, más tarde que a lo mejor, luego otra vez que no, ¡no hay quién la entienda! Además, ¿qué le contesto yo ahora para que no se moleste con mis palabras?

Me quedé un par de segundos pensativo y tras pensarme muy bien lo que iba a decir, empecé a darle mi respuesta.

  • Pues claro que sí, mi vida, ¡me encantaría! Lo deseo con todas mis ganas, pero para eso tienes que estar tu convencida. Como tú bien sabes, eres una parte muy importante de mi vida como para yo tomar una decisión de este tipo sin contar con tu aprobación, le dije mientras apretaba con fuerza su mano contra la mía.

  • Además, ¿no me habías dicho antes que necesitabas algo más de tiempo?

  • ¡Sí, es verdad!, pero es que al habérmelo pedido tantas veces y después de ver a Cristina lo bien que se lo pasó anoche, pues tengo curiosidad.

  • No creo que esto sea un tema como para tratarlo “por curiosidad”. Creo que es algo más importante.

  • Si estoy de acuerdo en eso, pero es que al recordar a Cristina se me ponen los pelos de punta por la rabia de no haberlo hecho, ¿por algo será, no? , me respondió volviéndose ella misma a replantearse seriamente el querer hacerlo.

  • Tú sabes perfectamente que yo estoy aquí para lo que tú desees. Si quieres hacerlo, lo hacemos, que quieres más tiempo, esperamos, que no quieres hacerlo nunca, lo dejamos para siempre.

  • No me voy a enfadar ni mucho menos, cómo te he dicho antes, esto tiene que ser algo decidido por los dos.

  • Ya lo sé y también sé que a ti te gustaría mucho hacerlo, me dijo quedándose en silencio.

  • Si tienes dudas, lo mejor será dejarlo para otro momento.Quizás en unos años estés más preparada, le comenté al ver que aquella conversación, aparte de interesante, no nos iba a llevar a nada.

  • ¡No!, si dudas no tengo. La verdad es que tengo bastante claro el hacerlo, pero no sé cuándo.

  • Pero eso sí alguna vez lo hacemos, ¡luego no me podrás reprochar nada de nada!

  • ¡Totalmente de acuerdo, mi cielo!, le dije al ver tanta sinceridad por su parte. Jamás te reprocharía nada, sería una locura por mi parte empujarte a hacer algo y luego echártelo en cara. Más que una locura, sería una falta de respeto por ti y por mí mismo.

  • No pienses que te intento convencer para hacerlo, yo lo que quiero es disfrutar junto a ti de algo que hace mucho tiempo deseo hacer, nada más. Por encima de echar un polvo con un desconocido está nuestro matrimonio, que por cierto funciona estupendamente, ¡y yo no quiero que nada de eso cambie!, le dije de tirón en un momento de subidón filosofal.

  • ¡Joder!, ahora parece que soy yo quien te intenta convencer a ti.

  • ¡No!, ¡no te equivoques!, aquí no es cuestión de convencer a nadie de nada. ¿Recuerdas el consejo de Cristina la otra noche?

  • ¿Cuál?, ¿el de que si lo hacíamos sólo sería sexo y que el amor lo haríamos a solas en el dormitorio?

  • ¡Exacto!, ¡justo ese!

  • ¡Eso ya lo sabía!, no pienso renunciar a nuestra vida por un polvo, ¡qué lo sepas!, me dijo en tono chistoso.

  • ¡Pues eso digo yo!, además y cómo tú bien sabes, esto lo llevo deseando desde hace mucho tiempo. Verte follada por otro hombre delante de mí sería un sueño, pero, por el amor y el respeto que te tengo, nunca haría algo que tu no quisieras hacer. Además, como tú me has dicho otras veces, en el caso que una fantasía se cumpla, deja de ser fantasía, ¿no?, así que no me importa esperar hasta que tú te decidas. Y si nunca lo haces, tampoco me importaría. Sabes bien que yo, con sólo la idea de hacerlo, me pongo cachondo y me conformo.

  • Además ten en cuenta una cosa, si sólo buscase el placer para mí, te propondría el trío con dos mujeres.

  • ¡Eso ya me gusta menos, ves!

  • Pues por eso yo te lo propongo al revés para que disfrutemos los dos, tú con su cuerpo y yo viendo como lo haces.

Aunque todo aquello sonara a castigo de papá, era justo lo que le quería decir. Aquella era la verdad sobre lo que yo pensaba. Quería demostrarle que si no ocurría nada con otra persona, no sería un problema para nuestra vida en común, pero también quería decirle que para mí sería un sueño hecho realidad. (Otra vez mi dichosa bipolaridad me jugaba una mala pasada, ¡hay que joderse!)

  • La idea de hacerlo me da miedo pero me pone cachonda y si a eso le sumo la cara de gusto que tenía Cristina anoche con las dos pollas, se me aclaran bastante las ideas , me dijo volviendo a acordarse por tercera vez de aquella estupenda culona.

Tras decir aquello se quedó en silencio durante unos segundos, como si estuviese reviviendo en su mente las imágenes, y después siguió hablando.

  • Sé que tú serías muy feliz si yo aceptara la propuesta y creo que yo también lo pasaría muy bien, ¡joder!, ¡es que dos pollas son dos pollas!

De nuevo se quedó en silencio, yo creo que pensando en la locura que acababa de decir.

  • *¡Pero es que no me termino de atrever!***

En aquel momento no sabía que más decir para dejarle claro que lo que decidiese estaría bien, así que mejor me quedé callado esperando a que ella diese el próximo paso.

  • ¿En serio no te molestaría que me follase a otro hombre delante de ti?, me volvió a preguntar.

  • ¡No, claro que no me molestaría!, pero eso sí, conmigo delante, nunca a escondidas, le dije más convencido que nunca de lo que quería que ocurriese.

  • Además, continúe hablando, como tú dices siempre, ¡hasta que no lo pruebe no lo sabré!, ¿no?

  • ¿Totalmente seguro?, me volvió a preguntar Sandra.

  • ¡Totalmente seguro!, le respondí con firmeza al ver su insistencia en escucharlo de mis propios labios.

  • ¡Vale!, pues vete preparando para verme follar con Juanma o con otro que elijamos.

He de decir que aunque me gustó escucharlo de sus labios, apenas me hice ilusiones. Cabe recordar que a esta altura de la historia me había dicho ya más de cuatro veces lo mismo y nunca se ha decidido al cien por cien.

  • ¡Pero con una condición!, siguió hablando.

Lo de las condiciones, tres cuartos de lo mismo. Siempre me salía con las condiciones pero luego nada de nada.

  • ¡Pero con una condición!, siguió hablando.
  • ¿Cuáles?, pregunté haciéndome el sorprendido aunque sabiendo de antemano cuales podrían ser.

  • Yo llevaré las riendas y si en algún momento por cualquier cosa no me gusta o no quiero seguir y decido acabar con la fiesta, terminamos y cada uno a su casita.

  • Además, esto lo tiene que tener muy claro también Juanma desde el principio.

“Esas son mis condiciones y si yo decido irme, me iré. Vosotros luego, si queréis, os matáis a pajas el uno con el otro”, fue lo que le faltó añadir. Es decir, lo mismo que me soltó la otra vez que me dijo que estaba convencida. ¿Os acordáis?, fue la mañana que me contó el sueño en el metro. La única diferencia de esta vez a las anteriores era una y muy importante. El posible profanador del mausoleo de Sandra tenía nombre y si alguien no me lo impedía, mañana mismo me pondría manos a la obra para que todo esto cogiese forma más temprano que tarde.

  • ¿Entonces te lo vas a follar para mí?

  • ¡Para ti y para mí, cariño!, que yo también estoy deseando hacerlo.

Si hace unos cuantos años, al principio de mi pubertad, con lo celoso que era por aquellos tiempos, alguno de mis amigos me hubiese propuesto compartir a mi novia, seguro que me habría cogido un cabreo del quince y hubiera terminado a tortas. ¡O no!, ¿quién sabe? Sin embargo, ahora mi mayor fantasía era imaginar a mi queridísima esposa follando con otro hombre mientras yo la observaba.

Al principio de darle la tabarra con mis ideas, jamás me imaginé que todas mis fantasías se podrían hacer realidad algún día, la verdad es que siempre las había tratado como eso, fantasías, pero que ahora Sandra las aceptara eran mucho más que una fantasía, era un sueño hecho realidad. Por supuesto que me moría de ganas de hacerlo, el simple hecho de pensar en ver a Sandra con otro cuerpo entre sus brazos, besada por otros labios que no eran los míos o tocar otro rabo que no fuese el mío, me ponía nervioso.

Estaba ansioso por que llegara ese momento y disfrutarlo como tantas veces me lo había imaginado. Incluso creo que a Sandra le pasaba lo mismo, sus palabras de hace unos segundos me lo confirmaban. Estaba loca por hacerlo, hasta creo que si con el tiempo yo no se lo hubiese propuesto, ella me lo hubiese propuesto a mí igual que Laura se lo hizo a Jesús, ¿quién sabe?

Además, me dije para calmar mi tensión, ¡es sólo un polvo y una noche! Cómo bien había dicho Sandra, si no funciona, con cortarlo habría acabado todo y ella y yo volveríamos a casa a seguir nuestra vida como hasta hoy.

Así que al verla hablar tan convencida, me acordé de la pregunta que quería hacerle en frío, aquella que le había hecho esta tarde mientras mi mano se paseaba por la raja de su culo.

  • ¿Quieres quedar el próximo fin de semana con Juanma para follártelo delante de mí y ponerme un buen par de cuernos?, le pregunté.

Su respuesta, a pesar de haber insistido varias veces en lo de que tenía las ideas bastante claras, fue, como otras tantas veces, una pregunta para que yo diese el sí definitivo sin que ella tuviese responsabilidad. (De nuevo usando el sistema de los rodeos, ¡si es que no falla!)

  • ¿Tú quieres?

  • ¡Y tanto mi vida!, le dije ya un poco más relajado pero seguro que con una cara de gilipollas tremenda.

  • Quiero que me demuestres lo zorrona que eres y lo cabrón que yo puedo llegar a ser… Que te folle él y luego metértela yo en el mismo sitio donde se ha corrido otro hace un rato.

Mientras le decía esto, uno de mis dedos acariciaba su pecho suavemente notando como su pezón iba subiendo de tamaño a la par que íbamos charlando sobre el tema.

  • *¡Vale!, entonces lo haremos, ¡quedaremos con él el próximo fin de semana! ¿Tú te encargas de prepararlo todo, verdad?***

Aquellas últimas palabras hicieron que a mi polla le importasen una mierda las corridas de antes para empezar a reaccionar y que de mi capullo empezaran a rebosar los líquidos producidos por mi excitación.

  • ¿Le llamo directamente para quedar o vamos a ir poco a poco cómo le dijiste en el correo?, le pregunté un tanto extrañado.

A pesar de estar más cachondo que un perro, me dio un poco de miedo quedar directamente sin conocerlo bien del todo.

  • ¡Como tú veas!…
  • O si no, primero charlamos con él y nos conocemos un poco. Tenemos una semana para conocernos, ¿no?

  • ¡Bueno!, mañana hablo con él y vemos cómo lo vamos a hacer, ¿quieres?

  • ¡Sí, quiero!, dijo con la misma franqueza que me lo dijo el día que nos casamos.

Sorprendido me quedé cuando escuché que como respuesta me daba el segundo “sí, quiero” más importante de toda nuestra vida.

  • ¿Y ahora quieres otra cerveza?, dijo con mucho mejor tono de voz del que yo esperaba después de aquella conversación tan importante que sin duda marcaría el resto de nuestras vidas.

  • ¡Vale!, le respondí pasando mi mano por la frente y recogiendo el sudor frío que corría por ella tras haber escuchando todo lo que había escuchado y conseguido todo lo que había conseguido.

  • ¡Pues manténmela así que ahora mismo vuelvo! , me dijo tocando mi capullo con un dedo y llevándose un buen chorro de mi líquido para metérselo en la boca.

Acto seguido desapareció por el pasillo.