Solo era el principio (10) Pasando un mal trago

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 10

Pasando un mal trago…

MARTES, 09 DE SEPTIEMBRE DE 2008 (TARDE)

Atrás quedaba aquella extraordinaria tarde en el sex shop o aquella caliente mañana en el supermercado y mucho más lejos quedaba aun aquel asombroso inicio de verano dónde el mundo y mi apreciada mujer se rendían a mis más bajos instintos sexuales. Pero ahora, después de todo lo que habíamos vivido en los dos últimos meses mi imaginación tenía, más que nunca, la curiosidad de saber que sería tener a una tercera persona en nuestra cama, ¡era mi mayor fantasía en aquel momento! Y cuando digo fantasía me refiero realmente a eso, a una fantasía, ya que yo sabía perfectamente que Sandra iba a decir que no nuevamente en cuanto se lo propusiese por mucho que me dijera que sí durante nuestras juergas particulares. He de reconocer que yo tengo una mente bastante pervertida (¡igual no os habíais dado cuenta!), pero ella no, para ella había otras cosas más importantes que el sexo. Es más, yo sabía perfectamente que, a pesar de haberme dado las gracias el otro día en el sex-shop, todo lo ocurrido durante los días atrás había sido para darme gusto a mí más que para cumplir sus propias fantasías, si es que las tenía, ¡claro! Justo cuando terminábamos alguna de nuestras fiestecitas privadas todo volvía rápidamente a la más absoluta normalidad, por eso no podía dejarla descansar y cada poco tiempo debía volver al ataque para que su lívido no bajase a límites de antes de julio. ¡Que sí!, ¡que es cierto!, que antes no nos lo pasábamos mal, pero eso no era la que yo quería de momento. Ahora tocaba guerra, pero guerra de la buena. ¡Ya descansaríamos cuando llegásemos a viejos!

Por cierto, he de decir que al final la mitad de los congelados fueron directamente a la basura. ¡Una pena, lo reconozco!, pero el beneficio de aquella tarde superó la perdida con creces.

Cómo decía, la fantasía era cada vez más deseada por mí y gran parte de culpa la tenían los cientos y cientos de relatos eróticos que leía sobre tríos e intercambios de pareja y que compartía con Sandra a través del Messenger para que ella también los leyese y de alguna forma le entrase el gusanillo de probarlo, aunque si digo la verdad, sin mucha fortuna por mi parte, acaso un calentón que otro de vez en cuando, pero poco más. (Debo decir que aunque yo insistía continuamente mandándole más y más relatos, ella apenas los leía)

Y culpo a los relatos, entre otras cosas, por mentir de una forma tan gratuita. Me explico, en aquellas historias que me sorbían el seso, (que no el sexo, ¡ya me hubiera gustado a mí que fuese el sexo lo que me sorbiesen!), los maridos que deseaban hacer lo mismo que yo, conseguían en menos de nada un resultado extraordinario, es decir, hablaban con su mujer, ella decía que no de forma tajante, le insistían un poquito de nada y al final, tras quince o veinte minutos de charla, accedían. Algo inimaginable si hubiese pensado en usar la misma técnica con Sandra. Y lo peor era que cuando habían conseguido convencerla, el siguiente paso lo daba de la manera más fácil, con una comida entre amigos, una visita inesperada, el vecino del quinto, siempre igual, ¡lo conseguían con una facilidad increíble! Cómo digo, ¡una gran mentira! Además, por mucho que le insistiese a Sandra, aquella no iba a ser mi realidad, estaba completamente seguro.

¡Sí!, es verdad que con mis locuras había conseguido que ella aceptase ciertas cosas impensables hace algún tiempo, pero no hasta el punto que yo deseaba, así que en estos momentos estaba bloqueado y no sabía por dónde continuar. Necesitaba algo que pareciese natural y que, aunque fuese preparado por mí, surgiera con total normalidad. ¡Si, como otras veces, ya lo sé!, pero esta vez buscando un final distinto y por supuesto con el total convencimiento de ella de querer hacerlo.

En fin, que mi caso era realmente difícil, por lo menos en comparación con los relatos de Internet. Tenía que buscar una chispa creíble y que encendiera la mecha, ¿pero cuál? ¿Proponérselo de nuevo en frío?, ¡imposible! ¿Lanzarme y usar la técnica de los relatos?, ¡muy arriesgado! Seguramente ella me volvería a decir lo de que si yo estaba loco, que ella tenía bastante conmigo, en fin, la misma retahíla de siempre. ¡Cómo digo, realmente complicado! Así que dándome un poco por vencido pero no derrotado, continué leyendo relatos para ver si en alguno de ellos encontraba la inspiración.

Recuerdo que aquel día tenía que ir a llevar la cámara de video al servicio técnico, ya que llevaba un par de semanas sin poder usarla por un problema de condensación, así que aprovechando que esa tarde estaba tranquila en la oficina, me escapé un poco antes.

Al salir del servicio técnico, por casualidad, me encontré de cara con Jesús.

Jesús y su esposa Laura son una pareja de amigos que conocimos hace algún tiempo con los que de vez en cuando quedábamos para tomar unas copas y reírnos un rato. Jesús es un poco menor que yo (seis años menos) y su aspecto es más o menos como el mío salvo que él es un poco más alto (mide uno ochenta y pico) y un poco más cuadrado (el hijo puta es un armario empotrado), cómo digo ¡más o menos como yo!

Laura, a pesar de ser madurita, (tiene varios años más que Jesús pero los mismos que nosotros), es una madurita bien interesante que tiene unas tetas maravillosas. Cosa que a pesar de mirárselas cómo las miro, siempre he intentado que no se note, sobre todo por la amistad que nos une.

Para los más curiosos diré que el resto de su anatomía la contaré luego más tarde con todo lujo de detalles. ¡Ahora a lo que voy!

Tras saludarnos y explicarnos el uno al otro que hacíamos allí, nos pusimos a charlar y me dijo si quería tomar un café, cosa que acepté de buen agrado ya que el café me gustaba y me gusta más de la cuenta. Mientras nos tomábamos aquel café, empezamos una amena conversación sobre su vida, la mía y todo lo que había ocurrido en ellas desde la última vez que nos vimos.

Después del café, Jesús, para no variar se pidió un güisquicito. A mí me pareció un poco temprano para tomarlo, aparte de que el whisky no es mi fuerte, yo era y soy más de cervecitas, y cómo ya habréis comprobado a ser posible Cruzcampo. Pero para que no se sintiera sólo me pedí otro para acompañarle. Lo malo no fue aquello, lo malo es que después del primero vino el segundo y después del segundo el tercero. Menos mal que los míos me los pedía bastante cortitos con hielo y agua, que si no hubiese terminado borracho cómo una cuba y esa no era la idea, ¡que luego tenía que volver a casa en coche!

Cuando íbamos por la mitad del tercer whisky y tras hablar de otras muchas cosas, no recuerdo ahora mismo cómo, salió la conversación que jamás creí que iba a tener con un amigo como él. Sin saber aún muy bien porqué, empezó a contarme cosas que a Laura le gustaban en la cama.

  • Pues a Laura con que le acaricies un poco los pezones, enseguida se pone caliente y cuando consigues que se ponga cachonda, puedes hacer con ella lo que te apetezca…
  • Entonces me coge la polla y hasta que no la tiene bien metida en el coño hasta los huevos, no para la jodía cabrona…

Claro, en cuanto escuché aquello, un subidón de calor subió por mi cara poniéndomela roja como un tomate.

  • ¿Qué te pasa?, ¿no me digas que te da corte hablar de estas cosas?, me dijo mi querido amigo cómo si estuviésemos hablando de peras y manzanas.

  • ¡No!, ¡qué va!, lo que pasa es que me has pillado de imprevisto. Sabía que Laura era un poco abierta pero no me calculaba yo que lo fuese tanto, le contesté usando un poco de doble sentido.

  • ¡No te haces a la idea!, me dijo Jesús con un fuerte tono de exclamación.

  • Es que cómo cuando salimos los cuatro y tocamos algún tema de estos ella sigue la corriente pero poco más, pues no me la imaginaba, ¡la verdad!, le dije a Jesús intentando ocultar mi apuro.

  • ¡Sí, es verdad!, de cara a los demás es así, pero en casa, cuando empieza no hay quien la pare, ¡te lo prometo!, es una máquina de follar.

  • Hay veces que incluso termino con el nabo escocido.

Aquel último comentario me llegó al alma. ¡Bueno, al alma y al ciruelo que automáticamente empezó a darme empujones en el interior del calzoncillo!

  • ¡Hombre!, Sandra no es que sea ninguna fiera en la cama cómo Laura, pero tampoco se le da mal. Le cuesta empezar pero cuando se suelta la melena, no veas las cosas que me hace, le dije de forma bastante más recatada pero intentando igualar la conversación.

  • Lo bueno que tiene Sandra es que es bastante más guapa que mi mujer, eso no lo puedo negar.

  • ¡Hombre, tu mujer no es fea para nada!, dije intentando no dejar mal a Laura, que cómo ya he dicho antes, tiene unas peras impresionantes.

Pero la siguiente pregunta fue la que me descuadró totalmente.

  • ¿Cómo conseguirán algunos tíos convencer a su esposa para que se acueste con otro hombre? , me soltó de sopetón.

Cómo comprenderéis, en principio me sentí bastante contrariado. ¿A qué venía toda aquella conversación?, ¿habría hablado algo con Sandra sobre mi intención de intentar buscarle otro hombre?, ¿sabía algo que yo no sabía?, estaba hecho un lío en ese momento.

  • ¿Si Laura no fuese mi mujer te la tirarías?

¡Chan, chan, chan, chan!, se mascaba la tragedia. Un larguísimo segundo de silencio se hizo entre nosotros al escuchar sus palabras.

  • Tú me crees capaz de tan siquiera pensar en acostarme con tu mujer, le pregunté casi elevando la voz por la insinuación.

Aunque bien pensando no me hubiese importado “bucear un ratito en su pechera y hacer burbujas de mistol por dónde quiera”, lo prometo. Pero tampoco se lo iba a decir en su cara, ¿no?

Y cuando estaba a punto de dar por terminada la conversación, él mismo me sacó de dudas dejándome un poco más tranquilo.

  • ¡No, Leandro!, ¡no te equivoques!, si yo no digo que tu hayas pensando nada ni yo te lo estoy ofreciendo, lo que te quiero decir es que me encantaría hacerlo con Laura, hacer un intercambio o un trío con ella pero no sé cómo decírselo y que no se lo tome a mal.

  • ¡Simplemente quería un consejo de un buen amigo cómo tu!

Ahora si me sentía mal de verdad. Por unos segundos me vi entre las gordas tetas de Laura mientras que su marido me las ofrecía gentilmente. Menos mal que me di cuenta a tiempo de que no hablaba de mí y menos mal que no le dije que sí en ningún momento porque si lo hago, la cago. Aunque bueno también hubiese sido una agradable sorpresa que Jesús me hubiese escogido para tirarme a su mujer o que Sandra hubiese dado un primer paso y le hubiese contado mis locuras a Jesús ¿no?

  • ¿No sé?, quizás esos hombres de los que hablas lo consigan porque posiblemente tengan mucha confianza en su mujer cómo para plantearles directamente algo así, le contesté con las ideas más claras y con aire de ser todo un experto en el tema.

Aunque bueno, aquello no me lo creía ni yo ¡Ya me gustaría a mí que lo de la confianza fuese verdad con toda la que yo tengo con Sandra!, pensé.

  • ¿Tú soportarías que tu mujer te pusiese los cuernos con otro?, me volvió a preguntar.

¡Joder con las preguntitas!

  • Pues si te digo la verdad, creo que eso no son cuernos, yo más bien lo veo cómo algo pactado entre los dos. No se trata de cuernos, se trata de un juego de pareja…
  • Sería…, cómo echar una partida de dardos con un colega compartiendo la diana, le dije entre risas dándomelas nuevamente de entendido en la materia y consiguiendo relajar el ambiente que desde mi mal entendido se había quedado un poco tenso.

  • Además, si son cuernos disfrutados no creo que pesen tanto, añadí para a continuación quedarme en silencio y pensativo.

  • Pero claro, sin haberlo probado no puedo hablar mucho, le contesté recordando la típica respuesta que siempre me daba Sandra.

Jesús se empezó a reír al escuchar mi explicación. Ahí fue donde se abrió totalmente a mí si es que se podía abrir más.

  • Me gustaría mucho incluir a otro hombre en nuestra pareja, pero no sé cómo hacerlo, ¿cómo crees que debo proponérselo a Laura?

Al escuchar sus palabras le miré y sonreí.

  • ¡Mira, picha! Cómo ya te he dicho antes, yo no he vivido algo así, ¡ya me gustaría! Pero si no sabes manejarlo bien desde el principio puede ser un tema bastante delicado. ¡Debes tener mucha sutileza a la hora de proponérselo a Laura!, le dije a la par que la cara de Jesús se convertía en un mar de dudas.

Me hubiese encantado decirle que nosotros éramos una pareja con muchísima experiencia en el tema y que podía contar con nosotros para lo que quisiese hacer, pero cómo ya sabéis, hasta ahora, ni probarlo.

  • ¿Porque te crees que te lo estoy contando?, si ella aceptara no estaría contándote ahora mismo como hacerlo sino como lo hemos hecho ¿no?, me dijo haciendo que de mi boca saliese una risita maléfica al imaginarme lo que me podría estar contando si aquello ya fuese un hecho.

Al ver con qué confianza trataba el tema conmigo, le estuve contando, eliminando los detalles más guarros, alguna de nuestras experiencias y juegos de pareja que nos habían llevado alguna vez a fantasear en esa idea, y que luego, cuando todo volvía a la normalidad, pues eso, todo era normal de nuevo.

Le conté todo aquello con la misma confianza que él me lo estaba contando a mí, pero no fui capaz de decirle la verdad, de decirle que yo también me moría de ganas de hacerlo con Sandra. Incluso mi desesperada mente llegó a preparar sobre la marcha un plan para que primero él se follara a Sandra y luego yo me pudiese follar a Laura, o incluso quedar los cuatro en casa para cenar y luego lo que surgiera, pero no me atreví. Siempre había querido hacerlo con la complicidad de Sandra y si ella se enteraba que lo estaba preparando a sus espaldas y además con un amigo cómo Jesús, me habría matado.

Pero mis planes se fueron al garete cuando escuché su siguiente comentario.

  • Lo que sí me gustaría es que fuese con alguien que no conocemos. No queremos mezclar nuestras vidas con algo así. Si luego sale algo mal, encima puedes perder a un amigo, me dijo dejándome bastante claro que yo o nosotros no servíamos para sus planes.

¡Vaya putada!, pensé. Opina igual que Sandra y encima yo no valgo para la fiesta. ¡Otra vez que me quedo a dos velas!

  • Mi idea es la de llevarla a un club de intercambios y ver cómo rueda todo, me dijo dejándome bien claro que todos los hombres que queríamos algo parecido teníamos las mismas ideas.

¡Qué poco imaginativos somos, joder!

  • ¡Lo tengo claro!, estoy totalmente seguro que en cuanto se vea en mitad del barullo no se echará atrás. ¡Más de una vez me ha lanzado un tirito diciéndome que le gustaría probar otra polla que no fuese la mía!, terminó diciendo completamente convencido.

  • ¡De este fin de semana no paso!, lo voy a intentar y si ocurre, ya te diré algo, me dijo dando el último trago al whisky cómo queriendo coger fuerzas para lo que se tramaba.

No llegué ni a contestarle. Tenía tan claro lo que quería que aunque yo hubiese querido replicarle algo, no me hubiese ni escuchado. ¡Ojala pudiese ser tan sencillo con Sandra! Aunque pensándolo bien, aquella idea no me pareció mala para copiársela, quizás lo intentara. Al fin y al cabo ya sabíamos dónde estaba el local de intercambios, sólo faltaba poner la fecha para entrar en él.

Estaba decidido, hoy estaba dispuesto a proponérselo de nuevo. Jesús me había recalentado la cabeza y el no de Sandra ya lo tenía por adelantado, ¿por qué no intentarlo de nuevo? ¡A ver quien tenía más suerte, él o yo!

Después de un rato más de charla nos terminamos la copa y nos despedimos deseándole suerte en su nuevo camino.

MARTES, 09 DE SEPTIEMBRE DE 2008 (NOCHE)

Cuando llegué a casa ya era un poco tarde. Para justificar mi tardanza le conté a Sandra que había estado con Jesús y que nos habíamos liado un poco.

  • Y seguro que os habéis tomado unas cuantas copas, ¿verdad?, me preguntó ella sabiendo lo mucho que le gustaba un whisky a nuestro buen amigo Jesús.

  • ¡No te creas!, otros días han caído más, le contesté yéndome hacia el baño para darme una ducha.

Un poco más tarde, mientras nos tomábamos una cervecita viendo la tele, busqué el momento más adecuado y volví al ataque pero inventándome una historia que poco tenía que ver con lo ocurrido.

  • Esta tarde, cuando he estado con Jesús hemos hablado sobre la idea de hacer un trío, su mujer, él y yo, le solté casi sin pensármelo y jugándome las pelotas.
  • ¿Y eso porqué?, me contestó ella mirándome muy seria pero pensando que estaba bromeando.

  • Porque le he contando que mi mujer no se decide a hacerlo conmigo y otro hombre, y él, tan amable cómo siempre, se ha ofrecido a ayudarme prestándome a su mujer, le respondí.

Como ya he dicho, aquello era la mentira más grande del mundo, bueno, a medias, pero quería ver cómo reaccionaba Sandra. ¡Ya me hubiese gustado a mí que fuese verdad!

  • ¿Cómo se te ocurre hacer esa tontería de contarle nuestras cosas a Jesús? , me contestó con un fuerte tono de enfado y haciendo un gesto con la mano cómo si yo estuviese loco.

Pero lo que me dio pie a seguir con mis mentirijillas fue que, tras echarme la bronca, siguió hablando con un tono de cierta curiosidad.

  • ¿Y qué has hablado con él?, ¿qué le has dicho?

Ahora ya la tenía en mi campo, así que aprovechando la situación decidí seguir con la farsa. Quizás con un poco más de insistencia por mi parte, en un ratito la tendría de nuevo comiendo de mi mano.

  • Bueno, lo que realmente le he dicho a Jesús es que me gustaría hacer un intercambio contigo pero que tú no estás por la labor, así que él me ha comentado que si yo quería él me ofrecía hacerlo con su mujer.

El silencio de Sandra y el frunce de su entrecejo me dio un poco de miedo, tanto, que mis cojones se metieron para dentro como si fuesen dos caracolillos. Así que sin dejarla hablar para que no reaccionara ni de una forma ni de otra, continué un poco más con la trampa echando toda la carne en el asador a ver cómo terminaba esto.

  • Naturalmente le he dicho que no, que prefería que por lo menos la primera vez fuese al revés, es decir, que en vez de yo follarme a su mujer, que él se acostara contigo, le contesté fingiendo cierto tono de indignación por la sugerencia de Jesús de querer dejarla a ella fuera del juego.

Tal cómo dije esto y además de carrerilla, cómo si lo tuviese aprendido de memoria, me callé y esperé su respuesta.

Sandra estaba en ese momento con la boca abierta, sin pronunciar una palabra. Yo creo que estaba analizando lo que yo le acababa de decir y que no se lo llegaba a creer del todo.

Tardó unos cuantos segundos hasta que reaccionó.

  • ¿Eso le has dicho?, ¿pero tú estás loco o qué?, ¿y él que dijo? , me contestó.

Por la última pregunta que me hizo me di cuenta de que estaba, por lo menos, interesada en lo ocurrido con Jesús.

Mi respuesta también se hizo de rogar un buen rato, incluso ella me volvió a preguntar lo mismo.

  • ¿Que qué te ha dicho?

A la vista de su insistencia le respondí.

  • Pues me ha dicho que si yo quisiera y tú estuvieses dispuesta, él lo haría con mucho gusto, además me ha dicho que siempre le has gustado.

  • Incluso me ha hecho algunos comentarios sobre lo buena que estás y hasta me ha llegado a decir que tiene envidia de mí por lo bien que yo me lo debo pasar contigo en la cama.

  • ¿Envidia?, ¿envidia de qué?, me contestó ella un pelín mosqueada.

  • Ni que mi coño fuese una pandereta para que lo toque el primero que se le antoje, ¡no te jode el gilipollas ese!

¡Bueno!, tampoco te pongas así que no es para tanto, le dije en un intento de calmarla y no cagarla del todo con mi mentira.

¿Que no es para tanto?, ¿que un amigo tuyo te diga que se quiere acostar conmigo no es para tanto?, ¿pero tú en qué mundo vives, muchacho?

  • ¡Tampoco lo veo tan mal, joder! Eso en vez de mosquearte te debería enorgullecer, ¿no?

  • Lo dicho, ¡estás tonto!

  • Que un tío diga que estás “to buena” debe ser hasta halagador, ¡vamos, digo yo!, ¿no sé?

  • ¿Y que más te ha dicho?, me volvió a preguntar con tono de mosqueo máximo pero con cierto aire de interés en lo que Jesús pensaba de ella.

Hay que ver como son las mujeres. ¡No hay quien las entienda, joder! ¡Me mosqueo pero quiero saber!, ¡si me cuentas me enfado más, si no me lo cuentas me cabreo!, ¡es incomprensible! Pero bueno, ya metido en laberintos, lo mismo da blanco que tinto, así que sin saber cómo salir de aquel berenjenal, la seguí liando.

  • No mucho más, simplemente que, a pesar del respeto que te debe, más de una paja se ha hecho a tu salud.
  • ¿Eso te ha dicho el tío cerdo? ¡verás cuando me lo eche a la cara!, ¡se va a cagar!

Cada vez su mosqueo iba más en aumento y mi miedo multiplicándose.

  • Sí, pero luego, cuando ha visto que se había pasado dos pueblos, me ha pedido perdón. Me ha dicho que jamás sería capaz de faltarte el respeto ni a ti ni a mí y muchísimo menos, hacer algo que te enfadase. Es más, no creo que sea necesario que le digas nada cuando lo veas. Incluso me ha pedido por favor, que no te contase nada de esto.¡Recuerda que todo esto me lo ha dicho con más de cuatro whiskys en el estómago!, terminé diciendo intentado arreglar, cosa difícil a esa altura, la cagada que había cometido.

La cara de Sandra se puso roja cómo un tomate y justo cuando creí que iba a saltar para mandarme bien lejos, se acercó a mí y me dio un beso en los labios.

  • ¿Es verdad que a mi chiquitín le pone cachondo imaginarse cómo me folla otro? , me dijo levantándose del sofá y poniéndose delante de mí.

Sin dejarme responder, se bajó la falda y las bragas hasta los tobillos y se subió la camiseta tapándose la cara dejando su precioso cuerpo desnudo ante mis ojos. En aquel momento me sentí triunfante. Lo que me había imaginado desde el principio lo había conseguido. ¡Si es que soy una máquina!, con sólo camelármela un poquito, de nuevo la tenía a mis pies.

Acto seguido cogió mi mano y la dirigió a su ardiente chochito. Sandra sabía perfectamente que verla en esa situación era uno de mis más grandes placeres, verla totalmente expuesta a mí y ella manejando la situación.

¡Joder!, ¡pues sí que se ha puesto cachonda la cabrona!, ¡no veas el pedazo de polvo que me va a echar con el calentón que lleva! Estoy seguro de que me va a destrozar la polla y me la va a dejar igual de escocía que Laura a Jesús, pensé al ver como se estaba comportando en aquel momento.

  • ¡Eso es todo lo que tendrás de momento!, quizás poco a poco te dé más , me dijo quitándome la mano de su chochete y volviéndose a vestir.

¡Vaya!, y encima quiere jugar, ¡qué mamona!, seguí pensando.

Y sin importarle un carajo mi calentón, pero dejándola hacer para que ella llevase las riendas cómo me había demostrado que sabía hacerlo otras veces, se sentó a mi lado y siguió tranquilamente viendo la tele.

Tras unos minutos de mirar la tele sin dejar de pensar en la sarta de mentiras que le había contado pero lo cachonda que la había puesto, volví al ataque.

  • ¿Quieres que te folle?, le pregunté más lanzado que una moto.

  • ¡He dicho que de momento sólo tendrás eso!, ¡así que aguántate!

  • Si hoy quieres correrte, llama a tu amiguito Jesús y os hacéis una paja a medias, me respondió sin tan siquiera apartar la vista del televisor.

Al ver su agradable respuesta y notando que ella no quería seguir charlando del tema en ese momento, me levanté y cogí un par de cervezas para refrescarme la garganta que se me había quedado seca de tanta mentira.

He de decir que aquella noche y las tres o cuatro siguientes no me corrí y ni tan siquiera me rozó. Mi mentira había hecho que se pillase un cabreo que le duró más de una semana. Seguramente Jesús tuvo más suerte que yo aquella noche. ¡Él se bebió las copas y yo pasé el mal trago!

VIERNES, 19 DE SEPTIEMBRE DE 2008 (TARDE)

Desde aquel día no habíamos vuelto a comentar absolutamente nada sobre lo hablado aquella noche, ¡bueno!, ni de aquello ni de otras cosas. Como ya he dicho, estuvo casi una semana sin apenas hablarme. Estoy seguro de que si le hubiese dicho la verdad me hubiese perdonado, pero no sé porqué, quería mantenerla con la idea de que le gustaba a otro hombre. Es más desde aquel día me parecía que incluso se arreglaba un poco más y que incluso se sentía más feliz, eso sí, sin hablarme para nada. Así que al ver el poco éxito que había tenido y el cabreo que había pillado Sandra con mis mentirijillas sobre Jesús, decidí darle un tiempo antes del volver al ataque, porque otra cosa no seré, pero insistente cómo el que más. Es más, reconozco que algunas veces me pongo hasta un poco pesado, pero ¿qué le podía hacer?, ¡soy como soy y ya está!

El trabajo no iba muy bien últimamente, sobre todo por culpa de la jodida crisis que nos estaba haciendo la puñeta, pero aquel día nos habían confirmado un trabajo bastante grande para dentro de un mes, y aquello nos ayudaría a combatir los malos tiempos un poco mejor, por lo menos por unos meses, así que me sentía bastante bien. Además, cómo era viernes, me apetecía tomarme una copita de champán con Sandra para celebrar el nuevo trabajo y aprovechar de camino para dar por terminado el mosqueo, que aunque desde hacía unos días ya me hablaba, aún seguía pelín rebotada. Lo del champán no sería un problema ya que siempre teníamos varias botellas en la nevera de la terraza de las que sobraban por Navidad, el problema sería convencerla a ella para que se la tomase conmigo.

Cuando llegué a casa, al abrir la puerta no escuché ruido, ni tan siquiera los ladridos del puto perro. Aquello me extrañó un poco, ¡Sandra no me había dicho que fuese a salir a ningún sitio! Además le había dicho que llegaría a eso de las siete, ¿que podría haber pasado? Bastante extrañado cerré la puerta de casa y dejé las llaves, la cartera, el móvil, en fin, el millón de cosas que siempre traigo en los bolsillos, en la mesita de cristal de la entrada. Intrigado por el silencio me fui hacia la terraza y vi que el perro estaba encerrado en ella cómo solemos hacer cuando salimos a la calle. ¿Dónde puñetas está mi mujer?

Al llegar a la cocina me llevé la más agradable sorpresa de las dos últimas semanas. Allí estaba Sandra, apoyada en la encimera de la cocina tomándose una cerveza tranquilamente. Pero lo que más me impresionó fue su forma de vestir, llevaba un trajecito corto de color negro y un delantalito blanco que me sonaba bastante. De momento no fui capaz de decir nada, sólo babear. Mientras la miraba de arriba abajo por mi cabeza pasaba la casualidad de que aquel día todo me salía bien, ¿quizás mi suerte estaba cambiando?

Llevaba puesto un disfraz de criada que le regalé hace ya unos cuantos años. El vestido lo acompañaba con unas medias negras de liguero que le llegaban a la mitad de sus preciosos muslos, zapatos negros de tacón y un precioso collar de perlas que colgaba de su cuello. El disfraz lo remataba con algo que siempre me había dado mucho morbo y que en ese momento me hizo perder el sentido, una peluca rosa de pelo corto que le quedaba de película, y mucho más con aquella cofia que hacía juego con el resto del disfraz. Aquella peluca rosa también se la regalé hace bastante tiempo y debo decir que cada vez que se la pone, me pone muy pero que muy cachondo, además, ¿no sé?, ese color rosa le da un tono extra de picardía a su cara.

Sin querer saber más y no desperdiciar mi buena racha, me acerqué a ella dándole un beso en los labios. Sin esperarlo, ¡bueno, sí que lo esperaba!, ¿para qué voy a mentir?, metió su lengua en mi boca buscando mi campanilla y dándome un beso de tornillo cómo ella sólo sabía darlo.

¡Qué bien besa!, pensé, ¡y qué bien sabe!, seguí pensando con mis ojos cerrados disfrutando de aquellos dulces y gorditos labios que tanto me aman.

Sin darme cuenta, mis manos habían bajado hasta sus muslos tocando su piel y sus medias. Me encantaba notar en mis manos el tacto de su delicada piel y el contraste de la suavidad de aquellas medias de seda. Aquella sensación me hizo recordar por un segundo el día que yo las llevé puestas. ¡Hasta frío me entró de sólo pensarlo!

¡Qué suerte tenía!, no llevaba ni diez minutos en casa y tenía todo lo que más hubiera deseado para una tarde de viernes. ¿Qué habría hecho yo para merecer aquello? Mientras buscaba una respuesta no dejé de besar sus labios y de tocarla por todos lados.

Pero una mano de Sandra sobre mi pecho me apartó suavemente de ella y me hizo volver a la tierra.

  • ¿Qué te parece?, me preguntó.

  • ¿Que qué me parece?, le contesté.

Creo que mi cara fue bastante más expresiva que yo en ese momento.

  • ¡Estás preciosa!, ¡guapísima!, le respondí cómo si fuese un bobo, alucinando por la belleza que tenía ante mis ojos mientras que notaba cómo si sobre mi mástil empezara a subir la bandera al escuchar diana.

No lo podía negar, sólo me faltaba el chorrito de babas cayendo de mi boca. Sandra estaba realmente espectacular con sus gorditos muslos rodeados por aquellas medias y su cabeza cubierta por aquel pelo rosa. Pero no quiso dejar la cosa así y dándose una vuelta completa me enseñó el total de su conjunto para que yo pudiera babear aún más si era posible. Al dar la media vuelta y hacer volar la corta falda pude ver un tanguita negro que por la parte de atrás se metía en la raja de su culo y que por delante cubría con bastantes problemas, los labios de su conejo dejando a la vista una rajita a la que ya le iba haciendo falta un retoque de peluquería. (Cabe recordar que ella ya me lo dijo el día de los probadores, pero con el mosqueo y otros problemillas, pues no había podido dárselo)

Aunque ya estábamos a mediados de septiembre, por vivir dónde vivíamos aún hacía bastante calor. No tanto como para ducharte con agua fría, pero si el suficiente para que en cuanto te movieses un poco más de la cuenta tu temperatura fuese subiendo y tu cuerpo empezara a sudar. El calor, sumado a los movimientos de Sandra estaban haciendo que a través de su escotada camisa, también de seda, empezasen a correr unas gotas de sudor dejando mojado aquel lindo canalillo que unía sus pechos. Sus pezones se podían ver perfectamente a través de la fina camisa, estaban clavados a ella como si quisieran contarme un secreto. No pude aguantar la tentación de saber cual era aquel secreto que me querían contar y pasé mis dedos sobre ellos, sobre todo para demostrarme a mí mismo que aquello estaba ocurriendo y que el cabreo de Sandra ya era algo del pasado.

Todo lo que he contado hacía que, si normalmente Sandra era un manjar apetecible, en aquel momento pareciese un plato del mejor cocinero preparado con el máximo esmero y dispuesto a ser degustado por el mejor sibarita, o sea, ¡yo!

Cómo he dicho otras veces, normalmente andaba por casa bastante ligerita de ropa, con una simple camiseta y sin nada debajo, así que con cualquier movimiento que hiciera podía verle fácilmente el culo cuando se agachaba o su coñito abierto cuando se sentaba en el sofá, así que era bastante difícil impresionarme, pero verla así era diferente, ¡era el más erótico de mis sueños! Casi todos los días, por no decir todos, le decía que se pusiera “guapa”. Ella sabía perfectamente a que me refería con lo de guapa, pero nunca lo conseguía, al final siempre me decía “cómo siempre, ¿no?”, a lo que yo le respondía que “un poco más” y ella me decía “¡Vaya!, ¿es que ya no te gusto? Y claro, yo me tenía que callar para no seguir. Al final siempre pasaba un huevo de mí y hacía lo que le apetecía. Pero hoy sin tan siquiera pedírselo, y mucho menos imaginármelo, allí estaba, delante de mí, la chica más guapa y erótica que jamás había visto.

  • ¿De verdad te gusta?, me volvió a preguntar.

No le respondí, simplemente me volví a pegar a sus labios dándole otro fuerte beso.

La verdad es que el calor del momento junto al calor del ambiente hacía que nuestros cuerpos estuviesen sudando. Una gota de sudor corría por mi frente llegando hasta mis ojos haciendo que me tuviese que apartar de ella para quitarme las gafas y limpiarme los ojos. En ese momento de pausa y olvidando al bombón que tenía delante, aproveché para contarle con mucha ilusión lo que nos había pasado en el trabajo.

Sandra me escuchaba atentamente con cara de alegría, ya que cómo es normal, para ella también era muy importante que todo fuese bien en el trabajo.

  • Y cómo hoy todo me ha salido bastante bien, me gustaría mucho celebrarlo contigo con una copita de champán, le dije cuando terminé de hablar dejándola en la cocina para irme corriendo hacia la nevera de la terraza para coger una botella.

Me fui hacia el mueble y busqué dos copas largas con pie negro, que eran las más bonitas que teníamos, para celebrar un momento cómo aquel. Regresé a la cocina y abrí la botella dando un fuerte taponazo en el techo. Mientras nos reíamos por el descorche de la botella llené las copas derramando un poco del líquido sobre las manos de Sandra. Brindamos por nuestras vidas y por poder tener una noche perfecta entre los dos.

Por culpa del calor, la primera copa nos la bebimos casi de un trago, pero antes de llenar la segunda copa le dije que estaríamos mejor sentados en el sofá, cosa que ella aceptó cogiendo la botella y poniéndose camino al salón. Me senté pero Sandra se quedó de pie delante de mí. Al verla tan bonita ante mis ojos, mi mano libre, como si tuviera un resorte, se fue directamente hacia su culo y empecé a magreárselo suavemente.

  • Así fue cómo nos quedamos el último día ¿no?, me dijo Sandra recordando el día que le conté lo de Jesús y lo que dejamos a medias.

  • ¡Qué memoria tienes, jodía!, le dije sin dejar de sobar la raja de su espectacular culo.

Poco a poco, mi mano se fue deslizando hasta la parte delantera llegando a su coño. Nada más tocarlo noté la fina braga de seda mojada por sus jugos. Eché a un ladillo el tanga para destapar su más íntimo secreto y corroboré lo que imaginaba, su coño estaba empapado y un poco abierto pidiendo a gritos una lengua. No dije nada, sólo levanté mi cabeza para mirarla.

  • ¿Está mojadito, verdad?, pues déjalo así para luego. ¡No me lo seques!, me dijo apartando mi mano de su entrepierna.

La verdad es que su forma de actuar no me molestó mucho, entre otras cosas porque como ya he dicho millones de veces, era algo normal en ella. Cuando quería alargar una situación lo hacía de una manera maravillosa. (Puedo confirmarlo después de esperar casi veinte días desde la última vez que lo hizo. ¡Sí, hombre!, la noche que le conté la mentira, ¿os acordáis?)

  • A ver, cuéntame más cosas sobre el trabajo ese que nos han confirmado, me dijo sentándose junto a mí en el sofá y cogiendo la botella de champán para llenar de nuevo las copas.

Cómo si no hubiese pasado nada empezamos a hablar de cómo había sido la negociación con el Cliente para conseguir el trabajo mientras que ella me miraba atentamente escuchando mis palabras. Estaba explicándoselo con todo detalle pero la verdad es que en mi cabeza sólo había un pensamiento en aquel momento, estaba deseando subirle la pequeña falda y sin quitarle las bragas follármela allí mismo en el sofá. Pero tampoco quería llevarle la contraria a ella, si Sandra deseaba hacerlo así, así lo haríamos, al fin y al cabo tenía bastante claro, o por lo menos lo intentaría, que al final de la noche la tendría enganchada a mí con sus labios inferiores dándome el mayor de los placeres en el cipote, así que decidí seguir hablando pero cambiando un poco el tema.

  • ¿Y por qué te has vestido así?, le pregunté en cuanto terminé de hablar sobre el trabajo.

  • Es que esta tarde después de irte me he puesto a arreglar los cajones del dormitorio y he visto la bolsa dónde tienes guardados mis regalitos.

  • Ha sido verlo y acordadme de lo mucho que te gusta verme con esta ropa, ¡así que he decidido darte una sorpresa!

Mientras hablaba, yo la miraba de arriba abajo con ojos de deseo.

  • ¿Te gusta mi sorpresa?, me preguntó.

  • ¡Muchísimo!, le contesté pasando suavemente mi mano sobre sus pechos.

  • ¡Pues tengo un problemita!, me dijo poniéndose nuevamente de pie.

  • ¿Qué te pasa?, le pregunté, con cara de asustado recordando que la última vez que me dijo algo así fue para decirme que se había hecho daño en el coñito mientras se pajeaba.

¡Pero no, en esta ocasión tuve bastante más suerte que aquella vez!

Sin esperarlo se empezó a bajar el tanga y abriéndose el coño con sus manos vi un hilito de líquido blanco que iba de un labio a otro de su rajita. Aquella humedad me daba a entender que estaba caliente cómo una plancha. Con el tanga a la mitad de sus muslos, se dio la vuelta y abriéndose el culo con sus manos, lo puso casi pegado a mi cara. Ante aquella vista de su culo abierto y parte de su coño húmedo delante de mis ojos no pude contenerme más, me acerqué a ella y se lo olí cómo si de un melón maduro se tratase. Y cómo ya sabéis mi problema de culo veo, culo quiero, tras llevarme en mi nariz aquel dulce aroma de mujer me puse de pie, me bajé los pantalones para sacar mi polla y la agarré por la cintura con la intención de clavarle mi rabo en su jugoso coño.

Pero sin darme tiempo ni tan siquiera a rozarla, se dio la vuelta y se empezó a colocar el tanga de nuevo en su sitio.

  • ¡Cariño, ahora no!, ¡quizás luego! Esta noche tengo ganas de juerga y me apetece muchísimo follar, pero ahora no, ¿vale?, me dijo dándome un beso y dejándome con la polla al aire y los huevos a punto de reventar.

Por momentos estaba más caliente. Si aquello iba a durar mucho tenía que planteármelo de otra manera, porque si no, me iba a correr en cuanto me diera un par de sobeteos.

  • ¿Qué te apetece cenar?, me preguntó con una tranquilidad que a mí me estaba matando.

¡Cómo coño piensa en cenar, si yo lo único que quiero es follármela!, pensé.

Me iba a matar de dolor, tenía los huevos muy duros y llenos de leche y lo único que me apetecía era vaciarlos cuanto antes.

  • ¿Te apetece pizza?, le pregunté haciendo de tripas, corazón.

  • ¡Vale!, yo llamo para que nos la traigan.

  • Tardará media hora más o menos, me dijo cogiendo el teléfono.

Pidió la pizza y cómo ya sabíamos, le dijeron que tardaría sobre media hora.

Así que para hacer tiempo se levantó del sofá y se fue a la nevera por una segunda botella de champán. Esta vez la abrió ella, y con mucha más maestría que yo, la descorchó dejando el tapón en su mano.