Solo era el principio (02) La cosa empieza a...

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 02

La cosa empieza a funcionar…

VIERNES, 18 DE JULIO DE 2008 (MAÑANA)

Tras lo ocurrido ayer me dio la impresión de que el futuro cercano pintaba bien y sí mucho no me equivocaba, a partir de aquel día el sexo en pareja iba a ser algo más salvaje de lo común y con un poco más de dialogo, pero con dialogo del que a mí más me gustaba, ¡del güarrete!

Aquello de que la mujer llevase las riendas del sexo en la pareja era el sueño de cualquier hombre y yo, sin tener claro del todo cómo, lo había conseguido. Pero, no sé por qué tenía la corazonada de que para que aquello cuajase aún tendría que llover mucho ya que ella, aunque de momento no lo aparentase, era una mujer bastante indecisa con las novedades en el sexo y estaba casi seguro que su nuevo comportamiento no duraría mucho tiempo. Y cómo de momento no sabía cuánto podría durar, no lo iba a dejar pasar y me propuse disfrutar de lo que ella quisiera por el tiempo que durara. ¿Qué malo hacía con intentarlo? Creo que Sandra, después de tantos años de insistencia por mi parte, había descubierto que variar un poco durante nuestras juergas de cama le daba un punto extra de excitación y de entrada parecía que aquello le gustaba tanto o más que a mí. Ayer se había comportado como una mujer caliente, una mujer que lo único que pensaba era en disfrutar de cada corrida ¿Por fin se parecía a mí? Tendría que comprobarlo detenidamente, aún tenía mis dudas y tendría que solventarlas.

Era viernes, día de fiesta y después de haberme acostado tan tarde, “no recuerdo muy bien porqué”, las sabanas se me habían pegado un poco, ¡tampoco tenía muchas más cosas que hacer, la verdad!

Eran las diez de la mañana cuando empecé a escuchar las campanas de la iglesia, lo sé porque conté las puñeteras campanadas una tras otra después de oír el tercer toque a misa. Tras acordarme de todos los santos del cielo y de los fachas del barrio, sin abrir los ojos busqué con la mano el cuerpo de Sandra que por lógica debía estar a mi lado. Pero ¡pobre de mí!, me llevé una gran desilusión al ver que sólo estaban su hueco, aún caliente, y su agradable olor pegado a la almohada.

¡Vaya, ya se ha levantado!, pensé.

Cuando fui capaz de abrir los ojos y levantarme, me dirigí al baño con la sana intención de vaciar mi vejiga y después despejarme la cara con un poco de agua fría.

En el momento que mi neurona se recolocó después de aclararme la cara y de quitarme las legañas, me acerqué hasta la cocina, abrí la puerta y entré. Allí estaba ella, apoyada en la encimera, con el perro acostado a sus pies, completamente desnuda y preciosa como una diosa.

  • ¡Buenos días, cariño!, ¿por fin te has levantado?, me dijo con aquella voz tan suave que sólo ella era capar de emitir.
  • Es que anoche no podía dormir y estuve levantado hasta las tantas, le contesté mientras me acercaba a ella para darle un beso de buenos días y aprovechar para pasear mis manos por la cachas de su culo.

¡Sí!, sé que le conté una pequeña mentirilla piadosa. Tampoco era plan de a primera hora de la mañana contarle lo que yo había estado haciendo hasta las y pico, ¿no? Ella sabía de buena tinta que eso de acostarme tarde era muy común en mí así que no le debió extrañar nada.

  • ¡Bueno, no importa!,  ¿quieres un café?, me dijo dándome la impresión de que ella sabía más de lo que yo creía.

  • ¿Si no te importa?, le contesté.

  • ¡Para nada, mi vida!, me dijo dándose media vuelta para encender la cafetera .

  • Por cierto, ¿adónde me vas a llevar hoy de paseo?

  • ¿No sé? Si quieres vamos al rastro a ver si encuentras algo que te guste y luego nos tomamos una cervecita en el centro, le sugerí.

  • ¡Vale!, me contestó con un tono de voz bastante alegre.

  • No es mal plan para empezar un día tan caluroso, terminó diciendo mientras me entregaba el café y se mordía el labio inferior de una forma realmente sensual.

¿Otra vez estaba caliente o simplemente era un comentario a la temperatura que había en el ambiente? ¿No sé?, ¡ya me enteraré!, pensé.

Lo dicho, tras varias bromas y ningún comentario sobre el video, nos arreglamos. Sandra bajó el perro para que meara y tras encerrarlo en la terraza, nos fuimos a la calle.

Ya he hablado varias veces de él, pero aún no lo he presentado…

¡Exacto!, hablo de Duque, nuestro perro. Un perro de mediana estatura, un poco tonto y demasiado ladrador, pero eso sí, poco mordedor. Lleva con nosotros poco tiempo, pero la verdad es que, a pesar de no tener muchas ganas de tenerlo al principio, al final le hemos cogido cariño.

Cómo digo, Duque es un poco lerdo. Sólo sabe comer, dormir y ladrar. Ladra por todo. Cuando llego al medio día, ladra, cuando llego por la tarde, ladra, cuando llega alguien, ladra, cuando alguien se va, ladra, cuando suena un coche, ladra, cuando suena el ascensor, ladra. En fin, cuando… ¡Siempre!, ladra siempre, ¡qué cojones!

Pero bueno, una vez presentado y que ya lo conocéis, poco a poco os iré contando más cosas de él en caso que fuese necesario. Ahora continúo con la historia.

Sandra se había puesto una fina falda negra con una raja lateral bastante grande y encima una camisa blanca casi transparente, con sólo tres botones que dejaban todo su precioso y profundo canalillo al aire. Sobre sus blancos pechos un gran collar de bolas de madera terminado en una gran bola plateada y que ella sabía que tanto me gustaba.

Me enamoré de esos collares el día que vimos aquella película “La pasión turca”. Una película rodada en Turquía y que por diversos motivos le encantaba a Sandra. ¿Quién sabe?, ¡quizás algún día haríamos realidad su sueño de visitar aquel paradisíaco lugar!

Además, para rematar su belleza se puso unos preciosos zapatitos de medio tacón que incluso la hacían un poco más alta que yo. Un pequeño retoque en su cara con algo de maquillaje, sus labios pintados de un suave color marrón brillante y lista. ¡Una chica realmente preciosa!

¡Qué suerte la mía tener aquella belleza a mi lado y llevarla de mi brazo!, me dije a mí mismo.

Al rastro subimos en coche, normalmente no lo hacemos porque se tarda más en aparcar que en recorrer el camino que hay desde casa, pero aquel día de tanto calor no nos apetecía mucho andar, así que después de un par de vueltas tontas con el coche y acordándome nuevamente de todos los santos del cielo por el puñetero tráfico, por fin aparcamos.

El aparcamiento estaba delante de un supermercado en una zona poco habitada y casi a la mitad de camino entre el rastro y casa. Nos quedaba una buena caminata, pero no teníamos mucha prisa.

Por cierto, por aquel entonces empezaron las obras de acerado en esa calle y a fecha de hoy aún no han terminado, ¡espero que acaben algún día!

Pero a lo que iba, al final y tras casi una caminata más larga que la que nos queríamos ahorrar, llegamos al rastro. Una vez allí nos dimos un paseo mirando los distintos puestos buscando nada en especial pero rápidamente nos dimos cuenta de que el calor no acompañaba para estar paseando por la calle entre tanta gente, así que sin tener que hablar mucho, decidimos irnos directamente a la segunda parte del plan. Nos fuimos a la cervecería dónde normalmente terminábamos casi siempre por aquel entonces.

Tras el camino de vuelta nos sentamos en la terraza bajo una gran sombrilla, nos pedimos unas cervezas y comenzamos a hablar de todo y de nada. Mientras charlábamos yo no dejaba de mirar como brillaba la bola plateada de aquel precioso collar que tenía entre sus pechos y sus piernas cruzadas que dejaban al aire prácticamente la totalidad de su muslo. ¡La imagen era increíble!

En una de estas y haciéndome el loco puse mi mano sobre su muslo y comencé a sobárselo con ganas. Cómo era de esperar no la apartó, al contrario, puso su mano sobre la mía continuando con la charla como si nada.

Entre el calor y el palique nos tomamos unas cuantas cervezas, yo creo que incluso alguna de más. El bar, al ser bastante céntrico tenía mucho tráfico de gente y las cervezas nos llevaron a empezar a bromear entre nosotros de la gente que pasaba ¡Que ropa más fea!, ¡que pelo más raro!, ¡cuánta pintura!, ¡vaya tía! Así estuvimos un buen rato, hasta que en un momento dado levanté la vista hacia Sandra y pude ver que me miraba fijamente. Sus ojos estaban totalmente abiertos y sus labios húmedos.

  • ¿Sabes una cosa?

  • ¡Dime!, dije con toda la naturalidad del mundo.

  • ¡Me gustaría saber cómo tiene la polla aquel tío de allí!

  • ¿Qué?, respondí realmente sorprendido.

  • ¿Que si me dejas?, me preguntó con aquel tonillo de voz que hasta el día de ayer jamás lo había escuchado pero que ya empezaba a ser bastante familiar en nuestras conversaciones.

  • ¿Que si te dejo, qué?, le pregunté tartamudeando.

  • ¡Pues eso!, ¡saber cómo tiene la polla! , me respondió entre susurros y acercando sus labios a mí oreja.

¡Tonto de mí!, al igual que ayer en la bañera no supe que responderle y a pesar de los casi treinta y cinco grados a la sombra que hacían en ese momento, me quedé helado. Nunca creí que pudiese ser tan directa en ese tema. Yo pensaba que lo de ayer en el sofá y luego en la bañera sólo había sido un calentón de verano, pero para mí suerte me estaba demostrando, con creces, que quería seguir con el juego. ¡Sí!, ¡es verdad!, ayer me folló pensando en otro nardo que no era el mío y lo de otro tío con ella lo habíamos fantaseado otras veces en la cama mientras follábamos, incluso que yo los miraba sentado en el filo de la cama, los grababa en video y les hacía fotografías, pero nada más. ¡Pero salirme dos veces seguidas con lo de que se tiraba a otro tío era totalmente nuevo! Me pilló tan de imprevisto que mi única reacción fue excitarme y para no variar, mi polla al momento se puso dura e incluso noté que se me notaba a través del fino pantalón que llevaba puesto.

Sandra se dio cuenta al momento de las dos cosas, de mi reacción y de mi erección, me miró y soltó una pícara sonrisa, de las que te gustan pero que no sabes de que pueden ir acompañadas.

  • ¿Entonces qué?, ¿le digo que quiero que me la enseñe para ver si es de mi gusto y si es así se la chupo o qué? ¿Dime?…

  • ¡O mucho mejor!, ¿por qué no vas tú y le dices que tu mujer quiere verle la polla y si está bien le haré una buena comida mientras tú nos miras?

¿Comorrr?, me estaba poniendo malo, mi polla ya no aguantaba más el descaro de Sandra. Creía que todo el mundo me estaba mirando. ¡Tenía la polla a punto de reventar!

  • ¡Bueno!, si tú no quieres pues nada, ¡tú te lo pierdes! Podías haber estado delante mientras me comía ese rabo…

  • Además, el tío está hasta bueno. Si me hubieses dejado le hubiese hecho un par de favores.

La verdad es que la cosa no pintaba mal, me estaba gustando su descaro. Era justo en lo que yo siempre había querido que se convirtiese, al final no era tan mal maestro.

Pero justo en el momento que yo iba a entrar al trapo para ver si era capaz de seguir adelante, Sandra vio mi reacción y me cortó dejándome con dos palmos de narices.

  • Lo mejor será que nos vayamos a casa, hace mucho calor y a mí me sobra toda la ropa. Además, te tengo preparada una sorpresa, terminó diciendo mientras se metía entre los labios la bola plateada del collar simulando que se estaba comiendo un no sé qué.

  • ¡Pues ahora no va a poder ser!

  • ¿Y eso por qué?, me preguntó al oír mis palabras.

  • ¿Por qué una zorrona me ha puesto “to” cachondo y ahora, con los huevos como los tengo no puedo ni andar?, le dije señalando con mi dedo al bulto que tenía entre las piernas haciendo que ella se girase para mirármelo y se echase a reír.

  • Tendremos que esperar a que se me baje la hinchazón, le dije riéndome yo también no sé muy bien de qué.

Tras un rato más o menos largo aguantando las malvadas risitas y las pícaras miraditas de mi calenturienta esposa mientras que mi bulto dejaba de ser evidente a primera vista, más caliente que un plato de puchero en el mes de agosto, pagué y nos levantamos dirección al coche que estaba justo en la calle de enfrente.

De camino al coche y sin importarme si alguien me veía o no puse mi mano en su culo sobándoselo sin parar. Su culo siempre me ha obsesionado, es como un imán que atrae a mi mano.

Pero si la cosa ya estaba cómo estaba, aún se puso más interesante cuando llegamos cerca del coche.

Ella, con bastante menos disimulo que yo pero sabiendo que aquella calle era bastante solitaria, empezó a sobarme el paquete mientras andábamos. ¡Menos mal que por esa zona, al estar de obras, solía haber poca gente, que si no, hubiésemos pasado un ratito bastante complicadillo! Aquellos roces me estaban poniendo muy, muy bruto y estaba loco por llegar a casa cuanto antes para bajar mis humos y por supuesto los de ella. En cuanto la pillase le iba a echar un polvo que durara por lo menos, por lo menos, por lo menos, cinco minutos o así.

Tal y como entramos en el coche y nervioso como iba, a la segunda intentona conseguí meter la llave en el contacto para arrancar pero ella no me dejó, se acercó a mí y me volvió a meter mano. Con una mano me agarraba el paquete y con la otra me manoseaba los pelos del pecho mientras su boca se pegaba a la mía como una chupona.

¡Hasta aquí hemos llegado!, pensé.

No pude aguantar más, me lancé sobre ella y de un tirón le saqué uno de los pechos de su escotada camisa metiéndome en la boca toda aquella suave carne que sobresalía del sujetador. Aquellos besos en sus tetas fueron como un resorte para abrir sus piernas ya que al bajar la mano pude ver como se había echado la falda a un lado, usando la raja de esta, para enseñarme la que ella escondía bajo las bragas.

Sin dejar de lamer sus melones separé como pude las bragas y comencé a meterle un dedo en su peludo y mojado coñito, cosa que le tuvo que gustar mucho porque automáticamente comenzó a dar pequeños jadeos con los ojos cerrados. ¡La muy cabrona tenía las piernas más abiertas por momentos!

  • ¡Cómeme el coño, cari!, ¡por favor! ¡Estoy muy cachonda y quiero correrme!

No le di tiempo a seguir hablando. A pesar de estar deseándolo era un poco arriesgado meterme entre sus piernas a plena luz del día y en mitad de la calle, pero tampoco quería que se le pasase la calentura y perder la oportunidad que se me presentaba, así que sin pensármelo le metí dos dedos en el coño y empecé a follármela mientras que seguía buceando entre sus tetas.

Pero los nerviosos movimientos de cadera de Sandra en el sillón del coche me dieron a entender que necesitaba algo más, que quería algo más fuerte, así que queriendo dárselo todo, saqué mis dedos y los puse sobre su clítoris empezando a masturbarla a mucha velocidad y con bastantes nervios ya que una de las veces que levanté la cabeza pude ver un grupo de personas que estaban al principio de la calle a unos doscientos metros y venían hacía nosotros. Tenía el tiempo bastante justo para hacer que se corriera antes de que aquella gente llegara hasta nosotros, así que empecé mucho más rápido mi movimiento sobre ella.

¡Bien, bien, bien! Casi a lo justo pero me dio tiempo. A falta de unos cincuenta metros para que llegasen a nuestra altura, Sandra empezó a correrse dando leves gemidos y tirándome del pelo.

Justo después del orgasmo y sin quitar mi mano de su recién corrida raja, levantó la cara y vio al grupo de gente que se aproximaba.

  • ¡Para!, ¡párate!, ¡déjame taparme, que viene gente! , me dijo mientras se tapaba las piernas con la falda, pero sin sacar mi mano.

  • ¡Vaya!, ahora si quieres que la saque pero antes no decías ni pío, le contesté entre risas mientras mi mano seguía tocando, ahora suavemente, su clítoris y ella se retorcía a cada paso de mis dedos por su pipita.

El grupo pasó y realmente no nos hicieron ni caso, incluso diría que ni nos vieron, pero si puedo asegurar que el temor de ser pillado me sirvió para aumentar mi excitación. En ese momento ya os podéis imaginar cómo estaba yo, aquello me produjo un morbo impresionante y enseguida pensé que aquello debíamos repetirlo alguna otra vez pero incluyendo una cosita más como por ejemplo, repetir aquella gloriosa noche en el Pardo en el que ella, literalmente, se folló la palanca de cambios del coche. ¡Qué noche más buena fue aquella!, ¡qué recuerdos!

Tras ver como desaparecía la gente por el final de la calle, Sandra me miró a los ojos y sin que me lo tuviese que decir entendí perfectamente que querría recompensarme con algo. Y cómo cuando quiere, hace lo que quiere, así lo hizo. Sin cortarse un pelo se agachó entre mis piernas con la sana intención de hacerme una rica mamada.

Pero justo en ese momento vi a otro grupo de gente y pensé que lo mejor sería marcharnos. Una cosa era que nos pillasen metiéndole mano bajo la falda dejando ver sólo lo justo y otra muy distinta que nos pillaran mientras ella me sacaba brillo al machete, ¿no?

  • ¡Mejor nos vamos!, viene más gente y no sería digno de una señora como tú que te pillarán en mitad de la calle comiéndome el rabo, ¿verdad?, le pregunté cogiéndole la cabeza para separarla de mi polla.

  • ¡Anda, tonto, déjame! Si no vas a aguantar nada, que yo lo sé, me dijo ella volviendo a bajar la cabeza buscando mi palanca de cambios.

  • ¡No!, le volví a decir separando nuevamente su cabeza de mis pelotas.

Pero claro, su insistencia y mi poca voluntad, hicieron mella en mí. Bajándome la cremallera y apartando el slip, me cogió la polla y empezó a meneármela muy despacito.

  • ¡Joder!, ¡qué mojada está!, me dijo recogiendo todo el caldito que salía de mi rabo y llevándoselo a la boca para chuparlo.

  • ¿Cómo quieres que esté con esas cosas que me dices?

  • ¿Te gusta que hable así?, me preguntó sin parar de pasear la palma de su mano por todo lo alto de mi capullo.

  • Sabes que sí, es lo que siempre te pido, ¿no?

  • Pues si te gusta, ¡todos bocabajo!, me dijo metiendo su lengua en mi oreja para dejármela realmente mojadita.

¡La oreja, claro! Lo otro ya estaba chorreando desde hace rato.

  • ¿Tú crees que si se la menease así al tío del bar se correría?, me dijo en voz baja al oído.

  • ¡Sin duda!, le contesté entre gemidos nerviosos. Es que haces unas pajas tremendas!

  • No sabes lo que se pierde el mundo por tu no querer hacérselas a otros hombres, le dije clavando la puntilla, como siempre, en todo lo alto para ver si en algún momento se lanzaba de verdad a tener otro cipote entre sus dedos.

  • Pues a partir de ahora no se si seré capaz de controlarme o si iré por ahí haciéndole pajas al primer tío que me guste, me dijo mirándome con cara de zorrona.

Oír aquel último comentario me puso malísimo. Aquella zorrita sabía lo que me tenía que decir para conseguir sacar litros y litros de leche de mis dos contenedores.

Pero justo en ese momento vi que se acercaba el guarda coches. ¡Sí, hombre!, ese que pone multas pero que luego no hace faltas pagarlas, ¡pues ese, justo ese!

  • ¡Para, vida!, ¡para!, será mejor que sigamos en casa. Allí me la podrás chupar a gusto y sin nervios, le dije separándola de mí para que viese al guarda.

Esta vez sí se retiró totalmente, pero pude notar en su cara que no lo había hecho ni puta gracia, más bien todo lo contrario y sus palabras siguientes confirmaron lo que yo había pensado.

  • Tú has jugado conmigo en mitad de la calle, ¿por qué no puedo yo jugar contigo ahora?, ¡no es justo! , me dijo con cara de resignación pero con una escondida sonrisa en los labios.

  • ¡Vamos, tonta!, si ahora en casa te puedes hartar de jugar con ella.

  • Si quieres, te dejo que me quites granitos, le contesté sabiendo que a ella eso de quitar granitos de mi entrepierna la volvía loca y a mi más que a ella porque al final siempre terminaba dándome unos lametones extraordinarios en las pelotas.

  • ¡Qué malo eres conmigo!, terminó diciendo pero ya en otro tono más amable y relajado.

Y tras un corto beso y recolocarme con grandes problemas el rabo en el calzoncillo, arranqué el coche y nos fuimos para casa.

VIERNES, 18 DE JULIO DE 2008 (TARDE)

El camino hasta casa pasó entre sobeteos y besos de ella en mi brazo mientras le recordaba aquella noche de hace muchos años en El Pardo cuando que le pedí que jugase con la palanca de cambios del coche y ella, ni corta ni perezosa, se montó sobre ella follándose, como he dicho antes, literalmente, al coche.

Aquellos comentarios entre bromas y risas me hicieron creer que ahora estaba un poco más calmada, pero un poco más tarde pude notar que seguía muy caliente, y de mi para que voy a hablar.

  • ¡Cariño, me voy a cambiar!

  • ¿Por dos de veinte?, le pregunté en broma.

  • ¡Ja, ja! ¡qué gracioso eres!, me contestó ella ironizando con mi broma. Me voy a poner un poco más cómoda, enseguida vuelvo.

Un poco más calmado e intentando alargar un poco la delicada situación de mi entrepierna, mientras que ella se cambiaba saqué un par de cervezas, me fui al salón, me senté en el sofá y encendí la tele a ver si había algo interesante que ver.

Estaba zapeando justo en el momento que escuché la voz de Sandra desde el dormitorio.

  • ¡Cari, ven!, ¡mira esto!

¡Palabras mágicas sonaron!, de un salto salí corriendo.

Cuando entré en la habitación me llevé la sorpresa del siglo. Vi a Sandra que estaba a cuatro patas sobre la cama con el collar de madera colgando entre sus tetas y mirándome fijamente.

  • Te hubiese gustado que me comiera aquella polla, ¿verdad? Imagínate lo dura que debía estar. El tío estaba tan bueno que me imagino su polla grande y dulce como la miel.

  • Seguro que no me cabía en la boca y seguro que a ti te hubiese gustado ver cómo me la comía.

Yo, que a esas alturas estaba más caliente que un tubo de escape, lo que me apetecía sin dudarlo era follármela a lo bestia sin pensar en la polla de nadie, nada más que en la mía, así que me acerqué, me puse a su lado y comencé a besarla como un loco mientras le metía la lengua en la boca y con mi mano rozaba la tela del pequeño tanga que cubría su hermoso culo.

  • ¡Desnúdate!, quiero ver como tienes la polla. Quiero ver si es del mismo tamaño que la que yo hubiese querido comerme, me dijo tumbándose en el cama exponiendo todo su cuerpo ante mis atentos ojos.

Me desnudé y a sabiendas de que ella conocía perfectamente el tamaño de mi rabo, sentándome sobre ella pero sin dejarme caer sobre su estómago, dejé mi polla a la altura de sus pechos dónde ella pudiera tener una buena vista de mi cipote.

  • ¡Tienes una polla buenísima!, casi tanto como la que me imaginé en el bar, me dijo cogiéndomela por los huevos y sopesándola cómo el que calcula el peso de un kilo de garbanzos.

¿Cómo que casi?, ¿otra vez estaba jugando conmigo?, ¿le gustaba más la polla del desconocido incluso sin llegar a vérsela? Si era así, ¡perfecto!, eso me encantaba.

Siguiéndole el rollo, deslizándome hacia atrás cogí mi polla y comencé a pasársela por la raja del coño por encima del tanga.

  • Si te hubieras insinuado, seguro que ahora mismo se la estaría machacando pensando en tus tetas, le dije.

  • Si me hubiese insinuado me lo hubiese follado en los baños, ¡que cojones!, me contestó mientras movía las caderas buscando que los roces de mi rabo fuesen más apretaditos contra su chochete.

  • ¿Te pone cachonda pensar en que se hubiese corrido dentro de ti dejándote todo el coñito encharcado?

  • ¿Cachonda?, ¡cachonda es poco!, el solo pensarlo me pone como una burra, me dijo mientras echaba las manos hacia atrás y se quitaba el sujetador dejando sus redondas peras al aire.

  • ¡Dios, que tetas!, le dije al verlas.

  • ¿Tú crees que al del bar le hubiesen gustado?, me preguntó cogiéndoselas y empezando a sobárselas de la forma más sugerente jamás conocida.

  • Se hubiese corrido con solo vértelas, mi amor.

Y no mentía, yo estuve a punto de correrme cuando las vi.

Tenía los pezones bastante duros y me lancé a besarlos y a chuparlos con mi lengua. Sandra, al notar mi húmeda lengua sobre aquellos duros picos soltó un suspiro y apretó con sus manos mi cabeza entre sus tetas. Deslicé la mano sobre su vientre hasta llegar a su braguita, metí la mano entre la tela y empecé a masajear la zona prohibida.

  • Pienso que hay demasiado pelo, ¿tú qué crees?, me preguntó.

  • No sé por qué me haces esa pregunta ahora, sabes perfectamente cómo me gustan los coños, con poco pelo y si es posible, con los labios suaves y listos para comérselos.

  • Además, un coñito bien arreglado es mucho más sensible, le dije para ver si colaba.

  • ¿No sé?, quizás algún día te deje que me lo afeites.

La verdad es que no me importó mucho su comentario ni le hice mucho caso, sabía que lo hacía para ponerme caliente y luego dejarme así.

Durante todo el tiempo que habíamos estado charlando yo había tenido mi mano dentro de sus bragas, tocando su peluda raja y notando cómo, a pesar de haberse corrido no hacía ni una hora, de nuevo se iba mojando. Estaba cachonda y tenía que aprovecharlo, así que metiéndome nuevamente sus pezones en la boca me dispuse a meter mis dedos dentro de su calentita y húmeda cueva haciendo que, no sé por qué regla de tres, empezara a hablar como jamás la había escuchado hablar.

  • ¿Sabes una cosa?, lo de antes te lo dije en serio.

  • ¿Qué me dijiste antes, mi vida?, le pregunté sin saber muy bien a qué se refería en ese preciso momento ya que el pezón derecho que tenía entre los labios no me dejaba pensar.

  • En el bar se me antojó la polla de aquel tío…
  • Me hubiese gustado tenerla en mis manos y después en mi boca y tragarme su leche , me dijo más larga que ancha mientras que con sus manos hacía el gesto cómo si tuviese el rabo de aquel tío entre sus manos y se lo llevase a la boca para chuparlo.

  • ¡Qué pena haber perdido la oportunidad! , terminó diciendo, usando un tono de voz que demostraba su desilusión.

Hasta ahora había pensado que todo lo que me había dicho había sido en broma, pero en cuanto empecé a escuchar aquellas palabras de la boca de Sandra noté que mi cabeza se volvía a quedar sin sangre, toda estaba concentrada en mi polla. Los huevos me dolían, se sumaba el dolor de lo del coche con lo de ahora y tenía como un nudo en el estómago que no me dejaba respirar bien. ¿Estaba hablando con franqueza desde el principio? ¿Estaba Sandra planteándose en serio el tener el rabo de otro hombre entre sus labios?

¡Ja!, ¡no me lo creo ni yo, vamos!

Sin embargo, la propia calentura del momento hizo que me olvidase de mis pensamientos. Sacando la mano de su conejo la dirigí hacia mi polla para coger todos los líquidos que estaba soltando y la volví a meter en su coño. Apartando el tanga a un “laito”, de un sólo golpe le metí tres dedos dentro de su mollete y la verdad, entraban y salían fácilmente ¡Ahora sí estaba realmente suave!, su humedad y la mía mezcladas ¡Qué delicia!

Sandra, que parecía una perra en celo más que mi mujer, empezó a moverse y a retorcerse en la cama buscando mi polla con uno de sus pies consiguiendo que mi mano no se saliese de su interior ni por un sólo segundo. Cuando por fin me cogió el nacle, lo cogió entre dos de sus dedos, el gordito y el de al lado, y me lo empezó a menear cómo si fuese con una de sus manos mientras que con su otro pie me tocaba los huevos y la raja de mi culo, ¡qué gusto me daba que me tocase con sus pies! Era y es realmente hábil con esa zona del cuerpo.

Era espectacular pensar en que mi mujer estaba tan caliente porque quería comerse otra verga y mucho peor se puso la cosa cuando cerrando los ojos y mientras pajeaba mi polla con su pie, siguió hablando de la misma forma que lo hizo ayer con la venda en sus ojos.

  • ¿Qué sabor tendría su leche?, ¿cómo la tuya?

  • ¡Cari, creo que se va a correr en mi boca!…

  • ¿De verdad?

  • ¡Sí!, ¡se corre!

  • ¿Y te gusta cómo sabe?

  • ¡Sí!, qué bien sabe su leche, ¡es deliciosa!

  • ¡Ven, bésame!, ¡pruébala tú también!, ¡quiero compartirla contigo! , decía mientras no paraba de pasarse la lengua por los labios como si se estuviese relamiendo.

Siguiéndole aquel malvado juego y cogiendo una postura bastante extraña para que no se separasen sus pies de mi cuerpo ni mi mano del suyo, acerqué mis labios a su boca. Enseguida Sandra me empezó a pasar saliva a borbotones imaginándonos (ella más que yo) que era el semen de aquel chaval lo que corría por nuestras bocas.

  • ¿Lo ves?, es espesa y suave como la tuya pero esta tiene un sabor especial, ¡cómo me gusta!
  • Ahora quiero que se corra en mi coño, ¡quiero su leche dentro de mí!, me dijo agarrándome el cipote por el capullo y dándome un apretón espantoso pero realmente satisfactorio.

En ese momento, como pude le quité el tanga y con mi mano totalmente abierta encima de su coño comencé a moverla buscando su clítoris para iniciar, otra vez aquel día, un movimiento rápido como yo sabía que a ella le gustaba que le hiciera las pajas.

Ahora si estaba cachondísima y a punto, otra vez, de la corrida. Lo notaba sobre todo por el movimiento de su mano en mi polla cada vez más rápido. De vez en cuando soltaba mi ciruelo y pasaba su dedo por mi culo y luego volvía a mi rabo. ¡Ese movimiento me encanta!

  • Quiero que tú nos veas, quiero que nos mires mientras me lo follo, me dijo casi repitiendo las mismas palabras de ayer por la tarde en el sofá.

Los roces en mi polla, su charla y mi mano frotando su coño hicieron que nos corriéramos los dos casi a la par.

  • ¡No pares, cari!, ¡no pares por dios! ¡Sigue, más rápido!, ¡me corro!, ¡me corro, vida!

Como había dicho antes, a la par que ella y sin poder aguantar un segundo más, me corrí sobre sus muslos.

  • ¡Cari!, ¡yo también me corro!, ¡no pares, por dios!

Justo en ese momento un chorretazo de leche salió disparado hacia su cuerpo.

Ella miró mi corrida que escurría por su piel, acercó su mano, lo recogió con sus dedos y se los metió en la boca para chuparlos y probar el sabor de mi leche. Después me besó y metió su lengua dentro de mi boca. Tenía restos de semen, nunca me ha gustado el sabor del semen pero en ese momento no me importó porque estaba demasiado caliente cómo para pensar en mí.

  • Amor, sé que te encantaría verme follando con otro… , comenzó a decir para luego quedarse callada durante unos segundos.
  • ¡Quizás algún día te lo regale!, ¿quién sabe? , me dijo mientras seguía pasando su lengua llena de mi leche por mis labios .

¡Ya, y yo que me lo creo!, pensé enseguida.

No le contesté simplemente apreté de nuevo mis labios contra los suyos buscando su hábil lengua.

Después de un largo y húmedo beso nos tumbamos sobre la cama y nos encendimos un cigarrillo. Mientras fumábamos, estuvimos charlando un rato sobre el tema y un tema nos llevó a otro.

  • Creo que voy a cambiar mis hábitos, un día de estos me voy a apuntar a un gimnasio. Debo hacer algo de deporte y cuidarme un poco más, me dijo cogiéndose un pellizco en su barriga para demostrarme que estaba gordita, cosa que yo no compartía, pero bueno.
  • Aunque no te haga ninguna falta perder nada porque a mí me gusta cómo estás, no me parece mala idea, le contesté dejando bien claro que si tenía lorcillas, eran bonitas y a mí me gustaban.
  • Al fin y al cabo estás mucho tiempo a solas en casa y eso a la larga no es bueno del todo.
  • ¡Pues sí!, y así también conozco gente nueva, me contestó ella con cierto tono irónico.

  • ¿Pero si haces algo malo me lo dirás, verdad?, le pregunté en broma pero poniendo carita de pena.

  • ¿No sé?, ¡ya veré lo que hago!

  • Por lo menos, grábamelo en video, le dije queriendo explotar mi vena más caliente.

  • ¿No sé?, ¡ya veré lo que hago!, me volvió a repetir.

  • Y cambiando de tema, ¿recuerdas que en el bar te dije que te tenía preparada una sorpresa?

  • Pues claro que me acuerdo, ¡cómo para olvidarme!, le contesté.

  • ¿Cuál es la sorpresa?, le pregunté levantando mi cuerpo de la cama para mirarla a la cara.

  • ¡Quiero que me afeites el coño!, me soltó de sopetón dejándome en estado de shock.

Creí que el corazón se me salía por la boca en ese momento, ¿me iba a dejar afeitar su coñito?, ¿y me lo pedía ella? ¿Y yo no tendría que rogárselo y pedírselo como otras veces? ¡Cuántas dudas, por dios!

  • ¿Qué me respondes?, me volvió a preguntar al ver mi cara de lerdo.

  • ¿Cómo voy a decir que no, mi cielo?, al contrario, ¡lo estoy deseando!, le respondí casi sin respiración.

  • Me ha costado trabajo decidirme pero como sé que a ti te gusta, pues nada, ¡hazlo!

  • ¡Venga!, tráeme una cervecita, dame un cigarrito y prepáralo todo. Yo te espero aquí, tumbada en la cama.

Sin darle tiempo a cambiar de idea, salí corriendo y preparé unas tijeras, una toalla grande, un barreño con agua templada, unas cuchillas nuevas, el gel de afeitar, una crema para después del afeitado dejarlo suave, y me fui hacia el dormitorio.

Mientras preparaba todo aquello me di cuenta que estaba un poco nervioso, bueno, un poco no, estaba como un flan. Además, ¿no sé por qué?, pero como si fuese lo más importante del mundo estaba pensando en qué forma darle a mi obra maestra. Si dejarlo todo desnudo, con forma de corazón, con sólo un bigotito, ni idea.

¡No importa!, pensé. De cualquier manera va a quedar muy bien y además sin pelo, ¡la ilusión de mi vida!

  • Déjame poner esta toalla en la cama para no mancharlo todo, le dije ayudándola a levantarse y luego a volver a acostarse sobre la cama.

En silencio se tumbó sobre la toalla y seguidamente se abrió de piernas dejando al descubierto toda su mata de pelo. Entre los pelos se podían ver sus labios rosados y aun húmedos por la corrida de antes. A mí, sólo de verlo me iba a dar algo, pero como ya sabéis como soy, antes de empezar hice, otra vez, una pregunta tonta.

  • ¿De verdad estás segura de querer que te lo afeite?

¡Cállate idiota!, pensé, ¿no ves que ella te lo está ofreciendo sin pedir nada a cambio?, ¡pues aprovéchalo!

  • ¡Claro que sí, mi vida! Venga manos a la obra y déjalo como a ti te gustaría, dijo con una amplia sonrisa en sus labios.
  • ¡Entonces no hay más que hablar!, dije enfilando las tijeras corta setos hacia la zona a podar.
  • Pero con cuidadito de no cortarme, ¿vale?, me respondió ella dando paso a cumplir una de mis fantasías más queridas.

Y tal como lo dijo, me cogió la mano y se la colocó en su pecho dándome a entender que cuando quisiera podía empezar a realizar uno de mis tantos sueños.

La miré, me miró y sin decir ni una palabra más, para no terminar de cagarla, con las tijeras y con sumo cuidado recorté todo el contorno para dejar el pelo con el tamaño deseado.

Tras un ratito de torpes cortes aquello empezó a tomar forma viendo enseguida que, a pesar de mis nervios y mi falta de experiencia en jardines de aquel tipo, quedaba realmente bien. Una vez que vi que estaba a punto de caramelo para empezar con el afeitado, retiré hacia un lado los mogollones de pelo negro y rizado que habían sido despojados de su madriguera y que me molestarían para el siguiente paso. A continuación comencé a mojar con el agua tibia toda la zona y poco a poco fui separando sus piernas con mis manos para hacer lo mismo con el contorno de los labios mayores y las ingles.

Al abrir con mis dedos el umbral de su dulce cueva pude ver perfectamente que tenía los labios bastante morados e hinchados y que de la parte alta de su raja asomaba una perlita de color rojo pasión que llamaba realmente la atención. Eso me dio a entender que se estaba excitando de nuevo con el agua caliente y el roce de mis manos. A mí también me calentaba la situación, pero lo que realmente consiguió hacerme perder el sentido fue el dulce olor a mujer en celo que salió de su entrepierna y que llegó hasta mí nada más abrirle un poco más sus labios. Seguía sin creer que me estuviera pasando aquello y a punto estuve de preguntar de nuevo si quería que siguiese.

Pero no cabían más preguntas. Ella lo había pedido y yo se lo estaba regalando. ¡Bueno, a lo mejor era al revés! Igual era yo quien lo había pedido y ella me lo estaba regalando. ¿Y qué más da?, me dije a mí mismo. Así que intentando concentrarme al máximo en lo que tenía entre manos, me dispuse a hacerle un buen trabajo, el mejor de mi vida, y ¡qué cojones!, disfrutar de él.

Con toda la suavidad de la que fui capaz me dediqué a seguir humedeciendo con agua templada toda la zona, acariciándole con gran dulzura las ingles y rozando, sin querer queriendo, los labios de su coño. Después, poniendo algo de espuma la restregué con mis dedos hasta cubrir todo el poco pelo que ya iba quedando. Sin hablar nada ninguno de los dos, cogí la cuchilla y empecé a rasurar lo que sobraba hasta quedar su pubis totalmente liso y definiendo sobre su Monte de Venus el triángulo de pelillos que finalmente había pensado para ella.

Ahora venía lo difícil, afeitar su parte más sensible, el lateral de los labios. Para ello puse la mano entera sobre la rajita y cómo pude le tapé los labios mientras estiraba un poco de la piel para poder afeitar la zona hasta las ingles.

Durante todo el tiempo los dos habíamos estado prácticamente callados y aquel silencio me hacía temer que ella no estuviese de acuerdo con lo que estaba haciendo. Pero me sorprendí bastante cuando una de las veces levanté la vista hacia Sandra y la vi que me miraba con ojos de tranquilidad mientras le daba una calada al cigarro. Aquella mirada con la media sonrisa que puso, me terminó de relajar.

  • ¿Todo va bien?, ¿te estoy haciendo daño?, le pregunté.

  • ¡No lo puedes hacer mejor!

  • Si siempre lo haces así, vas a tener que hacerlo más a menudo.

  • ¡Cuando quieras!, le dije.

Y más contento que unas castañuelas la seguí afeitando.

Tras un rato de divertido entretenimiento y viendo que había terminado con un lado, levanté la mano para ver cómo quedaba. ¡Perfecto!, estaba quedando perfecto.

Y claro, sabiendo lo guarrillo que soy, pues no pude evitarlo. Haciendo cómo si me picase la nariz, me pasé por la cara la mano que había estado tapando su coño durante todo el tiempo para olerla, oler la fragancia que se había pegado a mi palma. ¡Olía a ella!

Tras perfumar de su agradable esencia gran parte de mi cara, me dispuse a terminar la obra volviendo a tapar con la mano y rasurando la otra parte hasta que quedó verdaderamente perfecto y apetecible. Para finalizar la hice ponerse a cuatro patas, con el culo muy abierto y le afeité todos los pelitos que se acercaban a su agujerito. No hice un rasurado completo como a mí me hubiese gustado, entre otras cosas porque ella decía que luego le picaba mucho y era bastante molesto, pero quedaba con muy poquito pelo y con sus labios totalmente al aire, eso sí, ahora cuando se pusiese el tanga más pequeño que tuviese no se le saldrían los pelos por los lados. Para un rasurado más completo lo intentaría una próxima vez.

  • Ahora te voy a dar con una cremita hidratante para que no se te irrite, le dije un poco más calmado pero con el rabo apretándome fuertemente contra el calzoncillo.

Y cogiendo el bote y dándole un buen apretón, le eché un chorretón verde de aloe vera y la empecé a acariciar con la mano pringada de crema por todas las partes que le había afeitado, comprobando que la excitación de Sandra había aumentado y ahora estaba soltando tanto líquido de su interior que hasta había formado un gran cerco en la toalla sobre la que había estado tumbada todo el tiempo.

  • ¡Cari, me parece que los dos tenemos un calentón del quince!, le dije después de haber pasado mi mano por su clítoris y ella dar un pequeño respingo unido a un suave gemido.
  • ¡Tócate el coño y hazte una paja para mí mientras yo miro y me la meneo!, ¡me encantaría verlo!

  • ¿Tú estás tonto o qué?, contestó bastante confundida por mi sugerencia.

  • ¿Y eso a que viene?, le dije yo, aún más sorprendido que ella.

  • Si estamos en la cama, yo estoy cachonda como una burra y mi coño y mi culo están suaves como el culito de un niño, ¿por qué tenemos que hacernos una paja?

Su indiscutible razonamiento me dejó sin respuestas, pero la insinuación que vino después me llenó de alegría el alma y los huevos de leche.

  • ¿Qué mejor manera de estrenarlo que con tu lengua y luego darle un repasito con tu rabo?, me respondió ella totalmente convencida de lo que quería.

Después de decirme aquello, no hacía falta que hablara. ¡Tenía más razón que una santa!

Así que me lancé sobre mi presa dispuesto a echarle el polvo del siglo, si mi rabo me dejaba, ¡claro!

Pero para empezar suavemente puse la lengua en la entrada de su rajita saboreando el líquido que salía de su interior mezclado con el aloe vera, mientras que ella se dejaba hacer con mis labios y mis manos. Levantándole un poco las piernas dejé aún más al descubierto toda su triunfal y pelona entrada que dentro de unos segundos iba a estar bien repleta de carne en barra.

Mis chupadas cada vez se iban haciendo más intensas y más largas, recorriendo con sumo placer el camino que hay entre su pepitilla y el agujero de su culo y penetrando con la lengua en sus dos boquetitos recién depilados. Cuando noté que ella empezaba a tener pequeñas convulsiones de placer fui hacia su clítoris para chuparlo con fuerza. Aquella intima caricia la hizo correrse casi chillando. ¡No había tardado mucho!

Tras hacer que me separase de ella a la fuerza empujando mi cabeza para que no le siguiese chupando el chochete, volvió a usar la técnica de la confusión.

  • Quiero que te pongas de rodillas delante de mí y sueltes tu leche sobre mi recién depilado conejito , me dijo abriendo sus preciosos ojos y mirándome con una sonrisa de placer difícil de explicar con palabras.

  • ¿Pero no me habías dicho que querías follar?, ¡me tienes hecho un lío!, le dije totalmente contrariado.

Pero ella no me contestó, simplemente me empujó para que me pusiese de rodillas como me había dicho.

Al ver que eso era lo que ella quería, me coloqué entre sus piernas y comencé a menear mi morcillona polla sin dejar de mirarnos el uno al otro a la cara. De vez en cuando sacaba la lengua de su boca y la restregaba sobre sus labios humedeciéndolos y poniéndolos más brillantes aún de lo que son.

  • ¡Cari, cómo siga meneándomela me voy a correr!, le dije cuando noté que mis huevos no aguantaban más tiempo reteniendo mi leche.

  • ¡Trae pacá que te la voy a chupar! ¡Es una pena desperdiciar esa leche!

A mí me daba igual ocho que ochenta en aquel momento, pasase lo que pasase e hiciese lo que hiciese, el volcán había entrado en erupción y ni dios conseguiría pararlo.

Me acerqué un poco más a ella y puse mi polla a la altura de su cara. La cogió con ansias, se la metió todo lo que pudo en la boca como si fuese un hámster y me agarró por los cachetes del culo, abriéndolos y cerrándolos a la vez que la metía y sacaba de su boca. Una de las veces me empezó a acariciar el agujero de mi culo con la yema de su dedo, Sandra sabía perfectamente que esa caricia me hacía volverme loco y hacía que me corriese en poco tiempo. Sabiendo a la perfección lo que estaba haciendo, me miró y como si tuviese prisas comenzó a chupármela aún más rápido a la vez que metía la punta de su dedo en mi culo. Lo dicho, ¡me corrí como un colegial!

Tras un breve pero difícil ratito con mi rabo en su caliente boca haciendo que me convulsionara todo el cuerpo, se la sacó, escupió en su mano la leche que no se había tragado y se la pasó por su chochito recién depilado dejándolo totalmente lleno de mis jugos.

  • ¡Antes me has puesto crema y sabes que me dan mucho asco!

  • Yo creo que el mejor bote de crema que conozco son tus huevos y que la mejor crema para mi coño es la leche de tus corridas, me dijo dándose un estupendo masaje repartiendo toda mi crema sobre su piel recién peladita.

Me tumbé a su lado sin poder aguantar mi cansancio mientras que ella se ponía de rodillas sobre la cama y se miraba en el espejo del armario cómo había quedado su depilado y precioso coño.

  • Viéndolo así me entras ganas de que me la metas…, decía mientras se paseaba los dedos por la raja.
  • Pero me voy a quedar con las ganas para otro momento. ¡No todo va a ser follar, digo yo!

La miré, me sonrió y la invité a que se echase a mi lado en la cama. Nos abrazamos y satisfechos cómo nunca, nos quedamos completamente dormidos.