Solo era el principio (15)

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.Solo era el principio (12)

CAPITULO 15

Doscientos eurazos…

VIERNES 10 DE OCTUBRE DE 2008 (NOCHE)

La semana había sido pesada y a pesar de los problemas de la empresa, que cada vez eran más complejos, otra vez teníamos algunos días libres para cambiar el chip y no pensar en la puta crisis. Aquel Puente de la Hispanidad sería perfecto para evadirnos un poco de las preocupaciones y aprovecharlo para seguir con mis maquiavélicos planes. Lo que aún no sabía era cómo, pero ya se me ocurriría algo sobre la marcha. Ya se sabe que cuando me pongo a pensar, cualquier cosa, un perro, unas natillas, un poco de chocolate, unas bragas sucias, una comida a domicilio, en fin, cualquier cosa me vale para salir de la rutina.

Ya había pasado una semana de mis plegarias a través del email y aún no había recibido respuesta de aquellos cuatro mamones, pero a pesar de aquello no me iba a dar por vencido. Aguantaría unos días más y si ellos no contestaban seguiría buscando hasta dar con el hombre perfecto para lograr mis intenciones. Mientras tanto tendría algo más de tiempo para darle vueltas a lo que ahora era la parte más difícil, pensar en un engaño convincente y aparentemente inocente para llevar ante los pies de mi mujer al hombre elegido sin que ella notase que era preparado.

Cómo digo, era viernes y aquella noche para despejarnos salimos a cenar a un restaurante italiano que está cerca de casa. Cómo otras veces, charlando de unas cosas y otras, poco a poco fui introduciendo de nuevo el tema del trío en la conversación hasta que conseguí hacerla partícipe de mis comentarios.

  • Yo sé lo que tú quieres, pero aunque el otro día estaba bastante convencida de lo que te dije, no creo que de momento esté preparada.

  • ¡Me tienes un poco “liaillo”, mi cielo!

  • Yo también lo estoy, ¡para qué mentirte!

Se mantuvo unos segundos en silencio y volvió a hablar.

  • Pero si alguna vez me decidiera no podría ser con cualquiera, tendría que ser con alguien de mi agrado… ¡Alguien que me guste!

Aquello que me acababa de decir, al igual que otras veces, me lo tomé como “un a lo mejor sí” dándome pie a intentar adentrarme en las profundidades marinas, no sin miedo a encontrarme con un tiburón que me devorase.

  • ¿Y has pensado ya en ese alguien para subirlo a casa con nosotros? El otro día me dijiste que podría ser un desconocido totalmente o un conocido muy conocido, le dije viendo que por lo menos se sinceraba conmigo y esperando a ver si de nuevo sacaba el tema de Jesús.

  • ¿No sé?, ¡eso no se piensa, debe surgir!…

  • Además no tendría por qué ser en nuestra casa, también podría ser en casa de él.

De nuevo repetía el mismo comentario de siempre, ¡debe surgir!, ¡debe surgir! Creí que ese punto ya había quedado claro el día que hablamos en el bar, pero no, ¡manda cojones!

  • Pero eso sí, ahora que tengo la cabeza más clara y menos caliente que el otro día, te diré que con un amigo nunca, eso sería un problema luego. Si lo hiciésemos alguna vez, ¡que no estoy diciendo de hacerlo!, tendría que ser algo de una noche y luego si te he visto no me acuerdo.

¡Vaya!, ¡definitivamente, a tomar por culo la opción “Jesús”!

  • ¡Aunque bueno!, también podría ser un conocido…, dijo quedándose en silencio unos segundos.

¡No!, ¡me he equivocado! Verás cómo ahora sale con el tema de Jesús, me decía a mi mismo mientras miraba sus labios sin pestañear a la espera de que dijese algo que me cambiara la vida.

  • Pero eso un conocido, continuó diciendo.
  • ¡A ver, Vida, aclárate!
  • ¿Amigo?, ¿conocido?, ¿desconocido?, ¿qué?, ¿dime?, le pregunté fuera de mis casillas y buscando una respuesta un poco más exacta.
  • ¿No sé?, alguien cómo mi amiguito Pablo que le conocemos pero no sabemos nada de él ni él de nosotros.

¡Lo sabía!, sabía perfectamente que si no salía Jesús, al final saldría Pablo a relucir.

  • Pablo sería perfecto ya que con él sería hacerlo y luego se iría para su casa, muy lejos de la nuestra, sin miedo a encontrármelo un día por la calle y pasar un mal rato, terminó diciendo con una agradable y picarona sonrisa en los labios.

Fijo que se estaba imaginando cómo el mamonazo del Hulk le restregaba la polla por los labios del coño dispuesto a endiñársela hasta la bola. ¡Y si no!, ¿a qué venía aquella sonrisita?

Aunque no me aclaró casi nada, la respuesta de Sandra me dejo abiertas muchas posibilidades y cerradas otras cuantas. Si me salía bien lo que yo estaba tramando ya tenía una parte casi lista. El elegido entre los cuatro candidatos sería un desconocido y con un poco de ayuda por mi parte, muy pronto se volvería en un conocido de la calle. ¡Si aquello no funcionaba también quedaba la opción de mandar un mail a Pablo a ver si se apuntaba a una fiesta particular en su casa o en la nuestra! Es más, en cuanto tuviese mi cámara arreglada, le iba a grabar un video güarrete a Sandra y se lo iba a enviar a Pablo para que con lo que viese no pudiese negarse a quedar con nosotros. ¡La verdad es que sólo la idea de hacerlo ya me ponía caliente!

Entre risas y bromas terminamos de cenar y nos subimos a casa.

Caliente cómo estaba comencé a besarla y a tocarle las tetas nada más entrar en el ascensor para ver si se repetía la fogosidad de la vez anterior. Sandra me respondió cómo era de esperar, con un beso en los labios metiendo su lengua en mi boca buscando la mía. Aquellos treinta segundos que tardó el ascensor en subir los dos pisos me sirvieron para comprobar que la conversación la había hecho imaginar más cosas de las que yo creía. Además, debo decir que cuando hablaba de su amigo Pablo siempre le brillaban los ojos, ¿qué tendría aquel cabrito que yo no sabía? ¡Bueno, sí!, ¡sí que lo sabía!, aparte de ser simpático y guapetón, ¡el hijo de puta tenía un rabo cómo la manguera un bombero!, ¿para qué lo vamos a negar? (¿Esto ya lo he repetido anteriormente o es cosa mía?, ¿no sé?)

Casi sin dejar de besarnos, abrí la puerta cómo pude y sin tan siquiera preocuparnos por Duque, cosa extraña en Sandra a pesar del cariño tan especial que se había creado entre ellos desde el pasado fin de semana y que de cualquier manera, es lo primero que hace pase lo que pase, nos fuimos al sofá.

Mientras tocaba sus pechos y magreaba su culo aproveché para acercarme a su oreja y susurrarle.

  • ¿Te gusta tu amiguito Pablo, verdad?¡Ni me imagino que harías con él si lo pillases!

  • ¡Cariño!, ¿de verdad serías feliz viendo cómo me follan?, me preguntó pasando su mojada lengua sobre mi orejita dejándomela encharcada.

  • ¡Sería extraordinario ver cómo te mete su polla!, ¡esa polla larga y finita que tanto te gusta!

Mientras nos besábamos sentí cómo la mano de Sandra se agarraba a mi ciruelo suavemente por encima del pantalón haciendo cómo si me la estuviese midiendo y comparándola mentalmente con la de él.

  • Me encantaría verte subiendo y bajando tu mano por su polla de la misma forma que me lo estás haciendo a mí, le dije queriendo seguir con el plan de calentamiento.

  • ¿Y no te cabrearías si vieses cómo tu mujer pajea otro rabo delante de tu cara?, me dijo de nuevo entre susurros en mi oreja y moviendo mucho más rápida su mano sobre mi paquete.

  • ¿Cabrearme mientras os miro?, ¡jamás!Me pondría cachondísimo ver cómo tu boca va mojándola de saliva de arriba abajo.

  • ¡Mira que me estás poniendo malita y me estás haciendo pensar mal!

  • ¡Anda, no seas malo y dame con tu polla en el coño! , dijo haciendo el intento de separarse de mí para continuar con lo que ella más deseaba en aquel momento.

Pero yo, a pesar de estar loco por meterla en remojo, no dejándola separarse quise dar un punto más de temperatura al delicioso pastelito que estaba preparando.

  • ¡Me encantaría ver cómo su cabeza se pierde entre tus piernas!, ¡cómo retira tu tanga hacia un lado para meter su lengua hasta lo más profundo de tu ser!
  • ¿Disfrutarías con su lengua igual que con la de Duque?, le dije ahora metiendo yo la mía en su oreja como si se la estuviese follando.

  • ¡Y más, mi vida!, ¡y más!, me contestó mientras aflojaba mi cinturón para intentar quitarme los pantalones sin tan siquiera aflojarme el botón.

Y tirando con fuerza hacia abajo pero sin apartarse de mis labios, mis pantalones junto a mis calzoncillos bajaron lo suficiente como para hacer que mi polla saltase de alegría.

¡Eres un cabronazo, amor mío!, dijo mientras se colocaba en el sofá para quedar a la altura de mi carajo.

  • ¡Todo lo cabronazo que tú quieras, mi vida!, le dije con cierto tono de aprobación a sus palabras.
  • ¡Quizás algún día! , me dijo mirándome a la cara y guiñándome un ojo de forma provocativa.
  • ¡Ahora disfruta el momento!, terminó diciendo antes de que mi enrojecido capullo desapareciese entre sus labios y me empezase a comer la polla.

Sé que esto lo he repetido “cienes y cienes” de veces, pero es que no puedo decir otra cosa. ¡Qué gustazo me estaba dando! Me chupaba la punta del nabo mientras que una de sus manos me atrincaba el tronco del cipote y la otra me apretaba los cojones. Veía como desaparecía prácticamente entera en su boca a la par que aquella pérfida mano subía y bajaba por mi cipote haciéndome temblar de satisfacción.

¿Lo veis?, lo mismo de siempre pero nunca igual. Eso, justo eso, es lo que hace especial a Sandra.

Tras unos cuantos y deliciosos lametones a mi cucurucho caliente, se separó de él.

  • ¡Ahora métemela en el coño, pedazo de cabrón, que si Pablo estuviese aquí seguro que me lo follaba de puta madre!

A pesar de aquel agradable insulto, aquellas palabras me llenaron de orgullo y satisfacción. Me sentía como el rey el día de noche buena. (¡A quien no le gusta que le digan cosas bonitas!, ¿eh?).

Por su forma de actuar supe perfectamente lo que necesitaba y no quise hacerla esperar más ya que, a pesar de que no le gustara hacerlo en el sofá, mientras me lo decía se dio media vuelta y se puso de rodillas en él. Sorprendiéndome agradablemente se subió la falda y se apartó el tanga a un lado enseñándome su esplendoroso pandero ofreciéndome su lindo conejito.

  • Anda, cabroncete mío, ¡ven y fóllate a tu putita!, me dijo meneando el culito e incitándome a que se la metiera hasta la cocina.

Yo, loco por hacerlo, me puse entre sus muslos. Arqueando las rodillas, de forma pelín incomoda justo para ponerla en el sitio exacto, me dispuse a atravesarla con la punta de mi lanza.

  • ¡Mmmm!, ronroneó Sandra cómo si fuese un gatito cuando notó que la punta de mi polla ya había encontrado el sitio.

Pero si digo la verdad, a pesar del calentón que tenía encima y de lo cachondo que me pone follar en el sofá, la postura para mí era realmente molesta. Mis piernas flaqueaban.

  • La postura es un poco incómoda, ¿no?, dije aprovechando que sabía perfectamente que a ella no le gustaba follar en el sofá.

¡Sí!, ¡lo sé! Quise sacar tajada de la situación para que ella fuese la que dijese que nos fuésemos a otro lugar más cómodo, ¿y qué?, ¿cuántas veces me lo había pedido ella y yo me había tenido que aguantar?

  • ¡Pues yo estoy de puta madre!, me respondió ella dando un fuerte empujón de su culo contra mi cuerpo para ver si le metía la polla de una maldita vez.

¡Hay que joderse! ¡No hay quien te entienda, Cariño!, me dije a mí mismo pero agachándome una mijita para echarle una miradita de reojo al abierto y chorreante chochito de mi mujer.

  • ¿Y no prefieres seguir en la cama?, le volví a insistir para terminar el polvo cómo dios manda.

  • ¡No!, sigue aquí que sé que te gusta , respondió ella dándome una buena hostia sin manos.

¿Qué le podía decir si lo estaba haciendo por mí?

  • ¡Cómo quieras, Vida!, contesté sin querer ser más pesado.

Cómo pude, es decir, agachándome de nuevo y curvando mis rodillas hasta clavarlas en el filo del sofá, metiendo primera me dispuse a aparcar mi tráiler en la zona de descarga. Pero ella al ver que hacía más maniobras de la cuenta, tiró su mano hacia atrás para cogerme del volante y realizar la maniobra de acercamiento hasta la rampa del almacén.

  • ¡Justo ahí, mi cielo!, ¡ahora acelera y empuja hasta el fondo!, comentó ella cómo si realmente hubiese escuchado mi pensamiento.

Si digo la verdad, no sé lo que pasó. ¡Bueno, sí que lo sé porque estaba allí!, lo que no llego a comprender es cómo tras más o menos quince o veinte empujones de mi ciruelo en su dulce melocotón, Sandra empezó a correrse.

A pesar de que seguramente hayáis tardado más o menos cinco minutos en leer lo que acabo de escribir, os puedo prometer que el polvo completo no duró más de cuatro. (Es cómo si lo hubiese narrado en directo). Aquel quiqui fue de los más rápidos de mi vida y prometo que era la primera vez que la veía correrse en tan poco tiempo. (¡En mi era algo normal!, tengo que decirlo). Aunque bien pensado, al igual que otras veces, quizás yo tuve algo de culpa en la velocidad de su corrida por haber sido tan pesado con mis comentarios sobre su amigo Pablo. ¡Pero eso sí, hoy con más mala intención que nunca!

Cuando por fin se corrió, como digo deprisa cómo nunca, se dio media vuelta y cogiéndome la polla me la empezó a menear a gran velocidad. En pocos segundos mi polla reventaba y los chorros de leche caían sobre su cara obligándola a cerrar los ojos para que no le entrase mi lefa en uno de ellos (Que según me ha dicho Sandra, ¡escuece una barbaridad!).

En el momento que notó que mis huevos estaban bien descargados, abriendo los ojos me dio un beso en el capullo.

  • ¡Cariño!, ¿tú serias capaz de dejar que otro hombre estuviese conmigo?, me preguntó mientras que pequeños besitos caían sobre mi recién corrido cipote.

  • ¿De verdad te gustaría que otro hombre estuviese conmigo mientras tú miras?

En aquel momento mi respuesta era clara, pero no se la dije. Para no cagarla le respondí con otra pregunta.

  • ¡Contéstame tú! ¿A ti te gustaría estar con otro hombre que no fuese yo?, le pregunté mientras que uno de mis dedos recogía los restos de mi corrida de su cara y los llevaba hasta su boca.

Sandra se quedó callada y sin saber que decir durante unos cuantos segundos, quizás buscando la mejor respuesta y tampoco cagarla. Aquella respuesta podría servir para muchas cosas en el futuro.

  • ¿No sé?… A pesar de las veces que me lo has insinuado en los últimos meses, hasta el otro día nunca lo había pensado en serio , me contestó para quedarse de nuevo en silencio durante unos segundos rechupeteando los restos que aún quedaban en mis dedos.

  • Si tuviera esa fantasía sería cómo un sueño, nunca para llevarla a la práctica.

  • Además, si una fantasía se cumple deja de ser fantasía, ¿no?

Aquella noche la conversación terminó ahí y no quise seguir adentrando más en el tema, yo sabía perfectamente que la situación había dado un paso adelante y no quería cagarla de nuevo. Al menos había conseguido el que Sandra lo hubiese pensado en serio una vez más.

Pero yo mismo me estaba dando cuenta que me estaba poniendo un poco pesado así que en aquel momento me propuse volver a darle un periodo de descanso y dentro de un tiempo, poco, volvería a la carga.

SABADO 11 DE OCTUBRE DE 2008 (MAÑANA)

Eran sobre las nueve y pico de la mañana cuando sonó mi teléfono móvil despertándonos. Era del servicio técnico dónde había llevado la cámara de video a reparar ¡Joder!, habían tardado más de un mes desde aquel nueve de septiembre que la llevé y mantuve aquella interesante charla con Jesús!

¡Vaya!, ¡Jesús!, no me acordaba de él. ¡Tendré que llamarle un día a ver cómo le fue con su mujer!, me dije a mi mismo en cuanto pude empezar a pensar.

Lo que nunca pensé fue que aquel recuerdo traería consecuencias en un futuro.

  • ¿Quién era?, me preguntó Sandra cuando colgué el teléfono.
  • ¡Los de la cámara!, que ya está lista y que puedo ir a recogerla, le respondí sentándome en la cama para terminar de despertarme.

  • ¿Quieres que vaya contigo?, me preguntó ella, yo creo que por compromiso más que otra cosa.

Y cómo era de esperar en mí, en mi cabeza se encendió una bombillita roja.

  • ¡No, déjalo!, tú quédate en la camita calentita, Cariño…
  • Pero cuando vuelva me gustaría probar mi cámara para ver si funciona bien, le dije de forma indirecta.

  • No empieces otra vez con tus tonterías, ¡siempre estás igual, pesado! , me contestó ella dándose media vuelta en la cama pero entendiendo a la primera mis viciosas intenciones de director de cine.

La puntillita la tiré pero creo que por su respuesta no estaba muy por la labor de cogerla, así que sin más me terminé de vestir y dándole un beso de despedida, me marché. ¡Quizás a la vuelta podría seguir insistiendo!, ¿quién sabe si a lo mejor incluso repetíamos con Duque?

No eran las once cuando ya tenía mí preciada cámara en las manos, y digo preciada porque aparte del cariño que le tengo por los favores que me hace, me habían clavado doscientos eurazos sin factura por la reparación y me acababan de joder el fin de semana. ¡Qué cabrones!, ¡por un poquito de vaho que tenía mi chiquitina!

Cómo digo, me acababan de reventar el presupuesto que tenía previsto para aquellos días, por lo que el puente nos lo íbamos a pasar en casa tranquilitos o cómo mucho en el bar de enfrente tomando unos tubitos de cerveza. ¡Qué tampoco era mala idea sabiendo las cosas que se habían iniciado en aquel bar y cómo habían terminado después!

Iba pensando en mis dolores de cartera y en mis ardores bananeros cuando pasé por la puerta de una cafetería y me di cuenta que con las prisas de esta mañana no había tomado ni café. Así que aprovechando que aún era pronto, entré a tomarme uno.

Mientras disfrutaba de mi cafelito sólo sin azúcar y con un chorrito de agua fría, se me ocurrió llamar a Sandra a ver qué estaba haciendo y de forma subliminal, volverle a decir si quería ayudarme a amortizar el gasto de la cámara, la forma ya veríamos cómo.

Cuando me cogió el teléfono pude notar que ya estaba despierta pero aún seguía en la cama.

¡No veas el palo que me han dado!, ¡doscientos euracos que me han robado por arreglar la cámara!

¡Pero si eso es lo que vale una nueva!, ¿para qué la has recogido?

¡Es que me daba penita dejarla allí!

Hay veces que no te entiendo, pero bueno. ¿Cuánto tardas?

Más o menos media horita, el tiempo de terminarme el café y salir corriendo para casa.

¡Pues venga!, mientras me voy a dar una ducha.

¿Y por qué no me esperas preparada para cuando yo llegue y amortizamos la cámara?, le dije cómo el que no quiere la cosa dejándole caer nuevamente mi indirecta.

¿Ya estamos otra vez?, me contestó, pero esta vez, quizás por prudencia, de una manera un poco más suave que esta mañana

¿Sabes que podíamos hacer ahora cuando yo llegue?, seguí hablando sin hacerle caso a su último comentario

¿Qué?, me preguntó de forma cansina.

¡Me enseñas ese chochete pelaito que tienes entre las piernas y yo lo grabo con la cámara!

¡Te la meto un ratito y luego si quieres lo ponemos para ver cómo entra y sale de tu coño!, seguí hablando al ver que ella no contestaba.

¡Fijo que se me pone como a un toro viendo la grabación de tu chochito bien lleno de carne!

¡Tú estás loco, chaval!

¿Y por qué no?, ¿no me dijiste hace algún tiempo que a partir de ahora te ibas a grabar de vez en cuando?, le dije usando una lógica aplastante, sus propias palabras.

¡Bueno!, ¡bueno!, ¡ya veremos!

Ahora date prisa que no me gusta estar solita, me dijo dando por terminada la conversación.

Bueno, al menos pude notar, tras los escasos tres minutos que duró la conversación, que me había dejado una pequeña ventana abierta para poder llevar a cabo mis fechorías.

SABADO 11 DE OCTUBRE DE 2008 (TARDE) (1ª PARTE)

Durante el camino de vuelta a casa estuve pensando en varias ideas, incluso pensé en repetir lo del chocolate o lo del chico de la pizzería o incluso, como ya he dicho antes, algo con Duque, pero no me quise hacer muchas ilusiones ya que me conocía y cómo no saliesen las cosas cómo yo quería, luego me mosqueaba y me tiraba todo el día de mala hostia.

Pero cómo a cabezón no me gana nadie, antes de llegar pasé por el supermercado que hay debajo de casa, (¡Sí, exacto!, el mismo dónde compré el pescado que según Sandra olía a coño sudado), y compré dos cajas de cervezas, un bol de fresas, un bote de sirope de chocolate y un bote de nata montada por si sonaba la flauta. Cervezas sabía que apenas quedaban, pero de lo otro no me acordaba en ese momento si quedaba algo. ¡Y claro, no era plan de prepararlo todo y luego al final no tener los ingredientes más importantes!, ¿verdad?

Antes de entrar en casa solté las bolsas en el suelo y sacando la cámara de su funda, puse una de las cintas que había comprado en el servicio técnico. Acto seguido toqué el timbre de la puerta para que Sandra me abriese y se llevase una sorpresa. Tras llamar y escuchar cómo el jodío Duque ladraba a toda hostia, la puse a grabar y ver si así me la camelaba para luego seguir con algo más.

Cómo esperaba, su cara fue de sorpresa cuando se encontró con “Folla en Directo”, digo con “España Directo”, a primera hora de la mañana en la puerta de su casa, cara que por suerte para mí cambió en pocos segundos a una amplia y perversa sonrisa. La mía fue totalmente diferente, la mía fue de satisfacción al ver que Sandra, a pesar de que esta mañana la había dejado en la cama con el pijama de perritos, ahora, que el tiempo ya era bastante más fresco, sólo iba vestida con una camiseta bastante pegada a sus tetas y un pantaloncito bien encajado en los labios de su coño que por detrás dejaba ver perfectamente gran parte de su pequeño tanga y una buena parte de sus redondas cachas del culo.

  • ¡Qué zorrita estás hecha!, le solté de sopetón sin dejar de grabar.
  • ¡Y a ti que no te gusta!, me respondió ella con aquel tono de chulería que tanto me gustaba.

  • ¿Y qué hubiera pasado si hubiese venido con algún amigo?, le pregunté, más por morbo de escucharla que por otra cosa ya que ella me había escuchado perfectamente aparcar el coche en el garaje y que seguramente se habría asomado por la ventana.

La cara de Sandra cambio por completo al escuchar mis palabras pero no le di tiempo a que me replicase.

  • ¡Estás preciosa, mi vida!, ¡gracias por ser así!, le dije mientras le daba un beso en los labios y acercaba la cámara a sus piernas para grabar un primer plano de aquellos dos labios tan bien marcados.

  • ¿Qué haces?, ¿no me digas que estás grabando?, me preguntó un poco sorprendida y poniendo la mano en el objetivo de la cámara para que dejase de grabar.

  • ¡Sí!, cómo antes me diste permiso para grabarte el chochete, pues es lo que estoy haciendo, le dije dando por sentado que su “ya veremos” de antes era una aprobación para que lo hiciese.

  • ¡No tienes solución, mi vida!, ¡estás hecho polvo!

  • ¡Pues por eso!, ¡vamos, ponte de espaldas y enseña tu culazo a la cámara, anda!, ¡no seas malaje!

  • Pero si sabes que no me gusta que me grabes, ¡que luego me sale un culo muy gordo!

  • ¡Anda ya, mujer!, ¡no digas tonterías! Tienes un culo perfecto, ¡a mí me encanta!, terminé diciendo para ver si la convencía.

Ella, que yo creí que no me iba a hacer caso, me lanzó una sonrisa un tanto malévola y empezó a posar para mí dándose la vuelta y sacando culete para que se lo grabase.

  • ¡Perfecto, vida!, ¡realmente tienes un culo insuperable!
  • ¿Tú crees?, me preguntó ella moviendo el culo como si tuviese una colita.
  • ¡Creo no, mi vida!, ¡te lo aseguro!, ¡tienes el mejor culo del mundo!
  • Y hazme caso que de culos entiendo un montón, le dije en broma.

  • ¡Pues seguro que esto te gusta mucho más!, dijo dándose la vuelta y levantándose la camiseta para dejar ante los ojos de la cámara sus dos preciosos melones tapados por el sujetador.

¡Pero yo quería más!

  • Qué pena que lleves sujetador, ¿no?

  • ¿Quieres que me lo quite?

  • ¡Pues claro, lo estoy deseando!, le dije realmente excitado.

Y agarrándose con una mano la camiseta, con la otra se sacó una teta.

  • ¿Ya la has grabado?, me dijo tras enseñarla apenas cinco segundos.

  • ¡Sí!, contesté con voz de maníaco.

  • ¡Qué cosa más bonita, por dios!, le dije sin dejar de grabar ni un sólo instante desde muy, muy, muy, muy cerca aquel precioso y duro pezón.

  • ¡Pues ya está bien!, me dijo tapándose la teta y bajándose de nuevo la camiseta.

  • ¿No me dejas un poquito más?, le pregunté al ver que la sesión de video daba por terminada.

  • ¡Que no!, ¡ya está bien, he dicho!, me dijo yéndose para la puerta para recoger las bolsas de la compra.

  • ¡Pero es que yo tenía otra idea!, le dije con cierta voz de desilusión.

  • ¡Aunque bueno, cómo sé que no vas a ser capaz, pues ni te la cuento!, cuchicheé entre dientes pero con suficiente volumen cómo para que me escuchase.

Pero cómo la otra vez, cuando le dije que no iba a poder poner mi rabo en pie y bien duro que me lo puso en la bañera, aquello se lo tomó como un reto. (Debo reconocer que aquel era mi propósito desde el principio).

  • ¡A ver!…, ¿en qué cerdada habías pensado?, me preguntó con bastante curiosidad mientras cerraba la puerta que había estado abierta durante todo el tiempo que le grababa las tetas.

La noche del jueguecito le daría miedo, pero hoy no se había ni preocupado, la cabrona.

  • Quiero inmortalizarte entrando en casa cómo si fueses una putita que viene a follar a casa de un desconocido, le solté de sopetón y levantando de nuevo la cámara para empezar a grabar en cuanto me dijese que sí.

Por la mirada que me echó enseguida supe que se iba a negar. Yo sabía perfectamente que nunca le había hecho ninguna gracia que la grabasen y muchísimo menos de esta forma. Aquella era otra de las cosas que nunca hacía por voluntad propia sino siempre un poco forzada por mí. ¡Pero tenía que intentarlo!, ¿no?

Pero claro, para llevarme la contraria su respuesta me dejó otra vez con las patas colgando.

  • ¿Y cómo quieres que lo haga? , me preguntó con una picarona voz y una sonrisa bastante conocida por mí últimamente.

La verdad es que cada vez que me hacía algo así me dejaba sin habla y mi mente dejaba de funcionar durante un buen rato, así que tuve que esperar unos cuantos segundos hasta que pude reaccionar y pensar rápido un guion.

  • ¡Ya está!… Sales fuera, llamas a la puerta y cuando yo abra, entras meneando el culito y actúas cómo mejor sepas, le dije dándome la impresión de haber hecho un chapucero guion bastante improvisado y nada original.

No se lo pensó ni un momento.

  • ¡Pues vamos!, ¡empieza a grabar que te vas a cagar! , me dijo a la par que abría la puerta, se aseguraba de que no hubiese ningún vecino merodeando por la escalera y salía cerrando con un portazo.

Nervioso por saber que habría pensado Sandra para impresionarme, miré de nuevo a la cámara para asegurarme que estaba grabando. No pasaron ni cinco segundos cuando sonó el timbre. Tras darle unas cuantas voces al perro para que se callara, abrí la puerta y detrás de ella apareció Sandra. (¡Qué raro!, ¿verdad? Pues más raro hubiese sido que estuviese Fernando Alonso, ¡no te jode!)

Pero vamos a lo que vamos. En la pequeña pantalla de la cámara apareció la mejor actriz del mundo dispuesta a llevarse un GOYA, o por lo menos, una buena POLLA por su actuación. Sacó la lengua y se la pasó por los labios humedeciéndolos de la forma más erótica que jamás había visto hasta entonces.

  • ¡Hola!, ¿es aquí dónde buscan una chica de compañía?

  • ¡Sí!, respondí con voz firme pero nerviosa.

  • Me han dicho que venga porque buscas una chica para todo, ¿crees que te serviré?

  • ¡No tengo dudas de que sí!, le volví a responder.

  • Pero primero súbete un poco la camiseta que quiero ver el material que me quieres vender.

En la misma puerta dónde el otro día la tuve desnuda y a cuatro patas, importándole una mierda que alguien pudiese pillarnos, levantó los brazos y empezó a subirse la camiseta para dejar a la vista sus dos lindos pechotes.

  • ¡Joder!, fue lo único que pude decir al verla tan lanzada.

  • ¿Te gusta?, me dijo bajándose nuevamente la camiseta pero apretándose los pechos con las dos manos.

  • ¡Muchísimo!, ¡si digo la verdad, no esperaba que me mandasen a una zorrita tan cachonda!

  • ¿Es que el cliente que tuve anoche me dejó a medias?, me dijo dejándome claro que a pesar de la corrida tan intensa de la pasada noche, aquel polvo le había sabido a poco.

  • Pues no te preocupes que intentaré compensarte para que olvides cuanto antes al que te dejó anoche con la miel en los labios, guarrilla.

  • ¡A ver si es verdad y no me quedo a medias de nuevo, cariñito!, me dijo sacando a Sandra al exterior y utilizando un cierto retintín pelín molesto.

  • Ahora vamos a lo que vamos, que para eso has venido. Enséñame de nuevo las tetas y sigue con tu papel de zorrita, ¡anda!

Sandra, sin pedir más explicaciones empezó de nuevo a subirse la camiseta lentamente. Y cuando la tenía en el cuello, dispuesta a quitársela y quedarse en tetas, escuchamos un ruido de fondo. Pero esta vez, en contraste a lo del día del juego, sin tan siquiera ponerse nerviosa entró en casa, cerró la puerta y mirando a la cámara empezó a caminar hacia dentro mientras yo iba andando de espaldas dándome golpes con todos los muebles de la casa pero sin dejar de grabar de arriba abajo su espectacular cuerpo.

Se dio media vuelta para enseñarme su culito y gran parte de su tanga, y dándose de nuevo la vuelta, siguió andando hacia el salón buscando el sofá sin parar de hablar en ningún momento. Su voz no se notaba nerviosa cómo yo esperaba, sino todo lo contrario, parecía que aquello era lo que había hecho durante toda su vida.

  • ¡Hola!, me llamo Sandra. Soy la putita que habías llamado y vengo enseñando mi caliente culo a todos los tíos que me he cruzado , dijo lanzando besos a la cámara.
  • Y ahora estoy aquí contigo, dispuesta a hacer lo que me pidas.
  • Y muy importante, no pienso irme de aquí hasta que mi coño no se haya corrido un montón de veces con tu polla o con lo que haga falta.

  • ¿Cuánto cobras?, le pregunté en el colmo de los calentones.

  • ¡Ciento cincuenta euros!, me respondió tras titubear unos segundos.

  • ¡Joder!, ¡que puta más cara, por dios!, le dije bien fuerte para que se quedara bien grabado en la cámara.

  • ¡Porque yo lo valgo!, me dijo ella de inmediato mientras hacía posturas con su cuerpo enseñándome las destacadas curvas que sus dos grandes globos marcaban en la ajustada camiseta.
  • ¿Y no me podrías hacer una rebajita?, pregunté cogiendo mi cartera para sacar un billete de cincuenta euros.
  • ¿No sé?, ¿por ese dinero no esperarás muchas cosas, verdad?
  • ¡Con que te dejes grabar en video mientras te corres, es más que suficiente!, le respondí.

  • ¡Vale!, si sólo es eso, trae “pacá”, me dijo estirando su mano para quitarme el billete y metiéndoselo en el sujetador como las buenas putitas.

  • ¡Ahora no te pierdas detalle!, me expuso con la voz más sensual que una putita barata podría haber puesto.

Sin dejar de mirar a la cámara se echó mano a las tetas masajeándolas suavemente.

  • ¿Quieres que me la quite?, preguntó a la cámara estirando de su camiseta.

Pero la cámara no respondió, tampoco hizo falta. Mi putita empezó de nuevo, por tercera vez aquel día, a quitársela lentamente sin apartar la vista de la cámara y con una sonrisita realmente deliciosa que me estaba poniendo como una moto.

En cuanto volvieron a aparecer sus tetas sobresalientes por encima del sujetador en el visor de la cámara, estuve a punto de mandarlo todo a tomar por culo y lanzarme sobre ellas para llenarlas de saliva y si era necesario, de mi espesa leche. Pero no pude, supe contenerme. Quería alargar aquella grabación el máximo que pudiese antes de derramar todo el viscoso y caliente amor que mis huevos guardaban con tanto cariño.

  • ¡Qué tetas más bonitas tienes, Sandra!
  • ¡Lo sé!, me lo dicen muchos clientes, me respondió ella con toda la naturalidad del mundo y soltando una sonora risa mientras que yo me acercaba cada vez más hasta el canalillo de sus tetas con la cámara.

Realmente estaba bien metida en el papel de puta.

  • ¡Y tú ten cuidado que vas a romper el pantalón!, me dijo la muy zorrona al ver el bulto que tenía yo entre las piernas.

Yo no dije nada ya que en aquel momento se sacó una teta del sujetador y metiéndose un dedo en la boca para dejarlo bien ensalivado, se lo empezó a restregar por el pezón.

Sin poder remediarlo pero sin dejar de grabar, mi mano libre se bajó hasta mi cipote y empecé a magreármelo lentamente sobre la ropa.

Después de jugar un buen ratito con sus pezones, se quitó el sujetador y se puso contra la pared cómo si esperara a que algún policía con una buena porra la cacheara. Separó las piernas y dejó el culo en pompa.

  • ¡Graba bien que cuando se acaben los cincuenta euros me voy!

  • Pero por lo menos quítate los pantalones para poder grabar cómo se mete el tanga en la raja de tu culo, ¿no?, le dije siguiendo el juego de puterío que nos traíamos entre manos.

  • ¿El pantalón también? ¿no tienes suficiente con mis tetas?, me respondió ella con aquella dulce voz que tanto me ponía y me pone.

  • ¡Hombre!, por cincuenta napos que me has cobrado, que menos, ¿no?

  • Te recuerdo que los cincuenta euros eran para grabarme mientras me corría pero nada más.

  • ¡Ji, Paco!, lo que tú digas. Pero ahora quítatelos, le dije queriéndome comportar como un verdadero cliente que va de putas y que quiere lo que quiere.

Sin dejar de sonreír, se dio media vuelta y empezó a quitárselos. En nada de tiempo la tenía delante de mí con las piernas semi abiertas y mostrándome su blanco tanguita manchado en la parte central por una enorme mancha de roció mañanero.

  • ¡Cariño!, quítate el pantalón que al final vas a romperlo.
  • Seguro que te estás haciendo daño teniéndolo tan apretadito, me dijo con voz de niña mala y señalando descaradamente a mi paquete.

Y cogiéndome la cámara para que me los pudiese quitar, me empezó a grabar a mí.

Cómo pude me quité el pantalón y cómo en aquellos tiempos no solía llevar nada debajo, mi polla salió a relucir en escena. Tenía la verga cómo una barra de hierro, con un montón de liquiditos mojando mi reluciente capullo.

Sandra acercó la cámara lo que pudo y pasando su dedo para esparcir por todo mi cipote los líquidos, se puso a grabarlo detenidamente. Era alucinante verla así. Si ya era difícil conseguir grabarla, más difícil era conseguir que ella entrase en el juego y que también grabase.

  • ¡Te gusta como lo hago!, ¿eh?

No pude responder, estaba en la gloria a la espera de que se auto grabase comiéndome la polla.

  • A ti no sé si te gustará, pero a tu chiquitina le encanta lo que le hago, ¿verdad, preciosa?, me dijo a mí, bueno, más bien a mi polla.

Y tras aquel comentario tan especial, me la cogió por el tronco y empezó a apretarla.

  • ¡Dios!, escuché que salió de mi garganta.

  • ¡Veo que sí te gusta lo que te hace tu puta!, me dijo dándome un nuevo apretón dejándome a la espera de sus labios pero poniéndose nuevamente de pie.

  • ¡Toma!, sigue grabando tú que yo no estoy aquí para esto , me soltó entregándome la cámara y dejándome con cara de gilipollas.

  • ¿Y por qué no sigues con tu boca?, le pregunté deseando que me la chupase cuanto antes.

  • ¡Por cincuenta euros no chupo yo ni una piruleta, chaval!

No dudé ni un momento de que estaba burlándose de mí para ponerme cachondo, pero lo que ella no sabía, bueno, sí que lo sabía pero no se acordaba, era el que yo, cuando estoy más caliente que el cenicero un bingo, soy capaz de muchas cosas. Y mucho más cuando el jueguecito me iba a costar cincuenta euros aparte de los doscientos de la camarita. ¡Por ese dinero me tenía que correr cómo nunca!

Una vez que tuve el cabreo controlado y la cámara de nuevo en mi mano, me acerqué a ella y saqué un primer plano de su exuberante cuerpo. Ella, que por aquellas alturas ya estaba más caliente que yo, se abría de piernas sin pedírselo para ofrecer con total descaro, el tesoro que guardaba entre sus piernas. Una de las veces se puso a cuatro patas enseñándonos, a mí y a la cámara, su precioso y carnoso culo comiéndose aquella mínima tira de tela.

  • ¡Échate el tanga a un lado, zorra!, le dije en plan mandón.

Sandra, que yo creo que se había dado cuenta del calentón de huevos que me había metido, sin ningún reparo se separó la tela a la par que se abría el culo y me mostraba el apetitoso agujero que había entre sus cachas. ¡Hostias!, me tuve que pellizcar la punta de la polla para no lanzarme sobre ella y metérsela hasta los huevos. ¡Qué ganas le tenía en aquel momento!

  • ¡Señor Cliente!, si quiere vamos al sofá. Estoy muy caliente cómo para seguir aquí haciendo tonterías, dijo la Señora Puta poniéndose de pie.
  • A mí no me importa seguir aquí. ¡Yo estoy aquí de puta madre!, le dije recordando las palabritas que ella me regaló la pasada noche mientras que mis piernas se doblaban por la postura.

  • Si nos vamos al sofá, a lo mejor por los cincuenta euros te dejo que me folles y todo.

Yo, cómo buen director de cine, no dije ni pio, ¡la actuación era perfecta y no quería cortarle el swing!

En cuanto llegamos al sofá se echó sobre él con las piernas bien abiertas. Yo no dejaba de grabar cómo Sandra se acariciaba el interior de los muslos con las dos manos y se echaba el tanga a un lado para enseñarme su depilado molletón. Por un segundo hice un zoom queriendo que la cámara fuese testigo del brillo que tenía en sus labios, pero ella, que no se quedaba atrás en perversión, al verme tan cerca se lo abrió con sus propias manos para dejarme ver aquel precioso color rosa oscuro que su coño conseguía cuando estaba caliente.

  • ¡Métete un dedo!, le dije sin tan siquiera separar la cámara un centímetro.

  • ¿Quieres que me empiece a pajear ya?, ¡si me corro se acabaron los cincuenta euros!

  • ¡No!, no quiero que te corras aún, sólo quería grabarlo un poquito.

  • ¡Cómo dicen en mi pueblo, “el cliente siempre tiene la razón”!, me dijo entre risas a la par que se introducía uno de sus dedos.

Pero lo que en un principio parecía que sólo iba a ser para grabarlo un poco, de repente se empezó a follar con desesperación y a tocarse la pipa del coño con la otra mano que tenía libre. Estaba tan salida que no se pudo resistir a masturbarse en cuando su chocho notó algo duro entre sus paredes.

Yo, sin poder controlarla, ya que mis dos manos estaban ocupadas una con la cámara y la otra con el mando del Scalectrix, seguí grabando.

  • ¡Muy bien, putita!, sigue así, no te cortes. No te preocupes por el dinero qué tengo otros cincuenta euros para ti en la cartera, le dije dejando claras dos cosas. Primero, que aunque se corriese no se iba a marchar y segundo, que aunque se corriese no íbamos a dejar de jugar a aquel juego aunque me costase otros cincuenta laurillos.

Ella no se frenó al escuchar mis palabras ni mucho menos, todo lo contrario, con más ansias que antes siguió tocándose y gimiendo suavemente. Mientras lo hacía me miraba con cara de vicio, con una cara de zorra impresionante.

Para dejar constancia de lo que estaba pasando, haciendo un plano corto dirigí la cámara desde su cara pasando por sus tetas, su precioso ombligo y terminando por su impresionante coño que estaba recibiendo una paliza dactilar de las que hacen historia, finalizando en mi polla que en ese preciso momento estaba a escasos diez centímetros de su boca aunque yo estuviese casi a metro y medio de ella.

¡Que sí, que es verdad! ¡El que no se lo crea, que venga y me la mida, no te jode!

  • ¡Métete un dedo en el culo, puta!, le dije queriendo grabar otra cosita más que jamás había conseguido grabar pero que si había visto que lo había hecho para otros a través del Messenger.

  • ¡Ah, no!, ¡de momento, eso no!, me dijo sentándose casi correctamente en el sofá y poniendo una pierna sobre él dejando gran parte de su coño a la vista de la cámara.

Acto seguido se empezó a sobar las tetas cómo ella sabía que me gustaba.

Si esta mañana en el coche hubiese pensado algún guion, seguro que hubiese salido mal, pero de momento, éste improvisado por ella estaba saliendo a la perfección.

  • ¿Por qué no me invitas a una cervecita y te sientas a mi ladito para tomártela?, sugirió Sandra, yo creo que para alargar un poco más la situación.

Aceptando la invitación a tomarme una birrita con mi puta, me acerqué al mismo frigorífico de siempre, cogí las dos cervezas y me fui de nuevo hacia dónde ella estaba. Pero claro, había un problemita. Si me sentaba con ella, ¿quién seguiría grabando?

Así que queriendo ser parte participante de la película, antes de sentarme cogí de nuevo la cámara, busqué la mejor zona del mueble para colocarla y que cogiese desde todos los ángulos a Sandra. A continuación la conecté a la pantalla de plasma para ver la imagen bien grande sin perder detalle e intenté cuadrarla lo mejor posible. Mientras tanto, Sandra me miraba con atención como si mirase al chico de Movistar instalando el Imagenio, es decir, sabiendo lo que quiere hacer pero sin tener mucha idea de lo que hace.

  • ¿Está bien ahí?, pregunté a Sandra para que me dijese si lo que se veía estaba bien encuadrado o no.

  • Un poco más a la izquierda, porque si no sólo voy a salir yo, me replicó ella al ver que la cámara estaba enfocada a mi gusto, es decir, hacia ella solamente.

Haciéndole caso, la moví para que cogiera un plano completo del sofá.

  • ¡Eso es!, ¡así está perfecta!, me dijo ella cuando vio que en la pantalla salía todo el sillón.

Cuando lo tuve todo listo, pulse el botón rojo de grabación, cogí el mando a distancia de la cámara y me acerqué a ella para darle un beso en los labios.

Mientras nos tomábamos la cerveza mirábamos a la pantalla viendo cómo nuestros cuerpos desnudos aparecían en ella como si realmente fuésemos dos actores en un descanso durante una película porno. En la pantalla estaba mi particular puta que me había costado cincuenta euros, de momento, con las piernas abiertas y acariciándose la raja del chocho suavemente disfrutando de lo que estaba viendo. Aquella visión, sin duda, era la más caliente que jamás había vivido hasta el momento. Jamás pensé que Sandra sería capaz de hacer algo así para mí, aquello me demostró lo mucho que le gustaba a mi mujer calentar pollas.

En la pantalla podía ver que el abierto y peladito chochito de Sandra no paraba de chorrear líquidos que llegaban hasta el sofá creando, cómo otras veces, una mancha de humedad que ya empezaba a hacerse fija justo en aquel cojín del sillón. Ella, que se dio cuenta perfectamente de cómo se me iban los ojos con lo que estaba viendo en la tele, para alegrarme un poco más la vista, entre trago y trago de cerveza empezó a rozarse la parte alta de su chochito, es decir, la pipa del coño, con sus dedos.

Tras terminar la cerveza, Sandra retomó, literalmente, el papel de putita.

  • Ya estoy preparada para seguir con mi trabajo. Por un poco más de dinero haré todo lo que me pidas
  • ¿Todo?, le pregunté un poco incrédulo esperando la respuesta habitual en estos casos de Sandra, “¡bueno!, ¡casi todo!”.

  • ¡To-do!, me volvió a responder dividiendo la palabra en dos y haciendo énfasis en la pronunciación para dejar claro que sí.

  • Si tú me pagas lo que yo pida, me tendrás a tu entera disposición y podrás hacer conmigo cualquier cosa que se te ocurra.

  • Mientras que esté aquí seré tu zorra, ¡una autentica guarra!

¡Joder!, ni en la mejor peli porno había visto nunca una actriz tan buena como ella, estaba totalmente metida en el papel. Así que para no cortarla le seguí el rollo.

  • ¿Y cuánto más me cobraría una puta cómo tú por hacerlo to-do?, le pregunté recalcándome yo también en el todo.

  • ¡Depende!, me respondió.

  • Si salgo bien follada, nada, ¡yo trabajo por vicio!

  • Pero si no me gusta lo que me hacen, suelo matar al gilipollas que me ha llamado.

  • ¡Vale!, le contesté bastante nervioso por aquella particular sugerencia.

  • Espero no morir hoy que es la primera vez en mi vida que me voy de putas.

  • ¡Y yo, por lo que me toca, espero que no sea la última!
  • ¡Ahora pide!, me dijo ella pasándose un dedo por unos de sus pezones.

En ese momento mi cabeza se quedó en blanco. Millones de años esperando un momento cómo aquel y ahora mismo no sabía que pedir.

  • ¡De momento voy a por otra cervecita y ahora te cuento!, le dije levantándome del sofá para ir a por más bebida.