Soledad, una historia de perversión (2)

Va en busca de sexo con su hermana y se encuentra que su sobrinita se ha convertido en toda una mujer que le regala un hermoso espectáculo

Autor: Salvador

demadariaga@hotmail.com

Soledad, una historia de perversión

II

Su tío

Mi hermana Adela está tan deseable que cuando me solicitó acompañarla esa noche que mi cuñado estaría fuera de la ciudad, no lo dudé ni un momento. Quedamos en que llegaría a su casa a cenar y pasaría la noche en la habitación de alojados. Me preparé con minucioso cuidado en cuanto a la ropa y al perfume a usar, para causarle la mejor de las impresiones. Siempre me sentí atraído por ella, pero ahora, cuando ella se empinaba por los 34 años y yo con mis 24 a cuestas, la veía como la mujer con la que quisiera tener una relación íntima, en que el sexo jugara un papel importante. Si, porque mi atracción había cambiado a una mezcla de amor y deseo. Y no podía ser de otra manera, ya que mi hermana había asimilado en su cuerpo todas las bondades de la mujer adulta, desarrollando un cuerpo bien delineado, con los gramos justos en cada rincón y que cuando ella camina parece un poema: unas piernas rellenas, sin ser gordas, que cuando las cubre con medias negras y usa minifalda me hace soñar casi al delirio. Y sus muslos, que mueve con deliberada seducción, haciendo que sus nalgas me inviten a tocarlos, a masajearlos, presentan unas carnes turgentes, duras y blancas cuando se sienta y pone una pierna sobre la otra. Ni qué decir de sus senos, esos grandes globos que parecen desafiar las leyes de la gravedad y que son un canto a la exhuberancia. Si, toda ella es un monumento al deseo, a mi deseo por hacerla mía.

Con esos pensamientos en mente golpeé a su puerta. Ella me abrió vestida con una mini blanca y con una panty negra que hacía resaltar la piel de sus hermosas piernas. Una blusa celeste cubría apenas sus grandes senos. Estaba más deseable aún de lo que la imaginaba. Su sonrisa de alegría cuando me recibió con un beso en la mejilla alentó más aún mis fantasías y casi sin poder ocultar mi excitación la acompañé a sentarnos en el living, donde nos esperaba Soledad, mi sobrina de quince años.

La velada empezó normalmente y al poco rato mi hermana se fue a la cocina a preparar la cena, mientras soledad y yo conversábamos de sus estudios. Mi sobrinita se veía algo inquieta y cada cierto rato cambiaba de posición en el sillón, con lo que sus piernas me dejaban entrever lo que había entre ellas. No pasó desapercibido para mí el espectáculo que la muchacha me regalaba y comencé a ver con creciente gozo su cuerpo delicado, de carnes firmes, con unas piernas en formación que ya tomaban la forma de las de su madre, unos muslos juveniles y blancos que a ratos descubrían un bikini blanco que tapaba un pequeño paquete y unos senos que aunque pequeños aún, prometían un hermoso futuro.

Al cabo de un rato la muchacha sorprendió mis miradas y juntó sus piernas poniéndose colorada, pero al cabo de un momento pareció olvidar lo sucedido y volvió a sus cambios de posiciones, regalándome nuevamente el espectáculo de sus piernas, sus muslos y el paquetito al fondo. Estaba tan absorto en lo que se me regalaba que no me di cuenta que Soledad también miraba y lo que ella veía era el efecto que su cuerpo producía en mí, pues el bulto entre mis piernas era evidente. Levanté la vista y la ví mirando directamente a mi paquete. Nos vimos y una semi sonrisa de su parte me indicó que ella estaba gozando con la situación, por lo que abrí mis piernas para que pudiera disfrutar más a gusto con la visión del paquete que formaba mi verga bajo el pantalón.

Ya en confianza, miraba descaradamente lo que la muchacha me regalaba, en tanto ella hacía lo posible por mostrarme lo que podía. Incluso llegué a hacerle señas con las manos para que abriera más las piernas y ella abriéndolas me hizo un gesto como preguntado "¿así?". Moviendo la cabeza con fuerza le respondí sin palabras "¡sí!" y ella sonrió mientras mantenía sus piernas abiertas. Llevé una de mis manos al paquete y la puse ahí mientras la miraba fijamente. Ella sostuvo la mirada y siguió con las piernas abiertas. Entonces decidí dar un paso más atrevido y le indiqué que hiciera lo mismo que yo estaba haciendo. Ella se quedó quieta unos instantes y después se decidió, llevando una de sus manos a su falda, dejándola ahí. Con la cabeza le dije que no y con la mano le señalé que llevara la suya bajo su falda. Movió la cabeza negativamente, pero con una sonrisa en los labios. Puse cara de pena pero en el fondo estaba feliz de haber logrado que ella entendiera perfectamente lo que quería, sin que mostrara ninguna molestia por lo que le pedía.

Le hice saber con gestos silenciosos que me gustaría estar entre sus piernas, poniendo mis labios como dándole un beso, pero dirigido a su sexo. Ella entendió perfectamente lo que le decía sin palabras y el color cubrió su rostro, al punto de cerrar sus piernas y levantarse, pretextando ir a ayudar a su madre. La vi marcharse moviendo su cuerpo sensualmente y sus nalgas subían y bajaban lujuriosamente, invitándome a tomarlas entre mis manos.

La cena transcurrió sin novedades. Después de cenar nos fuimos al living a ver tele y conversar mientras nos tomábamos un trago. Al cabo de unos minutos mi hermana le dijo a Soledad que debía acostarse pues tenía que levantarse temprano al día siguiente, por lo que la muchacha se levantó y nos despedimos con un beso en la mejilla que procuré que fuera lo más cerca de sus labios. Al parecer la niña pretendía lo mismo pues nuestro beso fue en la comisura de nuestros labios y supongo que ambos quedamos contentos con ello. Sabía que me llamaría al día siguiente. Ese beso me lo había dicho.

Seguí pensando en mi sobrina mientras continuaba viendo la tele en compañía de mi hermana. Pensaba en lo que habíamos vivido antes de la cena y sentía que la excitación aumentaba en mí, pensando en sus piernas expuestas a mi vista y en ese paquetito al final de las mismas. Casi sin pensarlo llevé mi mano a mi entrepierna, acariciando mi verga mientras mi mente iba a las piernas de Soledad y a la promesa que el beso de despedida encerraba.

De pronto me percaté que la pantalla de la tele nos entregaba una pareja haciendo el amor, lo que me volvió a la realidad y al lugar en que estaba. Y de reojo ví que mi hermana miraba a mi entrepierna, atraída tal vez por los masajes que me estaba dando. Probablemente ella pensó que la película me había excitado y que a causa de ello era que me acariciaba el bulto que tenía entre las piernas.

"¿Tanto te excita la película?"

La pregunta de mi hermana me dejó frío, pues nunca le había escuchado un lenguaje tan fuerte, ya que nunca antes habíamos tocado temas íntimos. Después de pensarlo un momento vI en ello una posibilidad que no había buscado, ya que hubiera bastado con que se hiciera la desentendida y todo habría terminado ahí. Su pregunta me indicaba que había algo que ella quería llevar adelante y me propuse averiguar hasta donde podríamos llegar.

"Uff, es que ando nervioso, por decirlo de una manera", le respondí de manera de provocar en ella una actitud definitiva: o cortaba la conversación o la seguía. Pero si la seguía sabía que las cosas serían diferentes a partir de entonces.

"¿Por qué?" Fue su respuesta casi inmediata, indicándome con ello que estaba en terreno seguro. Ahora debía saber manejar bien mis cartas si quería que las cosas salieran como yo deseaba. Debía interesarla para que me viera como una posibilidad de tener sexo.

"Es que peleé con mi novia y hace como un mes que no tengo sexo"

"¿Y te hace mucha falta?"

"Es que soy muy caliente y siempre estoy dispuesto"

"Guauuu, me salió una bestia mi hermanito"

"Una bestia, si, pero nadie se ha quejado aún de esta bestia"

"¿No será mucha propaganda para venir de ti mismo?"

"Es una lástima que no pueda probártelo"

"¿Por qué?"

"Porque me matarías, pues"

"¿Y si en cambio te digo bueno?"

"¿Estás dispuesta?"

"Ya deberías estar procediendo en lugar de hablar tanto, ¿no crees?"

Pasé mi mano por detrás de su cabeza y la hice girar hasta quedar mirándome de frente. Cuando nos miramos, me acerqué y la besé en la boca. Ella respondió mi beso con lujuria, metiendo su lengua en mi boca, donde empezó a luchar con la mía. En tanto, una de mis manos bajó hasta su blusa y buscó bajo ella hasta tomar su senos, que sentí duro, palpitante, con su pezón desafiante del deseo que la embargaba. Ella, por su parte, bajó su mano y la puso sobre mi paquete, apretándolo con fuerza.

La solté y me dediqué a darle libertad a mi verga, la que quedó expuesta ante mi hermana, que la miró admirada por su dimensión. Tomé su cabeza y empecé a atraerla sobre mi verga, movimiento que ella comprendió de inmediato y se acercó hasta lograr poner sus labios sobre mi instrumento, el que se metió dentro de la boca y empezó a darme una mamada increíble, demostrando que era una experta en este tipo de trabajos.

"Sácate el calzón, que te voy a dar una mamada", le ordené, para que entendiera desde el primer momento quien llevaría las riendas. Ella se echó hacia atrás y levantando el cuerpo se desprendió de su calzón, invitándome con la mirada a que cumpliera lo prometido.

Me puse entre sus hermosas y deseadas piernas y hundí mi cara en su vulva, cubriendo mis labios con los ensortijados pelos que la rodeaban. Mordía con suavidad sus labios vaginales y metía mi lengua en su húmedo túnel, en tanto mis manos se apoderaban de sus ansiados senos, que masajeaba con deleite. Mi hermana se rindió pronto y apretando sus piernas contra mi rostro y tomándome de la cabeza, me entregó su primera acabada, entre suspiros y quejidos.

"Desnúdate, que te voy a culiar", le ordene y ella obedeció de inmediato. Parecía que gozaba siendo sometida como yo lo estaba haciendo. Se acostó en la alfombra, abriendo sus piernas, las encogió y abrió sus brazos para recibirme, en tanto su cara delataba el estado de excitación en que estaba.

Me paré frente a ella, entre sus piernas, para que admirara mi verga en toda su dimensión antes de metérsela, para que viera todo lo que se iba a tragar. Movía mi instrumento frente a la ansiosa mirada de Adela, que abría su boca reseca por el deseo y pasaba la lengua entre sus labios imaginando cómo sería sentir en sus entrañas ese tremendo pedazo de carne. Yo me deleitaba viendo su cara de deseo y eso aumentaba mi excitación, haciendo que mis caricias sobre mi pedazo de carne se convirtieran en un acompasado pajeo.

Fue entonces cuando me di cuenta que Soledad nos estaba espiando.

Escondida en el rellano de la escalera que iba al segundo piso, hacía un rato que estaba viendo a su madre y a su tío. Fueron los suspiros y quejidos de Adela los que la alertaron y suspendió la masturbación que había iniciado en la soledad de su pieza pensando en lo vivido con su tío. Era tanta la excitación que le había producido lo sucedido entre los dos en el living antes de la cena y el beso de despedida que no pudo resistirse a llevar sus manos a su sexo, que empezó a acariciar suavemente pensando en el bulto de su tío y en las sensaciones que le producía saberse observada en las partes íntimas. Fue una experiencia increíble que la había dejado muy sensible y que ahora, a solas, buscaba aliviar con sus propias manos. Pero el gusto que empezó a sentir fue interrumpido por los lejanos quejidos de su madre, por lo que suspendió sus caricias íntimas y salió a ver lo que sucedía, para encontrarse a su madre con las piernas abiertas y a su tío entre ellas, metiendo su boca en el sexo de su hermana, haciéndola gozar de una manera que no hubiera creído antes que su madre pudiera ser capaz.

Cuando la sorprendí, ella estaba escondida, con una mano perdida bajo su bata, mirando entre las sombras. Era evidente que el espectáculo la tenía completamente excitada y solo podía aliviarse con sus propios medios. Entonces decidí que podía matar dos pájaros de un tiro: hacer gozar a mi hermana y terminar de convencer a mi sobrina para que se me entregara.

Me incliné entre las piernas abiertas de mi hermana y puse mi verga a la entrada de la vulva de Adela, dejándola ahí para que Soledad pudiera apreciar sus dimensiones. De pronto encogí el cuerpo y hundí el pedazo de carne que se perdió en el tunel húmedo de mi hermana, la que emitió un apagado gritito de gusto. Levanté el cuerpo, la tomé de las nalgas y empecé a cabalgarla de manera que mi sobrina pudiera apreciar cómo mi trozo de carne entraba y salía, para volver a perderse en el interior de Soledad.

MI sobrina se recostó contra la pared, no pudiendo soportar ya tanta sensualidad ambiente y se dedicó a un frenético pajeo que la hizo acabar entre espasmos de placer, olvidada de lo que sucedía abajo entre su madre y su tío. Sólo pensaba en tener esa misma verga dentro suyo y estaba dispuesta a que su deseo se hiciera realidad. Con esa determinación en mente se levantó y se asomó por última vez para ver lo que sucedía entre los hermanos. Su tío tenía las piernas de su madre levantadas y le clavaba la verga con determinación, mientras miraba hacia donde ella estaba. ¡La estaba mirando!

Decidida, me miró abiertamente a los ojos y con una sonrisa en los labios levantó su índice para indicarme que todo estaba bien. Comprendí el mensaje y renovando mis metidas en mi hermana, la hice acabar nuevamente mientras sonreía ante la señal que mi sobrina me había dado, indicándome que entre los dos había algo pendiente que teníamos que resolver. Y ese algo era que madre e hija me compartirían. Por lo menos la hija estaba dispuesta a ello.

Del Diario de Vida de Soledad:

Querido tío, quedé muy intranquila desde tu última visita que nos hiciste, y precisamente la última noche en que estuviste con nosotras.

Recuerdas?, fue cuando te sorprendí en el living con mi madre, haciéndole el amor, verte ensartando a mi madre me puso como loca, pude ver de cerca el grosor de tu verga introduciéndosela en la vagina era sorprendente ver el tamaño y grosor que tenias en la verga hinchada, no se como mi madre se la podía tragar tan fácilmente, y mientras se la metías, podía ver tus manos acariciándole las nalgas, abriéndoselas y ensartándole tus dedos, según ella ahogaba sus quejidos, pero no era así, pues yo estaba al pendiente de aquel espectáculo y mientras ustedes gozaban el momento, yo me deleitaba frotándome como loca.

Era algo increíble ver tus movimientos tan salvajes que tenias para con ella, recostando tu cuerpo sobre ella, ensartándola por los dos lados, luego vino lo mas sorprendente, asi como la tenias recostada luego de tantas ensartadas, sacaste tu verga y comenzaste a chuparle como loco la vagina, pude ver sus fluidos, confundirse con tu saliva, y tu como si fuera un rico néctar chupabas con tanta pasión, metiendo tu lengua dentro de ella, y ella frotando sus pelos vaginales en tu cara que fue en ese momento cuando sin darme cuenta mis dedos habían agarrado una velocidad tremenda, fue cuando sentí deseos enormes de hacer pipi, fui corriendo al baño pero al sentarme, fue otra la sensación, entonces tuve deseos enormes de cruzar las piernas y frotándolas un poco mas pude sentir el rico placer de un orgasmo, orgasmo que tu provocaste con tus actos candentes, gracias tio.

Ahora ya te imaginas por qué estoy contando los dias para que puedas estar con nosotras nuevamente.

Soledad se retiró a su cuarto y los hermanos continuamos en lo nuestro, sin que Adela supiera que su hija la había visto entregarse a su hermano, al que también deseaba, en tanto yo sentía que lo vivido había renovado mis apetitos sexuales, por lo que pedí a Adela que se pusiera en cuatro piernas y la penetré desde atrás, agarrando sus senos y afirmándome en ellos mientras metía y sacaba mi herramienta entre sus nalgas, que golpeaban mi ingle con cada metida. Todo esto, mientras pensaba en lo delicioso que sería tener a esa muchacha que se mostraba tan dispuesta para el sexo. Con esos pensamientos sentía que mi deseo aumentaba y mis embestidas eran más fuertes, hasta que un nuevo clímax envolvió a mi hermana y a mí, que nos entregamos con desesperación a movernos hasta que las fuerzas nos abandonaron.

"¿Lo disfrutaste?"

"Si, hermanito. Fue exquisito"

"Hace mucho que tenía deseos de hacerlo contigo"

"Si hubiera sabido que sería así, te lo habría pedido mucho antes"

"Mas vale tarde que nunca, ¿no crees?"

"Si, tienes razón. Y espero que volvamos a disfrutarlo"

"Estoy a tu disposición, hermanita"

"Pero ahora me gustaría chuparte la verga, hermanito"

"Tómala, mijita, es toda tuya"

Y Adela se apoderó de mi instrumento para darle una mamada inolvidable. Parecía que nunca antes había tenido una verga en su boca, pues la besaba y lamía con deleite, como queriendo disfrutar a plenitud mi trozo de carne.

"¿Cuánto tiempo hace que no tenías un pico de verdad para ti?"

Le pregunté mientras movía mi cuerpo de manera que mi pedazo de carne entrara y saliera de su boca que, ansiosa, se abría y cerraba mientras mi verga la penetraba o salía. Al cabo de un momento sentí que mi hermanita iba a hacerme acabar, por lo que la aparté con delicadeza y le pedí se acostara, a lo que ella procedió gozosa. Y nuevamente nos entregamos a la copula, mucho más intensa que la anterior, en medio de frases y grititos de placer.

"¿Te gusta el pico de tu hermano?"

"¡Es exquisito!"

"¿Mejor que el de tu marido?"

"Si, mijito. Sigue, por favor"

"Toma, toma, hermanita"

"Dale, hermanito, culeame, por favor"

"Siiiiiiiii, ricoooooo"

"Me viene, siiiiiiiiiiiiiiiiiiii"

"A mi tambien, mijitaaaaaaaaaaaa"

"Yaaaaaaaaaaaaaaaaa"

"Aghhhhhh".

Después de acabar de una manera salvaje, nuestros cuerpos quedaron unidos en un abrazo y el cansancio era tan grande que el sueño nos sorprendió sin que hiciéramos nada por ir a nuestras piezas, quedando dormidos ahí mismo

Esa noche los tres dormimos felices