Sólo dos frases
Como ella solicita que la someta.
Estabas estudiando en el colchón, desnuda, el aire puesto. Yo leyendo en el sofá. Apenas puedo leer, me distraes, tu cuerpo me distrae, como te mueves me distrae. No he podido pasar de la misma página, hasta que me he dado por vencido. Tu coño orientado hacia mí, las piernas flexionadas. Con los pies en el colchón mueves las rodillas de un lado a otro.
Como es habitual, mucha complicidad con un punto de picardía, sonrisas, complacencia, algo bonito, me ha gustado. Tu cambiando de posturas. Tus pies hacia mí. La cabeza alejada. De espalda con las piernas dobladas. O boca abajo, con las piernas dobladas, los pies levantados. Meciéndote. Tu culo. Te hacía cosquillas en los pies. Tu gruñías amable pero sólo porque no te dejaba estudiar.
Boca arriba, extendía mi pie para rozarte el coño y me mirabas con cara seria pero no enfadada, sólo porque no te dejaba estudiar. Yo poniendo cara de culpable pero sin arrepentirme. Tú sin vestirte, como un juego, sabiendo que disfrutaba al verte desnuda. El desayuno al lado del colchón. Tu picando alguna cosa. Creo que te lo había preparado yo, porque tú tenías pinta de haber pasado la noche en el colchón. De haberte quedado estudiando de noche y haberte quedado dormida ahí. El pelo revuelto. Suelto. Poniéndotelo bien de vez en cuando.
Yo tratando de leer un libro sobre la época musulmana. Me gustaba cada vez que echabas el pelo para el lado porque aparecía tu cuello. Me apetecía besarlo. Te tapo pensando que puedes tener frío y tú te lo quitas. Sin hablar me das a entender: “No te gusto más así?” Me sorprendo de tu gesto pero sonrío. Sonrío y me sorprendo, todo junto. Sensaciones mezcladas.
En otro momento, te tumbas boca abajo. Dejas caer los apuntes que caen ordenados. Extiendes un brazo hacia las velas. Apoyas la cabeza, de perfil, sobre el brazo extendido. El cuerpo un poco de lado. El pelo dejando descubierto el cuello. Veo hasta los pliegues de la postura en él
Es como si durmieses, pero no cierras los ojos. Te quedas quieta. Sin expresión. Seria. Descansando? Pensando? No sé interpretar la expresión. Me quedo mirándote. Sin decirte nada. No sé si te duermes. Me parece que sí. Ni idea.
Entonces te giras y sigues estudiando, boca arriba. Las piernas dobladas. Con los pies apoyados en el colchón. Mueves las rodillas. Separadas sólo un poco. Me miras, sin provocación, o sí? Para ver lo que hago. Sintiendo verguenza de tu postura. Levanto los ojos del libro al oír que te mueves. Te veo mirándome. Te miro sobre las gafas de lectura. Sonríes pero apenas es un gesto muy suave. Sigo mirándote sonriendo apenas también.
Extiendo mi pie. No pretendo excitarte. Me gusta sentir el calor de tu coño, su tacto. Me miras como diciéndome me vas a interrumpir pero no haces nada por evitar el contacto, aunque me pongas carita de gruñona y vuelves a echarte par atrás y seguir estudiando.
Apenas dura unos segundos tu separación. Acerco mi pie de nuevo. Me gusta el roce suave.
-Necesito más –me dices. Es la primera frase que me parece haberte escuchado esta mañana. Me miras para ver si yo también quiero. Metes los riñones y mueves el culo para acercar tu cuerpo, tu coño, a mi pie. Abres las piernas. Para ofrecerme una mejor visión de tu sexo. Para mí. Como un ofrecimiento. Sigues con los apuntes mientras paso mi pie por tu raja. Húmeda. Mojada más bien. Me gusta el tacto. El sonido incluso. Aún suave.
Levanto la vista y te estás acariciando las tetas. Suave también. Los apuntes ya olvidados. Me miras. Tu expresión ha cambiado. El pelo ahuecado como el de un león, como si hubiese tomado volumen, sigue revuelto. Los labios más gruesos. La mirada penetrante. En mi cabeza tu frase: Necesito más. Voy a acercarme a ti pero con un gesto de la mano me detienes. No quieres que te acaricie de otra manera? No importa.
Paso los dedos de mis pies por tu raja que se va abriendo y mojando. Ya sí. Arqueas tu cuerpo. Has dejado de acariciarte para amasarte las tetas. Tiras de tus pezones puntiagudos. Cómo puedes pasar tan rápida a un deseo tan intenso? O ya estabas? Sigo sorprendiéndome por desconocer tanto sobre ti. Me miras con dureza. Me reprochas.
-Porqué no me tratas como a las otras?
Sólo dos frases. No más. Lo haré, haré que te entregues como ellas.