Solo era el principio (03) Sus primeros pinitos

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 03

Sus primeros pinitos…

VIERNES, 18 DE JULIO DE 2008 (NOCHE)

Y cómo era de esperar, nos ocurrió lo que nos tenía que ocurrir, tras una mañana llena de presiones y sorpresas y el posterior arreglillo del jardín terminado con un regado del mismo, el cansancio hizo que nos quedásemos dormidos como angelitos, abrazados el uno al otro.

Eran casi las ocho de la tarde cuando me desperté con mi mano sobre su sonrosada y recién depilada piel. Tras casi veinte minutos de espera recordando todo lo ocurrido y viendo que ella no se espabilaba, con mi mano empecé a darle unas suaves caricias en aquella zona ahora tan despoblada y que hace unas horas era un verdadero bosque salvaje. Suavemente acerqué mis labios a su cara para darle un par de cariñosos besos en su mejilla y empecé a despertar a mi bella durmiente de la mejor forma que sé.

  • ¡Hola, mi vida!, le dije con una voz realmente delicada.

  • ¡Hola, mi amor!, me respondió ella entre susurros pero sin llegar aún a despertarse.

  • ¿Cómo estás?

  • ¡Creo que bien, aunque un poco dormida!

  • Mientras me doy una ducha te vas despertando, ¿te parece bien?, le pregunté mientras que mis dedos no dejaban de manosear aquel lugar tan bonito que ella guardaba entre sus piernas y mis labios no paraban de pasearse por sus delicados pezones.

  • ¡Vale!, me contestó sin muchas ganas de hacerme caso y con muchas de seguir durmiendo.

  • ¡Venga, dormilona! Despiértate ya que te invito a cenar algo en la calle y luego a tomarnos una copilla en la plaza, ¿te apetece?, le dije aumentando el volumen de mi voz y dando un salto de la cama, dispuesto a ducharme cuanto antes y seguir disfrutando del fin de semana que acababa de empezar.

  • ¡Bueno, vale!, pero déjame que me despierte por lo menos, ¿no?, me contestó ella, creo que aceptando mi propuesta de irnos a la calle en cuanto nos diésemos un refrescón.

Tardé prácticamente nada en ducharme y en cederle el cuarto de baño a ella.

Mientras me vestía y ella se duchaba se me ocurrió una idea de las mías basada en todo lo que había ocurrido durante la mañana. Pero para llevarla a cabo tendría de pedirle que se vistiera, otra vez, de forma provocativa, aunque ahora con una falda más corta que la de esta mañana y una camisa también bastante más escotada que la de esta mañana. Rápidamente y antes de que saliese del baño me puse a rebuscar en el armario buscando lo que yo deseaba. En cuanto vi en mis manos las prendas que quería que se pusiese, enseguida supe que no iba a ser fácil convencerla de que se vistiese con aquellas ropas, así que para no darle muchas opciones se las preparé sobre la cama para que cuando saliese del baño no discutiera. Cuando salió le conté la primera parte de mi intención y aunque yo creí que me iba a decir que no, dándome una sorpresa no me puso ningún impedimento, simplemente miró la ropa, me dijo que la dejase sola en el dormitorio y se puso a vestirse.

Tras un buen rato de espera sentado frente a mi ordenador viendo coñitos sin pelo para compararlos con el de mi amada, me llamó desde la habitación. Tal y como la escuché salí disparado hacia el cuarto.

  • ¿Qué?, ¿qué te parezco? , me preguntó poniéndose delante de mí enseñándome su precioso cuerpo lleno de exuberantes curvas.

No contesté, mis ojos como platos y mi boca abierta llena de babas respondieron por mí. ¡Verdaderamente era un sueño de mujer! Sin duda estaba realmente preciosa, la falda le hacía resaltar ese agraciado y atractivo culo que tanto me gustaba y su camisa dejaba poco que pensar a mi pervertida imaginación.

He de decir que desde siempre me ha gustado ser un poco mirón y aún hoy tengo la costumbre de volver mi cabeza en la calle a mirar los culos de las chicas o estar sentado en un bar frente a alguna mujer intentando ver lo que oculta entre las piernas. Es una cosa que nunca he disimulado ante mi mujer y a la que Sandra nunca se ha opuesto, todo lo contrario, si ve pasar un buen culo y yo no lo he visto, como una buena esposa que es, me avisa.

Pero lo malo de todo esto, o lo bueno ¿quién sabe?, que es a lo que iba, es que también me gusta que los tíos miren a Sandra. Pero no que la miren de refilón, ¡qué va!, me gusta que la miren de forma provocativa, con la misma lujuria que yo miro a otras. Eso me pone nervioso, incluso yo creo que un poco celoso. No puedo negar que disfruto como un enano cuando alguien se la come con los ojos pensando en lo que haría con ella si la tuviese desnuda sobre la cama.

Pero bueno, sigamos con la historia.

Una vez listos, bien besados y magreados el uno por el otro, salimos de casa dirección al restaurante. Esta vez fuimos andando porque sabíamos de antemano que alguna que otra copichuela de más, caería.

  • Si fueses sola seguro que conseguirías tres o cuatro novios, le dije mientras caminábamos por la calle intentando cambiar radicalmente el sentido de nuestra insípida conversación.

  • ¡Seguro!, sabes que tengo facilidad de palabra , me respondió ella siguiéndome el juego.

  • Además, como veamos de nuevo al tío de esta mañana, me lo follo. ¡Bueno, a ese o a otro que esté igual de bueno!, me dijo del tirón y casi sin respirar entrando al trapo como nunca pensé que lo haría.

  • ¿De verdad?, le dije totalmente entusiasmado por su sugerencia.

  • ¡Anda ya! ¡Es que te lo crees todo, eh!

Pero claro, no es que yo me lo creyera todo, es que ella me lo había sugerido esta mañana varias veces y ahora había vuelto a sacar el tema.

Así que insistiendo un poco más en el asunto, volví al ataque.

  • ¿Quieres que hagamos la prueba después de la cena para salir de dudas?, le pregunté directamente al ver que ella en principio había entrado en mi perverso juego pero sin saber muy bien a que se exponía y con quien se la jugaba.

  • ¡Mira, cari!, ¡la semana que viene hay una fiesta en la plaza!, ¿me vas a traer?, me respondió ella cómo haciéndose la loca.

  • ¡No cambies de tema!, ¿lo hacemos o no?, le dije a sabiendas de que ella no iba a querer, entre otras cosas por la cambiada de tercio que me acababa de hacer.

  • ¿El qué hacemos?, me preguntó ella.

  • Pues eso, ver si eres capaz repetir lo de esta mañana y ligarte a un pavo.

  • Según me has dicho esta tarde en la cama, esta mañana te quedaste con las ganas, ¿no?, le pregunté repitiendo las palabras que aquella misma tarde me había dicho mientras me comía la polla.

  • ¡Eso fue antes para ponerte cachondo y ya está!, me respondió entre risas.

  • ¡Ah!, ¡muy bonito! Yo comiéndome el tarro para prepararte un jueguecito y resulta que tú te lo tomas a broma, le dije con tono de malhumor haciéndome el enfadado.

  • ¡A ver!, ¿de qué se trata ese juego?, me respondió ella pero demostrando poco interés en mis planteamientos.

  • No es nada complicado, le respondí.

  • ¡Eso lo diré yo!, lo que para ti no es complicado siempre es un problema para mí.

  • Que tú preparas las cosas y luego soy yo la que se come el marrón.

  • ¡Que no, tonta! Si quieres jugar no sería un marrón precisamente lo que te podrías comer, le dije con cierto tono de ironía.

¡Bueno!, con cierto tono no, ¡con total ironía!, ¡para que voy a mentir!

  • ¡A ver!, ¿de qué se trata ese juego?, me volvió a preguntar con un timbre de voz que me sonó casi a reto y que me recordó al que usó el otro día para darse una “duchita rápida conmigo”.

  • ¡Es fácil, verás! Después de cenar, entras sola en el Pub y yo te sigo de cerca a ver qué pasa, le propuse de tirón aprovechando que ella, sin ningún tipo de coacción por mi parte, me había preguntado.

  • ¿Y ya está?, pues vaya tontería de juego, me respondió al escuchar mi sugerencia.

  • ¡Bueno!, ¡ya está no!, luego tienes que intentar ligarte a un maromo ¿Quieres?…

La verdad es que no me dijo ni que sí ni que no, simplemente me miró a la cara con ojos de extrañeza y siguió andando como si nada, creo que nos ignoró a mí y a mi propuesta.

Durante el resto del camino no volvimos a hablar del tema, entre otras cosas porque algo había pasado en el centro y había un jaleo de gente y policías espantoso que nos hizo olvidar, por el momento, mi indecente proposición.

Al llegar al restaurante nos dijeron que tendríamos que esperar un poco pero no mucho. Mientras tanto, entre risas, bromas y toqueteos tontos nos tomamos un par de cervezas en la barra del bar.

Tras la corta espera y sentarnos por fin, el camarero se acercó para pedirnos la bebida. Automáticamente me di cuenta de que aquel cabrón clavó sus ojos en Sandra, bueno, más concretamente en aquel escote tan bonito que dejaba muy poco a la imaginación. ¡Y no!, aquel cabronazo no miraba con cuidado de no ser pillado, ¡qué va!, el hijo de puta miraba de una manera totalmente descarada. Y la gracia de todo aquello es que en vez de ponerme chulo y mandar a tomar por culo a aquel gilipollas, la sangre me subió a gran velocidad a la cabeza haciendo que me pusiese un poco nervioso y que la boca se me quedara totalmente seca por culpa de la excitación de ver que mi mujer estaba poniendo cachondo a otro tío que no era yo.

Cuando el camarero se marchó, Sandra me miró de forma traviesa.

  • ¿Has visto cómo me ha mirado? , me preguntó Sandra que se había dado cuenta perfectamente de aquellas miradas.

  • ¡Joder que si lo he visto! Ese cabronazo no te ha mirado, ¡te ha comido las tetas con la vista!

  • Antes me habías dicho que querías jugar, ¿no?, preguntó de forma picarona.

  • ¡Sí, claro que sí!, le contesté totalmente orgulloso al pensar que mi mujer iba a entrar al trapo de mi desafío.
  • ¿Y quieres jugar ahora?

  • ¿Ahora?, ¿ahora cómo?, le respondí pensando que ya había visto algún pardillo en la barra del bar o en alguna una mesa cenando.

  • ¿Qué te parece si pongo cachondo al camarero?

Ni que decir tiene que le contesté que sí. No era la idea que yo tenía pero viendo el salto que mi rabo dio dentro del pantalón al escuchar tal sugerencia de los labios de Sandra, enseguida pensé que podríamos aprovechar la cena para ir caldeando el ambiente y poder pasar a mi plan secreto, que aunque no habíamos vuelto a hablar de él, a mi no se me había olvidado.

En cuanto el camarero trajo la botella de sidra que habíamos pedido, Sandra puso su plan en funcionamiento. Se había colocado con los codos en la mesa y la cabeza un poco echada hacia atrás dejando, desde la altura del camarero, una vista inmejorable de la blanca carne de sus melones y su tremendo canalillo. Este, que para nada era tonto, tardó un buen rato en abrir la botella, entre otras cosas, porque no miraba al corcho sino directamente a sus tetas. Yo, sin pararme a pensar en lo que estaba ocurriendo me sentía a gusto, estaba cada vez más excitado viendo como miraban las tetas de mi mujer y, si mucho no me equivocaba, me daba la impresión de que a Sandra le gustaba más que a mí, ya que a la vez que este le miraba las domingas, ella movía una pierna bajo la mesa dándome pequeños golpecitos en las mías.

Durante la cena nos tomamos dos botellas de sidra natural y con los calentones con el camarero entre plato y planto y las botellas de “sidriña”, me encontraba bastante despreocupado por todo.

  • ¿Quieres un postre?
  • ¡Vale!, contestó ella de inmediato.
  • Me apetece algo de dulce.

  • ¿Dulce?, ¿dulce cómo qué?, pregunté de forma ingenua.

  • Me meto bajo la mesa y de postre te chupo la polla, ¿quieres?

  • ¡Pues te lo tendrás que ganar!, le dije a sabiendas de que aquello no iba a ocurrir aun conociendo a Sandra que era capaz de aquello y de mucho más.

  • ¡Ya estamos!, ¿qué tengo que hacer ahora?, me dijo Sandra de mala gana pero añadiendo un “tacatachiquititimua” al final de su comentario.

"Tacatachiquititimua" para quien no lo sepa es un gesto propio de Sandra que consiste en enviarme un beso a la par que me guiña un ojo de forma provocativa.

Aquel suave beso que me lanzó me dio a entender que tenía vía libre para hacer lo que yo quisiera. Bueno, miento, para hacer lo que ella decidiese hacer, no puedo negarlo.

  • ¡Ábrete un poco más la camisa antes de llamar al camarero, anda!

  • ¿Sólo eso?, ¡pos vaya!, me contestó mientras que se quitaba otro botón y se estiraba un poco más del escote hacia abajo a la par que se bajaba un poco el sujetador.

¡Joder!, ¡me puse como una moto cuando pude ver, prácticamente entero, uno de sus pezones atrapado por el filo del sujetador! Aquello era mucho más de lo que yo le había pedido, sin duda.

  • ¡Camarero!, dijo Sandra levantando la mano para llamar al ídem.

Pero cuando vino el camarero vimos que no era el mismo de antes, era otro chaval mucho más joven que el anterior pero con una caraja encima que no se tenía. El tío vaina ni tan siquiera la miró. Así que Sandra con cara de pocos amigos, se colocó la ropa en condiciones y seguimos cenando.

¡Valiente par de gilipollas!, pensé con resignación. De momento no me habían dejado saber hasta dónde podría llegar Sandra. Aunque aquello no nos hizo decaer y para finalizar la cena pedimos un par de cubatitas, ella de whisky y yo de ron, que consiguieron que a la hora de salir ya fuésemos un pelín chispadillos.

Cómo ya habré dicho, Sandra cuando bebe un poco de más pierde algo de miedo y se vuelve bastante más lanzada de lo habitual.

Cómo digo salimos del restaurante con un calentón del quince y nos dirigimos al Pub.

  • ¡Cari, hazme un favor! Sepárate de mí y ve tu sola por delante. Yo iré a cincuenta o sesenta metros detrás de ti.
  • ¿Sigues con la idea de antes?, ¡yo pensé que se te había olvidado!

  • Tu sabes que a mí las cosas no se me olvidaban fácilmente, y menos cosas de este tipo, le dije dejándole claro que es lo que quería.

  • ¡Bueno vale!, haremos la prueba pero no te prometo nada , me dijo dándose media vuelta y poniéndose cara a cara conmigo.

  • Y como no me guste, lo dejo y me voy para casa, remató finalmente cogiéndome descaradamente el paquete y dándome un fuerte apretón en los huevos justo en el momento en el que pasaba un grupo de gente por la acera de enfrente.

Y sin dejarme responder me dio un beso en los morros, soltó mi dolorido bulto y dándose media vuelta aceleró su paso para separarse de mí. Me dio la impresión de que cómo sabía que yo estaría detrás de ella en todo momento se sentía protegida y eso hacía que se comportara de esta forma.

Algunas veces le había dicho que actuara así cuando fuese sola y que luego me contara la reacción de los demás, sobre todo cuando iba en el coche y los obreros de alguna obra la piropeaban, pero ella nunca había querido hacerlo, quizás por miedo a los obreros o a ella misma, ¿quién sabe?

Acelerando el paso comenzó a andar hacia el Pub mientras que yo me fui retrasando para que cuando llegara, aunque los dueños nos conocieran bastante bien, el resto de clientes del bar no notaran que íbamos juntos. Cuando ella llegó a la puerta del Pub, yo me quedé en la escalera de la plaza viendo cómo reaccionaba. Entró saludando a uno de nuestros conocidos allí y más chula que un ocho, como ella siempre es, se dirigió a la barra. Cuando yo entré al par de minutos, haciendo todo lo posible para que la gente no me viese, miré desde la puerta y vi que se había sentado en un taburete de la barra de espaldas a la puerta.

Además de Sandra, en la barra había un par de tíos charlando y justo al lado de ella una pareja de chicas. Desde la puerta pude ver como unos cuantos tíos que había en una mesa le habían echado el ojo. En ese momento entré yo y sin que ni ella ni el camarero me viesen, me puse al otro lado del bar y me senté cerca de la mesa de estos tíos. Una zona cerca de los lavabos, pero desde dónde podría ver todos los movimientos de Sandra sin ser visto por ella.

Mi preciosa mujer estaba sentada en la barra mostrando sus piernas bajo la falda, que dejaba bastante poco a la imaginación. Cuando las cruzaba al estilo Instinto básico, los tíos que estaban allí la miraban con ojos de querer comérsela. Yo me volvía loco al ver que otros la deseaban, y que era mía, sólo mía ¡mi tesoro!

Sandra pidió una copa y empezó a hablar no sé de qué con el camarero, que cómo ya he dicho, era un antiguo conocido nuestro. Al poco tiempo, el camarero se fue despidiéndose de ella y de los otros clientes porque había terminado su turno, favor que me hizo para que no descubriera que yo estaba allí. Cuando estuvo de nuevo sola, se dio media vuelta mirando al tendido pero examinando cual sería presa. En ese momento noté que Sandra se quería hacer con la situación para calentar a los cuatro tíos de la mesa de enfrente. Cruzó las piernas de forma que la falda se subió un poco más aún si podía, dejando a la vista sus dos preciosas cachas y dándoles un inigualable espectáculo en primer plano. Yo miraba desde detrás de ellos pero sin hacer ningún comentario.

  • ¡Joder, que pedazo de zorra!, dijo uno.
  • ¡Pues yo me la follaba aquí mismo delante de todo el mundo!, dijo otro dándose un soberano masaje sobre el paquete.

Pero la verdad es que aquellos cuatro eran más de boquilla que otra cosa porque con lo fácil que se lo estaba poniendo Sandra, ninguno fue capaz de levantarse e ir a por ella. Sandra al ver que ninguno se animaba se volvió a dar la vuelta, no antes sin echar un vistazo por el Pub para ver donde me encontraba yo. Al ver que me buscaba con la mirada, para que nadie más me viese, sólo ella, levante disimuladamente un brazo con el pulgar hacia arriba dándole a entender mi posición y mi felicitación por lo que había hecho hasta ahora.

No tardó mucho tiempo en acercarse a ella uno de los dos chicos que estaban sentados en la barra. Era un niñato de unos veintitantos añitos. Comenzaron a charlar, pero me dio la impresión de que no era del agrado de Sandra por que literalmente lo echo en menos de tres minutos.

El tiempo seguía corriendo en mi contra y no pasaba nada. Ya me estaba dando por vencido y a punto de irme a la barra con ella cuando un segundo hombre de unos treinta y pocos años, alto, guapo y moreno, un tío buenísimo según ella me contó después, se acercó a ella. Automáticamente comenzaron a charlar de forma amigable y tras un rato de palique la invitó a una copa a la que Sandra aceptó de buen gusto. Yo controlaba todos sus gestos, y llegué a la conclusión que ese tipo si le gustaba de verdad. Sandra hablaba, reía, tocaba su brazo e incluso él llegó a ponerle una mano en la parte de sus muslos que tenía fuera de la corta falda. Aunque la cosa se empezaba a caldear más de lo normal, decidí, de momento, no intervenir para saber hasta dónde era capaz de llegar. ¡Verla comportarse como una putita me ponía cachondísimo!

Tras un buen rato de charla, ya pasaba más de media hora desde que le conoció, Sandra se levantó de su taburete y se dirigió hacia mí dejándome un poco fuera cacho.

¡Pero no, no venía hacia mí!, iba al servicio.

Al pasar a mi lado me lanzó un nuevo “tacatachiquititimua” acompañado de un especial guiño como sólo ella sabía hacerlo y que me dejó con ganas de mandarlo todo a tomar por culo y salir corriendo con ella a la primera esquina que pilláramos.

Como todos los servicios de todos los locales del mundo, este estaba al fondo a la izquierda y para no variar, había varias mujeres en la puerta, así que se tuvo que ponerse a hacer cola en la entrada de los lavabos. Estaba a menos de dos metros de mí, pero no podía tocarla, el tío de la barra no le quitaba ojo de encima, bueno ni él ni ningún tío del local, todos la miraban con cara de sádicos mientras que yo estaba allí sentado, disfrutando de aquella situación. Me sentía poderoso y feliz por tener aquella maravillosa mujer. Tenía claro que por muchas fantasías que tuvieran todos ellos, al final sólo se cumplirían las mías.

Cuando por fin salió del baño vi como en su mano llevaba algo agarrado y que al pasar por mi mesa, de forma disimulada lo dejó caer al suelo. Sin darme tiempo a nada me lancé sobre lo que se le había caído. Menudo sorpresón me llevé cuando recogí lo que había tirado ¡Eran sus braguitas! Con el corazón en un puño por los nervios las apreté fuertemente con mi mano como queriéndolas exprimir y juro que las apreté tan fuerte que el rastro húmedo que ella había dejando en las bragas corrió entre mis dedos. Cuando fui a mirarla para compartir aquel caliente momento, ya estaba sentada de nuevo en el taburete, ahora para más INRI, sin bragas.

Abandonándome a mis perversiones y sin que nadie me viera acerqué el tanga a mi nariz y empecé a olerlo. ¡Joder!, estaba empapado. ¡Qué bien olía! Menos mal que no quería jugar a mi juego, que si llega a querer funde las bragas con el calor de su coño, pensé.

Mientras que yo seguía secándome el sudor con aquel trocito de tela perfumada, los dos seguían en la barra del bar consiguiendo que con su interesante charla estuviesen cada vez más cerca el uno del otro. Frío me quedé cuando aquel mamarracho le volvió a poner su mano abierta sobre la rodilla y acercando su cara a la de Sandra, le dijo algo al oído haciendo que ella comenzara a reír como si le hubiese hecho mucha gracia lo que le había contado. Pero más frío me quedé cuando en un momento dado noté como ella movía las piernas incitándolo a que llevara la mano más arriba. ¡Qué loco estoy!, en vez de enfadarme, cuanto más veía más me calentaba esa situación, ¡tenía una erección extraordinaria! De forma muy lenta, la mano del extraño, (para mí, no para Sandra), comenzó a recorrer la parte interior del carnoso muslo de la pierna que estaba cruzada. No sólo me calentaba esa situación a mí, pude notar que muchos ojos de otros tíos que estaban en el bar también estaban en los redondos muslos de Sandra. Dándome una lección de vicio, mi querida mujer se acercó a él y pasó lo que nunca pensé que pasaría, dio un suave y ligero beso en la mejilla de aquel fantoche. Aquel tonto beso le dio pie al extraño a arrimarse aún más a ella para automáticamente cogerla de la cintura y sin cortarse ir deslizando poco a poco la mano hasta dónde la espalda pierde su hermoso nombre. Aquello ya se me estaba yendo de las manos, pero el colmo fue cuando Sandra se agarró al culo de él y empezó a pellizcarlo. No sé qué le dijo, pero tras el pellizco se levantaron de los taburetes de la barra y se sentaron en uno de los sofás que estaban a escasos dos metros de mi, ella de frente y él de espaldas a mí. Cómo si aquello fuese lo más normal del mundo cogieron las copas y comenzaron de nuevo a charlar amigablemente.

Pero sin llegar a creer que Sandra fuese a más, para mi ruina la cosa siguió degenerando como cuento a continuación.

La mano de él comenzó a tocar con la punta de sus dedos la rodilla de Sandra y poco a poco se fue abriendo camino de nuevo hacia sus mulos mientras que la mano que le quedaba en el interior la pasó por detrás de la espalda de Sandra moviéndose lentamente cuando llegó a su destino, que si no me equivoco, era el formidable culo de mi mujer. (Esto último no lo pude ver por la posición que tenían, pero seguro que le estaba tocando el culo). Yo me estaba poniendo malo, no sé si por ver a Sandra con otro tío o por no estar yo allí.

De repente él acercó su cara a los labios de Sandra y ella echó la cabeza hacia atrás rechazándolo pero dando la impresión de que no quería quitar sus labios. Sandra, que estaba justo enfrente de mí, me miró de reojo pidiéndome permiso. Con un gesto de mi cabeza ella entendió que sí y sin darme tiempo a más, metió su lengua en la boca de aquel hombre dándole un beso que a mí me sentó como un navajazo en el hígado. ¡Pero yo no podía sentir celos, no tenía derecho a tenerlos!, era lo que quería y sabía que ella lo estaba haciendo por mí. ¡Bueno, por mí y por ella!, que por cierto, bastantes ganas le ponía en ese momento.

Hay que añadir a favor de Sandra que el montón de alcohol que llevaba bebido también ayudó bastante, ¡que ella no va por ahí comiendo morros así como así!

Las cosas ya no se me habían ido de las manos, ya eran imposibles de dominar. Tenía dos opciones o seguir con el juego hasta que ella parase, cosa que de momento me parecía difícil, o levantarme y pararlo yo. Pero la calentura que tenía encima no me dejaba hacerlo, tenía ganas de cogerla, llevármela y follármela en plan bestia en la primera esquina oscura que pillásemos. Y eso es justo lo que iba a hacer cuando los vi levantarse y una profunda y picara mirada de Sandra me paró los pies, iban hacia la pista de baile. Sandra me volvió a mirar, la miré y me levanté del sofá para ir tras ellos.

La pista no era muy grande y habría otras ocho o nueve personas bailando. El disc-jockey, yo creo que por eso me caía tan mal, se había puesto en mi contra. Siempre ponía bacalao y pamplinas de esas y justo en ese momento empezó a poner música lenta, ¡valiente cabronazo!

Nada más entrar en la pista se pegó al cuerpo de Sandra y empezaron a bailar. Podía ver como su mano izquierda rozaba su espalda, pero la derecha no conseguía verla y como el que no quiere la cosa, me fui girando para buscar aquella mano perdida. Por fin la pude ver, ¡estaba allí!, ¡entre los dos!, y con disimulo levantaba la falda de Sandra buscando su entrepierna libre de bragas. A pesar de querer disimular ambos, era tan evidente lo que estaba pasando entre ellos que incluso uno de los chavales de la mesa hizo un comentario bastante tétrico.

  • No veas esos dos, parece que estén follando más que bailando, ¡qué cabrones!

Al escucharlo noté un cosquilleo en el estómago, aquello ya no pude aguantarlo y sin querer queriendo empujé a alguien que también estaba bailando para que a la vez los empujara a ellos. Él, al notar el brusco movimiento se separó rápidamente de Sandra. Ella, que se había percatado de todos mis movimientos, sin que su acompañante se diese cuenta se acercó a mí.

  • ¡Déjate de besitos y magreos!, mejor seguid en el sofá que yo os vea, ¡anda!, le dije al oído con disimulo para que nadie lo escuchase y sin que su noviete se diese cuenta.

A continuación me di media vuelta y me volví al sofá. A los pocos segundos ellos también dejaban la pista de baile.

Él se fue directamente al sillón y ella se dirigió de nuevo a los servicios. Ahora ya no había cola, el Pub estaba mucho más tranquilo y prácticamente vació, así que cuando vi entrar a Sandra en el baño, me puse de pie y me fui detrás metiéndome dentro con ella.

  • ¡Hola!, ¿te lo estás pasando bien?, dije nada más entrar.

Al escucharme se pegó un buen susto pues no esperaba verme allí dentro.

Sin dejarla hablar la empujé contra la puerta del baño y empecé a besarla con ansias, metiendo mis manos por la entrepierna desnuda que antes había tocado otro.

  • Parece que te gusta esto, ¿no?, le pregunté.

  • ¡Nunca imaginé que podría pasarlo tan bien sintiéndome tan puta! , me respondió cerrando sus piernas para dejar mi mano entre ellas.

Yo no salía de mi asombro viendo y escuchando a Sandra, me daba la impresión de que allí el único sorprendido era yo y ella era la experta. Yo siempre pensé que a las primeras de cambio se iba a rajar, ¡pero joder, como había cambiado el cuento!

  • ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar?, le pregunté.

  • ¡Hasta donde tú me digas! , me contestó con una suave voz melosa a la vez que pasaba su lengua por el interior de mí oreja.

  • ¡Vale!, le dije.

  • Creo que debemos terminar con esto que para ser la primera vez ha estado más que bien. ¡Ahora quiero que me lo presentes!, le dije dejándola con la boca abierta.

  • Aún no sé como lo haré, pero cuando yo llegue y te salude, me sigues la corriente, ¿vale?

  • ¡Sí, wana!, me respondió mientras se ponía bien la ropa y salía del baño.

  • ¡Y déjate de besitos, joder!, ¡que eso no me gusta!, le dije antes de que cerrara la puerta.

Al par de minutos salí yo y me acerqué hasta dónde estaban, haciendo como si viniese de la calle. Sandra me sonrió y en ese momento cogí las riendas del juego.

Me acerqué y con un fuerte beso en la boca y echándole mano al culo la saludé como si hiciese un siglo que no la veía. El tipo se sorprendió bastante al verme, se le quedó una cara de gilipollas que no podía con ella, me dio la impresión de que tenía bastante claro que hoy se iba a follar a Sandra y que yo le acababa de joder el plan.

  • ¡Hola mi amor!, hace más de una hora que te espero , me dijo Sandra con la voz un poco nerviosa.

  • ¡Lo siento, vida!, perdóname por haberte hecho esperar. Es que me he retrasado con un problemilla en el coche pero que ya está arreglado, le dije improvisando un plan que aún no tenía claro del todo.

Todo esto lo hacíamos sin hacerle el más mínimo caso al acompañante de Sandra. Este, sin embargo, cada vez tenía más cara de mala leche, así que antes de que saltara él, salté yo

  • ¿Por qué no me presentas a tu amigo?, le pregunté a Sandra.
  • ¡Claro que sí, mi vida! Se llama Alex, nos hemos conocido hace un rato y estábamos charlando de las veces que han levantado las calles de este dichoso pueblo.

Sandra miró hacia Alex con una mirada de complicidad para que le siguiera el juego. ¡Vaya, me estaba mintiendo! ¡Qué bien lo hacía la cabrona!

Nos dimos la mano para saludarnos y sin pedir permiso siquiera, me senté junto a ellos y comenzamos a charlar. Nos tomamos una copa pero al rato de estar charlando y ver que el tema no seguía por el mismo derrotero que él hubiera deseado, dijo que se marchaba, que había quedado con unos amigos para ir a no sé dónde y se despidió de Sandra con un casto beso en su mejilla y un seco “hasta luego” para mí.

Cuando por fin desapareció de nuestra vista, comenzamos a charlar sobre lo ocurrido.

  • ¡Vaya con el tal Alex!, si no me espabilo, te folla aquí mismo en el sofá, le comenté a Sandra.

  • ¡Pues seguro!, lo que pasa es que me lo has cortado. Llevaba un calentón de cojones, ¡no veas que pedazo de bulto tenía en el pantalón!

  • Yo creí que no ibas a ser capaz. Pensé que te ibas a cortar, pero he visto que eres capaz de mucho más, le dije.

  • Ya te dije antes que haría todo lo que me pidieses, ¿no?

  • Y la verdad es que al final me he ido calentando poco a poco y me he puesto cachonda perdía. Lo he pasado realmente bien. Es más, me gustaría repetirlo otro día.

  • ¿Serías capaz de repetirlo?, pregunté lleno de ilusión.

  • ¡Ya te digo!, ¡la pena es que no me ha dado tiempo de tocarle el rabo! , terminó diciendo con voz apenada.

  • ¡Me encanta que seas tan zorra! ¿Te gusta tu amiguito Alex?, le pregunté.

  • ¡No está mal del todo!, pero tú me gustas más.

  • ¡Joder!, cualquiera lo diría. Poco te importó que te tocara el coño en la pista o comerle los morros en el sofá.

  • ¡Eso no es nada!, me dijo.

  • A partir de ahora y cada vez que quieras seré tu puta. ¡Verás de lo que soy capaz!

Mi cara cambió por completo. Debía tener una risa de gilipollas la mar de tonta.

En aquel momento, más que nunca, tomé la firme decisión de que Sandra, con el consentimiento de ella, claro está, debía follar con otro hombre. Si sólo con pensarlo me ponía cachondo, el verlo tenía que ser impresionante. Me encantaba la idea de ver en mi propia cama, cómo mi propia mujer se tragaba el cipote de un hombre ajeno a nuestra relación mientras que yo me pajeaba felizmente en el sillón.

Durante un buen rato seguimos bebiendo y con la charla me había bebido dos o tres copas de más de las que mi cuerpo aguantaba. Tantas copas no me habían sentado bien. ¿O quizás fue la cena lo que me sentó mal?, ¿no sé?

  • ¡Cari!, no me encuentro muy bien, lo mejor será que nos vayamos para casa antes de que termine borracho como una cuba.

  • ¡Vaya!, con lo a gustito que estábamos ahora, me respondió ella usando una vocecilla de pena.

  • Si quieres quedarte, quédate, no me importa, le dije yo, creo que sin saber muy bien lo que decía por la borrachera que llevaba encima.

  • ¡No te preocupes, cariño!, nos vamos para casa…

  • Pero la invitación a quedarme sola la tendré en cuenta para futuras salidas.

Estaba un poco mareado, pero no borracho, sabía perfectamente dónde estaba y era capaz de recordar todo lo que había pasado con una claridad extraordinaria, pero el alcohol no me dejaba regir mis actos.

Durante todo el camino de vuelta a casa fuimos sobándonos y besándonos en cada esquina como si fuésemos una pareja de quinceañeros, estábamos muy ilusionados con todo lo ocurrido. Yo quería que corriese aire por mi cara para despejarme un poco porque estaba totalmente dispuesto a llegar a casa y echarle un polvo a Sandra de los que hacen historia, tenía más ganas que nunca, ella sin duda se lo merecía mucho más que yo, ya que se lo había ganado con creces por lo bien que se había portado toda la noche conmigo y con mis fantasías, y me imagino que tras todos los sobeos que le había dado el tal Alex, el agüita de su chochete debía estar hirviendo a borbotones.

Durante la subida en el ascensor le abrí la camisa y le subí la falda dejando su precioso coño al aire, sin parar de besarla y meter mi lengua entre sus extraordinarias tetas. Cuando cruzamos la puerta de casa, al igual que hice antes en los servicios del Pub, la empujé contra la pared y directamente le metí un par de dedos en su coño mientras seguía comiéndome sus labios comprobando que mi imaginación no me había engañado, lo tenía como una olla exprés a punto de reventar, ¡hirviendo!

  • ¡Tranquilo, vida!, ¡estás muy nervioso! , me sugirió apartándome un poco de ella para poder salir de mis garras.
  • Vamos a fumarnos un cigarrito, bajo al perro y ahora seguimos, que si no luego te corres enseguida .

Mientras que ella fue a buscar el tabaco, le dije que iba al baño. Cuando salí del cuarto de baño fui hacia el dormitorio para ponerme algo más cómodo. Pero mi error fue fatal, me dejé caer en la cama, y la comida, que sin duda me había sentado mal, hizo que me quedase frito en un santiamén.

A Sandra creo, si mal no recuerdo, la dejé en el salón fumándose un cigarro y viendo la tele. Después del calentón yo sabía que era una putada dejarla así, pero que me perdonase, no podía más. Mañana sería otro día para pedirle perdón, si ella quería aceptarlo, ¡claro está!