Sólo calla y ven
Una frase válida para muchos contextos...
"Sólo calla y ven"
(Una frase válida para muchos contextos...)
Sólo calla y ven
Fueron sus únicas palabras antes de colgarle por el móvil. Pero él no necesitaba más, sabía dónde estaba, sabía qué quería, y él quería lo mismo, lo necesitaba, ambos, se necesitaban.
Le encantaba haber recibido a esa hora su llamada, pues estaba preparándose para salir del trabajo, un trabajo en el que no se había centrado, no podía desde que sabía que ella llegaría pronto.
Corrió más de lo debido con el coche, para llegar lo antes posible, fuera hacía demasiado calor, y lo que menos quería es que ella se encontrara mal, pues sabía que era muy sensible a las temperaturas altas, y al Sol, que la quemaba la piel, aunque en verdad no le importaría ser él quien la cuidara, y la mimara, nunca la desearía ningún mal.
Cuando llegó a la parada del autobús, no tuvo ni que aparcar, ella que estaba sola, de pie, mirando hacia todos lados mientras se mordía el labio inferior, cuando le vio, cogió su pequeña maleta, la que metió antes de entrar ella con una sonrisa en el coche.
Sólo se habían visto por foto y video, ella era alta, morena, blanca de piel, delgada, unos ojos negros preciosos. Ahora que se había quitado las gafas de sol los podía apreciar en todo su esplendor.
No era una sorpresa su forma de vestir, no cuando le había dicho que eligiera con qué le gustaría verla. Esa camiseta ancha, blanca y morada, con escote en barca que dejaba a la vista una pequeña parte de sus no pequeños pechos. Él ya sabía que a ella no la gustaba enseñar, sino insinuar.
Esos pantalones cortos de tela vaquera, de hecho se los había comprado para él, ¿acaso importaba? No era muy probable que los llevara por mucho tiempo... al igual que ese tanguita del mismo tono que la camiseta, que sobresalía un poquito por detrás. Y unas cómodas sandalias bajas, ella ya era lo suficientemente alta como para necesitar tacones.
Como en la última conversación, no le dejó hablar, antes de besarle, un beso dulce de los que ambos esperaban habría muchos más.
No tuvo que preguntarla dónde quería ir. Era obvio. Ella no tenía ningún sitio donde ir allí. Sólo había ido por y para él, y con él pasaría todo el tiempo posible.
Hablaron un poco de todo, el viaje, el tiempo, de las personas que conocían, de él, de ella, de todo menos de ellos, no todavía.
Decidieron cambiar su itinerario; en vez de ir directos a su casa, como tenían tiempo de sobra, irían a cenar fuera, pues aunque él era un buen cocinero, no tenía nada preparado, y tardaría demasiado en hacerlo. Además, pensó él con una sonrisa, así podía enseñarle un poquito la cuidad, mientras la exhibía. Eligió para su primera cena juntos un elegante y romántico restaurante, del que únicamente le habían hablado. Se sentaron cerca de la ventana, en una mesa pequeña y redonda, con una pequeña vela en medio...
Después de leer la carta y pedir lo que sería su cena, se cogieron de las manos mientras siguieron hablando del pasado, esas conversaciones que no siempre tenían sentido (para el resto, para ellos siempre) que acababan subiéndose un poquito de tono... Sólo se soltaron cuando llegó la cena.
En medio de la cena, cuando hablaban de sus sueños y deseos, ella se descalzó, y empezó acariciando la pierna de él, subiendo el pié poquito a poco.
Él no dijo nada al respecto, sólo la dejó hacer, pensando que de alguna manera tendrían que solucionar más adelante el hecho de que él aún tenía que conducir hacia el garaje. No es que estuviera lejos, pero si ella continuaba con sus jueguecitos, él no podría conducir en ese estado... ni levantarse sin llamar la atención, de hecho.
Cuando ella llegó a la zona más sensible de su anatomía, él se quedó sin respiración por un par de segundos mientras ella, sorprendida, notó que aquello no estaba tan dormido como él medio en broma le había dicho.
Después de mirar a su alrededor, él bajó su mano para poder acariciar la pierna de ella, sin llamar la atención. De todas formas, no la llamaba, nadie les prestaba atención.
¿Y ya serás capaz de conducir?- le preguntó con una sonrisa cómplice
Claro, después de que me acompañes al baño... porque no me dejarás así, ¿verdad?
Mm..... me lo tengo que pensar... dijo a modo de coqueteo, mientras jugaba con su pelo.- Tal vez...
Como ya habían acabado el plato principal él sin dejarla acabar, se levantó camino del baño, esperando, creyendo saber que ella le seguiría a los pocos segundos.
Y no se confundió. Aunque ella quien podía aún disimular su estado - aunque estaba colorada, y ya no era por el Sol...- se paró junto a la barra, para pedir que les llevaran el postre, antes de dirigirse hacia el baño.
Por suerte, ambos baños estaban juntos, y para entrar a ellos, había que atravesar otra puerta, que hacía que desde fuera no se viera donde entraba cada persona. Ella no pudo evitar pensar que siendo un restaurante tan romántico y elegante, no era una casualidad.
Él aún no se había decidido a qué baño entrar, estaba esperándola.
En cuanto ella entró, se abrazaron mientras se besaban sólo separándose para respirar. Y así entraron al baño de los hombres, el cual estaba vacío, y era de tamaño suficiente para estar cómodos ambos.
Lo primero que hizo él, mientras ella cerraba la puerta fue sentarse en el inodoro, y acercarla a él, hasta que acabó sentada encima de él.
A esa distancia, sus respiraciones se mezclaban mientras se besaban y se tocaban por todas partes...
O al menos así era, hasta que ella le agarró de las manos, y le susurró al oído...
Quietecito... déjame hacer...
Mientras seguía con sus manos agarradas, siguió besándole. Cuando le soltó las manos, él se apoyó en la pared, no podía hacer mucho más mientras ella iba bajando, tanto sus manos como su boca...
Mientras le besaba el cuello, una de sus manos le acariciaba el cabello, atrayéndole hacia sí misma, mientras que con la otra, empezaba a palpar esa tienda de campaña que se había formado en su pantalón.
Antes de poder continuar, escucharon cómo alguien entraba al baño, sólo supieron que era un hombre cuando carraspeó. Pero tal y como habían hecho ellos mismos, al de unos segundos, entró una mujer, y ambos entraron al otro baño. Ellos sonriendo, ignoraron los sonidos procedentes del otro baño, siguiendo a lo suyo... y de qué manera...
Mientras la otra pareja estaba entrando al otro baño, ella ya había abierto la tienda de campaña, sacando de ella a su habitante, y acariciándole suavemente.
Él sólo disfrutaba del momento, pensando que cuando llegaran a su casa, las cosas cambiarían. Ella había conseguido que él disfrutara, de muchas maneras, no sólo como ahora estaba haciendo, y él se lo quería agradecer, sin darse del todo cuenta de que ese disfrute, siempre había sido mutuo.
Mientras seguía pajeándole, lamió una de sus testículos,, antes de meterlo en su boca, succionándolo, mientras escuchaba sus gemidos. Después de hacer lo mismo con su otro testículo, subió lamiendo su pene hasta la cabeza, chupando su hoyito, antes de rodear con sus labios su cabeza... y empezar a mamársela con unas ganas terribles.
Él la pidió que parara, que quería que ella también disfrutara, pero no lo hizo, diciendo que ya habría tiempo, y que ahora era su turno, pues después de que condujera a su casa, habría mucho más...
Siguió hasta que él se corrió, y aún continuó hasta que no quedó ni una gota que limpiar, momento en el cual se volvieron a besar como locos. Cuando escucharon que el volumen de los gemidos de la otra pareja empezaban a ser exagerados, decidieron arreglarse y salir a tomar el postre, aunque ella ya había degustado uno muy rico, del que pronto le pediría repetir