Solo, Benia II

...

De nuevo gracias Indigo, por dejar que le diera forma a tu historia, y por dejarme jugar con tus personajes.

Habían pasado unas semanas, desde esa noche en la que le dije a Malcion que iba a casarme con él, y hasta entonces solo me había librado de decírselo a mis padres, porque estábamos de viaje promocionando la película.

—Benia, tienes que decírselo, no quiero seguir escondiéndome del mundo. No quiero esperar más cielo, no quiero que cambies de idea preciosa...

—Nada va a hacerme cambiar de idea, Malcion.

Esperé a que se fuera a hacer unas cosas, para llamar a México, a papá.

—Hola papi

—Hola mi amor, ¿como esta?

A él, tampoco le había seducido la idea de que trabajara con Malcion, pero nunca hizo mención alguna.

—Estoy bien papá

—Aunque ya sabe que sigo sus pasos preciosa, y se por las noticias que me llegan que está más que bien, estaba preocupado, hacía meses que no me hablaba mi nena

—Tengo algo que contarte, papá

— ¿Mi niña se ha enamorado?, cielo era algo que iba a pasar tarde o temprano –dijo adelantándose, como siempre allanándome el camino, poniéndome las cosas fáciles.

—Me caso en quince días –no había otra manera de soltar la bomba

—Joder Benia, ¿quién es el afortunado?

—Esa es la peor parte

—No crea criatura, no crea

—Malcion Reigar

—Hostia puta, Benia.

— ¿No había otro hombre en este mundo mi amor? –dejo escapar toda su frustración en esa pregunta

—Lo siento... simplemente pasó

—Benia, me llaman por la otra línea, ¿le importa mi amor, si la llamo más tarde? –pero ambos sabíamos, que no iba a haber tal llamada, estaba demasiado dolido para hacerlo, al menos de momento.

Esa misma noche, decidimos que ese fin de semana, iría a la clínica especial de reposo, donde mi madre llevaba un par de meses ingresada, por su delicado estado de salud, para contarle lo de la boda fijada ya para dentro de una semana. Pero una vez más, las cosas volvieron a dar un giro inesperado, y a la mañana siguiente, me llamaron para decirme que mi madre había sufrido una apoplejía.

Cuando llegué allí, me encontré a una Iris irreconocible, frágil, débil y que ni siquiera me reconoció. Pasé todo el día a su lado en la cama, acariciando su huesuda mano...

—Sé que no quieres que nadie nos relacione, pero no quería que pasaras por esto sola –dijo esa misma noche Malcion, en el pasillo.

—Gracias –le dije, dejando que me abrazara mientras yo, rompía a llorar por primera vez.

Me ayudó con todo el papeleo, para el traslado de mi madre a otra ala, donde tendría más cuidados, y a media noche volvimos a casa en silencio.

— ¿Quieres darte una ducha, mientras yo te preparo algo? Necesitas comer, al menos un café con leche con unas galletitas peque.

—Te necesito más a ti Malcion –de nuevo me invadía esa sensación de soledad...

—Puedes tener ambas cosas cielo, vamos

Me llevó arriba abrazada, y me desnudó frente a la enorme bañera, mientras esta se llenaba, luego me hizo entrar, colocó el reposacabezas y masajeó mis hombros, mientras yo me dejaba mimar.

—Voy preparar ese café, seguro que llevas todo el día sin comer nada. Relájate unos minutos --dijo encendiendo las burbujas.

Mientras se bajaba a preparar café, estiré la mano y saqué el móvil del bolsillo, marqué su número, y esperé ansiosa a que contestaran de la otra línea, nada más oír el clic, las lágrimas inundaron mis ojos...

—Papá, te quiero... –y empecé a contarle todo lo sucedido, mientras sus palabras apaciguaban un poco el dolor de mi alma.

—Ojala pudiera estar ahí...me duele saber que mi pequeña, pasa por esto sola...dime que quiere que haga y lo hare

—Esta Malcion, papá –en ese momento me salieron las palabras con más pena que gloria

—Entonces, será mejor que no vaya, pero promete que me llamara siempre que lo necesite amor mío...

—Si papá, hablar contigo ya me ayuda...te echo tanto menos...

—Sabe que yo también mi cielo

—Ahora tengo que dejarte, volveré a llamarte papa

—Si mi niña, ya sabe cuánto la quiero princesa –dijo, sin ocultar sus sentimientos

—Yo también, te amo papa, siempre lo hare –le dije, antes de colgar. Esa noche no quería enmascarar nada.

Malcion, volvió unos minutos después, cuando ya me había quedado medio dormida y me instó a salir, me envolvió en una enorme toalla y me sacó del baño. En un rincón de la espaciosa habitación, había una mesita y un par de sillones, y allí había dejado la bandeja, con dos tazas de humeante café con leche y un platillo con galletas, y magdalenas...mi Malcion, siempre tan atento.

Me senté en el sillón, y me incliné para coger mi taza mientras él, se sentaba frente a mí cogiendo la suya, empecé a mojar las magdalenas y a comer con hambre, que no sabía que tenía hasta ese mismo instante. Sin importarme que la toalla se abriera, seguí comiendo.

—No he podido decírselo, Malcion

—Lo entiendo, podemos aplazarlo –su voz sonaba triste

—Malcion, como nos han dicho mi madre no va a mejorar, puede estar así semanas, meses y nada cambiara, por que vayamos al juzgado a casarnos. Ninguno de los dos quería una boda con estridencias... –dije, subiendo los pies al asiento y con las piernas flexionadas me abracé por las rodillas.

—Vas a enfriarte, y necesitas descansar –dijo mirándome, de pie, recogiendo las cosas de nuevo en la bandeja para llevársela

—Te necesito a ti Malcion, no te vayas, no me dejes sola.

Volvió a sentarse frente a mí, sin intentar hacer nada, más que estar ahí para mí.

Dejé de abrazar mis piernas, sin dejar de mirarle y separé las rodillas, su mirada dejó mis ojos y bajó a mirar lo que le mostraba, separé más mis muslos, sin bajar los pies, enseñándole bien mi sexo...necesitaba su calor, su pasión, su deseo...tenia tanto miedo a quedarme sola...

Malcion, se arrodilló ante mí una vez más, y al momento noté el calor de su lengua experta ya en mi coño, me agarré a los reposabrazos del sillón, apoyé la cabeza en el respaldo, y dejé que pasara mis piernas por sus hombros, y mis pies cayeran por su espalda, mientras me devoraba. Su lengua me puso a mil, jugó en cada rincón de mi coño, pero no dejó que me corriera, y cuando supliqué, se puso en pie, bajó su pantalón dejando que su polla dura saltara como un resorte, y apoyándose sobre mis manos, agarrando las mías bajo las suyas, inclino un poco el sillón, haciendo que mi cuerpo se pegara más a ese respaldo.

—Enrolla las piernas en mis caderas –ordenó con voz queda

Froto su glande hinchado ya en mi pubis, se coló entre mis pliegues, buscó la entrada flexionando sus rodillas, y me llenó de polla. Estaba tan caliente, que me corrí a medio camino, pero no se apiado de mi cuerpo retorciéndose, y siguió follándome con más furia de la que me había follado jamás. Su polla más que penetrarme, parecía querer destrozar mi coñito, y no paro de entrar y salir, de moverse, de mover el sillón conmigo encima, hasta que volví a gritar un nuevo orgasmo, y entonces por primera vez en silencio, se corrió dentro. Luego simplemente salió, dejo caer el sillón y me dijo:

—Vamos a la cama, Benia. Necesitas descansar.

A pesar de todos los acontecimientos de ese día, me quede dormida nada más tocar el colchón.

Al día siguiente Malcion parecía de lo más normal a pesar del extraño polvo de la noche anterior, volvía a ser el mismo de siempre.

— ¿Doy por sentado que tu padre tampoco va a venir a lo boda? –dijo, al acabar el desayuno

—No puede dejar sus cosas en México, en estos momentos

Esa semana empezamos a dejarnos ver juntos, sin esconder las muestras de cariño, dejando claro que estábamos juntos.

— ¿Como esta, princesa? –preguntó papá, cuando llamó esa misma noche, mientras cenábamos

—Bien papa, ¿y tú? –conteste sin poder evitar la felicidad que me invadía cuando oía su voz

— ¿No está sola verdad? –preguntó notando mi parquedad en la respuesta

—No, estoy cenando con Malcion, en un restaurante

—Entonces no la molesto más preciosa mía, solo quería saber que estaba bien, mi niña

—Gracias papá, cuídate –y no podía decir más, no con Malcion mirándome.

Entonces en ese reservado del restaurante mi cuerpo sintió dos cosas bien distintas. Mientras me despedía de papá, Malcion metió la mano bajo la mesa, la posó sobre mis muslos, y subió lentamente acariciando la cara interna de estos, mientras yo me despedía de mi padre, sin poder decirle lo que ansiaba, aun así, en ese momento deseé que la mano de Malcion, siguiera hasta llegar a mi coño, al mismo tiempo que deseaba apartarme para poder decirle a mi padre lo mucho que le amaba... ¿estaba loca?

No pude decirle a papá que le amaba, pero la mano de Malcion, llegó a mis bragas, sus nudillos presionaron, mientras las yemas de sus dedos apartaban la tela ya mojada.

— ¿Quieres que te folle con mis dedos Benia?

—Si

—Entonces pídemelo putita

—Fóllame Malcion, méteme los dedos... –pedí sumisa

Aun no había pronunciado la última silaba, cuando tres de sus dedos se colaron hasta el fondo, de un solo envite y con dureza. Me aferré a la mesa, escurrí el culo al borde de la silla, y dejé que me follara, abriendo las piernas todo lo que mi faldita lo permitía.

—Apenas tienes de tiempo para correrte, antes de que venga el camarero, o te vera con ese aspecto encantador, que tienes ahora mismo de puta

Esos dedos no paraban de penetrarme una y otra vez, mientras ahora el pulgar estimulaba mi clítoris. Yo miraba la puerta tras el biombo, sabiendo que antes de vernos el camarero, yo vería abrirse esa puerta...mientras entre mis piernas el fuego crecía, mis piernas temblaban...

—Vamos Benia, córrete para mí... –dijo, lamiendo mis labios

Fue la puntilla, me aferré a esa mesa y mi cuerpo se sacudió con el orgasmo, mientras intentaba controlar los gemidos, sin dejar de mirar la puerta. Aun temblaba, cuando vi que se abría, y tuve el tiempo justo de sentarme bien, y mirar mi plato mientras entraba el camarero para retirar los restos.

Al momento, y mientras aun me recomponía, volvió el mismo camarero con los segundos platos, mientras Malcion se chupaba aun los dedos, que acababa de sacar momentos antes de mi vagina.

—Nena, esto esta tan caliente como yo... ¿crees que podrías hacer algo con esto mientras la comida se enfría un poco? –dijo acariciándose el paquete

— ¿Y si...? -pregunté dudosa

—No va entrar nadie en los próximos minutos...anda se buena chica –dijo, bajando su cremallera y dejando salir su polla.

Estiré la mano dispuesta a masturbarle...

—Benia, cómeme –era una orden clara y no una petición

Le miré unos segundos, y separando mi silla me incliné, saqué mi lengua y relamí su amoratado glande, mientras mi mano ya subía y bajaba por todo el tronco...con la otra mano liberé también sus pelotas, y empecé a acariciarlas, sabiendo lo mucho que eso le gustaba a Malcion.

—Si mi niña, así, que rico –jadeó, acariciando mi cabeza

Pero de repente, esa mano que siempre había acariciado mi cabeza mimosa, ahora poco a poco presionaba mi nuca, obligando a mi boca a tragar más polla, forzando a que entrara hasta mi garganta, dejándola ahí unos segundos, antes de soltar presión, para que pudiera retroceder, y mis babas empaparan toda esa polla, que estaba dura como el acero. Lamí y chupeteé el glande, la apreté con fuerza al igual que sus pelotas, y de nuevo volví a recorrerla, esperando ya esa presión, tragándomela hasta la garganta una y otra vez sin rechistar, a pesar de que mis ojos se empañaban de lágrimas por el esfuerzo de alojarle todo, mi nariz rozaba unos segundos su pubis, mi mano apretaba y tironeaba de sus pelotas, retrocedí, le miré y chupé con fuerza el capullo, antes de retarle con la mirada una vez más...y repitió, solo que esta vez, su cuerpo se tensó y mi garganta se llenó de semen que tragué golosa, antes de limpiar a lametones todo su rabo aun tembloroso.

Ninguno de los dos dijo nada más, yo acerqué mi silla a la mesa, me limpié los labios con la lengua, y seguí cenando mientras él, se colocaba la ropa.

—Siento haber sido tan brusco, estaba muy cachondo –dijo Malcion en los postres, sin levantar la mirada

—No lo sientas, yo no me he quejado –y era cierto, Malcion estaba distinto, pero no peor.

La semana siguiente nos casamos en los juzgados, con un reducido grupo de sus amigos y un par de fotos filtradas a la prensa.

—Desnúdate señora Reigar –pidió una noche después, en la habitación de un carísimo hotel en Florencia, donde estábamos pasando nuestra mini luna de miel.

Se sentó en un sillón blanco, frente a la enorme cama con dosel de la que colgaban unos transparentes cortinajes blancos...

Bajé un tirante del vestido de seda que él me había regalado para esa estupenda noche, luego el otro y dejé que el vestido cayera a mis pies, sobre las sandalias plateadas de tacón, con las que habíamos paseado por las empedradas calles de Florencia.

—Ahora el sujetador –susurró mirándome, mientras daba otro trago del vaso pesado que sostenía.

Me di la vuelta para que viera como lo desabrochaba, y lo lanzaba sobre otro de los sillones antes de darme de nuevo la vuelta, sujetando y tapando mis tetas con ambas manos.

—Esas manos fuera señora Reigar, enséñame esas tetas

Dejé caer mis brazos a ambos lados de mi cuerpo, para que sus ojos hambrientos devoran mis pechos.

—Me encanta mirar tus tetas aun tan desafiantes, bernia...ven

Y me acerqué lentamente

Él agarró mis muñecas, y apoyo mis manos en los reposabrazos del sillón en el que estaba sentado, haciendo que tuviera que inclinarme.

—Solo así cuelgan tus tetitas –dijo acercando sus labios

Lo primero que note fue el calor de esos labios en mis pezones, y a continuación el frio del hielo, que sujetaba entre los dientes, y ahora lo frotaba en las puntitas duras de mis pezones. Fue de uno a otro sin soltar mis manos, sin dejar que me moviera ni cambiara de postura, hasta fundir el hielo en mi piel.

—Date la vuelta –pidió ahora soltando mis manos

Un fuerte cachete me tomo por sorpresa, y me giré; no sonreía, su mirada era... distinta.

—Ve a la cama, apoya solo ese lindo culo –pidió igual de serio

Esa nueva faceta en él, me tenía descolocada y para que mentir, también terriblemente excitada.

Me senté en el borde de la cama, como había pedido y continuó pidiendo más

—Mete la mano dentro de tus braguitas, y mastúrbate, hoy vas a hacerlo tu putita

Lo primero que noté, fue lo mojada que estaba, lo segundo que él pensaba hacer lo mismo, cuando su mano desabrochó su pantalón, y sacó su falo para empezar a masturbarse, sin apartar la mirada del bulto, que formaba mi mano bajo mis bragas.

— ¿Te gusta tocarte, tanto como me gusta a mi hacerlo golfa?

—Si

—Quítate las bragas, quiero ver tu coño, seguro que ya está chorreando...así abre más las piernas...así nena, busca tu botoncito, así estimúlalo y cuando no puedas más, quiero ver cómo te metes los deditos...

Estaba hipnotizada, viendo como su mano subí y bajaba apretando esa polla que tanto deseaba sentir en mi coño.

—Fóllame Malcion -supliqué

— ¿Tu coñito necesita que lo llenen señora Reigar? –pidió, levantándose para colocarse a mi lado

—Si, por favor –supliqué de nuevo, creyendo que venía a follarme

—Entonces llegó la hora, mete tus deditos, sáciate Benia, fóllate putita...

Estaba a punto, necesitaba correrme, él gemía, se masturbaba con fuerza, quería esa polla que sabía a punto de correrse, por como latía bajo su mano...

—Vamos putita hazlo –gritó

Y metí dos dedos en mi coño con furia y me folle desesperadamente sin lograr el ansiado orgasmo.

—Otro putita, puedes con tres –gimió

—Por favor –seguí suplicando sin pudor, sin dejar de mirarle

Entonces para mi sorpresa, soltó un alarido, y un borbotón de semen cayó sobre mis labios, un segundo sobre mis tetas y apuntando a mi coño terminó de correrse sobre mi pubis, mientras yo furiosa, añadía el puto tercer dedo, y me corría llena de semen por todas partes.

Caí de espaldas en la cama, furiosa por lo sucedido, mientras él sin decir nada, volvió al sillón, se sentó y dijo:

—No te muevas, me encanta verte cubierta de mi semen

Y a pesar de que la furia lleno mis ojos de lágrimas saladas, y silenciosas, no me moví hasta quedar dormida, en esa misma postura, sentada, echada hacia atrás y con las sandalias de tacón apoyadas en la alfombra.

No sé cuánto tiempo estuve dormida, hasta que me despertó un ruido, y le vi de pie a mi lado, mirándome fijamente, con esa mirada indescifrable en su rostro.

Me incorporé, y me di cuenta que se había desnudado, y su polla ahora relajada aun tenia rastros de semen de la corrida anterior.

— ¿Quieres limpiarla, Benia? –no era una pregunta aunque lo pareciera

Y no la contesté, simplemente volví a ponerme en el borde, y sacando la lengua empecé a lamer su sexo, su pubis, sus pelotas colgantes...no se la mamaba, simplemente lamia cada centímetro de piel, degustando su sabor hasta que su polla empezó a ponerse dura, empezó a crecer bajo mis lengua, con mis lamidas. Y entonces empecé a chupetear la puntita, a jugar con mi lengua en el agujerito, a rodear el anillo, a succionar sus pelotas metiéndolas después en mi boca y finalmente dejé que me follara la boca a su antojo, como ya había hecho en el restaurante.

Y como premio sus dedos recorrieron mi de nuevo encharcada vagina, porque a pesar de todo pronóstico, me ponía a mil ese nuevo Malcion, abusador y aprovechado, que buscaba sacar el máximo placer, sin importarle la manera de alcanzarlo, incluso castigándome por ello.

—Eres una golfilla señora Reigar ya vuelves a estar empapada, ya vuelves a querer polla ¿verdad? –asentí sin pudor alguno

Y entonces, volvió a meterse hasta mi garganta y mientras sus dedos se metían hasta el fondo de mi vagina su otra mano me mantenía pegada a su pubis, apenas podía respirar, sus dedos se abrían dentro de mí, se clavaban más...y soltó mi cabeza mientras retrocedía. Gemí mientras creí mearme de gusto y volvió a penetrarme salvajemente por ambas partes, cogí aire y me llenó de nuevo...joder en el retroceso me corrí como una posesa, y cuando sacó sus dedos y su polla mi cuerpo aun temblaba, me tumbó sobre la cama, me dio la vuelta y tumbándose sobre mí, noté su balano en mi entrada trasera, sin dilatar, sin preparar fue pugnando hasta conseguir encajar el glande, apoyó sus manos en mis omoplatos y fue abriendo mi culo sin piedad, mientras ambos gimoteábamos como posesos. Llenó mi culito entre los quejidos de ambos, y esperó unos segundos antes de empezar a moverse, para terminar follándome con ganas, hasta correrse en mis entrañas doloridas.

Aun lloriqueaba, cuando me liberó de su peso y creí que iba a dejarme así sin más, pero tiró de mis caderas poniéndome a cuatro patas, y para mi sorpresa noté su lengua caliente en mi dolorido agujerito, recorriendo mi rajita, succionando, lamiendo, besando...me ponía a mil saber que lamia su corrida, y no tardé en temblar una vez más, aferrada a las sabanas corriéndome como una loca mientras me devoraba.

Al día siguiente, vi arrepintiendo cuando resople al sentarme, y durante el desayuno me dijo:

— ¿Sirve de algo decir que lo siento, Benia?

— ¿Qué te pasa Malcion? ¿Qué ha cambiado? ¿Porque?

—Ni siquiera puedo contestarte a esas preguntas, porque no se las respuestas exactas –y supe que le dolía, como también supe que mentía.

Casi todo el tiempo Malcion, intentaba ser el de siempre, comportarse como siempre lo había hecho conmigo, ser el hombre tierno, dispuesto a poner el mundo a mis pies si se lo pedía...pero cuando perdía ese control meramente autoimpuesto, volvía el Malcion que yo erróneamente en esos momentos, solo creí distinto por la necesidad de poseerme, culpe a esa necesidad y creí que ahí estaba el cambio.

Con el compromiso y la posterior boda, creí que Malcion, sentía la necesidad imperiosa, de poseerme por completo y lo hacía sexualmente, sabiéndose mi dueño en esa parcela de mi vida, porque cuanto más duro, egoísta y salvaje era follándome, más me excitaba, y eso le atraía como a mí tanto como para perder el control como lo hacíamos.

Deseaba que Malcion me follara, y cuando lo hacía de esa manera tan salvaje y primitiva me hacía sentir más viva que nunca, y al final cuando el dolor sacudía mi cuerpo, no podía dejar de pensar en papá, en sus caricias, en el amor que a pesar de todo seguía latiendo en mí. Y me convencía que la sumisión, era el precio pagar por ese amor.

Volvimos de la luna de miel y ya en casa, Malcion se metió en su despacho para ponerse al día, mientras yo subía a empezar a deshacer las maletas.

Pero necesitaba oírle y llamé a mi padre:

—Hola cariño, ¿ya de vuelta?

—Sí, acabamos de llegar

— ¿Cómo está mi niña?

—Bien, como siempre echándote de menos. Te amo papa.

—Sabe que yo también mi niña, pero al contrario que usted, a mí no me queda otro remedio, ni lo quiero. Pero usted es joven, tiene toda la vida por delante, un marido que la ama seguro como no puede ser de otra manera, y tiene que dejar el resto atrás. Deje de amarme mi amor –Y colgó el teléfono, y aunque esta vez estaba “justificado” y lo entendía, volví a sentirme abandonada por él.

Sabía que papá tenía razón. mi marido estaba abajo y yo no podía seguir llorando por papá, era retorcido, me repetí mil veces llorando boca abajo en mi cama, hasta que decidí que no merecía que Malcion me amara, solo merecía que me castigara y por ello, me desnudé para ir al cajón, donde había unas esposas de pega que ya habíamos usado en alguna ocasión en nuestros juegos, me até una parte y las dejé colgando, me puse unos de mis zapatos de tacón como única prenda, y bajé sin darme cuenta en el fondo que lo único que hacia una vez más era esperar que Malcion llenara el vacío que mi padre acababa de dejar.

Cuando abrí la puerta de su despacho, él estaba sentado en su silla, pero con la luz y el ordenador apagado, me sorprendió pero pensé que solo estaba relajándose, y encendí la luz para cruzar mi mirada con la suya...me miró de arriba abajo, le enseñé las esposas que colgaban de mi muñeca, y su mirada volvió a mis ojos sorprendiéndome la frialdad que había en los suyos, de nuevo lo atribuí al papel que ya creía empezaba a jugar.

— ¿Qué quieres Benia?

—Que me folles

—Si te quedas vamos a arrepentirnos después, no es un buen momento –dijo, dándome la oportunidad de huir

Pero le necesitaba y cerré la puerta detrás de mí, me acerqué despacio a él, me senté abierta y de frente en su regazo y le di las llaves de las esposas...

—En la espalda –ordenó sin dejar de mirarme con algo parecido a la furia en esa mirada.

Coloqué mis manos en la espalda, y él cerró las esposas inmovilizándome, me empujó ligeramente, apoyándome un poco en la mesa, mirando así mi pubis. Me dolían los antebrazos por apoyarme en ellos, contra el borde de la mesa, mientras él miraba fijamente como mis juguitos empezaban a mojar sus pantalones color kaki.

—Eres una puta, mira como me estas poniendo el pantalón –que me hablara así solo consiguió que le mojara aún mas

Se desabrochó el pantalón y moviéndome un poco hacia sus rodillas, sacó su polla y doblándola la paseó por mi rajita...

—Frota ese coño mojado por mis pelotas, zorra –pidió con rabia

Y haciendo fuerza en mis antebrazos doloridos, clavándome más la mesa, me moví hacia él y noté sus huevos calientes en mi coño.

—Mas, aplástalas, quiero notar bien lo cachonda que estas -dijo masturbándose rozando ahora mi pubis

Me ponía cachondísima ver como se la meneaba, mi sexo rezumaba líquidos y su mano volaba, apretaba el capullo, lo rozaba en mi piel ardiendo...mi sexo pedía polla, mi cuerpo temblaba de anticipación, me movía como podía pegándome bien a sus pelotas, y entonces un potente chorro de semen grumoso manchó mis tetas y siguió soltando semen sobre mi estómago y mi pubis jadeando, mientras yo lloriqueaba de pura necesidad, ya que no solo no me había dado polla, sino que esta vez no me había permitido ni tocarme.

Sin importarle mi mirada furiosa me hizo descabalgarle, y poniéndose en pie primero hizo que me sentara en su sillón.

—pareces enfadada mejor no te quito las esposas, ya te dije que no era un buen momento, quédate ahí mientras me cambio y preparo algo de cena –y se fue sin más.

Quería levantarme de ese puto sillón e irme, aunque fuera esposada como estaba, solo por llevarle la contraria, pero estaba demasiado excitada para hacerlo, y sabía que si me levantaba, si salía de esa habitación no habría más sexo esa noche.

Media hora después tenía los brazos entumecidos, y su semen se había secado en mi piel cuando se abrió la puerta de nuevo, y apareció Malcion, solo con unos vaqueros y una bandeja en las manos.

Sentado en su mesa de despacho, acercó la copa de vino a mis labios secos y bebí, llevó una pequeña porción de queso a mi boca y la devoré con hambre, un trocito de pan con pate, más vino, otro montadito, más queso...algo de fruta...sin prisas me dio de comer pequeñas porciones como si fuera una niña, acompañadas de traguitos de vino.

— ¿Quieres más? –preguntó, cuando se acabó lo del plato

—Quiero polla –y soltando una sonrisa ronca, dejó el plato en la mesa y se puso en pie, se desabrochó el pantalón y lo bajó a mitad de sus muslos.

—Ponte de rodillas, Benia –ordenó y obedecí sin dudar un solo instante

El acarició mi cabeza y yo la bajé sumisa como si fuera una perra agradecida.

—Es toda tuya

Y con los brazos entumecidos en mi espalda, me incliné para degustar por fin su falo aun blando, disfrutando del placer de ponérsela dura con mis labios, con mi lengua...notarla crecer y endurecerse con mis caricias me enloquecía, y hacia que mi coño volviera a empaparse.

—lo haces tan bien, que te estas ganando una buena follada putita... ¿quieres?-dijo, cuándo me dolía ya hasta la mandíbula

—Si por favor Malcion

— ¿Donde la quieres Benia? ¿Qué quieres que te folle puta?

—Lo que quieras Malcion, soy tuya...te necesito

Su polla llenó mi boca, llegó a mi garganta y por un momento, temí que se corriera una vez más negándome el placer, pero inclinándose metió la llave y liberó mis muñecas, sacó la polla del fondo de mi garganta y me ayudó a ponerme en pie, e inclinándome sobre la mesa tiró todo lo que estorbaba para apretar mis pechos sobre esta, colocó sus manos en mi espalda pegándose a mí, esperé temblorosa que llenara mi culo, pero su polla resbaló y se incrustó en mi vagina, metiéndose hasta el fondo de un solo golpe de sus caderas. Me aferró de los hombros y me dio duro, muy duro haciendo que mi pubis se golpeara contra la mesa una y otra vez. Los dos gritábamos como posesos, oyendo los ruidos de nuestros cuerpos al golpearse salvajemente, porque así lo necesitábamos, así lo deseábamos.

—No pares Malcion, no pares...no dejes de follarme –sollozaba encendida

Sus manos dejaron mis hombros, y solo una me mantuvo pegada a la mesa presionando en el centro de mi espalda, la otra fue a mi culo y tras azotarlo un par de veces con dureza, cosa que me enardeció aún más, mojó dos dedos en los juguitos, que ya resbalaban por mis muslos y llevándolos a mi ano, lo penetro sin piedad, dilatándolo, mientras seguía entrando y saliendo de mi coño, hasta que no pude más y estallé en un glorioso orgasmo, que sacudió mi cuerpo, haciéndome temblar allí doblada, apoyando mi cuerpo desmadejado en la mesa.

Aun temblaba cuando salió de mi vagina, y apoyando el balano, penetró mi esfínter dilatado por sus dedos, y entró en dos tiempos mientras sus dedos ahora frotaban raudos mi coñito aun palpitante, volviendo a encender las llamas entre mis piernas...

—Me corro otra vez Malcion, me corro cariño...te quiero, te quiero –grité ente sollozos

Y entonces paró y mientras aun temblaba tras mi último y devastador orgasmo, salió y pegando su polla sobre mi culo y sus huevos colgando también pegados a mi cuerpo, soltó el primer chorro de semen diciendo:

—Yo también me corro Benia, yo también me corro –decía una y otra vez, repartiendo con su mano su semen por mi espalda, como el macho que marca su territorio.

—Terminaremos haciéndonos daño –dijo, aun con la respiración entrecortada

—Entonces ¿por qué no me dices que ha cambiado Malcion? –le dije, girando solo la cabeza sin moverme

Se subió el pantalón, caminó hacia la puerta, me miró, y cuando nuestras miradas se encontraron simplemente dijo:

—Me encanto oírte decir que me necesitabas, y sobre todo que me querías...pero hubiera preferido mil veces que me amaras como a él... –y se fue cerrando la puerta

Todo me daba vueltas tras sus palabras, y todo empezaba a cuadrar, su cambio, la furia y la rabia que leía en su mirada...

Que equivocada estaba...me había oído hablando con mi padre alguna vez...y recordé miradas que malinterprete en su momento y ahora estaban claras ya que habían sucedido tras las llamadas de papá, y supe que había oído más de una llamada...

Aun seguía en shock cuando la puerta volvió a abrirse, y apareció con la cabeza mojada y envuelto en una toalla.

—Malcion yo...te quiero, no me dejes...

—Esto tendrá que esperar Benia...cariño es tu madre...ha muerto.

Y a pesar de todo el dolor que había en esos momentos entre nosotros Malcion me abrazó y yo lloré desconsolada en sus brazos...