Solo era el principio (18) Una taza de café...

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 18

Una taza de café…

VIERNES 17 DE OCTUBRE DE 2008 (NOCHE)

Me fui para casa intentando ponerle imagen a todas las palabras que Jesús me había contado aquella tarde. Me imaginaba a Laura con las dos pollas dentro de ella, chupando los dos rabos, con sus tetas manchadas de leche, en fin, que si normalmente voy cachondo, ahora mismo no tenía una palabra exacta para definir mi estado. Y o mucho me equivocaba o aquel calentón lo iba a pagar quien yo me sabía.

Pero lo peor de todo es que no sabía si decirle algo a Sandra sobre la conversación y el video, así que tendría que pensar en algo para que no notase a la primera que iba tan salido, más que nada porque mi polla, después de casi una hora de haber dejado de hablar sobre Laura, aún no había bajado y la mancha que había hecho en mis calzoncillos tenía que ser inmensa. No es por nada, pero es que mi polla había estado toda la tarde como una fuente y había soltado tantos liquiditos que notaba en mis huevos el frío que me producía la humedad.

Cuando llegué a casa vi que Sandra no estaba y que Duque estaba suelto por casa. Eso quería decir que habría salido a algún sitio y que no tardaría mucho en volver, ya que sólo dejamos al perro suelto por casa en caso de que vayamos a estar poco tiempo fuera.

Pero sin tan siquiera preocuparme por dónde estaría mi mujer, ya que en mi mente traía marcado el disco que Jesús me había dado, sin Sandra en casa vi la ocasión perfecta para poder echarle un vistacito rápido al DVD. Así que sin perder ni un segundo me fui directamente a la mesa de mi ordenador para ver el video.

En cuanto se terminó de encender el dichoso ordenador, que por mala suerte tardó un buen rato, metí el DVD en la disquetera y le di al archivo de video para que se empezara a reproducir. “Mujer al borde de un ataque de miembros”, se llamaba el archivo. ¡Jodío Jesús!, hasta para dar nombre a algo tan peculiar cómo aquello era simpático.

Lo primero que pude ver fue a Laura con su peluca rubia sentada en el sofá al lado de Jesús. Durante varios minutos se escucharon los comentarios y las risas que estaban teniendo en aquel momento así que con el ratón empecé a pasar la imagen más rápido. Paré cuando vi que Roberto se levantaba y que Jesús aprovechaba para meterle mano entre las cachas a su mujer, exactamente como me había contado. A continuación pude ver como Roberto se sentaba al lado de ella y empezaba a magrear sus tetas, sacándoselas del sujetador. Y tras esa idílica visión, la imagen de Jesús poniéndose de rodillas delante de ella para comerle el coño.

¡Joder, ahora sí que estaba cachondo!, me estaba sobando la polla por encima del pantalón y me la apretaba con tantas ansías que si no llego a controlarme, me la hubiese arrancado. ¡Todo era exactamente como me lo había contado esa tarde! Me la estaba estrujando con fuerza mientras deleitaba mí vista con el cuerpo desnudo de Laura y con sus duros pezones a punto de reventar que invitaban al más pintado a chuparlos hasta la saciedad. Tenía un cuerpo realmente delicioso, unas tetas espectaculares, ¡y de su culo para que vamos a hablar!

Pero lo que provocó que me sacase la polla del pantalón y empezase a meneármela fue, sin duda, cuando vi a Laura de rodillas en el suelo comiéndose el cipote de su nuevo amigo mientras masajeaba el rabo de su marido. Los movimientos en mi polla iban acompasados con los movimientos de ella con el ciruelo de Jesús. ¡Estaba a punto de correrme!

  • ¡Hola!, ¡ya estoy aquí!, escuché de repente y con un tono de voz realmente alegre.

Cómo era de esperar, era Sandra que había vuelto.

Estaba tan ensimismado en lo que estaba que ni siquiera escuché la puerta, pero es que el puto perro estaba tan dormido que tampoco la había escuchado. Yo, como otras veces había hecho, esperaba que ladrase en cuanto la oyese montarse en el ascensor y que me diese tiempo a recoger. Así que más nervioso que un filete de cinco duros, me tapé como pude y corté el video.

  • He tenido que bajar a por cervezas, porque si no bajo yo, aquí no baja nadie, me dijo dejando el carrito de la compra en el salón y acercándose a mí.

Yo estaba un poco nervioso y no supe que decir, ¡había estado casi a punto de correrme y se me notaba perfectamente el bultaco en el pantalón! Si llega a tardar treinta segundos más me hubiera pillado con todas las manos llenas de leche.

  • ¿Qué estabas haciendo?, me preguntó con cierto recochineo y mirando a mi entrepierna.
  • ¡No mucho!, le respondí restándole un poco de interés a la pregunta pero intentando colocarme de forma que se me notase un poco menos la hinchazón.

  • ¡Pues no veas cómo estás! ¿Qué?, ¿ya has estado viendo coños o qué? , me preguntó mirando de forma descarada hacia mi bulto.

  • ¡Pues sí!, le contesté asintiendo con los hombros.

  • Es que he llegado más caliente que el palo de un churrero y como tú no estabas para bajarme los humos, pues me he puesto a ver fotos de las mías para tranquilizar a mi chiquitín.

  • Pues no creo que ese sea el mejor remedio para calmar tus ardores, ¿no?, dijo de forma tajante pero paseándose la lengua por los labios cómo recogiendo las babillas que se le caían al ver lo abultado de mi pantalón.

  • ¡Pues va a ser que no!, le respondí. En vez de calmarme, me he puesto peor.

Todo esto se lo dije sobándome el rabo y abriendo la bragueta de mi pantalón para sacarlo fuera.

  • ¿Tú podrías hacer algo para bajar este “tumor”?, le pregunté recalcándome en la palabra “tumor” mientras me apretaba el nabo y le daba unos cuantos meneos de lado a lado.

Lo de “Tumor”, que realmente es “two more” en inglés, ya os lo explicaré en otro momento. Lo que si os puedo adelantar es que fue por una situación bastante graciosa que vivimos unos años atrás, os lo aseguro. Además, estoy totalmente convencido de que alguien que yo me sé, acaba de soltar una risita al leerlo y recordarlo, ¡seguro!

  • ¿Yo?, ¿pues no sé que puedo hacer yo con eso?

Y tras decir aquello, se acercó a mí para darme un suave beso en los labios mientras que apartaba mi mano para colocar la suya sobre mi verga.

  • ¡Relájate!, ¡te voy a bajar los humos!

¡Increíble! Y yo que creía que me iba a quedar el resto de la tarde con un dolor de huevos de los que hacen época, Sandra me iba a cascar un pajote sin comerlo ni beberlo. Lo dicho, ¡increíble!

Sin mediar más palabras, cogió un cojín del sofá para arrodillarse ante mí y siguió besándome los labios mientras sus hábiles manos me desabrochaban el pantalón.

Como podéis imaginar, mi polla estaba dura como una piedra y Sandra no perdió el tiempo, antes de bajarme el pantalón ya la tenía fuertemente agarrada con su mano.

  • ¡Estás muy caliente!, ¿verdad que sí?
  • ¡Sí!, le dije con un hilillo de voz que salió desde lo más hondo de mi garganta mientras me dejaba caer en el sillón del ordenador para estar aún más cómodo.
  • ¡Qué dura la tienes, cabronazo!, ¡esto no puede ser ni bueno!

  • ¿De verdad?, ¿me voy a morir?, le respondí haciéndome un poco el enfermito para que me curase cuanto antes.

  • ¡Tranquilo, que sé cómo arreglarlo! , me dijo dejando caer un chorro de saliva sobre mi capullo, mientras que con la mano empezaba masturbarme suavemente.

Sin soltar mi cipote y sin parar de subir y bajar lentamente la piel de mi capullo, se fue quitando los botones de su camisa dejándome a la vista sus dos rebosantes pechos por encima del sujetador.

  • ¿Y por qué estás así?, me preguntó Sandra queriendo saber más de la cuenta.
  • ¿No sé?, ¡me habrá pillado el día tonto!, le respondí sin dar más explicaciones.
  • ¿Quieres que te coma la polla? , dijo antes de agacharse y comenzar a besarme el cilindrín.

Cómo era de esperar, aquella estupenda pregunta no tuvo respuesta, ¿para qué? Un simple gesto de mi cabeza contestó por mí. Y sin decir nada más, se separó un poco el pelo con los dedos de una manera realmente sensual y se dispuso a arreglarme el día.

Primero lo hizo con los labios cerrados recorriéndome todo el rabo de arriba abajo con besitos mientras que con una mano me lo agarraba fuertemente y con la otra me acariciaba los huevos. Luego empezó a lamérmelo con su lengua, igual que antes de abajo a arriba y de arriba a abajo, mientras su mano me la meneaba poco a poco.

Todos aquellos jueguecitos eran encantadores, ¡no lo dudo!, pero yo lo que estaba era loco por soltar toda mi leche sobre aquellas dos preciosas tetas y no podía aguantar más. Así que cogiendo su cabeza la empujé contra mi polla.

  • ¡Vamos, vida!, comete mi polla, métela hasta el fondo, le dije cogiéndola del pelo y pegándola aún más a mi cipote.

  • ¡Tranquilo muchacho!, ¿tienes prisas?, me dijo parando un momento sus lamidas y quitándome la mano de su cabeza.

No le contesté, pero sí, tenía muchas, muchas prisas en aquel preciso momento.

Y tras decir aquello, sin dejar de mirarme con ojos de depravada, fue bajando su boca y comenzó a meterse mis huevos en la boca chupándolos mientras no paraba de masturbarme. Cuando la tenía bien empapadita de saliva hizo algo que me vuelve loco, se empezó a dar golpecitos con mi verga por toda la cara como si fuese un pequeño látigo. De pronto y sin previo aviso, por fin, se la metió en la boca.

El ritmo de su cabeza subiendo y bajando era lento, pero constante. De vez en cuando paraba y se quedaba mirando fijamente mi hinchado y morado capullo y otras veces dejaba escapar un hilillo de saliva que resbalaba hasta mis huevos, luego se la metía de nuevo en la boca y seguía chupando un poco más rápido. Aquella forma de hacerlo me demostraba que, aparte de yo, ella estaba disfrutando como una loca con aquella mamada.

Así estuvo tres o cuatro minutos hasta que en un momento dado noté como abría más la boca y bajaba hasta meterse toda mi polla en la garganta. Aquello me volvió loco por un momento, desde el día del sex shop me lo había hecho ya varias veces, pero hasta entonces, jamás de los jamases había querido hacerme aquello ¡y mira que le había insistido! Siempre decía que no podía, que se ahogaba y ahora de buenas a primeras, ¡zas en toda la boca!, nunca mejor dicho. Así que no discutí y decidí disfrutar de aquella “garganta profunda” que me estaba obligando a hacer mil esfuerzos para no correrme.

Aquella nueva práctica parece que le había gustado porque sin esperarlo, se la sacó de la boca y como si fuese a zambullirse en el mar, respiró fuertemente cogiendo aire y se la volvió a meter hasta el fondo. Siguió así durante un buen rato hasta que se la volvió a sacar de la boca dejando caer todas sus babas sobre mis huevos.

  • ¿Te está gustando, mi vida?, me preguntó con toda la barbilla llena de su propia saliva.

  • ¡Claro que sí, Cariño!, ¡me encanta que me la comas así!, le respondí.

  • Pues entonces esto te va a gustar aún más , me dijo a la vez que se desabrochaba el sujetador liberando sus tetas y estrujándome el rabo entre ellas.

Se apretó bien los pechos y subiendo y bajando las tetas con sus manos, comenzó a hacerme una cubana impresionante.

  • ¿Te gusta que te folle con las tetas, cariño? , me dijo mientras mi polla, llena de saliva, se resbalaba entre sus pechos.

  • ¡Me encanta, mi vida!, ¡ya sabes cuánto me gustan tus tetas!

  • ¿De verdad te gustan mis tetas?, ¿te gustaría llenármelas de leche? , me decía con voz de gatita mientras no paraba de menear sus melones arriba y abajo.

  • ¡Si, si!, ¡claro que me gustaría!

  • ¿Y no preferirías correrte en mi boquita?…

  • ¿O en mi cara?

¿De nuevo estaba usando la técnica de liarme o qué? ¡Hay que recordar que la última vez que la usó terminé atado en la cama y con los huevos bien peladitos!

  • ¿Dónde te gustaría más? , me dijo apretándose aún más las tetas y aumentando el roce.

En esas condiciones, hacerme pensar en cualquier cosa era demasiado pues mi solitaria neurona estaba en la polla.

  • ¿No sé?, le dije. Tú la manejas, así que donde tú quieras, fue lo único que le pude contestar.

  • Cuanto me gustaría bañarme en tu leche, ¡quiero que me llenes todo el cuerpo de tu leche calentita!

  • Soy una zorrita sedienta de leche, ¿aún no lo sabes?, dijo usando nuevamente el tono de voz que usó el día que actuó como una puta para mí.

Me volvía loco escucharla hablando así, incluso tuve el impulso de levantarme y ponerla de nuevo contra la mesa para follármela, pero con los nervios que tenía encima, mis piernas no hubiesen aguantado.

  • Si eres una zorra, ¿por qué no me la chupas como lo que eres?, le dije entre gemidos y deseando cuanto antes que mi rabo estuviese hurgándole los dientes.

  • ¡No te aclaras, eh! , me dijo sonriéndome pero haciéndome caso.

A estas alturas, ni que decir tiene que yo ya estaba a punto de correrme y lo peor de todo es que ella lo sabía y por eso empezó a chupármela a una velocidad de vértigo mientras con la mano me sujetaba los huevos y sus uñas se clavaban en ellos.

Sin poder remediarlo noté que la típica punzada en mi espalda de antes de correrme comenzaba a subir desde mis pelotas.

  • ¡Cari!, no pares, ¡voy a correrme!, la avisé entre suspiros.

Pero ella pareció no escucharme o no me quiso escuchar, porque siguió hasta que ya no pude contenerme más y estallé. Sandra se tragó mi primer chorro de leche, pero sacándola de su boca y sin parar de meneármela, se puso el capullo en la cara haciendo que el resto de mi semen le llenase el rostro de chorros blancos que resbalaban hasta su boca y sus tetas.

Cuando terminé de correrme, me miró y abrió la boca enseñándome mi primer chorro de leche. Lo removió con su lengua y lo dejó escurrir sobre sus pechos mientras que con una mano lo extendía sobre sus pezones dejándose la piel muy brillante. Para terminar, puso su cabeza sobre mi pierna y una vez más, se metió mi polla en la boca y la dejó totalmente limpita, tragándose los pocos restos de esperma que quedaban en ella. Así estuvimos un par de minutos, ella con los ojos cerrados recostada en mi pierna y yo tocándole el pelo suavemente.

Estábamos en la gloria, yo recién chupado y ella sentada en el suelo sobre el cojín con su cabeza sobre mis piernas tocando suavemente mis huevos totalmente depilados, cuando sonó el teléfono. Aquel sonido rompió toda la magia del momento, pero más rota quedó cuando Sandra se levantó y escuché la conversación que mantenía.

Era su hermana para decirle que mañana llegarían ella, el marido, los niños, el carrito, la cuna y un montón de maletas, a pasar unos días con nosotros en casa. ¡La madre que me parió!, ¿cómo cojones me hacen esto justo ahora que tenía tantos planes en mi cabeza?

Ese es el problema de vivir en la Costa. Todos ellos son de interior y cada vez que les apetece nos joden y encima se ahorran el dinero de pagar un hotel.

Sandra colgó el teléfono y se acercó a mí. Nada más mirarme a la cara notó el cabreo que tenía.

  • ¡Lo siento, cari!, ¡no he podido decirles que no! , me dijo con cara de resignación.

El resto de la tarde y de la noche fue poco divertida, apenas hablamos. Los dos estábamos cabreados con el mundo.

SABADO 18 DE OCTUBRE DE 2008 (MAÑANA)

Aquella noche había dormido poco, había tenido toda la santa noche la imagen de Jesús y Laura en mi cabeza. Tenía mil ideas que copiarles para poder llevar a cabo con Sandra mis “buenas intenciones”, pero sólo pensar en que aquella santa familia se nos iba a colocar por unos cuantos días en casa, me fastidiaba cualquier plan de ataque que tuviese pensado con Sandra a corto plazo.

Y justo cuando me estaba volviendo a quedar dormido, escuché un ruido ¡era el ruido de la cafetera! Me di la vuelta en la cama y vi que Sandra ya no estaba a mi lado, aquel día se había levantado antes que yo. Miré el reloj, eran las nueve y media de la mañana. ¡Joder!, pensé. Ayer le dijeron que llegarían sobre las once y pico y esta mujer no ha podido ni dormir pensando en la llegada de su puñetera hermanita.

Con menos ganas que nunca me levanté y subí la persiana del dormitorio. Lo que vi a través del cristal no me hizo ni puta gracia. Las nubes eran de un color gris oscuro poco agradable, que amenazaban lluvia en cualquier momento, en definitiva, un día tristón.

¡Vaya!, ¡un día perfecto para mi ánimo!, pensé. Cómo no lo tenía bajo ya, ¡pues venga, vamos!, ¡otra alegría para mi cuerpo!

Abrí la puerta del dormitorio y enseguida la vi al fondo. Allí estaba Sandra, con su batita de guatiné tan poco erótica, preparándome un café y Duque tumbado a sus pies y refunfuñando. Menos mal que mi amada esposa siempre consigue levantarme el ánimo con sólo ver su cara y sus lindos ojos verdes.

Me fui hacia ellos con los ojos aun plagados de legañas y me acerqué a Sandra para darle un beso de buenos días y una “pataita” de desaire al puto perro. ¿No sé por qué?, pero aquella mañana que me la esperaba con cara de cabreo y mala leche por lo de su hermanita, me la encontré con carita risueña y ojitos picarones.

  • ¿Pero por qué te has levantado?, me dijo con una voz muchísimo más melosa que de costumbre. ¡Si te iba a llevar yo el cafelito a la cama!

Aquello me mosqueó bastante pero enseguida pensé que lo que quería era camelarme un poco para que tuviese mejor cara cuando llegase el personal. Así que recapacitando un poco creí que lo mejor para mí sería dejarla que me engatusara. Cómo al fin y al cabo la cara de perro no me la iba a quitar nadie, aprovecharía la situación.

  • ¿Si quieres me vuelvo a la cama y te espero allí?, le respondí al ver sus ganas de llevarme el desayuno a la cama

  • ¡Bueno, mejor no!, mejor nos vamos al sofá que quiero contarte algo.

¡Vaya, bien empezaba el día!, a ver ahora que me cuenta. Seguro que algo que la hermanísima le dijo por teléfono anoche y no me lo quiso contar en el momento.

  • ¡Ahora voy!, primero me voy a lavar la cara y a peinarme un poco. Llévate mi café para el salón, le dije saliendo de la cocina y yéndome hacia el baño pensando en lo fácil que sería vivir sin que nadie nos molestase.

Cuando volví no estaba en el sofá, estaba en mi mesa del ordenador trasteando en mis archivos.

  • ¿Qué haces?, le pregunté nada más verla y mirando hacia la disquetera que aún tenía dentro el disco que me regaló mi buen amigo.

No quería ni por asomo que, por el momento, viese el vídeo de Jesús y Laura.

  • ¡Cotillear!, me dijo con una voz muy alegre.

Me acerqué a ella para ver exactamente qué estaba haciendo y al ponerme a su lado me empezó a acariciar el culo con la mano que no estaba en el ratón.

  • ¡Jo, cari, esta noche he tenido un sueño muy raro! , me dijo sin apartar la mirada de la pantalla del ordenador cómo no queriendo cruzar su vista con la mía.
  • ¡Vaya, si tú nunca sueñas! o al menos eso me dices siempre, ¿no?

  • ¡Sí, es verdad!, pero este ha sido un sueño que no puedo olvidar, ¡ha sido un sueño muy raro!

  • ¡Joder!, ¿y de qué trataba?, le pregunté bastante intrigado.

  • He soñado que estaba sola en Madrid y que cogía el metro para ir a Cuatro Caminos.

  • ¡Pos vaya!, ¿y para eso tanta historia?, ¡no entiendo!, le dije al escuchar sus primeras palabras.

  • ¡Espera que no se queda ahí!, me dijo mirándome a la cara por primera vez y dejándome claro que lo intrigante del sueño venía ahora.

  • Cómo te he dicho, es un sueño un poco raro, pero cada vez que me acuerdo, me entra hasta calor por todo el cuerpo.

Dicen que se sueña con lo que se ha vivido recientemente. Enseguida me imaginé que lo que había soñado debía estar relacionado con lo de la llegada de su hermana, que vivía en Madrid. Lo del metro no me cuadraba mucho y lo del calor por el cuerpo mucho menos, pero bueno, ¡era un sueño!

  • ¡Hombre!, con lo que hablaste con tu hermana ayer y todo eso, tan raro tampoco es, ¿no? ¡A ver, cuéntamelo!, le dije mientras cogía una silla y me sentaba frente a ella.

Al principio pareció que tuviese dudas sobre si quería contármelo o no, pero bajando un poco su cabeza demostrando un poco de vergüenza por lo que iba a contarme, empezó a hablar.

  • Estuve soñando que te hacía una “mamaíta” en un vagón del metro.

¡Vaya!, al final se me va a arreglar la mañana, pensé de inmediato.

  • ¡Pues después de la mamada que me regalaste anoche, no lo veo tan raro, mi vida! Has mezclado unas cosas con otras y ya está.
  • ¡Sí!, pero es que te hacia una mamada a ti y a tres tíos más.
  • ¿Ves?, ¡eso sí es raro!, le dije de forma irónica pero alucinando porque soñase algo así.

¡Bien!, de momento no empezaba mal el sueño. Según ella, era raro que soñara y luego se acordase, pero si encima era un sueño guarro, íbamos bien. Así que me dispuse a escucharla atentamente. Aparte del día que me contó lo de su primera vez y que todavía no sé si es verdad o mentira, pocas veces había oído su voz contándome cosas de este tipo. Ahora por lo menos sabía de antemano que lo que iba a escuchar era un sueño, nada real.

  • No me acuerdo de todo, pero hay algunas cosas de las que me acuerdo perfectamente.

  • ¡A ver!, ¡cuenta, cuenta!, le dije demostrando mi impaciencia por escucharla.

  • Pues yo estaba esperando el metro en la estación y cuando llegó vi que estaba hasta la bola. Entré cómo pude, chocándome con todo el mundo hasta llegar al fondo. Allí me pegué a la puerta de cristal y me quedé de pie.

  • ¿Y no sé cómo?, ¡de repente el tren estaba vacío!, sólo habían quedado dos personas sentadas en la parte de delante. Justo en ese momento escuché lo de “Tum, Tum, Tum, próxima estación, Valdeacederas…”

  • ¿No sé por qué me acuerdo de esa estación precisamente? , dijo meneando la cabeza sin entender el porqué de aquel recuerdo.

¡Joder, que recuerdo!, pensé meneando yo también la cabeza pero sin apartar la mirada de sus labios.

  • ¡Pero bueno a lo que iba!, dijo para continuar con su sueño. Cuando paró en la estación, se subió otra persona que me miró cómo si me conociese, ¿no sé quién podría ser?, lo que sí sé es que estando el tren totalmente vacío, se puso a mi lado.

  • De repente, ¿no sé cómo?, aquel tío empezó a pegarse a mí. Se me pegó tanto que sentía su paquete en mi culo…

¡A que al final se me la follaron!, pensé al escuchar sus palabras.

  • Pero lo más gracioso de todo es que yo no me resistía, ¡todo lo contrario!, empujaba mi culo contra él. Él me estaba sobando por encima de la falda y yo le estaba meneando la polla con mi culo.

  • ¿Y te gustó?, le pregunté cortando su historia.

  • ¡Déjame seguir, porfi!, me contestó sin hacer ni el más mínimo caso a mi comentario.

  • Poco a poco fue levantando mi falda y empezó a sobarme los muslos mientras que pegaba sus labios a mi cuello dándome besitos.

Cómo era de esperar, mis ojos se fueron abriendo más y más al mismo ritmo que ella me contaba aquel pervertido sueño. Pero no sólo fueron mis ojos los que se abrieron. Mientras hablaba, de forma instintiva ella fue abriéndose de piernas haciendo que la bata cayese a un lado dejándome ver su precioso y regordete muslo y gran parte de sus braguitas. Aquello que veía me gustaba igual o más que lo que me estaba contando, así que aprovechando sus calientes palabras, puse mi mano encima de mi paquete y empecé a sobármelo sin ningún disimulo.

  • El me miraba y yo le sonreía pero no hablábamos, ¿qué querría? Enseguida lo supe…, terminó diciendo y añadiendo un poco más de suspense a la historia.

  • ¡Qué supiste, cielo!, ¡qué supiste!, le pregunté al borde de un ataque de nervios.

Pero ella, en vez de seguir hablando, cogió mi mano libre y se la llevó hasta su coño poniéndomela sobre su braga. El tanga estaba chorreando, pero sobre todo, aquella zona estaba hirviendo.

  • ¡Sandra, vida!, ¡cómo estás!, le dije notando lo mojada que estaba.

  • ¡Lo siento!, pero es que no puedo evitarlo. Me pongo cachonda de sólo pensar en lo que pasó luego , me dijo con aquella pícara cara que mantenía desde primera hora de la mañana.

  • ¡Déjame ver cómo estás de mojadita!, por lo que se ve desde fuera debes estar chorreando por dentro.

Y según decía esto le separé un poco las bragas buscando la entrada a su coñito. No os podéis imaginar cual fue mi sorpresa al ver una pequeña cuerda blanca que salía de su raja como si fuese la cuerdecita de un tampón. Al principio me quedé pillado, ella no usaba de eso ni falta que le hacía, pero al tocar la cuerda enseguida supe de qué era aquel trozo de cordel que colgaba desde dentro de su coño.

  • ¡Serás cabrona!, dije con una fuerte exclamación. ¡Pero si llevas puestas las bolas chinas!, le dije mirándola con ojos de incrédulo y viendo su cara de salidorra.

Por más que había insistido desde que se las compré hace años, jamás las quiso usar porque decía que se le caían al andar y sin embargo, ahora por un sueñecito de nada, va y se las pone, ¡hay que joderse!

  • Me las puse esta mañana para ti y además con bragas para que no se salgan… Fue así cómo me dijiste que me las pusiese, ¿verdad?

De nuevo asentí con la cabeza pero sin dejar de mirar a su entrepierna.

  • Quería darte una sorpresa cuando te llevase el café a la cama , me dijo mientras se reía.

Enseguida entendí la insistencia de hacía un rato. ¡Tonto de mí!, ¡ojala me hubiese quedado un ratito más en la piltra!

  • ¡Si quieres me vuelvo a la cama!, le dije enseguida.

  • ¡Anda!, cállate y déjame seguir contándote mi sueño, ¡jo! Que como empieces así no termino de contártelo, ¡tú verás! , me volvió a decir poniendo su mano sobre la mía para que parara de moverla.

  • ¡Venga, vale, sigue!, le dije apartando mi mano de su entrepierna pero no de la mía.

  • Pues eso, que mientras que una de sus manos seguía tocándome los muslos y el culo, con la otra me magreaba las tetas. Las tocaba por encima de mi camisa pellizcándome los pezones que estaban cómo si yo estuviese en el Polo Norte.

En ese momento dirigí mi vista hacia su pecho y puedo jurar que los tenía exactamente igual que en su sueño, ¡duros cómo para cortar cristales!

  • Entretanto podía notar como su bulto, pegado a mi culo, iba creciendo sin parar, era un pedazo de rabo impresionante, ¡y eso que sólo lo sentía en mi culo!

Cómo os podéis imaginar, en ese preciso momento estaba igual que el día que me contó aquella historia sobre su primera vez, es decir, empalmado cómo un mulo. Estaba deseando que terminase el sueño para hacer realidad otro, comerme aquel trozo de guita que colgaba entre sus piernas.

  • En ese momento decía cosas que ahora mismo no me acuerdo, pero de lo que si me acuerdo es de que no me resistía, al contrario, me gustaba que aquel tío me sobase en público. Estaba muy caliente. En el sueño sentía como mi coño se iba mojando, notaba lo mojado de mis bragas, era una sensación de estar en las nubes.

Justo en ese momento bajó su mano y sin darse cuenta empezó a tocárselo por encima de la pequeña braguita.

  • La siguiente imagen que recuerdo es estar frente a él y mi mano en su polla. Recuerdo aquel pedazo de rabo entre mis manos, aunque fuese por encima del pantalón, mientras que la suya seguía buscando mi raja entre la tela de mi tanga.

¿De qué me sonaba aquella imagen? ¡Ah, sí!, de su antiguo noviete. ¡Qué lío tenía Sandra en la cabeza!, lo estaba mezclando todo.

  • De un tirón le bajé la cremallera y le metí la mano dentro buscando aquel rabo. Cuando la cogí, saqué su polla, una polla bien grande como ya te he dicho, pero finita, como a mí me gustan. ¿Has visto?, hasta durmiendo sueño con una como esa, ¡larga y finita!

  • ¡Que graciosa eres, mi vida!, le dije de forma irónica, entre otras cosas, porque cómo ya sabéis, la mía es todo lo contrario, cortita pero bien gorda.

Al decirle aquello me miró a la cara y me soltó una pequeña sonrisa para a continuación seguir charlando.

  • Lo siguiente fue que yo se la estaba meneando lentamente y que aquello no paraba de crecer. Ahora sí que era una polla inmensa con un capullo grande y rojo a punto de reventar, tenía las venas tan marcadas que se las notaba al tocársela.

Mientras decía aquello movía sus manos como si entre ellas estuviese aquel gran cipote. ¡Que placer verla hacer aquello! Era la mujer que yo quería para mí y lo había conseguido, una mujer realmente caliente.

  • *Sin darme cuenta y sin saber cómo, estaba de rodillas delante de él pidiéndole que me dejase chupársela. ¡No hizo falta insistir! Cogiéndosela con mis dos manos, le fui chupando los huevos metiéndomelos enteros en la boca.***

¿Le cogió la polla con las dos manos?, ¿de qué tamaño estaba hablando?, ¡qué jodía zorra!

  • Y de repente me vi como contigo ayer por la tarde, tenía su rabo entre mis tetas haciéndole una paja con ellas mientras que mi lengua no dejaba de lamerle la punta.

  • La tenía muy dura, igual que se te pone a ti, y quería tenerla cuanto antes dentro de mi coño, así que dándome la vuelta me bajé la falda hasta los pies y me eché el tanga a un lado haciéndole hueco para que entrara hasta la cocina.

  • ¿Y te folló?, le pregunté queriendo adelantar acontecimientos.

  • ¡De momento no!, pero cómo él no me la metía, empecé a dar empujoncitos hacia atrás buscando su rabo.

  • ¡Qué guarrilla eres en sueños, mi vida!, a ver si aprendes de tus sueños y te comportas así conmigo en la vida real, le dije, aprovechando para darle lanzarle un dardito.

  • ¡Yo sólo soy guarra en sueños, mi vida!, me dijo sin inmutarse y continuando con su sueño sin hacer el más mínimo caso a mi sugerencia.

¡Jí, Paco!, y yo que me lo creo, pensé al escuchar su comentario. Y ahora me dirás que todo lo que ha hecho conmigo ha sido para darme gusto a mí, ¡no te jode!

  • Y eso, que se lo cogí con mi mano y me lo llevé directamente al coño para metérmelo hasta el fondo…

Durante un par de segundos estuvo en silencio.

  • ¡Ahora sí!, ¡por fin lo tenía dentro de mí!

Aquel último comentario lo dijo casi gritando y dando un pequeño respingo cómo si algo se le hubiese pinchado en el culo, pareció como si en aquel momento se la hubiesen clavado de verdad.

  • En mi sueño notaba como apretaba el chocho para que aquel rabo no se saliese, quería exprimirlo dentro de mí, era como un gran consolador que me estuviese partiendo el coño en dos.

Desde que descubrí las bolas, cada vez que podía pegaba un pequeño tirón de la cuerda o empujaba la bola un poco más hacia dentro consiguiendo que cada vez estuviese más mojada. En aquel momento no sabía si estaba tan mojada por lo que estaba contando o por el juego de mis dedos con las bolas.

  • ¿Te pone cachonda tener las bolas en el coño?, le pregunté aprovechando que uno de mis dedos había agarrado la cuerdecita.

  • ¡Joder!, la verdad es que tengo el coño chorreando. Entre el sueñecito de marras y las bolas moviéndose, ¡estoy como una moto!

  • ¿Por qué no te las sacas y me las das a chupar un poquito?, le pregunté.

  • Pero es que si empiezas así, no te voy a terminar de contar mi sueño, ¡que te conozco!, me respondió.

  • ¡Si es sólo un momento, mujer! Te las sacas, me las dejas chupar un poquito, te las vuelves a meter y sigues contándomelo, le insistí con carita de gatito bueno y haciendo la mueca de llorar.

  • ¡Bueno!, dijo de forma cansina. ¡Pero rapidito, porfi!

  • ¡Lo que tu tardes en sacártelas!, le dije.

Dicho y hecho. Se abrió de piernas, se separó el tanga a un lado, igual que me había dicho que hacía en el sueño, y me enseñó su precioso coño totalmente peladito y con unos labios rojos, hinchados y brillantes. Ahora podía ver perfectamente que de su raja colgaba una cuerda de unos cinco centímetros y que desaparecía entre aquellos preciosos labios un poco abiertos por la calentura que llevaba encima. Enganchó la cuerda con sus dedos y tiró de ella. Lo hacía lentamente pero finalmente consiguió que saliese la primera bola que estaba completamente empapada de flujo.

Tras salir la bola, su coño se había quedado abierto como una boquita preparada para comerse un helado, aquello era un autentico espectáculo para mí a primera hora de la mañana. Pensé que aquel día que había empezado tan gris y lluvioso, me estaba regalando otro día más de alegrías locas con Sandra.

  • ¡Leandro!, ¿y por qué no me sacas tú la bola que queda? ¿No me digas que no te gustaría tirar de esta cuerda?, me dijo meneando la cuerdecilla.

  • ¡Si tú quieres, yo encantado!

  • ¡Yo sí!, ya sabes cuánto me gusta hacer de zorrita contigo.

Sin perder tiempo cogí la cuerda que estaba en la entrada de su chochito y puse mi cara muy cerca para no perderme el momento en que saliese la segunda bola. Miré hacia arriba y vi la cara de putón que tenía Sandra, ¡me daba miedito! No me pude aguantar, metí dos de mis dedos dentro de su coño, cogí la bola con ellos y empecé a darle vueltas a la pelotita en el interior de su cueva.

  • ¡Cari, como sigas no respondo!, ¡así que ya sabes! , me dijo ahora con una voz bastante nerviosa.

  • ¡Vale!, ¡no te preocupes!

Así que siendo un chico bueno volví a mi particular trabajito.

Fui tirando poco a poco hasta que apareció la segunda bola entre los labios. Estaba tirando tan suavemente de ella que parecía que no quería salir, estaba atrapada, para siempre, para toda la vida, pero no me resistí y pegando un pequeño tirón salió de su coño haciendo un “pop”, el mismo que hizo cuando se sacó el bate de beisbol, que se mezcló con un pequeño gemido de Sandra que le había salido desde lo más hondo de su alma.

  • ¡Están chorreando, cabrona!, le dije a Sandra mientras jugaba con las bolas chinas en mis manos.

  • ¿Qué quieres muchacho?, ¡llevas una hora tocándome el coño!

  • Y porque quiero seguir con mi sueño, que si no, me pongo de rodillas y te como la polla hasta que me llenases bien de leche el estomago para desayunar, ¡así que estate quieto ahí sentadito! , me dijo señalando a la silla y tapándose la rajita con el tanga.

Me volví a la silla, pero esta vez con las manos ocupadas, jugaba con las bolas entre mis dedos como si de un juguete se tratara.

  • ¿Por dónde iba?, me dijo mientras intentaba hacer memoria. ¡Ah, sí!, ¡ya me acuerdo!…
  • No sé cuánto tiempo había pasado follándome el coño, pero de repente sacó la polla y me obligó a ponerme a cuatro patas en el suelo para metérmela otra vez, pero esta vez de una forma distinta, sin ningún tipo de miramientos me metió aquel tremendo pollón en el culo hasta los huevos, de una sola vez… Fue raro, ¡en mi sueño no sentí nada de dolor!

  • Ya te he dicho que sólo es cuestión de acostumbrarte, le dije. Cuanto mas folles por el culo, menos dolerá, te lo aseguro, terminé diciendo a ver si se daba cuenta de que a mí lo que me gustaba era follármela por el ano, que es el culo en castellano.

  • ¡Ji, paco! Lo que pasa es que era un sueño, ¡mi sueño!, y cómo comprenderás, no me voy a hacer daño yo misma, ¿no?¡Ahora déjame seguir que al final se nos va a hacer tarde, hombre!

Haciéndole caso, me dispuse a escuchar el resto de aquel caliente sueño.

  • De repente levanté la cabeza y vi que ahora los otros dos tíos que había en el tren, estaban de pie delante de mí haciéndose una paja.

  • El chico que me estaba follando me tumbó en el suelo. Miré hacia arriba y vi que ahora los tres estaban de rodillas alrededor mía, dos a la altura de mi coño y otro en mis tetas. Los tres tenían la polla fuera y se la estaban meneando, pero no cada uno la suya, sino que cada tío meneaba la polla del que estaba al lado. ¿Qué sueño más pervertido, verdad?

  • ¡No!, ¡que va!, sueños así de guarros los tengo yo todos los días, le dije entre risas.

  • ¡Qué gracioso tu!, ¿no? ¡A que no te sigo contando mi sueño, tonto!, me dijo con cierto tono de enfado, quizás por no dejarla hablar en paz.

Para calmarla, mi mano se puso de nuevo en sus muslos pero esta vez Sandra no me dejó. Volviendo a su sueño, me empujó la mano para que no siguiese tocándola. Cómo me interesaba bastante saber cómo terminaba su sueño, no quise ser pesado y mi mano se retiró de sus cachas para volver al bulto que tenía entre las piernas.

  • De repente apareciste tú, pero en vez de sacarme de allí me miraste y sonreíste.

Creo que si aquello hubiese sido realidad, hubiese hecho exactamente lo mismo. Con lo caliente que soy, cómo para desaprovechar una oportunidad, ¿no?

  • Yo también sonreí, estaba a gusto con lo que estaba haciendo. Te pusiste a mi lado, cogiste tu polla y la pusiste sobre mis labios para que te la chupara.

  • Seguía soñando que tenía tu polla en la boca, ¡que dura estaba!, estaba como una barra de hierro y caliente, ¡muy caliente! Me la comí como a ti te gusta, me tragaba toda tu polla que no paraba de entrar y salir de mi boca.

  • ¡Qué gusto!, te la chupaba y no podía parar, tu polla era la mejor parte del sueño y yo sólo quería darte placer, que te corrieses sobre mí.

  • ¡Eso que me cuentas me gusta mucho! ¡Cómo la chupas, zorrona!, le dije usando la imaginación e intentando sentir en mi polla lo que me estaba contando.

  • ¡Me voy a correr, vida!, me dijiste. Esa la única voz que recuerdo de todo el sueño.

  • Yo te pregunté que dónde querías correrte, pero lo verdad es que no recuerdo tu respuesta.

  • ¡Seguro que te dije que en tus tetas o en la cara!, le comenté con voz bajita para no molestarla haciendo que ella me mirase pero no dejase de hablar.

  • Luego empezasteis los cuatro a correros, los cuatro echabais grandes chorros de leche espesa que caían sobre mis tetas, sobre mi pelo. Mi cara estaba completamente manchada de leche, comentó con un tono de voz realmente alegre.

¡Estaba viviendo aquel momento! Momento que sin duda debe ser extraordinario el poder vivirlo en realidad, pensé para mis adentros.

  • Cuando todos os habíais corrido, con tu mano fuiste recogiendo toda la leche de los cuatro y me mandaste abrir la boca y me empezaste a echar toda aquella leche dentro de mi boca.
  • ¡Qué rico!, ¿no?, comenté en el borde de la depravación.
  • ¡Bueno!, al principio sentí un poco de asco, pero algo me decía que no debía cerrar la boca porque estaba disfrutando de todo aquello.

  • ¿Te acuerdas si te gustó el sabor de aquella mezcla explosiva?, pregunté al ver que mientras lo decía, se relamía los labios.

  • ¡No tenía mal sabor!, ¿para qué mentir?, me dijo quedándose más larga que ancha.

  • ¡Si al final vas a ser más guarra que yo!, comenté de nuevo entre dientes.

De nuevo no tuve respuesta, sólo una mirada traviesa que me daba a entender que en mi comentario había bastante de realidad.

  • Mientras chupaba tus dedos volví a escuchar lo de “Tum, Tum, Tum, próxima estación, Cuatro Caminos…”. Y no sé cómo, de repente, estaba de pie, totalmente vestida y con el vagón lleno de gente. Estaba tan cachonda que no entendía nada, sólo que tenía un fuerte sabor a leche en mi boca.

  • Después me desperté muy nerviosa, llena de sudor y muy cachonda. Y lo más desesperante de todo es que en mi boca tenía el mismo sabor que en mi sueño. Es más, ¡aun me sigue sabiendo la boca a leche!

  • ¡Joder, vida!, no veas cómo te lo has pasado tu solita, ¿no?

  • Ha sido el sueño más real que he tenido en mi vida, incluso llegaría a decir que lo he vivido de verdad… ¡Y joder!, ¡me ha gustado muchísimo!, terminó diciendo con una sonrisa pillina.

Toda aquella conversación me había puesto como una moto. Me la imaginé follando con aquel extraño y que le gustaba, luego le dio su culo y le gustaba, luego tres tíos haciéndose una paja sobre ella y también le gustaba y por último me la chupa a mi delante de ellos y también le gustó. Y no contenta con toda aquella orgía, para rematar la faena se come la corrida de los cuatro y dice que le había gustado muchísimo. O se había convertido en una calientapollas de campeonato, ya que a mí me tenia caliente como nunca, o estaba empezando a compartir mis sueños. Tenía que comprobarlo, tenía que asegurarme de aquello. Así que, como de costumbre en mí, no desaproveché la situación y le hice la pregunta que durante toda la noche y parte del resto de mi vida había querido hacerle, eso sí, con bastante miedo a su respuesta.

  • Contéstame con el corazón, ¿serías capaz de permitir que otro hombre participase en nuestros juegos eróticos y en mi fantasía igual que en tu sueño?

  • Me da un poco de vergüenza pensarlo, me hace sentir un poco puta, pero a la vez me excita muchísimo, me contestó para luego quedarse en silencio y pensativa durante un par de segundos.

  • ¡Vale!, si tú quieres lo haremos, pero necesito tiempo.

¡Oeh, oeh, oeh, oeh, oeh, oeh! (Cómo otras veces, pon tu la musiquilla, ¡vale)

  • ¿De verdad lo harías?, pregunté realmente excitado.

  • ¡Sí!, respondió de forma tajante.

  • No puedo decirte cuando, pero lo haremos , me dijo Sandra con una voz bastante clara.

Y acercándose a mí, me sonrió mientras me abrazaba y me daba el beso más bonito que jamás me hubiese esperado después de aquella difícil y complicada pregunta.

  • ¡Sólo un par de condiciones!, volvió a decir.

  • El día que decidamos hacerlo, si llegáramos a hacerlo, ¡claro!, lo primero sería ver como reaccionas tú al verme en brazos de otro hombre.

En silencio cómo estaba, escuché su primera condición. Condición que tras escucharla no llegué a entenderla. Hacía solo veinte segundos que me había dicho que sí iba a hacerlo y ahora me decía “si llegáramos a hacerlo”. ¿Qué parte me había perdido?

  • La primera vez tendrá que ser sólo con la intención de dejarme magrear delante de ti, algo como repetir lo de Alex pero un poco más fuerte y a solas los tres.
  • Eso que me propones sobrepasa con mucho lo que me imaginaba que me pudieses dejar hacer, le contesté realmente emocionado.
  • ¡Igual, al verme sobeteada por otro, se te quitan las ganas de hacer el trío!

¡Ji, Paco!, lo que tu digas, pensé automáticamente al escuchar su comentario.

  • Y si por casualidad yo quisiera seguir después de que me hayáis puesto cachonda, yo pondría los límites.Y muy importante, si a la que no le gusta esto es a mí, lo dejamos y ya está.

  • *Esas son mis condiciones y si yo decido irme, me iré. Vosotros luego, si queréis, os matáis a pajas el uno con el otro.***

Toda aquella parrafada me la dijo con aquella bata rosa tan poco erótica, pero totalmente abierta, con sus tetas al aire y sin dejar de pasar su mano por encima del tanga justo en la zona donde nacía su coño, en su pipitilla. Digo yo que aquello querría decir algo ¿no? Eso sí, todo lo que me dijo, lo dijo muy seria y muy metida en su papel.

  • Lo único que pido, si al final lo hiciéramos, es ¡que este no pase hambre! , terminó diciendo señalando con una mano su entrepierna y tirándose del tanga para meterse la tela dentro del coño y dejar ante mis ojos los dos labios, uno a cada lado de la fina tira de tela.

Ahora era yo el que estaba como un flan, ¡manda cojones! Al oírla mi corazón se puso a mil por hora.

  • ¡Cariño mío!, le dije, te aseguro que no pasara hambre, te lo prometo. Y si tiene más hambre, sólo tienes que pedir más comida, dije finalmente intentando terminar con un chistecillo para quitar un poco de hierro al asunto.

Sus condiciones eran mucho más justas que las que yo podía esperar y no podía negarme a nada, así que al verla tan dispuesta quise seguir probando para ver si era verdad todo lo que decía o sólo un calentón mañanero, producido por aquel extraño sueño erótico, y que, cómo otras tantas veces, se le pasaría en cuanto tuviese una buena corrida. ¡Sí, sé que no era la idea decirle nada y que lo quería hacer como sorpresa!, pero creo que el momento era el ideal para hacerlo. Así que me decidí, no sin titubear y notándose el nerviosismo en mis palabras.

  • ¡Cari, te tengo preparada una sorpresita!, hace ya unos días envíe unos mensajes buscando un chico para ti. Ahora que has aceptado entrar en el juego, ¿me podrías ayudar a tomar la decisión?

  • ¡Ah, no!, eso es cosa tuya. Tú tienes que elegirlo. ¡Tú sabes que yo no sé hacer esas cosas!

  • ¡Que no, dice! ¡Eres la mejor escogiendo, sin duda!

  • De todas formas, vas un poco rápido ¿no?, ¡relájate muchacho!, me dijo ella al notar mi nerviosismo.

  • ¡Vale!, me tranquilizaré. Pero por lo menos me gustaría que leyeses como es cada uno y vieses las fotos que he recibido para saber si te gusta alguno, ninguno o los cuatro, le dije. De esa forma poder decidirnos por uno o seguir buscando otros nuevos rabos para tu coñito.

Mi último comentario le debió gustar porque enseguida se acomodó en la silla del ordenador y cogió el ratón.

  • ¡Vamos, cariño!, ¡no tengo todo el día para decidir a qué tío me voy a follar! Si tengo que elegir una buena polla para mi chocho tiene que ser ahora.
  • Quiero vérsela y si me gusta, ya veremos si me gusta el resto.

Me acerqué al ordenador y le dije dónde se encontraban las fotos y los mensajes. Mientras tanto, yo me fui hacia la cocina a prepararme otro café. Quería dejarla sola y ver cómo reaccionaba. Desde la ventana de la cocina podría ver cómo iba transcurriendo el asunto.

Mirándolo detenidamente, aquella situación no hubiese sido fácil de explicar en una reunión de catequesis, ¡la verdad! Sandra en la terraza de casa delante de mi ordenador, prácticamente desnuda a pesar del frío que hacía aquella mañana, leyendo mensajes bastante subidos de tono y viendo fotos de grandes pollas de cuatro tíos que, posiblemente, algún día estarían dentro de ella. Pues no, no era fácil de explicar, pero tampoco tenía intención de ello, mi única intención era disfrutarlo al máximo el tiempo que durase aquel momento, ¿qué mal le podíamos hacer a nadie en este mundo?

Como he dicho, hacía frío e incluso había empezado a llover, pero yo sabía que Sandra estaba caliente como una estufa ya que con lo friolera que es, allí estaba casi desnuda. Mientras tanto, yo no dejaba de mirarla desde la ventana de la cocina mientras que se me empezaba a caer la baba.

  • ¡Cariño!, ¿cuál te gusta a ti?, ¿yo no sé cuál elegir? , dijo sin apartar la vista del monitor.
  • ¡La verdad es que yo tampoco lo sé!, no me ha dado tiempo a leerlos todos, le dije de mentirijillas.
  • ¿Por qué no los lees en voz alta para que yo te vaya escuchando y ver cuál puede ser el mejor?

Sandra, que cómo otras tantas veces los últimos meses, estaba irreconocible, comenzó a leerlos para dar luego su propia opinión sobre cada uno tras terminar cada mensaje.

  • Ángel, el chico andaluz, por lo que escribe es bastante soso pero si veo su foto se me salen los ojos. ¿Cómo puede caber tanta carne en una foto?, dijo realmente alucinada al ver aquella enorme polla.

Y tras leerlo, se quedó en silencio un momento y rápidamente dijo lo que pensaba de él.

  • ¡Pero no!, ¡este no me gusta mucho!

  • El solitario José está buenísimo, éste para un polvo rápido de los de aquí te pillo y aquí te mato es perfecto, pero para poco más.¡Además, es un niñato!

  • ¡Nada!, ¡este también lo descartamos!, dijo tras hacer lo mismo que con el anterior.

El cincuenta por ciento ya estaba fuera de juego y sólo quedaban dos, ¿qué pasaría con ellos?, ¿le gustaría alguno? Con más nervios por momentos, me dispuse a presenciar con total atención el resto del sorteo.

  • Juanma, el dotado mirón no está nada mal. No está dotado, tiene una polla de vicio, ¿no sé si eso podría caber en mi coño?

Estoy completamente seguro de que al ver aquella foto llena de carne en barra le tuvo que provocar hasta hormigueos en el coño.

  • Siendo sincera, este de momento es el que más me gusta.

¡Vaya!, algo positivo por fin, pensé.

  • Ricardo, el chico bisexual, puede ser una opción. Tampoco anda mal de polla y tiene un culito realmente bonito para darle bocaítos. Lo que más me corta es lo de que no sepa su orientación sexual, eso me da miedo. No sé si al final me dejará a mí a un lado y se irá contigo.

  • La verdad es que me quedaría con Ricardo o con Juanma, ¿con cuál te quedarías tú?

  • ¿No lo sé?, es difícil elegir, pero desde un principio también me ha gustado Juanma, le contesté.

  • Ricardo vive con su madre y no tiene sitio, eso también puede ser un problemilla, ¿no?

  • ¡Es verdad!…¡Nada!, ya está decidido, ¡nos quedamos con Juanma!, dijo demostrando su entusiasmo.

  • Si quieres podemos hacer una cosa, le respondí, le enviamos un mail al tal Juanma diciéndole que nos ha gustado, pero que preferiríamos primero un poco de Messenger para conocernos y quizás luego por Cam.

A Sandra le pareció buena la idea, así que cogí mi café y me fui para la terraza.

Cuando llegué, Sandra se puso a un lado dejándome hueco delante del ordenador para poder ver lo que iba escribir. Antes de empezar a escribir quería que viese de nuevo las fotos de sus rabos, pero ahora conmigo delante, así que le quité el ratón y puse de nuevo las fotos en pantalla.

La verdad es que no era la primera vez que veía fotos porno a través del ordenador con Sandra, pero aquello era diferente, era un catálogo de pollas para ella.

Al llegar a una de las fotos, creo recordar que la de Juanma, pude ver la cara de Sandra, estaba alucinando con aquel cacho de rabo.

  • ¡Vaya pedazo de herramienta!

  • ¿Te gusta?, le pregunté.

  • ¿No sé qué decirte?, ¿a ti que te parece?, me contestó demostrando por primera vez aquella mañana, un poco de vergüenza.

  • ¡Espera!, vamos a ver de quien es, le dije abriendo de nuevo el mensaje para comprobar a quién le correspondía aquella herramienta.

  • ¡Lo sabía!, ¡sabía que era de Juanma!, dijo Sandra realmente ilusionada al ver a quien pertenecía la foto.

  • ¿Te ha gustado ese de verdad?, le pregunté antes de seguir adelante.

  • ¡Y tanto!, el jodío está para hacerle un par de favorcitos, ¡mi vida!

Me puse cómo una moto al escuchar su comentario. Aquella mañana, sin comerlo ni beberlo, había dado un paso de gigante para conseguir mi cometido.

  • Pues por lo que vi en su mensaje, es de aquí cerca, y la verdad es que yo me muero de ganas de ver cómo te metes su polla en la boca y cuando la tenga bien dura te la meta hasta el fondo de tu coño a cuatro patas, le respondí.

  • ¡Si quieres, le llamamos para quedar esta tarde!

  • ¡Esta tarde!, ¡esta tarde!, ¿tú estás tonto o qué?, me dijo asemejando una voz que parecía que estaba hablando con un niño de teta.

  • Y que hacemos con el personal, ¿les decimos que se vayan a dar un paseo porque hemos quedado para que un tío extraño venga a casa para romperme el coño a pollazos?

  • O mejor, ¿les decimos que es que hemos llamado al “tele rabo”?

  • De verdad ¡estas tonto!, me dijo intentando ocultar la desilusión de querer hacerlo pero no poder.

Para una vez que he conseguido su aceptación al cien por cien, no podemos llevarlo a cabo ¡Me cago en “to” lo que se menea!, pensé para mis adentros.

  • ¡Vale!, ¡vale!, “tampoco es pa ponerse así”, le dije entonando mis palabras con una musiquilla muy conocida por nosotros, y nos echamos a reír.

La verdad es que para ser sincero, con todo lo que habíamos hablado en aquella última hora, no me había acordado de la visita.

  • ¿Quieres que le mandemos un correo para quedar la semana que viene y conocernos?, le pregunté con la intención de que no se nos cortara el rollo a pesar de la visita de los cojones.
  • ¡Bueno!, de momento vamos a mandarle un mail con una respuesta y después de hablar por teléfono, oír su voz y hacerle algunas preguntas para ver como es, tomaremos la decisión de quedar con él o no , me dijo Sandra sin apartar su mirada de mis ojos.

  • Pero, ¿estás dispuesta a hacerlo?, le volví a preguntar en el colmo de mi pesadez.

  • Depende de cómo me lo pida él cuando hablemos por teléfono, terminó diciendo.

Aquellas palabras terminaron de llenar mi verga de sangre, estaba delante del mayor avance de mi vida para conseguir mis tan deseados cuernecitos. Tanta sangre en mi polla hizo que me agarrase a sus tetas y comenzase a magreárselas.

  • ¡Venga déjame escribir que al final se nos va a hacer tarde!, me dijo quitando mis manos de sus melones y disponiéndose a escribir algo en el ordenador.

¡Joder es verdad!, vaya puto día que habían elegido para venir aquellos que se nos habían auto invitados a casa, ¡que ilusión!

Sandra escribió el mail, lo leímos, lo modificamos, lo releímos, y al final estábamos tan nerviosos e ilusionados como un par de niños escribiendo la carta a los Reyes Magos. Cuando Sandra estuvo de acuerdo con el texto y con las fotos que íbamos a adjuntar y después de dudarlo varias veces, le dimos a enviar. La verdad es que incluso a mi me pareció un poco subido de tono para ser el primero, pero bueno, ella lo había escrito y así se quedaba, al fin y al cabo tan sólo eran letras.

¡Hola guapetón!,

Ha sido todo un placer recibir tu respuesta.

En este momento soy Sandra la que te escribe, aunque estamos los dos juntos, eso sí, me he puesto bien caliente al ver tu foto y leer tu mail con todos los detalles que das sobre ti, ¡ya parece que te conozco!

Me excita mucho que te gusten mis fotos. Yo antes era un poco mojigata, pero desde un tiempo a esta parte siempre estoy cachonda. Ahora no hay semana que no hagamos el amor cinco o seis veces, bueno el amor o cualquier otra cosa relacionada con el sexo.

Puedes imaginarte las fiestas que nos montamos, bueno y si no te las imaginas, ya te las iremos contando. Yo personalmente no me podía imaginar hace unos meses que algo así me pasaría a mí, pero ahora me alegro de hacerlo y me arrepiento del tiempo perdido.

Para empezar nos gustaría irnos conociendo poco a poco a través del mail, un poco de Messenger, intercambiar fotos, luego, si todo va bien, hablar por teléfono y escuchar lo que harías con nosotros.

Cómo bien sabes, por lo que te ha contado Leandro, es nuestra primera vez y queremos ir a paso lento, sin carreras, y lo que si te debe quedar claro es que si me echo atrás en algún momento, debes entenderlo. ¡Lo malo es que sólo imaginarme a los tres follando ya me pone cachonda!

Cuando me respondas, si me respondes, espero tu correo con unas cuantas fotos tuyas para conocerte más a fondo. Adjunto te envío varias fotos mías que Leandro tiene por aquí sólo para él. Creemos que es la mejor forma para empezar el intercambio, bueno, intercambio no, el trío.

Un beso húmedo dónde más gusto te dé.

Sandra y Leandro.

Una vez que lo habíamos enviado, Sandra se levantó de la silla, me dio un beso y nos fuimos de nuevo hacia la cocina.

  • Pues ahora sólo nos queda esperar. ¡Ojala que la espera no sea tan larga y dura como su polla!

Aquello me puso el rabo a punto de estallar y eso que ya estaba como una piedra desde hacía más de un millón de años.

Aquella mañana, después de verla como se había puesto, me vino a la cabeza otra idea, algo para poder quitarme mis posibles celos y verla delante de otra persona completamente desnuda, pero de momento tendría que esperar por lo menos a estar de nuevo a solas.

  • Ahora tendremos que irnos vistiendo, en cualquier momento va a llegar mi hermana.

  • ¿Y qué vas a hacer con todo ese liquidito que tienes entre tus piernas?, le pregunté

  • ¿No sé?, ¿qué te apetece a ti que haga?, no creo que podamos hacer mucho. Habrá que aguantar hasta esta noche, dijo ella intentado marcharse.

  • ¡De eso nada!, mírate cómo estás, no podemos esperar, le dije cogiéndola del brazo y pegándola a mi cuerpo mientras mi mano empezaba de nuevo a hurgar entre la tela de su tanga.

  • ¡Cariño, prepárate porque te voy a hacer la mejor comida de coño de tu vida!, le dije cogiéndola de las caderas y ayudándola para que se sentara en la encimera de la cocina.

Al principio me dijo que no, que era muy difícil para ella, pero sólo tuve que decírselo una vez.

  • ¡Déjame, anda!, le dije. Nunca me has dejado hacerlo así.

Puso menos resistencia de la que yo esperaba, estaba más salida que yo en ese momento, ¡que ya era decir!

Su precioso culo tomó asiento sobre el frío mármol y tras colocarse bien, echando la cabeza hacia atrás contra el cristal de la ventana y dejando su coño fuera de la encimera a la altura de mis labios, abrió las piernas y me dejó a la vista aquel precioso trozo de tela completamente manchado por sus flujos.

  • ¡Sabes que me encanta tenerte sentada ahí, pero nunca quieres!, ¿por qué hoy si me dejas sentarte en la encimera?, le pregunté, más que nada por saber.

  • Entre otras cosas porque nunca había estado tan cachonda como estoy ahora mismo, así que aprovéchalo, ¡no sé cuando se te volverá a aparecer la Virgen!, me respondió.

De pie como estaba y dando gracias a todos los santos del cielo por tenerla completamente sometida a mí, me metí entre sus piernas buscando su boca para poder besarla, mientras que acariciaba sus tetas suavemente. De repente me separó de ella empujándome con un pie y se metió dos dedos en la boca, se separó el tanga y se los metió en su húmeda raja comenzando a follarse ella misma, pero con bastante fuerza. Si podía hacer eso en su coñito con su mano, no quería ni imaginarme lo que podría hacer con mi polla.

Haciéndome un gesto para que me acercase a ella de nuevo, cogió mi mano y la puso sobre uno de sus pechos. No pude aguantarme, me tiré de cabeza y empecé a chuparle y a morderle el pezón con ganas. Aquello debió gustarle, porque me cogió del pelo y me apretó la cabeza contra sus tetas a la vez que me hacía una tijera con las piernas para que me pegase más a ella si era posible.

El tiempo seguía corriendo en nuestra contra y necesitaba comerme aquel lindo coño, así que sin más historias me separé de ella y me puse de rodillas entre sus piernas dándole pequeños mordiscos en los muslos mientras acariciaba parte de su precioso culo.

  • A partir de hoy te voy a dar así los buenos días, ¿qué te parece?

  • ¡Buena idea!, pero ahora cállate y no pares, que me cortas el rollo.

Sus palabras fueron órdenes para mí, así que continué comiéndomela a cachitos. Saqué mi lengua y empecé a recorrer su coñito de arriba abajo haciéndola encogerse de gusto. Al verla como disfrutaba con mi lengua, con una de mis manos abrí su coño dejándome a mi vista aquel precioso clítoris, rojo, grande y a punto de explotar cada vez que pasaba mi lengua por encima de él. Aquel sabor a zorra era impresionante, incluso aquella mañana podría decir que sabía diferente a su especial sabor natural, ¡jamás la había visto tan cachonda!

Durante un buen rato estuve entre sus piernas, metiéndole la punta de mi lengua dentro de su raja, chupando y mordisqueando sus labios y follándomela con mis dedos. En una de mis pasadas, cuando mi lengua estaba moviéndose justo encima de su pipa, noté que empezaba a apretar sus muslos contra mis orejas, ¡estaba a punto de correrse!

Con una mano me apretó la cabeza, yo sabía que me estaba pidiendo que no parara, que siguiera, que le diera más fuerte.

  • ¡Joder, cariño!, ¡cómeme el coño!, ¡cómemelo!

Aquellas palabras me sonaron a gloria, cuánto tiempo había esperado para escucharlas de su boca y saber que era como yo, ¡una salida de cojones!

Al verla con tantas ganas empecé a mover mi lengua sobre su clítoris, arriba y abajo, derecha e izquierda, nuevamente arriba y abajo, todo lo rápido que podía, tanto que me dolía el frenillo de la lengua. La cantidad de flujo que salía de su coño me hacía sospechar que iba por buen camino.

¡Y no me equivoqué!, en un par de segundos empezó a correrse dando fuertes grititos de placer que seguramente algún vecino cotilla escuchó. ¡Y si lo escuchó pues que se joda!

  • ¡No pares!, ¡no pares, vida! , gritaba entre gemidos.

¡Ni loco paro!, pensé. Si paro ahora mismo, ¡me mata!

Justo en ese momento estaba bebiéndome toda su miel, de un sabor dulce pero salado y que tanto me gustaba. Su líquido caía en mi boca y yo me lo bebía sin apenas respirar, mi nariz estaba totalmente pegada a su piel. De repente empezó a mover su raja sobre mi boca, parecía como si quisiese disfrutar hasta el último espasmo que le estaba produciendo aquella comida de coño con mis labios, y poco a poco, con su mano, fue apartando mi cabeza de entre sus piernas para que no siguiera con mi lengua.

Cuando paré vi que, a pesar del frío de aquella mañana, estábamos sudando los dos, pero su cara lo decía todo de aquel momento, ¡estaba feliz!

  • Es la mejor comida de coño que me has hecho en mi vida, ¡me he corrido como una loca! Eres un cabronazo y pronto lo serás más, pero ahora me toca a mí, ¿no? , me dijo con los ojos semi cerrados y dándome un gran beso metiéndome su lengua hasta la garganta.

  • ¿Qué raro sabes? , me dijo cuando separó sus labios de los míos.

  • ¿Tú también lo has notado?, le pregunté.

  • ¡Sabe a ti!, ¡sabe a tu coño, a coño de zorra cachonda!

Sandra empezó a reírse, pero una risa de chica tontorrona que le daba vergüenza escuchar palabras como aquellas. Otra vez, como otras tantas veces después de su corrida, ¿volvía a ser la chica recatada que nunca rompería un plato? ¿Todo lo que habíamos charlado quedaría en eso, en una charla?

  • ¿No te ha gustado?, le pregunté con cara de idiota.

  • ¡Me ha gustado muchísimo, mi cielo! , me dijo mientras con su mano me acariciaba el pecho hasta llegar a mi entrepierna.

  • Y creo que debería compensarte, terminó la frase a la vez que ponía la mano sobre el bulto que había en mi pantalón de pijama.

Aquella respuesta me despejó mi duda. No, no había cambiado de idea, al menos de momento.

  • ¿Y qué se te ocurre para compensarme?, le pregunté haciéndome el tonto como si no supiese la respuesta.

Ella se sonrió, me pidió ayuda para bajarse de la encimera y se puso delante de mí.

Directamente me levantó la camisa del pijama y comenzó a bajar por mi pecho hasta llegar de nuevo a mi paquete. Con los dientes separó el elástico de los calzoncillos y mi verga salió como si tuviese un muelle. Con las manos terminó de bajarme la ropa y dejando mi peladita polla delante de sus labios, su lengua pasó rápidamente por todo mi cipote.

  • Creo que una chupadita rápida antes de que llegue nadie, podrá servir para calmar tus calores, ¿verdad?, me dijo mirándome con ojos picarones.

Acababan de dar las once, esta gente estaba a punto de llegar, me daba miedo empezar, sobre todo porque sabía que me iba a quedar a medias si no me daba prisa, pero lo pensé rápido. Otras veces no he tardado ni un par de minutos y con el calentón que llevaba seguro que tardaba menos.

Sandra lo sabía tan bien como yo, así que no quiso perder tiempo y cogiéndome de la mano y llevándome al sofá me dijo que me sentase. Me miró y me sonrió. Ella se sentó a mi lado y puso su cabeza a la altura de mi paquete.

  • ¡Relájate y disfruta!Sé que tenemos prisa, pero voy a hacerte sufrir un poquito, como a ti te gusta. ¡Voy a hacerlo como me has enseñado, cabrito! , me dijo mientras empezaba a masturbarme con su mano.

Poco a poco se iba metiendo mi verga en su linda boca mientras masajeaba mis bolas. Las cogía con su mano y luego volvía a agarrarse a mi rabo para seguir con la paja, mientras que su lengua no paraba de recorrer mi capullo para ensalivarlo y dejarlo bien suave y brillante. Se acercó mi polla a la cara y la empezó a oler. Hacía como yo, igual que yo, oliendo su coño para sentir aquel precioso aroma que tanto me gustaba, ¡al final había aprendido más de lo que creía! Al sentir como acercaba su nariz a mi verga para olerla, un escalofrío recorrió mi cuerpo desde mis pelotas hasta mi solitaria neurona a la vez que se me escapó un gemido de placer. ¡Qué bien lo estaba haciendo aquella cabrona!, ¡qué bien me estaba trabajando la polla!

Pero si mi cuerpo acababa de sentir aquel escalofrío, lo que me esperaba era aún mejor.

Echó la piel de mi verga hacia abajo dejando mi capullo al aire, me apretó los huevos con sus uñas y empezó a darme besos en aquella hinchada cabeza. Mi cuerpo estaba tenso y mis piernas se movían solas como si tuviesen un nervio pillado. La vista era tremenda, veía como su lengua acariciaba de forma increíble mi capullo, incluso una de las veces empezó a hurgar con la punta de su lengua en el agujerito de mi capullo.

  • ¿Te gusta mi polla?, le pregunté.

Ella no contestó, simplemente hizo un gesto afirmativo con la cabeza sin dejar de pasar su lengua por mi rabo.

Pero yo quería escuchar su voz, que ella me dijese que le gustaba, así que le volví a preguntar. De nuevo tuve la misma respuesta y con el mismo gesto. Yo era bastante pesado cuando quería algo y ahora quería escucharlo de sus labios, cuando estaba tan caliente como en aquel momento, necesita hablar, escucharla, así que le volví a preguntar.

Esta vez sí tuve respuesta, se separó de mi rabo y me contestó.

  • ¡Sí, mi vida!, ¡me gusta tu polla!, ¡me gusta tenerla dentro de mi boca!

  • ¡Pues más te va a gustar tener dos para ti sola!, le contesté volviendo un poco al tema que nos llevó a aquella mamada.

Y sin darle tiempo a reacción, le cogí la cabeza y le metí mi polla hasta el fondo de su garganta.

En la postura que estaba Sandra, tumbada boca abajo a mi lado, mi mano acariciaba su culo buscando su rajita. Me mojé los dedos de saliva y metí mi mano entre las cachas de su culo buscando lo que más me gustaba, su agujerito marrón. ¡Cómo me gustaba hacerle aquella caricia! Me daba tanto placer tocar su culo como que me la chupase, eran las dos cosas más placenteras de mi vida.

Ella seguía dándome una de las mejores mamadas que he disfrutado en mi vida justo cuando escuchamos a Duque ladrar y a continuación el claxon del coche de mi queridísimo cuñadito. Sandra me miró, se levantó corriendo dejándome así y arreglándose un poco la bata se fue hacia la ventana que daba al garaje. Yo, mientras tanto, me quede allí sentado como un gilipollas escuchando como el puto perro no paraba de ladrar y cómo ella saludaba por la ventana a mis queridos cuñaditos.

  • ¡Coged las maletas y subid! Yo no puedo bajar que tengo algo importante entre manos y debo terminarlo.

Aquella respuesta me gustó mucho, con un poco de suerte y prisa no me quedaría como estaba y no tendría que quejarme de dolor de estomago.

Tal y como terminó de hablar a gritos desde la ventana, pegó un vozarrón a Duque para que parase de ladrar, cosa que hizo a medias, luego se vino hacia mí y se sentó en el brazo del sofá. Ahora yo estaba de pie delante de ella, con mi verga a punto de reventar delante de sus labios, aquella postura me encantaba (¡Bueno!, la verdad es que todas las posturas me encantan, para que engañarnos).

Como decía, aquella postura me encantaba porque mientras me la chupaba podía tocar su pelo y pasar mis manos por sus tetas. Sandra no quería perder tiempo así que enseguida empezó a comérsela. Veía como mi polla entraba y salía de su boca ahora mucho más rápido, tenía prisas y ella sabía que a aquel ritmo no tardaría mucho en hacer que me corriese.

En aquel momento tenía un dilema en mi cabeza, me quería correr cuanto antes y por otro lado quería seguir disfrutando de aquella deliciosa mamada que sólo Sandra era capaz de hacer, pero ya se sabe que cuando un bote lleno de gas se menea a gran velocidad, llega un momento en que explota, así que no tuve más remedio que decirle a Sandra que estaba a punto de reventar en su boca.

Justo en ese momento paró.

  • ¿Qué?, ¿no aguantas más? , me preguntó con una sonrisa de cabrona que no podía con ella.

  • ¡No, mi vida!, ¡estoy a punto de correrme!, le respondí con voz nerviosa y con mis piernas temblonas a punto de caerme al suelo.

  • ¡Vale, córrete!, ¡dame de desayunar, cariño mío!, me dijo mirándome a los ojos y meneándome la polla a toda velocidad.

Se volvió a acercar mi polla a la boca y derramó un buen chorro de saliva sobre mi capullo. Empezó a meneármela mas deprisa aún, como a mí más me gustaba, sólo meneando mi capullo. Se escuchaba el ruido que más cachondo me pone, el ruido que producía el frote de mi polla con su mano con aquella gran cantidad de saliva, aquel “chof-chof” me encantaba. Ahora sí, era el momento y se lo dije.

  • ¡Me corro, vida!

Sin parar de meneármela, estiró la mano buscando algo en la mesa. Cogió la taza de café.

No tenía muy claro que iba a hacer, pero no podía pensar, me iba a correr de un momento a otro. Sandra continuaba pajeándome como si se le fuese la vida en ello y en pocos segundos empecé a notar los espasmos en mis piernas, tuve que agarrarme a su cabeza para no caerme.

Sandra colocó la taza delante de mi capullo y los chorros de mi leche empezaron a caer justo dentro de ella, mezclándolos con el poco café que quedaba en el fondo. Cuando ya había terminado de correrme, Sandra separó la taza y terminó de limpiarme el capullo con la lengua recogiendo las últimas gotas que salían de mi rabo. Miré a Sandra con cara de incrédulo sin saber aún muy bien sus intenciones, ella me devolvió la mirada dándome a entender que tenía las ideas muy claras.

Se acercó la taza a la nariz y empezó a oler aquella rara mezcla de café con leche, abrió la boca y sacando su lengua, derramó lo que había dentro de la taza en su lengua cayendo un poco por la comisura de sus labios. Me lo enseñó para que lo viese bien y cerrando la boca escuché el ruido de su garganta al tragar mientras que uno de sus dedos recogía el chorro que le había manchado la cara y se lo metía en la boca.

  • Así podré tener durante todo el día el sabor de tu leche en mi boca y no el de los de mi sueño , me dijo mientras que con dos de sus dedos me limpiaba la última gota que quedaba en mi todavía tiesa polla y dejármela bien limpia.

Me acerqué a ella y empecé a besarla justo cuando sonó el puto telefonillo de la puerta, ¡ya estaban aquí!

Al escuchar el telefonillo, Duque comenzó a ladrar como una mala bestia. Me vestí todo lo rápido que pude mientras que Sandra se recolocaba la bata. Salí corriendo hacia la puerta para abrirles sin antes darle un par de voces al jodío perro.

Tras abrirles ocurrió lo de siempre, los saludos de rigor, el ¿qué tal?, ¿te ayudo con las maletas?, ¡calla, perro!, etc., etc., etc.,… Me esperaban unos cuantos días de presión, poco descanso y nada de follar, así que cogiendo aire me dispuse a aguantarlo como mejor pudiera.

A mi lado estaba Sandra y de repente me acordé de algo. ¡Las bolas!, ¿dónde habíamos dejado las bolas?, ¿en el sofá?, ¿en la cocina?, ¿dónde?, así que entre nervios pero disimulando me acerqué al oído de Sandra y le pregunté. Su respuesta me dio fuerzas para aguantar por lo menos aquel día.

  • ¡Tranquilo vida!, no las van a encontrar nunca. ¡Las tengo guardadas justo dónde a ti te gusta que las tenga!, y me dio un beso dándose la vuelta para hablar no sé de qué con su hermana.