Solo, Benia III

...

De nuevo gracias Indigo, por cederme a Benia, Enelio y Malcion...espero que te siga gustando...

Los siguientes días, fueron sin duda los más difíciles de mi vida. Mamá se había ido para siempre, y solo entonces fui consciente, de lo mucho que la quería. Iris a su manera, siempre había estado a mi lado, haciéndolo lo mejor que supo, aunque no siempre la consideré la mejor de las madres, nunca me faltó de nada, salvo papá; y quizás ahora que ella había muerto, era capaz de perdonar, que me alejara del hombre que más amé. Por esa misma razón, empezaba a entender drásticamente, que el amor nos hace cometer locuras, y sobre todo, quien era yo para juzgarla.

—Malcion, tenemos que hablar de lo nuestro.

—No es el momento. No podemos decidir nuestro futuro cuando tu estas tan mal. No que puedes tomar ninguna decisión ahora, reponte, piensa en todo y luego lo hablamos Benia. Por favor al menos merezco eso ¿no?

De nuevo su sensatez me dejaba sin habla, totalmente desarmada ante ese hombre extraordinario, a quien por más cosas que sucedieran en un futuro entre ambos, tenía claro que quería con locura, aunque ni yo misma sabía de qué manera.

—Necesito que sepas que te quiero Malcion

—Lo sé, pequeña, lo sé. Siempre supe que yo te quería más, que no sentías lo mismo, que te dejabas llevar, te dejabas querer y sobre todo te apasionaba el sexo conmigo, y creí que eso bastaría; pero todo cambió el día que vi tus ojos mientras le decías “te amo” a otro. He intentado olvidarlo, pensar que si estás aquí es también por algo, sé que no finges cuando te derrites en mis brazos, pero hasta eso cambió ese día, porque siento rabia cada vez que te deseo aun sabiendas que amas a otro, y todo empeora cuando vibras en mis brazos, amándole a él; entonces necesito castigarme, castigarte por ello, marcarte...y luego me odio por todo eso, por hacerte daño, por hacérmelo a mí...

—Siento hacerte daño Malcion, eres la persona que menos lo merece

—Tienes que dejar de ser la niña mimada de todos, incluso mi consentida, y pensar en lo que realmente quieres...tienes que arreglar los temas de tu madre, tenéis una casa en Galicia, aprovecha estos días, que no hay nada y piensa en todo esto Benia. Yo estaré aquí cuando vuelvas.

No hubo besos de despedida, simplemente se fue a su despacho, donde miró que salía un vuelo en tres horas, y no salió del despecho mientras yo preparaba mis maletas.

—Me voy Malcion, aunque te cueste entenderme, te quiero

—Yo también a ti Benia –dijo con sinceridad, pero sin levantarse del sillón.

Llegué a la casona a media tarde, y dejando la maleta en el suelo empecé a quitar las sabanas que cubrían todos los muebles de la casa. Luego dejé la maleta, en la que siempre había sido mi habitación, y me acerqué a comprar provisiones al pueblo. Ya casi cerraban, pero la señora de la tienda me despachó amablemente al reconocerme de cuando era pequeña, y prometió mandarme a alguien al día siguiente para ayudarme a limpiar un poco la casita.

Ese día fue una locura, pusimos todo patas arriba, limpiamos cada rincón entre las tres profundamente, y solo paramos a comer algo rápido para seguir, terminamos cuando el sol ya se ponía, y tras agradecerles la currada, les pagué redondeando y dándoles las gracias y se fueron. Me quedé agotada, me dolía cada musculo del cuerpo, y estaba reuniendo las pocas fuerzas que me quedaban para prepararme algo de cena, cuando sonó un mensaje. Era Malcion, como siempre pensando en mí, preocupado y queriendo comprobar que mi llegada no había sufrido ningún contratiempo. Le contesté con un todo bien, y un “agotada después de limpiar con ayuda toda la casa”, y sin poder evitar un “te echo de menos” más que cierto al final.

No hubo respuesta, y cansada de esperar, me obligué a prepararme la cena. Cené y simplemente subí a acostarme rendida.

Nada más arroparme volvió a sonar el móvil, y sonreí al leer un “yo también a ti pequeña, más que el respirar”

Estuve tentada a llamarle, pero sabía que si lo hacía terminaría llorándole que viniera a buscarme, y lo peor es que probablemente él lo hiciera, pero eso no resolvería el problema, y seguiríamos haciéndonos daño mutuamente, tenía que encontrar la manera de que eso no pasara.

Llevaba dos días sola en casa, y empezaba a acostumbre a la soledad que jamás había existido en mi vida, por primera vez me lamia sola las heridas, aun sabiendo que tenía quien las lamiera, empezaba a comprender que debía hacerlo sola.

Fui a comprar, y al volver había refrescado, decidí encender la chimenea del saloncito y sin nadie a quien tener que dar cuentas, cogí uno de los colchones, y lo planté ante esta, a una distancia prudencial; me desnudé completamente, me eché una colcha de punto sobre mi cuerpo desnudo, y me estiré a descansar después de una buena comilona.

Me estiré dejando que la colcha resbalara por mis pechos, descubriéndolos y me puse de lado sacando una pierna desnuda...

—Eres todo un espectáculo para los sentidos... –dijo esa voz con acento tan...mexicano.

— ¡papá!! –grité saltando de rodillas en el colchón para abalanzarme a su cuello

Mis pechos se pegaron a su camisa, sus brazos rodearon mi torso desnudo, y nuestras bocas se unieron, primero fue un pico inocente, de cariño, de añoranza entre cualquier padre y su hija. Pero su sabor, su olor, el calor de su cuerpo...mi lengua lamió esos labios que tanto había añorado, sus manos resbalaron por mi torso desnudo hasta mi culo, separó las rodillas para meterme entre sus piernas...entreabrió los labios y nuestras lenguas bailaron juntas sin remedio. Sus manos amasaron mi culo, pegándome a su más que evidente erección, ninguno de los dos era capaz de contenerse, de frenar, de parar lo inevitable. Mis dedos desabrocharon con prisas, temblorosos, los botones de su camisa, tirando con fuerza, saltando más de uno por los aires, mientras él seguía devorando mi boca hambriento. Pegue mis pechos a su pecho velludo, rozando mis pezones duros entre ese vello suave.

—Mi niña, como he añorado esas chiches preciosas –dijo cogiéndolas, juntándolas y bajando con su boca para besarlas completamente entregado

Gemí, al notar sus besos en mis tetas, su lengua lamer mis pezones y hasta sus dientes mordisqueándolos.

De un salto, me senté en su regazo, y le eché hacia atrás en el sofá, no quería que parara, volví a acercar mis tetas a su boca, y él volvió a perderse entre ellas, mientras sus manos seguían amasando mi culo y mi coño ya buscaba enfebrecido su bulto para frotarse.

Arqueé mi espalda y meneé las caderas abriéndome más sobre él.

—Nomás mira como esta ya mi panochita añorada –dijo papá rozando mi coñito, febril

Sus dedos se perdieron entre los pliegues de mi sexo hinchado, miré sus ojos lujuriosos y me aferré de nuevo a su cuello, mientras él seguía masturbándome; mi cuerpo temblaba ya al borde del orgasmo.

— ¿Mi chiquita va a venirse ya? –y frotó mi clítoris con dedos hábiles, hasta que me corrí entre espasmos, sobre su regazo.

Busqué su boca desesperadamente, y no me negó la suya, besándome apasionadamente, mientras mi cuerpo aun vibraba.

—Papá, quiero más –le dije, intentando desabrochar su cinturón

—No podemos coger, mi niña

Salté de su regazo, volviendo al colchón molesta, y él se arrodilló a mi lado.

—Benia, odio verte agüitada chiquita –dijo, acariciando mi pelo

—Pues si odias verme triste, no me hagas sentir así... –le dije, haciendo un puchero

—Sabes que muero por echar pata... –dijo en un suspiro

—Si quisieras follarme, lo harías... -le dije, retándole también de rodillas frente a él, en el colchón.

Volvió a besarme, agarrando mi cara entre sus manos, y yo aproveché para acariciar, el evidente bulto, que marcaba su impecable pantalón de pinzas negro. Entreabrí más los labios, y busqué su lengua, esperando que ese beso desesperado, se convirtiera como empezaba a hacer, en un morreo en toda regla, en el que ambos nos abandonamos, al placer de devorarnos mutuamente entre saliva. Y aprovechando, sus defensas bajas en esa entrega, conseguí desabrochar su cinturón, su pantalón...y por fin tuve su polla en mi mano, dura y palpitante.

La tallé suave, sin prisas...él jadeó sin poderlo remediar, sin fuerzas ya para apartar mis manos dijo con voz tenue...

—Tienes que dejar de acariciar mi verga, Benia... –y jadeó, cuando liberé su gordo glande.

— ¿De verdad quieres que pare, papá? –pregunté, lamiendo sus labios

—Dije que tenías que dejar de hacerlo, no que yo quisiera que lo hicieras nena... –mordió mis labios...

Me tumbé en el colchón, dejándole entre mis piernas; él miró mi sexo brillante por mis juguitos, y con mano temblorosa lo acarició. Yo gemí y suspiré, mientras su mirara iba de mi sexo a mis tetas, que se movían a causa de mis suspiros.

— ¡Me lleva la chingada! Benia, no puedo más –exclamó, mientras caían todas las barreras que había construido

Se bajó los pantalones un poco más, y tirando de mis caderas subió mi culo a sus muslos, la punta de su glande ya húmeda, rozó la entrada de mi caliente vagina, y sin dejar de mirarme, fue tirando de mi cuerpo, clavándome en su falo palpitante. Fue lento, su glande resbaló por las paredes de mi vagina, y note como esta se abría para abarcarle, para abrazarle...mientras ambos jadeábamos encendidos, extasiados, enloquecidos, sintiéndonos por primera vez.

—Si papi, si, que rico...

—Benia, amorcito; que rica panochita, tan estrechita, tan caliente y mojadita –jadeaba entre gemidos y suspiros...

Cuando llegó al final, cuando sus huevos golpearon en mi entrada, se quedó quieto, sus manos aferraron mis pechos, y sin moverse empezó a amasar mi carne, a pellizcar mis pezones...

Entrelacé mis pies detrás de su culo, e intenté moverme ligeramente, para seguir sintiendo su polla dentro, profundamente incrustada por fin.

—Umm tranquila, despacito, papá está a mil... –dijo, pellizcando mis pezones

Estaba enloquecida, todo mi cuerpo pedía más, y papá me dio más, una mano dejó mis tetas, y colocándola bajo mi culo, me subió clavándomela un poco más si era posible, haciéndose notar aún más, mientras la otra ya se colaba entre los pliegues de mi vulva, para estimular mi clítoris, para frotarlo...hasta que perdí el mundo de vista, y entonces volvió a aferrar mis caderas, y me folló, me llevó hacia él una y otra vez, alargando ese primer orgasmo hasta que sollocé, retorciéndome enloquecida, paró solo unos segundos, dejándome resbalar por sus muslos hacia el colchón, solo para inclinarse, apoyando las manos arriba de mis hombros, y volver a penetrarme de un solo golpe, para terminar lo que había empezado, follándome a toda mecha, y no tarde en retorcerme bajo su cuerpo presa de otro orgasmo.

—Papi lléname, te quiero dentro, todo –repetía enloquecida mientras me corría

Y de nuevo papi me lo dio todo, y tras un aullido, su semen caliente como la lava, inundó mi coñito.

Aun dentro de mí, desabroché su camisa y la abrí, necesitando sentir su piel contra la mía, mientras el hombre que más amaba en el mundo, intentaba volver a respirar con normalidad, sobre mi cuerpo, rendido al placer, y le abracé con fuerza.

—Benia, mi Benia, que voy a hacer contigo –dijo liberándome de su peso, cuando su polla salió sola de mi cuerpo.

Me coloqué de lado, mirando a ese hombre que tanto amaba, sabiendo que nada era comparable a lo que acabamos de compartir.

—Te amo Enelio Olbasso, hagas lo que hagas conmigo, decidamos lo que decidamos hacer con nuestras vidas, nada va a cambiar eso.

Como respuesta, terminó de desnudarse, me apartó el pelo que caía sobre mi cara por la postura inclinada hacia él, y con la mano en mi nuca, me acercó de nuevo al paraíso que era su boca. Durante mucho rato, nos besamos tontamente, besó mis ojos, mi nariz, mi frente, mi pelo...mis pechos, ahí se entretuvo lamiendo mis pezones hasta volver a endurecerlos a chupetones.

—Ni te imaginas, las noches que rememoré el sabor de tu piel...las veces en que me gocé con el placer, de imaginarme tus chiches en mi boca –y fue bajando, besando, dejando un rastro de saliva tras su lengua.

Llegó a mi pubis y llenó mi piel de besos, lamió cada centímetro...

—La de veces que he recordado, el sabor de tu panochita hambrienta –y sus dedos, separaron mis labios jugosos, entre otras cosas de su corrida anterior.

Lamió hambriento mi sexo, desesperado, volviendo a encender el calor entre mis piernas, con su lengua ávida; agarré su cabeza, pegándole aún más a mi vulva, cerrando mis muslos entorno a su cabeza, cuando el placer se intensificó, para terminar aferrada al colchón gritando su nombre, mientras volvía a correrme como una loca en su boca.

Entonces volvió a mi boca, noté mi sabor junto con el suyo en mis labios, y nos devoramos hambrientos, insaciables del placer tanto tiempo negado.

Sin dejar su boca, le empujé de espaldas, y me monté a horcajadas sobre su cuerpo, tumbada sobre él, rozando mis pies, mis piernas y mis muslos con los suyos, su polla aun a media asta entre ambos, rozaba mi pubis húmedo de su saliva, mientras mi torso se pegaba también al suyo, mis pezones duros buscaron sus tetillas, y me froté contra su piel, sintiendo su polla crecer, presionar entre ambos. Solo entonces deslice las rodillas, subí el culo y dejé que su falo resbalara entre mis pliegues, con la ayuda de su mano entre ambos llego a las puertas de mi vagina ya palpitante, apoyé mis manos en su pecho, y bajé el culo clavándome en esa estaca caliente, mientras sus manos aferraban de nuevo mis caderas, y sus ojos se clavaban en los míos, oscuros, teñidos de nuevo por la pasión y el deseo más salvaje.

Empecé a subir y bajar lentamente, sin prisas, rotando ligeramente las caderas para sentirnos más.

—Benia... –suspiró

Y empecé a cabalgarle a buen ritmo, terminando con un buen remate, frotándome bien contra su pubis, subiendo, bajando, balanceándome...

—Voy a correrme papi...con tu polla...que rico...

—Si nena...rico, como me follas mi niña preciosa...así, dale... –gemía, ayudándome ahora con sus manos, empotrándome más hacia abajo.

Me corrí temblando, cayendo rendida sobre su cuerpo, y entonces me colocó de lado flexionó mi pierna y de rodillas, volvió a clavármela mientras agarraba una de mis tetas retorciéndomela, mientras otra mano acariciaba mi muslo, mi culo...no paraba de entrar y salir de mi vagina palpitante y sensible tras el orgasmo, provocándome un placer exquisito, hasta que volví a correrme, finalmente me puso en cuatro y siguió follándome, agarrado a mis hombros, lamiendo mi espalda, amasando mi culo...hasta que su cuerpo se tensó, y gritó que se corría, arrastrándome a un nuevo orgasmo, mientras volvía a vaciarse en mi interior.

Desperté abrazada a él con los primeros rayos de sol, aun desnudos y solo cubiertos por la colcha, ante los aun rescoldos en la chimenea.

—Buenos días, preciosa

—Buenos días, papi. ¿Cuantos días te quedas en España? –pregunte, estirándome

—Ni siquiera me había planteado nada, lo de ayer fue todo una locura, me enteré que estabas aquí sola, y sin pensarlo cogí el primer avión, necesitaba verte después de todo lo sucedido. Y después todo se me fue de las manos Benia. ¿Que haces aquí?

—Un ultimátum, decidir mi vida, una semana lejos de todo...

— ¿Malcion te hace feliz?

—Con él, lo tengo todo excepto a ti

—A mí siempre me tendrás, soy tu padre, y siempre te amaré, conmigo no podrás tener jamás, lo que si puedes tener con él.

— ¿Cómo puedes decir que me quieres, y mandarme con él?

—Precisamente por eso mi niña, porque te amo más que a nada en este mundo, él es tu marido, puede darte la vida y la familia que yo no puedo darte.

Me levanté y me fui a la ducha, por más que llorara bajo el agua, sabía que en el fondo él tenía razón, y su postura era la más sensata para todos, por más que doliera; no podíamos tener una vida en común, porque el resto del mundo iba a destrozarnos. Me vestí y preparé el desayuno.

— ¿Que vas a hacer? –pregunto mientras desayunábamos

— ¿Qué puedo hacer? más que lo que me aconsejas ¿no? Vuelvo a casa con Malcion

—Quédate esta semana conmigo, Benia –y se me iluminó la mirada

Mientras terminábamos de desayunar, sonó mi móvil y era el abogado de mamá, con el que quedé en retrasar la apertura del testamento par dentro de un par de semanas, me confirmo que solo se me requería a mí para la apertura.

Luego fuimos al pueblo a comprar, pan y unos dulces que ya me pirraban de niña, y mientras yo compraba, papá habló con el marido de la panadera, quien accedió a venir a mirar no sé qué del techo...

—Que ganas tengo de llegar a casa –le dije, en un bar tomando café, mientras su mirada recorría lujuriosa mi anatomía

—Pues mi nena va a tener que esperar, porque el marido de la panadera va a venir en diez minutos, a cambiar unas tejas, que provocan una gotera que he visto esta mañana.

Llegamos a casa, y tras dejar la compra, subí a cambiarme, cuando bajé papá ya hablaba con dos hombres, uno de ellos el susodicho marido de la panadera, que subía ya a la escalera, para subir al tejado.

Veinte minutos después, mientras yo cocinaba papá entró en la cocina.

—Que bien huele, y que rica estas, ¿no tienes frio? –dijo, desde la puerta de la cocina

—Estoy haciendo espaguetis –y me agaché, fingiendo buscar algo en un cajón, para que viera que bajo mi camiseta de futbol, no llevaba pantalones, solo los calcetines altos y las braguitas

Surtió efecto, porque al momento papá estaba pegado a mí, diciéndome al oído:

— ¿Has olvidado ponerte el pantalón de ese conjunto?...no es ni de lejos ni el equipo, ni el jugador, que habría elegido; pero el conjunto gana con esas pantaletas. –dijo, haciéndome notar su erección en mi culo.

— ¿De verdad te gustan mis braguitas? –pregunté, con voz ñoña

—Tanto como para demostrártelo, en cuando se vayan esos dos. Me muero por volver a cogerte...

—y ¿voy a tener que esperar tanto? –hice un puchero, agarrando su sexo sobre el pantalón para sobarlo

—Benia...

—Vamos papi, si están arriba, no van a entrar en casa sin que les abramos la puerta

Analizó un par de segundos la situación, mientras yo seguía manoseando su erección, y sus manos ya aferraban mis pechos.

—Benia, haces que pierda la cabeza –dijo, metiendo una de sus manos dentro de mis braguitas

Sus dedos, se colaron entre mis pliegues, recorrieron mi rajita, yo saqué el culo, lo subí y me froté aún más con el rabo duro de papi, que acaba de sacar del pantalón.

Sus dedos dejaron mi vulva, solo para bajar mi braga por debajo de mi culo, y entonces supe que podía ganar ese partido, aunque no le gustara mi equipo, estaba demasiado cachondo y a pesar de la situación, y las visitas, su polla se coló entre los cachetes de mi culo, sus manos tiraron de mis caderas, subí mas el culo, y con un solo golpe de sus caderas, mandó su polla al fondo de mi lubricada vagina. Y mientras arriba se oía el canturreo de los dos obreros, papá entraba y salía de mi coñito chapoteando. Sus dedos volvieron a mi vulva, y no tardé en retorcerme agarrada a esa encimera, meneando el trasero, pidiendo más de esa gloriosa polla de papá que me mataba de placer.

—Así mi niña, me vuelve loquito que te vengas en mi verga...esas sacudidas y apretones...- sus palabras entrecortadas...sus jadeos...sus mordisquitos en mi oreja...

—Me corro papi... –y menos mal que tapó mi boca con la mano libre

Y mordiendo su palma, me corrí meneando el culo, estrujándole...y sintiendo los latigazos calientes de su semen, mientras se vaciaba dentro mordisqueando mi hombro.

Aun respirábamos con dificultad, y su polla aún seguía en mi interior cuando dijo:

— ¡Carajo, Benia!; ya tiene mérito que hayas conseguido que me venga, con esa camiseta puesta, viendo ese diez y ese nombre...

Y los dos nos reímos recolocándonos las ropas; pero de repente nos miramos, y dejamos de reír, me encantaba notar como su semen iba empapando mis braguitas, y el mirándome con lujuria, adivinó y pensó lo mismo.

—Acabas de vaciar hasta la última gota, y solo pensar que esas mismas gotas empapan ahora tus pantaletas, hacen que aunque solo sea mi mente, vuelva a encenderse de purita lujuria.

Tardaron más de una hora en irse, y otra hora en comer, y recoger antes de que papá, propusiera rendir culto al casi vicio español de la siesta.

Tumbada ante la chimenea, mirando el fuego, con papá pegado a mi espalda, abrazándome, haciendo la cucharita, no podía sentirme más feliz...bueno un poco si, cuando metió la mano bajo mi braguita, y me regalo un orgasmo con sus dedos, antes de quitarme la braguita, o pantaletas como él la llamaba, y me regalaba un segundo.

— ¿Y tú papi?

—Yo me reservo para la noche, esto solo era un pequeño resumen, mi niña –dijo acomodándose de nuevo, colocando su dureza entre los cachetes de mi culo, mientras me quedaba dormida.

Esa noche, fue de nuevo antológica y por la mañana, me desperté pletórica, con ganas de pasar otro día con mi padre, que de nuevo fue memorable. Decidimos perdernos en el bosque, comimos a la orilla de un riachuelo, las cosas que habíamos traído preparadas de casa, mientras seguíamos recordando, como todo el camino mil batallitas pasadas.

Tras la comida, recogimos todo y nos tumbamos en la manta, tenía la cabeza sobre su pecho, escuchando el correr del agua y a pesar de que empezaba a refrescar, estaba en la gloria.

Los dedos de papá, no tardaron en recorrer el perfil de mis pechos sobre el jersey, distraídamente, hasta que giré ligeramente la cabeza, y busqué su boca, sus labios calientes, su lengua húmeda, que pronto se encontró con la mía, y me giré pegando mi cuerpo al suyo, mientras me abrazaba, y nuestras lenguas bailaban juntas. Pasé la pierna por encima de sus caderas, mientras ahora sus manos se colaban bajo mi gordo jersey de lana, y sonrió al notar que no llevaba sujetador.

Pegué mi pubis al suyo frotándome, sintiendo como empezaba a endurecerse...

— ¿De verdad quieres...aquí? –preguntó, sin apenas separarse

— ¿Tu no?

—Yo siempre Benia, yo siempre preciosa mía –dijo, subiéndome sobre él

A pesar de nuestros pantalones el subía las caderas, yo mecía las mías y sus manos ahora amasaban mis pechos, los estrujaban...y sus dedos pellizcaban mis pezones...

—Hace mucho frio Benia para desnudarte...-sonaba tan poco convencido...

Me puse en pie y me baje el pantalón deshaciéndome de el en un momento para volver a montar a papa, a él solo hacía falta el botón, la cremallera y tirar un poquito hacia abajo. Su polla quedó entre ambos

—órale, mi niña...ya –pidió agarrando mi culo para clavarme en su tiesa espada

Me dejó caer de un solo golpe, haciéndome gritar de placer... era tan gorda y grande que hacía que cada centímetro de mi vagina fuera consciente de ella, aun sin necesidad de moverse en mi interior, era un placer único...tener dentro la polla de papá.

Me gustaba simplemente así, apretarle, sentirle, dejar que sus manos recorrieran mi cuerpo mientras me sentía llena, ensartada...notar como el calor aumentaba paulatinamente, hasta hacerse irresistible, y cada célula de mi ser pedía a gritos la liberación del orgasmo.

Sus dedos, separaron los labios de mi vulva, y yo bajé más, pegando mi sexo a su pubis, rozando esa zona tan sensible con su vello púbico, balanceándome y al bajar subió mi jersey y sus labios atraparon uno de mis ya excitados pezones...Diosss succionó como un bebe para clavar luego sus dientes y...

—Me corro papa, me corro –gimoteé ahora empezando a subir y bajar enloquecida

Sus manos, aferraron mis caderas ayudándome en la tarea de cabalgarle, subió las caderas y podía oír cada golpe de nuestros cuerpos, los jadeos de papá...

—Carajo, nena; voy venirme

Y entonces, dejé que su polla saliera de mi coño, me arrodillé entre sus piernas, y atrapé su balano entre mis labios chupeteándolo, recorriendo el troco un par de veces con mi lengua ávida, mientras sobaba sus pelotas y volvía a lamer la puntita, justo cuando un potente chorro lleno mi cara, atrapé el segundo entre mis labios, y el tercero en mi boca...mientras él jadeaba mirándome llena de semen, yo me relamía y tragaba, para después limpiar bien su sable, antes de ponerme el pantalón a toda prisa y colocarme haciendo la cucharilla ante él.

—Vamos a andar un poquito más, o nos quedaremos helados –dijo unos minutos después.

Al día siguiente fuimos al pueblo de nuevo, compramos, paseamos y volvimos a casa donde cocinamos juntos, nos pringamos y pringamos la cocina entre juegos, bromas y más de una caricia sin ir más, comimos y dormimos la siesta abrazados entre carantoñas, mimándonos mutuamente, al despertar volvimos a dar un paseo esta vez de nuevo en la soledad del bosque y al regresar helados a casa dijo:

—voy a darme una ducha ya que tenemos la cena casi a punto (habíamos hecho empanadas por la mañana) tu pon el horno a calentar y las meteré al bajar–dijo papá

—vale yo antes de subir cortare para la ensalada de nuestra cena de gala

—Guau que guapo este señor Olbasso –le dije al verle bajar más tarde, de nuevo como solía ir siempre

—Dijiste que hoy había cena de gala señorita

Yo llevaba simplemente una camiseta de seda, anudada en la nuca con la espalda al aire, que iba con uno de los pijamas que me había traído, y unas braguitas culote.

—Yo no tenía nada elegante

—Así estás perfecta, no se me ocurre nada con lo que puedas estar más espectacular mi niña, ni el mejor Dior haría justicia, a esas pantaletas...-suspiró

Yo ya había metido las empanadas en el horno, él empezó a poner la mesa, y terminé ayudándole, finalmente cenamos devorándonos con la mirada, como si ninguno fuera capaz de saciarse del otro, o más bien intentado concentrar lo más posible en esos únicos días.

Cuando traje el café, papá me sentó en su regazo, y mientras nos besábamos aflojé el nudo de su corbata, y desabroché su camisa para enredar, y juguetear con el vello de su pecho, acariciando sus tetillas.

—Tomamos el café frente al fuego –sugirió papá y asentí

Él llevó los cafés mientras yo me arrodillaba en el colchón, y mientras él se quitaba los zapatos junto con los calcetines, yo me deshice de su pantalón. Nos sentamos apoyando la espalda en los bajos del sofá, y mientras él removía su café, yo terminé de quitarle la corbata y la camisa.

—Déjame a mí un poquito –le dije, empezando a besar sus hombros

Mientras mis dedos, seguían jugueteando entre sus pelillos, excitando sus tetillas ya endurecidas antes de bajar a lamerlas, a succionar sus pezones y succionarlos.

Dio un trago de su humeante café y lo dejó en la mesita, tumbándose, mientras mi lengua recorría su torso, dejando un rastro de saliva a su paso, llegué a su estómago, su tripita apenas desarrollada y llegué a su ropa interior, sin quitársela seguí lamiendo la tela, mojándola, pegándola a su sexo ya duro, y seguí por sus muslos, sus piernas, pantorrillas y llegué a sus pies, besándolos, lamiendo entre sus dedos, metiéndolos en mi boca para chupetearlos, de rodillas ante él, mientras me miraba extasiado.

—Me estas matando de gusto niña –dijo cuándo mi lengua plana recorrió la planta de uno de sus pies

Luego me encargué del otro, dándole el mismo trato, antes de subir por su pierna, sus muslos...pero esta vez metí la mano bajo el calzoncillo, para sobar sus pelotas llenas, calientes, mientras metía la lengua en su ombligo...

—Quítamelos, necesito sentirte ahí... –dijo en un suspiro

Subió el culo, y le quité los calzoncillos, su polla saltó como un resorte, gorda, hermosa, con ese glande oscuro y palpitante. Me acerqué y lamí las primeras gotitas, que lo empapaban golosa y succioné. Empujé mi lengua en su agujerito, bordeé con ella el anillo, y chupeteé con fuerza, antes de dejarla resbalar entre mis labios, tragando más de la mitad, mirándole a los ojos, dejé que entrara hasta mi garganta hasta la arcada, retrocedí y el jadeó, chupeteé de nuevo y volví a tragármela.

—Benia –susurró

Sus muslos temblaban, y supe que era el momento de abandonar ese tronco palpitante, y me centré en sus huevos mojados por la saliva, que había resbalado con la profunda mamada, y los lamí, los moví con mi lengua antes de meterlos en mi boca, una y otra vez.

Papá se retorcía aferrado al colchón, sus nudillos estaban blancos por la fuerza con la que lo agarraba, y dejé también ese rincón, para bajar por su perineo hasta su ano, lo rodeé, hice círculos entorno a él, antes de empujar mi lengua dentro, y oír el primer gemido ronco; la metí una y otra vez, mientras mi mano aferraba su polla con fuerza, y esta se hinchaba aún más de lo que ya era costumbre...

—Si sigues haciendo eso...-dijo con palabras entrecortadas

— ¿Te gusta?

—No te imaginas cuanto peque

Dejé de hacerlo y apoyé la palma de mi mano en sus huevos chorreando de saliva, los froté con la mano plana, y lamí su balano también húmedo, cerré mis labios entorno a este, y presioné su ano con mi dedo medio, mientras mis labios resbalaban por ese tronco duro como el mármol.

Él gemía descontrolado, mi dedo iba entrando en su ano ensalivado, lentamente mientras mi boca bajaba, y mi otra mano suavizaba la presión, pasando a un simple vaivén de arriba abajo, al ritmo de mi boca, giré mi dedo dentro, presioné ese punto abultadito y succioné el glande...

—Puta madre niña. Me vengo, me vengo –gritó mientras me la metía de nuevo hasta la garganta

Y su semen salía a borbotones, llenando mi estómago casi directamente, mi boca, mis labios...

Aun se retorcía entre espasmos, cuando fui sacando mi dedo lentamente, y tras tragar todo lo que pude, seguí lamiendo cada gotita grumosa.

Me tumbé a su lado, acariciando su pecho que aun subía, y bajaba intentando relajar la respiración.

—Mi cielo jamás había sentido nada parecido...pero...

—Pero nada, lo he disfrutado tanto como tú, tú me lo has hecho a mí mil veces. –le dije, sin dejar de acariciar su pecho.

Bebimos el café, y mientras me comía el postre, que cada mañana compraba para mí en la panadería, que tanto me gustaba, él separó mis muslos y empezó a besar mi sexo, a lamerlo y hasta a mordisquearlo. Me corrí antes de acabar el pastelillo y entonces me pidió.

—Ponte en cuatro, deja que te meta mi verga en la panochita, ahí seguro que vuelve a ponerse dura.

Me coloqué como pedía, él detrás de mí cogió su polla morcillona, como era grande y gorda y con la ayuda de sus dedos y la humedad de mi corrida, consiguió metérmela, no la sentía como siempre, pero quieto y muy pegado a mi empezó a acariciar mis tetitas colgantes, mis caderas...lamió mi cuello, mi nuca, mi espalda... y empecé a notar como su polla reaccionaba dentro, la sensación era...era la hostia, sentir como mi coñito se expandía desde dentro era tan novedoso, morboso y excitante...

Poco a poco empezó a mover las caderas y terminó follándome con ganas...mientras sus dedos ya entraban y salían de mi culito antes ensalivado

—Mi verga no puede con tu panochita, da igual las veces que te folle, nunca tiene suficiente...

—Quiero tu polla gorda, donde están tus dedos –se quedó quieto al oír mis palabras

—Sé que no es tu primera vez, pero como dices, soy consciente del tamaño y no quiero lastimarte...

Moví las caderas hacia adelante haciendo que saliera, y yo misma la apoyé en mi ano.

—Hazlo, papi

Y con mucho esfuerzo, agarrándosela con dos dedos del glande, consiguió vencer la barrera de mi esfínter, me aferré al colchón sintiendo como dilataba mi agujerito...esperó unos segundos, solo manteniendo esa presión, y empezó a empujar, a entrar, a llenarme, a abrirme...uff como ardía, como dolía...mordí la almohada, sus jadeos eran bufidos que subían de intensidad a cada centímetro ganado en mi interior, y eso hacia hervir mi sangre, diluyendo el dolor, aumentando el calor entre mis piernas, confundiéndolo todo...

—No pares, no pares –le dije acariciando mi clítoris

—No sé si podría hacerlo ya, Benia –dijo entre gemidos

Apenas se movía, porque simplemente no podía, salía un poco y entraba de nuevo, sus gemidos eran alaridos, notarle tan excitado estaba volviéndome loca y no tardé en llegar al punto de no retorno.

—Córrete, llena mi culito de semen papá –sollocé

—Si pequeña, es todo para ti –y sin moverse en el fondo de mis entrañas, su polla empezó a escupir semen, mientras mis dedos frenéticos me ponían a su altura.

Al salir hizo ruido de tapón al descorchar, y su semen resbaló al colchón, mientras ambos volvimos a hacer la cucharita tapándonos con la colcha.

Por la mañana desperté sola en la cama, en la cocina todo estaba dispuesto para poner en marcha el desayuno, pero papa no estaba, creí que había ido a por el pan. Le di a la cafetera y pensé en tomar al menos un café mientras volvía. Solo entonces vi el sobre y supe lo que era antes de abrirlo.

Me senté con el café en una mano, y empecé a leer su carta que ya sabía era de despedida.

“Querida Benia:

Ahora estarás muy cabreada, y ni siquiera comprenderás lo mucho que me ha costado irme de tu lado esta madruga. Pero solo en esta carta, y por última vez puedo decirte lo mucho que te amo.

Dejarte hoy ha sido lo más difícil que he tenido que hacer en mi vida, pero no podía quedarme un día más. Cada segundo a tu lado lo he grabado a fuego en mi alma y lo atesoraré el resto de mi vida. He gozado como no imaginé jamás que se pudiera siendo tu amante.

Pero hoy ya toca ser tu padre, y a ti te toca volver con él.”

Me tomé ese día para llorar su ausencia, releí mil veces su carta y luego la eché al fuego. Al día siguiente hice la maleta y cerré la casa en la que había vivido esos maravillosos días con él.

Llegué al día siguiente a media tarde a casa, Malcion estaba en su despacho y salió a recibirme al oír el taxi en la puerta.

—Hola Benia, te he echado de menos

Esa misma noche tras deshacer las maletas, y darme un relajante baño, sin apenas haber hablado con Malcion, me senté con él en la mesa.

—Malcion yo...

—Benia, dime de momento solo lo que has decidido, el resto podemos solucionarlo con el tiempo, no espero que todo cambie en una semana

—No quiero más mentiras, él sigue estando ahí. Pero también te quiero y he vuelto para quedarme si quieres que lo haga.

Él se levantó y por un momento creí que iba a echarme de casa, pero cogió mis manos e hizo que me levantara de la mesa.

— ¿Eres consciente de lo que me pides Benia? Quieres quedarte conmigo, dices que me quieres, pero también admites que también a él, joder Benia, ¿Esperas que siga follándote pensando si estarás pensando en el cuándo lo hago?

—Eso no ha pasado nunca, nunca he pensado en otro mientras me follabas Malcion...

—Algo es algo –dijo en mi oído detrás de mí

Me aferré a la mesa mientras Malcion, subía mi vestido, y de un tirón, bajaba mis bragas, mientras con una sola mano se bajaba el pantalón de deporte, junto con los calzoncillos.

Su polla no esperó a que estuviera preparada, y de un solo envite me la clavó, apenas resbalaba en mi sexo seco aun.

—Lo siento Benia, lo siento...no puedo más, necesito follarte más que respirar

Y en ese momento, sus palabras me excitaron, su necesidad de follarme me hizo desear que lo hiciera, y con cada nueva envestida mi coñito fue lubricándose hasta mojarse por completo.

Terminó subiendo mi rodilla a la mesa del salón para abrirme más, para follarme más profundamente, y yo con lágrimas en los ojos terminé pidiendo más, sin poderlo evitar, sintiendo la necesidad salvaje que siempre había sentido con Malcion, de copular como animales. Él estrujaba mis tetas, las retorcía, azotaba mi culo hasta dejarlo dolorido, y yo agradecía ese dolor, como el que sentía en cada golpe de cadera, que me aporreaba contra la mesa. Nada en esa copula era tranquilo, ni amoroso, en cambio me sentía tan querida y necesitada por él...éramos como dos barcos a la deriva, encontrándose en mitad de la tormenta, golpeándose, pero manteniéndose ambos a flote entre ellos.

Mi intención era terminar la seria en tres capítulos, pero voy a añadir un cuarto. Me sentía en la necesidad de brindarle uno a “papá”. Gracias por seguirme y espero no agobiaros.