Solo ellas 1/2

¿Conocer a una mujer? Calificarlo de imposible es todo mito, son unas criaturas maravillosas que endulzan nuestra vida. Tratar de solucionar los problemas que surjan, individuales o de pareja es tarea de los dos, y eso pasa a veces por tener que cederla a terceros.

  • Isabel, totalmente inmóvil se dejaba acariciar, me sentía muy raro pero nada me indicaba que debía parar, es más, sus ojos delataban el placer que sentía en ese momento, pero entendí por qué no debía mostrar demasiado entusiasmo, fue cuando le propuse ir a una de las habitaciones para tener algo de intimidad y al tiempo proporcionar también intimidad a Ana y su ocasional pareja.

Hacia ya nueve años que nos conocemos y siete que vivíamos juntos, nunca habíamos tenido problemas y cuando surgía algo lo hablábamos hasta que lo solucionábamos, pero de un tiempo a esta parte Ana estaba sumiéndose en un espiral de languidez o melancolía, que nos llevo a pensar en la posibilidad de una depresión, sin causa conocida pero con todos los síntomas.

Decidimos acudir a un psicólogo, unos amigos nos recomendaron una mujer muy dulce y amable solo unos años mayor que nosotros, estábamos en los 27 y ella no aparentaba muchos más, la consulta era en un piso antiguo de esos enormes situado en el centro del “Eixample Barcelonés”. En la primera visita que fue un viernes, nos atendió una chica muy simpática que nos hizo pasar a una pequeña salita, poco después de oír que alguien salía, nos acompañó hasta el despacho principal.

Los dos simultáneamente fuimos desgranando nuestra relación y los cambios que nos habían llevado ha visitarla, de vez en cuando preguntaba algún detalle que consideramos del todo irrelevante y tomaba nota de algo en concreto, a pesar de que nos pidió permiso para grabar la sesión, al terminar quedamos para la semana siguiente, la misma chica de antes, a la que avisó por interfono, vino para acompañarnos hasta la salida, llegamos al vestíbulo atravesando una antesala más grande que la que habíamos empleado nosotros, pagamos el importe de la sesión y marchamos a casa.

Esa noche Ana se mostro un poco más alegre, hicimos el amor de forma salvaje como nos gusta a ambos, pero como hacia tiempo que no nos permitía su estado anímico. Por la mañana se levanto pletórica y llegue a pensar que la simple entrevista con la psicóloga había sido suficiente para ese cambio, pero solo fue un “bluf”, por la tarde regreso al desanimo y desgana experimentada en los últimos tiempos, así hasta el siguiente viernes en que acudimos a la consulta.

  • Isabel, en el momento en que se vio en la habitación a solas conmigo, comenzó a responder a las caricias que le prodigaba, suspiraba mientras lentamente le iba soltando los botones de la blusa, cuando tuve acceso al sujetador de blonda y pude soltar el cierre delantero, sus pechos se me ofrecieron como cantaros de miel, y los fui lamiendo mientras con una mano acariciaba su vulva sobre la falda.

En esa segunda sesión al poco de comenzar, la psicóloga me pidió que saliera si no me importaba y ella misma me hizo esperar en aquella gran antesala, unos minutos después llegaron dos mujeres de unos 30 años muy bellas y elegantemente vestidas, me dio la impresión que eran pareja aunque ninguna de las dos mostraba signos que lo indicaran, tan solo las miradas que se prodigaban, y que además indicaban claramente cual de las dos tenia el problema.

Nos saludamos cortésmente pero tardamos en entablar conversación, y fue a cuento de la huelga de transportes que afectaba los trenes de cercanías, ellas viven en Sant Cugat del Valles, y nosotros en una urbanización a las afueras de Terrassa, se presentaron como Luisa e Isabel, esta es la que parecía más cortada y la que considere que era la causa de su presencia allí, les dije que mi nombre es Ángel y mi pareja que estaba dentro se llamaba Ana.

  • No oía a Ana, pero imagine que eso era buena señal, suele ser muy silenciosa hasta que alcanza el orgasmo, en ese momento se despierta la fiera que lleva dentro y es todo un concierto de suspiros, ligeros gritos, o bruscas palabras para exhortarme a darle más duro.

Poco después aparecieron Ana y la psicóloga, que nos dijo que había surgido un imprevisto y que no podía terminar la sesión con Ana ni atenderlas a ellas. Sentía mucho el contratiempo que ello significaba, pero que concertáramos una nueva cita con la chica de la entrada. Así lo hicimos, les sugerí que la pidieran ellas primero ya que al menos Ana había hecho parte de la sesión, mientras lo hacían oí como se lamentaba Isabel de los trastornos que le estaba ocasionando a su compañera, esta solo le tomo del brazo y con un cariñoso apretón le pidió en un susurro que no dijera tonterías.

Continuó Isabel diciendo.

Y encima la huelga de transporte, tendremos que estarnos por aquí hasta que podamos coger un tren donde viajemos medianamente tranquilas y sin las aglomeraciones que se producen siempre en estos casos.

Entonces les propuse que nos acompañaran, íbamos a pasar junto a su localidad y habíamos venido en coche, quizás habría algo de atasco para salir de la ciudad un viernes por la tarde, pero seguro que se sentirían mas cómodas en el coche, que haciendo tiempo por “fuerza” y llegando a su casa a las tantas; Luisa declinó el ofrecimiento, agradeciéndolo pero aduciendo que Isabel se marea si viaja en el asiento posterior de un coche, entonces Ana muy animada le respondió que eso no seria problema, ellas podrían viajar juntas detrás e Isabel delante junto a mi, además seria una buena forma de conocernos un poco y comentar algo sobre los problemas que les aquejaban.

  • Isabel comenzó a echar la cabeza atrás, ofreciéndome su precioso cuello, que no tarde en comenzar a besar, al tiempo solté la falda que cayo al suelo con un ligero movimiento por su parte, entonces me sorprendió, alargando la mano y comenzando a magrearme la verga por encima de la tensa tela del pantalón.

Llegamos al parquin y nos acomodamos en el coche, Isabel junto a mí y Ana detrás junto a Luisa, después de circular unos minutos, le dije a Isabel que si notaba que se mareaba o estimaba que circulaba demasiado deprisa me lo dijera, en realidad no teníamos prisa. Tímidamente me respondió que así lo haría.

Por una maniobra extraña de otro conductor tuve que dar un frenazo, instintivamente alargue el brazo para tratar de proteger al acompañante, un habito que adopte de mi padre, que había prendido a conducir antes de que fuera obligatorio el huso del cinturón de seguridad, yo también reaccionaba igual y tenia esa costumbre del todo innecesaria, pero es como un tic que aparece sin saber como, pero es imposible hacerlo desaparecer.

Luisa comenzó a reír, y nos contagio a todos cuando además comentó.

¡No te quejaras Isabel! Ese si es un verdadero “Ángel de la guarda”.

No había sido algo planeado, pero sirvió para que dejáramos las formalidades y comenzáramos a soltarnos un poco, Isabel comenzó a decirnos que se encontraba rara de un tiempo a esta parte pero sin una explicación lógica, esa era la causa de su visita a la psicóloga, entonces le toco el turno a Ana que trato de explicar que le sucedía algo semejante. Añadió de pasada, que nuestra relación había comenzado al finalizar el instituto y que nunca habíamos estado con otras parejas.

  • Isabel estaba a punto, a cada movimiento mio se estremecía, cuando mis dedos comenzaron a hurgar en su depilado coño fue retrocediendo lentamente, hasta tropezar en la amplia cama y sin darme opción se sentó tendiéndose en ella, a continuación comenzó la verdadera fiesta.

Había menos transito del que suponía y pronto llegamos a las cercanías de su casa, me guiaron hasta llegar a la puerta, con entusiasmo fue Luisa quien nos propuso entrar a tomar una copa si nos apetecía, sugirió que quizás charlando un poco podríamos descubrir cosas en común que podían ayudar a “nuestras parejas”, dejando de ese modo muy claro lo que era evidente.

Nos miramos y Ana bajó del coche, lo aparqué y las seguí por el cuidado jardín hasta el interior de una casa, que me pareció decorada con muy buen gusto.

Después de acomodarme en uno de los sofás, mientras Ana iba al baño y de servir unas bebidas, Luisa se sentó enfrente de mi y Isabel a mi lado, quedando espacio para Ana junto a Luisa o en una butaca, como es lógico al ver la disposición eligió el sofá, y quedamos así emparejados cruzados, tomo la palabra Isabel que muy seria preguntó.

¿Así vosotros, no habéis tenido otras parejas nunca?

Ana respondió que NO, teníamos amigos y salíamos con ellos con frecuencia, bueno antes más que ahora porque ella se encontraba rara, pero nunca habíamos tenido otras parejas ni era algo que echara de menos. Luisa insistió en su “casi” interrogatorio.

¿Pero entendéis que haya parejas como nosotras? No me gustaría violentaros a ninguno de los dos, bueno en realidad de los tres, y haría cualquier cosa por ver a Isabel feliz, y nunca más en el estado en que se sume en ocasiones. ¿Imagino Ángel que a ti te sucederá lo mismo?

Mi respuesta solo podía ser esta.

Creo que cada cual elige su forma de vida, algunos de nuestros amigos son bisexuales, pero no es algo que nos importe en absoluto, y respondiendo a tu pregunta te diré, que haría lo que fuera por verla en paz alegre y despreocupada, como ha sido siempre y poder disfrutar ambos de lo que la vida nos puede deparar que es mucho.

Físicamente estábamos sanos, somos jóvenes y disponemos de una estabilidad económica envidiable, pero esta claro que eso no es suficiente, realmente el dinero no da la felicidad, tan solo ayuda.

  • Comencé a oír los primeros resultados del encuentro que estaba produciendo en la cercana estancia, Ana había alcanzado su primer orgasmo, y a juzgar por como bramaba, entendí que seria la perfecta “victima” de la dilatada sapiencia de su pareja.
  • Entre tanto, yo había colocado las piernas de Isabel sobre mis hombros y la estaba penetrando con vigor, a cada nuevo caderazo exhalaba un profundo suspiro y es que con una de sus manos colaboraba acariciándose ella misma el clítoris.

El resultado de ambos parlamentos, tan solo propició que tanto a Ana como a Isabel se les engrasaran los ojos, instintivamente se acurrucaron con quien tenían al lado, abrace a Isabel como si de Ana se tratara y note su hipar, estaba llorando, cuando levante la mirada pude ver que Ana estaba igual y eso me encogió el corazón.

También Luisa la acunaba como algo suyo y pareció reconfortarla, cuando la situación se estabilizo un poco nos ofrecieron quedarnos a cenar, pero con la escusa de que se había hecho tarde dije de marcharnos, pensé que Ana lo que necesitaba para serenarse del todo era la tranquilidad del hogar.

Continuara.

© (

Pobrecain

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