Soledad: La compañía es necesaria 1-1

Rio Risaralda: Sus aguas, génesis de la vida

Buen día a todos los que me estan leyendo. Los saludo desde la bella (y hoy friolenta) Santiago de Cali para traerles exclusivamente a ustedes este nuevo proyecto en el que he querido trabajar desde hace unos meses. Depende de la receptividad que tenga este capítulo piloto, consideraré continuar o darlo de baja hasta terminarlo completamente. Dudas, comentarios y críticas constructivas son bienvenidas en mi correo, Facebook o WhatsApp. Sin más por el momento me despido, no sin antes agradecerles por estar aquí.

  • Nexus

Recuerdos, solo eso: recuerdos ¿Acaso esta es la mejor manera de vivir? ¿Acaso no será mejor escribir más páginas de una historia constante e indetenible? ¿Acaso no será mejor sonreír por la esperanza de un Nuevo Amanecer, en lugar de llorar por lo que no fue o no puede ser? Ninguna de estas preguntas me ha dejado caer ante los suaves y cálidos brazos de Morfeo en estos últimos días.

No pude servirle a Juan Carlos como hubiese querido, en esta situación es donde más me inquieta lo que pueda sucederle en el futuro si yo me llego a ir de su lado. Igual, como siempre he hecho desde que me despierto hasta que me duermo, le doy gracias a Dios por las bendiciones que ha traído a mi vida, a pesar de todo lo que está pasando.

Es mi deber presentarme en debida forma, pues no pueden hablar con alguien a ciegas (por favor, ni que esto fuera algún evento de cita a ciegas). Mi nombre es Daniel Alejandro Zapata Barona, nací en el occidente de Caldas (más exactamente en Mistrató), el menor de 4 hermanos y el mayor problema para mis padres. A los pocos meses de haber nacido, tuve un problema muy delicado por el cual me remitieron a un hospital en Anserma, y al sospechar que era un problema grave de salud, me remitieron inmediatamente a Manizales, donde los médicos me diagnosticaron Leucemia, un extraño cáncer en la sangre que hacía que requiriera transfusión de diversos componentes sanguíneos.

Todos los años de mi vida, hasta hoy, he requerido reemplazo de componentes sanguíneos, aunque gracias a Dios y a los avances de la Medicina esos componentes son menos necesarios, pues con una disciplina férrea he logrado mejorar considerablemente mi salud, bueno, hasta hace unos pocos días.

Al ser tan débil producto de mi enfermedad, solo pude ir a la escuela en los grados de la educación básica. Recuerdo que siempre tenía que ir con saco, bufanda y tapabocas para evitar recaídas producto de mis bajas defensas. Ningún niño o niña se acercaba a mí porque me veían como un fenómeno, esta enfermedad me hacía ver como la peste en estado sólido. " - Si una puerta se cierra, se tendrá que abrir otra ", es lo que siempre he dicho desde niño. Afortunada (y extrañamente), solo alguien no me dio la espalda jamás, y aunque estudiábamos en el mismo instituto, tenemos pocos años de diferencia.

Juan Carlos Castaño Vélez, el hombre a quien le entregue mi vida, es aquel chico que nunca me dejó solo, y que me recogió en el peor de los momentos. Les contaré resumidamente mi inicio con el: un día que caminaba alrededor de la escuela, sentí el golpe de un balón en la espalda, y cuando me di la vuelta para ver quién era, vi a un chico sudoroso y con el rostro rojo por el ejercicio y por la vergüenza de haberme dado el balonazo.

  • Que pena parce, discúlpeme por favor

  • Fresco, no hay problema

  • Juan Carlos, mucho gusto ahí me dio un fuerte apretón de manos

  • Daniel, mucho gusto

Tenía unos 10 años cuando eso sucedió, pero no ocurrió nada especial ni nada distinto. Sus amigos lo llamaron, y él se fue con el balón a seguir jugando en la cancha con sus compañeros. Aquel día termino como los demás, sin pena ni gloria. A la hora del medio día tocaban la campana, que significaba "fin de la jornada escolar". Como siempre, debía tener prisa, puesto que la finca quedaba lejos del pueblo, y debía ir allá puesto que en las escuelas rurales no hubo cupo para mí matricula.

En aquel camino entre Mistrató y Puente Umbría debía tener mucho cuidado, puesto que pasaban jeeps a cada momento para Anserma o Mistrató o buses para Belén de Umbría o Pereira, y al no existir paso peatonal, pues se corría el riesgo de ser accidentado. Afortunadamente, el panorama cambiaba mucho cuando debía salir de la carretera, cruzar el Rio Risaralda para subir hasta Peñas Blancas, que es la vereda donde vivía.

El recorrido era como unas 2 horas a pie, pues casi siempre lo hacía caminando y nunca había plata para pagar transporte. Aunque no les niego que en ciertas ocasiones tenía mis golpes de suerte, pues en algunas ocasiones me encontraba motoristas de jeeps conocidos de mis padres, así que generosamente me daban un aventón hasta el desvío para Peñas Blancas. Cuando eso ocurría, me quitaba mis zapatos en el Rio Risaralda y me remojaba los pies con su fresca y parsimoniosa agua. Eso me servía mucho para relajarme y descansar un poco de tanto esfuerzo en los pies por la caminata. Siempre me arrodillaba para darle gracias a Dios por la bendición de aquel hermoso lugar, tan lleno de hermosura y riqueza, y minutos antes de irme, me recostaba un rato en el valle del rio para descansar y relajarme. Francamente, en esos días de suerte, el afán de regresar a la finca era inexistente.

Un año después (aproximadamente), en un día de esos que tenía esa suerte, me levanté del suelo después de terminar de orar y ahí vi una imagen que me impactó en serio.

  • ¿Estas bien? ¡Daniel! ¿¡Eres tú!?

No me daba crédito a lo que veía frente a mi ¡Era Juan Carlos!

  • ¡Hola! ¡Si! ¿¡Por qué!?

  • Pensé que algo le había pasado, cuando lo vi en el suelo me desvié del camino y quise ver si algo pasaba. Francamente, no pensé que nos volviéramos a encontrar.

  • Es lógico, sales del instituto más tarde que yo.

  • Puede ser, pero hay algo que quiero saber ¿Por qué esta solo por aquí? Generalmente, nunca lo había visto de camino a su casa.

  • Aclaración: vivo en una finca. A veces cuando salgo del instituto, tengo suerte de que algún conductor de jeep conocido me reconoce y me trae hasta la entrada de la destapada (aclaración: una destapada como se dice en Colombia- es una vía que esta sin pavimentar. Generalmente, se observa mucho en carreteras rurales o en barrios en formación o crecimiento)

  • Ojala tuviera tu suerte, francamente solo puedo moverme entre la finca y el instituto, y ahora tengo menos tiempo libre porque ya me voy a graduar de bachiller.

  • Ni tanta suerte, porque ahora debo ayudarle a mi mama en sus quehaceres.

  • Pues, dejemos de perder el tiempo y vámonos, que aún falta subir para llegar.

  • Vale, de acuerdo.

El destino fue extraño, hacía bastante tiempo no lo veía y cuando lo vi con una sonrisa serena, me transmitió una alegría que nunca había sentido en mi vida. Debido a la Leucemia, mis padres me tenían asco, así que solo me limitaba a creer que ellos me prestaban unos servicios, ni más ni menos.

Desde la vía entre Puente Umbría y Mistrató, había que desviarse para subir a Peñas Blancas y esa carretera es demasiado angosta, escasamente cabe un carro y cuidando de no accidentarse por el pésimo estado de la vía. En fin, mientras subíamos pude observar un poco mejor a Juan Carlos: alto, delgado, un cabello negro y un rostro perfilándose al de un hombre hecho y derecho.

  • Amigo, aquí vivo yo.

¡Mierda! ¡Juan Carlos vivía frente a mi finca! El mundo es un pañuelo- pensé para mi

  • Y aquí vivo yo

Su cara fue de sorpresa, pues para no habernos conocido desde antes, vivíamos al frente.

  • ¿Por qué no nos conocíamos desde antes?

  • Porque mis hermanos y mi padre se van muy temprano a vender café y leche a Anserma, Risaralda y Manizales, y regresan muy tarde, y yo también cojo camino para Mistrató por mi cuenta cuando termino de desayunar.

  • ¿Y a qué hora te vas? Digo, podemos hacernos compañía.

  • El problema, es que yo salgo a las 4 de la mañana o antes. Me toca levantarme muy temprano para dejar parte de mis quehaceres listos, y que lo que quede para hacer en la noche sea mínimo.

  • Entiendo, hablamos después. Que pase una feliz noche, chao

  • Lo mismo, Dios lo bendiga.

Aquel día entre a la casa pensando en algo que no me había sucedido nunca: hablar con alguien de manera libre y desinteresada. Bueno, todo fue color de rosa hasta que...

  • ¿Por qué se demoró tanto? Hay que hacer la comida de los trabajadores, hay que barrer y hay que trapear y yo sola no puedo, y usted se pone ahí de haragán a perder el tiempo con el hijo de Doña Regina. Cuando usted está en Manizales me toca sola con todo esto, pero aquí le toca trabajar, le guste o no. Muévase, cámbiese de ropa y almuerce para que comience con lo que hay pendiente.

  • Si señora, ya voy.

Que simpática era mi mama: apática, amargada y grosera como ella. Tal vez eso fue la mató. Para lo que me importa, eso solo lo sabe Dios y nadie más.


  • Sumercé está bien de signos vitales, y la temperatura esta normal. Vamos a ver si ahora sube el Hemato-oncologo para que lo valore. Ya la orden de interconsulta esta lista, no creo que tarde mucho en salir de Consulta Ambulatoria.

  • Vale, muchas gracias.

No contentos con tener que conectarme a esta bomba de infusión que hasta para ir al baño se me dificulta, tienen que joderme cada 4 horas para toma de signos vitales y cada 12 horas para toma de muestras de sangre. ¿Cómo estarás? ¿Todo estará bien Juan Carlos?...