Soledad

Lo que siento al saber que ya no estas.

A veces pienso en lo irracional que es todo lo que me rodea, desde mis pensamientos más simples, hasta los sueños más añejos almacenados en mi mente.

Si, tonteras mías, pero ¿qué puedo decirte?.

Un día simplemente me levanto asexual, sin sentir ganas, deseos, sin saber si soy hombre o mujer. Hay días en los que despierto y deseo con ansias animales que me hagas sentir los orgasmos más fuertes y prolongados que puedan haber.

¿De qué se trata todo esto?

No lo sé, evidentemente la soledad a veces hace mella en mi y agota mi sustancia y desaparece mi sexualidad. Parece la costumbre a la soledad y el miedo a la costumbre de la autosatisfacción es la que me hace escapar a la idea de masturbarme pensando en ti, en el vecino, en el hombre musculoso del bus y quién sabe si en la chica de senos grandes que veías fijamente la otra tarde.

No sólo tengo ganas de saber que me miras y deseas tenerme, también quiero que me tengas, que no te conformes sólo con insinuarme con tus miradas, sino que me tomes de una buena vez y que acabes con ésta soledad.

Sexo! Sexo! Sexo! NOOOO!... No es sólo sexo.

Añoro sentir un abrazo cálido, que me dé seguridad al dormir, que me asome al mundo de los sueños y me haga sentir definitivamente querida por alguien.

Deseo unos besos cálidos en mi vientre, que me recuerden que no soy sólo una máquina para dar orgasmos, que más allá de eso hay piel, carne, cariño...

Extraño los masajes en la espalda que te llevaban a viajar a un paraje diferente dónde entrabas cuando teníamos sexo anal y me regalabas las más extrañas sensaciones de placer.

Sueño con el recorrido de mis labios y mi lengua por tu piel y como ésta se amarraba a tu lengua por horas, mientras tus piernas y las mías se enlazaban bajo las cobijas en las noches de lluvia.

Ya no hay nada de eso.

Sólo me queda éste extraño vacío, la soledad de saber que no estás, que no estarás más.

Disculpa... suena el teléfono.

Me acaban de avisar, tu entierro es mañana a las 10.