Soledad, una historia de perversión (3)

Espera a su hermano, a quien seducirá, pero sus deseos estan puestos en su hermosa y juvenil hija.

Autor: Salvador

demadariaga@hotmail.com

Soledad, una historia de una perversión

III

Su madre

Deseo a mi hija.

Recuerdo la primera vez que la vi desnuda, sobre su cama. Dormía inquieta y ello me llamó la atención, por lo que acudí a su pieza a ver si le sucedía algo y la encontré con las sabanas corridas y su cuerpo sudoroso semi desnuda, con las piernas abiertas y una mano entre ellas. Me quedé quieta frente a su cama, observándola. Su hermoso y juvenil cuerpo estaba tapado solamente con un blusón que estaba encogido hasta la cintura, dejando al descubierto sus piernas y su sexo, el que aún no era cubierto por ningún pelo. Se veían sus labios vaginales rosados, semi abiertos, como una boca esperando un beso. Y sin ser yo misma, movida por hilos invisibles, me vi a mi misma acercándome a mi niña, a sus piernas, a su sexo.

Soledad se movió inquieta y mis intenciones se vieron frustradas por lo que me detuve y la tapé para aparentar que eso era lo que iba a hacer antes de que casi fuera sorprendida entre sus piernas. Me retiré a mi pieza y desnuda sobre mi cama me masturbé con furia, hasta eyacular copiosamente, mientras mis pensamientos los ocupaban las bellas formas de mi querida niña.

Mi primera experiencia sexual fue con mi hermana mayor, cuando ambas eramos unas chiquillas inexpertas. Fue un verano y las dos estábamos en mi pieza, durmiendo la siesta. Todo empezó bajo las sábanas, como jugando a las cosquillas. Ella empezó y yo me revolcaba por las cosquillas que me producía mi hermana. En medio de esos revolcones me encontré de espaldas, con mi falda subida y mi hermana sobre mí, con mirada fija, sin rastros de risa en sus labios. Estaba seria y su rostro se acercó al mío, sin apartar sus ojos de los míos. Yo la miraba fijamente, sin saber qué hacer. Sus labios se posaron en los míos y me besó con delicadeza, mientras su cuerpo se apegaba al mío y sentía a la altura de mi entrepierna su estómago que apretaba con delicadeza. Se apartó de mi y se puso a mi lado, recostada con un brazo bajo la cabeza y mirándome. Esperaba mi reacción.

Me volví hacia ella y le devolví la mirada, abiertamente, adoptando la misma pose de ella. Gabriela sonreía y esperaba. Me acerqué a ella y la besé, tan suavemente como pude. Pero mi hermana me abrazó y me devolvió el beso con pasión increíble, abrazándome con fuerza. Y a partir de ese momento todo fue un soltar amarras y nos encontramos abrazándonos, besándonos, tocándonos, bajo las sabanas. Visto desde fuera éramos una confusión siempre en movimiento bajo las sábanas.

Fue una experiencia increíble que me inició en el amor lésbico, del que he disfrutado increíblemente toda mi vida, sin perjuicio de que el sexo normal me produce sensaciones incomparables. Disfruto tanto con un hombre como con una mujer. Me excita una verga erecta tanto como una vulva dispuesta. Y con cualquiera de las dos puedo llegar a tener un orgasmo intenso.

Ahora es mi hija la que me abrió el apetito.

Después de cavilar un rato, ya repuesta de la tremenda masturbación que me hiciera pensando en mi hija, encontré la manera perfecta de gozarla sin que ella se diera cuenta. Pastillas para dormir.

Decidí que ese fin de semana podría ser perfecto para mis planes. Le daría una pastilla antes de dormir y después iría a visitarla. No podría hacerlo ese mismo día pues vendría mi hermano a acompañarme mientras mi esposo volvía de un viaje de negocios fuera de la ciudad. Le pedí a Ricardo que me acompañara pues temía que dos mujeres solas en una casa durante un par de días era peligroso. Ricardo aceptó de inmediato y esa noche vino a visitarnos.

Mi hermanito fue otra conquista de mi juventud, al que hice mío justo un año antes de casarme, una noche en que volví tarde a casa y con algunas copas en el cuerpo. Eramos los únicos en casa ese fin de semana pues nuestra familia había ido a la playa. Llegué media tambaleante y el bajó a abrirme. Al verme en tan mal estado me dio su hombro para que me apoyara y me guió a mi dormitorio. En el camino yo apretaba mi cuerpo al suyo, medio por mi borrachera medio por una calentura que me vino al tener un cuerpo varonil junto a mí. Cuando llegamos a mi pieza, mi hermano hizo ademán de hacerse a un lado para dejar que yo cayera sobre la cama, pero yo no lo solté y ambos nos vimos de pronto abrazados sobre las tapas.

"Ayúdame"

Le pedía y estiré mi brazos para que me ayudara a desprenderme di mi vestido. El bajó la parte superior y quedé solamente en sostén.

"¿Te gustan?"

Pregunté mientras movía mi cuerpo insinuantemente para exhibirle mis senos cubiertos por el sostén. El se puso rojo y se dio vuelta como para retirarse.

"Ayúdame"

Repetí y el desabotonó mi vestido y éste cayó a mis pies, dejándome solamente con sostén y un bikini, sobre la cama. Mi hermano me miraba embobado pues nunca antes había tenido un cuerpo de mujer tan cerca y menos aún un cuerpo tan bien formado como el mío. Yo estaba conciente del efecto que producía mis formas entre los hombres, por eso estaba segura de que mi hermano caería rendido. Y así fue.

Levanté el brazo y me apoderé de su cinturón, que atraje hacia mí, haciendo que Ricardo se acercara a la cama, con pasos torpes pero con un bulto entre sus piernas que delataba su estado de excitación. Abrí su pantalón y saqué a la luz su verga, que lucía esplendorosa y plena de vigor.

" Móntame, hermanito"

Le mandé mientras lo acercaba más aún a mí. Mi hermanito se desnudó con torpeza y subió a la cama poniéndose entre mis piernas, con su verga a la entrada de mi vulva. Lo abracé y apreté mi cuerpo al suyo, logrando con ello la penetración completa. Y nos dedicamos a un furioso mete y saca que nos hizo acabar demasiado pronto para mi gusto. Pero mi hermano tenía más energías escondidas de las que yo creía y sin sacar su herramienta de mi túnel siguió abrazado a mi, desprendiéndome del sostén y apoderándose mis senos que empezó chupar con desesperación, mientras repetía "mijita, mijita"

Ya medio recuperada, levanté mis piernas y las puse sobre las espaldas de Ricardo, empezando a mover mi cuerpo para alentarlo a reanudar nuestro coito. Y mi hermanito no se hizo esperar, volviendo a su mete-saca que hacía tan bien. Esta vez duramos más tiempo y lo disfrutamos mejor, hasta que finalmente nos rendimos por segunda vez al dios amor, acabando los dos casi al mismo tiempo.

No contento con ello, mi hermanito bajó por mis senos hasta mi estómago y de ahí a mi sexo, que empezó a besar y mamar con deleite, haciéndome acabar por tercera vez esa noche, en medio de gritos de " si, mijito, si, sigue, yaaaa, aghhhhh, riiiiicooooo"

Fue una experiencia increíble que duró un par de horas, hasta ambos quedamos completamente rendidos, abrazados y dormidos hasta que llegó la madrugada.

Fue la única vez que lo hicimos, pero siempre guardo el recuerdo de mi hermanito, su verga y una noche de sexo maravillosa.

El viene a hacerme compañía esta noche.

Y yo estoy particularmente deseosa de sexo.

Aunque mi marido me satisface en la cama, mis necesidades de sexo son mayores que lo normal, por lo que siempre ando pensando en la manera de satisfacerme, lo que me ha llevado a serle infiel en varias ocasiones. Muchas, para decir la verdad.

Y como mi apetito sexual no sabe de género, he tenido aventuras con hombres y con mujeres, habiendo encontrado satisfacción con ambos tipos de personas.

Y hace días que deseo tener sexo. Y mi hermano será quien me lo proporcionará.