Solo era el principio (01) Así empezó todo

Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.

CAPITULO 01

Así empezó todo…

JUEVES, 17 DE JULIO DE 2008 (MEDIODIA)

Fue en aquel caluroso verano del año dos mil ocho cuando todo empezó.

Durante el verano sólo trabajaba hasta las tres y si no pasaba nada, a las tres y diez estaba yo cruzando la puerta de casa en busca de algo de comer para alimentar a la única neurona que el calor me dejaba viva.

Sandra, que cómo ya he comentado antes trabajaba conmigo por aquel entonces, desde hacía unas semanas, por unos problemillas de salud que ahora no vienen a cuento, estaba de baja médica pero a punto de dejarla porque ya se encontraba como una rosa. Normalmente nos cogíamos las vacaciones en julio pero aquel año nos las cogeríamos por primera vez en agosto, y cómo era el mes que era, pues a la baja se le unirían las vacaciones de verano, así que de momento tenía casi dos meses para estar en casa descansando y terminar de recuperarse antes de volver al curro.

Aquella tarde cuando llegué a casa, con un calor de espanto y totalmente sudado, me la encontré como a mí más me gusta, la mar de fresquita y casi desnuda. Normalmente, para sofocar el sopor del verano usa sólo una fina camiseta de tirantes, el sujetador, el día que se lo pone y su pequeño tanguita, también el día que le apetece ponérselo, ¡para qué vamos a mentir! Aquella pequeñísima braguita blanca que llevaba ese día tenía grandes dificultades para ocultar los negros y ondulados pelillos que se escapaban por los lados.

Al entrar en la cocina me acerqué a ella y mientras le daba un beso de bienvenida y una patada al perro para que se callase y dejase de ladrar, le toqué la entrepierna buscando sus rizados pelitos.

  • ¿Esto habrá que cortarlo en algún momento, no?, le pregunté insistiendo con la misma frase que casi a diario le repetía para ver si algún día tenía suerte y lo hacía.

  • ¡Deja eso ahí!, ¡son míos y están bien puestos!, me contestó ella repitiendo la misma respuesta de todos los días mientras que con una mano intentaba esconderlos dentro de la poca tela de la mini braga y con la otra mano echaba los macarrones en el agua.

Como de costumbre, al ver el poco éxito que había tenido, me fui hacia la habitación para cambiarme y ponerme algo más cómodo y fresquito mientras ella terminaba de preparar la comida. A la vuelta cogí un par de cervezas, entré en la cocina y le di una a ella. Sandra, dejándome de piedra cogió la cerveza y se la empezó pasar por las tetas y el canalillo.

  • Hoy hace mucho calor, pero un calor distinto al de todos los días. ¡Estoy ardiendo!, me dijo mientras se intentaba abanicar con su propia mano buscando un poco de aire fresco.

En ese momento, al mirarla a la cara pude observar que no era la misma de siempre. ¿No sé por qué?, pero en ese momento me di cuenta de que aquella tarde se me presentaba distinta a las aburridas y calurosas tardes del verano.

  • ¿Qué te pasa?, le pregunté al ver su cara tan cambiada y sus hábiles manos moviendo la fría lata.

  • ¿A mí?, ¡nada!, ¿por?, me preguntó respondiendo a mi pregunta con otra pregunta.

  • ¿No sé?, te he notado un poco diferente, le contesté.

  • ¡Pues no me pasa nada!, ¡debe ser el calor!

  • ¡Por cierto!, me dijo cambiando totalmente de tema.

  • Aún queda un ratillo para comer, cómo he tenido que salir a comprar, pues me ha pillado el toro.

  • Pues nada, nos tomamos otra cervecita y esperamos a que esté lista la comida, le respondí sin hacerle más caso al tema de su cara.

La verdad es que la espera tampoco me importó mucho, no tenía mucho más que hacer. Así que cogí el segundo par de cervezas, le di una a ella y dándole un achuchón en sus helados melones me fui a mi ordenador a hacer tiempo.

Mientras esperaba la comida me dispuse a hacer mi deporte favorito, mirar páginas porno por Internet y leer relatos eróticos. Ella, mientras tanto se había sentado en el sofá del salón a ver la televisión frente al ventilador pues no paraba de quejarse del calor que tenía.

Cuando más inmerso estaba leyendo una interesante historia de cómo un par de guarrillas, con un culo de escándalo y unas tetas de impresión se comían, a medias, una polla de tamaño familiar, apareció Sandra delante de mí. Sin yo esperarlo y durante unos segundos, se levantó la camiseta dejando a la vista sus colosales tetas tapadas por aquel bonito sujetador y aquella preciosa mata de pelo que lucía entre las piernas. Se volvió a bajar la camiseta como si no hubiese pasado nada, cogió una silla y se sentó frente a mí.

Aquello me impresionó un poco, pero tampoco era tan raro que lo hiciese, siempre le había gustado dejarme con la miel en los labios. Así que la miré de arriba abajo y volví a lo mío.

  • ¡Qué calor, por dios! , dijo volviéndose a quejar del calor que tenía a la par que se pasaba de nuevo la fría lata de cerveza por el cuerpo, ahora desde sus tetas hasta los muslos.

Yo, cómo soy tonto, le estaba haciendo caso a medias. La historia era muy intrigante y quería conocer el final para ver si se casaban “el polla gorda” y las dos rubias tetonas.

Pero claro, Sandra no era menos intrigante en aquel momento.

  • ¿Hooola?, ¡estoy aquí!, me dijo moviendo la cabeza e intentando llamar mi atención al ver que le estaba haciendo más caso al ordenador que a ella.

  • ¡Perdona!, le contesté.

  • ¿Qué quieres, vida?, le pregunté.

  • ¡Nada!, me contestó con voz de enfadada por no haberle hecho mucho caso pero apretando fuertemente sus tetas sobre la camiseta y mirándome a los ojos con cara de salidilla desvergonzada.

De repente se empezó a estirar todo lo que pudo en aquella incomoda silla mientras no paraba de acariciarse las tetas con una mano y ahora, con la otra mano, también el peludo conejito por encima del tanga. Sus piernas estaban totalmente estiradas y abiertas y uno de sus dedos empezaba a jugar por encima de la braga dejándome ver en primer plano como poco a poco la tela del tanga entraba dentro de ella acompañando a su dedo.

  • ¡No te pierdas ni un detalle, cariñito! Te voy a enseñar cómo me desahogo cuando estoy cachonda y no tengo a mano una buena polla como la tuya.

Por supuesto no contesté y aunque hubiese querido, tampoco habría podido, tenía la boca hecha agua. Tanto que tenía que tragar continuamente para no ahogarme con mis propias babas.

Lo que si me descuadró un poco fue que me dijese lo de que ella se desahogaba a solas. ¿Pero eso cuándo ha sido? ¿Ella se pajea a solas y nunca me lo ha contado? Pensé inmediatamente. ¡No me importó! Ya le preguntaría luego, ahora no quería cortar el rollo de aquel cálido momento.

Sandra, que por momentos me sorprendía más, se puso de pie, se quitó la camiseta y se bajó el tanga dejándolo provocativamente a medias en una de sus piernas. Ante mis ojos, cruzadas por el cálido rayo de sol que entraba por la cristalera de la terraza, aparecieron dos lindas tetas redondas y perfectas rematadas por dos preciosos pezones duros como la piedra que se le escapaban por la parte de arriba del sujetador a la par que los dedos de su mano se perdían en aquella negra y húmeda mata de pelo que por los brillos que soltaba se podía ver a leguas que pedía chupeteos a gritos. Ante aquel sublime espectáculo, mi polla, que ya estaba a media asta con el relato que estaba leyendo, empezó a alcanzar unas dimensiones bastante importantes.

Y volviéndose a sentar empezó a masturbarse lentamente para ir poco a poco animando sus movimientos. Su mano derecha le acariciaba el chocho con fuerza mientras que la izquierda le apretaba las sudadas tetas por encima del sujetador, que en aquel momento sujetaba más bien poco porque tenía los pechos prácticamente fuera.

En pocos segundos, el ritmo de la mano que tenía en su coño era tan rápido que se me perdía de vista al mirarlo. Tras un buen rato de enérgico frotado, paró un momento para colocarse un poco mejor en la silla y sin darse tregua comenzó de nuevo aquel frenético movimiento sobre su chochito.

Cómo era de esperar, por el ritmo que llevaban sus manos, no se pudo aguantar. Se estaba dando tanto placer que automáticamente empezó a gemir de gusto. Para que sus gemidos fueran menos ruidosos se mordía los labios poniéndoselos aún más rojos de lo que normalmente los tiene. Tenía las piernas rígidas como dos postes y su respiración era cada vez más fuerte. Noté que se estaba acercando al orgasmo justo en el momento que dejó sus tetas en paz y comenzó a chupar los dedos de la mano que tenía libre como si de pequeñas pollas se trataran.

Cómo ya había sospechado, no tardó mucho en correrse. Sus piernas seguían abiertas, su mano, por la que podía ver cómo corría la humedad de su coño, apretaba y frotaba con fuerza su clítoris empezando a tener pequeñas convulsiones. Gemía de placer mientras se corría justo delante de mí como otras tantas veces lo había hecho pero con la diferencia de que hoy había sido por decisión propia.

Poco a poco, después de la corrida, se fue relajando sin quitar la mano de su chochito. Sus ojos aún cerrados y la sonrisa que tenía en la cara mostraban la satisfacción de la corrida que acababa de tener y el placer que había conseguido.

Abriendo los ojos y colocándose un poco sobre la silla, me miró y separó los dedos del coño para ponerse de pie a continuación.

  • ¡La comida ya está lista!, me dijo yéndose hacia la cocina metiéndose en la boca los dedos que acababan de salir de su coño.

  • ¿Y ahora que hago yo?, le pregunté con cara de bobo y con un fuerte dolor de huevos.

  • ¡La comida ya está lista!, me volvió a repetir sin hacer el más mínimo caso de mí y de mis problemas de entrepierna.

  • ¡Pero…! le dije estirando mis manos para cogerla y no dejarla que se marchase.

  • ¡Ni peros ni manzanas!, pon la mesa, ¡que se enfría la berza y se calientan las gambas!, me dijo dejándome con dos palmos de narices y desapareciendo por la puerta del fondo.

Allí me quede yo, con cara de gilipollas y la polla dura como un estoque. ¡Pero qué tonto soy, viendo porno en una pantalla cuando lo puedo tener en exclusiva para mí! Tendré que decirle a Sandra que me haga más numeritos como este, pensé totalmente resignado a verme compuesto y sin novia.

Durante la comida comentamos la jugada y nos reímos bastante, sobre todo ella cuando me dijo que a partir de ahora aprovecharía cualquier momento para masturbarse ya que por fin había encontrado el puntillo que da hacérselo uno mismo. Yo sabía que aquello era un farol, a ella siempre le había gustado más que se lo hicieran que hacérselo, así que siguiéndole la broma me arriesgué a seguir con su atrevimiento.

  • ¿Repetirías más veces lo que has hecho para mí?

  • Cada vez que me apetezca, lo puedo hacer.

  • ¡Pero eso sí, siempre cuando yo quiera!, me contestó sin dudarlo.

¡Mejor eso que nada!, pensé mientras recogía la mesa y llevaba los platos a la cocina.

La verdad es que después de ella haberse desahogado con sus manos en la silla y con el calorazo que hacía y que no nos daba ni una tregua, no me hice mucha ilusión de mojar el churro aquella tarde. Así que tras recoger la cocina a medias y poner dirección al sofá, me decidí por hacer lo mismo que hacía todas las tardes de verano, ¡aburrirme! Nos echaríamos un poco la siesta mientras veíamos el Tour de Francia, el mejor sistema para dormir al medio día por mucho calor que hiciese.

Así que cómo otras tantas veces, apoyé mi cabeza sobre sus piernas dispuesto a darnos la sudada de costumbre cuando de repente me miró y sin saber muy bien que pasaba, se dirigió a mí con una cara realmente distinta a la normal, aún más extraña que la de antes.

  • ¿Hoy no pensarás en dormir, verdad?

  • ¿Por?, pregunté bastante sorprendido por la pregunta.

  • ¡Hoy quiero follar!

Si la pregunta ya me sorprendió, no veas la respuesta cómo me dejó. Me quedé totalmente perplejo al escucharla ya que Sandra no era una persona que usara palabras de ese tipo y menos en cualquier momento. ¡Vale!, lo de antes había ocurrido, pero tenía bastante claro de que aquello había sido un caso aislado y nada más.

Sin dejarme contestar me empujó la cabeza para que me levantara mientras que ella se tumbaba sobre el sofá, separaba la tela de sus bragas por segunda vez aquella tarde y se metía dos dedos dentro de su rajita. Cómo Sandra sabia perfectamente que me encantaba ese olor a hembra que sólo ella podía emanar, los sacó muy suavemente y me los pasó por mi nariz y mis labios.

  • ¡Quiero follar! , volvió a repetir.

  • Pero esta vez quiero que sea diferente.

  • ¿Y eso cómo es?, pregunté dentro de mi incertidumbre.

  • ¡Quiero imaginarme que me está follando otra polla! , me dijo poniéndose de pie.

Como podréis imaginar, me puse como una moto. No sé exactamente que paso por mi cuerpo, lo único que noté fue que mi polla pegó un salto y al momento me la noté mojada manchando la zona delantera de mi corto y fino pantalón.

Sin decirme nada, salió corriendo hacia el dormitorio para a los pocos segundos volver con una venda de seda marrón.

  • ¡Cari!, pónmela en los ojos , me dijo entregándome el trozo de tela y poniéndose de espaldas a mí.

  • ¿Y eso?, ¿cuál es la idea?, le pregunté un tanto sorprendido pero poniéndosela cómo me había ordenado.

  • ¡Tú pónmela y no preguntes nada!

Y justo eso hice. Le apoyé la punta de mi apretado rabo en la raja de su culo y empujando mis caderas contra su pandero, me dispuse a vendarle los ojos cómo ella me había mandado.

Ni puta idea de lo que estaba maquinando, pero sin darme tiempo a preguntar nada más en cuanto tuvo los ojos cubiertos, dándose media vuelta me empujó para que me sentase en el sofá. Colocándose de rodillas entre mis piernas se abalanzó sobre mí, me sacó la polla del pantalón y comenzó a besarla sin que yo me hubiese repuesto aún de la sorpresa.

  • ¡Cuánto me gusta tu polla!, me dijo.

  • Tiene un sabor diferente a todas las que me he comido, pero me gusta como sabe, me dijo haciéndome un lío ya que, hasta aquel momento, ella siempre había dicho que la única polla que se había comido era la mía.

  • ¡No voy a parar de chupártela hasta que tenga el coño tan mojado como tu nabo! , me dijo metiéndose mi rabo en la boca hasta las pelotas haciendo que me diese una convulsión por todo mi cuerpo.

Al cabo de unos minutos de estar dejándome seco, bajó una de sus manos y se empezó a rebuscar en su entrepierna separando sus bragas y dejando al aire la mata de pelo de su chochito. De rodillas como estaba, su coño quedaba libre y a la vista, dejándome ver como sus dedos entraban y salían produciendo unos lujuriosos ruidos de chapoteo que demostraban que estaba realmente cachonda y mojada tanto o más que mi propio cipote.

Tras un rato de inmejorables mamadas, se levantó y sin mediar palabra me tumbó sobre el sofá con las piernas en el suelo.

  • ¿Qué pasa?, ¿qué no me vas a comer el coño o qué?, me dijo colocándome el chumino en la boca casi obligándome a que se lo chupase.
  • ¡Vamos!, ¡chúpamelo!, me casi forzó apretando mi cabeza con sus manos.
  • ¡Quiero que me folles con tu lengua mientras que el cabrón de mi marido nos mira! , terminó diciendo mientras me lo restregaba por toda la cara.

Yo no tenía palabras, estaba, no sé si más excitado o más contrariado, pero lo que estaba pasando me estaba gustando y además mucho.

El contacto de su enmarañado coño con mi boca, su olor a hembra en celo recién corrida y mi excitación que no tiene fin, hicieron que mis labios se abriesen camino por aquel silvestre lugar y comenzara una chupada nerviosa dentro de su coño pasando mi lengua por su pipilla al ritmo que ella gemía de placer. Puedo jurar que estaba tan cachonda que los jugos de su chocho me estaban corriendo por la barba.

Cuando más entusiasmado estaba con lo que me traía entre labios, digo entre manos, poco a poco se fue separando de mí acercando su boca a la mía y chupando mis labios que estaban mojados y perfumados por su excitación.

Sin dejar de besarme y repartiendo por toda mi cara aquella suave mezcla de babas y flujo, se fue dejando caer hasta tocar con su culo la punta de mi ya enrojecida verga. Con suma maestría la cogió con su mano y empezó a restregársela sobre su preciosa raja, con unos movimientos dignos de la más experta de las mujeres, para luego llevársela hasta la entrada de su hinchado mollete y después volver a empezar desde el principio. Así estuvo varios minutos que a mí me parecieron años.

  • ¡Si sigues así mucho tiempo, la fiesta va a ser más corta de lo previsto!, le dije al ver que no tenía ninguna intención de parar de pajearse el coño con mi rabo.

  • ¡Si te corres, te mato y luego te sigo follando! , me dijo levantando su cara para mirarme a través de la venda que se podía ver mojada por el sudor que caía de la frente de Sandra.

¡No sabía que decir!, yo no era de piedra y no podía aguantar mucho más aquellos roces. Pero cómo eso era lo que ella quería, me dejé llevar y comencé a apretar los dientes para que mi leche no saliese hasta que Sandra la quisiese.

Y encima, para arreglarlo continuaba diciéndome cosas cariñosas. Me hablaba de cuanto le gustaba follarme, que le gustaba sentir mi polla dentro de su coño, que le pasase mis dedos por su culo, que le diese bien fuerte y que no parara, en fin, ¡las cositas que se dicen un par de enamorados a la luz de la luna, vamos!

Pero lo que no me esperaba para nada fue lo que me dijo en un momento dado.

  • ¡No pares!, ¡quiero follar toda la tarde!, ¡quiero sentir como me follan mientras que el cerdo de mi marido nos mira!

Como ya he dicho, me sentía un poco contrariado pero bastante cachondo, escuchar ciertas palabras de labios de tu mujer siempre produce un doble efecto. Y puedo jurar que aquel lenguaje que estaba usando Sandra me estaba poniendo de lo mío. Hasta ahí más o menos normal, pero lo raro del asunto era ¡que se estaba imaginando otra verga entrando y saliendo de su interior y otras manos acariciando su culo y su agujerito mientras que se pajeaba el coño con mi rabo!

Pero como ya he dicho que soy más caliente que el cenicero de un bingo, pues no me importó, todo lo contario, Sandra lo estaba disfrutando y mucho, tanto o más que yo. Además estaba haciendo algo que yo le había pedido millones de veces, imaginarse que estaba con otro hombre, ¿qué más se podía pedir?

  • ¡Qué bueno es esto de estar follando con otro tío mientras mi queridísimo marido se hace una paja y mira como entra y sale de mi coño esta gran polla!

  • ¡Leandro, menéatela mientras miras como se follan a la zorra de tu mujer!, me casi gritó dejándose caer sobre mi endurecido rabo para empezar a moverse y frotarse la raja con mi cimbrel.

  • Me pone cachonda tener dos rabos para mi sola, uno en mi coño y otro a la espera haciéndose una paja sobre mi culo. ¡Esto me va a hacer que me corra y que me corra como nunca me he corrido!

  • ¡Cuando te corras, quiero que lo hagas sobre mi culo para que él lo vea!, dijo volviendo la cara como si estuviese mirando a alguien que estuviese detrás de ella y que supuestamente era yo.

  • ¡Vale, mi vida!, ¡tú mandas!, fue lo único que fui capaz de decir.

Tras casi diez minutos de juegos y de yo morderme el labio para no correrme, de un sólo golpe y ensartándose cómo un pinchito moruno, se la metió hasta la bola en su hambrienta raja para empezar a gemir de gusto.

  • ¡Fóllame!, quiero sentir como chocan tus huevos contra mi coño, ¡quiero saber lo que es correrse con otra polla que no sea la de Leandro!

Yo, totalmente sorprendido pero más contento que unas castañuelas empecé a besarla como un poseso y a seguirle el juego.

  • ¡Sí, Cariño!, disfrútalo, no te cortes. Aprovéchate de esa nueva polla y córrete cómo nunca te has corrido. Córrete mientras yo me la meneo.

  • Y si quieres, a partir de ahora tendrás todas las pollas que desees para tu coño, añadí aprovechando la situación.

Y aunque no tuve respuesta, de momento, en una gran parte me hizo caso. Por segunda vez aquella tarde se corrió con grandes gemidos dando saltos sobre mi polla haciendo rebotar su culo sobre mis huevos. Con ese ritmo de movimientos no tuve más remedio que acompañarla en su corrida echando una gran cantidad de leche en su interior.

Tras la corrida, Sandra que normalmente me pedía que parase, siguió lentamente subiendo y bajando de mi polla mientras su coño soltaba el sobrante de mi corrida que iba resbalando por mis pelotas y por el interior de mis muslos hasta manchar el sofá.

Tras dejarme más seco que una mojama, se bajó de mis piernas, se quitó la venda de los ojos y volviendo a la postura inicial, de rodillas entre mis cachas, comenzó a chupar de mis huevos y muslos toda la leche que los manchaba. Cuando estuvieron bien limpios, se metió dos dedos en su coño rebuscando el resto de mi corrida en su interior y llevándoselos a la boca, los chupó. Lo hizo varias veces hasta que dejó reluciente su extraordinario chocho.

Una vez que estuvo bien limpia y su estomago bien lleno de mi caliente semen, se acercó a mí y poniéndome un dedo sobre los labios para que no dijese nada, se abrazó a mi pecho.

  • ¡Gracias! , eso fue lo único que me dijo.

Me miró a los ojos, se acurrucó en mi hombro y dándome un beso en una de mis tetillas, se quedó dormida dejándome a la vista su precioso cuerpo desnudo totalmente bañado en sudor.

JUEVES, 17 DE JULIO DE 2008 (TARDE)

Así estuvo casi una hora, yo no pude ni cerrar los ojos. No quería ni moverme para no molestarla, su cara era de felicidad y demostraba que realmente disfrutó lo que había hecho.

  • ¿Qué tal estás?, le pregunté cuando vi que por fin se despertó.

  • ¡Estupendamente, cariño!, ¡lista para volver a empezar!

  • ¿Qué te apetece hacer?

  • ¿No sé?, con el calor que hace y la “pechá” de sudar que nos hemos dado durante la siestecilla, lo mejor sería una duchita los dos juntos, le dije con carita picarona.

Se lo propuse aun sabiendo que a Sandra no le gustaba ducharse conmigo porque decía que al final no nos duchábamos, que siempre terminábamos follando y que era bastante incomodo en la bañera. Pero lo tenía que intentar, ¡por probar que no quedara!

  • ¡Jo, cari!, sabes que no me gusta. Es muy incomodo y tú sólo sabes meterme mano, respondió ella dándome la razón a lo que me acababa de imaginar.

  • ¡Anda ya, mujer!, ¡no tengas miedo!

  • Si tu sabes mejor que nadie que después de haberme corrido una vez, no hay coño ni culo en el mundo que me la vuelva a poner dura en un buen rato, le respondí para ver si tenía suerte y la convencía, por lo menos a lo de la duchita.

¡Pero para qué dije nada! Una vez más aquel día todo fue diferente a lo cotidiano. De un salto se levantó del sofá y me miró a la cara.

  • Tómate un cafelito mientras yo preparo la bañera.
  • ¡Ah!, ¡y cuando vengas que no se te olvide traerte la cámara de video!

Creo que la cagué, aquello de que no se podía volver a poner dura se lo había tomado como un reto.

No sabía por dónde empezar, por la cámara, el café, otra vez estaba nervioso. Al final me decidí por el café y me puse a prepararlo. Mientras tanto podía escuchar a Sandra preparar lo necesario para nuestro baño.

  • ¡Cariño, no tengas prisa!, ya lo preparo yo todo, me dijo antes de entrar en el baño.
  • ¿Y eso, porqué?, le pregunté siguiendo con mi asombro.
  • ¡Por que me apetece hacerlo!, me contestó sin más, desapareciendo de forma muy chulesca por la puerta del baño y cerrando.
  • Pero no entres hasta que yo te avise, me gritó desde el interior del baño.

Aún a sabiendas de lo que me acababa de decir, el café me lo tomé de dos sorbos y tras casi quince minutos de eterna espera y dos o tres nerviosos cigarritos, empecé a escuchar ruidos de Sandra desde el baño. Me acerqué a la puerta del baño para saber que estaba pasando dentro pero al intentar abrirla vi que estaba cerrada con el pestillo.

  • ¿Te encuentras bien?, le pregunté al escuchar aquellos raros ruidos que más bien parecían gemidos.

  • Qué yo sepa, aún no te he llamado, así que por favor, espera a que todo esté listo. ¡Ya te llamaré!

Con las orejas gachas otra vez, me di media vuelta y me fui de nuevo hacia la cocina. Al cabo de casi otros diez minutos y otro cigarrito, escuché como se abría la puerta y su dulce voz que me llamaba desde el cuarto de baño.

  • ¡Mi cielo, ya puedes entrar cuando quieras!

Me faltó el tiempo para acudir a la llamada de mi amada. Nunca había ido al baño tan rápidamente como aquella vez, incluso tropecé con el puto perro que estaba tumbado en mitad del pasillo.

Cuando entré pude ver que había puesto varias velas encendidas repartidas por el cuarto de baño. Un incienso olor a rosas dejaba un agradable olor en el ambiente y la cámara de video estaba dirigida directamente a la bañera.

Sandra estaba tumbada plácidamente en la bañera tocándose suavemente los mojados pelos de su coño.

  • ¡Pero qué buena que estás, mi vida!, le dije en cuanto la vi.

  • ¡Tú que me miras con buenos ojos!, me contestó ella.

  • ¡Anda, ven y métete conmigo en la bañera!

  • ¡Espera!, antes tengo que encender la cámara, le dije.

Pero su respuesta fue bastante clara.

  • Ya lleva un buen rato grabando, lo podrás ver luego cuando terminemos. Ahora déjala que continúe grabando.

Cómo desde que todo empezó, seguía sin entender prácticamente nada, era como el cazador cazado.

Me acerqué al filo de la bañera y pude contemplar el brillante cuerpo de Sandra mojado por el agua, semi cubierto por la espuma del baño. Entré junto a ella y por el poco espacio que quedaba libre me senté en el borde con los pies en el agua. Sandra acercó su boca hacia mi polla y medio tumbada, se metió mi rabo en la boca comenzando a chupármela con la sana intención de ponérmela nuevamente dura.

Cuando ya llevaba un buen rato con mi minúscula polla entre sus labios y sin conseguir gran cosa de ella, sólo ponerla un poco morcillona, me invitó a que me pusiese a su lado en la bañera.

Poniéndose de pie me pidió la esponja con un poco de jabón que usó para empezar a frotar sus pechos mirándome fijamente a los ojos. Sin poder dominar la tentación me acerqué a ella y dándole la vuelta empecé a acariciar su espalda y a lavar su pelo. Ella, al notar mi cuerpo tan cerca del suyo, dio un paso hacia atrás y pegó su culo a mi ahora ya no tan desvalida polla y que empezaba, después de sus chupadas y roces, a tomar de nuevo algo de vida. Al notar la más o menos dureza de mi rabo en su espalda, comenzó a hacer movimientos en círculo y a restregarse cada vez más y más fuerte.

Totalmente llena de jabón se dio la vuelta y comenzó a besarme metiendo su lengua en mi boca y enredándola con la mía. Tras un intenso beso que me supo a gloria, me cogió la cabeza y la llevó hasta sus tetas.

  • ¡Chúpame los pezones!, ¡mira como los tengo!, me dijo dándose pequeños pellizquitos en los pezones con sus dedos para demostrarme que los tenía como timbres de castillo.
  • ¡Los tengo realmente duros!

En ese momento, que cómo ya he dicho no soy de piedra, mi polla estaba prácticamente a punto, pero mejor se puso cuando ella empezó a soltar pequeños gemidos al notar mi boca en sus pezones, que puedo decir que estaban realmente duros, tanto o más que mi rabo.

  • ¡Tócame el coño, vida!, ¡juega con él!, me dijo cogiendo una de mis manos y llevándosela hasta su chochito.

Ella llevaba el plan como lo había preparado y yo no era nadie para contrariarla, así que sin rechistar no tuve más remedio que empezar a frotarlo.

  • ¡Qué bien lo haces, cabrito!, consigues como nadie que se me moje a chorros.

En ese momento, mi polla ya era toda una señora polla, dura como una barra de hierro y totalmente blanca de espuma de jabón, entre otras cosas porque Sandra, mientras yo hacia todo lo que me pedía, en ningún momento había dejado de sobármela.

  • *¡Ves como si se puede!, ¡es que no hay polla que se me resista! Ya la tienes dura y dispuesta para cualquier agujero.***

¿Cómo que cualquier agujero?, me pregunté a mi mismo. La respuesta la tuve de inmediato ante mis ojos.

Dejándome totalmente impresionado, cogió un bote de aceite de baño que siempre tenemos en la estantería de la ducha y comenzó a echárselo por la espalda haciendo que el líquido empezara a entrar por entre los cachetes de su culo. Poniendo una de las manos sobre la pared para no caerse, se inclinó un poco hacia delante dejándome a la vista su precioso culo y su tremendo coño llenos de espuma mientras que con la mano libre se abría su raja y se paseaba un par de dedos por el interior de su carnoso culo.

  • ¡Ven, acércate a mi culo!, ¡quiero que me lo folles!

¡La hostia! ¡No me lo creía! ¿Nunca quería y ahora ella misma me lo estaba pidiendo? Es más, ¿me lo había puesto en bandeja para que me lo comiera?, ¿para que me lo follara? ¡Da igual!, fuese cómo fuese, estaba en el séptimo cielo.

  • No me hagas esperar más o me arrepiento. ¡No puedo aguantar más sin tu polla abriendo mi culo!
  • ¿Estás segura?, eso fue lo único que fui capaz de decir.

¡Valiente gilipollas! El culo de mi queridísima esposa abierto de par en par ante mis ojos pidiéndome a voces que me lo follara y yo lo único que fui capaz de decir fue que si estaba segura. ¡Pues claro que estaba segura!, estaba segurísima y me lo estaba pidiendo a gritos. Así que no quise perder más tiempo y me puse a la faena.

Como sabía que aquello era poco habitual para ella, no quise ser bruto así que acerqué uno de mis dedos y empecé a dar suaves roces alrededor de su agujero repartiendo por toda la zona el aceite que antes ella misma se había echado. Cuando creí que estaba empezando a abrirse por sí sólo, introduje la yema de uno de mis dedos y lo mantuve quieto durante unos segundos haciendo que Sandra diese unos pequeños gemidos de placer mezclados con algún que otro quejido de dolor.

Al ver que ella aceptaba mi dedo y que no hacía absolutamente nada por separarse de mí, inicié un movimiento de mete y saca en su culito. Tras un breve espacio de tiempo, le metí un segundo dedo.

Por fin tenía dos dedos dentro de aquel calentito lugar que tanto se me hacía de rogar. Al ver que se abría y que Sandra disfrutaba con lo que estaba haciendo, metí un tercero echando antes otro buen chorro de aceite para suavizar las tensiones.

  • No son tus dedos lo que yo quiero ahí dentro, ¡así que o me la metes ya o lo dejamos aquí y se acabó!

Eso era lo último que yo quería, que se acabase. Así que cómo el hombre más sumiso del mundo pero a la par el más feliz, saqué los tres dedos que estaban empapados en sus jugos mezclados con aquel aceite de dioses y pasando mi mano por delante de ella se los metí en el coño. Un gemido de placer salió de lo más profundo de Sandra, ¡estaba realmente cachonda! Lo mojado de mis manos grasientas y la humedad de su coño hicieron que los tres dedos entraran hasta el fondo de una sola vez con asombrosa facilidad.

Sin perder más tiempo acerqué mi capullo, que estaba rojo como un tomate, y como un novato, nervioso y sin saber cómo hacerlo, metí la mitad de mi polla en su culo. Me quedé parado un segundo esperando que su agujero tomara la medida necesaria para que no le hiciera ningún tipo de daño y viendo que ella no se quejaba, de una sola vez le metí mi polla completa hasta el final tocando con mis huevos los mojados pelos de su coño.

Una vez dentro comencé a mover suavemente mis caderas delante y atrás. Sandra daba pequeños gritos de placer y yo me tuve que morder los labios para no gritar de alegría. A veces cerraba los ojos y los volvía a abrir para demostrarme a mí mismo que todo aquello no era un sueño sino que lo estaba viviendo.

Mientras tanto, la cámara de video era nuestra espía, grababa todo lo que estaba ocurriendo en aquellos íntimos momentos. Además, mi neurona, que aunque fuese una sola era capaz de hacer dos cosas a la vez, no dejaba de pensar en los primeros veinte o veinticinco minutos de la cinta. ¿Que habría grabado en ese tiempo?

  • ¡Sácala!, ¡quiero que veas lo abierto que lo tengo! Que veas el boquete que has dejado con tu polla, esa polla con la que me das tanto gusto.

Saqué mi polla como Sandra me había ordenado y enseguida confirme lo que me había dicho, su agujero era grande y precioso. Me hubiese encantado hacerle una foto, pero claro no era el momento, así que para que mi trabajo no hubiese sido en vano, volví a meterla.

La metía hasta el fondo y la sacaba por completo, esto le gustaba. Estuve follándomela por el culo más de quince minutos ya que la corrida de la tarde me había dejado los huevos bien vacíos. Mientras yo me follaba su culo, ella no había parado de pajearse el coño con sus dedos y no me extrañó cuando entre gemidos me dijo que se corría.

  • ¡Cariño, quiero correrme!, ¡quiero que te corras conmigo!, ¡no puedo más, necesito que me llenes el culo de leche! ¡Estoy a punto de correrme!, ¿quieres que me corra?

  • ¡Sí!, le contesté justo en el momento que yo recibí el primer aviso de que mí corrida también estaba a punto de salir.

En aquel momento me puse a pensar en que la cantidad de leche que iba a soltar no iba a ser muy grande, unas cuantas gotas a lo sumo, casi nunca había tenido la suerte de correrme dos veces seguidas en tan breve espacio de tiempo. Pero la voz entrecortada de Sandra me hizo volver a lo que tenía que estar.

  • *¡Si vamos, fóllame!, ¡fóllame con fuerza!, ¡reviéntame el culo, cabronazo!***

Obediente como hasta ahora y alucinado como nunca por el vocabulario de Sandra, inicié un ritmo de follada bastante más fuerte consiguiendo que la mezcla de dolor y placer que sentía en su culo hiciesen que jadeara como una poseída.

Cómo me había anunciado, por tercera vez se corrió entre gemidos mezclados con los míos, y en ese mismo instante que ella llegaba al orgasmo, yo llenaba su culo de mi caliente pero escaso semen.

Aún con mi polla dentro de su culo, nos quedamos parados, pegados a la pared durante unos segundos recuperando el aliento. Tras ese pequeño rato se separó de mí soltando un suspiro de pena por dejar su culo vacío, se dio media vuelta y comenzó a mordisquear mis pezones que estaban que se podían cortar cristales con ellos. Me mordió el cuello, me besó en los labios y cómo pudo, se arrodilló delante de mi polla.

  • ¡Pobrecita!, ¡debe estar sucia!, me dijo con voz de niña mala. La voy a limpiar que para eso vinimos a la bañera, ¿no?

Mi polla ya casi no existía, estaba totalmente reducida a la mínima expresión. Lo único que podía ver es que estaba llena de restos de mi leche unida al pringoso aceite y a los líquidos de su culo.

Sin hacerle el más mínimo asco a mi reducido pitufín y a la mezcla que lo cubría, comenzó a chupármela muy despacio mientras que con su mano echaba mi piel hacia atrás dejando mi pequeño pero feliz capullito al aire. Mi polla estaba chiquitina, chiquitina, pero realmente sensible. Me dolía el capullo pero ella, a pesar de mis suplicas por que me dejara, siguió con su trabajo chupándome los huevos y metiéndoselos dentro de su boca.

Después de un par de minutos de riquísimas chupaditas y de yo agarrarme dónde podía para no caerme de gusto, se puso de pie y cambió totalmente de conversación.

  • ¡Tengo hambre!, ¿picamos algo rápido?

Tardé un par de segundos en reaccionar por el cambio tan radical.

  • ¡Vale!, algo habrá en la nevera, le dije una vez que la sangre volvió a regar mi cabeza, de arriba.

  • Te prepararé un rico piscolabis por los buenos momentos que me has hecho pasar, le terminé diciendo a la par que me salía de la bañera y la dejaba a ella dispuesta a terminar su ducha y quitarse el montón de espuma y aceite que cubría su precioso cuerpo.

Tras terminar de ducharse, desnudos y sin casi secarnos nos fuimos a la cocina a preparar algo de picoteo. Mientras comíamos quise hablar con Sandra sobre lo sucedido durante el día.

  • Simplemente me ha pillado el día tonto y tenía ganas de explotarlo.

Esa, aunque bastante convincente, fue la única explicación que me dio.

  • ¡Por favor ten otros muchos días tontos cómo este!, fue lo único que yo atiné a decir mientras que de mi boca caía un largo chorro de babas hasta el suelo.

JUEVES, 17 DE JULIO DE 2008 (NOCHE)

Nos fuimos a la cama a eso de las doce de la noche, no echaban nada bueno en la tele y yo estaba un poco cansado. (El sexo, aunque es buenísimo, cansa un güevo, ¡lo juro!)

Lo único bueno era que mañana no había que madrugar porque era festivo y además viernes, por lo tanto tenía tres diítas de relajo por delante.

Como ya he dicho anteriormente, soy de mal dormir y aún peor cuando tengo la cabeza en otro sitio. Esa noche la tenía en muchos sitios y en uno sólo a la vez, en Sandra y en su coñito, su culito, su boca, sus pechos, en fin que no paraba de pensar en todo lo que había ocurrido. Además, Sandra estaba a mi lado desnuda y la poca luz de las farolas que entraba por la ventana y que se reflejaba en su blanca piel hacía que estuviese aun más bonita si era posible. Aprovechándome de su profundo sueño rozaba su piel suave, tocaba su culo, pasaba mi mano por el pelo de su chochito, tocaba sus pechos, sus pezones, ¡me estaba poniendo malo otra vez!

Tras muchas vueltas en la cama y muchos roces con su cuerpo me vino un recuerdo a la mente, ¡la cámara de video! ¿Cómo se me había olvidado algo así? ¡Había un inicio de cinta que yo no había presenciado!

En aquel momento recordé las intrigantes palabras de Sandra antes en la bañera “Ya lleva un buen rato grabando, lo podrás ver luego cuando terminemos. Ahora déjala que continúe grabando”.

Nervioso como un niño la noche de reyes y sin hacer el más mínimo ruido para no despertarla, me levanté de la cama, me fui hasta donde tenía mi ordenador, que está en la terraza dónde duerme el perrito y corrí las cortinas todo lo que pude ya que a veces quedan huecos en los que se puede ver desde la calle. En ese momento, lo que apareciese en mi pantalla lo quería sólo para mis ojos. Sólo de pensar que podía haber en aquella cinta me excitaba.

Tras apaciguar un poco al perro que se había puesto bastante nervioso al verme, encendí el ordenador, conecté la cámara y abrí el programa de video.

¡Azul!, ¡sólo veía un pantallazo azul! ¿A que esta jodía no puso la cámara en grabación, sino sólo en play?

Un minuto, dos minutos…, por fin apareció la imagen de Sandra en el cuarto de baño.

Mucho más relajado por comprobar que no se había equivocado de botón, me puse los cascos y empecé a ver y escuchar lo que la cinta me guardaba con tanto cariño.

Sandra se mostraba en la pantalla con sólo su tanguita puesto. En sus manos llevaba una bolsa de plástico.

¿Qué será?, me pregunté sin dejar de mirar la pantalla. ¡Pronto lo supe!

De la bolsa sacó unas velas que fue colocando alrededor de la bañera y sobre el lavabo colocó una barra de incienso. Cogió un mechero, las encendió y se sentó sobre el filo de la bañera mirando fijamente a la cámara para empezar a hablar.

  • ¡Cariño, hoy quiero ser diferente!

  • Lo de esta mañana en la silla o lo de antes en el sofá eran sólo un principio, a partir de ahora viene el resto.

  • Espero que lo disfrutes tanto como yo quiero disfrutarlo. ¡Te quiero!

Se levantó y sin separar la mirada de la cámara, comenzó a tocarse los pechos apretándoselos con fuerza y llevándoselos hasta la boca para chupárselos.

Abrió el grifo de la bañera y colocó el tapón. Aquella postura hizo que su culo se quedase en primer plano en la pantalla. En esa misma postura comenzó a bajarse el tanga y dejar a la vista lo poco que faltaba por enseñar. Aún de espaldas y agachada, abrió sus piernas todo lo que pudo y una de sus manos comenzó a tocar su coño y meter sus dedos dentro.

  • ¡Mira cariño!, todo lo que ves es tuyo y lo podrás tener en tus manos cuando lo desees. Sólo tienes que pedirlo.

  • Y si te gusta, de vez en cuando, cuando tú no estés, grabaré un video sólo para ti, para que lo veas y te toques la polla pensando en mí.

Se incorporó y lanzando un beso a la cámara se metió en la bañera y se tumbó.

Directamente comenzó a acariciar su ombligo, a tocar sus caderas y con movimientos muy suaves fue subiendo hasta sus pechos que los acariciaba con mimo y delicadeza. Se llevó un dedo a la boca, lo tocó suavemente con la punta de su lengua y lo chupó como si fuese un caramelo u otra cosa peor.

Su dedo, mojado por la saliva, lo llevó hasta uno de sus pechos y comenzó a dar vueltas alrededor de su precioso pezón. Le daba pellizcos, tiraba de él y unos ligeros gemidos escapaban de su boca. Sus muslos se rozaban nerviosamente el uno contra el otro mientras que con su mano libre se tocaba la entrepierna. Sus ojos estaban continuamente cerrados como si estuviese imaginando alguna situación erótica.

Deslizando sus manos hacia los muslos, comenzó a acariciárselos por fuera y por dentro y se iba acercando lentamente a su entrepierna. ¡Como me hubiese gustado estar presente!

Poco a poco parecía que se estuviera poniendo nerviosa ya que lo que antes eran suaves roces, ahora se habían convertido en fuertes apretones en todo su coño metiéndose con fuerza un dedo dentro de su raja que usó para follarse ella misma.

Al principio sólo se había metido un dedo, a continuación dos y en pocos segundos tenía cuatro dedos metidos en su ya dilatado chocho comenzando un mete saca que de sólo verlo me estaba poniendo la polla nuevamente dura.

Sacó los dedos y se los acercó a la boca, los chupó como si se le fuese la vida en ello saboreando el líquido de su almeja. Cuando estuvo bien saciada de su propio sabor, devolvió la mano a su entrepierna y continuó masturbándose mientras que con la otra mano se apretaba sus tetas dejándoles los dedos marcados de tanto apretar.

Sólo abrió los ojos una vez para volver a hablarle a la cámara.

  • ¡Seguro que ahora querrás más!

  • ¡Lo vas a tener!, ¡no te preocupes!

Y tras decir esto se incorporó un poco para coger el bote de aceite corporal y para ponerse a rebuscar en la bolsa de plástico y sacar a un gran conocido nuestro, un consolador negro con forma de tremenda polla que tiene como dos alas para tocar su clítoris y el agujerito del culo a la vez y que muchas veces ha buceado por el interior de Sandra.

Lo encendió y se empezó a escuchar el zumbido que producía aquel vibrador de goma. Se volvió a tumbar y llevándoselo a la boca chupó aquel trozo de plástico con ansias, como si de una polla de verdad se tratase.

Poniendo las dos piernas, una a cada lado de la bañera y quedándose completamente abierta, se lo acercó a su raja. El vibrador parecía que conocía muy bien el camino, no dudó ni un momento en entrar hasta dentro. Cuando encontró el fondo de su cueva, el zumbido dejó por un momento de escucharse, ahora sólo se escuchaban los sonoros gemidos que Sandra estaba dando.

Seguro que esos son los suspiros que escuché esta tarde mientras tomaba café en la cocina, pensé.

En ese momento, mientras ella seguía jugando con su cuerpo, escuche mi voz.

  • ¡Cariño, te encuentras bien! y tras mi voz, su respuesta de esta tarde.

  • Qué yo sepa, aún no te he llamado, así que por favor, espera a que todo esté listo.

  • ¡Ya te llamaré!

En el video podía ver perfectamente que estaba completamente excitada. Se había echado un buen chorro de aquel transparente aceite y se penetraba con fuerza hasta el fondo. Metía el consolador y lo sacaba, lo llevaba a su boca y lo chupaba mientras lo untaba de gran cantidad de saliva.

Como pudo se dio la vuelta, se puso a cuatro patas y abriendo sus piernas todo lo que la bañera la dejaba, volvió a rozarse el coño con el consolador. Pero esta vez lo subió un poco más deslizándolo en dirección a su culo, se abrió un poco y se acarició con el aparato el agujerito haciendo el intento de metérselo en su culo pero sin conseguirlo. Sandra no tenía aún el culo preparado, habíamos follado por ahí alguna que otra vez pero no tantas como para que aquella bestia negra entrase a la primera.

Cuando creí que se iba a dar por vencida, se incorporó, cogió de nuevo el bote de aceite y echándose otro buen chorro, se embadurnó todo el culo. Se volvió a poner en la misma postura que antes y sin darse tregua volvió a intentar meterse el consolador.

En estos momentos mi excitación viendo la cinta era inmensa, tenía la polla más dura que jamás hubiese creído tener, además cuando me toqué noté que estaba completamente mojada de líquido. ¡Incluso diría que, por lo mojado de mi pantaloncito corto, me había corrido sin tocarme! Pero tenía que aguantar sin tocarme, quería seguir viendo el resto de la cinta.

  • ¡Cariño, sé que esto no es normal en mí, pero hoy quiero que me folles el culo!, ¡quiero que me duela!, dijo volviendo la cara para mirar a la cámara.

  • Estoy tan caliente que incluso necesitaría unos azotes.

  • Quiero que me lo rompas, y lo que hago es para que tengas más fácil la entrada a mi culo.

Se escuchaba como Sandra lanzaba gritos de sufrimiento mientras que el gran rabo negro lograba, por fin, entrar en su culo.

Fueron un par de minutos en los que sólo pude escuchar unos sollozos a la vez que veía como cada vez el cipote de plástico entraba y salía con más alegría. Lo que antes eran pequeños lamentos ahora se iban convirtiendo en gemidos de placer producidos por el placer de su culo y el masaje que su mano libre le estaba dando a su raja. El poco de agua que había en el fondo de la bañera se movía de lado a lado como si hubiese llegado un fuerte oleaje.

Tenía una polla negra en el culo y una nerviosa mano en su pipa cuando empezó a jadear como si la estuviesen matando.

  • ¡Cariño, me voy a correr!, ¡me voy a correr!

  • Quiero que cuando veas esto te corras conmigo, ¡no lo olvides!, dijo a la cámara con la voz entrecortada por su inminente corrida.

  • ¡Cariño, me corro!, ¡me corro!

A continuación se dio la vuelta y se tumbó en la bañera.

  • ¡Te quiero!, dijo lanzando un beso a la cámara.

Los tres o cuatro minutos siguientes sólo pude ver a Sandra tumbada en la bañera con los ojos cerrados y una cara de verdadera satisfacción. Hasta que poniéndose de pie me llamó.

  • ¡Mi cielo!, ¡ya puedes entrar cuando quieras!

A continuación aparecí yo en la pantalla del ordenador abriendo la puerta del baño.

No pude aguantar más, estuve a punto de irme a la cama y follármela pero eran las cuatro y pico de la mañana, me dio pena molestar su descanso, así que saqué mi polla y comencé a pajearme. No hizo falta mucho tiempo, acaso treinta segundos. Terminé soltando un poco de leche que no llegó ni a manchar mis pantalones. ¡Todo un record!, ¡me había corrido tres veces en un mismo día!

Como tantas veces ese día, me pellizqué para ver si era un sueño o era realidad. ¡Era realidad! ¡Qué suerte tuve aquel día!

Apagué el ordenador, la cámara y me fui hacia el dormitorio.

Mi Ángel, que sin yo saberlo se había corrido una vez más de las que yo creía, seguía durmiendo. Me acosté y acercándome a ella, pegué mi polla a su culo y me quedé completamente dormido.