Solas en la madrugada
Un reencuentro entre dos antiguas amigas lleva a una noche de lujuria
Solas en la madrugada, un encuentro o un reencuentro y surge la chispa. La posibilidad de un amor, o por lo menos de sexo, de pasión, remota pero factible.
Noche de verano en la ciudad, cálida y sudorosa. Casi un amanecer tórrido, al regresar de un turno de noche hacia mi solitario apartamento vestida solo con unos vaqueros y una camiseta de tirantes pasé ante una farmacia de guardia. Una corazonada me hizo mirar hacia el interior y a traves del amplio cristal del escaparate vi una chica en la que creí reconocer una antigua compañera de instituto. No nos habíamos visto en años y en realidad nunca tuvimos una gran relación aunque su pálida belleza siempre me atrajo como la llama de una vela a la mariposa.
Rubia con el cabello fino liso y lacio enmarcando un rostro angelical. Sus ojos azules hermosos aún conservaban un punto de la inocencia de la adolescencia y su cuerpo delgado parecía solo cubierto por el guardapolvo blanco. Sus labios carnosos tenían una mueca aburrida mientras ojeaba una revista. Animada por el reconociemiento me decidí a llamar. Un toque al timbre y un pequeño sobresalto. Al mirar en mi dirección no me reconoció, pensaria que buscaba medicamentos o tampones. Para no desilusionarla pedí lo primero que me vino a la cabeza y algo que no necesitaba para nada, pues nunca he mantenido relaciones sexuales con chicos, una caja de preservativos.
A traves del pequeño torno las posibilidades de contacto eran nulas pero quedó intrigada cuando la llamé por su nombre Susana. Qué dulce sonó en mis labios, lo saboreé como dulce crema. Sorprendida se incorporó un poco para mirarme a través del vidrio y pude ver como debajo de la bata lo único que llevaba era su ropa interior. Pude atisbar como un virginal sujetador de encaje blanco le cubria los senos pequeños, fimes y puntiagudos. Cuando por fin me reconoció, sonrió y para mí fue como si en aquel mismo instante estuviera saliendo el sol.
Sus ojos recorrieron mi melena morena rizada, mis ojos negros, mis pomulos salientes y bronceados, los labios gruesos y carnosos, los hombros desnudos y los senos generosos que permitian contemplar su forma bajo la fina tela de la camiseta y mis pezones que su visión había puesto duros, excitados y bien marcados. Nunca usé sujetador y todo eso se apreciaba perfectamente. Le oi una exclamación de sorpresa mientras extasiada recorria su figura delicada con la vista. Inmediatamente abrió la puerta, entré y me dio dos besos en la mejillas que me hicieron desear la dulce boca. Pero todo llegará, pensé.
Olvidados los condones que había pedido contemplamos el amanecer por encima del museo al otro lado de la avenida mientras charlabamos y nos poníamos al tanto de nuestras vidas en esos años que habian pasado. La última vez que la ví, en brazos de un guapo muchacho me dí media vuelta y me perdí entre la gente muerta de celos. Ahora no se que hados me ofecían una segunda oportunidad por lo menos de ser yo la que la estrechara entre mis brazos. Sentadas tras el mostrador dejamos que las sombras de los expositores recorrieran el suelo empujadas por un sol cada vez mas alto en el cielo.
Me pidió que me quedara hasta que le dieran el relevo y fueramos juntas a desayunar. Me contó que había estudiado farmacia algo evidente a esas alturas. y que en el aspecto económico le iba bien. Que no había tenido muchas parejas estables. Aunque si algunos escarceos y que seguia buscando el gran amor que todos esperamos. Y yo, bueno, no me atreví a contarle toda la verdad, mi trabajo y en terminos generales mi vida, si claro, pero nada de mis relaciones con mujeres. De eso no dije nada. Mi convivencia con Sara que tanto me la recordaba me la callé aunque durante casi dos años crei que éramos la una para la otra.
Nuestras manos se tocaban de vez en cuando por su parte con inocencia y no tanta por la mia que procuraba acariciarlas suavemente. Un poco antes de las nueve entró en la rebotica desabrochandose la bata, a traves de la puerta abierta yo no perdía detalle y pude contemplar la belleza de su cuerpo delgado, la firmeza de sus nalgas apenas cubiertas por un leve tanga de encaje. Los finamente torneados muslos y la nivea tersura de su espalda. Colgó la prenda y de la misma percha tomó un vestido veraniego que se puso por la cabeza.
La breve falda todavía me permitia contemplar a gusto sus piernas que ya antes había podido vislumbrar por los botones abiertos de la bata. Buscamos una cafetería tranquila donde poder charlar a gusto pues parecia que tras los años de lejanía no queriamos separarnos. Buscaba en mi mente una excusa para llevarla a mi casa, para no perderla otra vez entre las parejas que bailaban y de pedirle que se quedara para siempre. Ante un abundante desayuno seguimos recordando tiempos que si bien no fueron mejores si me parecían mas inocentes.
Interrogada sobre el chico que la abrazaba en la pista de baile me contó que al final se trataba de un cretino que solo pretendía manosearla. Una gota de café se deslizó por la comisura de sus labios hacia el firme mentón y se la limpié con el pulgar dejando descansar el resto de la mano en el filo de su barbilla, dobló el cuello y apresó durante unos segundos entre su rostro y su hombro desnudo mis atrevidos dedos, que ya no hubieran querido separarse de allí, correspondiendo a mi gesto cariñoso.
El dulce gesto me animó a intentar la dificil seducción. Sus ojos sonreian cuando me preguntó por qué nos habiamos alejado, ni siquiera entonces me atrevía a decirle la verdad: que fue por unos celos infundados. Nuestras rodillas se tocaban bajo la mesa y cada vez que eso pasaba yo deseaba haberme puesto una minifalda. Susana no hacía nada por evitar el contacto y mas de una vez sentí la tibieza de sus dedos en mi hombro o cintura mientras se inclinaba hacia mi para decirme alguna frase.
Mi corazón y mi cuerpo la deseaban ahora mas que cuando de jóvenes contemplaba arrobada su perfil inclinado sobre un libro de texto. Imposble pararme, las palabras salieron de mis labios cuando aun intentaba retenerlas en la garganta.
-Sube a mi casa.
El portal ya no quedaba lejos.
-Ven conmigo, y aunque no llegué a decirlo pensé: y quedaté para siempre. Asombrada oi como aceptaba mi invitación y aunque ambas habíamos pasado la noche en vela el sueño no conseguía afectarnos. El sol calentaba las baldosas de la acera por donde repicaban nuestras sandalias pero no podía inflamar mas mi corazón.
Cogí su mano entre las mias y al abrir la puerta y mostrarle mi casa también quería enseñarle mi alma. Mis libros, las fotos y las reproducciones que colgaban de los muros hablaban de mi. Era mi espacio y ansiaba compartirlo con ella. No sabia como seguir, la quería en mi cama desnuda, pero temía asustarla y que esta vez fuera ella la que huyera. Decidí darme una ducha rápida en parte como un simple acto de higiene que tras haber trabajado toda la noche necesitaba y por otro lado una redención en la que quería recuperar parte de la inocencia de entonces.
Correspondiendo a la confianza que ella me había tenido en la farmacia me bajé los vaqueros en el salón ante ella y me saqué la camiseta quedando solo con el tanga mientras espiaba su reacción. Quise pensar que las comisuras de los carnosos labios se levantaban en una ligera sonrisa mientras miraba mi desnudez ofrecida. Salí de la ducha lo mas rápido posible cubierta solo por una toalla no muy grande del nacimiento de los pechos al arranque de los muslos.
Ella había puesto algo de música, romantica, y dos copas y había bajado las persianas dejando una agradable penumbra en la estancia. Sentadas en el mismo sofá de medio lado mirandonos una pierna suya doblada encima del cojín Se había levantado la tela de su falda hasta casi el pubis. descubriendo por completo el muslo y permitiendome poner una mano sobre él en suave carcia. Mi cabello goteaba sobre su vestido cuando me incliné sobre ella.
Eso no pareció importarle, el ambiente relajado invitaba a las confidencias y por fin me decidí a confesarle que siempre la había deseado. Ella me dijo que ojalá se lo hubiera confesado entonces, pues su inocencia le había puesto una venda sobre los ojos pero que sentía algo por mí y que toda esa madrugada estaba sintiendo mi anhelo quemandola. Por fin se unieron nuestros labios por primera vez.
Muy, muy suave un beso leve mirándonos directamente a los ojos. Casi sin tocarnos. Algo que había deseado durante años por fin se hizo realidad apoyé mi mano en su hombro y bajé uno de los tirantes del vestido y del sujetador así pude saborear su piel, el sudor suavemente salado y su olor. Ella soltó el nudo que sujetaba la toalla sobre mis senos y esta cayó al sofa quedando olvidada de inmediato. Estaba gloriosa y completamente desnuda ante ella. Cuantas veces había imaginado esa situación. Apróximandose a mí susurró a mi oido -dejame hacer, quiero explorarte-.
Jamas pudo llegar mi imaginación a adivinar la maestría que había adquirido durante esos años en el bello arte de amar a una mujer y según parece solo lo había aprendido en los libros y las novelas. Sus labios rozaron mi piel suavemente durante mucho tiempo erizandola, excitandome, mortificandome. Su lengua asomaba solo lo justo como para excitarme aún mas de lo que mi imaginación perseguía. llevandome una y otra vez a maravillosos orgasmos casi sin acercase a mi vulva. Pero también quería tener su cuerpo para mí.
Comocerlo hasta el último rincón. Saqué su vestido por los hombros, dejándola solo con el tanga que ya conocía, besé, lamí y acaricié sus senos gloriosos, duros, pequeñitos y perfectos. de areolas rosadas y pezones marcados. los metí en la boca y mordisqueé arrancando gritos y gemidos, recostandola sobre el brazo del sillón, arqueando su espalda ofreción a mis caricias y besos su vientre plano y el ombligo perfecto una de las partes que mas me han excitado del cuerpo de una mujer. Mi impaciencia me hizo continuar hacia sus caderas y el pubis marcado que apenas contenía el encaje del tanga.
Lamí sus ingles y la cara interna de los muslos que un perfecto depilado habia dejado suaves y lisos. Ni un vello sobresalía de la prenda. Por fin descubrí el tesoro y con una pierna apoyada en el respaldo y el otro pie en el suelo su elasticidad me permitía acarciarla entera, del ano ofrecido al monte de venus.
los labios finos y delicados me ocultaron por poco rato el clítoris intensamente rojo, el perinneo suave donde cada toque de mi lengua conseguía un sobresalto. y por fin el clitoris perfecto ofrecido casi sin tocarlo sin que mis dedos tuvieran que intervenir, conseguí alcanzarlo con la lengua y en ese momento exlotó en fenomenal orgasmo que nos hizo temblar a las dos. Aun con su sabor en la boca la besé en la suya. Nuestras lenguas enredadas, la saliva confundida y las manos perdidas en la geografía curva de la piel contraria. su piel clara, suave, perfecta sobre la mía. Sus volumenes firmes sobre los mios mas generosos.