Solo era el principio (19) Una ducha rápida...

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 19

Una ducha rápida…

MARTES 21 DE OCTUBRE DE 2008 (MAÑANA)

Desde el sábado pasado estábamos aguantando las tonterías de aquella familia que lo único que sabía hacer bien era comer. ¡Menos mal que mañana miércoles se marcharían y nos volverían a dejar tranquilos!

Desde la corrida del sábado en la taza de café, no había tenido ni un pequeño roce con Sandra ya que a ella no le gustaba tener sexo mientras que alguien de la familia estuviese cerca. Yo creo que como es tan escandalosa en sus corridas, le da un poco de vergüenza hacerlo con gente merodeando y que la escuchen, pero bueno, ya estaba cerca la despedida y yo podría seguir con mis ideas del trío y ella gritando lo que quisiese cuando se corriera.

Aquella mañana dejé a Sandra en la cama y me marché intentando hacer el menor ruido para que no se despertaran los demás. La pasada noche Sandra me había dicho que mañana le apetecía levantarse un poco más tarde porque estaba reventada de hacerles todo a los auto-invitados. Cerré la puerta con todo el cuidado y llamé al ascensor para bajar al parking. A eso de las nueve y diez estaba sentado en mi coche, y a eso de las nueve y veinte, cuando estaba intentado aparcar el coche en el polígono, mi móvil empezó a vibrar.

¡Vaya, un mensaje!, pensé al escucharlo. Seguro que eran los del banco con alguna publicidad o los de telefónica ofreciéndome una oferta inigualable, ¡estaban todo el día igual!, así que no le hice mucho caso y seguí con lo mío.

Subí a la oficina, encendí el ordenador y mientras se encendía me bajé a por un café y a fumarme un cigarro. El tiempo pasó entre presupuestos y facturas y a eso de las diez y poco, mi teléfono empezó a vibrar de nuevo. ¡Vaya, otro mensaje!, ¡pues si que están pesaditos hoy los del banco!, volví a pensar.

Cuando cogí el teléfono vi que tenía cuatro mensajes. Cuando abrí el primero que había recibido aquella mañana, vi que era de Sandra. ¡Joder!, ¡pues como sea algo urgente la he cagado!, pensé. Pero automáticamente pensé, quedándome más tranquilo, que si hubiese sido algo importante me hubiese llamado. Así que un poco más relajado abrí la carpeta de mensajes y vi que había varios de ella, unos de texto y otros de imagen. No sabía muy bien de que iba todo aquello ya que ella no acostumbraba a enviarme mensajitos.

Y la verdad es que al abrirlo, me llevé una grata sorpresa. ¡Ojala el banco me mandase todos los días mensajes como aquel!

Cuando leí el primer mensaje, mi corazón dio un salto y me ayudó bastante a hacer de aquella rutinaria mañana un día totalmente innovador.

* Anoche volví a soñar. Soñé que me dabas el premio que me prometiste y me gustó mucho. Ahora solita en la cama voy a tocarme hasta correrme pensando en los tres juntitos.

Leer el primer mensaje y que se me pusiera la polla como un roble, fue todo uno. Menos mal que en aquel momento estaba sólo en la oficina, porque seguro que se me notó que la cara se me puso roja como un tomate.

Sin darme tiempo a nada, volví a la carpeta de mensajes para leer el siguiente que no era precisamente de texto, ¡era una imagen! Era una foto dónde podía ver como dos dedos entraban dentro de un delicioso y mojado coño. En cuanto la vi supe que eran Sandra y su coñito. Lo noté al instante, sobre todo cuando vi su anillo, inconfundible para mí. Se me debía notar a leguas el pedazo de bulto que tenía en aquel momento. Si me llego a poner de pie y me ve alguien, no hubiese podido ocultarlo.

Cerré la foto y fui de nuevo a la carpeta de mensajes. El siguiente era otro de texto.

* Me he hecho una pajita pensando en ti, sé que te hubiese gustado que lo grabase, pero hoy era difícil. Te quiero mi amor.

No pude aguantar más la tentación y bajando mí mano me empecé a acariciar los huevos, que los tenía bien hinchados, mientras que con la otra mano iba buscando en el móvil el mensaje que me faltaba por leer o ver. ¡Para mi alegría era otra foto! Esta vez vi cómo en su coño entraba el cipote negro de goma que tanto nos gustaba a los dos y que tan buenos recuerdos me traía.

De repente sonó el teléfono de la oficina. Si en aquel momento hubiese habido alguien más en la oficina, no me lo hubiera pensado y habría salido corriendo hacia el baño a partirme el rabo entre mis manos mirando aquellas dos fotos, pero me fue imposible ya que no era costumbre dejar la oficina vacía y mucho menos con el teléfono sonando. Así que resignado pero con la polla como un martillo pilón, respondí a la llamada.

En cuanto colgué a aquel pesado, me puse a contestarle a través de un nuevo mensaje. Podía haberla llamado directamente por teléfono y ya está, pero aquel juego me estaba empezando a gustar y mucho.

  • ¿Qué tar, guapíima?, siefto habe tardgado en respponderte pero nao he podicdo hacerklo antezs. Me gusta que hqagas estas locyuras por mí. ¿Por ciderto, de qué prebmio me hablas? Un bdeso donde más gustio te dé. Te quidero.

TRADUZCO: ¿Qué tal, guapísima?, siento haber tardado en responderte pero no he podido hacerlo antes. Me gusta que hagas estas locuras por mí. ¿Por cierto, de qué premio me hablas? Un beso donde más gusto te dé. Te quiero.

¡Jamás!, jamás de los jamases había escrito un mensaje tan mal y con tantos errores, pero mis nervios y el pensar en lo que acababa de hacer mi querida esposa en la intimidad de nuestra cama, me tenía realmente inquieto y hacía que mis dedos corriesen por el teclado del teléfono cómo si estuviesen jugando con la pipitilla de su coño. Además, que yo no conozco a nadie que sepa escribir con una sola mano. La otra no hace falta decir dónde la tenía, ¿verdad?

Y claro que sabia a que premio se refería, pero quería leer su reacción, leer que me decía, así que me puse a esperar la respuesta. Ni que decir tiene que no hice absolutamente nada más mientras espera el mensaje.

Aproximadamente quince minutos después volví a escuchar el zumbido del móvil al recibir el nuevo mensaje de Sandra. En ese momento estaba hablando de nuevo con un cliente por teléfono, pero al empezar a leerlo casi puedo decir que le colgué para poder leer detenidamente lo que decía.

* Tú lo sabes mejor que yo, ¿cuando me lo darás?, tengo hambre. Quiero chupar vuestras pollas lentamente mientras mis manos juegan con vuestros huevos llenos de leche calentita para mí. Cari, estoy muy caliente, me encantaría sentir ahora mismo como tu polla dura se mueve dentro de mí, mmm…

Ahora sí que me refregaba la polla con fuerza. Más de tres días sin correrme y ahora estos mensajes tan calientes me tenían muy nervioso, así que para calmarme un poco cogí de nuevo el móvil y me puse a escribir con los dedos totalmente temblones y esta vez sí, con las dos manos.

  • Me pones muy cachondo mi amor, tengo la polla empapadita. Me imagino cómo te doy bocaítos en los pezones y agarro tu culo con fuerza y lo aprieto contra mi polla. Esta noche te voy a destrozar el coño. Hoy no quiero que me digas que no.

Le di a enviar y me puse a esperar la respuesta.

Con los nervios no daba pie con bola, así que me salí al pasillo a fumarme un cigarro mientras esperaba.

Esta vez tardó bastante menos en contestar, cosa de un par de minutos.

* Sabes que esta noche será difícil, de todas formas tenemos todo el tiempo del mundo a partir de mañana. Te quiero.

¿Qué quería decir aquello?, ¿qué me iba a volver a dejar a dos velas?, ¡ni loco vamos!, ¡hoy me corría yo cómo fuera y dónde fuera, y estuviera quien estuviera en casa!, me importaba todo dos cojones. Y con las ideas totalmente claras, me dispuse a escribirle un mensaje poniendo mis condiciones y aprovechar de camino para pedirle algo más.

  • Búscate un hueco en tu apretada agenda porque hoy no acepto negativas. Así que ya sabes, hoy duermes otra vez con saborcito a leche en tu boca o con el coño bien lleno, tú eliges, pero de hoy no pasa. Por cierto, el próximo sábado podríamos jugar de nuevo a mi juego de mesa, recuerda que la última vez quedó pendiente que yo ganase. Te quiero.

Esperaba que su respuesta fuese positiva a las dos preguntas, ya hacia tantos días que no teníamos ni el más mínimo roce que no me acordaba siquiera que se sentiría teniendo un orgasmo.

Estaba en mis más calientes pensamientos cuando de nuevo escuché el móvil.

* Vale, si no tenemos nada mejor que hacer, lo haremos.

¿Hacer?, ¿hacer qué?, que significaba aquello. En ello estaba pensando cuando de nuevo recibí otro mensaje.

* Pero ten en cuenta que el día que te pille, no te voy a dejar en paz hasta que me destroces el culo con tu pedazo de polla, ¡que lo sepas!

¿Que podía reprocharle ante aquella impresionante propuesta?, ¡nada! Cómo otras veces, haríamos lo que ella quisiera y ya está.

Ahí terminó la conversación por mensajes, entre otras cosas porque empezó a llegar el personal a la oficina y no me podía concentrar. Así que al final no me dejó nada claro si su respuesta era sí o no, pero la propuesta era inmejorable. Para el resto, tendría que esperar hasta la tarde porque aquel día al estar sólo en la oficina, tampoco iría a comer a casa. A decir verdad, de todas formas tampoco me apetecía mucho ir a comer con todos.

MARTES 21 DE OCTUBRE DE 2008 (TARDE)

El día se me hizo eterno y a eso de la seis menos algo no me lo pensé más. En cuanto llegó uno de mis compañeros y me dijo que ya no tenía que marcharse más, directamente le dije que me tenía que ir para hacer un par de cosas urgentes, no podía aguantar hasta la hora de salida.

Me monté en el coche y si normalmente tardo unos diez o quince minutos en llegar, aquel día llegué volando. A las seis en punto estaba metiendo, ¡ya, ya, ya quisiera yo!, metiendo la llave en la cerradura de casa para abrir la puerta.

¡Vaya agradable sorpresón me llevé cuando entré en casa! (Que sepáis que esto es ironía, lo digo para el que no lo pille, ¡je, je!).

Como de costumbre, mis cuñaditos estaban cada uno en un sofá durmiendo como leones y Sandra en una esquinita del sofá intentando ver la tele y cogiendo a Duque por el cuello para que no ladrase y los despertase a todos.

Ella, al verme entrar, se levantó del sofá sin hacer mucho ruido y con gestos, me dijo que la acompañara a la cocina. Allí, de forma más íntima pero en voz baja, me estuvo contando un poco lo que habían hecho durante el día sin hacerle mucho caso por mi parte. A mí lo que más me importaba era que me contara lo que se había hecho ella durante la mañana, ¡eso era lo que yo quería escuchar, no las pamplinas de aquella gente!

Sandra al ver mi insistencia verbal y sobre todo manual, es decir, sobeteos con mis manos en su culo y frases guarras en su oído, mientras me preparaba un café, me empezó a contar en voz aún más baja y sin muchos detalles cómo, después de que yo me marchase a trabajar, empezó a recordar las fotos de Juanma y que su mano, sin darse cuenta, empezó a tocar suavemente su coñito. Escucharla relatar cómo se había hecho aquella paja en mi ausencia me estaba poniendo como una moto y sin pensármelo me acerqué a ella para comerle los labios.

Justo en eso estaba cuando Sandra me empujó para que me separase de ella.

  • ¡Buenas!, escuché detrás de mí con un tono de voz realmente desagradable.

Dándome la vuelta pude ver como mi queridísimo cuñado estaba entrando en la cocina.

  • ¡Hola!, ¿qué tal?, le contesté con pocas ganas.

  • ¡Pues ya ves!, que vengo a ver si queda algún bollo para merendar.

¿Bollo?, pensé. ¡Un bollo eres tú, so carajote!, un zampabollos que me has cortado de nuevo el rollito.

Sandra al ver mi cara de desesperación y cabreo, empezó a gastar bromas.

  • ¡Hombre, pues claro que sí! Algo tiene que quedar si no os los habéis comido.
  • Mira allí en la despensa, y si no hay bollos, seguro que hay magdalenas o galletas de chocolate , le dijo Sandra con su peculiar forma de arreglar las cosas para que yo no me mosquease.

Pero yo no tenía ninguna intención de seguir allí viendo cómo aquel jodío vaina terminaba con todo lo que había en la despensa, así que tomándome el café de casi un trago, les dije que me iba a la ducha. Me acerqué a Sandra para darle un beso y entonces escuché un leve susurro en mi oído que me alegró en todos los sentidos.

  • ¡Tranquilízate un poquito, mi vida! ¡Vete a la ducha y no cierres el pestillo!, en un ratito iré yo a lavarte la espalda.

Yo sabía que aquello no era más que un premio de consolación y si hubiese sido un poco más fuerte de voluntad hasta lo hubiese rechazado, pero no podía, en ese momento hubiese dado mi vida por verla desnuda y masturbarme delante de ella. Además, lo que quisiera hacerme tendría que ser algo ligero, como mucho una pajilla rápida. Seguro que si nos poníamos a follar, de una forma u otra nos molestarían y nos dejarían el polvo a medias. Así que, ¡qué cojones!, a disfrutar de la pajita que en poco rato me iba a cascar Sandra.

Más contento que unas pascuas por la sugerente insinuación de Sandra, salí de la cocina sin decir ni pio y me fui hacia el dormitorio para preparar la ropa.

¡Que poco tiempo tarda uno en prepararlo todo cuando sabe de antemano cuál va a ser el resultado final! En menos de tres minutos estaba yo en el cuarto de baño sentado en la taza, fumándome un cigarro y vestido sólo con el calzoncillo a la espera de que en un ratito, aquella mano traicionera hiciera conmigo lo que más le apeteciese.

Durante la espera, que ya empezaba a ser larga e incluso un poco desesperante, me dio tiempo a fumarme tres cigarros e incluso menearme un poco el rabo para ponerlo a tono y quitarme algo del frío que tenía encima por estar prácticamente desnudo.

A punto estaba de meterme en la ducha y darlo todo por perdido cuando de repente escuché la puerta. Mi primera reacción, aunque estaba totalmente seguro de que era ella, fue taparme con la toalla por si había alguna sorpresa desagradable. Pero no, esta vez sí tuve suerte, ¡era mi Sandra!

Tal como entró no le di tiempo, cerré el pestillo y seguí comiéndole los labios de la misma forma que hace un rato se lo estaba haciendo en la cocina. Estuvimos durante un buen rato comiéndonos los morros. Tenía muchas ganas de hacerlo pero ella tenía aún más, ya que mientras me besaba, su lengua rebuscaba por entre mis dientes consiguiendo que con aquel beso olvidase por unos segundos todos los problemas que pudiese tener.

Poco a poco, pero sin separarme de su boca, la fui llevando hasta el fondo del baño. Ayudándola un poco con la presión de mis manos en sus hombros hice que se sentara dónde yo estaba sentado antes. Una vez posicionada, abrí sus piernas para separar la tela de la falda y dejar a la vista mi más codiciado premio, que por mala suerte para mí, estaba bien tapado por sus medias y su lindo tanga rojo de seda.

De la misma forma que el día que la grabé meando, haciendo un poco de esfuerzo por el poco espacio que hay entre la taza y el lavabo, me arrodillé delante de ella con la infantil idea de pegarme un atracón de conejo. Sandra al ver mi intención me puso la mano en la cara para que parase.

  • ¡Espera cari, no seas más guarro, que ayer no me pude duchar por que no había agua caliente y hoy me he pegado una buena panzada de sudar limpiando toda la casa.  ¡Debe estar muy, muy sucio!

¡Para qué me dijo nada!, si antes estaba ansioso por hacerlo, ahora estaba loco, ¡qué digo loco!, se me iba la vida en ello, daba mi reino por poder meter mi nariz y mi lengua en aquel oscuro y mal oliente lugar.

  • ¡Pues mejor!, ¡cuanto más aliño, más rico! Ya sabes lo que dicen, ¿no?
  • ¿No?, ¿qué?, respondió ella entre risitas.
  • ¡Soy cómo el jamón!, contra más pringue, ¡mucho mejor!, le contesté dejándole bastante claro que me iba a tragar con mucho gusto aquella rica ensalada y todo lo que saliese de allí.

Y mientras reíamos por aquella tonta ocurrencia, estiré una toalla en el suelo, sobre todo por el frío, me acomodé como pude delante de ella y me dispuse a olerla como si fuese un perro en celo.

No sabría describir en este momento lo que sentí cuando mi nariz estuvo a escasos centímetros de su caliente coño y noté su olor natural, un olor fuerte e intenso que traspasaba las medias y la tela de sus bragas y que me puso a mil por hora.

Le levanté un poco el culo y haciendo grandes esfuerzos por el poco espacio del que disponíamos, empecé a quitarle las medias. Cuando se las quité y las tuve en mis manos, acerqué mi cara a la zona que había estado pegada a su raja todo el día y prácticamente las gasté con mi nariz. Era extraordinario sentir en mi cara aquella media tan suave al tacto mezclada con todo su aroma. Me las pasé una y otra vez por mi nariz para que aquel olor me llegase a lo más hondo de mis sentidos.

Cuando ya las había olido un poco, pero no todo lo que me hubiera gustado, las puse a un lado y me volví a acercar a su coño. Ahora sólo quedaba ante mí aquel precioso tanga que tanto me gustaba.

En la brillante tela se veía una mancha blanquecina que resaltaba sobre el rojo granate de sus bragas, pero esta vez no era de humedad, parecía más bien una mezcla de restos de su flujo, pipi y sudor que al verlo hizo que mi polla soltara unas cuantas gotas de mi líquido sobre la toalla que había puesto en el suelo.

Tras mirarlo con detenimiento, pasé un dedo por sus bragas intentando coger todo el sabor en él y me lo metí en la boca para tragarme aquel delicioso coctel. Cuando mi dedo estuvo bien limpio y mojado, lo acerqué a los labios de Sandra y se lo metí en la boca para compartir mi saliva empezando ella a hacer con mí dedo lo mismo que si me estuviese comiendo el rabo.

No podía aguantar más y por instinto, mi cara se arrimó aun más a su coño recibiendo ahora su intenso olor en primera línea de batalla. Retiré su tanga a un lado y puse mi lengua encima de su raja notando automáticamente su sabor tan salado, ¡su delicioso sabor! Con mi lengua iba chupando sus labios que iban dejando su olor pegado mi cara, ¡me estaba poniendo malito con aquella delicatesen en mi boca!

Sandra al notar que aquello me gustaba tanto, quiso disfrutarlo conmigo. Ahora, en vez de empujarme para que me alejara, me sujetaba la cabeza contra su coño moviendo las caderas contra mi cara al ritmo que mi lengua se movía sobre la perla de su ostra.

Pero como era de esperar, yo quería más, quería meterme dentro todo aquel agradable olor, así que para sentirlo más cerca aún metí mi nariz dentro de su coño y empecé a follármela con ella. Sé que mi nariz es pequeñita, pero seguro que a Sandra le parecí Pinocho en aquel momento, lo digo sobre todo por los flujos que su conejo soltaba y que empezaban a correr por mi cara.

¡Te voy a comer “to” el coño, zorrona!, dije antes de hundir mi cabeza y comenzar a besarle el chocho.

Y sin perder más tiempo, empecé a besarle los labios que aun estaban pegados el uno al otro y le fui recorriendo la raja de arriba abajo mientras que con una mano le agarraba fuertemente el culo y con la otra le acariciaba las tetas.

Pero cuando más cerca del cielo estaba, de un salto y sin avisarme me separó de ella y se puso de pie dejándome a mí de rodillas, a una altura perfecta para seguir comiéndole el coño, si ella me hubiese dejado, ¡claro!

  • ¡Déjame a mí que tenemos que darnos prisa!, me dijo, quitándose las bragas que aun llevaba puestas.

Cuando tuvo el tanga en los tobillos hecho un rollito de primavera, lo cogí y la ayudé para terminar de quitárselo. Ahora, tras muchos días de espera, por fin tenía sus preciosas bragas (sucias, muy sucias y malolientes), en mis manos, ¡aún no me había corrido y ya había conseguido el trofeo!, ¡qué guay!

Poco a poco se volvió a levantar la falda, que se le había caído al ponerse de pie, y en un par de segunditos puso delante de mi cara su peladito coño, abierto por sus manos, a mi entera disposición e hizo lo que jamás pensé que haría en ese momento. Puso una pierna en el filo de la bañera y agarrándose al filo del lavabo dejó su chocho totalmente abierto ante mí. Acto seguido me cogió la cabeza y con todas sus fuerzas me apretó contra sus labios empezando a moverse de lado a lado, refregando varias veces todo su flujo por mi cara desde mi frente hasta mi barbilla y dejándome totalmente impregnado en mi rostro aquel delicioso olor.

  • ¡Cómo me gusta que me lo comas, cabronazo!…
  • Aunque algún día sea de otro hombre, nadie como tu será capaz de comérmelo y darme el gusto que tú me das, me decía en voz baja mientras que me refregaba el coño contra mi cara.

Mientras que Sandra me torturaba con aquel castigo, ¡bendito castigo!, y con aquellas perturbadoras palabras, en mis manos seguía aquel trocito de seda que había estado tan pegado a ella durante los dos últimos días, notando la humedad que me mojaba las manos. Estaba en la gloria, ¡si el cielo existía, ahora mismo estaba en él!

  • ¿Qué haces con mis bragas?, me preguntó.

  • ¡Huélelas!, ¿a qué esperas?, terminó diciendo en plan orden pero sin levantar la voz.

Debo decir que durante el tiempo que estuvimos en el baño estuvimos hablando entre susurros, sin levantar mucho la voz para no asustar a nadie.

Aquellas palabras de Sandra, más que una orden me parecieron un regalo del cielo. Así que sin hacerla esperar más, las desenrollé un poco para poder olerlas a gusto. Lo primero que apareció ante mis ojos fue la parte que había estado pegada a su coño, y como pude ver antes por fuera, por dentro también se veían aquellas manchas blancas formadas por el sobrante de líquidos que había en su almeja, mezclados con los restos de su corrida de esa misma mañana. No pude aguantarme, lo toqué suavemente con mis dedos y lo acerqué a mi nariz para emborracharme de su olor. Era fuerte, pero sin duda, era el mejor olor que jamás había llegado a mi nariz, aquel olor sólo era comparable con el perfume de las rosas.

Una pequeña pero importante aclaración. Lo he dicho muchas veces, y sé que seguiré diciéndolo muchas más veces durante toda la historia. Y me repito tanto, sobre todo, porque es una de las cosas que más me gustan en este mundo, ¡y mira que me gustan cosas raras! Me excita muchísimo poder oler su coño bien sudado tras un largo día de trabajo. Es verdad que para cualquier otra persona esto puede parecer una locura o incluso una guarrería o una perversión, y no lo discuto, pero sólo quién lo ha olido alguna vez, puede disfrutar oliendo unas braguitas usadas o un chochete de un día para otro y dejarse emborrachar por ese intenso pero delicioso perfume. Ahora, hecha la aclaración, sigo con mis recuerdos.

Finalmente pasé mi lengua sobre aquel trozo de tela tragándome toda mi saliva mezclada con su sabor. Sandra, al verme como disfrutaba pasando mi lengua por sus bragas, acercó su mano hacia ellas y empezó a empujarlas suavemente metiéndomelas poco a poco en la boca. Aquello me hizo recordar aquel día que me hizo callar en la cama para abusar de mí. ¡Si es que soy un pervertido, no lo puedo negar!

Pero más pervertida fue ella cuando, ayudándome a ponerme de pie, de un golpe me metió todo el tanga en la boca y empezó a besarme.

  • ¡Cómete mis bragas, cacho de cerdo! , me dijo mientras acercaba su nariz a mi boca y empezaba a olerme.

Sin dejar de besarme ni un sólo momento, me empezó a bajar los calzoncillos. Hacer aquello sin mirar le costó trabajo porque mi polla estaba tan tiesa que se quedaba enganchada a la tela. Pero yo sabía perfectamente que a Sandra no se le iba a resistir un calzoncillo por muy enganchado que estuviera, y cómo era de esperar, en menos que canta un gallo ya estaba yo en pelota picada y con la polla mirando al techo.

  • ¡Ahora, póntelas!, me dijo sacándome las bragas de la boca y dándomelas para que me las pusiese.

  • ¡Quiero volver a verte vestido con mis bragas!, terminó diciéndome mientras que me mordisqueaba el filito de la oreja.

No tenía ni puta idea de por qué otra vez quería verme así y he de reconocer que, al igual que la vez anterior, en aquel momento me podría haber negado y haberle dicho que no, que ya estaba bien de mariconadas conmigo, pero claro, yo, cómo era normal en mí, no me hice de rogar y me las puse.

Debo dejar bien clarito que no soy gay, ni maricón, ni nada parecido, y que un buen coño, un culo regordete o un buen par de tetas me gustan más que a un tonto un palote, pero también es verdad que desde siempre me ha gustado, eso sí, sólo de vez en cuando, ponerme las bragas de Sandra y mucho mejor si estas están sucias y manchadas por ella. Incluso alguna vez, con el consentimiento de Sandra he salido a la calle con sus bragas sucias o me he ido al trabajo con ellas puestas provocándome erecciones brutales y llegando a casa con la entrepierna totalmente mojada para después echar unos polvos de impresión.

Pero bueno, a lo que iba. Allí estaba yo, de pie, con unas bragas sucias, sudadas y apestosas esperando que Sandra hiciese conmigo lo que le viniese en gana, ¿qué más se podía pedir?, pues eso, ¡que guarreara conmigo todo lo que le apeteciese!

Todo aquello hizo que mi calentón fuese en aumento por momentos haciendo que mi polla, de la misma forma que pasó la vez anterior que me las puse, se saliese por la parte de arriba de la braga y mis huevos colgaran, uno por cada lado del tanga.

Sandra, que puedo jurar que estaba irreconocible sabiendo que sus familiares estaban a pocos metros de nosotros, me apoyó sobre la fría pared y poniéndose en cuclillas me empezó a lamer la parte del capullo que sobresalía por encima de las bragas.

Cuando ya creí que todo iba a ir rodado hasta que se me aliviasen los huevos, Sandra se puso de pie y se empezó a colocar la falda.

  • ¡Cari!, tengo unas ganas locas de chupártela, pero antes voy a salir un momento para que no se sospeche nada fuera. ¡Que yo sólo venía a lavarte la espalda! , me dijo dejándome con la polla tiesa como un poste y la cara larga como un rucho.

  • ¡No jodas!, ¿ahora te vas a ir?, ¡pero si ya me queda poco!, le repliqué totalmente indignado.

Pero mis palabras no surtieron efecto.

  • ¡Enseguida vuelvo! Espérame y no dejes que mi trabajo se venga abajo , esas fueron sus últimas palabras antes de cerrar la puerta.

Allí me quedé yo, como un gilipollas, cagándome en todos los santos del cielo. ¿Pero cómo era capaz de hacerme aquello? A punto estuve de hacerme una paja y terminar con todo, pero confié en su palabra y sentándome de nuevo en la taza, me encendí un cigarro.

Uno, dos y hasta tres cigarros me fumé mientras escuchaba fuera el bullicio de todos contra todos cuando de repente noté un completo silencio. Y cuando ya creía que no volvería, de nuevo escuché abrirse la puerta.

Al escucharla, igual que hice la vez anterior, de nuevo me tapé para no llevarme sorpresas. Pero al abrirse un hueco en la puerta, pude ver una pierna desnuda que se asomaba ante mis ojos como si se tratase del inicio de un striptease. De repente se abrió la puerta totalmente y allí estaba ella, la persona más bella que jamás había conocido, ¡Sandra! Su sonrisa en ese momento era de lado a lado de la oreja, ¡se veía feliz!

  • ¡Lo conseguí!, los he echado a la calle para que se den un paseo, me dijo manteniendo su pícara sonrisa en la cara y acercándose hasta mí para apretar su pecho contra el mío.

  • ¡Así que prepárate que te vas a cagar! Querías que fuese una guarra, ¿no?, ¡pues lo has conseguido!

  • Ahora siéntate, que voy a seguir por dónde lo dejé, terminó diciendo para darme un “bocaito” en el cuello que hizo que los pelos de mis brazos se pusiesen cómo escarpias.

Y sin decir ni pío, me senté.

No me dio tiempo a poner el culo en el frio asiento de la taza cuando ya me estaba sobando las pelotas por encima de sus bragas. Poco a poco fue retirando el tanga para dejar mi polla al aire y metérsela en la boca para empezar a chupármela.

Pero antes de empezar mí miró fijamente a la cara.

  • ¡Voy a hacer que te corras chupándotela despacito, recorriendo con mi lengua tu capullo! ¡Te voy a vaciar los huevos metiéndome tu polla hasta el fondo de mi garganta!

¡La hostia!, jamás la había oído hablar así, estaba alucinado.

Pero más alucinado me quedé en cuanto se la metió entre los dientes.

Sandra estaba hambrienta de polla y me lo estaba demostrando. Tal y como cerraba la boca, la volvía a abrir para metérsela hasta el fondo. Se la comía durante unos segundos como si fuese el último alimento que quedase en la Tierra y de nuevo se la metía entera en la boca. La chupaba como si tuviera un “chupachups” entre las manos. ¡Bueno!, la verdad es que en ese momento era fácil. Con la espera se había venido abajo y no era ni la sombra de lo que era hacía un rato.

Pero su caliente boca y aquellos meneos con sus manos sirvieron para que en poco tiempo mi rabo empezara a recuperar su dureza natural.

Ahora se me planteaba otro problema, con el calentón que llevaba no tardaría en correrme y era una putada después de la que había liado para poder estar un ratito juntos, así que intentando, cómo otras veces, alargar la situación al máximo, retiré su mano llevándomela hasta mis huevos para que sólo usara sus labios en mi capullo y todo fuese un poco más lento.

Sandra, al ver que actuaba como otras veces, enseguida se dio cuenta de mi jugada. Así que mientras me sobaba los huevos con suma suavidad, se centró en jugar con mi capullo. Metido en su boca, jugueteaba con su lengua a la vez que sus manos iban bajando poco a poco para acariciarme el culo y buscar mi más íntima entrada. Aquella caricia era, sin duda, la que más cachondo me ponía. Era extraordinaria con sus manos, ¡cómo me quiere!

  • Métete en la bañera que te voy a lavar la espalda , me dijo sacándose mi polla de su boca y poniéndose de pie a duras penas por el poco espacio que había.

  • ¿La espalda?, pregunté un tanto extrañado.

  • Eso fue lo que te dije antes en la cocina ¿no?, me respondió de forma más o menos chistosa.

Una vez más permanecí callado. No quise contestar, si ella quería que yo entrase en la bañera y lavarme la espalda, pues nada, todos bocabajo. Que empezase por la espalda y que terminase por el rabo, ¿qué malo había en cambiar el orden?, pensé.

Así que abrí el grifo y cuando el agua caliente empezó a salir, me metí dentro. Sandra no me dejó reaccionar, me quitó la ducha y me apretó de cara contra la pared de la bañera. ¡Qué frío, joder!

Sin tan siquiera dejar que me quejase por el frío de los azulejos, me empezó a echar agua templada por la espalda mientras que con su mano iba bajando suavemente buscando la rajita de mi culo con su dedo. Aquella caricia consiguió que me abriese un poco de piernas y me pusiera en la pared como si me estuviera cacheando un policía. De repente su mano me agarró la polla desde atrás dándome un fuerte apretón en la polla.

  • ¡Joder, cari!, ¡cómo estás!

  • Este bote está bien lleno de leche. Hay que vaciarlo cuanto antes o reventará, me dijo dándome un fuerte cachete en el culo y soltando mi polla para echar un buen chorro de gel, también muy frío, sobre mi espalda.

Estuvo un par de minutos frotando mi espalda, mi culo y mis huevos mientras que yo me encontraba, sin quejarme para nada a pesar del frio de los azulejos, con la cara pegada a la pared, imaginándome, pero disfrutando al máximo de todo lo que ella me hacía.

Sin esperarlo, ¡mentira, sí que lo esperaba!, pero bueno, sin esperarlo, volvió a engancharse a mi polla desde atrás. Aquel tirón de mi rabo hacia atrás me produjo un poco de dolor, pero un dolor bastante soportable. Nunca me la había meneado así y la verdad es que era bastante agradable sentir como me pajeaba a la par que con esa misma mano me iba acariciando el culo.

  • ¿Te gusta así, cari?, ¿te gusta como meneo tu polla? ¡Dímelo, vida!, ¡dime que te gusta!, me decía mientras que no paraba de subir y bajar el pellejo de mi polla totalmente lleno de espuma del gel.

  • ¡Me gusta, mi vida!, ¡me encanta! ¡Acaríciame los huevos!, sabes que me encanta, le dije casi sin separar mis labios de la pared.

  • ¡Claro, mi vida!, pero ahora abre un poco más las piernas, quiero vértelos. ¡Me encantan tus huevos!

Mientras hablaba, con su mano libre me empezó a sobar mis mojaditos huevos.

  • ¿Te gusta que te los toque así?

A su pregunta no existía otra respuesta a la que le di.

  • ¡Sí, por favor!, ¡no pares nunca de tocármelos!

Lo hacía con tanta suavidad que no me hubiera importado correrme en aquel momento y menos cuando Sandra empezó a hablar de nuevo.

  • ¡No pienso parar, mi vida! ¡Por lo menos hasta que no me des tu leche, no!

¿De qué me suena esa frase? ¡Joder!, ¡pues claro que me suena! ¡Es la misma que le escribió a su amiguito Hulk la noche que se pajeo para él!

Ahora sí tenía claro que me iba a correr, así que poco a poco me fui dando la vuelta para poder correrme sobre ella. Sandra me ayudo un poco y en cuanto la tuve polla a coño, digo cara a cara, le abrí la camisa para poder abrazarla y no ponerla chorreando, aunque no nos hubiera importado a ninguno de los dos en aquel momento. Ahora la tenía con los pechos a mi alcance pero yo quería un poco más, así que bajando mis manos fui buscando su coño por encima de la tela de la falda, pero Sandra no me dejó.

  • ¡No, vida!, tu disfruta como te hago una paja. ¡Yo ya tuve mi ración esta mañana!

Aquellas palabras fueron bastante convincentes así que no quise discutir. Simplemente me dediqué a mirar como su mano, envuelta en espuma blanca, subía y bajaba. Yo no paraba de tocar sus tetas por encima del sujetador, y una de las veces que la pillé un poco desprevenida me metí un pezón en la boca y empecé a mordisqueárselo.

  • ¡Estate quieto, tonto!, ¡no seas malo!, me dijo inclinándose hacia mi pezón y dándome un bocado más o menos fuerte.

La verdad es que ahora mismo, por más memoria que hago, no sabría decir si me dolió o no, si hubiera querido me lo podía haber arrancado y no me habría enterado hasta el día siguiente, ¡estaba tan caliente que hasta aquello me gustaba!

No sé que quería cuando empezó a empujarme para que me diese la vuelta de nuevo. Otra vez me encontraba en la misma postura que antes, pero ahora me metía las manos entre las piernas para que las abriese más si era posible.

Mientras que su mano me sobaba de nuevo el rabo desde atrás, vi como cogía el bote de aceite de la estantería del baño y se echaba un buen chorrito en sus dedos. (¿Os acordáis del bote de aceite corporal y de las utilidades que Sandra era capaz de darle?, ¡pues ese!) ¿Quería más suavidad para mover mi polla?, ¡no!, esta vez me equivoqué en mis predicciones. Aquel dedo manchado de aceite lo acercó a mi culo y me lo metió sin pedir permiso ni nada. Como ya he dicho antes, aquella caricia tan particular me gusta muchísimo y ella lo sabe, así que cada vez que me quiere matar de placer, la repite y yo con sumo gusto la recibo.

Y cómo era de esperar, en aquel momento empecé a gemir de gusto. Sentir su mano meneándome la polla mientras que su dedo hurgaba en mi interior me estaba dando muchísimo placer. Al notar ella lo bien que yo lo estaba pasando, sin pedir ni tan siquiera permiso, empezó a empujar con un segundo dedo.

  • Sé que te gusta que te folle el culo, ¡quizás algún día tendrás que dejarte que te folle un tío mientras yo miro!

¿De qué me sonaban aquellas palabras?, ¡ah sí!, era lo mismo que yo le decía cuando le insinuaba lo del trío pero al revés.

Yo sabía perfectamente que aquello era un juego más y que ni de broma me iba a dejar yo que me tocase el culo alguien que no fuese ella, ¡estaría bueno! Pero bueno, si aquello servía de ingrediente para que ella me hiciese lo que me estaba haciendo, ¡de puta madre!, así que como pude, dije que sí mientras que ella ahora tenía los dos dedos dentro de mi culo hasta el fondo, moviéndolos sin parar.

Si meneándomela o chupándomela me corría pronto, el que me tocara el culo era señal inequívoca de que en poco tiempo me terminaría corriendo como un burro. Así que en el colmo de la calentura se me soltó la boca.

  • ¡Mete otro dedo, Cariño!, ¡mete otro y me corro enseguida!

  • ¿Otro?, me preguntó un tanto incrédula.

  • ¡Vaya mariconazo estás hecho!, ¡pero cómo me gusta!

¡Vaya!, menudo insulto más gratuito me acabas de soltar, pensé. Si no llega a ser porque estaba loco por correrme, me hubiese dado la vuelta y le hubiese dicho cuatro cosas a la cara. Pero no terminó de insultarme cuando noté aquel tercer dedo haciéndose hueco, obligándome a apretarme un poco más contra la fría pared a la par que de mi garganta salía un suave gemido de gusto.

Me dolió un poco, pero entre el aceite y mi excitación, el dolor pasó pronto convirtiéndose en placer. ¡Qué bien lo hacía todo!, ojala que en aquel momento Sandra hubiese tenido una buena polla. (¡Sandra!, he dicho, Sandra, ¡vale!)

Pero me dio la impresión de que ella no quería que me corriese aun, así que cogiendo un poco de agua me limpio la polla de aceite dejándola llena de brillantes gotitas de agua.

Ahora no me la meneaba, ni me la chupaba, sólo me follaba con sus dedos. La sensación era magnífica y mi polla lo agradecía soltando pequeñas gotitas de semen que ella recogía con su dedo y lo llevaba a su boca.

Sin esperarlo me sacó de golpe los tres dedos de mi culo. Mi reacción fue rápida.

  • ¿Porqué no sigues?, le pregunté dándome media vuelta.

  • ¡Espera!, fue lo único que dijo separándose de mí y acercándose al mueblecito del cuarto de baño.

Ante mi atenta mirada cogió el cepillo del pelo, que tenía un mango redondo y bastante grande, lo llenó de gel y le dio un buen lavado. Cuando estuvo bien limpio, se levantó la falda y de un sólo empujón se lo clavó hasta el fondo de su coño. ¡La zorra estaba chorreando!, todo aquello la había puesto bien cachonda.

  • Ves cómo me entra y te gusta, ¿verdad?,
  • ¡Joder!, no me gusta, ¡me encanta, mi vida!
  • Pues ahora te va a entrar igual a ti .

Aquellas palabras me dejaron un poco frío, pero ya me daba igual lo que hiciera si mientras que lo hacía me tocaba la polla.

Sin sacarse el cepillo del coño, se sentó en el filo de la bañera, me hizo levantar una pierna para ponerla en el filo y se metió mi polla en la boca. Me daba las mamadas al mismo ritmo que ella meneaba aquel extraño rabo con pinchos dentro de su conejo.

Cuando más contento estaba con aquella mamada, se paró, se sacó el cepillo del coño y con todos sus jugos y un buen chorro, tremendo, de aceite, me lo empezó a meter en el culo. Segundos después y varios quejidos por mi parte, el cepillo ya era parte de mi ser.

Con una mano se seguía tocando el coño mientras que con la otra meneaba el cepillo dentro de mí. Hacia un poco de daño por las arruguitas que tenía el mango, pero no me importaba, estaba disfrutándolo como nunca, además la mezcla de sus jugos con los míos curaba cualquier daño que me pudiese hacer.

  • ¡Cari, menéatela tú y córrete en mi boca!

  • ¡Vale!, pero no pares de tocarte el coño, fue lo único que pude decirle entre gemidos.

Aunque creo que aquel último comentario mio sobró, tenía toda la seguridad de que no tenía ninguna intención de parar. Yo sabía que en cuanto me la meneara tres veces me correría, pero también sabía que ella estaba muy cachonda y a punto de correrse.

Se agachó y cogiendo otra vez el olvidado tanga, como otras veces había hecho, lo lio alrededor de mi polla con todas sus fuerzas. Mi polla iba a reventar, estaba tan dura que llegué a ver venas que no sabía ni que tenía. Mi capullo estaba morado y duro como una piedra, incluso me dolía cuando me lo rozaba.

  • Ahora quiero que te corras en mi tanga. Tengo una idea, pero luego te la cuento, ahora quiero que lo manches todo , me dijo sin parar de mover en ningún momento la mano que tenía el cepillo dentro de mi culo.

No sé como lo hacía, parecía que tenía un millón de manos, pero lo que sí puedo decir es que aquel cepillo en ningún momento estuvo quieto.

Me tenía a punto de reventar, lo estaba pasando de puta madre y por lo que veía, ella también lo estaba disfrutando como se merecía. Aquel rato nos lo merecíamos los dos, no nos metíamos con nadie y sólo queríamos disfrutar cada uno del otro todo lo que pudiéramos durante el tiempo que nos dejaran.

  • ¡Eres una putita!, dímelo tú, quiero escucharlo de tus labios, le dije.

  • ¡Sí, soy una puta!, ¡tú puta! y dejaré que hagas conmigo lo que quieras entre tú y el hombre que elijamos, pero ahora quiero que te corras en mis bragas.

  • ¡Menéatela cabrón, que yo también me voy a correr ya!, eso fue lo último que dijo antes de correrse soltando todos los gritos que tenía acumulados.

Según gemía ella con su corrida, empecé a correrme. Tuve que agarrarme a la pared para no caerme.

El primer chorro cayó justo entre su cara y su pelo, pero para el resto puse la mano para que no se escapasen, lo quería guardar para sus bragas. Aquella corrida fue una de mis mejores corridas, solté todo el sobrante que tenía guardado desde hacía cuatro días y para más gusto, ella se había corrido conmigo.

Lentamente sacó el cepillo de mi culo y lo dejó caer en la bañera quedándonos, yo de pie, sujetándome con una mano en la pared y ella abrazada a mi pierna mientras que veía como el chorro de mi leche resbalaba por su cara llegando hasta sus labios.

Después de unos segundos de reposo, Sandra cogió el tanga y me lo empezó a aflojar. Lo abrió y justo con la parte donde había estado su coño esta tarde, se limpió la cara. Cuando estuvo limpia me cogió la mano dónde todavía tenía guardada mi corrida y de nuevo en el mismo sitio de la braga, me limpió a mí.

  • ¿Cuál es la idea?, le pregunté al ver hacer lo que estaba haciendo.

No me respondió, directamente se llevó el tanga a la boca y sacando la lengua empezó a esparcir mi leche restregándolo por todas las bragas hasta que no quedó ni una sola gota de mi corrida visible. Sandra estaba disfrutando como nunca, pero más lo estaba disfrutando yo, cómo he comentado otras veces, después de habernos corrido jamás habíamos seguido con la fiesta, ¡pero es que estaba imparable! ¡BIEN!

Cuando vio que las bragas ya estaban bien mojadas por todos lados de mí leche se puso de pie y levantándose la falda se puso el tanga.

  • ¡Qué guarra eres!, le dije en broma al ver lo que estaba haciendo.

  • ¡Ni te imaginas cuanto! Ya te irás enterando poco a poco.

  • Ahora dúchate que ya es muy tarde y estos estarán al llegar , me dijo dándome un caliente beso en mis labios y saliendo del baño.

  • Date prisa que te espero fuera con una cervecita.

A mi aún me faltaba el aire y mi culo estaba un poco dolorido, así que abrí el agua caliente y la dejé caer por mi espalda para relajarme un poco. A eso de los cinco minutos salí de la bañera, corrí a mi cuarto y me puse el pijama.

MARTES 21 DE OCTUBRE DE 2008 (NOCHE)

Cuando me iba a tomar el primer trago de cerveza y comentar las mejores jugadas del partido con Sandra, sonó el timbre. ¡Ya estaban de vuelta! Otra vez a aguantarlos. Pero esta vez no me importó tanto. Me acababa de correr con una paja de campeonato, Sandra había tenido dos buenas corridas hoy y para colmo íbamos a cenar todos juntos pero con un ingrediente especial, un ingrediente que sólo conocíamos Sandra y yo, sus bragas sucias y olorosas manchadas de mi leche presidiendo la mesa. ¡Mañana se ducharía tranquilamente!