Solo era el principio (12)

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 12

Y de postre…

LUNES, 29 DE SEPTIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)

Aquel día era festivo en la ciudad dónde trabajábamos pero no dónde vivíamos, así que éramos prácticamente los únicos del barrio que hacíamos fiesta ese día.

Por la mañana, al estar de descanso nos bajamos al bar de siempre (¡Sí, el mismo dónde me dijo la otra vez que le picaba el coño!, ¿os acordáis? ¡Qué noche aquella!), y como solíamos hacer cuando estábamos allí sin mucho que hacer luego, nos tomamos todas las cervezas del mundo. ¿Qué más daba?, teníamos tiempo libre y si alguien no nos la chafaba, ¡después nos íbamos a pegar una siesta del quince!

Viniéndome a la memoria la inolvidable tarde que me dio el día de las pizzas y aprovechando la cantidad de cervezas que nos estábamos bebiendo en el bar, mientras charlábamos, para cuando llegásemos a casa había preparado una nueva sorpresita para Sandra. Quería volver a insinuarle lo del trío a ver por dónde iban los tiros a estas alturas y si por casualidad, ya había cambiado de idea al respecto o si seguía en sus trece.

¡Lo que nunca me imaginé fue que aquella tarde de septiembre, el sorprendido sería yo de nuevo!

LUNES, 29 DE SEPTIEMBRE DE 2008 (TARDE)

No recuerdo muy bien que comimos ese día, creo que fueron unos tacos mejicanos de pollo con bastante picante, regados por otras tres o cuatro cervezas más, pero de lo que sí me acuerdo sin duda es del postre. ¡Imposible olvidarlo! Lo que ocurrió aquella tarde durante los postres, sin duda cambió la historia que os estoy contando de una forma radical.

Cómo decía, comimos, pero cuando llegaron los postres puse mi proyecto en funcionamiento de la forma más rara que imaginé. Levantándome de la mesa y con la excusa de ir a la cocina a por algo de fruta, en una bandeja con un plato le llevé a nuestro particular amigo, el consolador negro que tantas y tantas veces nos había hecho disfrutar a los dos, tanto en pareja como por separado. No sabía cómo podría reaccionar a los preliminares de mi plan, o pasaba de mí o igual tenía algo de suerte y triunfaba, así que quise probar.

Sandra al verme llegar con tan suculento postre, empezó a reírse, eso ya me dio medio punto de seguridad.

  • ¡Estás loco!, ¿adónde vas con eso? , me dijo mientras reía con ganas.

¡Ji, loco!, pero cómo me sigas el juego, vas apañada, pensé para mis adentros pero riéndome de puertas para fuera para seguirle la corriente.

  • ¡A traerte tú postre! ¡O el mío!, ¿quién sabe?, le contesté enseñándole la perita en dulce que había sobre el plato.

  • ¿Y qué pretendes que haga con eso?, me preguntó señalando hacia la bandeja.

  • ¿Tú qué crees que puedes hacer con un vibrador?, le dije dejándole claro lo indiscutible de mi sugerencia al traérselo en bandeja.

  • ¿Mayonesa?, me dijo sarcásticamente, moviendo el dedo como si fuese una batidora.

  • ¡Ja!, ¡ja!, ¡ja!, reí de forma irónica. ¡Mayonesa o un batido, si te parece!, le contesté en guasa.

  • ¡O mejor!, ¿por qué no haces las dos cosas?, yo puedo poner los huevos para la mayonesa y la leche para el batido si tu quieres, le dije continuando con las puyitas.

  • Que aunque no suelte la misma cantidad de leche que tu amiguito Pablo, ¡con la mía te puede dar para hacerte un granizado de lefa, una cuajada o una crema catalana!, terminé rematando mi crítica con el recuerdo al comentario del batido que ella misma le hizo a “Hulk” el día del Messenger.

  • ¡Pero qué borde eres, cariño!, así no creo que consigas muchas cosas conmigo , me contestó al escuchar mi reproche unido a un tono de voz un tanto molesto, cosa que me dio a entender que había interpretado perfectamente mis palabras.

  • ¡Es que haces unas preguntas de bombero, Cielito!

  • ¿Qué hago con esto?, ¿qué hago con esto?, le dije en tono burlón mientras meneaba muy cerca de su cara el vibrador intentando arreglar el disparate que acababa de soltarle.

Dejándome sorprendido, yo creo que por no mandarme a tomar por culo, de muy malas maneras me lo quitó de la mano y sin darme opciones me empujó sobre la silla para darme el mejor espectáculo que jamás hubiese esperado. Si en algún momento pensé que el mejor día de mi vida fue cuando se masturbó para mí mientras yo estaba en el ordenador o en el sex shop o cuando se folló con la botella de cerveza, estaba equivocado. Lo que estaba a punto de presenciar no tenía ni punto de comparación con lo que había pasado hasta el momento.

Sé que soy pelín jartible y que siempre digo cuando ocurre algo nuevo que es el mejor día de mi vida, pero es que no puedo decir otra cosa. Jamás había vivido cosas así y cada cosa nueva, aunque fuese igual que la anterior, siempre había algún matiz que mejoraba la anterior. Sandra aprendía rápido y encima le daba un toque particular a cada cosa que hacía, consiguiendo maravillosas escenas que se marcaban en mi retina para luego dejarlas grabadas en mi memoria para el resto de mi vida.

¡Ahora a lo que voy!, al mejor día de mi vida hasta aquel momento.

Sentada frente a mí cómo estaba, se bajó la falda mostrándome sus preciosas bragas de encaje confirmándome una vez más lo fácil de convencer que se había vuelto. Unas palabras con un cierto tono de sarcasmo y mosqueo y ¡VOILA!, mi chica era otra. ¿Por qué no lo habría descubierto antes? ¡Hay que joderse!

También he de decir que, cómo habréis comprobado y luego os demostraré, los malos modales no siempre sirven con Sandra, ¿vale?

Con una pícara sonrisita en sus labios, señal inequívoca de que el mosqueo sólo había sido fingido, encendió el vibrador y comenzó a pasárselo por encima de su ropa interior. Mi posición era perfecta para ver cómo la humedad iba mojando sus braguitas. Con una sola mano se quitó la camiseta y comenzó a jugar con sus pezones a la vez que seguía pasándose el juguete por encima de sus bragas que cada vez estaban más incrustadas en su rajita.

Cómo habréis comprobado, aquello era, hasta ese momento, bastante parecido a las anteriores ocasiones. Pero algo me decía que en cualquier momento se iba a producir un cambio bastante drástico.

Al poco tiempo de estar jugando y yo, como de costumbre babeando, se quitó las bragas, que seguro que le molestaban para sus propósitos, y de la misma forma que me lanzó las medias el día que se folló con la botellita de cerveza, las tiró sobre mí cayendo justo encima de mi pecho. Cómo era de esperar en mí, las cogí y me las llevé a la nariz mientras disfrutaba como un enano de lo que Sandra se disponía nuevamente a hacer.

  • ¿De verdad es esto lo que quieres?, me preguntó mientras giraba la ruedecilla del consolador para ponerlo a más velocidad.

  • ¡Sí!, respondí entre carraspeos producidos por los nervios del momento.

  • ¿Seguro que no prefieres restregar tu picha por mis tetas hasta correrte?, me dijo de sopetón dejándome más frío que un cubito de hielo.
  • ¡No me provoques, Cariño!, ¡no me provoques! Sigue así que me gusta verte.

Sin embargo, poco caso hizo a mis palabras.

  • ¡O mucho mejor!, ¿te hago una mamada y te corres en mi boca?, continuó diciendo para arreglar un poco más la hinchazón de mis pelotas.

De nuevo, cómo hacia tantas veces últimamente ¿estaba jugando conmigo?

  • ¡Me gusta lo que estás haciendo!, le contesté intentando seguirle el juego.

  • Y no me digas nada más, ¡quiero verte!, le tuve que decir para no caer en sus redes.

Pero ella no tenía hartura, quería ponerme malito y lo estaba consiguiendo.

  • ¿A no?, y si te digo que me apetece que me la metas por el culo, ¿qué me dices?, me soltó con una sonrisa traviesa que daba incluso miedo, mientras que la punta del consolador se perdía entre los pliegues de su chochete.

Parecía estar pasando todo en cámara lenta, no sabía que decir.

¡Su culo!, ¡su regordete culo de nuevo para mí! ¡Eso eran ya palabras mayores!, ¿y si cambiaba mis planes para follarle el culo y luego continuaba? ¡Venga, vale!, ¡lo haré! Cambiaré mis planes y los dejaré para luego, pensé al momento.

  • ¿Me dejarías elegir?, le dije con la voz más sensual que sabía poner.

  • ¿Quién sabe?, dijo entre los suspiros que el cabrón del negro le estaba sacando.

  • Si quieres y me dejas, ¡te pongo el culo cómo una nevera!, le dije bromeando.

  • ¿Cómo una nevera?, ¿eso cómo es?, ¡que frío!, me dijo Sandra dejando sus trabajos manuales por un momento para preguntarme.
  • ¿Pues cómo va a ser?, ¡lleno de carne, huevos y leche!, le contesté siguiendo con el símil de los alimentos, añadiendo unas carcajadas bastante extrañas incluso para mí.

Pero su inmediata respuesta me dejó claro que iba de farol desde el principio, haciendo que me tragase mis descaradas risas.

  • ¡Anda!, ¡qué eres más bruto que un arado!, me dijo ella entre risas pero comenzando de nuevo a mover el vibrador dentro de su mollete.

  • Entonces entiendo que no quieres follar, ¿verdad?, me dijo tras unos segundos de estar pasándose el cipotón negro por toda la pipitilla.

Pero antes de yo poder contestar y decirle que sí quería follar y que estaba loco por ensartarle el pandero y dejarla bien espetada, ella siguió hablando.

  • ¡Nada, nada!, si es lo que quieres, me haré una paja para ti, me insinuó a la par que se metía el vibrador en el coño hasta las alitas.
  • A mí no me hubiese importado que me follases el culo, ¡qué lo sepas!, terminó diciendo con un tono de voz inquieto que demostraba que la verga negra estaba haciendo su trabajo a las mil maravillas.

Creo que desde el principio tenía claro que es lo que quería hacer. Cómo otras veces había interpretado el papel de calientapollas a la perfección. Así que resignado a lo que ella quisiera, le seguí el juego.

  • ¡Tranquila, si hay más días que ollas!

  • ¡Ya!, ¡y más culos que pollas, no te jode!

  • ¡Pero para el mío se ve que no!, me dijo dejándome con la boca abierta.

Y sin más se empezó a meter y sacar lentamente el vibrador en su chochito haciendo que aquella conversación de besugos diese por finalizada.

Pero cuando Sandra comenzó a jadear gracias a los movimientos del cipote negro no aguanté más y me tiré de rodillas delante de ella quitándole el consolador de las manos pero sin llegar a sacarlo.

  • ¿Qué haces?, preguntó un poco sorprendida al ver mi reacción.

  • ¡Déjame comértelo un poquito, anda!, ¡debe oler a gloria!, le pedí casi mendigando.

  • Pero sólo un poquito, ¿vale?, me contestó ella sacándose el cipote negro.

Fuera de mí, cómo si se me fuese la vida en ello, me metí entres sus ingles con el claro deseo de lamer el jugoso fruto que mi mujer guardaba entre las piernas mientras que manoseaba con fuerza las cachas de aquel carnoso culo que hace tan sólo unos segundos me había ofrecido y después me lo había negado.

Aunque no me lo dijo, sé que estaba loca por qué se lo comiese ya que nada más acercar mi lengua comenzó a gemir de forma suave mientras que cariñosamente me toqueteaba los pelos dejándome hacer.

  • ¡Qué bien lo haces!, me dijo tirándome de los pelos y separando mi cabeza de su coño.

  • ¡Lo sé!, ¡de vez en cuando se lo hago a mi mujer y piensa lo mismo!, le contesté cómo si le estuviese comiendo el chocho a otra mujer que no era ella y repitiendo pero a la inversa, el día en que ella me folló pensando en otro.

Y sin esperar respuesta me volví a meter entre sus jamones para continuar con la comida.

Y debo admitir que no hizo falta respuesta verbal, con los movimientos de su coño contra mi cara me di por respondido. ¿Aquel comentario la había puesto cachonda? ¿La habría puesto así el pensar cómo sería verme comiéndome otro coño que no fuese el suyo? ¡Ojala fuese así!, pensé mientras buceaba entre sus jamones.

Y mientras que mi cabeza iba por un sitio, mi lengua iba por otro. Cómo si fuese una pequeña polla empecé a empotrarle mi lengua en el chumino hasta dónde pude, metiéndola y sacándola a la par que le dibujaba pequeños círculos alrededor de su clítoris. Al momento empezó a temblar sobre la silla cómo si le fuese a dar un patatús.

¡Sí, lo estoy logrando!, ¡se va a correr enseguida!, me dije a mi mismo mientras mi lengua se movía a un ritmo realmente exagerado. Ahora era el momento de poner en marcha mi sorpresita y volver al ataque con lo del trío.

Mientras que mi lengua hurgaba en su pipa de forma nerviosa, cogí de nuevo el juguetito de color (ya que lo de negro queda mal visto), y la volví a penetrar con él haciendo que Sandra se retorciera de gusto ante aquel doble ataque. En ese instante en el que ella estaba tan de todo, me decidí a realizar un nuevo intento y no perder la oportunidad.

  • ¿Y no sería mejor que tu amiguito fuese de carne en vez de plástico?, le dije retirando mis labios de su mollete para a continuación seguir con la limpieza.

Ella gimió y no dijo nada. Me tomé su silencio cómo un permiso para continuar.

  • ¿No preferirías que una polla de carne, dura y caliente, te follase a la vez que yo te como el coño?

  • ¡Dime!, ¿de verdad te gusta tan poco la idea de meter a otro hombre en nuestros juegos?

Sandra permanecía callada aunque notaba cómo su respiración se iba acelerando cada vez más y cómo iba abriendo sus piernas a la par del movimiento de mi lengua y el vibrador.

  • ¡O me contestas o paro!, le dije.

  • ¡Sí!

Su contestación fue un leve susurro.

  • ¡Sí!, ¿qué?, le medio grité buscando que me contestara.

Dijo algo, pero con mis orejas entre sus muslos fui incapaz de entenderla, además me latía la polla y notaba cómo la excitación se me iba subiendo a la cabeza.

  • ¡No te oigo!, le volví a decir.
  • ¡Sí, mi amor!, ¡me encantaría que otro me follase delante de ti!, ¡chúpamelo, cabronazo!, me dijo, ahora sí, casi a gritos.

Al escucharla me puse de pie y la levanté a ella, parecía que por fin iba a caer en mi trampa.

Sandra se dejaba manejar cómo un muñeco, así que aprovechando la situación, aparté lo poco que quedaba en la mesa y poniendo su mano sobre su coño para que “negrín” no dejase de consolar en ningún momento su pepitilla, la tumbé sobre el mantel de la misma forma que lo hice en el sex shop, tumbada con las tetas estrujadas sobre la mesa y abriéndole todo lo que pude las piernas dejándome una magnífica visión de su redondo culito.

Tras mirar durante un par de segundos aquel precioso cuadro, apunté con mi rifle y de un sólo empujón le metí la polla con todas mis fuerzas dentro de su almeja mientras que ella mantenía el vibrador sobre su clítoris. Gracias a mi saliva, a sus caldos y a lo abierta que estaba en aquel momento, mi rabo entró hasta los huevos con una jugosa facilidad sintiendo el calor que sus labios me producían en el capullo al abrir sus carnes.

No sé si por la excitación del momento, por el consolador que no paraba de masajearle el clítoris o porque mi polla le daba empujones a lo bestia sin parar, pero aquel juego fue bastante más corto de lo que yo esperaba. Sujeto a sus caderas cómo estaba, sentí una contracción en mi columna. ¡Mi corrida se avecinaba! Tuve que apretar los dientes contra mis labios con toda mi fuerza para no jorobarla antes de tiempo.

En eso estaba cuando Sandra inició unos movimientos circulares de su culo contra mi barriga a la par que la oí gritar.

  • ¡Me corro, vida!, ¡córrete conmigo!, gritó mientras se mordía un dedo para amortiguar los alaridos que estaba dando.

Justo en aquel momento comenzó a doblar el cuerpo y a mover su culo de atrás a delante con mucha más fuerza que mi rabo era capaz de aguantar.

  • ¡Ven!, ¡córrete en mi cara, cariño!

Aquellas palabras me sonaron a gloria consiguiendo que mi semen pidiera salida irremediablemente. ¡Cuánto me gusta hacerlo y que pocas veces me deja!

No lo dudé ni un momento. Saqué mi cipote de su sensible raja recién corrida y poniéndome de puntillas al lado de la mesa para quedar lo suficiente cerca de su cara, comencé a meneármela a marchas forzadas apuntando hacia su boca completamente abierta. No hicieron falta muchos trámites para gestionar aquel papeleo. En menos que canta un gallo salieron de mi capullo tres o cuatro despiadados chorros de lefa manchándole la nariz y los cachetes, resbalando por su cara hasta llegar a su boca y a la mesa. La imagen era tan bonita que sin poder resistirme acerqué mi cara a la suya, manchándome la boca de mi propia corrida, para unir nuestros labios y rematar tan prestigiosa faena con un dulce beso.

Sobre la mesa, el vibrador seguía moviéndose de forma nerviosa, pero ahora nadie le hacía caso.

  • ¿De verdad quieres que folle con otro? , me dijo a la par que se apretaba contra mi cara y comenzaba a hacer movimientos con su lengua en mi nariz para limpiarme de mi propio semen.

  • ¡Sí!, le contesté mientras seguía meneándome la polla suavemente para sacar hasta la última gota.

  • ¡Me gustaría muchísimo hacerlo!, pero no te quiero forzar a hacer nada que tú no quieras, supongo que algo así sólo puede funcionar si los dos estamos de acuerdo.

¡Qué mentiroso eres!, pensé. Aunque bueno, gran parte de lo dicho lo decía desde lo más hondo de mi corazón, debo admitirlo.

Sandra se puso en pie, cogió el trapo de cocina que había sobre la mesa, se limpio su cara de leche y luego la mía y soltando un hondo suspiro, me llevó al sofá. En silencio nos sentamos y colocó una de sus piernas sobre las mías cómo otras tantas veces había hecho.

  • Desde que me contaste lo de Jesús, he de reconocer que la idea también me pone cachonda.

¿Jesús?, ¿aún se acordaba de la mentira que le conté?, ¿tanta mella había hecho aquella patraña?

  • Dos pollas no dejan de ser dos pollas. ¡Y dos lenguas! ¡Y cuatro manos!

¡Pues sí que había dejado huella!

  • Se me ponen los pelos de gallina con sólo pensarlo, ¡pero me da miedo!

¡Era lo que esperaba! Mientras estaba excitada me seguía el chiste, después, todo cómo siempre.

  • ¿Miedo?, ¿miedo de qué?, le pregunté mientras intentaba hacer memoria de todos los detalles de la falsa conversación que mantuve con Jesús.

  • ¿Y si nada vuelve a ser cómo era antes? Una cosa es que te caliente imaginarme follando con otro, pero otra muy distinta es verme con una polla en la boca.

Mi perturbada cabeza creó en cuestión de segundos aquella preciosa imagen que Sandra estaba relatando.

  • ¿No sabes cómo vas a reaccionar a la hora de la verdad?, ninguno de los dos lo sabemos por más que creamos que somos capaces de manejar la situación.

Me quedé en silencio. Era extraño oír aquellas palabras en boca de Sandra, eran las mismas dudas que me habían surgido a mí cuando me lo planteé por primera vez.

  • ¡Mi vida, no te preocupes!, le dije. ¡Es sólo sexo, nada más!
  • Sabes que antiguamente fui un poco celoso, pero ahora ya no lo soy. No creo que lo vuelva a ser ahora por muy diferente que sea la situación.
  • Además, soy yo quien te lo pide, ¡si no me gusta, pues me aguanto!

Su respuesta, en vez de aclararme sus ideas, consiguió enredármelas un poco más.

  • ¿No sé?… ¿Y con quien sería?, con Jesús ni pensarlo, ¡claro!

¡Joder, si ya había llegado a pensar eso, es que se lo había estado pensando más de lo que yo creía!

  • ¿No lo sé?, le dije quedándome pensativo.

  • Cuando te imagino follándote a otro, este nunca tiene cara, ¡es únicamente una polla pegada a un cuerpo!

  • ¿Tú has pensado en alguien?, le pregunté.

  • ¡Bueno!, en alguien no…

  • Pero sí que he pensado en que hay dos opciones.

  • ¿Dos opciones?, ¿cuáles?

  • Pues o un desconocido, algún chico que buscaras tú, o alguien muy cercano, alguien con el que exista tanta confianza que no haya posibilidad de que nuestra relación cambie.

  • ¡Pero con Jesús ni loca, que lo sepas!, que seguro que ya estabas pensando en él.

Su respuesta me pareció muy sensata, pero se estaba poniendo un poco pesadita con Jesús. ¡Que no quería, que no quería, pero no se le caía de la cabeza a la jodía! Seguro que estaba dolida desde que le dije que Jesús me ofrecía a su mujer para que me la follase porque ella no quería. Quizás algún día le diría la verdad, pero de momento tenía que seguir con el plan de ataque y derribo.

A pesar de mi reciente corrida, aquella conversación había conseguido mantener mi polla a punto de estallar. Si me respondía de forma positiva a la siguiente pregunta es que estaba muy cerca de llevar a cabo mi fantasía y haría que mi rabo reventase sólo con sus palabras.

  • ¿Y en el segundo caso has pensado en alguien en concreto?, le pregunté.

  • ¡No!, me respondió secamente.

  • Es más, ni siquiera estoy segura de querer hacerlo.

Mi rabo se vino abajo de tirón cuando dio por terminada la conversación yéndose hacia la cocina para recoger los platos y dejarme nuevamente con cara de gilipollas sin saber si quería hacerlo o no.

Pero no me di por vencido, otra vez tendría que idear otro plan para ver por dónde le podía entrar. Tantos años juntos y la verdad es que aún no sabía que la ponía cachonda. Lo que hoy le gustaba, mañana no y al revés. ¡Era un verdadero lío de mujer!

Pero aunque fuese muy complicado tenía que seguir intentándolo, seguro que en un futuro no muy lejano tendría más oportunidades.

SABADO, 04 DE OCTUBRE DE 2008 (MAÑANA)

Pasaron unos días y ni Sandra ni yo habíamos vuelto a hablar sobre lo del trío, pero he de admitir que a mí no se me caía de la cabeza. Había tenido la miel en los labios y una oportunidad única con el vibrador el otro día pero quizás no la supe aprovechar. Por otra parte, cosa bastante común en mi eso de desaprovechar las ocasiones.

Una probable solución me vino por sorpresa mientras daba vueltas en la cama a un sueño dónde había imaginado la posible situación ¿sería factible? Sin dejar que la inspiración se me fuese, me levanté sin hacer mucho ruido y me fui directamente al ordenador. No quise pararme ni a prepararme café. Serían las siete de la mañana de aquel sábado cuando ya no pude esperar más, intentaría llevar a la práctica la que creía podría ser la solución a todos mis problemas. Pondría un anuncio en una página de contactos buscando un chico para nuestros juegos. No tenía nada que perder, sólo era probar y conocer gente igual que habíamos hecho otras tantas veces.

Entré en una página Web de contactos, www.parejasabiertas.com , y comencé a buscar anuncios. Había cientos de anuncios, cientos de chicos que no daban mucha seguridad, otros que no daban la talla, ¡otros que sobrepasan la talla!, sobre todo en el tamaño de sus atributos y otros que descarté directamente por sus apetencias sexuales.

Después de mucho buscar, encontré a cuatro que podrían estar a la altura de mi apetecible bombón.

CHICO BIX PARA CHICA O PAREJA.

Hola soy chico bisexual y me ofrezco para probar nuevas experiencias con parejas o chicas.

No tengo sitio, podemos quedar en vuestra casa o en algún lugar de intercambio.

Tengo 33 años, 168 cm de altura, 66 kilos, ojos claros, educado y sano.

Firma: Todo156.

CHICO ANDALUZ.

Hola a todos.

Me llamo Ángel, tengo 34 años y me encantaría participar en un trío de una chica y otro chico. Soy heterosexual, educado y limpio.

Me encantaría contactar con una pareja con mismos gustos para acudir a locales liberales y hacer realidad nuestras fantasías.

Besos para todas.

Firma: Ángel caído.

DOTADO MIRON PARA VEROS O SI ME DEJAIS, ALGO MÁS

Dotado, morboso de 37 años y bien parecido, busco parejas a las que las guste ser observadas en la intimidad o busquen amigo de juegos.

No tengo problemas de horarios ni de sitio. Soy bisexual.

Animaros lo podemos pasar bien.

Besos húmedos.

Firma: Morbo69.

SOLITARIO.

Buenas a todas y todos.

Soy un chico de 25 años al que le gustaría complacer tanto a chicas solas, parejas heterosexuales o parejas bisexuales. Soy educado y respetuoso.

Sólo busco complacer y que me complazcan. Las personas que estén interesadas que me envíen un mensaje privado con un contacto y hablamos.

A mí la edad no me importa ya que se trata sólo de complacer, nada más.

Firma: Solitario para tus noches.

¿Porqué no probar con ellos?, me pregunté.

No tenía nada que perder, al fin y al cabo sólo serían unas letras para irnos conociendo. Los cuatro vivían cerca de nosotros, todos entre 25 y 37 años, solteros, y todos con muy buena presencia. Según las fotos se veían unos chicos bastante apetecibles y enseguida imaginé verlos al lado de Sandra en nuestra cama. Sólo de pensarlo mi polla dio un salto.

Decidido a hacerlo, me hice usuario de la página de contactos y mandé un mail a cada uno con el mismo texto a los cuatro. Les conté lo que pensaba hacer, les pedí varias fotos de ellos y acompañé a mi texto un par de fotos del cuerpo de Sandra. Sin cara, claro está, aún no quería adelantar acontecimientos.

Hola futuro amigo,

Pareja muy unida pero con ganas de encontrar nuevos retos, busca chico para trío.

Te cuento, me gustaría encontrar a un hombre para mi preciosa mujer que nos enseñe a usar la cama y no para dormir precisamente.

Somos pareja de novatos en todo esto, de 35 años ella y 36 años él, con algunos kilitos de más, pero dentro de la normalidad. (No te molestes en contestarnos si esto último no es de tu agrado. No queremos engañar a nadie y que nadie se sienta engañado). Somos gente seria, sana y divertida, pero con nuestros vicios.

Quiero darle una sorpresa a mi mujer. Ella no lo sabe aún pero quiero compartirla con un tío que tenga un buen rabo y que yo pueda ver cómo disfruta mientras os grabo en vídeo. Es por eso por lo que me gustaría conocer a algún hombre. Quedaríamos los tres para tomar algo, crear un ambiente de amistad sin que ella sepa nuestra verdadera historia y si nos gustamos y llegamos a buen fin, ¡pues mejor! Y si no, pues nada, una tarde de amigos no obliga a nada ni a nadie y puede servir para crear un buen ambiente de amistad para futuras citas.

Me gustaría, por los gustos de ella, que seas joven (menos de 40), limpio, educado, con buena presencia y bien dotado, pero sobre todo, muy discreto.

Ella es guapísima, rubia con los ojos verdes, con un formidable par de tetas y un culo de infarto, el justo para darle unos buenos azotes. Su chochito está prácticamente depilado y poco a poco le va gustando exhibirse en público. Sandra, que es cómo se llama mi mujer, es muy (quizás demasiado) selectiva, así que ella será la que tenga siempre la última palabra para escoger.

Leandro, (Yo), creo que atractivo, pero no creo que eso importe mucho. También creo que bien dotado y que sobre todas las cosas me gustaría verla disfrutar con otro hombre que quizás puedas ser tú. Yo podría participar o mirar, ella será quien lo decida en su momento, pero mi intención es que sea un trío.

Si te interesamos, ponte en contacto conmigo y si nos gustas lo vas a saber pronto. ¡Todo lo demás vendrá sólo!

También acepto tus propuestas, danos ideas. Contacta conmigo y ya quedamos para contarte más detalles de mi sorpresa.

Sin fotos no contesto. Quiero fotos de tu cara, de tu cuerpo y de tu polla para que ella pueda conocerte sin saberlo. En mi respuesta a tu email te enviaré más fotos de ella y de su precioso y suave cuerpo.

Hasta pronto.

Dulce Parejita

Ahora sólo tocaba esperar a que alguno de los chicos contestara.

SABADO, 04 DE OCTUBRE DE 2008 (TARDE)

De momento no quería ni debía decirle nada a Sandra. Si pretendía que fuese una sorpresa, lógicamente no podía contarle cómo lo estaba haciendo.

Cómo un tonto me tiré toda la mañana del sábado sentado frente al ordenador a la espera de respuesta. A Sandra, para que no sospechara nada le había dicho que estaba capturando en el ordenador, películas de mis cintas de video antiguas. Ella estaba acostumbrada a esto y no le importó que siguiera. Ella mientras tanto se tiró también toda la mañana jugando a un juego nuevo que se había descargado de Internet.

Cómo decía, el tiempo pasaba y no tenía respuesta, así que yo mismo me tuve que convencer de que era demasiado rápido y que tendría que esperar por lo menos hasta el lunes para obtener mi tan esperada respuesta.

Después de comer, recogimos la cocina y mientras Sandra dormía la siesta, yo volví a mis “videos”.

Concentrado cómo estaba en mi películas y en mi correo, no me di cuenta de cómo había pasado el tiempo. Eran casi las siete de la tarde cuando escuché la voz de Sandra desde el sofá.

  • ¿Aún sigues vivo?, me preguntó ya que estaba tan ensimismado que no hacía ni ruido.

Al oír su voz me levanté de la silla y me acerqué a ella que aún seguía tumbada. Como de costumbre le di un beso en los labios y como de costumbre, alargué mi mano hasta su entrepierna. Mis dedos empezaron a hacer un rodeo alrededor de su braguita y con un poco de mala leche le pegué un pequeño tirón de los ya abundantes pelos de su chochito.

  • ¡Vale!, ¡para ya que me haces daño, joder!, me replicó un poco enfadada.

  • ¡Pues ya sabes lo que tienes que hacer!, le dije.

Se levantó demostrando un poco de mal genio y casi sin mirarme se dirigió hacia el cuarto de baño.

  • Me voy a dar un baño, tengo ganas de relajarme un poco.

  • ¡Vale!, le contesté.

  • Aprovecha y date un cortecito de pelo, que ya está un poco largo, agregué a ver si la engañaba y tenía suerte.

Aunque con el mosqueo que llevaba no creo que aquel comentario fuese el mejor en aquel momento y así me lo hizo saber.

  • ¡Déjame en paz!, ya lo haré yo cuando haga falta.
  • Además, ¡si están ahí por algo será!

No quería que el cabreo fuese a más, así que no le dije nada y la dejé que se marchara.

Yo sabía por experiencia que sus despertares no siempre eran muy agradables pero que en poco tiempo se le pasaba, lo mejor era dejarlo pasar y quitarme de en medio para no ir a más. Así que volví a mi ordenador y de nuevo abrí la carpeta de correos para ver si había tenido respuesta, pero no. ¡Vaya tarde!, nadie me hablaba, nadie me escribía, nadie me quería, ¡qué vida más triste! Sólo me faltaba la camiseta de naranjito. (Para el que no llegue a entenderlo, “Que vida más triste”, serie de humor de la Sexta, ¡vale!)

Casi una hora después apareció Sandra con sólo un pequeño tanguita y un albornoz encima, completamente abierto. Ahora no se veían pelos que sobresaliesen por los lados del tanga, lo había logrado. ¡Al final sí que me quería alguien aquel día!

Sandra se acercó a mí y me dio un pequeño beso en los labios. Se dio media vuelta y levantándose el albornoz dejo su culo al aire. Un precioso culo tapado sólo por una rayita de tela negra.

  • ¿Te gusta mi culo? , me preguntó mientras pasaba su mano por la raja de su culo.

Esa debía ser una pregunta retórica porque si no, no la entiendo. ¡Pues claro que me gustaba, me gusta y me gustará! ¡Es precioso!

  • ¿Qué si me gusta?, ¡me encanta, amor! ¡Esos gorditos mofletes me vuelven loco!, le contesté con una voz un poco nerviosa y mi rabo a punto de reventar.

Al escuchar mis palabras siguió acariciando su culo agachando un poco más el cuerpo hacia delante para dejar a la vista su preciosa raja.

  • Acércate y si te gusta tanto mi olor, ¡huélemelo!

Con el cabreo que parecía tener hace un rato no me podía creer ahora lo que estaba pasando. Pero no quise dejar pasar la oportunidad de olvidar el mosqueo y olerla otra vez.

Acerqué mi cara, coloqué mi nariz justo en medio de sus cachas y empecé a emborracharme de aquel lindo olor a hembra. Ese olor tan agradable de su culo recién lavado. (Aunque pensándolo bien, como ya he dicho en anteriores comentarios, con lo guarro que soy tampoco me hubiera importada que no estuviera recién duchada, ¡lo hubiera hecho igualmente!).

Con mis manos separé sus cachas y la tirita del tanga y dejé a mi vista aquel precioso agujerito marrón. Al verlo tan pequeñito y cerradito no pude aguantarme y automáticamente lancé mi lengua contra él, tenía que chuparlo, besarlo, mimarlo, era mi más querido tesoro.

  • ¡Qué bien lo haces!, ¡sigue así!, me gusta el calor de tu lengua.
  • ¡Fóllame con ella! , me dijo con una vez melosa pero maliciosa a la vez.

Al ver que la tenía en el bote y que el mosqueo ya sólo era un recuerdo del pasado, me atreví a pasar mis manos hacia delante buscando su coño, pero al notar mis intenciones se separó bruscamente de mi lengua y se dio la vuelta volviéndose a tapar con el albornoz.

  • Hasta ahora he hecho todo lo que tú querías, ahora me toca a mí.

Y sin decir nada más me hizo un gesto con la mano para que la siguiera hasta la habitación, ¿qué me querría enseñar? No hice preguntas, pensé que podría ser lo mejor.

Cuando llegamos al dormitorio me empujó y me tiró sobre la cama. Se puso frente a mí y dejo caer el albornoz al suelo. Ahora sólo tenía el pequeño tanga negro del cual pegó un pequeño tirón hacia arriba metiéndoselo dentro de su raja y dejando sus dos labios, uno a cada lado, a la vista de mis ojos. Y lo que más me gustó, ¡de nuevo estaba totalmente depilada!, incluso más que la vez anterior.

Mi mente empezó a funcionar. Ella desnuda, sin pelitos, yo en la cama totalmente vestido, ¡algo fallaba! Así que buscando la igualdad empecé a desnudarme y dejar al aire mi polla que estaba la mar de contenta de ver aquel mejillón “pelao”.

En pocos segundos estaba prácticamente desnudo sobre la cama, sólo me dejé el slip que marcaba mi polla a punto de romperlo.

  • ¡Vaya!, veo que te alegras de ver mi afeitado, ¡qué pedazo de paquete se te ha puesto! , me dijo Sandra acercándose a mí y posando su mano sobre mi rabo.

  • Pues te tendrás que aguantar…

  • Ahora soy yo quien quiere hacer algo contigo, y no precisamente follar, ¡tengo otro deseo!

  • ¡Lo que tú mandes!, le dije.

No estaba yo en condiciones de decir nada, así que mejor dejarla hacer.

Se dirigió a mi lado del armario y sacó la caja dónde yo tengo guardados todos mis juguetes. Aquello me descuadró un poco, en aquel momento no tenía nada claro que iba a hacer. De repente vi en sus manos un pañuelo de seda que me sonaba bastante, era el mismo pañuelo que yo había usado para taparle los ojos en la cabina del sex shop. Más o menos entendí cual era la idea de Sandra, me iba a cegar y después iba a abusar de mí, ¡qué mala!

Lo dobló un par de veces y me cubrió los ojos dejándome totalmente a oscuras y sin saber qué pasaba.

  • No te quiero molestar, pero ¿qué vas a hacer?, le pregunté aunque yo con mi plena sabiduría, sabía perfectamente lo que tramaba.

  • Tapar tus ojos para que no veas, ¡sencillo!, ¿no?

  • Y esto no es todo, ¡luego vendrá el resto! , me dijo con una voz tirando más a perversa que a cachonda.

¿El resto?, ¡seguro que el resto es la mejor parte! Ahora se sentará sobre mi rabo y se ensartará ella sola metiéndose mi cipote hasta que mis huevos choquen con su culo, pensé inmediatamente.

¡Bueno!, más que pensarlo lo vi, mi imaginación de nuevo me dio una vista exacta de lo que pronto iba a ocurrir en aquel dormitorio. Así que sin poner ningún impedimento la dejé que me terminara de poner la venda en los ojos.

  • Ahora también voy a atar tus manos a la cama para que no te puedas mover.

Yo no dije ni pío, aquello era mi sueño desde el día del sex-shop, estar totalmente expuesto a ella para que pudiese hacer conmigo lo que más le gustase. ¡Qué bien lo iba a pasar!

  • Nunca he disfrutado de ti a mi entera disposición, no me negarás este caprichito, ¿verdad?

  • ¡Para nada!, le contesté.

Mi polla me decía en aquel momento que no podía negarle nada, así que me dispuse a disfrutar.

Ahora sin poder ver y sin poder tocar sólo podía esperar.

De repente noté que se acercó a mí y me empezó a sobar de nuevo el rabo por encima del slip. ¡Ya empieza la sesión!, pensé todo ilusionado, ¡me voy a correr cómo un burro y sin hacer el más mínimo esfuerzo!

Poco a poco fue bajando mis calzoncillos. Cuando me los quitó, me los echó sobre la cara tapando mi boca pero sin parar ni un segundo de tocarme los huevos suavemente mientras bajaba las manos y abría mis piernas totalmente.

A continuación se levantó de la cama y agarró uno de mis tobillos. ¡Me estaba atando también los pies! Ahora sí que no podía decir nada, estaba totalmente a su merced atado de pies y manos y sin ver nada de nada. Sólo me quedaba la voz pero en ese momento tenía la garganta tan seca que no podía decir nada.

De repente escuché abrir la puerta del dormitorio y noté que se marchaba.

  • ¿Adónde vas?, le pregunté.

Pero mejor no haber preguntado, la respuesta no me gustó mucho.

  • ¡Cállate y no preguntes!, ¡cómo vuelvas a hablar te cierro la boca con mis bragas!

Cómo digo, esto último me hizo menos gracia, sobre todo por el tono de voz con el que me lo dijo. Era el mismo que cuando me dijo que la dejara en paz, un tono de cabreo que te cagas. Así que me callé y me puse a esperar sus deseos. ¡La verdad es que en ese momento me encontraba totalmente acojonadito, acojonadito!

Tardó bastante, creo que por lo menos cinco minutos, pero por fin volví a escuchar abrirse la puerta. Se acercó a mis labios y me dio un ligero beso a la par que ponía algo frío entre mis piernas.

  • ¿Qué es eso tan frío?, le pregunté.

  • ¡No tengas miedo, cariñito!, te voy a dejar igual que yo, dijo Sandra echándome un buen chorro de algo frío sobre mi rabo.

  • ¿Qué es eso?, le pregunté a sabiendas de que me podía mandar a tomar por el culo en cualquier momento.

  • ¡Espuma de afeitar!, ¡te voy a afeitar los huevos!, me respondió de forma fría, tan fría como la espuma que acaba de echar sobre mis pelotas.

  • Pero si nunca te ha gustado, ¿cómo que ahora quieres hacerlo?

  • ¡Venganza!, ¡quiero venganza y quiero que te rasques igual que yo lo hago! , me contestó con un gran tono de ironía.

  • Aunque bien mirado, más que venganza yo lo llamaría justicia. Igualdad para hombres y mujeres, ¿no?, me dijo para completar el recochineo.

¡Jodía zorra!, no le gustaba, pero por hacer la puñeta bien que lo hacía.

Bueno, al fin y al cabo a mi no me disgustaba, todo lo contrario me encantaba sentir la suavidad de mis pelotas totalmente rasuradas cuando me las tocaba.

  • Y ahora cállate, que tengo que trabajar con la cuchilla y cómo me pongas nerviosa no sé qué puede pasar.

Evidentemente no quise ponerla nerviosa con una hoja de afeitar en las manos a sabiendas de qué zona era la que iba a tocar aquel acero.

  • ¡Por cierto!, cómo vuelvas a hablar te tapo la boca con mis bragas, me volvió a repetir.
  • ¡Bueno no!, ¡con mis bragas no que seguro que te gusta!, ya veré con que te la tapo.

Si hubiesen sido sus bragas hubiera cantado por soleares, pero cómo no sabía que podía entrar en mi boca, preferí callarme y disfrutar de lo que iba a hacer.

Podía notar cómo su mano extendía el gel apartando mi rabo de un lado a otro lado, que en aquel momento estaba bastante decaído, y no por qué no estuviera cachondo, todo lo contario, si no por miedo a la cuchilla. Sabía que ella no era muy experta en el tema del afeitado a otra persona.

Tardó menos de lo que me hubiera gustado y eso que me afeitó hasta el agujerito del culo. Me había dejado toda la zona cómo la carita de un bebé. Me sentía un poco raro, parecía que tenía un poco de frío y todo, pero me gustaba la sensación. Era agradable estar así y sentir los roces que Sandra me iba dando con sus manos mientras trabajaba.

  • ¡Listo, ya he terminado!, ya lo tienes cómo el culo de un bebé igual que yo , me dijo entre risas más irónicas que otra cosa.

  • ¡Ahora te pondré a prueba! , terminó diciendo mientras me ponía un dedo sobre mis labios para que no hablase.

Yo, cómo comprenderéis, no dije ni pío, simplemente continúe dejándome hacer.

Sandra me empezó a acariciar con delicadeza, pasando la punta de sus dedos por mis recién depilados huevos. Mi polla, a pesar de todas aquellas caricias, estaba completamente decaída pero podía notar cómo el líquido de mi rabo corría por mi pierna. De repente, Sandra se metió mi pequeñita polla en la boca encajándosela hasta el fondo y la sorbió cómo un helado.

Sus labios me hacían cosquillas mientras que con los dedos de una mano me daba pequeños pellizcos en los huevos y con la otra me retorcía los pezones haciendo un poco bastante daño. Pero mis quejas parecía que le importaban poco, es más, contra más me quejaba más fuerte apretaba mis tetillas. Estaba totalmente ensimismada en lo que estaba haciendo, su lengua se paseaba desde mis huevos hasta el capullo que ya había dejado de ser una miseria para convertirse en la más grande de las serpientes.

Cuando más a gusto estaba, paró y empezó a moverse sobre la cama.

Yo no sabía que podía pasar ahora, estaba a la espera de sus reacciones. De repente noté que se colocaba encima de mí y ponía su chorreante chochito sobre la boca, se tumbó sobre mí y empezó de nuevo a comerme el rabo. Yo no podía hacerle feos a Sandra así que cómo gratitud a su mamada acerqué mis labios hasta los labios de su coño y empecé a pasarle la lengua por su rajita que estaba realmente húmeda. Aquellos roces en su coño parecían que le gustaban porque a la par que yo le pasaba mi lengua, ella se metía mi rabo en su boca hasta casi tocarle la garganta. Lo hacía tan bien que yo sabía que aquello no podía durar mucho más y quise decírselo, pero cuando solté mi primera palabra para decírselo, apretó su culo contra mi cara cortándome cualquier intención de hablar y obligándome a tragarme hasta el último chorro de humedad de su coño.

¡Lo sabía!, ¡lo sabía! Empecé a correrme y a mover mis caderas intentando que mi polla entrara más, si era posible, dentro de su boca.

Me corrí echando cinco o seis grandes chorros de leche en su boca. Escuchaba cómo su garganta tragaba mi corrida intentando que no se escapara ni una sola gota mientras que yo me convulsionaba contra su coño intentando hacerla que parara. El gusto que me estaba dando me iba a matar, pero eso a ella parecía importarle poco. Sin hacerme el más mínimo caso siguió chupándome el nabo hasta que volvió a su estado natural, es decir ¡chiquitín, chiquitín!

Cuando por fin notó que ya no quedaba nada de nada de mi corrida, se bajó de mi cuerpo y se dio media vuelta buscando mis labios, yo abrí los míos para recibir su beso, pero cuando los unió me di cuenta que en vez de un beso lo que hizo fue llenarme la boca con mi propio semen que había mantenido dentro de su boca. Cuando la tuvo vacía me dio un gran beso con sabor a mi recién ordeñada polla.

  • ¡Te quiero, mi vida!, terminó diciendo para quedarse callada durante un buen ratito.
  • Ahora te quedarás ahí hasta que yo vuelva, dijo al rato, mientras se bajaba de la cama y volvía a abrir la puerta.

  • ¿No me vas a desatar?, le pregunté un poco extrañado ya que siempre que habíamos jugado con ataduras, en cuanto se terminaba el juego nos liberábamos.

No tuve respuesta, sólo el ruido de la puerta al cerrarse. Me había dejado atado sobre la cama con un extraño sabor agridulce en mi boca y se había pirado la muy zorra, ¿qué sería lo próximo?

Pasaba el tiempo y no venía nadie, así que mi total falta de movimiento, el silencio, los ojos a oscuras y la relajación de después de la corrida hicieron que me durmiese.

SABADO, 04 DE OCTUBRE DE 2008 (NOCHE)

No sé cuánto tiempo había pasado pero me despertó el movimiento de la cama y un beso en la cara. Tardé poco tiempo en reaccionar ya que al intentar moverme, automáticamente me di cuenta de mis ataduras y de mi falta de movilidad, cosa que me hizo espabilarme a marchas forzadas.

Pero mientras yo me despertaba Sandra no perdía el tiempo, noté cómo se sentaba sobre mi rabo y me metía en la boca las que yo creía ese momento eran sus bragas. Ahora sí que no podía hacer nada de nada, ni tan siquiera pedir socorro.

  • Te dejaré que te des la vuelta para que descanses, pero ni se te ocurra hacer nada raro, me dijo Sandra ahora con una voz un poco más melosa.

¡Gracias!, pensé. Tenía los hombros un poco doloridos de la postura.

  • Sé que la postura es incómoda, pero no te preocupes, no te vas a arrepentir, me decía mientras que con toda la tranquilidad del mundo desataba mis manos y mis pies y me iba dando la vuelta sobre la cama.

A los pocos minutos estaba maniatado de nuevo pero había liberado mis pies. Ahora estaba boca abajo pero con una peculiaridad, a cuatro patas dejando mi pobrecito y pelado culo al aire. La verdad es que pensándolo bien, la postura debía ser de lo más ridícula, pero tampoco me importó mucho sabiendo lo mucho que me gustaba que abusara de mí. Así que ni corto ni perezoso me dejé hacer por ella en cuanto noté la suavidad de su mano coger mi casi muerta verga y pasarme suavemente sus uñas por los cojones.

Pero si aquello me gustaba, más me gustó cuando noté su caliente lengua sobre los cachetes de mi culo y por el interior de mis cachas buscando el tan ansiado agujerito.

De repente noté de nuevo un chorro frío sobre mi culo que me hizo encogerme.

  • ¡Tranquilo, que no es espuma!, me dijo al ver mi reacción. Es lubricante de ese que tanto te gusta usar conmigo.

En principio pensé que iba a utilizar sus dedos para darme placer, pero enseguida me di cuenta que no iba a ser así, sobre todo cuando noté que algo de un tamaño bastante más grande que uno de sus dedos empezaba a apretar en mi culo.

  • ¡Tranquilo!, me volvió a decir.
  • Yo sé lo que te gusta, así que relájate y disfruta.
  • ¿Es lo mismo que tú me dices a mí cuando me follas el culo, no?, me dijo con cierto tono maquiavélico.

¡La jodía zorra quería venganza y la estaba consiguiendo a marchas forzadas!

Y sin darme tiempo a reacción, de un sólo golpe lo metió hasta el fondo y empezó a moverlo lentamente hacia fuera y hacia dentro. Aunque no era la primera vez que ella hacía algo parecido conmigo ni que yo disfrutaba con un consolador, cómo ya habréis leído en capítulos anteriores, tengo que reconocer que al principio era un poco doloroso. Pero en cuanto mi culo se acostumbró a aquel trozo de plástico empecé a mover mis caderas buscándolo e intentando que no parara de moverlo. Estuvo un par de minutos follándome y dándome fuertes tortazos en las cachas de mi culo que seguro que dejó completamente moradas.

Sin sacarlo y sin parar de moverlo me soltó las manos ayudándome a darme la vuelta para terminar tendido sobre la cama con mis piernas hacia arriba y totalmente abiertas. Las bragas no me las sacó de la boca, pero al quitarme la venda, la luz del dormitorio dio directamente en mis ojos haciendo que tardara unos cuantos segundos en volver a ver algo.

Cuando por fin pude verlo todo claro, vi su cara. Su mirada estaba completamente perdida en el movimiento de su mano. Su mirada me recordó a la primera vez que la vi con esa cara, aquel día que llegué de trabajar y dio inicio a toda esta historia.

Se tumbó a mi lado, pero con sus pies cerca de mi cara. Y poniendo una pierna sobre mi pecho empezó a masturbarse con la mano que le quedaba libre.

  • ¡Y ahora la sorpresa final!, me dijo estirando su mano y cogiendo un bote de sirope de chocolate que tenía preparado en el suelo, dejando ahora el cipote de plástico vibrando en mi culo pero sin moverlo.

Abrió el bote y echó un buen chorro de chocolate sobre la parte más pelada de mi cuerpo, es decir toda el área de mi polla y huevos, y luego echó otro buen chorro del mismo líquido entre sus piernas, también en su parte totalmente rasurada. Con las dos manos, una para mí y otra para ella, se dedicó a esparcir el chocolate por toda la zona. En aquel momento empezó a llegar a mi nariz un placentero olor a chocolate caliente que era justo lo que faltaba para mojar el churro aquella tarde.

No sabía adónde mirar, si a mi polla que ahora tenía un color marrón o a su coño que estaba para comérselo totalmente embadurnado de chocolate. Me vino un pensamiento a la cabeza y me empecé a reír, pero no pude compartirlo con ella, entre otras cosas porque aún tenía la boca llena de tela.

¡Sí!, me reí cuando vi mi polla totalmente marrón, parecía otra polla, parecía el cipote de un negro que estaba siendo masajeado por ella. Me excitó mucho pensar que era la polla de otro y encima negra, la que tenía entre sus dedos.

  • ¿Querías una guarra cómo mujer, verdad?, ¡aquí la tienes!
  • ¿Dime si has visto en tu vida algo más guarro que esto?, me dijo soltando unas cuantas risas y metiéndose un par de dedos totalmente manchados de chocolate en su boca dejando todo el rastro por sus labios y mejillas.

¿Guarra?, ¡por dios!, ¡que iba a ser guarra!, ¡era la chica perfecta!, el sueño de todo hombre un poco pervertido cómo yo. Sólo le faltaba una guinda entre los dientes y hubiera sido el postre perfecto. Lo siguiente hubiese sido comérmela pero no atreví a sacarme las bragas de la boca hasta que ella me lo dijese, así que me resigné a mirar cómo seguía la historia.

Al igual que antes y sin esperármelo, se levantó, por fin sacó las bragas de mi boca y dándose la vuelta se volvió a poner sobre mi cara. Otra vez, por segunda vez esa noche tenía el coño de Sandra completamente pegado a mi boca y ahora muchísimo más apetecible que antes. Antes sólo podía saborearlo, ahora podía saborearlo, tocarlo y además verlo.

Tuve que esperar un poco antes de hacerlo ya que después de tanto tiempo con mi boca llena de tela la tenía totalmente seca, incluso dolorida.

  • ¡Vamos, pruébalo!, ¡dime si te gusta así!, replicó ella al ver que yo no hacía nada.

No le di tiempo a esperar y directamente comencé a chupar aquel pastelito tan dulce que tenía ante mis labios mientras que ella no perdía el tiempo y ya tenía de nuevo mi rabo dentro de su boca. Tanta era mi excitación que no pude reprimirme y le di un pequeño mordisco en uno de sus labios. Aquello le produjo un espasmo que hizo que aplastara su coño y culo contra mi cara dejándome sin respiración durante un par de segundos. Pensé que podría ser mi muerte, ¡pero qué muerte más dulce!

Los roces de su coño en mi cara y el rápido movimiento de mi lengua sobre su clítoris hicieron que Sandra empezara a dar pequeños gemidos de gusto, aquello empezaba a tocar su fin pero me dio la impresión de que ella no quería terminar. Así que se volvió a separar de mis labios y dándose la vuelta se sentó sobre mi rabo pero sin llegar a metérselo dentro.

Así cómo estaba, de rodillas sobre mí, volvió a coger el bote de sirope y se echó dos buenos chorros sobre las tetas y otro a mí manchándome todos los pelos del pecho. Nunca le habían gustado las cremas de cualquier tipo sobre el cuerpo y mucho menos le gustaba mancharlo todo para luego tener que limpiarlo, pero aquel día le importó poco mancharlo todo.

Con sus manos empezó a masajearse sus dos lindos melones esparciendo de forma magistral todo el chocolate sobre su cuerpo. No estaba sucia, ¡estaba preciosa! Me hubiese encantado tener la cámara de fotos a mano para poder fotografiarla y encima mi puñetera cámara de video estaba aún en el servicio técnico, ¡vaya mierda!

Mientras yo pensaba en la tecnología, ella seguía totalmente distraída con el manoseo de sus tetas. Sus dos manos apretujaban sus lindos pechos y los estrujaba uno contra el otro mientras se escuchaba el ruido del chapoteo que producía el chocolate fundido cada vez que sus tetas se cruzaban. ¡Cualquiera diría que aquella era mi Sandra!, siempre diciendo que no le gustan las cremas sobre su cuerpo porque le producen asco y sensación de asfixia en la piel y ahora tenía prácticamente todo el cuerpo cubierto de aquel espeso líquido, ¡cómo había cambiado!

Mientras seguía con su sobeo personal no paraba de mover sus caderas, haciendo que mi rabo diese vueltas alrededor de su almeja. De vez en cuando paraba y me metía los dedos en la boca para que chupase aquel rico manjar.

De pronto, se levantó, me recogió las piernas hacia arriba dejando mi culo a su disposición, sacó el consolador y echó un buen chorro de sirope en mi entrada trasera que gracias a sus jueguecitos anteriores, estaba bien abierta. Sandra llevó su lengua hasta allí y empezó a darme dulces lengüetazos. Me puse tan cachondo que no me dio vergüenza pedirle que me volviese a follar aunque fuese con sus dedos.

  • ¡Qué cerdo eres!, ¡cómo te gusta que te folle el culo, cabrito! , me dijo a la par que cogía el cipote de plástico.

Sin dudarlo lo acercó de nuevo a mi culo, ahora totalmente suave por el chocolate, y puso la punta de este en mi entrada. Encendió el vibrador y empezó a deslizarlo lentamente por el perineo, desde mis huevos hasta la entrada de mi culo. Aquella sensación de movimiento continuo en mi culo me hacía ver las estrellas. Poco a poco lo fue metiendo dentro y de nuevo, por enésima vez aquella noche, empezó a follarme. El culo ya no me dolía para nada, todo lo contrario, lo tenía totalmente sensible, cualquier roce me hacía encogerme. ¡Mañana ya me quejaría, pero ahora ni loco!

No sé porqué, pero después de un buen rato trabajándome el culo con el consolador, lo cambió por dos de sus dedos. Al notar la diferencia abrí los ojos que hasta ahora los había mantenido cerrados. Al abrirlos pude ver cómo Sandra con cara de vicio se paseaba el vibrador por sus labios chupando todos los restos de chocolate que habían quedado pegados al aparato. La imagen era de infarto, toda la cara, las tetas, la almeja manchada de chocolate y comiéndose aquel rabo haciendo que de su boca cayeran hilillos de saliva marrón que llegaban hasta sus pechos mientras que su otra mano no paraba de moverse en mi interior.

Pero lo más infartarte fue cuando se puso a cuatro patas y empezó a chupar el chocolate que antes había caído en mi pecho. Hasta aquel momento no había tenido necesidad de follármela pero por mi cabeza pasó por un instante la imagen de pegar mi cuerpo con el suyo y compartir todo aquel líquido dulce que cubría nuestros cuerpos.

Y por primera vez esa tarde le dije lo que quería. En un principio creí que me iba a decir que no, pero a ella también le hacía falta tener una polla de carne y hueso dentro de su alma, así que sin tener que decir nada ninguno de los dos, me levanté y ella ocupó mi lugar en la cama tumbándose y levantando totalmente las piernas para dejarme libre el paso hacia su pastelería. No perdí el tiempo y quise hacerlo quizás un poco más difícil, cogí de nuevo el bote de sirope y me eché un buen chorro, casi el resto del bote, sobre mi polla y empecé a meneármela ante la atenta mirada de Sandra que no paraba de tocarse el coño al mismo ritmo que yo me masturbaba.

No aguanté más y de un sólo golpe le metí la polla en su meloso coño. Con todo aquello, a pesar de haberme corrido esta tarde, me iba a ser difícil no tardar mucho en hacer que el chocolate puro se convirtiese en chocolate con leche. Me la empecé a follar con fuerza y el mismo chapoteo que antes producían sus tetas, ahora lo producía el roce de mi polla en el interior de mi más amado bombón.

Sandra fue la primera que dijo que se corría, yo no tardé ni un par de segundos más que ella, empecé a soltar mi leche a la par que ella se convulsionaba con su orgasmo. Notaba en mi polla cómo su coño me presionaba cada vez que tenía un espasmo, parecía como si me estuviese exprimiendo la churra para sacarme hasta el último goterón de chocolate con leche.

Sudorosos y pringosos por el chocolate, nos abrazamos uniendo nuestros labios en el más dulce, nunca mejor dicho, beso de nuestras vidas y restregando nuestros recién peladitos sexos compartiendo todo nuestro amor.

  • ¡Ahora toca limpiar!, me dijo levantándose de la cama.

Mi cabeza dio un vuelco.

  • ¡Llamamos a Duque para que te de un limpiadito!, le sugerí sacándome la vena más enfermiza.

  • ¿Tú estás loco o qué?, ¿qué quieres que el perro coja un empacho?

  • ¡Anda, vamos a la ducha que no veas como lo hemos puesto todo!

¿Aquello había sido una negativa a que el perro la chupase o no? ¡Tendría que comprobarlo algún día!

A continuación nos dimos un merecido y respetuoso baño a medias para poder quitarnos todo el chocolate el uno al otro y cambiamos las sabanas que estaban de todos los colores.