Solo era el principio (22) Haciendo amistades...
Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.
CAPITULO 22
Haciendo amistades…
SABADO, 01 DE NOVIEMBRE DE 2008 (MADRUGADA)
Y tras terminar con la cervecita y darnos un húmedo beso con lengua, nos pusimos dirección a un nuevo y desconocido futuro.
Pues eso, que a la una de la madrugada, nerviosos cómo nunca pero sin querer aparentarlo ninguno, cogimos el coche y en silencio nos fuimos hacia el local dónde ya habíamos estado en la puerta el día del sex shop. Al no estar totalmente seguro aun de si al final entraríamos o no, decidí dejar el coche en la calle, fuera del parking reservado que tenía el local, y hacer andando los últimos ciento y pico metros hasta el local. Ciento y pico metros que se hicieron bastante largos por causa del incómodo silencio que manteníamos los dos.
En cuanto llegamos a la puerta miré a Sandra y por fin rompimos aquel molesto silencio.
¿De verdad quieres hacerlo?
¿Por qué no?, ya te he dicho que yo no pienso hacer nada raro, sólo tomarnos unas cervezas y poco más, me contestó intentando ocultar su nerviosismo por no saber que nos encontraríamos dentro.
Aunque no lo creáis, aquella respuesta me jodió un güevo, entre otras cosas porque tras llamar al timbre y abrirnos la puerta, después de un breve saludo nos soplaron sesenta euros en la recepción, que era lo que costaba entrar allí a una pareja, según nos explicó una chica vestida de conejita que estaba sentada en un taburete y que atrincó los billetes con agonía para luego metérselos en una mariconera que llevaba colgando entre las piernas. ¡Eso sí!, con dos copas para cada uno, pero sesenta euros, ¡qué cabrones! Aquella iba a ser la copa más cara de mi vida y para colmo tenía muy pocas posibilidades, por no decir ninguna, de ver a Sandra follando con otro hombre, ¡hay que joderse!
Pero bueno, tras pasar el mal rato de los sesenta laurillos, entramos dentro de aquel desconocido mundo dispuestos, por lo menos, a bebernos las consumiciones que ya habíamos pagado.
Esto que voy a contar a continuación, sonará a tópico pero es la verdad. La primera impresión fue de estar en un Pub normal y corriente, un poco más oscuro quizás, pero un pub con musiquita suave, una barra de bar al fondo y un montón de sofás alrededor de una pequeña pista de baile. Eso sí, lo único que lo diferenciaba de cualquier otro bar era que en las pantallas de televisión, un negro con un cipote del quince se estaba ventilando a una rubia de tetas descomunales.
¿Has visto, cari?, ¡aquí no se andan con chiquitas!, dijo Sandra señalando a la pantalla al ver el cipotón que se gastaba el puñetero hombre de color. (Recordad que lo de negro está mal visto, ¿vale?)
¡Joder que si lo he visto!, ¡cómo para no verlo!, le dije intentando ser gracioso pero sin conseguirlo.
Más perdidos que una gitana en un cuarto de baño, empezamos a dar vueltas sin saber muy bien cómo actuar. Yo guiaba a Sandra y Sandra me guiaba a mí pero sin llegar a ningún sitio.
Al fondo, entre la penumbra vi un par de banquetes libres en la barra.
¿Quieres una cerveza?, pregunté a Sandra a ver si por lo menos nos acercábamos a la barra y desde allí ya pensaríamos que hacer.
¡Sí!, ¡tengo la boca sequísima! , me respondió Sandra con un volumen de voz bastante bajo cómo queriendo pasar lo más desapercibida posible.
¿La boca nada más, verdad?, le pregunté haciendo un gesto con la humedad de su entrepierna.
¡Hmmm!, ¡que gracioso eres!, me contestó ella consiguiendo que por fin soltase una pequeña sonrisita.
Lo que no me contestó fue si realmente estaba todo seco o sólo su boca, ¿qué le vamos a hacer?
Y no me contestó, no por nada, sino por que al llegar al mostrador nos llevamos una curiosa impresión difícil de asimilar de golpe y porrazo. Sentados delante de la barra había un par de parejas, dos hombres y dos mujeres. Hasta aquí, todo normal, pero…, aquí siempre había un pero, las dos mujeres se estaban comiendo los morros la una a la otra mientras que los dos fulanos metían mano a las dos mozas.
Cómo era de esperar, ver aquello me puso el nabo como un barreno a punto de estallar y mi mano, de forma instintiva se fue hacia el precioso culo de Sandra dándole un maravilloso magreo.
¿Qué?, ¿nos apuntamos nosotros?, pregunté a Sandra más caliente que un jarrillo lata al ver aquella excitante escena.
¿Nosotros?, ¡qué va, que va! Que yo sepa sólo hemos venido a tomar unas cervezas, ¿no?, me dijo dándose media vuelta para sentarse en un taburete de la barra pero de espaldas a las dos parejas cómo no queriendo ver más.
Mi primer intento fue en vano así que levantando la mano llamé al camarero para que nos sirviese las cervezas.
¿Quieres dar una vueltecilla por aquí a ver que más hay?, le pregunté a Sandra cuando por fin tuvimos las dos copas de cerveza en la mano.
¡Sí!, ¿por qué no?, contestó Sandra demostrando nuevamente un poco de curiosidad por el sitio.
Y sin más, nos levantamos y nos fuimos hacia no sabíamos muy bien dónde.
Pero cuando nos íbamos acercando a la pista de baile que había en el centro del salón, una chica muy sonriente se acercó a nosotros. ¡Ya hemos pillado!, pensé enseguida. Pero cuando estuvo a nuestra altura y abrió la boca, enseguida me di cuenta de que no, aún no habíamos pillado cacho.
Esta chica, que enseguida nos dijo que era la relaciones públicas del local y que nos atendió de forma realmente agradable, eso sí, vestida de forma más natural que la recepcionista pero con dos tetas y un escote impresionantes, se ofreció a darnos un recorrido por el club, facilitándonos todo tipo de información sobre el sitio y la gente que normalmente venían. Cosa que ambos agradecimos ya que cómo he dicho antes, no teníamos ni puñetera idea de por dónde ir.
Esta, como podréis ver es la zona del bar y es la única zona que está un poco más iluminada.
¡Ya la conocemos!, dijo Sandra enseñándole a la chica la copa de cerveza.
¡Sí, ya lo veo! Pues este es el sito perfecto para tomaros una copa y conocer a otras personas, nos dijo señalando a la barra que estaba a escasos dos metros de nosotros y a las dos parejas que ahora estaban igual que antes pero las dos chicas con algo menos de ropa encima, es decir, sin camisa, ¡que guay!
Conocer y algo más, ¿no?, dije yo al escuchar el comentario de ella y mirando con los ojos abiertos a aquel grupito de gente y los trozos de carne que se escapaban.
- Tenéis que saber que esto es parecido pero no igual que otros bares. Fíjate si somos diferentes que en otros locales ponen futbol y aquí ponemos películas porno, que al final es otro juego de pelotas ¿no?
Aquella broma nos hizo reír a los tres rompiendo el frío hielo que hasta ese momento nos envolvía a los dos.
Es la primera vez que venís a un sitio como este, ¿verdad?, nos preguntó de forma muy educada aquella linda tetona al ver la poca idea que teníamos de todo aquello.
¡La verdad es que sí!, ¿tanto se nos nota?, le contesté no queriendo dar más explicaciones que las necesarias.
- Un poco sí, pero no importa. Veréis como pronto os encontráis la mar de a gusto. Pero lo que sí sería necesario es que supieseis varias cosas importantes antes de nada.
¿Cómo qué?, ¿qué hay que saber?, preguntó Sandra demostrando un poco de preocupación por aquello que acababa de decir la melones.
¡No te preocupes! , le respondió la chica al verla tan intranquila. Yo te explicaré detenidamente cómo funciona esto.
- Lo primero es que aquí no tenéis porque venir a echar un polvo, que aunque si es una cosa bastante importante para muchos de nuestros clientes, otros sólo buscan el simple hecho de charlar con gente desconocida sobre temas un tanto subidos de tono.
- Pero yo pensé que normalmente a estos sitios solo venían gente buscando intercambios y cosas así, dijo Sandra demostrando lo atenta que estaba a aquella conversación.
- ¿Y quien os ha dicho que charlar con gente desconocida no es una forma de intercambio cómo otra cualquiera?
Aquella explicación convencía hasta al Tato y Sandra lo corroboró moviendo la cabeza de forma afirmativa. A mí no me convenció tanto, ¿sesenta euros la entrada sólo por charlar?, ¡tú estás loca, muchacha! Si entras aquí y no pillas por lo menos un sobeo de pelotas o un magreo de tetas, ¡palmas pasta!
- Pero es que aquí puede venir cualquiera y meterte mano, ¿no?, preguntó Sandra dentro de su inocencia, que aunque era poca, algo le quedaba.
Yo, gracias a internet conocía perfectamente la respuesta a aquella pregunta, pero no quise pasarme de listo y dejé que la chica le respondiera.
- Sandra me habías dicho que te llamabas, ¿verdad?, preguntó la chica queriéndose ganar un poco más la confianza de mi mujer.
Sandra respondió con un gesto de la cabeza y con una amplia sonrisa.
- Pues bien, Sandra, debes tener muy claro que nadie y digo nadie, te molestará si simplemente te apetece sentarte con tu pareja en la barra a charlar.
Desde aquella última explicación me di cuenta de qué todo lo que decía, lo decía dirigiéndose a Sandra. ¿Quizás se dio cuenta que ella no estaba muy convencida de estar allí?
- Eres totalmente libre de pasear por cualquiera de las salas que estén abiertas. A muchos clientes no les molesta que les mires e incluso a muchos les gusta.
- Eso sí, no te sonrojes por lo que puedas ver, date cuenta de que estás dónde estás y el sexo aquí es lo más natural del mundo.
¡Lógico!, comentó Sandra a la última explicación de la chica. De todas formas, no me asusto fácilmente, dijo Sandra, yo creo que dándole a entender a la chica que ella tenía más kilómetros de los que la tetona creía.
¡Me alegra escuchar eso!, no todas las parejas novatas son tan abiertas como vosotros.
Lo malo es que nosotros aún no nos podemos considerar ni novatos siquiera, dije en broma haciendo que Sandra se sonrojara y que la pechugona soltara una leve, muy leve sonrisa.
Enseguida me di cuenta que mi comentario no cayó muy bien, ya que la chica, sin hacerme mucho caso, comenzó a andar para que la siguiésemos y continuó con su extensa y detallada explicación. El chiste tampoco había sido tan malo, ¿no?
- Esta es la pista de baile de la zona oscura, nos dijo al llegar a una zona, que como su nombre indicaba, era un poco más oscura que la barra, pero en la que se podía ver perfectamente a varias parejas bailando.
En la pista seis personas, dos mujeres y cuatro hombres, se manoseaban alegremente los unos a los otros al ritmo de música lenta mientras que otros tantos hombres y mujeres estaban sentados en taburetes alrededor de la pista mirando cómo lo hacían y toqueteándose los paquetes.
¡Este es el lugar perfecto para tocar o dejar que te toquen pero sin llegar más!, dijo la chica señalando con la vista al centro de la pista.
¡Pues eso no me gusta tanto!, dijo Sandra de forma un poco negativa.
¡Recuerda lo que te dije antes! El límite siempre lo pones tú y normalmente, con sólo un gesto de tu mano los demás entenderán si quieres algo más o no…
Aquí y como norma principal en todos los locales de este tipo, un no es un no y se respeta sobre todo.
¡Lo tendré en cuenta!, dijo Sandra ahora con un tono de voz un poco más abierto.
Y cuando ya íbamos a cambiar de zona para entrar en el interior de un oscuro pasillo, vi algo en una esquinita de la barra que me llamó bastante la atención. Era una pareja en la que el hombre le había subido la falda a la mujer, dejando su redondo y gordo culo al aire, solo tapado por una preciosa braga roja de seda, mientras con la otra mano le metía leña en las tetas y que sin ningún tipo de vergüenza, miraba a Sandra y a su redondo culo descaradamente. Aquello hizo que mi cipote diese un nuevo salto. (Como ya dije hace algunos capítulos, me encanta que miren a Sandra con ojos de lascivia y perversión, ¿qué le voy a hacer si soy así de raro?)
Al mirarlo y ver la forma como la observaba, me acerqué a Sandra para que también viese lo que yo estaba viendo, pero justo en ese momento, la chica siguió hablando para continuar relatándonos las delicias de aquel lugar dejándome con las ganas de que Sandra viese aquel espectáculo.
- ¡Esta es la zona de vestuarios!, nos dijo entrando en una zona con luz blanca y llena de taquillas. Aquí es dónde todo el que quiere se desnuda y guarda sus pertenencias, así que no te extrañes si ves a algún hombre o mujer con sólo una toalla, al fin y al cabo esto es un local liberal.
Y tras un más o menos largo paseo de casi diez minutos por casi todas las salas de aquel local, por fin aquella pechugona mujer empezó a dar por finalizado el circuito.
Y aparte de un par de salas más de sado, el pasillo oscuro y las habitaciones, esto es prácticamente todo, nos dijo la chica, dando por terminada la turné. ¿Hay alguna duda que queráis preguntarme?
¡De momento, no!, le contesté creyendo que todo estaba más o menos claro y loco por volver a la barra cuanto antes para ver aquel lindo culo de bragas rojas que antes se me había escapado.
¡Ah, pues yo sí tengo una duda!, comentó Sandra dejándome bastante intranquilo por conocer su dilema.
Los dos, “la melones” y yo, nos quedamos mirando fijamente a Sandra para escuchar aquel asunto que hacía dudar a mi mujer.
- ¿Todas las parejas que vienen por primera vez hacen algo?, soltó por su boca dejándome boquiabierto por su pregunta.
¿Sandra me estaba proponiendo a través de la relaciones públicas y de forma subliminal, hacerlo?
Automáticamente cambié la vista para mirar a la chica y alegrarme por lo que iba a decir, que seguro, seguro iba a ser positivo para mí.
¡No!, ¡qué va!, dijo la tía zorra, cortándome tol rollo.
Salvo que lo tengáis muy claro, es muy raro que en la primera visita ocurra algo.
Ya podía haber sido un poco más amable conmigo y haber dicho que sí, ¡joder! ¿Qué trabajo le costaba? ¡Valiente tía puta!
De hecho no tiene porqué ocurrir nunca si alguno de los dos no quiere. Pero eso sí, el morbo de estar aquí, ver a otras parejas y pensar en lo que van a hacer entre ellas es más que suficiente para muchas parejas.
¡Vale!, eso me deja mucho más tranquila, dijo respondiendo a la tetona pero mirándome a mí.
En ese momento me di cuenta que aquella noche no pasaría nada a no ser que me pusiese muy, muy, muy pesado. ¡Bueno!, por lo menos había conseguido que entrase conmigo en el local, que ya era más que suficiente, si luego venía algo más, ¡de puta madre!
- Y por último, si queréis conocer a alguien no dudéis en llamarme y yo os lo puedo presentar. Los conozco a casi todos ya que la mayoría son clientes habituales.
A punto estuve de decirle que nos presentase a la pareja de las bragas rojas, pero cuando iba a proponérselo, escuché la voz de la súper tacañona, digo, de Sandra.
¡Perfecto!, pero creo que por hoy no te vamos a necesitar más, dijo Sandra recibiendo un par de besos de aquella chica cómo despedida momentánea y dejándome a mí sin saber que podían ocultar aquellas bragas rojas en su interior.
¡Por si acaso, estaré por aquí!, terminó diciendo.
Tras aquella despedida, nos quitó de las manos las dos copas de cerveza que estaban vacías a la par que nos ofrecía sentarnos en uno de los sillones que estaban frente a la barra, bastante cerca de la esquina de aquella pervertida pareja. A los pocos segundos de estar sentados vimos cómo la chica se acercaba a la barra y le pedía al camarero que nos trajese dos cervezas.
¡Ves como yo tenía razón!, aquí no se viene sólo a follar, le dije resumiendo a muy groso modo toda la conversación de la chica.
¡Ya!, y yo sé que tú tienes las ideas muy claras, me respondió Sandra sabiendo perfectamente que a mí nunca me han gustado los libros de instrucciones y que siempre había funcionado a mi manera.
¡Me sorprende una cosa de este sitio!, le dije a Sandra cambiando de tema y dejando pasar el tema de si mis ideas eran más o menos claras.
¿Sólo una cosa?, ¡a mí me sorprenden un montón, mi vida!
- ¡No, y a mí también!, respondí señalando a la pareja de las bragas rojas que ahora estaba igual que antes pero con las bragas metidas en la raja del culo.
- Pero lo que realmente me sorprende es que hay más o menos tantas mujeres como hombres, dije dando un repaso rápido con la vista a todo el local, cosa que Sandra hizo conmigo.
Yo siempre había pensado, siendo los hombres más calientes que las mujeres, que habría mucha más diferencia.
¡Mejor!, ¡así no tendré a un montón de mirones a mí alrededor! , me respondió con tono de desconfianza pero yo creo y no me equivoco, que deseando, sin duda, que alguno se le acercara un poco más.
¿Y porque tienes que tener un montón de mirones alrededor si no vas a hacer nada?, pregunté dando una nueva vuelta a las tuercas.
¡Cómo siguiese así me iba a cargar to la rosca el tornillo!
- ¡Vestida así no es raro que me miren!, ¿no?
Cabe resaltar que la respuesta era de lo más lógico. Cómo ya expliqué antes, la ropa que yo le había dicho que se pusiera era la ideal para estar en un sitio como aquel y para que un montón de moscones se la comiesen con los ojos. Un vestido vaquero abotonado por delante pero casi sin abotonar y cuya falda al sentarse se quedaba ligeramente por encima de las rodillas, justo antes de iniciar el encaje de sus medias negras, ¡ya me diréis! ¡Si es que estaba buena por dónde la mirase, joder! ¡Que reina tenía a mi lado!
Pero tras aquella tonta conversación, probablemente por las y pico cervecitas que nos habíamos tomado y de la caliente escena que teníamos a menos de tres metros de nosotros, Sandra, a pesar de no querer y de haberse corrido hacía unas horas por segunda vez aquel día, me daba la ligera impresión de que se sentía bien en aquel sitio y eso hacía que no parara de darme besitos y achuchones desde que nos sentamos.
¿Estás a gusto?
¡La verdad es que sí!, ¿para qué mentir?
¿Y harías algo por mí?
¿Algo?, ¿algo como qué?, me respondió más mosqueá que un pavo en navidad.
Algo cómo quitarte las medias y el sujetador y dármelos, le susurré al oído aprovechando la situación.
¿Tú estás loco?, ¿aquí en medio, delante de todo el mundo?, ¡ni loca, vamos!
¡Venga, mujer!, ¡no seas tonta!, por lo menos las medias.
Así tendré más fácil tocarte el chochito mientras que estamos aquí sentados viendo como los demás se meten mano, le volví a decir insistiéndole un poco para que lo hiciera.
Pero si no llevo bragas y las medias son de las que a ti te gustan, ¿qué problema tienes para tocarme?, me respondió dándome un ¡ZAS, en toda la boca!
¡Ya!, ¡si todo eso lo sé!, pero si te las quitas aquí en medio podemos aprovechar para agradecerles con un buen show a esa pareja que está en la barra y que no te han quitado ojo desde que hemos llegado, le dije en el colmo de la calentura.
¡Tú no estás loco, chaval!, ¡tú eres tonto!, me respondió pero demostrándome con su voz que empezaba a excitarse con los mirones que tenía enfrente.
Ahora déjame que tengo que ir al baño.
¿Voy contigo?, le pregunté cogiéndola de la mano para que no se levantase y repitiéndole, incansablemente, la misma pregunta de siempre.
¡Si quieres, vale!, ¡que aquí no me fío ni del gato!, me respondió ella con la misma respuesta de siempre pero añadiendo una frase que demostraba el respeto que le tenía a aquel lugar.
¡Anda ya, tonta!, le respondí. ¿Qué es lo peor que te puede pasar?, ¿qué te violen?
Sandra soltó un “JA” bastante irónico a mi comentario.
- ¡Ya quisieras tú!, me respondió.
Y sin más, se levantó y se fue al baño.
Al cabo de unos minutos, mientras yo esperaba a Sandra en el sofá, la pareja que estaba sentada frente a nosotros y que antes nos miraban con tanta atención, se acercó a mí.
- ¡Hola!, somos Nacho y Cristina, y la relaciones públicas nos ha comentado que sois nuevos en todo esto, ¿verdad?
¡Joder!, pensé. La primera pareja que se nos insinúa y la Sandra, meando, ¡manda cojones!
- ¡Sí!, es la primera vez que venimos, le respondí un poco cortado pero recordando el color de las bragas de Cristina y la amplia raja dónde las tenía metidas hace un momento.
Nacho y Cristina eran un matrimonio de cuarenta y pico años, con un cuerpo bastante normal, ella, al igual que mi amada Sandra, con un poquito de carnes extras y con unas tetas de escándalo, es decir, un cuerpo de vicio para mi gusto. Eso sí, con muchas ganas de disfrutar del sexo según nos contaron después.
Tras el primer saludo, Cristina empezó directamente a profundizar en nuestra intimidad.
¿Y qué hacéis por aquí?, ¿qué buscáis exactamente?
De momento sólo curiosear, quizás, más adelante, probar algo más, les contesté pensando en que aquello sería lo mismo que les hubiera dicho Sandra pero sin dejar de imaginarme la raja de su culo.
Pues nosotros ya llevamos un par de años viniendo por aquí, y la verdad es que tras haber probado el placer del intercambio e incluso de los tríos, nos alegramos muchísimo haber dado el paso en aquel momento, ¿verdad, Cristina?
La verdad es que sí. Incluso te tengo que decir que nuestra relación de pareja ha ganado y ha ido a mejor desde entonces, respondió Cristina. Bueno, ha ido a mejor porque entre otras cosas nunca hemos mezclado nuestra vida diaria con las noches de juerga, ¿a que sí, Nacho?
¡Joder!, y tanto. Quizás esa sea la cosa más importante para poder disfrutar de este tipo de vida.
Mientras ellos hablaban animadamente sobre sus inicios, demostrándome la gran complicidad que había entre los dos, yo escuchaba atentamente lo que aquella pareja me contaba. Aquello que estaban relatando me interesaba y mucho, quería estar seguro de que si algún día dábamos el paso definitivo, no cometería ningún error. Me hubiese gustado que Sandra estuviese con nosotros en aquel momento y les escuchase hablar de aquella forma, pero puñetera casualidad que Sandra estaba expulsando fuera de ella esa agüita amarilla, cálida y tibia. (¡Qué rica!)
Por fin vi, entre sombras, a Sandra que ya había salido de los baños y se dirigía hacia nosotros sin querer mirar hacia los lados para no caer en ninguna tentación.
¡Hola!, ¿me presentas a tus amigos?, me preguntó nada más llegar y sin demostrar ningún tipo de apuro por que estuviesen sentados conmigo.
¡Claro que sí!, le contesté de inmediato. ¡Son la pareja que estaban antes en la barra!, le dije a Sandra haciendo que mi mujer se sonrojara y se le pusiesen las orejas del mismo color que las braguitas de Cristina al pensar en lo que estaban haciendo hace unos minutos.
Se los presenté y dándose dos besos con cada uno, se volvió a sentar a mi lado. En pocos minutos la puse al día de todo lo que me habían contado, ayudándome ellos con sus comentarios y haciendo que, poco a poco, Sandra recuperara el color natural de su cara y un poco de confianza.
Leandro nos ha comentado que aún os estáis iniciando y que no lo tenéis claro del todo, dijo Cristina dirigiéndose a Sandra.
¡Sí!, ¡es verdad! Yo estoy bastante menos decidida que él, pero en un futuro no descarto probarlo, ¿quién sabe? , le respondió Sandra con bastante tranquilidad, mucha más de la que yo esperaba.
A partir de ese momento la conversación se empezó a hacer más amena y lujuriosa contándonos ellos sin ningún tipo de reparo algunas de sus experiencias en el intercambio, unas muy buenas, otras buenas y otras menos buenas, pero dejando claro que habían disfrutado de todas y de cada una sin arrepentirse de ninguna.
Aprovechando una de las veces que Nacho se había levantado a pedir una nueva ronda de cervezas y que Cristina estaba vuelta de espaldas saludando a alguien de forma bastante efusiva, Sandra me cogió la mano y sin que nadie notase nada, me entregó su sujetador.
¿Me hiciste caso y te lo quitaste?, pregunté realmente emocionado y apretando aquella prenda, aun calentita, entre mis dedos.
¡Pues claro, no sabes lo cómoda que estoy ahora!, me soltó la zorrona de mi mujer dándose unos meneos en las tetas, consiguiendo que mi rabo se apretase al máximo contra la tela del calzoncillo.
Sandra había repetido lo mismo que hizo el día que conocimos a Alex, pero esta vez con el sujetador. ¡La muy zorra se lo había quitado cuando fue al baño! Me había hecho caso desde el principio, lo que pasa es que, como siempre, me quería hacer de rabiar, ¡qué cabrona!
Sin que nadie lo notara, aunque tampoco hubiese sido nada raro que me viesen en aquel sitio con un sujetador en las manos, me lo acerqué a la nariz para oler su fragancia. Tras olisquearlo, cogí su bolso y lo metí en el bolsillo interior al lado del tanga que no se había puesto aquella tarde. Tras guardarlo me acerqué a ella y dándole un suave sobeteo en sus tetas recién liberadas, le di un beso y un par de lametones en el cuello.
Y no seguí metiéndole mano para agradecerle lo que acaba de hacer por mí porque el escuchar el carraspeo de la garganta de Cristina me hizo parar en seco y recolocarme en el asiento.
¡Qué bien besas, Leandro!, me dijo Cristina al ver como rechupeteaba con gula aquel precioso cuello.
¡Gracias!, dije tartamudeando y con un tremendo calor en la cara.
¡Puedo asegurarlo!, dijo Sandra con bastante picardía y dejándome en el sitio que me correspondía.
¿Qué pasa aquí?, preguntó Nacho con voz alegre a la par que llegaba a la mesa con las cuatro cervezas en las manos.
¡Pues no mucho!, le contesté poniéndome de pie e intentando no seguir hablando, de momento, sobre mis chupeteos cuelleriles.
Tras aquella breve pero incómoda pausa, de nuevo estábamos los cuatro sentados alrededor de la pequeña mesita de cristal retomando la conversación de sus antiguas historias, que por momentos eran un poco más personales y calientes. Y cuando digo calientes, digo hirviendo, porque Nacho en un momento dado nos hizo una propuesta que jamás pensé que iba a escuchar de la boca de un hombre a menos de un metro de nosotros.
He visto que Mari, la relaciones públicas, os ha enseñado el local antes, ¿verdad?
¡Sí!, con todo lujo de detalles, respondí a su pregunta.
- Pero seguro que no os ha enseñado cómo funciona, ¿me equivoco?
¡Bueno!, algo nos ha explicado pero no mucho, respondió Sandra.
¿Y no os apetece vernos a nosotros en funcionamiento?, nos propuso Nacho más tranquilo que to las cosas.
¿Que nos estaba sugiriendo?, ¿qué los mirásemos mientras ellos follaban? ¿Era eso o era otra cosa? Cómo era de esperar, los dos nos miramos el uno al otro y nos quedamos mudos.
¡Venga sí!, dijo Cristina con una voz muy alegre e intentando convencernos al ver que ni Sandra ni yo nos decidíamos a responder a la propuesta de Nacho.
¡Es que no sé si Sandra va a querer!, dije realmente ilusionado con la propuesta pero con poca intención ya que sabía que Sandra no iba a aceptarla.
Cabe recordar que yo estaba loco por que ella estuviese en una follada en directo desde el día aquel que se nos echaron los congelados a perder, ¿os acordáis?
- ¡Venga, tonta!, ¡di que sí! , dijo enseguida Cristina intentando convencer a Sandra para que se apuntase a la fiestecita.
¡Que diga que sí!, ¡que diga que sí!
Pero Sandra seguía con la boca abierta y sin saber que decir. Cristina al verla siguió insistiendo con una nueva táctica.
- De esa forma nosotros haremos de profesores y vosotros sólo tendréis que mirar y comprobar que no hay nada malo en disfrutar de un trío.
- ¡O incluso con más gente!, remató Nacho, no sé si para arreglarlo o terminar de cagarla.
La verdad es que, a pesar de habérseme quedado la cara blanca al escucharlos, la propuesta no me disgustó, todo lo contrario, ¡me encantó! Pero también sabía perfectamente que a Sandra no le había hecho ni puta gracia. En aquel momento la cara de Sandra estaba de nuevo roja como unas bragas, digo, cómo un tomate y el ceño totalmente fruncido.
- ¿Te apetece?, le pregunté a Sandra, esperando, como siempre, una respuesta negativa.
¿Qué más me da?, pensé enseguida. Si dice que no, ya lo sabía, si dice que sí, ¡he triunfado cómo los Chichos!
- Si te digo la verdad, ¡no!, y no es por vosotros, que me caéis muy bien, pero es que creo que es mucho correr para ser la primera vez, ¡lo siento!, respondió Sandra totalmente convencida de lo que estaba diciendo.
Tú no tendrás que hacer nada, mujer, ¡sólo mirar! Te prometo que nadie te tocará, ¡te lo juro!, le dijo Cristina casi suplicando e intentando persuadirla para que les acompañásemos a la zona de las habitaciones.
¡No!, ¡si eso lo tengo claro!, dijo para quedarse unos segundos en silencio haciendo que todos nos quedásemos a la expectativa de sus siguientes palabras.
¡Pero cómo alguien me toque un sólo pelo mientras que os miramos, lo estampo contra la pared!, dijo Sandra medio enfadada, medio contenta.
¿Eso que acabas de decir es un sí?, le preguntó Nacho al escuchar su último comentario.
¡Yo creo que sí!, respondí yo intentando meter un poco de baza en el asunto y que se animara.
¡Yo no he dicho que sí en ningún momento, cariñito!, me dijo recalcándose en lo de “cariñito”.
Cómo has dicho lo de que “si alguien te toca un pelo mientras os miramos”, pues lo hemos dado como un sí, dijo Cristina intentando que Sandra nos aclarase que quería haber dicho exactamente.
¡No!, hoy no, vida, ¡quizás el próximo día!
En aquel momento me arrepentí de haberle hecho la pajilla en el coche. Tenía que haberla dejado cachonda cómo estaba y seguro que así si hubiese aceptado a la primera.
¿Y por qué no?, nosotros no arriesgamos nada, solo tendremos que mirarlos a ellos, volví a insistir.
¿No sé?, ¡no me veo yo ahí sentada mientras que ellos follan!, me dijo, algo menos sería pero sin llegar a sonreír.
- Pero si será como esta tarde en la zapatería pero al revés, ellos enseñan y nosotros miramos.Y eso si que te ha gustado, ¿verdad?, le dije recordándole lo mojadito que su chochete se había quedado después de comprarse los zapatos.
- ¡Bueno, está bien!, iremos con ellos y nos sentaremos a mirar.
¡Ole, ole, ole!, otra vez lo había conseguido. ¡Qué bueno que soy y que culito tengo!
Pero como te dije antes de entrar, yo no pienso hacer nada raro aquí, sólo tomarnos unas cervezas y poco más.
¡Pues eso!, ¡poco más!, le respondí con su mismas palabras. Además, recuerda lo que nos dijo antes la tetona de Mari, un no es un no y se respeta sobre todo.
Tú sabes mejor que nadie que me haría muchísima ilusión ver a otra mujer desnuda delante de nosotros mientras que se la folla su marido.
¡Bueno!, ¡mi marido o cualquier otro!, que para follar con Nacho me hubiese quedado en casa, soltó Cristina inmediatamente haciéndonos reír por su ocurrencia y dando nosotros por aceptada la invitación de aquella pareja tan amable.
Pero antes de levantarnos, Cristina nos quiso dar un consejo por si algún día nos decidíamos a dar el paso definitivo.
- Una cosa debéis tener claro. Esto sólo es sexo, aquí no hay amor, sólo diversión. El amor lo tendréis todos los días en casa.
¡Buen consejo!, pensé enseguida. A Sandra tampoco le disgusto, lo noté en su cara de aceptación y en su respuesta.
¡Me lo apuntaré por si algún día me hace falta!
¡Pues venga!, no perdamos más tiempo y venid con nosotros a los vestuarios que nos vamos a cambiar , dijo Nacho levantándose del sofá.
El camino hacia los vestuarios me lo tiré sobeteando a lo bestia el culo sin bragas de Sandra. Aquello me dio a entender que estaba nuevamente calentona porque normalmente no me deja tocarle el culo de aquella manera entre tanta gente.
¡Luz!, ¡por fin luz!, pensé enseguida que entramos en aquella especie de duchas de piscina con un montón de taquillas y luz blanca de hospital. Aquel sitio, cómo ya habíamos descubierto antes durante el paseíto, era el único sitio en todo el local dónde había luz en condiciones.
Desde el momento que cruzamos las puertas del vestuario se produjo un silencio que prácticamente duró toda la noche, parecía como si un extraño ritual se pusiese en funcionamiento consiguiendo que cuando cruzabas aquella puerta a nadie le importara nada de nadie, sólo querían disfrutar de lo que allí podría pasar.
Tal y cómo entramos, abrieron una de las taquillas y se desnudaron completamente los dos, usando sólo una toalla de baño para taparse. Si el cuerpo, el culo y las tetas de Cristina me habían gustando antes en la oscuridad, ahora con aquella luz blanca, me encantaban. ¡Qué curvas, por dios!
¿Entonces, qué?, ¿os decidís o no?, nos dijo Cristina en un último intento de convencernos, bueno de convencer a Sandra.
¡No!, fue lo único que respondió Sandra.
¡Como queráis!, quizás el próximo día tengamos más suerte con vosotros, dijo Nacho colgándose la llave de la taquilla en el cuello y dirigiéndose hacia la puerta de salida.
¿No sé si habrá un próximo día? , respondió Sandra de forma bastante tajante y dándome una buena hostia sin manos.
El estar allí de pie, viendo como dos personas totalmente desconocidas se desnudaban con toda la naturalidad del mundo ante nosotros y se quedaban en bolas mientras nos pedían de nuevo que los acompañásemos en su peculiar faena, fue una experiencia bastante rara, eso sí, rara pero para nada desagradable. Debo repetir que Cristina tenía un gordito cuerpo bastante apetecible y unas grandes tetas realmente apetitosas. Él no, él más bien era un poco pichicorta, pero bueno, así no me dejaba mal a mí ante Sandra el primer día que veíamos una picha de carne tan cerca de nosotros. (¡Real, claro está!, a través de la pantalla del ordenador habíamos visto unas cuantas)
De la misma forma que entramos, salimos de los vestuarios, detrás de ellos. A continuación nos llevaron hasta un cuarto poco iluminado (cómo casi todo en aquel sitio) pero que dejaba ver los cuerpos perfectamente. Allí sonaba una música muy suave y el ambiente era bastante más cálido que el de fuera.
Cristina, con una señal de su mano nos dijo dónde debíamos sentarnos, en un sofá largo pegado a la pared. Y sin mediar más palabra y poniéndose a menos de un metro de nosotros, comenzaron a bailar mientras se besaban efusivamente.
Tras unos ligeros pases de baile, Nacho entró directamente en materia. Poco a poco, pero al igual que antes en la barra, le remangó la toalla dejándola prácticamente desnuda delante de nuestros ojos.
¡Bonito culo!, pensé enseguida. Pero no lo comenté de momento con Sandra, no fuese que la cagara.
Con una mano le acariciaba las cachas del culo y con la otra, que no podíamos ver, tocaba su coño. Pero aquello de no poder verlo duró poco tiempo. Lentamente le dio media vuelta poniéndola cara a nosotros y abriéndole la toalla, le pasó lentamente un dedo por su raja, que se podía ver que se encontraba muy mojada a pesar de la poca luz que había allí.
¡Bonito coño!, pensé enseguida. Pero no lo comenté de momento con Sandra, no fuese que la cagara.
Tras conseguir que Cristina cerrase los ojos de gusto, subió sus manos y dejó caer la toalla al suelo, dejando sus tremendas tetas al aire.
¡Bonitas peras!, pensé enseguida. Pero no lo comenté de momento con Sandra, no fuese que la cagara.
Nacho acercó su boca a aquel buen par de tetas, (creo que más de una ciento diez) y continuó dándole besos y lamidas en los pechos.
Mientras, nosotros, cómo dos pardillos, seguíamos sentados en el sofá mirándolos sin perder detalle.
Durante aquel particular baile, un chico joven, de unos veintipocos años se acercó por la espalda a Cristina y miró a Nacho como pidiéndole permiso. Nacho miró a Cristina y guiñándose el ojo el uno al otro, aceptaron que entrase en el juego.
Sin más, pero con el beneplácito de los dos, la cogió por la cintura y con gran descaro agarró fuertemente sus tetas sobándoselas de una forma espectacular, ¡parecía panadero por lo bien que amasaba aquellos kilos de masa!
¡Menudo sobeo de tetas le está pegando, quien fuese él!, pensé enseguida. Pero no lo comenté de momento con Sandra, no fuese que la cagara.
En aquel momento me di cuenta de que Sandra era bastante más espabilada que yo de aquí a Pekín. Yo llevaba un ratazo aguantándome mis comentarios y sin embargo ella soltó el primer comentario que le vino a la cabeza como si fuese lo más normal del mundo. Lo que yo digo, ¡si es que ella siempre ha sido y será más avispada que yo con diferencia!
- No sé si me gustaría que me lo hiciesen, pero verlo me gusta , me dijo Sandra en voz baja mientras que apoyaba una mano encima de la polla sobre el pantalón, meneándola otra vez como si fuese la palanca de cambios del coche.
¡Un logro! pensé, ¡por lo menos se va a atrever a tocar mi rabo en público! Nada raro por otro lado si pensamos la de veces que lo había hecho en los dos últimos meses.
Mientras tanto, el chico, que por cierto tenía cierto aire al muchacho de la gasolinera, seguía magreando los melones de Cristina y apretando sus pezones sin parar de mover su paquete por el culo de ella. Nacho, de la forma más natural posible le dejaba hacer mientras le tocaba el coño a su mujer con toda la mano abierta.
Aquella mujer, al contrario de sentirse cohibida por tener las manos de un extraño sobre sus tetas, estaba en el séptimo cielo. Su chocho parecía una fuente, su flujo corría entre sus piernas y los reflejos de la luz sobre su humedad lo hacían brillar como si de un cristal se tratase. El joven, que era bastante descarado, no quiso desaprovechar aquel empapado lugar y comenzó a bajar sus manos apartando las de Nacho para tocar el pedazo de mollete que Cristina tenía entre las piernas.
Nacho, en vez de molestarse cómo cualquier marido porque aquel chico le hubiese quitado la mano del conejo de su mujer, le dio media vuelta a Cristina consiguiendo que se quedase, totalmente desnuda como estaba, delante de un hombre que no conocían de nada.
El chico, que cómo ya he dicho antes era bastante desvergonzado, ahora de cara a ella se agarró nuevamente a sus tetas y comenzó a besarlas y estrujarlas de forma realmente brusca. Por la forma de hacerlo pensé que le estaba haciendo daño y a punto estuve de decirle algo, pero por los gemidos que ella empezaba a emitir y por la cara de satisfacción que tenía Nacho, parecía que les gustaba bastante la situación.
¡Menos mal que no dije nada, si no la hubiese cagado!
Nacho, que seguía detrás de su mujer pegado a su culo, poniendo sus manos en los hombros del chaval empezó a empujarlo hacia abajo, yo creo que con la idea de que el muchacho se dedicara plenamente a su coño.
Y no hizo falta decírselo dos veces, el chico entendió la indirecta rápidamente.
¿Te gustaría a ti verme así?, ¿lo podrías soportar?, me preguntó Sandra pero sin llegar a mirarme para no perderse ni un detalle.
¡Sí!, ¡es mi mayor deseo! Sólo tienes que pedírmelo para que yo te lo ponga en bandeja, le contesté en aquel delicado momento en el que yo tenía la polla a punto de reventar el calzoncillo.
Al ver a Sandra tan distraída con lo que estaba pasando en el centro de aquel saloncito, acerqué una mano hacia su vestido y le fui quitando los botones dejándole toda la parte de delante abierta de par en par. Al ver que no rechistaba, sino que incluso me ayudó a quitarle un par de botones, con sus tetas y su coño al aire acerqué mis labios a sus pechos y comencé a besarlos mientras que mi mano acariciaba sus muslos que en pocos segundos estaban completamente abiertos para que yo pudiese tocar con total facilidad su coño con mis dedos.
Mientras tanto, en la pista seguía la fiesta. El chico, de rodillas cómo estaba, metía uno de sus dedos en su chocho consiguiendo que las piernas de Cristina estuviesen cada vez más abiertas, momento que él aprovechó para meter su lengua hasta el fondo. Nacho, al verla gemir de placer le besaba en el cuello y le preguntaba si lo estaba disfrutando. Ella, que no paraba de gemir, sólo pudo asentir con la cabeza.
A unos pocos metros de nosotros se sentó otra pareja para también mirar la actuación de aquel trío improvisado, cosa que en principio me sorprendió pero luego me maravilló.
Sandra al verlos hizo el intento de taparse, pero uno de mis dedos que estaban dentro de su coño consiguió que no lo hiciese, ya que salió rápidamente de su interior para empezar a masajear su pipita obligándola a no moverse. ¡Cuántas cosas se pueden conseguir con un solo dedo!
Estos, que no tenían pinta de ser novatos como nosotros, no tardaron en calentarse. A los pocos minutos de estar allí ella tenía entre sus manos la polla de su pareja que pajeaba lentamente mientras él tocaba sus tetas y no dejaba de mirar la escena tan caliente que estaba ocurriendo en la pista. Aquella mujer también tenía un par de melones espectaculares, no sé si más grandes que los de Cristina, pero por lo menos iguales. ¡Qué alegría, por dios!
Mientras tanto, Cristina y Nacho, que les importaba un güevo lo que pasaba a su alrededor, cogieron a su invitado y se vinieron a los sofás, justo al lado de Sandra, en medio de la otra pareja y nosotros. Cristina se sentó sobre las piernas de Nacho y se abrió de piernas delante del otro hombre.
- ¡Cómeselo!, dijo Nacho. Le encanta que le coman el coño, ¿no ves lo empapado que lo tiene?
¡Ya me hubiese gustado que me lo dijesen a mí!
En aquel momento me acordé de mi amigo Jesús y de su viaje a Granada. Me imaginé que aquello era calcado a lo que había ocurrido con Laura en aquella habitación de Hotel. Esta noche, para rematar la faena con Sandra y echar un polvo de impresión, veremos el video, me dije a mí mismo.
- Ábrele los labios para que pueda pasarle la lengua, dijo el muchacho que se encontraba de rodillas delante de aquel gigantesco coño.
Cristina, que lo estaba pasando de vicio, se removía sobre las piernas de Nacho mientras que sentía que su marido le abría de par en par su ardiente chochete y que otro hombre le pasaba la lengua de arriba abajo dándole tremendos lengüetazos. ¡Joder con el chavalote!, ¡menuda lengua tenía el cabrón! Se parecía más a la lengua de Duque que a la de una persona normal.
¡Cari!, con lo que estás viendo se te está poniendo durísima, ¿te gusta?, me dijo entre susurros.
¡Pues la verdad es que sí!, jamás imaginé ver algo así desde tan cerca y encima a tu lado.
Sandra al escuchar mis palabras me miró con cara de vicio y me dio un fuerte apretón en el cipote.
- ¿Quieres que te la menee?
De nuevo se repetía aquella pregunta tan tonta, ¿quieres?, ¿cómo que quiero?, ¡pues claro que quiero!, pensé enseguida. Y cómo otras tantas veces, en vez de ser decidido y decir que sí de forma automática, solté una sandez por la boca.
- ¿Pero delante de todos ellos?, dije realmente deslumbrado por la proposición.
- ¿No me digas que a estas alturas te va a dar vergüenza que te haga una paja aquí en medio?, me soltó dejándome con las patas colgando.
No contesté. Simplemente, al igual que esta tarde, me recosté sobre el sillón y me dejé hacer para comprobar por mi mismo hasta donde sería capaz de llegar Sandra.
¡Y juro que lo comprobé! Sandra, sin cortarse un pelo metió su mano dentro de mi pantalón buscando mi rabo. En cuanto lo cogió, empezó a subir y bajar lentamente la piel de mi capullo.
Justo en aquel momento, a pesar del satisfactorio momento que estaba viviendo, me dio un pellizco en la piel y solté un leve gemido.
- ¿Te he hecho daño?, ¿lo dejo?, preguntó Sandra al escuchar mi queja.
De nuevo se repetía aquella pregunta tan tonta, ¿lo dejo?, ¿cómo que lo dejo?, ¡pues claro que no!, pensé enseguida.
¡No, vida, no pares!, pero ten cuidado que me haces daño con la tela del calzoncillo.
Pues bájate un poco el pantalón, vida, ¡con tanta tela no se puede tocar bien! , me dijo Sandra dejándome aún más alucinado de lo que ya estaba.
Todavía no se qué pasó aquella noche para que Sandra diese aquel cambio tan radical en su forma de actuar. Algo que no creí nunca que pudiera pasar, ¡estaba ocurriendo! Así que al verla tan decidida no me corté ni un pelo, directamente me los bajé y dejándolos a la altura de mis tobillos, me volví a sentar.
A pesar de la ridícula imagen que debía tener con los pantalones por los tobillos, mi polla quedó libre mirando al techo con una erección imponente. Sandra, que como digo, estaba irreconocible, se acercó, me dio un beso en el capullo y me dejó caer sobre él un buen chorro de su lubricante natural, su saliva, para luego continuar con el masaje de forma muy lenta.
- ¡Cuando pueda hablo con ella, vale!
¡Habla!, ¡habla a ver si eres capaz!, que cómo te conteste te vas a enterar de que es un bote de leche a punto de explotar, me dije a mí mismo.
- Pero de momento seguiré con mi mano para poder ver a estos como follan, ¿vale?
Yo no decía nada, mi sangre estaba totalmente concentrada en mi polla y cualquier cosa que dijera podría crearme una embolia. Sólo solté un sonoro gemido que oyó perfectamente Cristina e hizo que se girase hacia nosotros para ver lo que estábamos haciendo.
- ¿Estáis bien?
- ¡Joder, veo que aprendes rápido!, dijo al ver mi polla entre los dedos de Sandra.
Me gusta esa polla y como la meneas, dijo Cristina con voz entrecortada dirigiéndose a Sandra mientras recibía la lengua de aquel chico en su coño.
Si quieres puedes tocar a Cristina, le dijo Nacho a Sandra.
Pero Sandra no le respondió, sólo se quedó mirando y se abrió un poco más de piernas.
¿No tienes más dedos?
¡Cinco!, respondí yo, no sé muy bien para qué ya que su pregunta tenía fácil respuesta.
Respuesta que ella me dio de inmediato.
- ¿Y por qué no los usas todo?, me dijo a gritos pero susurrándome al oído.
Lo que acabo de decir no es ninguna incongruencia, lo prometo. Susurrando también se puede gritar, ¡lo sé porque yo estaba allí! Y tras la aclaración, sigo con el folletón…
Dicho y hecho, al escuchar su invitación, sin miedo ninguno metí cuatro dedos dentro de su coño y comencé a follármela al ritmo de las lamidas que el chico daba en el chocho a Cristina.
Mientras tanto, la otra pareja de mirones, que de momento llevaban su propia historia, ya estaba completamente desnuda y dispuesta a regalarnos una segunda sesión en directo.
La muchacha, poniéndose entre las piernas de su pareja, agarró su polla y se la puso en la entrada de su coño para directamente dejarse caer sobre ella y clavársela hasta la garganta. La follada, que empezó inmediatamente, fue de película. En pocos segundos la chica saltaba sobre el muchachote haciendo que sus gordas tetas se moviesen de lado a lado acompañando la clavada con unos gritos de gusto realmente conmovedores, sin dejar de mirar tanto a Cristina y a Nacho como a nosotros.
¡Qué gusto me das, cabronazo!, me dijo Sandra entre gemidos y cambiando su vista de un lado a otro continuamente cómo si de un partido de tenis se tratara.
¿Estás cachonda con todo esto, verdad?
¿Cachonda?, ¡cachonda es poco, mi vida!, estoy tan caliente que como sigas así me voy a fundir por el coño, dijo a la par que apretaba mi polla con fuerza como queriéndose agarrar a algo fijo para no caerse.
La escena era de lo más absurda pero realmente caliente, una pareja a un lado totalmente desnuda y ella sentada sobre la polla de su pareja. En medio, Nacho, Cristina y un chico entre sus piernas comiéndole el coño y al otro lado, yo, sin pantalones con mi rabo entre los dedos de mi mujer, y Sandra, casi desnuda y con cuatro de mis dedos en el interior de su coño, a escasos centímetros del cuerpo de Cristina, de Nacho y de aquel desconocido.
Sin esperarlo, el muchacho le dijo algo a Nacho que me dejó frío durante unos segundos.
- ¿Quieres que me la folle delante de ti?, dijo el chico con toda la tranquilidad del mundo y pidiéndole nuevamente permiso a Nacho antes de actuar.
Y, cómo dicen que la experiencia es un grado, lo que para mí hubiese sido un dilema, para Nacho, no. Lo tenía bastante claro.
- ¿Tu quieres, cariño?, preguntó a Cristina volviendo a guiñarle un ojo para que ella le contestase con otro guiño de aprobación al igual que antes.
En cuanto Cristina aceptó, se dio media vuelta poniéndose a cuatro patas sobre las piernas de su marido, dejando su voluminoso culo a expensas del chico y el rabito de Nacho a pocos centímetros de su boca.
- ¡Fóllatelo!, ¡siéntate sobre la polla de Leandro mientras miras como me follan a mí!, ¡eso no es nada malo!, dijo Cristina a Sandra mientras le guiñaba un ojo y le ponía una de sus manos sobre el pecho de Sandra sin quitar la vista de la tremenda paja que me estaba haciendo mi mujer
En el momento que vi aquella mano posarse sobre la teta de Sandra pensé que todo había acabado y que iba a reaccionar como el día de la jaca torda, es decir, salir huyendo. Pero no, simplemente no dijo ni hizo nada, se limitó a mirar como aquella mujer iba a ser empalada de un momento a otro mientras que le sobaba su pecho. ¡Oeh, oeh, oeh, oeh, oeh, oeh!
El suertudo chico se puso un condón que le dio Nacho, que por cierto, no sé de dónde cojones lo sacó, y sin perder ni un segundo se lo puso sobre la marcha y comenzó a penetrarla con fuerza mientras ella intentaba chupar la polla de su marido.
Aquí sí que es verdad que tuve un momento de miedo y dudé de que la persona que me acompañaba fuera mi mujer. Sandra, al ver que todo el mundo estaba folla que te folla, no quiso ser menos. Dejándome frío como el mármol, se levantó y dejando su vestido a un lado y quedándose sólo con aquellas medias tan eróticas, se sentó de espaldas sobre mi polla metiéndosela hasta el fondo de una sola vez.
Yo ni dije ni pio, estaba seguro que si abría la boca, ¡la cagaba!
Allí se quedó inmóvil durante un buen rato, con mi polla en su interior como queriendo alargar aquel momento todo el tiempo del mundo. Ella sabía perfectamente que, aunque ya me había corrido una vez esta mañana, con las vistas que teníamos, en poco tiempo podría correrme otra vez, así que queriendo ser buena, sólo mantuvo mi rabo dentro de ella.
- ¿Os importa que nos sentemos a vuestro lado?, nos preguntó la otra pareja.
Aquello me resultó bastante chocante, jamás me habían preguntado nada mientras que follaba. Pero claro, como ya he dicho “cienes y cienes” de veces, Sandra iba un paso por delante de mí.
- ¡Sí, claro!, ¡no hay problema! , les contestó sentada sobre mi polla de la misma forma que cuando uno se sienta en la plaza del pueblo a comer pipas.
No sé cómo lo habíamos hecho, pero ahora éramos la parte central de la situación.
Mientras que Cristina seguía tocando una de las tetas de Sandra, al otro lado, la otra chica, sin tan siquiera pedir permiso, estaba sobando el pecho libre de mi esposa y ella ni se quejaba ni ná. ¡Qué maravilla, su segunda experiencia lésbica! (Recordad que la primera fue en el probador de ropa interior con las bragas)
A pesar de que lo estoy escribiendo y que yo la viví en primera persona, la situación era y es inexplicable. Sandra estaba sentada sobre mi polla y con cuatro manos, dos mías, la de Cristina y la de la otra chica, en sus tetas. Una escena jamás soñada por mí, pero que me disponía a disfrutar como la más guarra de mis fantasías.
Tras casi media hora de folladas, toqueteos, comidas de coño y rabo, etc.…, etc.…, etc.…, por fin llegó el momento de las carreras, digo de las corridas.
Nacho, que era el único que no estaba follando pero que estaba disfrutando de la estupenda mamada/paja que le estaba haciendo su mujer, se corrió enseguida. Cristina, que era la única que había tenido la suerte de tener varios orgasmos durante aquel tiempo, con todo el dolor de su corazón tendría que aguantar un poco más, por lo menos hasta que el muchacho se corriera. Cosa que ocurrió casi a continuación de Nacho, dando fuertes pollazos en el interior del coño de Cristina.
A los pocos minutos de todo aquello, la pareja de al lado también empezó a gemir y ella a decir que se corría.
Mientras, Sandra, que estaba disfrutando como una enana con las corridas de unos y otros, seguía sentada sobre mi nabo sin apenas moverse para, como ya he dicho, no corrernos hasta que ella lo desease de verdad. Pero yo, al ver su extrema pasividad y que todos los demás nos miraban fijamente, por primera vez aquella noche tomé la iniciativa bajando una de mis manos a su coño y comenzar a masajearle la pipa a gran velocidad. Lo tenía que hacer, estaba obligado, sólo quedábamos nosotros y teníamos a cinco personas mirándonos, ¡qué presión, por dios!
¡Y lo conseguí!, lo conseguí casi de inmediato.
- ¡Cari, sigue que me corro!, ¡no pares, me encanta!, me dijo Sandra con la voz entrecortada por culpa de los rápidos movimientos de mi mano sobre su coño.
Dicho y hecho. ¡Cómo se nota que es una mujer de palabra! Con un gran gemido se corrió, dando, por primera vez aquella noche, leves movimientos de su culo sobre mi polla.
Ahora sólo quedaba yo. Y si antes estaba presionado, ¡no veas ahora! Sólo faltaba la bandera de España y que todos animasen a la par, ¡qué agobio, por dios!
Sandra, que yo creí que cuando se corriera se daría cuenta de lo que acababa de hacer y se avergonzaría, comportándose como una mujer totalmente desconocida por mí en aquel momento, se levantó y mirando a Cristina se puso de rodillas entre mis piernas para meterse de un tirón mi rabo en la boca y terminar conmigo. En aquel momento se cumplió uno de mis sueños más deseados, ver a mi mujer con mi rabo en la boca y a la vez estar rodeado de tres lindos pares de tetas. A mi lado se había sentado Cristina y a mi izquierda, la otra chica, ¡estaba en el cielo, totalmente rodeado de grandes y blanditas tetas! ¡Qué tetas, dios mío, que tetas! Cada vez que lo recuerdo me pongo malo.
Mientras que Sandra les estaba dando una lección inimaginable de cómo comerse un cipote, las dos miraban fijamente como entraba y salía de la boca de mi queridísima esposa. Cristina, que tenía más vicio que una vara de avellano, con una mano tocaba la espalda de Sandra y con la otra comenzó a tocar mis muslos. En un momento en el que Sandra se sacó la polla de su boca para seguir con sus manos, Cristina acercó las suyas y las colocó sobre las manos de Sandra. ¡Lo que vi y sentí por mi cuerpo me gustó muchísimo! Como si todo estuviese ensayado a priori, las dos comenzaron a mover las manos al unísono haciéndome una paja a medias.
Debido a la gran presión de la situación, que ya no podía ser más caliente ni más inaguantable para mí, me corrí soltando un montón de chorros de leche y manchando las manos y tetas de Sandra. Cuando terminé de gemir, sin soltar mi rabo ninguna de las dos, Sandra acercó su boca a mi capullo para terminar con los restos de leche que aún estaban en la punta de mi rabo. A los pocos segundos, entre otras cosas porque empecé a empujarle la cabeza para que dejase de chupármela, por lo menos de momento, abandonó mi rabo y se levantó, oportunidad que aprovechó la guarrona de Cristina para pasar su lengua por las tetas de Sandra y limpiarlas de mi leche. Si no llega a ser porque me acababa de correr, me corro otra vez. Sandra estaba comportándose como una verdadera sumisa, cualquier cosa y digo cualquier cosa, le parecía bien.
Jamás creí y ni tan siquiera soñé en mis sueños más perversos que Sandra se dejase lamer una teta por la lengua de otra mujer y además estando las dos desnudas.
Tras aquellos intensos momentos, todos nos sentamos para tomar un poco de aire y recapacitar sobre lo que había ocurrido.
Cuando por fin dimos por terminada la sesión, como si no hubiese ocurrido nada en las últimas dos horas, Cristina hizo de anfitriona y les preguntó el nombre, tanto a su desconocido follador como a la otra pareja. Nos presentamos entre todos y nos vestimos, quedando dentro de cinco minutos en la barra del bar a tomar una copa.
En la barra estuvimos charlando bastante tiempo, eran ya casi las seis de la mañana y la noche había pasado en un plis plas. ¡Qué rápido pasa el tiempo cuando estás a gusto!
Chema, que era como se llamaba el follador de Cristina, e Irene y Fernando que era la otra pareja de mirones, nos dijeron que eran asiduos clientes de local y que ellos solían ir casi todos los viernes por la noche. Que les había gustado mucho lo ocurrido y que si queríamos otro día podíamos quedar. No les prometimos nada, quizás aquella vez fuese la primera y la última vez que fuéramos.
Entre los siete nos intercambiamos los números de teléfono con la intención de poder quedar cualquier otro día para repetir o cualquier otra cosa.
Nos marchamos para casa con la idea clara de que habíamos disfrutado del sexo de una forma diferente. Había sido como follar viendo una buena película porno pero en directo y además, sin que nadie nos hubiera obligado a nada de nada, justo como lo había imaginado.
Mi premio me lo había cobrado con creces. ¡Gracias, Sandra!
¿Cuál sería el siguiente paso?