Solo era el principio (07) Cambio de roles...

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 07

Cambio de roles…

VIERNES, 08 DE AGOSTO DE 2008 (MADRUGADA)

Cómo dije, tras tirar los dados y ver como su ficha entraba directamente en la casilla ganadora, soltó una sonora carcajada, ¡bastante misteriosa, por cierto!, que me hizo acojonarme una mijilla al pensar en qué podría significar aquella risotada y en lo que podría tener pensado como venganza por lo de dejarla sin bragas en la calle o lo de ponerla desnuda delante del ascensor.

  • ¡Valiente cabrona!, ¡qué suerte tienes!, le dije aceptando mi derrota.

  • ¡Porque yo lo valgo!, me dijo en tono altivo y más chula que un ocho.

  • ¡Ya te digo! ¿A ver qué pone en tu tarjeta?, le pregunté un poco ansioso por conocer cuanto antes mi dulce y guarra condena.

  • ¡A ti te lo voy a decir! , me dijo mirándome con una sonrisa bastante pícara y guardando la tarjeta dentro de la pitillera para que no la viese.

Pero cuando iba a apretarle un poco más las tuercas para que me dijese lo que ponía en aquel trozo de cartulina, la reacción de Sandra me sorprendió gratamente haciendo que me olvidase, por el momento, del dichoso papelito.

Sin dejar de mirarme, me atrincó del manubrio fuertemente mientras me empujaba con su cuerpo contra el sofá metiéndome la lengua en la boca a la par que estrujaba sus ricos y desnudos limones sobre mi pecho. Me empezó a besar con ganas, como si fuese lo último que pudiese hacer. Me pasaba su húmeda lengua por la boca, los labios, la nariz, por toda la cara dándome un baño de saliva cómo jamás lo había hecho.

A continuación, separando mis labios de los suyos, se cogió uno de sus pechos y me acercó el pezón a la boca para chuparlo entre los dos. Ahora mi lengua se mezclaba con la suya compartiendo los chorros de saliva que se nos caían de la boca y que corrían por su teta cayendo como si fuesen una catarata hasta mi barriga

Mientras que mi polla no paraba de crecer entre sus dedos, entre otras cosas por el continuo manoseo que me estaba dando, cómo pude entremetí mi mano entre los dos cuerpos buscando su coño y consiguiendo, no sin esfuerzo, meter dos dedos dentro de ella. Pero aquello no debió de gustarle porque a pesar del trabajito que me había costado llegar hasta allí, en cuanto los notó dentro me cogió la mano para que la retirase. Me miró con una cara de vicio que te cagas y sin decir palabra, con la palma de la mano que estaba sobre mi rabo, recogió la saliva que resbalaba por su pecho para engrasar de aquel lubricante natural todo mi cipote y seguir con movimientos, en ese momento, mucho más rápidos que antes.

Tras un ratito de masaje bananero, bastante cortito para mi gusto pero el justo para no correrme antes de tiempo, se puso de pie frente a mí, muy cerca, muy cerca y empezó a repartirse con sus hábiles manos todas las babas de su cuerpo sobre las zonas que tenía desnudas, es decir, “por tos laos”.

Empezó primero por las tetas para ir bajando poco a poco buscándose la raja que hacía unos segundos me había prohibido tocar.

  • ¿ Te gusta?, me preguntó con una voz de zorra que no se la saltaba un galgo.

  • ¡Sí!, respondí con la voz entrecortada demostrando una carraspera típica de una persona bastante nerviosa.

  • ¡Pues lo próximo te va a gustar mucho más! , me dijo agachándose delante de mí y poniéndose de rodillas entre mis piernas.

  • ¡Te voy a comer la polla como nunca, cabrón!, fue lo último que me dijo justo antes de agachar la cabeza y darme un beso en el capullo que me supo a gloria.

Aquello me recordó totalmente al día que me regaló aquella estupenda mamada mientras se tocaba ella misma, ¿a lo mejor eso era lo que ponía en su tarjeta y me estaba pagando?, ¿quién sabe?, pensé.

Así que con aquel recuerdo en la mente, me dejé llevar para que se cobrara su premio.

En cuanto estuvo situada, estiró los brazos y agarrándome los cachetes del culo para acercarse mi rabo aún más a sus labios, se lo metió hasta la garganta, o por lo menos hasta ahí creo que le llegó, mientras me clavaba, igual que antes, las uñas en las cachas del culo. Poco a poco fue cogiendo ritmo y lo que hacía un par de segundos atrás era una suave mamada, ahora era una chupada de rabo de las que hacen historia.

A pesar de haber ganado en el juego, lo hacía con tanta devoción que incluso sus extraordinarias tetas se bamboleaban de un lado a otro dándome un placer visual extra al trabajo bucal que me estaba regalando. Por cómo me lo estaba haciendo, parecía realmente que el ganador del juego era yo.

Queriendo parar aquel terremoto que tenía como mujer y queriendo alargar un poco más la situación, por lo menos hasta que estuviésemos los dos preparados para corrernos, aparté su cabeza de entre mis piernas y me acerqué a ella para darle un beso de agradecimiento.

  • ¡Para, por favor!, ¡para un momento! Dale un traguito a la copa y enfríate un poco que si no me vas a hacer correrme ya mismo, le dije empujando su cabeza con todo el cariño que supe para que no se enfadase por mi momentáneo rechazo.

Al ver mi reacción, sin ponerse de pie cogió la copa y le dio un buen trago, yo creo que intentando recuperar líquidos porque mi estomago, mis muslos, mis huevos y mi rabo estaban nadando en las salivas que había soltado mi queridísima y babosa esposa.

  • ¡Bueno!, ¿qué ponía en tu tarjeta?, ¿cuál es tu premio?, le pregunté al verla un poco más tranquila, o por lo menos eso creía yo.

  • ¿Tienes prisa?, me contestó.

  • ¡No!, ¿para qué te voy a mentir?, le respondí.

  • ¡Pues entonces déjame a mí! Ya te enterarás cuando yo crea que debes enterarte, ¡vale!, acabó diciendo mientras cogía de nuevo la copa y se terminaba el cubata de un sólo trago.

La verdad es que tanta frialdad por su parte me dejó sin palabras. Pero si aquello me llegó a silenciar, más mudo me dejó el siguiente comentario. Aquel comentario me dejó, literalmente, con las patas colgando.

  • ¡Déjame que te coma el culo, vida, que antes me he quedado con más ganas!, me dijo estirando de mis piernas para que las levantase y dejara la raja de mi culo a su total disposición.

¡Y claro!, yo, que soy como soy y que soy incapaz de negarle nada a mi querida esposa, me dejé hacer mientras pensaba en todas las tarjetas del juego y en cual sería aquella que me inventé para darme tanto gusto a mí mismo y que le había tocado a ella.

Aquí hago un breve inciso para dar una explicación a aquellas personas que jamás se han comido un buen culete ni han recibido una buena comida de ídem.

Abrir un culo regordete con tus propias manos o que te lo abran, meter la lengua o que te la metan y notar el intenso calor de los labios de tu pareja o la suavidad de su húmedo agujerito es algo que no se puede explicar con palabras, así que el que quiera más lecciones, que practique por si sólo o que vaya a la escuela ¡O de putas, si no tiene pareja!

Por cierto, no creo que sea necesario decirlo, pero por si acaso lo digo. ¡Se presupone la higiene! ¡Aunque bueno!, dependiendo de la urgencia y del calentón del momento, muy guarrilla se tiene que plantear la situación para que lo rechaces y no hundas tu húmeda lengua en ese rico manjar. Yo, conociéndome cómo me conozco, lo haría sin duda. ¡Qué marrano soy y que bien me lo paso!

Pero vamos a lo que vamos.

Debo decir que la posición era pelín incomoda para mí, sobre todo porque por culpa de la postura, un tendón de la pierna se me estaba cogiendo y en cualquier momento iba a tener un doloroso tirón muscular en la mollita de mi pierna, pero aguantando cómo un jabato estiré la pierna hacia arriba intentando relajarla y dejé que la zorrona de Sandra disfrutara de lo que estaba dispuesta a hacer.

Para ser sincero debo añadir que todo aquello me parecía bastante extraño. Conociendo las tarjetas como las conocía no conseguía acordarme de aquella precisamente. Además, sabiendo que la ganadora había sido ella, en ningún momento me hubiese planteado estar como estaba en ese momento, en todo caso al revés, pasando mi lengua por su culo. ¡Que tampoco hubiera estado mal, todo hay que decirlo!

Separándome las cachas con sus manos y metiendo la cabeza entre mis piernas, clavó la lengua dentro de mi culo, primero lamiendo en círculos alrededor y luego apretando con la punta de su lengua intentando meterla dentro. Aquellos lengüetazos que tanto gusto me estaban dando tuvieron un efecto secundario en mi polla consiguiendo que se fuese mojando más y más por segundos.

Una vez que la zona estuvo bien mojada con su saliva, se chupó uno de sus dedos e intentó metérmelo. Cuando noté que parte de aquel dedo me estaba tocando por segunda vez aquella noche la garganta, di un fuerte gemido, más parecido a un grito que a un suspiro, pero de placer, ¡sin duda!

A continuación se metió la cabeza de mi polla en la boca y tras una corta chupaíta, se la sacó y miró hacia arriba.

  • ¡Estás muy caliente!, ¿verdad que sí?, ¡la tienes durísima!, me dijo mirándome a los ojos con travesura y apretándome el rabo como si de él mando de un scalectrix se tratara.

Tras aquello me dio un beso en la punta de la polla, sacó su dedo de mi lugar oculto y se puso de pie dejándome a medias en todos, todos, todos, todos, los sentidos.

  • ¡Bueno, cómo he ganado tendrás que cumplir mi premio!

  • ¡Ah!, ¿pero este no era tu premio?, le pregunté bastante desilusionado.

  • ¡Sí, hombre!, ¡eso es lo que tu quisieras!

  • ¿Entonces cual era?

  • Luego te lo cuento, ahora tengo que ir por urgencias al baño.

  • Mientras tanto ponte una copita, que para algo he ganado yo, ¿no?, me dijo yéndose de mi lado y llevándose la pitillera. Sobre todo para que yo no viese que ponía en su tarjeta.

Allí me dejo sólo, sin saber que decir y sin tan siquiera imaginarme que podría poner en aquel cacho de cartón. Sólo me dejó el olor a coño que aún se mantenía en mis dedos y que sirvió de consuelo a mi abandono.

No sé lo que tardo, creo que una eternidad, pero durante aquel tiempo recuerdo que mis dedos no dejaron de pasar por delante de mi nariz intentando tragarme hasta la última esencia de aquel profundo e intenso olor que había dejado en mi mano.

  • ¿Y la copita?, me dijo nada más volver.

¡Joder!, con los olores se me había ido el santo al cielo y se me había olvidado poner los cubatas.

  • ¡Lo siento, Vida!, se me ha olvidado. Ahora mismo las pongo, le dije levantándome de un salto para ir corriendo a por un poco de hielo.

Cogí los dos vasos vacíos y con el rabo colgando y morcillón entre las piernas me fui hacia la cocina.

  • ¿Sabes cuál va a ser tu castigo?, me dijo casi a gritos desde el salón para que yo me enterase.

  • ¿Cuál?, le respondí yo mientras mi cabeza buceaba en el congelador buscando el hielo.

Cogí varios cubitos de hielo y poniéndolos en los vasos me fui de nuevo hacia el salón.

  • ¿Qué cual será mi castigo?, le respondí al ver que no tenía respuesta de ella.

Y justo en el momento en que entraba al salón con los vasos, Sandra me entregó de sopetón la tarjeta de su premio para que la leyese.

  • ¡Toma!, léelo tú mismo.

Seguro que mi cara cambio de color al leer lo que ponía la nota. Lo sé porque la medio dureza que se mantenía en mi entrepierna hasta ese momento, se cayó automáticamente dejándola totalmente “chuchurría”. Se encogió de tal manera que yo creo que se puso del revés.

“CAMBIO DE ROL”

“El perdedor se dejará vestir como una persona del sexo contrario y el ganador se vestirá también del sexo contrario. Tendréis sexo cambiando los papeles. Esta noche el hombre será mujer y la mujer, hombre.”

En ese preciso momento me cagué en “to mis muertos”. ¿Pero cómo había sido tan gilipollas de yo mismo haber hecho aquella tarjeta? ¡Valiente carajote!, ¿hasta dónde llega mi degeneración para hacer una tarjeta como esa?, pensé entregándole nuevamente la carta a Sandra y mirándola con cara de idiota por haber sido cazado en mi propia red.

  • ¡Pues ya lo sabes!, ¡tu penitencia será que te vistas de mujer!, me soltó ella de sopetón.

  • ¿Pero cómo elegiste este premio?, le pregunté totalmente extrañado por su rara elección.

  • ¿No sé?, ¡lo leí y me gusto! Y ahora, cómo he ganado, quiero que te pongas mis braguitas sucias y te vistas con mi ropa.

  • Y cómo yo sé que a ti te gusta ponerte mis braguitas sucias de vez en cuando, ahora quiero saber si a mí me gustará verlo , terminó diciendo y quedándose más a gusto que todas las cosas.

  • ¿Será una broma, verdad? Yo no soy ningún maricón cómo para hacer algo así, le respondí bastante indignado por aquella rara petición.

  • ¡Cari, yo sé mejor que nadie que no eres maricón!, me dijo quedándose con la mirada fija en mis ojos.

  • Pero me gustaría verte con mis bragas y con mi ropa. ¡Con sólo imaginarme verte así vestido se me moja el coño!

  • ¿Cuál es tu intención, vengarte o humillarme?, le dije dejándole claro que no estaba muy de acuerdo con aquella tontería pero ilusionado a la vez al escuchar que se le mojaba el coño al verme vestido como un fantoche.

  • Ni una cosa ni otra, cariño. Te recuerdo que esto forma parte de tu juego y que jugábamos los dos con las mismas cartas ¿no?, me dijo recordándome mis propias palabras.

  • Yo también he jugado y he ganado. Si yo hubiese perdido, habría cumplido con tu condena.

  • Además, ¿que más te da?, estamos solos tú y yo y nadie te podrá ver, sólo yo, me contestó ella dejándome aún más ocultas cuales eran su idea y su intención.

Tras decirme esto cogió mi pantalón y se puso a rebuscar en mis bolsillos para sacar las braguitas que hace un rato llevaba puestas. Sin decir nada, las enrolló sobre mi polla y me empezó a pajear con ellas.

  • ¡Estás loca!, ¿lo sabías?

  • ¡Sí, estoy loca!, ¡pero loca por tu culpa!

Al escuchar su respuesta y notar con que ganas me retorcía la polla con la tela de sus bragas, no tuve más remedio que aceptar sin saber aún muy bien a que me exponía.

Cualquiera se oponía sabiendo todo lo que yo le había hecho pasar aquella noche. Al fin y al cabo ella había seguido mi juego hoy y los otros días en la calle o en cualquier otro sitio sin protestar, ¿con que derecho protestaba yo ahora?, y lo peor de todo, ¡que aquel juego lo había preparado yo, cojones!

Así que, manso cómo un corderito, me comencé a poner la camiseta que Sandra se acababa de quitar.

  • ¡No!, ¡qué va!, ¡a mí no me tomes por tonta! Yo te diré la ropa que te debes poner , me dijo con un tono de voz bastante alto y quitándome la camiseta de las manos.

  • ¿Qué pasa?, ¿qué quieres que haga?, le pregunté totalmente contrariado.

  • ¡No te entiendo!, ¿qué quieres que me ponga?, le volví a preguntar al ver que ella no me decía nada.

  • Espérame un momento, voy al dormitorio a ver que te puedes poner.

  • ¡Y no te preocupes qué seré medio buena contigo! Hoy has sido tú el perdedor, quizás otro día sea yo quien tenga que pagar y sé que contigo pagar una deuda de este tipo no es fácil , me dijo antes de desaparecer por el pasillo en dirección al dormitorio.

Cómo digo, no entendía muy bien que quería pero si al final era un juego de follar, pues nada a follar que es lo que a mí me gustaba. Como bien decía ella y sin falta de razón, estábamos los dos solos y nadie nos podía ver, ¿cuál era mi miedo?

Sandra volvió al poco tiempo del dormitorio trayendo varias prendas de ropa en la mano.

  • ¡Estate quieta y déjame que te vista!, me dijo poniéndose delante de mi dispuesta a vestir a su particular maniquí.

Algo que me chocó bastante fue que desde antes de marcharse a por las ropas, todos los comentarios que hacia sobre mi eran como si yo fuese otra mujer. La idea era buena pero un poco chocante, no puedo decir otra cosa. No obstante, como era una idea maquinada por Sandra, que usaba bastante poco la imaginación en estos temas y se sumaba a que yo soy un loco vicioso, ¡sí, lo sé!, mi polla empezó a reaccionar de forma positiva a sus comentarios y otra vez, poco a poco volvía a recuperar la dureza que antes había perdido.

Cogió la botella de ron y sirvió dos chupitos. Me dio uno y brindó.

  • ¡Por mi fulana!, dijo antes de tomarse el chupito de un trago.

Aquel brindis, un tanto especial pero bastante original nos hizo reír a los dos suavizando un poco la, un tanto especial, situación que se me venía encima.

Y tras soltar los vasitos en la mesita del salón, comenzó a vestirme.

Poniéndose en cuclillas delante de mí desató el tanga de mi rabo y empezó a ponérmelo, primero una pierna y luego la otra, subiéndolo con la misma delicadeza que un lejano día le bajó los calzoncillos a su amiguito Moisés, según ella misma me contó.

Aunque quede feo decirlo, le costó bastante trabajo colocar en su sitio la zona de mi verga ya que el tamaño de mi polla en aquel momento era imposible meterlo en tan poca ropa.

  • ¡Joder, cómo estas!, dijo Sandra entre risas agarrándome el trozo de capullo que sobresalía por encima del tanga.

  • Relájate un poquito porque así no vas a durar mucho, me dijo pasando su dedo por mi lloroso cipote.

  • ¡Pues como sigas pasándome el dedito así no te puedo prometer mucho, mi vida!, le dije intentando hacerla entender que estaba casi a punto de correrme.

  • ¡Vale!, ¡seré buena!…¡De momento!…, me dijo antes de dejarme la picha en paz y continuar con la vestimenta.

Tras dejar de toquetear, al igual que había hecho con el tanga, me puso unas medias de liga. Primero una pierna y luego la otra. Sentir la agradable sensación de aquellas medias de licra sobre mi piel y sus suaves manos deslizándose sobre mis muslos llegando a rozar el interior de mis piernas y el principio de mis huevos, me hizo cerrar los ojos para disfrutar al máximo de aquello a la vez que apoyaba el culo sobre el reposacabezas del sofá para no caerme de gusto.

  • ¿Te gusta, guarrilla?, me dijo al ver mi cara de gusto.

Cómo era evidente y mi cara no mentía, no contesté, simplemente moví mi cabeza de forma afirmativa.

Después se puso de pie y tras darme un ligero beso en los labios y un suave sobeo en el paquete, me puso algo que me hizo bastante menos gracia, un sujetador y que para colmo, para que pareciesen tetas de verdad, lo rellenó con varios pañuelos. Seguro que en aquel momento debía tener una imagen realmente penosa.

  • Ahora seguiré vistiéndote pero me gustaría hacerte una foto así, me dijo una vez que había terminado su obra maestra, o más bien debo decir su retorcida creación.
  • ¡No, eso sí que no!, ni loco me haces una foto así. ¿Qué pasaría si alguien llegase a verla?, ¡fijo que se me quedaría lo de maricón para toda la vida!, le dije en el colmo de la indignación.

  • ¡Que no tonto!, que yo no soy como tú que vas colgando mis fotos por internet. Estas sólo serán para mí, te lo juro.

  • Además, por el tamaño de tu polla veo que no te disgusta del todo vestirte de esta manera, terminó diciendo con cierta voz de recochineo.

¿Que podía decir en aquel momento? ¡Poco! Ella había ganado y yo perdido y para colmo de males tenía razón, mi polla estaba como una botella de coñac. Era demasiado agradable sentir en mis piernas la fina seda de las medias y la rugosidad del encaje del tanga sobre mi polla.

  • ¡Vale, estoy de acuerdo!, ¿pero tú también te tienes que vestir como si fueses un tío, no?, le dije recordándole la segunda parte de la tarjeta e intentando que acabara con aquella farsa cuanto antes.

  • ¡Bueno, ya veremos lo que yo hago! ¡He ganado yo y punto!

  • ¡No empieces a poner tú las reglas, ahora las reglas las pongo yo! , me dijo de forma tajante cogiendo la cámara de fotos y disparando un par de veces de forma rápida.

Tras aquello cogió la botella de ron para poner otros dos chupitos. Esta vez sin brindar, nos los bebimos de un tirón intentando digerir el mal trago de las fotos.

En cuanto se lo bebió, sin decir ni pio siguió vistiéndome con una falda negra de tablas, tan corta que dejaba ver la liga negra de las medias, y una blusa blanca bastante escotada, la misma que ella llevaba el día del restaurante y que dejaba al aire “mis ortopédicos pechos”. Y para rematar el disfraz, me colocó sobre unos zapatos negros de tacón, demasiado altos para mi gusto.

He de decir que tras casi media botella de chupitos yo ya me dejaba hacer lo que ella quisiera. La verdad es que gracias al alcohol, la situación me empezaba a agradar y mucho. Estar allí, los dos solos, yo con mi polla apretada dentro del tanga y ella completamente desnuda y hablándome como si yo fuese su chica, me estaba poniendo mucho más cachondo de lo que esperaba en un principio.

  • ¿Qué hacemos ahora?, le pregunté una vez que estaba totalmente enmascarado con las ropas de ella.

  • ¡Tranquila!, aún no he terminado de arreglar a mi putita.

  • ¿Ah, no?, ¿y qué te queda por hacerme?, le pregunté a ver si me decía que lo siguiente era follarme como un animal en celo.

  • Ahora te voy a dar un poco de maquillaje.

Aquellas palabras, a pesar de la bebida y del calentón que llevaba me tocaron la moral, Sandra estaba completamente ida, ¡la tía loca me quería pintar la cara!

A punto estuve de negarme a que lo hiciese, pero tras pensarlo un par de segundos acepté a que hiciese lo que quisiera. He de admitir que el que me tocase el pelo y la cara, me encantaba. Mientras que no me tocase la nariz, que me ponía de muy mala leche, todo iría bien.

Tal como lo dijo abrió el neceser de sus pinturas que hasta ahora había mantenido guardado en secreto bajo las ropas que había traído del dormitorio, me sentó en un taburete alto del IKEA y comenzó a maquillarme.

Me pintó los labios de un color marrón suave, el mismo que ella usa, me dio un poco de maquillaje en los mofletes, me dio un poco de sombra de ojos y me retocó las pestañas con un poco de rímel haciéndolas más grandes aún de lo que son. Menos mal que me había afeitado aquella misma tarde, sino hubiese parecido un travesti de los barrios bajos de Madrid.

Cuando terminó, como admirando una obra de arte, se separó de mí y comenzó a mirarme de arriba abajo.

  • ¡No me ha quedado nada mal! Ahora te voy a hacer más fotos para que puedas ver como ha quedado mi putita.

Y me las hizo diciéndome en todo momento que postura debía poner para que saliese bien en la foto. Me daba exactamente igual, ya las borraría si lo que viera no me gustaba.

Cómo digo, en aquel momento me dejaba hacer todo lo que ella quisiera, pero no sabía aún que podría ser lo siguiente. Debo decir que tampoco me importaba, si había llegado hasta allí, un poco más no me importaría.

  • Y ahora, sin caerte de los tacones, te vas a la cocina a por más hielo y te pones las copas que no te pusiste antes, me dijo bebiéndose el agua fría que el hielo descongelado había dejado en el vaso.

Sumisa como la más guarra de las guarras y dando trompicones con los tacones cómo una maricona loca, agarrándome dónde podía para no caerme, llegué a la cocina para coger el hielo. Al agacharme a la nevera, la falda se remangó por completo y dejó a la vista las medias y el tanga que apretaba mis huevos con más fuerza por momentos. Sin poder aguantarme el vicio, agaché la cabeza y eché un vistazo a ver como se veía. Y cómo era de esperar por mi parte, acerqué mi mano y me empecé a acariciar las pelotas por encima del tanga con olor a coño.

De repente, cuando más ensimismado estaba en los roces contrastando la suavidad de las medias con la de mi piel, noté que alguien, Sandra por supuesto, estaba en la puerta de la cocina mirando mis movimientos. Como es natural supe enseguida que era ella, entre otras cosas porque no podía ser otra persona, (ya hubiese querido yo que aquel día hubiese habido una tercera persona con nosotros). Sandra estaba de pie detrás de mí, mirando con deseo todo lo que sobresalía de la falda y cómo me magreaba yo mismo el cipote.

Al verla me intenté poner de pie haciendo verdaderos esfuerzos por no caerme de los tacones, pero Sandra se acercó a mí y poniendo su mano en mi cabeza me obligó a seguir en la misma postura.

  • *Espera, quiero tocar tu coño con mis pies, ¡déjame hacerlo!***

En cuclillas y abierto de piernas con el “mandao” colgando como estaba en ese momento, Sandra comenzó a rozar su pie por mis huevos dándome un gusto extremo.

  • ¡Cari, vamos a la cama!, ¡quiero follarte!, le dije intentando que olvidase aquel juego y nos fuésemos al dormitorio para apagar el calentón que llevábamos encima.

  • ¡Tranquila, zorra!, ¡habrá tiempo para todo!

  • De momento, voy al dormitorio mientras que tú te terminas de poner las copitas , me dijo dejándome, otra vez, a medias.

Totalmente resignado a sus deseos, puse las dos copas repitiendo la misma jugada de antes. Me saqué la polla y recogiendo todos mis liquiditos impregné de ellos el borde del vaso de Sandra. Si antes había servido para ponerla así de cachonda, ¿por qué no intentarlo otra vez?, a lo mejor había descubierto un afrodisíaco natural.

Tras aquello me fui al salón y me senté en el sofá, con las piernas cruzadas como una verdadera putita, para seguir con mi trabajito de sobeo cojonero hasta que ella volviese.

Al cabo de pocos minutos salió del cuarto vestida con mi ropa interior y una camisa mía.

  • ¡Ven, vamos a bailar!, fue lo primero que me dijo al verme allí sentada, digo sentado, a su espera.

  • ¡Vamos, guapetona!, ponte de pie y dame mi copa, me dijo al ver que me quedé embobado mirándola.

  • Tampoco te pases, ¿no?, le dije al ver que estaba superando el límite hasta dónde yo era capaz de aguantar sus insultos mariconeros.

¡Sí, es verdad!, me gustaba aquella situación pero tampoco era cuestión de ofender de forma gratuita, ¿no?

Pero me dio la impresión de que Sandra no se dio por aludida. Dando un trago de la copa, me cogió del brazo y me obligó a levantarme. Me cogió por la cintura pegándome a ella y comenzó a moverse llevando ella el ritmo. Yo me dejaba llevar por ella, quería seguir su juego, entre otras cosas porque sabía que al final, a pesar de tanto insulto, terminaríamos en la cama follando como conejos.

Cómo si fuese ella la que tuviese polla, apretaba su entrepierna sobre mi paquete y daba empujones como queriéndome follar en pie. Poco a poco fue bajando su mano hasta llegar al filo de la falda y de repente me empezó a tocar el bulto que se escondía debajo de mis, sus bragas.

  • ¿Te acuerdas de Alex?, me susurró al oído.

  • ¡Claro!, le respondí. ¡Cómo para olvidarlo!

  • Pues así me tocaba el otro día mientras bailábamos, ¿te gusta cómo lo hacía?

  • ¿Te gusta como aquel desconocido tocaba a tu mujer?, me preguntó entre cuchicheos en mi sensible orejita y rozándome con sus dedos en el mismo sitio dónde, supuestamente, el otro día estaban su coño y los dedos del tal Alex.

  • ¿Te gustaría ver como otro tío se aprovecha de la puta de tu mujer y luego se la follara bien follada ante tus ojos?, siguió diciéndome con cierto tono de reproche en sus palabras.

Con mi cabeza dije que sí pero sin llegar tan siquiera a separarme de ella. En aquel momento no quería apartarme de ella y mirarla a la cara, me sentía un poco avergonzado por lo que estaba haciendo entre mis piernas y por lo que, a la vez, me estaba diciendo al oído. Me dio la impresión de que me estaba tratando en ese momento como yo la traté a ella el otro día en el bar, cómo a una cualquiera.

  • ¡Lo siento!, le dije entre susurros.

  • ¿Y eso porqué?, me contestó ella.

  • ¿Por qué lo sientes?

  • Por haberte obligado el otro día a hacer algo que no querías, le respondí con la cabeza gacha.

  • Ya te dije que lo que hice, lo hice porque quise y para darte gusto a ti y gusto a mi coño, ¿no?

  • ¡Sí!, respondí cabizbajo.

  • ¡Entonces no te preocupes! Déjame a mí y disfruta , terminó diciendo quitándome un peso de encima.

  • ¡Te quiero, mi amor!, haz con tu puta lo que desees, le dije mucho más tranquilo y dándole pie a ella para que disfrutase de mí como la mayor de las furcias.

Se lo debía por todo lo que ella había hecho por mí y por todo lo que aún viviríamos si ella quería.

Poco a poco se fue acercando a mi boca y me empezó a besar mientras que por mi espalda bajaba su mano hasta mi culo frotándolo con su mano abierta sobre la fina tela de la falda. De golpe dejó de bailar y me cogió de la mano para llevarme a no sabía dónde.

  • ¿Qué pasa?, ¿adónde vamos ahora?, le pregunté dentro de mi contrariedad.

  • ¡Shh! Déjame a mí que te voy a hacer pasar el mejor rato de tu vida , me dijo poniéndome una mano en la boca y obligándome a estar callado.

Me llevó al dormitorio, nos sentamos al borde de la cama y me siguió besando suavemente aumentando poco a poco la presión que hacía sobre mis labios a la vez que me metía la mano por debajo de la falda buscando mi “puntiagudo coño”.

Sin parar de besarme me fue abriendo la camisa para dejarme con el sujetador a la vista. Y tras quitármela, se levantó y me miró con cara de desafío.

  • ¡Túmbate boca arriba sobre la cama, quiero ver tu pedazo de coño!

Cosa que hice sin tan siquiera rechistar. Si ella era feliz viendo mi coño, nada, ¡a hacerlo!

En cuanto estuve tumbado me levantó un poco la falda, lo justo para dejar mi “zona vaginal” al aire. Con cara de gusto y de deseo me miró el tiempo que quiso hasta que acercándose a la cama se sentó sobre mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Me subió la falda completamente, sacó mi polla por un lateral del tanga y la cogió apretándola con fuerza.

Cuando creyó que estaba bien morada por el apretón que me estaba dando, se la puso entre las piernas haciendo movimientos como si me estuviese follando pero sin rozar siquiera la tela de los calzoncillos con mi polla. Al ver que sus manos apretaban mis tetas de pega con fuerza, quise hacer lo mismo pero ella no me dejo.

  • *¡Estate quieta, putona!, de momento sólo yo tengo permiso para tocar.***

Pero yo estaba loco por metérsela cuanto antes, no podía aguantar más aquella presión. Cómo pude intenté moverme pero al estar sobre mí, no podía. Era ella quien llevaba el ritmo y al estar aprisionado con sus piernas no me podía mover mucho.

Se levantó un poco y cogiendo mi cabeza la puso entre sus piernas. Ahora tenía mi cara justo enfrente de su encharcado coño tapado por aquel slip que tantas veces había guardado mi polla. En esta postura comenzó a moverse lentamente restregando mi boca por la tela. Al notar lo mojado que estaba, con mi lengua y labios comencé a chuparlo, ella se movía rápidamente pasando todo su coño por mi cara, ¡como me gustaba esa postura! ¡Estaba en el cielo!

Cuando Sandra ya no pudo aguantar más los roces de mi lengua en su chochito, se separó de mí para quitarse mis calzoncillos y tras sentarse de nuevo sobre mis piernas, ahora sí se metió mi polla de una sola vez dentro de su coño para directamente empezar a follarme con fuerza, con tanta fuerza que me hizo dar un pequeño grito de dolor.

  • ¿Qué te pasa?, ¿has perdido la virginidad o qué?¿No me digas que eras virgen y esta es tu primera vez con un hombre?, me dijo, yo creo que totalmente convencida de que ella era el hombre y yo la mujer.

  • Ya te he dicho que eso no duele, pero si quieres, para que sientas dolor de verdad puedo sacarla de tu coño y metértela en el culo, romper ese culo de puta que tanto desea una buena polla.

Aquel comentario me sonó a chino saliendo de la boca de Sandra, pero a mí me daba igual en aquel momento todo. Me podía tratar como quisiera, me tenía en sus redes y podía hacer conmigo lo que le viniese en gana. Cómo no me había costado trabajo ni nada llegar hasta allí, ahora me iba a quejar, ¡y un huevo! Yo aguantaba lo que hiciera falta y que me follase lo que ella quisiese cuando quisiese y con lo que quisiese y si me tenía que vestir de puta todos los días para que ella se comportase cómo lo estaba haciendo, pues me vestía, ¡qué carajo!

  • ¡Perdón, amor mío!, le dije siguiéndole el rollo y simulando una voz nerviosa.

  • ¡Por favor!, hazlo un poco más suave, que soy virgen y me haces daño.

  • Pues para que no dejes de serlo, te follaré el culo , me dijo de forma bastante vulgar en comparación a la voz de mariquita que yo había usado antes para dirigirme a ella.

Casi sin sacar mi polla de su coño, ¿o debo decir su polla de mi coño?, ¡bueno da igual! Sin casi sacarla y sentada como estaba, se dio media vuelta dándome la espalda y sin avisar, pero conociendo sus intenciones, comenzó a meterme un dedo en el culo. ¡La vista que me ofrecía era perfecta!, podía ver su culo y mi polla entrando y saliendo de su chorreante coño mientras que ella hurgaba buscando, con gran experiencia, mi escondido “punto G” con un dedo mientras que con su otra mano se rascaba con fuerza los picores que, desde esta tarde en el bar, tenía en su sensible pipita del coño.

  • ¿Te gusta, verdad?, pues muévete cacho puta, que si yo pudiera te estaría follando el culo con mi polla. Siempre quise tener una para estar todo el día tocándomela.

No podía creer que Sandra se estuviera comportando y hablando así, pero yo no iba a decir ni pío.

Y claro, pasó lo que suele pasar cuando alguien se folla a alguien de la forma que ella lo estaba haciendo conmigo. Su polla, bueno, su coño comenzó a correrse. En ese momento, en el que ella comenzó a gemir diciendo que se corría, aumentó aun más el ritmo de la follada de mi culo haciendo que mi polla no aguantara más y comenzara a soltar chorros de leche dentro de su coño, ¡no pude aguantar más!

A través del espejo del armario, que estaba frente a nosotros, pude ver cómo tras la corrida iba recogiendo con los dedos el semen que quedaba sobre mis huevos y cómo se lo llevaba pícaramente hasta la boca chuperreteando sus dedos. Pero de repente, cuando la cosa se volvía a poner interesante con los jueguecitos lácteos, Sandra hizo algo muy extraño en ella tras haberse corrido. Se puso de pie y sin decir ni una palabra se levantó y se fue de la habitación. Normalmente, tras la corrida se queda muerta.

  • ¿Adónde vas?, le pregunté pero sin llegar a levantar la cabeza de la cama.

  • ¡Ahora vengo, espera!, me respondió saliendo a la carrera del dormitorio.

Creí que iba al baño porque seguro que no aguantaba más líquido dentro de su cuerpo, tenía cerveza, cubatas, un montón de chupitos de ron miel y ahora también un buen chorro de mi calentito licor de dioses. ¡Normal!

Pero me equivoqué, no fue al baño. Al poco tiempo regreso y traía un par de cigarritos encendidos y dos copas de ron miel con hielo. Al verla entrar noté que daba unos cuantos vaivenes típicos de una persona que había bebido lo que hasta ahora habíamos bebido los dos, es decir, ¡un güevo!

Me dio uno de los vasos y se dejó caer a mi lado sobre la cama, me pasó el cigarro y comenzamos a charlar.

  • Lo hemos pasado bien, ¿verdad?
  • ¡No ha estado mal!, le dije.

  • ¡Pero qué tonto eres!

  • ¡Que no, mujer!, lo he pasado de maravilla, le dije demostrándole con un beso que mis palabras eran verdad.

  • Pues a mí no me importaría seguir, me dijo con toda la tranquilidad del mundo.

  • Yo sigo cachonda y si eres capaz de ponerla de nuevo dura, te dejo que me la metas por el culo.

¡Lo sabía!, sabía que al final de una forma u otra mi tarjeta de premio iba a funcionar. Aquella noche me había tocado el gordo de la lotería. Había ganado ella, me había hecho pasarlo bien y ahora tenía la suerte de ser yo el ganador del juego y todo esto sin haberlo preparado. ¡Si lo llego a preparar, a saber que hubiera salido!

  • Pero me tendrás que dar un poco más de tiempo, ¿no?

  • ¡Voy a mear y en cuanto vuelva la quiero bien dura!, me dijo volviéndose a levantar, como pudo, y yéndose hacia el baño.

Ni que decir tiene que ni me molesté en hacer algo para que se me pusiese dura, ¿para qué?, yo sabía que en tan poco tiempo era prácticamente imposible.

Cuando regresó encendió la tele, se acostó a mi lado y encendiéndose otro par de cigarritos comenzó a tocarme la polla suavemente. Durante un buen rato nos quedamos tendidos en la cama viendo un programa de póker mientras que mi verga recibía las suaves caricias que Sandra me estaba dando.

  • Si lo que intentas es ponérmela dura, lo mejor será que lo intentes con la boca, le dije tras un largo rato de sobeteos y partidas de póker.

No se lo tuve que decir dos veces, acto seguido, al igual que el día de la bañera, comenzó a jugar con sus manos en mis pelotas y con su lengua en mi capullito, bastante pequeñito por cierto en aquel momento. Entre los toqueteos de sus manos en mis huevecillos y la mamaíta que me estaba dando, en menos tiempo de lo que Sandra y yo esperábamos, mi rabo fue tomando una forma más o menos decente para poder entrar de nuevo en batalla.

Como ya he dicho otras veces, no era normal en mí y creo que en casi ningún hombre, echar dos polvos tan seguidos, ¡y él que diga lo contrario es un mentiroso! Pero cómo hoy yo era la mujer y encima se sumaba el morbo de saber que iba a follarme de nuevo su culo, si ella no cambiaba de idea, claro, ayudó bastante a que mi polla empezara a reaccionar de forma tan positiva.

  • ¿Aún sigues con ganas de que te folle el culo?

No me contestó simplemente siguió chupándomela cada vez con más ganas.

Cuando ella creyó que mi verga ya estaba casi al cien por cien, sin decir nada se fue hacia el cajón de mi mesa de noche y sacó el bote de lubricante.

  • ¡Cari, coge un condón de ese paquete!, le dije señalando a una cajita de color verdoso que había entre mis calcetines.

Sandra se fue hacia el cajón de mi mesa de noche y haciéndome caso, sacó el bote de lubricante y un condón de la cajita.

  • ¿Has visto?, ¡es verde y tiene truco!, le dije al ver el condón que Sandra tenía en la mano.

  • ¿Truco?, me preguntó. ¿Qué truco?

  • El truco es que al ser mentolados me dejarán la polla con sensación de frío y a ti el culo un poco insensible. Funcionan exactamente igual que la cremita que hemos usado otras veces, le dije.

  • Además, son verdes como tus ojos, ¿qué mejor color para tu tercer ojo?, le dije riéndome y terminándola de convencer.

  • ¡Vale!, me dijo medio convencida pero riéndose de mi particular ocurrencia.

  • Los probaremos a ver qué tal, pero si no me gusta te lo quitas, que ya sabes que no me gustan para nada los condones.

  • ¡A mí lo que me gusta es sentir carne dentro de mi culo!

¡Hala, que bruta!

Y sentándose de nuevo a mi lado, de un bocado rompió la funda de plástico que guardaba el condón.

  • ¡Ahgg!, ¡qué asco!, replicó a la par que escupía sobre las sábanas. Me he llenado la boca del líquido del condón y ahora todo me sabe a menta , dijo poniendo una cara de verdadero asco.

Debo admitir que aquel sabor debía ser bastante desagradable, sobre todo cuando la vi coger el pico de la sabana y de forma nerviosa y dándose refregones con la tela empezó a limpiarse la lengua como una loca.

Una vez que medio se limpió y le dio un par de tragos seguidos al ron miel enjuagándose la boca como si fuese licor del polo, siguió con el trabajito que tenía entre manos.

Con mucha suavidad tiró de la piel de mi polla hacia atrás y me dejó el capullo al aire. Apretó la punta del condón con dos dedos y poniéndolo sobre mi rabo, empezó a desenrollarlo forrando mi polla de color verde. Una vez que estuvo puesto me la meneo varias veces. La verdad es que quedaba bonita, o por lo menos original, totalmente forrada de verde y con una sensación de frío inimaginable. ¡Más que una polla parecía un Calipo!

  • ¿Qué?, ¿ahora quien es el Increíble Hulk?, ¿tu amiguito Pablo o yo?, le comenté entre risas recordando el Nick que Pablo usaba para el Messenger.

  • ¡Tú!, ¡sin duda! Pero por lo verde, por lo grande gana él, evidentemente, ¡tienes que admitirlo!, dijo dejando dibujar una sonrisa en sus labios imaginándose, al igual que yo, la foto que el otro día le envío aquel cabronazo.

Me callé mi respuesta porque no quería perderme su culo, pero si no, le hubiese dicho lo que se merecía. ¡No!, no le hubiese dicho nada, tenía razón. Aquel hijo de puta tenía una polla bastante considerable, ¿para qué nos vamos a engañar?

  • Pero lo que si tengo claro es que esta me da todo lo que yo necesito , me dijo dirigiéndose a mi cipote y dándome un último meneíto en el rabo bastante cariñoso.
  • Ahora quédate así acostado que te voy a follar como a ti te gusta.

  • ¿Eso cómo es?, pregunté aun conociendo perfectamente cuál era la postura que más me gustaba.

  • ¡Me voy a sentar sobre ti!

  • Pero así te va a doler más de lo normal, le dije sabiendo que así le iba a entrar hasta la garganta.

  • Lo intentamos y si me duele me paro y lo dejamos o cambiamos de postura, ¿vale?, me dijo cogiendo el lubricante y echando un buen chorro sobre mi verde pepino.

  • ¡Vale!, le dije simplemente.

Tal y como Sandra me había dicho, se puso sobre mí dándome de nuevo la espalda, me cogió la fría polla y se la colocó entre las cachas de su culo justo en el lugar exacto para poco a poco írsela metiendo ella misma.

Al principio hizo varios gestos de dolor, pero dando la impresión de que lo soportaba bastante bien, siguió bajando su pandero poco a poco. De repente y sin esperármelo se dejó caer y de una sola vez le perforé el culo metiendo mi polla hasta los huevos. Justo en ese momento Sandra lanzó un grito de dolor pero se quedó quieta. Pensé que se iba a levantar de inmediato, pero no fue así, con mucho cuidado comenzó a mover sus caderas de lado a lado y poco a poco cambió el movimiento para convertirlo en un mete saca maravilloso.

A mí me encantaba tenerla dentro de su culo pero quería saber si a ella le gustaba también o simplemente lo hacía por darme el gustazo, así que se lo pregunté.

  • ¿Te gusta, mi vida?, ¿te gusta sentir mi polla en tu culo?

  • ¡Me encanta, mi amor!, me cuesta al principio pero cuando la tengo dentro me gusta muchísimo.

  • ¿La ves?, ¿ves como entra y sale de mi culo?, ¿te gusta verlo?, ¿te gusta follarme el culo?, me dijo echando un poco el cuerpo hacia delante y levantando el culo para que tuviese una esplendida vista de su regordete bullarengue atravesado por mi verde estaca.

Como si estuviese todo preparado, sin hablar se levantó de mi cuerpo y se puso a cuatro patas delante de mí. Sin perder ni un segundo y sabiendo perfectamente lo que ella quería, me puse de rodillas detrás de Sandra y directamente dirigí de nuevo mi rabo hasta su calentito lugar, no sin antes, cómo era de esperar, calmar mis ansias de mirón y echar una ojeada para ver como tenía el agujerito. Tras la corta miradita a aquel hermoso túnel, me la seguí follando con más ganas aún mientras que con una de mis manos le tocaba las tetas y con la otra buscaba su coño y su sobresaliente clítoris para poder masajearlo.

  • ¡Me gusta, cariño!, ¡sigue más fuerte!, ¡qué bien me follas!

Por los gestos y comentarios que me hacía podía notar que Sandra estaba sintiendo una sensación de dolor y placer mezclados, así que para aumentar aún más el morbo de la situación, le di un azote en su culo. No rechistó, sólo lo acompañó con un pequeño gemido de placer, aquello me dio pie a darle otro y luego otro.

  • ¡No pares, cariño!, ¡pégame, pégame!, ¡me gusta!, me gritó entre fuertes gemidos entrecortados.

Así estuvimos un rato bastante grande hasta que los movimientos de los dos se fueron haciendo más y más fuertes por momentos. Me sentía como si estuviera en la Plaza de las Flores de Cádiz un domingo de Carnaval, ¡en el cielo!

Sandra con una de sus manos buscó su coño y comenzó con gran velocidad a tocarse el clítoris. Justo en ese momento me di cuenta que quería correrse cuanto antes, no sé si por dolor o porque estaba tan cachonda que quería llegar al orgasmo. Después de mucho pensarlo llegué a la conclusión de que era por lo segundo, ¡estaba muy cachonda!

De repente un fuerte grito inundó la habitación. ¡Sandra se estaba corriendo!

Al ver que se lo estaba pasando tan bien aumenté la velocidad hasta que llegó el momento en que un chorro de leche salió de mi polla llenando con mi blanco líquido, el verde condón. (Eso me lo imaginé, no lo vi).

Ella se dejó caer sobre la cama, totalmente despatarrada, Yo me quedé sobre ella sin sacarla aún de su culo, quería sentir como mi polla iba saliendo poco a poco a la par que se iba deshinchando.

Cuando mi rabo ya no valía un duro y estaba totalmente fuera de ella, me separé y me quité el condón. Comprobé que era verdad lo que me había imaginado hacía un minuto, le hice un nudo y lo tiré al suelo.

El cansancio que teníamos encima nos hizo quedarnos tendidos en la cama en silencio durante un buen rato.

  • Creo que estoy un poco mareada, el alcohol no me ha sentado muy bien , me dijo tras intentar levantarse para ir al baño pero tener que volver a sentarse automáticamente.

  • ¡Cariño, llévame al baño! Necesito hacer pipi y creo que no voy a poder ir por mis propios medios.

Con más cuidado que cariño, sobre todo porque yo también estaba un poco perjudicado, me acerqué a ella, la ayudé a levantarse y la acompañé al baño aprovechando mientras que meaba para quitarme con papel higiénico un poco del rímel de los ojos que me llegaba hasta la barbilla. ¡Menuda cara de zorra que llega por la mañana a su casa el día de año nuevo tenía! Sólo me faltaba llevar las bragas como un pasamontañas, ¡qué vergüenza, por dios!

  • ¡Dame un poco de papel para limpiarme yo, anda! Tengo restos de tu leche en todos mis agujeros y además el condón verde ese me ha dejado el culo congelado, me dijo entre risas tontas al terminar de orinar y verme con la cara negra como el carbón.

Intentando hacer realidad otro de mis más guarros sueños, cogí un poco de papel higiénico y se lo empecé a limpiar yo mismo con mis deditos.

Metí con cuidado un par de ellos en su coño deleitándome con la limpieza pero al intentar sacarlos para seguir con la limpieza de su culito, me cogió la mano y comenzó a follarse con mis dedos. Sandra, con su colocón y todo, le echó mano a mi verga y comenzó a movérmela de arriba abajo al mismo ritmo que movía mi mano dentro de su coño.

  • Sigue con tu coño, mi vida, ¡mi rabo ya no tiene solución!, le dije, ahora sí, totalmente convencido que ni loca iba a conseguir nada de nada.

Sin levantar la cabeza apartó mis dedos de su coño y colocó los suyos justo encima de su pipitilla para empezar a masturbarse, otra vez. En pocos minutos tuvo otro orgasmo, esta vez sentada en la taza del baño. Yo, como ya sabía, no llegué a correrme pero si a ponerme cachondo de nuevo al verla pajearse en el baño delante de mí.

Agarrados el uno al otro para no caernos, nos fuimos a la cama y nos quedamos completamente dormidos.

SABADO, 09 DE AGOSTO DE 2008 (MAÑANA)

Serían sobre las diez de la mañana y habían pasado unas cinco o seis horas cuando Sandra me despertó. Tenía la cara un poco desencajada.

  • ¡Cari, llevo toda la noche sin dormir!, ¡tengo que contarte algo!

Su forma de decírmelo me asustó un poco y aunque aun estaba medio dormido, aquello me hizo despertarme de golpe.

  • ¡Cariño!, ¿no sé como decírtelo?… Tu sabes que yo no soy como me porté anoche, ¿no sé?…
  • Quizás el alcohol o los calentones que me das últimamente, ¿no sé?… , me dijo bastante nerviosa y dubitativa.

  • Tú sabes que no me gustan las mujeres, lo de anoche fue un punto que me dio.

  • ¡No te preocupes por nada, mi vida!, le dije recordándole las mismas palabras que ella me dijo anoche.

  • Lo de anoche fue realmente espectacular, me gustó muchísimo todo lo que hiciste. Además que con el juego te he dado pie para poder vengarte un poco de mí, le dije dándole un beso en la frente para que se relajara.

  • Incluso me gustaría repetir la partida un día de estos y ver si tengo un poco más de suerte esa noche, terminé diciéndole.

  • Como tú digas. Pero a mí me parece que anoche, aunque te gustó mucho y a mí me encantó, me pasé un poco y sólo pensé en mí.

  • ¡Anda ya, tonta!, sólo fue un juego y ganaste tú.

  • Eran las normas que yo puse y las cumpliste a rajatabla. El día que lo inventé lo hice con la idea de que uno ganara y que el otro tuviese todos los derechos sobre el perdedor.

  • Además, no creo que haya mucha gente sea capaz de disfrutar tanto como lo hemos hecho nosotros, terminé diciendo.

Dicho esto le pregunté si quería levantarse. No me respondió. La miré y se había quedado dormida, se había quitado un peso de encima y eso la dejó descansar.

Al verla con los ojos cerrados y con cara de felicidad, me propuse a mi mismo volver a jugar de nuevo otra noche y ahora sí, debía ganar yo fuese cómo fuese.