Solo era el principio (20) Con el filo de un...

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 20

Con el filo de un cuchillo…

VIERNES 24 DE OCTUBRE DE 2008 (NOCHE)

Después de todos los días que habíamos pasado aguantado al personal, las ganas que tenía de estar a solas con Sandra eran tremendas, pero por culpa o gracias al trabajo que por fin nos estaba dando la paliza madre, me tendría que esperar hasta el viernes para poder gastar en la cama todas las energías que me quedaran, que igual no eran muchas, ¡pero bueno!

Y como siempre, por fin llegó la noche del viernes y la verdad es que, a pesar de las ganas que teníamos de desfogarnos, fue bastante normalita. Un polvo rapidito y poco más, ya que, por mala suerte, a última hora del viernes me habían avisado que tendría que trabajar el sábado desde muy temprano hasta por la tarde.

¡El trabajo era el trabajo!, ¿qué le íbamos a hacer?

SABADO 25 DE OCTUBRE DE 2008 (NOCHE)

Aquella mañana de sábado me levanté bastante temprano y me preparé para ir a trabajar. No iba a ser un trabajo muy duro pero si muchas horas, no volvería hasta por lo menos las siete de la tarde. Así que al despedirme de Sandra con el beso de siempre, le dije que se preparase para esta noche.

  • ¿Te acuerdas de lo que hablamos el martes con los mensajitos, verdad?

Ella no respondió, simplemente asintió. Me sonó un poco a “Ji, Paco”, pero no me importó mucho.

  • ¡Pues que sepas que esta noche quiero echar una partidita a mi juego y ahora pienso ganar yo!

De nuevo, no tuve respuesta, ¿quizás no tuviera ganas de repetir?

Como he dicho, no me importó ni lo más mínimo. Estaba tan seguro de que esta vez ganaría yo, que esta tarde haría lo que hiciese falta para convencerla.

Cómo sabía desde el principio, no me equivoqué mucho y a eso de las siete y media llegué a casa, me duché y me puse un par de cervecitas mientras veíamos la tele y charlábamos un rato sobre cómo había ido el día. A eso de las once puse mi plan en marcha pero con bastantes dudas, ¿no sé?, ¡no veía yo a Sandra con muchas ganas!

  • ¡Bueno!, ¿qué?… ¿Te apetece seguir con mi plan o qué?, le pregunté bastante poco convencido.

  • ¿Cuál plan?, respondió ella, yo creo que sabiendo a que me refería pero haciéndose la despistada.

  • Pues el que te he dicho esta mañana, ¡el de echar una partidita a mi juego!

  • ¡Si tú quieres!, respondió no muy convencida.

  • ¡No!, si yo quiero, no. Tenemos que querer los dos, ¡si no esto no tiene ni puta gracia!

  • ¡Bueno!, ¡vale!, ¡de acuerdo!, prepara las cosas, me dijo con una voz bastante más risueña de la que yo esperaba.

¡Vaya!, de nuevo me ha costado convencerla menos trabajo del que esperaba, ¡empieza bien la cosa!, pensé.

Dicho y hecho, me levanté como un rayo y al igual que la vez anterior preparé mi maletín de trabajo con todo lo que creía necesario, con algunos extras por si acaso, y nos pusimos a jugar.

El principio fue bastante parecido a la otra noche que jugamos, copas, chupitos, los dos desnudos, toqueteos, chupadas, mamadas, comidas de coño, alguna folladita rápida que otra. Lo dicho, muy caliente y muy parecida. Aquella noche sólo tuvo una diferencia con la anterior, esta vez, no sé si ayudado por Sandra o porqué mi suerte había cambiado, ¡gané yo!

  • ¿Cuál será mi castigo?, ¡por favor, no seas muy duro!, fueron sus únicas palabras al ver que yo llegaba primero a la última casilla.

Ella sabía perfectamente que yo sería capaz de cualquier cosa.

  • ¡Tranquilízate que yo no te voy a obligar a degradarte ante mí vistiéndote de fantoche! ¡Cómo mucho de zorrita, pero poco más!, le dije usando mis mejores dotes para la ironía.

  • Tus pecados los pagarás algún día dentro de poco, hoy sólo vamos a follar.

  • ¿Y porque no me lo dices ahora?, preguntó bastante extrañada.

  • Cuando yo quiera que te enteres de tu castigo, te enterarás, le dije con voz de misterio y dándole un beso en los labios mientras pasaba mi mano por su desnudo y suave culo.

  • ¡Cari, que te conozco y sé que eres muy cabrón!

  • ¿Cabrón, yo?, ¡anda, ya! ¿No sé qué te hace pensar eso de mí?, le dije, intentando que uno de mis dedos de la mano que tenía en su culo, se abriese camino buscando su escondido y oscuro agujerito.

  • ¡Pues porque cuando tú piensas en algo, puede pasar cualquier cosa!

  • ¡No pasa nada, mujer!, esta vez he ganado yo y tú serás la que cumplas mis deseos, ¿verdad?

  • ¡Sí!, ¡verdad!, respondió ella dándome la razón.

  • Lo único que te puedo decir es que mis normas serán un poco más duras que las tuyas y que ni por asomo me voy a vestir de mujer, pero nada más.

Sandra al escucharme comenzó a usar sus mejores armas de mujer intentando sonsacarme cual sería su castigo. Ella sabe perfectamente como darme coba para que yo caiga en sus redes, así que poniéndolas todas en juego, se colocó de rodillas delante de mí metiéndose dos dedos en el coño y empezando a chuparme la polla.

  • ¡Cari!, ¿te gusta lo que hago?, ¿quieres que siga?, me dijo mirándome desde abajo pero sin sacarse la polla de la boca.

  • ¡No está mal!, le contesté simulando un tono de desprecio, aunque loco con lo que me estaba haciendo.

  • Si me dices lo que harás, me monto sobre tu rabo y te follo hasta sacarte la última gota de leche , me dijo metiendo en mi boca los dos húmedos dedos que hace un momento estaban dentro de su chochito.

  • ¡No insistas!, le dije de una forma bastante despreciable, pero chupeteando con sumo placer aquellos dos sabrosos deditos.

  • Si quieres follarme, me follas, si quieres que te folle, te follo. Haremos lo que te apetezca, pero el castigo sólo lo sabrás cuando yo lo decida.

  • ¿Y no me puedes dar una pistita más?, me dijo mirándome con carita de penita y pasando su lengua por mi dolorido capullo.

  • ¡Sólo te puedo dar una más!, terminé diciendo. Quiero hacer algo para ver y ser vistos, pero esta vez juntos y no tú sola cómo en el súper o con el de las pizzas. ¡Simplemente eso!

Mi comentario la mató y durante unos segundos se mantuvo en silencio con mi rabo entre sus labios.

Puso una cara de “no me entero de ná”, frunciendo el ceño sin saber muy bien a que me refería, pero me dio la impresión de que mi idea no le disgustó del todo, ya que sin volver a preguntar nada más, se puso de pie y abriéndose de piernas, se sentó sobre mí y se metió toda la polla en su chochito de un sólo golpe.

Aunque no le había dicho nada de mi plan secreto, me folló hasta dejarme los huevos vacíos cómo me había prometido. Estuvo sentada sobre mí más de media hora (bueno, más de tres minutos) hasta que sentí que mis huevos iban a estallar dentro de su coño en un momento u otro.

  • ¡Bájate!, quiero follarte y tocar tu coño para que te corras conmigo, le dije intentando apartarla de mí.

  • ¡Disfruta!, hoy quiero que te corras así. Me gusta lo que estoy haciendo.

  • Si es lo que quieres, ¡perfecto!, le dije.

  • ¡Sí!, ¡es lo que quiero! Pero esta me la debes, ¡que lo sepas!

No quise ser un chico malo, así que estirando mis manos hasta su culo, me agarré a él con fuerza y la dejé hacer, ya me la follaría mañana hasta que se corriera.

La verdad es que no hizo falta mucho más tiempo, en cuanto empezó a mover sus caderas contra mi cuerpo no pude contenerme y empecé a correrme como un animal. ¡Qué bien me folla y como me gusta esa postura!

En cuanto notó que mi leche empezaba a correr por sus muslos, se bajó de mis piernas y cogió sus bragas para limpiarse los salpicones que tenía entre las cachas. Aquello me pareció un poco raro, ella siempre decía que le encantaba tener el coño lleno de mi corrida. Aunque si lo pensaba bien, últimamente se solía limpiar mi corrida cuando tenía pensada una segunda guarrería ¿hoy también sería así?

Mis dudas se aclararon pronto, las bragas no eran precisamente para limpiarse, ¡eran para ponerme malito!

Y lo consiguió con creces cuando empezó a meterse, poco a poco, aquel pequeño tanga dentro del coño para sacarse hasta el último chorrito de mi corrida y darme un espectáculo extraordinario.

Cierto era que acababa de correrme y que lo común en mí era que mi polla empezase a decaer enseguida hasta desaparecer, pero aquella imagen ante mis ojos hizo, no sólo que no desapareciera, sino que incluso volviese a ponerse morcillona. Así que aprovechando que mi rabo me daba permiso para continuar, me acerqué a ella. Apartando su mano y poniendo la mía, con mis dedos seguí metiéndoselas hasta el fondo de su coño.

Una vez bien dentro, las bragas y mis dedos, los moví para dejarla bien limpia y de paso pajearla un poquito. Cuando creí que ya había eliminado cualquier resto que tuviese dentro, empecé a sacárselas lentamente.

En el momento que las tuve en mis manos y vi que estaban totalmente empapadas con la mezcla de mi leche y sus jugos, me las acerqué a la nariz y las olí, (¡raro en mi!, ¿verdad?) ¡Olían a cielo, a mar, a tierra, a fuego! Después de olerlas acerqué mi cara hasta su coño y empecé a buscar su clítoris con mi lengua queriendo comérmelo y hacer que se corriera.

  • ¡Para, cari!, hoy me quedo así y me debes una, pero mañana me tienes que follar como es debido.

  • ¿Y eso porqué?, ¡anda!, déjame un poquito. ¡Sólo hasta que te corras!, ¿vale?

  • ¡No, cari!, son las cinco y media de la mañana, creo que por hoy ya está bien de fiestas.

  • Además que estoy un poquillo cansada , me dijo.

Podía haber insistido un poco y quizás haber conseguido algo más, pero no rechisté ni un poquito y le hice caso a la primera. La verdad es que entre el curro de esta mañana, el alcohol que habíamos bebido, la corrida de hacía unos minutos y la hora que era yo también estaba hecho polvo. Así que me puse de pie junto a ella y le di un beso en sus labios mientras le pellizcaba el culo.

  • Hoy te me escapas, pero mañana no te libra ni el tato, le dije volviendo a pasar mis dedos por la raja de su culo hasta meter mi mano dentro.

  • Estate quieto y ayúdame a recoger esto un poco, ¡anda!, que si no mañana cuando nos levantemos está todo como una leonera, me dijo separándose de mí y yéndose hacia la estufa para apagar el gas.

Al ver mi poca suerte y sus pocas ganas por continuar con la fiesta, nos pusimos a recoger un poco el salón que realmente estaba patas arriba.

Cuando terminamos nos fuimos a dormir, yo pensando en mis cosas y ella, casi seguro, pensando en mis palabras, “hacer algo para ver y ser vistos juntos”.

  • ¿Cuál será mi castigo? , insistió una vez más antes de dormirse.
  • ¡Ya lo sabrás, cansina!, le dije.

Y acurrucándome en su hombro, me quedé dormido con carita de felicidad por haber ganado.

DOMINGO 26 DE OCTUBRE DE 2008 (MAÑANA)

La noche pasó de largo y ya eran más de las doce de la mañana cuando abrimos los ojos. Al levantarnos Sandra me dio un beso pero mi primera impresión fue que había estado toda la noche dándole vueltas a mis palabras ya que sin dejar despertarme siquiera, ya me estaba interrogando.

  • ¿Cuál será mi castigo? , volvió a preguntar con el mismo tono de voz de la pasada noche.

Al principio ni me acordaba de lo que me estaba hablando, pero después de despegar mis legañas caí en lo que me estaba preguntando.

  • ¡A ver, Vida!, le empecé a hablar con voz muy tranquila. Esta vez has perdido tú y tendrás que pagarme pero con mis condiciones, ¡así que no te pongas pesadita!

  • ¡Es que me da un poquito de miedo lo que puedas querer hacer! , me dijo demostrando cierto nerviosismo por mis posibles ocurrencias.

  • ¡Anda ya, mujer!, no te preocupes tanto por eso. Ya te lo diré en su momento. Primero me tengo que asegurar de buscar el momento justo para que todo salga bien y nos lo pasemos bien los dos.

  • ¡Ahora déjate de pamplinas y ponme un cafelito, guapa!

  • ¡De acuerdo!, aceptaremos pulpo como animal de compañía, dijo levantándose de la cama para dirigirse hacia la cocina.

  • Al fin y al cabo has ganado y yo he perdido y cuando yo gané reconozco que me pasé un poquillo, que tú te pases ahora un poquillo tampoco será tan malo, ¿no?

Aquello me encantó escucharlo de sus labios, nunca imaginé poder oírlo.

Y tras desaparecer por la puerta del dormitorio, me levanté para irme detrás de ella a tomarme el cafelito.

Durante el resto del día no hubo más comentarios al respecto, sólo algún rocecillo de vez en cuando y poco más.

La verdad es que lo tenía todo bastante bien pensado, pero para dejármelo más claro, aquella noche entré en Internet y en la Wikipedia para buscar un poco más de información sobre lo que tenía planeado cómo castigo para ella.

Lo que sí es verdad es que aquella noche, viendo un partido de futbol en la tele, nos tomamos unas pocas de cervezas y al final ni follamos ni nada. Aquella corrida que le debía, se perdió y a día de hoy aún no se la he pagado. Cualquier día de estos se la pago, ¡lo prometo!

LUNES 27 DE OCTUBRE DE 2008

¡Querida Parejita!,

Gracias por vuestro agradable e-mail, la verdad es que me alegré mucho al recibirlo.

Había pasado tanto tiempo desde la primera vez que me contactasteis que no estaba seguro si sería verdad o sólo un mail más de gente rara.

A lo que me decís sobre el MSN, me parece perfecto, podemos quedar una de estas tardes sobre las nueve, que es cuando me puedo conectar, y así podemos empezar a conocernos.

Yo ya estoy loco por hablar con vosotros. Espero cumplir con vuestras inquietudes y ser de verdad la persona que buscáis.

Un saludo de vuestro juguetito.

Juanma

Agregadme y yo os contacto.

Juanma4ever@hotmail.com

Yo estaba en la oficina, más liado que la pata de un romano cuando recibí aquel mensaje. Tal y cómo lo vi, me puse nerviosísimo por saber que diría. Y tal y cómo lo leí, lo agregué directamente a mis contactos. Con un poco de suerte, aunque yo estuviese trabajando, si él estaba conectado podría tener un primer contacto e irnos conociendo.

Estuve esperando toda la mañana, pero no hubo suerte.

Al llegar a casa se lo comenté a Sandra y le enseñe el mail. Tras leérselo le dije que de momento no había podido contactar con él pero que quizás esa tarde tuviésemos más fortuna.

Aquella tarde, a eso de las siete, aunque nos había dicho que a las nueve, encendimos el ordenador para ver si se conectaba, pero nada, ¡tampoco hubo suerte!

Durante un par de días seguí intentándolo desde la oficina y cuando llegaba a comer Sandra me preguntaba por él, pero siempre le tenía que decir lo mismo, ¡hoy tampoco!

JUEVES, 30 DE OCTUBRE DE 2008 (MAÑANA)

Habían pasado tres días desde que lo añadí y ya estaba perdiendo las ilusiones de que fuese real cuando de repente apareció la ventanita del Messenger en la pantalla.

“DOTADO MIRÓN acaba de iniciar sesión”

¡Joder, por fin!, ya estaba allí.

Me puse a esperar a ver si me decía algo, no quería ser yo el que diese el primer paso y que se notaran mis ansias por hablar con él.

Tras un buen rato de espera, por fin se decidió. De repente apareció otra vez la ventanita en la derecha de la pantalla donde ponía “HOLA”. El hielo ya estaba roto y había sido él el que dio el primer paso, ¡medallita pa mí!

Tras saludarnos de forma muy cortés, me hizo varias preguntas tontas, típicas de dos desconocidos. Y no sé cómo, de pronto nos encontrábamos chateando amigablemente.

La primera impresión fue bastante buena. Parecía un hombre bastante agradable y muy respetuoso, de momento no había usado ni una sola palabra malsonante. Y, aparte de preguntarme por mi mujer pero de forma casta y pura, no había hecho ningún comentario respecto a porqué estábamos allí charlando, ¡me estaba cayendo bastante bien aquel tío! Durante nuestra charla hablamos de todo un poco. Yo, por mi parte, le hice mil y una preguntas que él pacientemente me fue respondiendo. Me fue aclarando tantas cosas de manera tan precisa que se fue ganando mi confianza.

Así estuvimos más de una hora hasta que tuvimos que cortar la conversación porque me debía marchar a comer, no sin antes prometernos seguir charlando en breve.

Sandra, como de costumbre, cuando llegué a casa me estuvo preguntando por él durante la comida, pero de momento no quise decirle la verdad hasta que conociese realmente a ese hombre y tuviese claro que todo no fuese un montaje para engañarnos o reírse de nosotros. Simplemente le volví a contestar lo de todos los días, ¡hoy tampoco!

JUEVES, 30 DE OCTUBRE DE 2008 (TARDE)

Terminé de comer y disimulando mi nerviosismo por largarme cuanto antes, me marché de nuevo a la oficina con la intención de poder seguir charlando con él.

Y así fue, en cuanto me senté en la mesa vi que seguía conectado. Enseguida comenzamos a charlar y yo a hacerle preguntas bastante más comprometidas que él respondía sin rechistar. Mi única duda en aquel momento era si lo que decía era verdad o mentía como un bellaco.

Anteriormente había hablado a través del Chat con muchas mujeres y hombres de toda índole, unos reales, otros falsos, otros hijos de puta, otros muy buena gente cómo Pablo, en fin, calaña de todo tipo, pero ahora me encontraba hablando con él y por lo menos en una cosa era totalmente diferente a los demás, su falta de prisa. Y sobre todo lo que más me impacto, su paciencia por el tercer grado al que yo le estaba sometiendo.

Aquella tarde, entre Juanma y yo se creó un buen inicio de amistad. Tanta, que incluso por un momento llegué a olvidar por qué nos habíamos conocido. Hablamos de muchas cosas que no eran exactamente lo que nos había llevado a conocernos y en algún momento de la conversación llegué a pensar que aunque no ocurriese nada entre nosotros tres, podría ser un buen amigo.

Finalmente quedamos al día siguiente, él y yo, en un bar cercano a mi trabajo para conocernos en persona. Ya buscaría la forma de hacer creer a Sandra que llegaría un poco más tarde de lo habitual a casa por culpa del trabajo.

VIERNES, 31 DE OCTUBRE DE 2008 (MAÑANA)

A la mañana siguiente, como todos los días, me marché a trabajar dejando a Sandra en la ducha. Aquella mañana, ella tenía que ir al médico de cabecera para que le diese el alta definitiva a sus problemillas de antes del verano. Normalmente solía ir con ella a todas las visitas médicas, pero aquella mañana me fue imposible por culpa del trabajo. Pero bueno, ya recuperada del todo se me abrían muchas más puertas para llevar a cabo una serie de locuras que me rondaban por la cabeza y que no pude hacer antes, justo por estar aún un poco convaleciente.

Antes de salir, entré en el cuarto de baño para decirle adiós y aproveché para comentarle que igual esta noche hacíamos alguna guarrería de las mías.

  • ¡Bueno, ya veremos! , me contestó, dándome un beso y mojándome toda la camisa con el agua que resbalaba por su cuerpo.
  • ¡Ya veremos!, ¡ya veremos!, siempre la misma respuesta… A ver cuando te digo algo y me dices que sí a la primera, le respondí cerrando la puerta.
  • ¡Eso es lo que tu quisieras, no te jode!, contestó ella con un tono de voz bastante divertido.

¡Se la notaba feliz!

Durante todo el día intenté mantenerme ocupado en un millón de cosas para ni siquiera acordarme de la cita de esa tarde, pero la verdad es que estaba bastante nervioso. Si ya estaba así, no me quería imaginar cómo estaría el día que viese a Sandra en manos de Juanma y ver como tocaba sus suaves pechos.

Aquello que rondaba en mi cabeza, era un conflicto de celos y excitación, ya que cuando pensaba en la idea de verla a ella tocando su rabo mientras besaba sus labios, me ponía cachondo, pero cuando pensaba en lo contrario, me daba el ataque de cuernos pero me excitaba mucho más.

¡Joder!, ahora lo estoy escribiendo y me estoy poniendo caliente de sólo pensarlo. Eso que me ocurría desde hace algún tiempo en mi cabeza es lo que suelen llamar los médicos, bipolaridad. ¿De verdad seré bipolar?, ¡tendré que consultarlo algún día con un médico!

VIERNES, 31 DE OCTUBRE DE 2008 (NOCHE)

Las horas pasaron, lentamente, pero pasaron y por fin dieron las seis y media. Había quedado con Juanma a eso de las siete de la tarde y me tenía que dar un poco de prisa para no llegar tarde, así que tras despedirme de los compañeros y dar un par de vueltas al polígono con el coche para que se fuesen ellos y no notasen que me quedaba en la zona, aparqué justo en la puerta del bar.

Cuando llegué al bar ya era prácticamente de noche, entre otras cosas porque justo el fin de semana anterior habían cambiado la hora al horario de invierno. Tras entrar y echar un vistazo rápido para ver si alguien me miraba, pedí una cerveza y me senté en un taburete.

No habían pasado ni cinco minutos de las siete cuando entró un hombre y se acercó a la barra. Era aproximadamente de mi misma estatura, quizás un poco más delgado que yo pero no mucho, pelo liso, guapo, elegante y resultón, ¡bien mirado era bastante parecido a mí! (¡Sí!, lo sé!, ¡no tengo abuela!, ¿y qué?)

Yo no conocía a Juanma, pero por la descripción que me dio el día de antes en el Messenger, podría decir que era él, aunque como no lo podía saber a ciencia cierta, me quedé a la espera. Para nada quería intimidar con mis preguntitas a aquel extraño.

Este hombre pidió una copa de vino tinto y se sentó en la barra a escasos metros de mí.

El bar no estaba muy lleno, pero si había gente, unas cuatro o cinco personas más. La tele estaba encendida y tenían puestas las noticias del canal 24 horas. De repente, una noticia sobre la crisis, no recuerdo muy bien cual, hizo que todo el mundo que estaba en el bar comenzara a murmurar sobre lo dicho en la televisión.

En un momento dado el desconocido se dirigió a mí comentando la noticia y comenzamos a charlar sobre esta. Una cosa llevó a otra y me comentó que estaba esperando a un amigo llamado Leandro y me preguntó qué si por casualidad lo conocía.

  • ¡Soy yo!, le dije. ¿Tú no serás Juanma?, le pregunté realmente ilusionado.
  • ¡Exacto!, ¡yo soy Juanma!, me contestó con una amplia sonrisa en sus labios.

Nos presentamos, y como el primer paso ya lo habíamos dado con la televisión, no nos fue difícil a ninguno de los dos seguir charlando sobre los comentarios del Chat, que como ya he dicho antes, sobre todo habían sido sobre su vida laboral y la mía, aparte de otros muchos detalles un poco más personales.

La charla, el nerviosismo, las tres cervezas, los tres vinos que ya nos habíamos tomado, en fin, todo se conjuntó para que la reunión fuese bastante amigable. Todo aquello era un paso más para lo que al final yo deseaba que ocurriese.

Después de mucho charlar sobre él, de Sandra y de mí, lo único que pedí a Juanma para poder meter en el juego a mi esposa fue que cuanto antes, nos enviara un mail para que ella lo pudiese leer y que si ella luego lo quería contestar, podría ser el principio para iniciar una relación más intima entre los tres. Cosa que él aceptó y que me dijo que haría cuanto antes.

Y despidiéndonos con un fuerte apretón de manos, quedamos en volver a vernos pronto.

Llegué a casa a eso de las nueve y le dije a Sandra que estaba bastante cansado por el montón de trabajo acumulado al que tuve que hacer frente durante todo el día. ¡Qué mentiroso! Ella, apiadándose de mí sacó un par de cervezas mientras yo me duchaba y luego nos sentamos en el sofá a comentar un poco como había ido el día de cada uno y lo que le había comentado el médico antes de darle de alta.

Durante la charla estuve todo el tiempo, no excitado, más bien nervioso porque el haber conocido a Juanma me había dejado mucho más tranquilo pero a la espera. Al igual que me ocurrió con el DVD de Jesús y Laura, quería pero no podía contárselo aun a Sandra, estaba loco por que lo supiera pero no sabía cuál podría ser su reacción. Sandra podría perfectamente echarse atrás cuando le dijera que le había conocido en persona a sus espaldas y que entre los dos, él y yo, estábamos muy cerca de cumplir mi fantasía.

Al final tomé, creo que la decisión más correcta. No sabía si todo esto llegaría a buen puerto, pero el que él fuese una persona tan amable y cordial me ayudaría mucho a conseguir mi meta, así que preferí esperar la llegada de su mail y la reacción de Sandra al leerlo.

SABADO, 01 DE NOVIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)

Como de costumbre, me levanté a las claras del día sin hacer mucho ruido para no despertar a Sandra y me fui a la cocina a prepararme un café. Cogí la taza llena de café recién hecho y me fui, como también tenía por costumbre, al ordenador tras limpiar las putas caquitas del perro. Aquel día no me hizo falta ni encender el ordenador, desde que todo esto empezó no lo había vuelto a apagar con la idea de tenerlo siempre dispuesto a cualquier cosa.

Al abrir el correo me llevé una grata sorpresa. Juanma había cumplido su palabra y allí estaba el correo. Cómo me había prometido, lo había enviado la pasada noche a las tres de la madrugada.

Sin perder tiempo me puse a leerlo detenidamente para no perderme ni un sólo detalle. Sus palabras, sus formas, ¡todo era perfecto! Quizás porque era demasiado parecido a mí, desde el principio me cayó bien aquel tío. Yo era un salido de cojones que lo único que tenía en la cabeza era sexo, y si mucho no me equivocaba, aquel cabronazo también lo era.

Tal como lo leí lo reenvíe al correo de Sandra, de esa forma ella le contestaría, (si le contestaba, ¡claro!), desde su propia cuenta de correo y él podría agregar al Messenger, la cuenta privada de mi mujer y podría hablar directamente con ella.

¡Joder!, ahora que lo pienso, ¡qué retorcido soy!

A eso de las once apareció la imagen de Sandra ante mí como una virgen del cielo, recién levantada, con los pelos en pie, pero con unos ojos tan lindos y brillantes como siempre. Lo único que le falló fue la dichosa batita de guatiné que tantas veces le había dicho que no me gustaba, pero que ella siempre decía lo mismo, que era fea pero calentita.

Como un zombi, se acercó a mí y me dio un beso en la frente.

  • ¡Buenos días, vida!

  • ¡Te acabo de enviar un correo con una sorpresita!, le dije sin poder esperar más tiempo a que leyese el mensaje.

  • ¡Jo, cari!,estoy medio dormida todavía, ¡espera a que me despierte! , me respondió.

  • ¡Vale!, pero en cuanto lo leas, me dices que te parece, le dije intentando entenderla pero sin ocultar mi nerviosismo.

  • ¡Déjame a mí!, ¡ya veré lo que hago!, me contestó dándome la espalda.

Aún dormida, se fue al baño y tras unos minutos volvió al salón. Sin mirarme siquiera, se sentó en el sofá y se puso a ver en la tele un programita de adiestramiento de perros mientras que Duque se acurrucaba en sus pies. Aquel gesto me dio la ligera impresión de que pasaba un huevo del mail y de mí.

No había pasado ni media hora de todo aquello cuando vi que abría la tapa de su portátil y lo encendía. Sin querer demostrar mi impaciencia me mantuve en silencio pero a la espera de tener alguna reacción por su parte cuanto antes. Mientras tanto, yo leía y releía aquel mensaje en mi pantalla hasta el punto de casi sabérmelo de memoria.

La verdad es que para ser el primer mensaje, era bastante ñoño. Pero quizás era justo lo que queríamos escuchar los dos, Sandra y yo, algo suave, delicado y sin meternos prisas.

¡Querida Parejita!,

Hace ya algún tiempo que recibí vuestro primer mail, ahora os vuelvo a responder.

Ahora mismo os encontráis leyendo lo que yo, un desconocido, escribo y seguro que tenéis la extraña sensación de estar viviendo un sueño mágico.

Os preguntareis que hacéis leyendo el mensaje de un extraño, pero la curiosidad puede mucho más que la cordura, así que el morbo os incita a seguir leyendo…

¡Imaginad…!, habéis contestado a mi anuncio, habéis leído mis palabras y creo que consideráis que soy una persona de confianza. Mi forma de expresarme, de deciros las cosas os indican que soy la persona que buscáis. Un hombre educado, correcto y que sabrá llevar esta fantasía hasta el límite deseado por vosotros.

Hemos empezado por e-mail, podemos seguir a través del Messenger y si queréis por Webcam. Luego, más adelante, si lo deseáis me podéis dar vuestro número de teléfono, nos llamamos, hablamos, comentamos la fantasía que queréis cumplir o lo que queráis, pero en ningún momento, hasta que ella lo desee de verdad, no se cruzarán nuestras miradas cara a cara.

Aún no sabemos quiénes somos o como somos, simplemente tres desconocidos sumidos en el juego del morbo y la seducción. ¿Qué os parece si empezamos este juego de locos cuanto antes? Yo estoy aquí, dispuesto para vuestros deseos cuando queráis.

¡Por favor, Princesa!, contéstame cuanto antes, necesito saber de ti. Necesito saber con urgencia cuáles son tus gustos y tus necesidades. Me gustaría mucho poder compartirlos contigo y con tu pareja. ¿Os imagináis mis labios pegados a vosotros? El que sea así os lo dejo a vosotros, a mí sólo me lo tenéis que pedir.

¡Una última cosa!, ver las fotos de tu cuerpo desnudo ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido nunca. Espero poder verlo alguna vez en persona y darle las caricias que se merece.

Si quieres ver alguna foto mía más, pídemela, con sumo gusto te las enviaré. Sólo dime que partes de mi cuerpo quieres ver.

Un suave beso dónde más placer os pueda dar a cada uno de vosotros.

Juanma (Dotado mirón)

Me llevé una gran alegría cuando Sandra cruzó la puerta de la terraza, se acercó a mí y me dio un fuerte beso en los labios.

  • ¡Ya lo he leído! , me dijo en cuanto se separó de mis labios

  • ¿Y qué te ha parecido?

  • ¿No sé?, ¡parece pelín delicadito el muchacho, pero no está mal!
  • ¿Qué esperabas?, ¿que desde el primer momento te dijese que te quería follar?, le pregunté un poco contrariado con su respuesta.

  • ¡No, hombre!, ¡eso no!, me respondió enseguida.

  • Pero algo más fuerte sí que me esperaba, ¡para que voy a mentirte!

  • Pues contéstale tú y entra al trapo, ¡si quieres, claro!, argumente pensando en que si lo que quería era caña, que la metiese ella.

  • Eso mejor lo haces tú. Tú sabes que yo no soy de escribir y menos cosas guarras de esas que a ti te gustan.

Antes de que me la dijera, yo ya estaba casi seguro de su respuesta y no me equivoqué. Pero como a cabezón no me gana ni dios, intenté nuevamente que fuese ella la que contestase.

  • Pero es que yo creo que él lo que quiere es que tu le contestes. Y si te digo la verdad, a mi me también me gustaría que lo hicieses tú, le respondí intentando convencerla a que se lanzase sin paracaídas.

Un silencio, tenso para mí, se hizo en la terraza.

  • ¡Bueno!, voy a responderle porque tú me lo pides. Pero no me pidas que le diga cosas raras porque eso no sé hacerlo, me dijo dándose media vuelta y volviéndose a sentar en el sofá delante de su ordenador.

De nuevo había logrado en un tiempo record que ella fuese la que actuase. ¡Qué monstruo estoy hecho, joder!

  • ¡Mándame una copia a mi mail para leerlo!, fue lo último que le dije antes de escuchar el sonido de las teclas del ordenador.

En ese momento no tuve respuesta de ella, pero media hora después recibí el mensaje que le había enviado.

Hola,

He leído tu interesante y provocativo mensaje y, aunque no soy mucho de escribir, con mucho gusto y porque el pesado de Leandro se ha puesto cabezón, voy a responderte contándote algunas cositas sobre nosotros.

Decirte que nos encanta el sexo y todo lo que lo rodea. Nos gustan los juegos en pareja de cualquier tipo que estén bien para terminar teniendo sexo. Juegos sí, pero juguetes los justos, esos no me van mucho. Pero también debo decir que nunca vienen mal para darme un gustito extra cuando Leandro no está a mano.

También debo decir que nos gusta mucho bebernos alguna que otra cervecita entre amigos, es decir, en general, somos una pareja normal, o por lo menos eso creo.

Hace mucho que Leandro tiene la fantasía de poder compartirme con otro hombre, pero yo soy un poco tímida y no estoy decidida al cien por cien. Tampoco quiero que por tener prisas en hacerlo, nos afecte a la extraordinaria relación de pareja que tenemos, así que buscamos en principio un amigo para charlar o chatear un poco sobre cosas que no hablaríamos con otras personas, y poco a poco conocernos.

Más adelante, si hay buen rollito entre nosotros, quizás podamos quedar a tomar una copa o lo que sea, y si algún día, no digo cuando, se tercia la posibilidad de sexo entre los tres, pues ya lo veríamos más detenidamente.

¿Qué te parece mi idea?, ¿si quieres podemos hablar en el Chat?

¡Te espero!

Un beso

Dulce Pareja (Sandra)

La primera impresión que me dio al terminar de leerlo fue que ella estaba, al menos, lista para empezar a conocerlo. Aunque a primera vista no lo pareciese, aquello era un gran paso pero con más o menos los mismos frutos que otras veces, es decir, escribir en el Chat, ponernos cachondos y follar después. Pensándolo bien, al fin y al cabo tampoco era tan mala idea, si ella no quería seguir adelante, sería como volver a los inicios con Pablo que tantas buenas noches nos hizo pasar.

Recuerdo que al terminar de digerir el mail me levanté de la silla y vi que Sandra estaba delante del ordenador con el Messenger encendido.

  • ¿Qué haces, Cariño? le pregunté dándole un beso.

  • ¡Espero su respuesta!

  • ¡Dale un poco de tiempo al chaval!, ¿no?, seguro que aún no le ha llegado ni el correo, le dije para que se lo tomase con un poco más de calma.

Primero no quería y ahora estaba ansiosa. ¡No hay quién entienda a las mujeres y mucho menos a Sandra!

  • ¡Le doy hasta las dos de la tarde! Si a las dos no me ha contestado, le mando a hacer puñetas.

  • ¡Tranquila, mujer!, no seas tan radical. Verás cómo tarde o temprano contesta.

  • Ahora vamos a dar un “limpiaillo” rápido a la casa y luego nos tomamos un cervezón antes de comer, ¿te parece?

Aquellas últimas palabras mías parece que surtieron efecto.

  • ¡Venga, vale!, mientras yo paso la aspiradora, tú te haces los baños, ¿te parece?

  • ¡Venga, vale!, le contesté poniéndome en pie para irme hacia la cocina para coger el material necesario para hacer la limpieza.

  • Mientras voy a dejar el ordenador encendido para ver si contesta, ¿te importa?

  • ¡Para nada, mi vida!, yo también voy a dejar el mío encendido y así aprovecho para poner musiquita.

Entre el trapo del polvo y la fregona pasaban las horas y la casa cada vez estaba más limpia, pero Juanma no contestaba ni se conectaba.

SABADO, 01 DE NOVIEMBRE DE 2008 (TARDE)

Eran casi las tres de la tarde cuando por fin habíamos terminado y nos sentamos en el sofá a tomarnos la merecida cervecita fresquita.

A Sandra le faltó el tiempo para coger el ratón del ordenador y abrir la carpeta de entrada del correo.

  • ¡Este es un “rajao”!, ¡al final me va a dejar compuesta y sin novio!

  • ¡No creo, mujer!, lo que pasa es que estará liado con otra cosa y aún no ha leído tu mensaje, le contesté con la sana intención de no dejar que se le pasara el calentón.

  • Recuerda que el mensaje te lo envío anoche a las tres y pico… Es más, en el correo te decía que un día de estos podíamos quedar, en ningún momento te ha dicho que hoy.

  • ¡Pues no estoy de acuerdo!, ¡que lo sepas! , me dijo en tono sarcástico y con una amplia sonrisa en sus labios dándome a entender que comprendía la situación.

  • ¿Te apetece que me busque un novio a través la página esa que usábamos antiguamente?, me dijo de repente dejándome un poco frío.

  • ¡Claro que sí, cariño!, sabes que me encanta que lo hagas, le contesté realmente emocionado por sus palabras.

Aquello que en aquel momento me estaba insinuando Sandra, se lo había propuesto yo más de un millón de veces pero sin suerte. Siempre tenía la misma respuesta por parte de ella, ¡que no, que no y que no!, que siempre era lo mismo, un montón de moscones alrededor queriendo ver sus tetas para correrse con ellas. El que me lo pidiese ella a mí era un sueño, así que no le di tiempo a que cambiase de idea y automáticamente cerré el correo y pulsé sobre el icono del programa de chateo con cámara.

Lo pusimos y tras un rato trasteando con el programa nos dimos cuenta de que después de tanto tiempo desde la última vez, nuestra cuenta ya no existía, teníamos que crear una nueva.

  • ¡Vaya!, tendremos que volver a configurarla desde el principio. Hazlo tú mientras yo preparo un par de sándwiches, que tengo un hambre que da calambre, le dije a Sandra mientras me levantaba del sofá y ella se sentaba en mi sitio.

Mientras tanto, la dejé allí peleándose con el programa y yo me fui hacia la cocina.

A los pocos minutos noté como Sandra me abrazaba por la espalda y me levantaba la camisa mientras yo untaba queso “Philadelphia” con sabor a jamón, en unas rebanadas de pan de molde.

  • ¿Ya está listo?, ¿lo has conseguido?, le pregunté sin parar de hundir el cuchillo en aquella tierna crema.

  • ¡Sí!, ¡ha sido fácil! ¿Qué te creías que soy una torpe o qué?

  • ¡No mujer, para nada! Si yo sé que cuando quieres eres la mejor.

  • ¡Ah, bueno!, me respondió ella dándome un suave beso en el cogote.

  • ¿Y entonces, que haces aquí y no estás buscándote un noviete?

  • Pues, porque como siempre, nada más conectarme muchísima gente ha comenzado a mandarme privados, y para eso me gusta que tú estés delante.

Todo esto me lo dijo, a pesar del frío, justo al ladito de mi oreja, apretando sus desnudos pechos contra mi espalda y con una voz muy sensual.

Debo decir que el frío me ayudó un poco en aquel momento, la jodía cabrona tenía los pezones timbres de un castillo, ¡duros como piedras!, tan tiesos que los notaba rozarse por mi espalda e incluso puedo decir que me hizo un par de arañazos con ellos. (¡Hala, exagerado!)

  • ¡Todos son iguales!, los caliento, se corren y de mi nadie se acuerda. ¡Panda de cabrones!, continuó diciéndome con la misma vocecita y dándome otros dos arañazos más en la espalda.

  • ¡No te preocupes!, le respondí. Ya sabes que yo estoy aquí para terminar lo que otros calientan…

  • ¡Me gusta hacerlo!

  • ¡Pues yo ya estoy bastante caliente!, ¿para qué esperar más?, me dijo dándome un fuerte bocado en la orejita.

Y sin dejarme responder, continuó besándome el cuello suavemente justo en el momento en que noté, a través de la tela de mi pijama, como su mano llegaba hasta mi polla que empezaba a tomar vida con los roces de sus labios en mi cuello y de sus pezones en mi espalda.

Como buenamente pude, pero sin separarme de su mano, me di media vuelta para ponerme frente a ella sin soltar en ningún momento el cuchillo lleno de crema de queso. A mi cabeza vino nuevamente una idea loca y en mi cara se pudo ver perfectamente una sonrisa pícara mientras miraba al cuchillo y a sus pezones de forma alternativa, cosa de la que ella se dio cuenta rápidamente.

  • ¡Leandro!, ¿qué vas a hacer?, ¡no seas cerdo!, me riñó pero ahora con una voz un poco más nerviosa.
  • ¡Calla, Princesa!, le dije recordándole como la había llamado Juanma en el mail. ¡Esto te va a gustar!, le seguí diciendo.

  • ¡Anda, déjate de tonterías! ¡Termina los sándwiches que luego te voy a follar como te mereces, capullo!

  • Pero es que prefiero comerte a ti en vez de al sándwich, le dije mirándola a los ojos y con el cuchillo manchado de queso en mi mano.

  • ¡Ni loca!, ¡que no, que no!, ¡que eso es una guarrada!, me dijo de forma negativa pero sin llegar a apartarse de mí.

  • ¡Venga, tonta!, si sólo será un poquito sobre tus pezoncitos, mujer.

  • ¡Sí, un poquito, un poquito!, pero seguro que al final termino como el día del chocolate, hecha una cerda y toda pringosa.

  • Venga, un poquito, ¡porfi!, ¡porfi, ¡porfi!, le dije repetidamente para que me dejase acercar el cuchillo manchado a su cuerpo.

  • ¡Bueno!, un poquito y ya está que te conozco, ¿vale?

  • ¡Sí, claro!, un poquito para empezar y luego vamos viendo lo que pasa ¿no?, le comenté sabiendo que una vez metidos en líos, difícil era pararme.

Ahora, ella sabía perfectamente cuales eran mis intenciones y sin decir absolutamente nada me miró y sonrió, dándome pie a cualquier cosa que pasase por mi imaginación. Al verla totalmente sometida a mi nuevo juego de locos, acerqué el cuchillo a su boca para que lo lamiera y lo dejara bien limpio. Ella, sin dudarlo pasó su lengua por el cuchillo intentando llevarse los restos que quedaban en él. El ver su lengua húmeda y blanquecina pasar por aquel trozo de metal brillante me dio envidia y tuve que lanzarme pegando mi lengua a la suya, chupando entre los dos el cuchillo. ¡Menos mal que el cuchillo cortaba menos que el copón, que si no, no sé cómo hubiesen terminado nuestras lenguas!

Poco a poco lo fui retirando y acercando mis labios a los suyos para darle un beso como si del último beso se tratase, intentando compartir con ella toda la crema que aún quedaba en nuestras lenguas. Mientras la besaba, poco a poco la fui empujando para cambiarle mi sitio. Ahora ella estaba con el culo pegado a la encimera de la cocina y dejándose hacer.

Sin pensarlo, (¡bueno!, ¡sí!, lo pensé pero no mucho), como digo, sin pensarlo, metí mi mano en la tarrina para coger un buen pegote de crema y con el cuchillo, como si de una rebanada de pan se tratase, empecé a untar aquella suave pasta por los pechos y duros pezones de Sandra mientras que con la otra mano, también manchada de queso, la fui extendiendo por su cuello.

Aquello, a pesar de su negativa inicial, la estaba calentando muchísimo, me daba la sensación de que le gustaba notar el frío acero del cuchillo mezclado con la pastosidad de la crema paseándose por sus pezones, que seguían duros como rocas, mezcla del frío y de la excitación del momento.

Como era normal en mí, ya que no tengo hartura, no pude aguantar la tentación y nuevamente con los dedos cogí otro pegote de queso del bote, bajé mi mano hasta sus braguitas, las retiré lo justo para entrar y comencé a untarle la pasta por su precioso y depilado monte de Venus, buscando el interior de su coñito con la sana intención de dejarlo bien manchado de aquella espesa crema que se hacía líquida a la par que se mezclaba con los jugos que en aquel momento salían de su raja y el calor que ella misma emanaba.

Estaba nervioso y quería ver de nuevo su cuerpo totalmente sucio ante mis ojos. Lo había visto completamente marrón de chocolate pero ahora quería verlo blanco de nata, así que como pude, le quité la feísima bata y la dejé completamente desnuda, sólo tapada con aquel pequeño tanguita morado, manchado de una gran cantidad de crema tanto por dentro como por fuera. (La mancha de las bragas rojas que tenía el otro día en el baño no era ni comparable con la que ahora mostraba).

Al tenerla desnuda ante mí para mis caprichos, sin sacar la mano de su interior me quedé mirándola, ¡bueno!, más que mirándola, contemplándola. Admirando su suave y pálida piel manchada de blanca nata, ¡era una imagen realmente agradable para mis ojos!

Mientras la revisaba de arriba abajo sin perder ningún detalle de su cuerpo, Sandra echó sus brazos hacia atrás para apoyarse en la encimera. En esa posición pude ver sus sobacos y sin pensármelo, como siempre, cogí otro montón de queso con el cuchillo y levantando sus brazos comencé a untárselo por allí. Ahora sí que era mi obra maestra, ¡la musa de mis sueños!

Qué pena no haberle hecho un par de fotos para tenerlas como mi más preciado tesoro, guardado entre mis más valiosas pertenencias. ¡Lo pensé!, ¡no creáis que no!, pero no fui capaz de dejarla allí solita e ir a por la cámara, no quería perderme ni un sólo segundo de aquella situación. No era fácil tener a Sandra llena de cualquier tipo de crema, cómo ya sabéis, nunca le gustó. Y para una segunda vez en la vida que lo había conseguido sin tener que suplicárselo, no iba a hacer el tonto yéndome a buscar la cámara, ¿verdad?

Después de estar un buen ratito mirándola y dándole mil retoques con el cuchillo, como si de una paleta de pintor se tratara rematando su obra sobre un lienzo, no pude soportarlo más y me lancé a chuparle aquellos pezones que me traían loco desde hacía un buen rato. Lo hice tan lenta y suavemente que la hice gemir de gusto, sintiendo como mi lengua viaja desde un pezón a otro, dando lametones y sorbiendo toda aquella crema como si de un perrito fiel se tratara. (Tenía que haber llamado a Duque para que me echase un cable)

Mientras mi lengua paseaba por sus pechos, ella cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás para poder disfrutar de mis caricias.

Cómo aquella mañana cuando llegó su familia, con mi ayuda la volví a sentar sobre la encimera de la cocina de forma que sus piernas quedaron colgando y su sucio y cremoso coño a la altura justa de mis más depravadas fechorías. Me puse de rodillas en el suelo, postura que me encantaba, y estirando un poco de su tanga hacia arriba, se lo metí dentro de la raja dejando ante mis ojos unos preciosos labios rojos llenos de blanco queso. ¡Qué rico sándwich me iba a comer dentro de unos segundos! Lo tenía en mente desde aquel día que dejé pasar la oportunidad de hacerme un sándwich con sus bragas, ¿os acordáis?

Sin dudarlo, comencé a lamer, a chupar todo lo que la poca tela del tanga no tapaba.

Cuando vi que estaba más o menos limpia, más menos que más, muy lentamente empecé a bajarle aquellas pequeñísimas bragas para dejar su raja totalmente a mi disposición. A punto estuve de usar el cuchillo para cortárselas y no tener que quitárselas, pero haciendo de tripas corazón, se la quité y las tiré en el suelo.

No pude soportarlo, y tampoco quería aguantarme las ganas, es más si no lo hubiera hecho no sería yo, así que acerqué mi nariz a aquella preciosa empanada de queso para oler la mezcla y poder disfrutarlo como a mí más me gustaba. Con toda la fuerza que pude, aspiré aquel perfume, era un olor totalmente nuevo para mí aunque fuese el mismo frasco, un olor fuerte que no sabría determinar si olía a queso, a jamón, a crema de atún, de bacalao o a Sandra, pero sin duda un aroma estupendo.

Durante un buen ratito estuve metiendo mi nariz en aquella profunda cueva, juro que la metí tanto hasta que mi nariz, cómo era de esperar, terminó llena de queso y totalmente impregnada de aquella nueva esencia. Pero no quise perder más tiempo, así que suavemente pasé mi lengua por su coño para probar si el sabor también era nuevo. Y sí, puedo prometer que era totalmente nuevo, pero eso sí, para nada desagradable, todo lo contrario, un sabor salado un poco más fuerte de lo normal pero realmente apetecible.

Así estuve un buen rato, con mis orejas pegadas a sus muslos, disfrutando de aquel aperitivo que ni el mejor Karlos Arguiñano hubiera preparado nunca.

Mientras que seguía con mi limpieza queseril, no sé cómo, uno de mis dedos se acercó a su raja y empezó a luchar para entrar dentro de su coño. Por lo suave de la situación entró fácilmente y en poco tiempo entraba y salía como Pedro por su casa. Ese mismo dedo, sin pedirme permiso, se salió de su interior y se acercó a la boca de Sandra para que lo lamiera y probara aquel salado sabor que se estaba cocinando en aquel horno tan calentito y especial. Aquel dedo era un poco cabrón ya que a pesar de ser una fresca (fría) mañana de noviembre, me estaba haciendo sudar. Y no era por el calor que hacía precisamente, era más bien por lo caliente que me estaba poniendo ver como Sandra lo chupaba con tantas ganas.

Después de casi diez minutos sin hablar, sólo disfrutar de sabores nuevos, Sandra abriendo los ojos y mirando fijamente los míos, me habló.

  • ¿Quieres que te ayude con uno de mis dedos? , me preguntó con voz entrecortada pero picarona.

No entendí la pregunta, ¿cómo que si quiero?, ¡pues claro que quiero, cojones! ¡Bueno!, eso es lo que pensé, lo que dije fue un “sí, quiero” que salió de lo más profundo de mi pelotas.

He de reconocer que en aquel tiempo se pusieron muy de moda las preguntas retóricas, es decir, las que no respondes porque de antemano se conoce la respuesta.

Sin dudarlo se metió un dedo en la boca para sacarlo totalmente empapado de cremosa saliva blanquecina y poco a poco bajo hasta su precioso coño. ¡Qué envidia me daba aquel dedo! A poquitos centímetros de mis ojos pude ver perfectamente como con una mano se separaba los labios y como aquel dedo traicionero, que tanto me estaba haciendo sufrir, desaparecía entre los pliegues de su rajita y automáticamente empezaba a moverse entrando y saliendo lentamente.

Totalmente embobado no podía separar mi vista de aquella suave follada que se estaba dando ella misma, estuve casi un minuto mirando sin perder el más mínimo detalle hasta que decidí participar junto a ella. Puse mi mano sobre la suya y el dedo mal educado de mi mano también empezó a entrar al mismo ritmo que ella movía su mano.

Así estuvimos jugando con su coñito durante un buen rato hasta que Sandra, sin soltar mi mano para que no se salieran ninguno de los dos dedos, se incorporó un poco y me dijo que la ayudara a bajar de la encimera. La cogí en brazos y la ayudé a bajar mezclando los restos de queso de sus tiesos pezones con los míos.

Cuando por fin estuvo de pie frente a mí, hice el ademán de seguir follándomela con mis dedos pero ella, sin decir nada me sacó la mano y me miró.

Cómo lo que era, una estupenda alumna en las artes sexuales, acercó su boca a mi pecho y cogió entre sus labios uno de mis pezones tirando de él con un suave mordisco. Aquel agradable dolor hizo que mi rabo, que estaba un poco decaído por el frío que hacía en el ambiente, diese un salto y volviera a ponerse como en sus mejores tiempos. Había crecido tanto que hacía que el pantalón de pijama que llevaba puesto pareciese que era dos tallas menos por lo apretado que estaba en ese momento. (Aquí no he exagerado, ¡que quede claro!)

Sandra, que no se perdía un detalle, al darse cuenta de aquello y sin querer desperdiciarlo, mientras seguía mordisqueando mi otro pezón bajó una de sus manos y me la atrincó sobre la tela empujándola hacia atrás con mucha fuerza, haciendo que toda la piel de mi rabo se deslizara y dejara mi capullo totalmente al aire debajo de la tela del pijama. Al sacar mi capullo y rozarlo con la tela se me formó una gran mancha en el pantalón con el liquido que estaba guardando bajo mi capullo desde hacía un buen rato.

Yo no sabía cuánto más iba a poder soportar aquello, deseaba follármela cuanto antes. Juraría que Sandra también estaba loca por tener mi rabo dentro, pero no lo hizo. Lo que hizo fue obligarme a darme la vuelta y poner mi culo pegado a la encimera. Cuando me tuvo apretado contra la placa de mármol, me bajó el pantalón del pijama, dejándome el rabo al aire mirando al techo de la cocina. Sin perder tiempo, lo cogió con una de sus manos mientras que la otra masajeaba mis pelotas que estaban completamente a rebosar de leche.

Aquel suave meneo de mi polla me avisó de que en pocos segundos iba a poder llenar nuevamente el bote del queso “Philadelphia” y no precisamente con queso.

  • ¡Cari, chúpamela, por favor!, le dije para que la cosa durase un poco más.

  • ¿No sé?, ¡nunca lo he hecho! , me dijo con una vocecita de niña mala que nunca hubiese roto un plato.

  • Sólo tienes que metértela en la boca y deslizar tus labios como si de un helado se tratase, le respondí siguiéndole la broma de chica novata mientras ella se ponía de rodillas delante de mí.

  • ¡Lo intentaré! , me dijo mientras que yo veía como mi verga desaparecía entre sus labios.

Si es que vale para todo, para puta, para colegiala, para criada, para esclava… Lo dicho, una mujer realmente llena de virtudes.

Después de unos segundos comiéndome el capullo como sólo ella sabe hacerlo, se la sacó de su boca y sin mediar palabra conmigo, cogió el cuchillo manchándolo con un poco de crema que todavía quedaba en sus pechos y empezó a untármela por todo lo largo de mi más que duro cipote, llegando con el cuchillo hasta mis huevos.

Aquella sensación era bastante complicada para mí. Y aunque sabía que el cuchillo no cortaba una mierda, no era fácil sentirlo en la parte más preciada de mi cuerpo, ¡me daba un miedito tremendo a la vez que un morbo impresionante! Pero la confianza en Sandra me salvó y además si antes ella me había parecido una rebanada de pan dónde untar el queso, me pareció bien que ahora ella tratase mi polla como una salchicha a la que le estuviese untando mayonesa. Verla hacerlo y pensarlo me produjo una sonrisa interior.

  • ¡Ahora quiero que me folles como es debido! ¡Me la debes desde el día del jueguecito! , me dijo poniéndose nuevamente de pie y soltando mi polla que, como imaginaba, estaba totalmente blanca de queso.

Dándole un beso en los labios la hice apoyar la cabeza y las tetas sobre la encimera dejándome a la vista aquel estupendo culo al cual no le había hecho ni el más mínimo caso en toda la tarde. ¡Joder, eso no me había ocurrido en la vida!, ¿cómo me había olvidado de algo tan importante para mí? ¿Me estaría volviendo tonto? ¡No!, ¡para nada! ¡Había tenido otras muchas cosas entre manos en las que pensar y no podía estar en todo, hombre!

Así que con Sandra puesta casi a cuatro patas y con el culo ante mí, me puse en acción. Pasé un dedo por toda la raja de su culo a la par que me agachaba y bajaba mi cabeza para darle suaves besos en aquellos dos preciosos cachetes tan suaves. Fui bajando poco a poco de nuevo hasta estar de rodillas, pero esta vez con una vista totalmente distinta a la de antes pero igual de hermosa y caliente que su vista delantera.

La cogí por el interior de los muslos y empujando un poco hacia afuera fue abriendo las piernas dejándome contemplar una vista mucho mejor de su culo y de la entrada trasera de su almeja. Al igual que me pasara cuando tenía su lindo conejo ante mis ojos, no pude aguantarme y sin pensármelo dos veces hundí mi cara en su culo buscando su agujerito con mi lengua para darle lametones.

Estuve un buen rato comiéndome su culo, pero cuando más ensimismado estaba en mi trabajo escuché la voz de Sandra.

  • ¡Cari!, me gusta mucho como lo haces, pero necesito tu polla en el coño cuanto antes, ¡métemela, por favor!

Ante aquella súplica no tuve más remedio que dejar mi trabajo a medias y dar pan (con salchicha) a la necesitada. Mi rabo estaba preparado para entrar, tanto en tamaño como en suavidad, ya que todavía se podía ver el montón de crema de queso que Sandra me había untado. Así que poniéndome de pie me puse detrás de ella dispuesto a darle lo que ella necesitaba, carne en barra con salsita.

Abrí un poco sus cachetes para follármela y justo en ese momento tuve una mala tentación al ver aquel negro agujero manchando de blanca crema. A punto estuve de pasar de su coño y metérsela directamente en el culo, pero pensé que no, mejor sería llevar un orden, que como dice mi buen amigo Jack, “hay que ir por partes” y eso me hizo recapacitar y dirigir mi nabo directamente a la boca del conejo para que se hartara de comer zanahoria.

Aquello fue alucinante, ¡entró de un sólo golpe! No me extrañé para nada, con tanto lubricante natural y artificial mezclado era imposible que aquella entrada no estuviera tan suave. Al entrar hasta el fondo los dos soltamos a la par un gemido de placer y satisfacción. Una vez dentro me quedé parado durante unos segundos disfrutando de aquella situación tan alocada que nos habíamos montado sin esperarlo.

Cuando ya me vi preparado para seguir, agarré su culo con mis manos y empecé a desatascar aquellas tuberías que estaban atoradas de tanto queso.

Durante más de cinco minutos estuve dándole empujones a su raja, yo quería ir lento, disfrutar del momento y no tenía ninguna intención de ir más rápido pero la voz de Sandra me hizo cambiar de idea.

  • ¡Más fuerte, cari!, ¡más fuerte!, me dijo casi a gritos.

¡Estaba como poseída!

Al ver lo excitada que estaba y que yo sabía que si me lo hacía más fuerte, me correría enseguida, para alargar al máximo la situación, en vez de seguir follándomela más fuerte, lo que hice fue sacar mi polla y decirle que ella llevara el control y que lo hiciera como más le gustase.

  • ¡Pero si tú lo estás haciendo muy bien!

Esas fueron sus únicas palabras acompañadas de una mirada llena de cuchillos (llenos de queso).

  • ¡Eso es lo que hay!, le dije.

Y separándome de ella, puse su “linda” batita de güatiné en el suelo de la cocina y me tumbé sobre ella. ¡Vaya!, pensé, ¡por fin esta bata tan fea va a tener un buen uso!

Me cogí la verga con la mano e invité a Sandra a que se sentara sobre ella. No puedo olvidar la cara que puso Sandra en aquel preciso momento, era una cara de mala hostia que te cagas. Pero su calentura era mucho mayor que su cabreo, así que como haciéndose de rogar, se fue acercando hacia mí.

  • ¡Lo sabía, sabía que vendrías! Si después de todo no eres mala chica, le dije.

No me contestó ya que en ese momento Sandra estaba loca por sentir mi rabo en su almeja y no era capaz de enfadarse por nada y mucho menos mosquearse, quedarse sin corrida y encima cabreada.

Con su cara de medio mosqueo se puso con las piernas abiertas sobre mí y mirándome a los ojos fue bajando poco a poco hasta dar con las rodillas en el suelo. Con su hábil mano buscó mi cipote y en menos que canta un gallo lo tenía otra vez dentro. Aquella segunda metida fue muy parecida a la primera, nuevamente, los dos a la vez, soltamos un gemido de placer al notar como rozaba mi rabo con el interior de su cueva.

Durante un par de segundos estuvo parada hasta que se habituó a la postura, pero cuando por fin se acostumbró a ella, empezó a subir y bajar sus caderas, acelerando o frenando según le iba apeteciendo. ¡Estaba en la gloria!, nunca me quería follar así y sin embargo, por cosas del destino, en pocos días era la segunda vez que la tenía sentada sobre mi verga, ¡qué guay!

Yo, que desde mi privilegiada posición podía ver como sus tetas se movían arriba y abajo, de un lado a otro siguiendo el ritmo de la follada, mi mayor deseo en aquel momento era sentir sus melones en mis manos. Estirando las manos los cogí y empecé a manosearlos terminando de untar la crema que aun quedaba. Los gemidos de Sandra en este momento eran bastante fuertes e iban acompañados de cada metida y sacada que se daba con mi rabo.

Por el ejercicio que estaba haciendo en aquel momento, su cuerpo se estaba cubriendo de sudor, ya el frío era sólo una quimera de la que ni nos acordábamos. Además y por casualidad, había puesto la bata justo en la parte del suelo donde estaban las tuberías del agua caliente y eso, quieras o no, nos ayudó a aguantar el frío de mejor forma.

De pronto, Sandra se quedó quieta sentada sobre mí y apoyándose con una mano en la puerta del lavavajillas, con su otra mano empezó a tocarse la pipa del coño. Estaba como loca buscando su corrida. Dejó de follarme y mientras se masturbaba sólo movía el culo en círculos.

Para mí era exactamente lo mismo, los movimientos de su cadera hacían que mi polla chocara aun más con todas las paredes de su coño de forma que de pronto no pude más y agarrándola por las caderas para levantar un poco su culo, empecé a follármela de forma bestial para tener una corrida de campeonato dentro de su coño a la par que ella empezaba a gemir a gritos diciéndome que se corría conmigo.

Aquel momento nos dejó a los dos totalmente destrozados y en silencio, sólo sentía como las paredes de su coño se contraían contra mi polla provocándome pequeños espasmos de placer que hacían a la vez que empujara con mi rabo en el interior de su coño. Aquello era como un recorrido sin fin, ella se contraía, yo tenía un espasmo y empujaba mi rabo dentro de su higo lo que hacía que ella tuviera una contracción y vuelta a empezar. Así estuvimos un buen rato hasta que nos empezó a dar la risa. No pudo aguantar más y se desmontó de su cabalgadura, echándose en el suelo junto a mí para descansar un poco.

  • ¿Te ha gustado?, le pregunté como de costumbre.

  • ¡No ha estao malamente del tó! , me contestó como de costumbre, pero aquel día añadió algo más a su respuesta que no me esperaba.

  • ¡Maravilloso!, ¡ha sido maravilloso!, ¡hacía tiempo que no lo pasábamos tan bien!

Y mientras seguíamos abrazados en el suelo, remató la frase con un beso de tornillo que jamás podré olvidar.

Al rato se levantó y me dijo que se iba a la ducha. Yo no estaba a gusto en el suelo, pero no sé porqué me quedé tumbado.

Mientras escuchaba caer el agua en la bañera pensé que posiblemente hoy sería un buen día para cobrarme mi premio. Lo tenía decidido, mi reinado empezaría esa noche ya que creí que era el momento perfecto para lo que tenía pensado.