Solo con una palabra.
Mírame.-Le dije mientras me bajaba lentamente las tirantes de la camiseta dejando poco a poco mis pechos golosos al descubierto.
Mírame.-Le dije mientras me bajaba lentamente las tirantes de la camiseta dejando poco a poco mis pechos golosos al descubierto. Sus ojos se clavaron en mis pezones y casi podía sentir como me quemaba su mirada.
Permanecí allí parada a los pies de su cama. Terminé de sacar la liviana blusa y solté el primer botón de mi falda. Ella, mientras me miraba algo perpleja, no se atrevía a decir nada. Sólo miraba. Segundo botón y mi cadera quedaba al descubierto mostrando la cinta de mi tanguita negro.
Noté como se aceleraba su respiración pero continuaba cerrada en su silencio. Me di la vuelta para que pudiese disfrutar de la vista trasera. Dejé resbalar la falda franela a cuadros sobre mis muslos y la rotundidez de mi culo quedo a pocos centímetros de su cara.
Sus ojos se clavaban en mi y sentí la calidez de sus ansias resbalar por mi piel.
Me di la vuelta lentamente, tapando con mis manos mis pechos y la deje que se deleitara con lo que veía. Poco a poco arrastre el tanguita hacia abajo y mi pubis quedo al descubierto, apenas un ligero vello y un pequeño tatuaje de una trébol de cuatro hojas sobre él.
Acerque mis dedos a mi rajita del amor y un pequeño gemido se me escapo entre los labios cuando mis dedos golosos acariciaron mi clítoris, apenas erguido aun.
Mi lengua mojaba mis labios en un morboso intento de provocarla mientras mi otra mano acariciaba muy despacio uno de mis pezones.
Ella solo miraba. Hundida en la almohada y aun tapada por la sabana apenas si me dejaba ver su cuerpo que más bien adivinaba bajo la ropa.
Sus ojos clavados en mí. Calientes, profundos inmensamente negros. Me acerque un poco a la cama y tire de la sabana que me impedía mirar el ansiado cuerpo.
Al principio se resistió un poco pero no con mucha convicción. La sabana cayó al suelo y un cuerpo de ensueño se mostró ante mí, apenas tapado por un camisón corto que dejaba sus muslos al descubierto y la mitad de su pecho.
De su boca quiso escapar una queja pero, acercándome a ella, tape sus labios con los míos y sus ojos se cerraron mientras mi lengua buscaba ansiosa el contacto de la suya. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y note como se le erizaba la piel bajo mis caricias. La bese larga y profundamente mientras mis manos resbalaban por sus hombros el satén de los tirantes.
Mi mano llego a su pecho y note un pezón duro y caliente entre mis dedos. Lo retorcí un poquito procurando no hacerle daño y sus manos, como ajenas a su voluntad, acariciaron mi cara y espalda. Solté los cálidos labios para deslizar mi lengua por su cuello y su respiración agitada me decía como estaba de caliente.
Pronto llegue a sus senos y pase mi lengua golosa de uno a otro mientras mis manos acariciaban sus muslos en busca del tesoro de su pubis.
La ayude a sacar el camisón y su cuerpo quedo expuesto y al alcance de mi boca y manos hambrientas.
Seguía muda, solo se dejaba hacer mientras, de vez en cuando dejaba escapar un pequeño gemido. Mí lengua húmeda siguió el recorrido hasta su vientre, plano y adornado por un precioso ombligo en el que me hundí dejándoselo húmedo como mi boca. A unos centímetros de mis ansias su pubis se mostraba descarado bajo su tanga y con un suave movimiento lo hice a un lado.
En ese momento sus caderas se movieron hacia adelante invitándome a servirme del. No lo dude, acerque mi boca a aquel manjar prohibido y sentí su olor suave llenar mi olfato, lo bese suavemente, sin forzarlo, dejando poco a poco que se humedeciera por si mismo. Su clítoris aparecía pequeño, escondido casi entre los pliegues de su piel. Acerqué mi lengua y le di una pasadita rápida. Su cuerpo se estremeció y su pecho comenzó a subir y bajar rápidamente.
Bajé un poco más la cabeza y metí mi lengua en aquel pozo de deseo, su humedad me llego a embriagar. Con mis dedos entreabrí sus labios mayores y me concentre en el pequeño botón del amor.
Sus piernas se separaron y unas manos ansiosas me apretaron la cabeza con cariño mientras el aire se llenaba de suspiros y gemidos. Aumente el ritmo de mi lengua poco a poco, mi saliva resbalo por su piel llegando a humedecer su ano. Un dedo curioso jugueteo con él antes de hundirse un poquito en su interior.
Su boca se abría buscando el aire que le faltaba y sus pechos saltaban enloquecidos. Sentí como poco a poco sus gemidos aumentaban, me aplique más aun sobre su clítoris duro y un estallido de placer llego a mi lengua mientras su cuerpo se retorcía bajo mis caricias. La tape con la sabana y me aleje del dormitorio dejándola sumido en el sopor del orgasmo.
Por fin había tenido a mi amiga como siempre había querido. Ella no dijo nada y yo tampoco.