Sólo en grupo (1)
Una ninfómana relata una de sus aventuras con un equipo de futbol.
Sólo en grupo (1)
Expectante aguardo, ansiosa de ver qué es lo que están dispuestos a hacer por mí.
Estoy parada sobre la barda de un campo de fútbol; estos cinco chicos estaban jugando como acostumbran hacerlo todas las tardes en este baldío, al verme subida hasta aquí dijeron que debía estar borracha o drogada, pero se callaron para acercarse a contemplarme cuando empecé a contonearme cadenciosamente. Pero la locura llegó cuando se asomaron bajo mi falda descubriendo que no tengo ropa interior.
Entonces comenzó el circo, empezaron a brincar tratando de llegar hasta mí, pero la barda es demasiado alta del lado del campo, que está en una hondonada; intentaron subirse uno sobre otro, pero no lograron guardar el equilibrio. Desesperados, tres de ellos se han ido corriendo a buscar algo para subir y alcanzarme.
Los que se quedan, más tímidos, me observan boquiabiertos rogando en silencio porque no me vaya. Para ellos tengo algo especial: me acurruco dándoles la espalda, me subo la falda hasta la cintura y me meto el dedo índice primero en la vagina y después en el culo una y otra vez mientras gimo ruidosamente. Termino pronto para que nadie se vaya a masturbar y a venir intempestivamente, porque quiero todo su semen con toda la fuerza con la que me lo puedan dar.
El resto regresa ahora ¡atravesando el campo en el coche de uno de ellos! Se estacionan bajo la barda, sacan unos bultos de la cajuela que acomodan sobre el toldo y se suben sobre ellos mientras sus compañeros los sostienen. Cuando ya están por alcanzarme, los enardezco aún más haciendo la comedia de retirarme: me doy la vuelta dándoles la espalda y me agacho hasta sentarme sobre la barda como para saltar al otro lado ¡entonces me alcanzan! Unos brazos me rodean la cintura mientras una voz me dice "¡tú no te vas, pinche puta!". Se deja caer conmigo sobre sus compañeros, que amortiguan nuestra caída, y quedamos todos en el suelo.
Entonces siento como empiezan a trabajar sus manos; primero me tocan los brazos y las piernas y después me empiezan a agarrar con fuerza los pechos y las nalgas. Una mano audaz agarra mi sexo y otra aún más irreverente comienza a escarbarme el culo.
El primero en desnudarse me muestra su verga erecta como un pilar, se acomoda entre mis piernas haciendo a un lado a mi masturbador y me penetra violentamente a la voz de "¡esto es lo que querías, eh!". Los demás ya están sin ropa frotándose sus miembros mientras contemplan el espectáculo. El primero en penetrarme no aguanta más y eyacula cuando apenas le había dado dos apretoncitos. Otros dos se apresuran a ocupar su sitio; me ponen a cuatro patas y al hacerlo me arrancan el vestido, uno se mete debajo de mí y el otro se pone detrás, en el ano, y empiezan a darme ¡pero a darme en serio! Otro más se para frente a mí y me pone su miembro erecto en la boca "¡Hala, chupa!". Continúan así unos minutos; los dos que sólo observan no soportan más y se me avientan encima haciendo a un lado al que tengo en el culo y destrabándome del que tengo debajo. El primero que había eyaculado se excitó con el espectáculo y junto con los dos de quienes me habían zafado se unen a sus compañeros, de manera que tengo dos vergas en la boca y tres entrándome y saliéndome alternadamente por la vagina y el ano. Uno a uno van viniéndose, echándome su semen por dentro o sobre mi cuerpo, hasta que sólo me queda un pito en la boca. El ansioso jovencito, al ver libres mis orificios, se abalanza sobre ellos, dilatados y empapados, y empieza a penetrarme alternadamente, una en el ano, una en el coño, hasta que no puede más y se clava hasta el fondo con todo y testículos en mi culo dejándose venir violentamente mientras se aferra a mis pechos. Inmediatamente después se desploma, yendo a acompañar al suelo a sus exhaustos compañeros.
Tras un breve instante hago un esfuerzo y me levanto, sudorosa, enlodada, adolorida y temblando. Volteo y veo que unos fingen dormir y otros reposan distraídos. Sólo uno a mi lado me ve como queriendo decirme algo. Trato de recoger mi vestido pero me doy cuenta de que está roto en pedazos, así que me dirijo al que está mirándome fijamente:
¿Me prestas tu playera?
El asiente sin hablar. Me pongo su playera sudada, me calzo las zapatillas y me retiro del campo trastabillando y con un hilo de semen escurriéndome a lo largo de las piernas.