Sólo disfruté follándole la boca, humillándola (1)

Llevaba con ella cinco años. La amaba como nunca había amado a nadie, pero la rutina se había instaurado en la relación. Principalmente por mi culpa. Ella era muy "clásica" y yo había empezado a descubrir un mundo que sabía que no podía compartir.

Llevaba con ella cinco años. La amaba como nunca había amado a nadie, pero la rutina se había instaurado en la relación. Principalmente por mi culpa. Ella era muy "clásica" y yo había empezado a descubrir un mundo que sabía que no podía compartir.

Uno sabe hasta dónde puede llegar con una persona, aunque no pregunte. Se sabe por gestos, por comentarios sueltos cuando se tocan ciertos temas. Se sabe.

Y a mi me desesperaba y me comía por dentro, y fue casi de un día para otro. De repende el sexo "convencional" me resultó aburrido, no me excitaba, estaba inapetente.

Lo que me apetecía de verdad, cuando estábamos en la cama, cariñosos, melosos, y ella empezaba a lamer y chupar mi pene era agarrar su cabeza, sujetarla del pelo, hacerle notar que no iba a dejarla escapar y clavársela hasta el fondo de su garganta. Pero clavársela en el sentido más literal de la palabra. Forzar su boca. Violar su boca. Usar su boca como si fuera su jugoso coñito.

Fantaseaba con mi rabo golpeando su garganta, rozando su campanilla y notando sus arcadas. Viéndola toser y revolverse intentando escapar de ese castigo. Castigo para ella, paraíso para mi. Escuchar sus sonidos guturales buscando aire e intentando no devolver. Mirándola directamente a sus ojos llorosos y angustiados por el esfuerzo y aún así no soltarla y seguir incrustándola en su boca como un poseso. Por cada arcada, un empujón más. Por cada lágrima, más presión sobre su nuca. Y no parar, pasase lo que pasase, hasta acabar en la profundidad de su garganta, soltar mi semen directamente no ya en su lengua, si no en su esófago, directo a su estómago.

Y en ese momento, sólo en ese momento, parar, sacarla, mirar su cara llorosa, de aprensión, de angustia, de no entender, mirarla directamente a los ojos, darle dos cachetitos sin decir palabra, darme media vuelta y dormir.