Solamente una vez
Una joven esposa decide experimentar en tan sol una noche los pecados que le niega su marido, pero solo por una vez.
Esta historia ocurrió alrededor del año 1995. Yo acababa de casarme, bueno, primero he de presentarme. Mi nombre es Ana, tengo 38 años y estoy casada con Alberto. Nuestra historia no guarda ningún romance secreto. Nos conocimos en la universidad en los últimos años de carrera. Por aquel tiempo las cosas eran más sencillas porque las relaciones se tomaban bastante en serio, o al menos así lo veía yo. Yo quería a Alberto, todavía le quiero puesto que sigo casada con él. Pero hubo un momento de mi matrimonio que no estuve dispuesta a ser monógama hasta la muerte, un momento en el que decidí saber lo que era el sexo libre.
Mi primera vez había sido con Alberto, no fui una chica alocada en el instituto, y creo que todavía sigo sin serlo. En el verano del 95 Alberto y yo fuimos a veranear la costa levantina, m´s concretamente a Benidorm. Era nuestro segundo año de casados y estábamos bastante bien economicamente, pero últimamente yo notaba como nos distanciábamos. Las discursiones eran frecuentes y nos costó bastante decidirnos siquiera si ir a vernear a algún lado o quedarnos en casa. Pero lo que comenzó en aburrimiento terminó como una experiencia que recordaré mientras me queden ganas de vivir. Una noche le propuse a alberto que saliésemos por la noche a alguna terraza, no sé, a tomar algo, eso es lo que hacen ls parejas. Él no quiso, estaba viendo la televisión y nisiquiera me miró cuando me dijo que podía hacer lo que me diese la gana. Hoy sé que no lo deciía con mala itención, pero en aquel momento me sentí sola y abandonada, ya que, después de mi marido, quien me quedaba. Furiosa me vestí con un trje azul que tenía y me maquillé bastante. Cogí un poco de dinero y el bolso y me decidí a salir por la noche. Y ano quería ir de terrcitas ni estar viendo una película al aire libre. LE cuerpo me pedía marcha, así que me fui a la zona de copas y me metí en un Pub muy acogedor. Era el típico sitio donde todo el mundo está bailando o tomando algo en los sillones. Todo el local estaba iluminado con un foco azul. Se podía ver todo menos la pista de baile que entre los gases y las sombras solo se distinguía a un montón de cuerpos moviéndose.
En aquel momento me pregunté que hacía yo ahí, y todavía no sabía darme una respuesta sincera. Me fui a la barra y pedí un cocktel, uno de esos raros que solo pruebas en lugares como aquel. Sabía a frambuesa mezclada con champán y vodka. Sentí como bajaba por mí garganta y me relajé enseguida. El calor era sofocante, así que le pedí al de la barra que me guardase el abrigo. El vestido dejaba ver bastante de mi cuerpo. Por aquel esntonces yo lucía una bonita figura. Soy bastante alta y mi culo ha sido siempre la envida de mis amigas. Todos esos pensamientos se me pasaban por la cabeza. El saber si yo le resultaría atractiva a alguno de aquellos hombres.
Antes de que se me fuera el santo al cielo, un chico, no mucho más joven que yo, me miró y me dijo: una chica como tu no puede estar sentada toda la noche. Yo me ruboricé, porque nunca me habían entrado de un modo tan descarado, sobre todo teniendo el anillo de casada en el dedo. Tan solo pude sorprenderma, estuve a punto de decirle que estaba acompañada, cosa que no era cierta. Pero enseguida me dio un pequeño tirón y me lanzó a la pista de baile. La música rebotaba en mi cabeza y estab altísima, pero por alguna razón yo no podía dejar de moverme y bailar. Mi extraño compañero de danza me cogió por la cintura para que bailásemos juntos. Aquello me parecía tan divertido y tan impropio de mí que no me costó corresponderle. Era moreno, fuerte y de ojos claros como el mar. Yo me sentía como una chiquilla en sus manos. Según el baile, él se tomaba cada vez más confianzas, cosa que a mí lejos de importarme, me gustaban. Pensaba en que si Alberto no me quería ver así, tendría que ser él el que me sacase a bailar, y no dejar que otro hiciese su trabajo. Así que me dejé llevar un poco, un piquito por aquí, una agarrada por allá. Cuando comenzó a respirar en mi cuello pensé que me volvía loca, así que le dije que quería sentarme, a lo que él accedió gustosamente. Nos sentamos con otra pareja que estaba con él, bueno, Bruno, así se llamaba él. Pedímos una ronda de lo que yo estaba tomando, y poco después tomamos más todavía. La noche era joven y había que disfrutarla.
Bruno estaba con una pareja amiga. Él se llamaba Pedro y ella Clara. Eran muy guapos los tres. Estaban de viaje de novios y se habían traído a Bruno, su amigo. Me parecía muy raro todo aquello, pero viéndolos hablar nunca dirías que Bruno iba de carabina. Más bien parecían amigos de toda la vida que tanto les daba estar tres, que dos que uno solo. A mí la situación me estaba animando y le pedí a Bruno que me sacara a bailar. Después de tantas copas ya no me pude resistír, y en la pista hicimos el preludio de una noche que nunca debió llegar a su fin. Sus manos en mí trasero, su boca con la mía , me sentía viva y coleando con aquel hombre, y sentía como mi cuerpo me pedía más. Quería tirarme en madio de la pista y comermelo entero, al fin y al cabo allí todos hacían lo mismo así que no perdería en dignidad. Hubo un momento clave, un momento que decidió el resto de la noche en el que Brun vió mi anillo y se echó hacia atrás, me dijo al oído: ¿estas casada?, a lo que yo respondí: solo a veces.Y metiéndome el dedo en la boca me tragué el anillo delante de sus narices. Su sorpresa fue tal que no se pudo resistir, nos besamos profundamente y dejamos que nuestras lenguas pasasen por donde nuestras ropas permitían y un poco más. Todo era tan extraño, ¿qué me había llevado a esta situación?, ¿que extraño virus me había picado para sentír tanto calor en mi cuerpo? En aquel momento ya me daba igual, porque estaba decidida a hacer lo que no hubiese echo estando serena.
La escen de la pista os la podeis imaginar. Me puse de espaldas a él y comenzó besándome el cuello, depués con sus manos me giraba la cabeza para que me besase en los labios. Acto seguido ya me estaba magreando las tetas por fuer y dentro del vestido. Cuando su mano quiso meterse por debajo de mi falda solté un gemido interno que él sintió. Yo me giré y le dí un beso en la boca. Estab decidida llegar hasta el final con él, porque esa noche no era yo la que estaba bailando. Sin darme cuenta teníamos al lado a Pedro y Clara que también disfrutaban de lo lindo. En un salto cambiamos juntamos las parejas, y yo me puse a bailar con Clara. Nos pusimos a baila en plan calentorro delante de nuestros compañeros para ponerlos cachondos. Ella me sugirió que nos diésemos un beso, y yo le correspndí. Pensé que solo quería un pico, pero en cuanto me tuvo a tiro me metió la lengua. Yo solo supe corresponderle. Durante unos segundos estuvimos besándonos profundamente. El asombro de ellos era enorme, y para no crear polémica nos fuimos con nuestras respectivas parejas.
La discoteca cerró, así que nos fuims a la calle. Era obvio tanto para ellos como para mí que la noche o había terminado, así que cogimos un taxi para el hotel donde estaban ellos. Bruno fue delante y yo me acomodé entre Pedro y Clara. Nos empezamos reir con la situación, y poco a poco nos permitíamos más confianzas. Clara me empezó a besar el cuello. Pensé que era de broma, pero luego Pedro me metió la mano debjo del vestido. El roce de sus cuerpos me estaba poniendo a cien. Solo quería ser penetrada, en esos momentos solo deseba que me follasen a lo bestia como en la mejor de mis fantasías, así que accedí al juego sexual. Besé a Pedro en la boca mientras Clara me sacó una teta y empezó a chupármela. La mano de Pedro estaba ya en mi clítoris y mi orgasmo era inminente. Bruno iba hablando con el taxista par que no se perdiesen, así que no se dieron cuenta de lo que pasaba detrás. Cuando llegamos al sitio tuvimos que contenernos, pues el momento lo requería. Una vez que se marchó el taxi nos quedamos los cuatro delante del hotel.
Pasamos la recepción y cada uno se fue su cuarto. Yo, como era lógico me fui al de Bruno. Allí terminamos de besar las prtes que no alcanzáamos en la discoteca. Raras veces le había chupado la polla a Alberto, creo que solo cuando éramos jóvenes, cundo tenía algún significado. Sujeté el miembro de Bruno y sin cuestionármelo me lo introduje en la boca. Sabía a sudor, y a lo que yo pude deducir que sería su orina. No me importaba, era algo salvaje a la par que natural. A Bruno se le salían los ojos de las órbitas. Yo seguía chupando hasta ue no pudo más y se corrió. Su leche estaba caliente y salada. A oscuras no pude saber si él estaba dispuesto a correrse otra vez, pero yo no estaba satisfecha. Ahora me tocaba disfrutar mí. Él me tiró en la cama y comenzó a azotarme en el culo. Lejos de molestarme, eso me puso más cachonda, hasta un punto en el que el dolor era solo psajero. "Más", así le decía yo, que no se cortase y que me pegse como a la sucia mujer infiel que tenía delante. Quería deahogar mi furia conmigomisma, y para ello necesitab que me pegase. Nada bestia, tan solo azotes.
Cuando hubo recuperado la erección se puso un condón y me la metió con ls bragas puests. Estuve a punto de pararle, pero un vez que lo tuve dentro de mí yo tmpoco pude parar. Me empujaba con tanta fuerza que tuve que llevarme las manos a l boca para no gritar de placer. Su pene empezba en una pequeña punta y terminaba en un tronco de carne que abría por completo mi vagina. Llegó un momento que pensé que odo aquello me harí daño, pero solo fue un momento. Luego me desvanecí entre gritos espasmos y algún que otro calambre en la pierna cada vez que tenía un orgasmo. Bruno era insuperable, y pensé que podría llegar a ser dicta a que me follasen de es maner. Después de todo solo er sexo. Yo no apreciaba a Bruno como persona, ni siquiera lo conocía. Solo estaba experimentando. Cuando mi coño estuvo harto comenzó por mi culo, virgen hasta el momento. Pero de sobre superó la prueba. Mi vulva sentí como su pene se introducía por detrás y pesr de la carne que las seprba yo podía como otro tipo de orgsmo, uno que se atrapa con m´s esfuerzo y que disfrutas m´s, estaba al caer. Bruno me agarró por el pelo a modo de rienda y empezó embestirme tan fuerte que pensé que me patirí la espalda. Ya no me cortaba, mis gritos eran ya aullidos y mis uñas dejaban la marca en su trasero. Cundo noté como su leche se introducía lentamente por mi traero Bruno me besó y se quedó tirado en la cama. Encendió un pitillo, se quedó dormido y comenzó a roncar.
Era extraño, pero no me sentía desplazda, porque había conseguido lo que quería, tan solo sexo. Nad de ya te llamaré, o ya quedaremos para otro día, tan solo carne, sudor y algo de sangre. Fui al lavabo para limpiarme la cara y a enjuagarme un poco la boca. Era tarde, así que decidí vestirme de nuevo y me arreglé para que no pareciese que había echado el mejor polvo de mi vida. Sin darme cuenta alguien entró en la habitación. Miré por el espejo y era Clara. Tenían ganas de tomarse unos cubatas y no tenían cubitera.
_Cógela, yo ya me iba y este ya se ha dormido.
_Si quieres puedes tomárte la última con nosotros._pude haber dicho que no, salvar el momento, peo al ver a Clara vestida solo con la camisa de pedro dejando transparentar sus pechos empapados en sudor, me dije a mi misma que ya puestos, vamos a probar todos los sabores del helado.
_Bueno, solo una copa, tengo que irme para casa o me daran por desaparecida.
A llegar a la habitación Pedro estaba tumbado en la cama y Clara se puso a preparar las bebidas. Parecía como si el rollo que habíamos tenido en el coche no hubiera pasado. Pero en cuanto estuvieron preparads las copas Clara vino por detrás par darme una y me besó en la boca. Yo correspondí friamente, como si de un juego se tratara. Dejó las copas en la mesita y epezamos a abrazarnos. Comencé a besarl en el cuello y ella me levantó el vestido hasta dejar mi trasero al descubierto. Pedro mientras disfrutaba del espectáculo con una copa en la mano y un pitillo en la otra. Era evidente que disfrutaba con el espectáculo. En cuestión de segundos nos quedamos en ropa interior. Mi primera infidelidad y era con una mujer, era tan extraño que no dejé que mi sentido común me disctase nada que yo no estuviese dispuesta hacer. Me tumbé en la cama y cerré los ojos, Clara me bajó las braguitas y me empezó a masajear el coño. Le cogí la cabeza hasta ponerla frente a mi raja, sacó su lengua y me dio un calido beso en el centro de las piernas. Era como besarme con ella, movía la lengua realmente bien. Hací todo lo que yo esperaba que hiciese, conocía todas mis zonas herógenas. Era otra mujer, por eso me conocía muy bien. Pedro se levantó y sacó la polla. No me hice de rogr, se la cogí como un puñal y me la introduje en la boca. Estaba dura de vernos follar las dos. Me agarró por el pelo y me hizo chuparla más rápido, cosa que yo hice encantada. Su polla me golpeaba la garganta hasta el punto que me daban arcadas. Decidí chuparle la punta, eso les vuelve locos. Mientras Clara seguía limpiandome la vagina.
Ahora Pedro quería follarme. Yo estaba un poco nerviosa, no sabía si ya había sido demasiado para una noche, pero ahora yo estaba allí con mis piernas dándole la bienvenida. Clar se levantó y Pedro sin preguntarlo me penetró. Yo le agarré del culo y lo eché hacia delante. Entonces la penetración fue absoluta. Solté un gemido y el se excitó tanto que inició una serie de embestidas lentas y precisas que derivaron en el siguiente orgasmo de la noche. Ahora ya lo quería todo, sí que incliné mi culo hacia arriba y dejé que tmbién me taladrara el ano. Mmmmm, que gusto, que placer. Mientras Clara y yo nos enrollábamos, yo encima de ella, con sus manos me masturbba y llegó el orgasmo final. Ellos también tuvieron lo suyo. Cuando yo alcancé el climax nos estremecimos en un calambre de frío y placer. Tuve que darme otra ducha, estaba repleta de jugos que ya no sbía de quien procedían. Me peiné hacia atrás y me fui para mi casa.
Ya era de día cuando yo llegué, así que pensé en como le contaría a Alberto como y donde había pasado la noche. Al entrar me dí cuenta de que seguía en la cama, después de todo eran sus vacaciones. Me rreglé para andar por casa y le preparé el desayuno. Cuando se levantó ni me preguntó como habí pasado la noche, puesto que él pensaba que me acababa de levantar de nuestra cama. Me callé y escurrí el bulto habilmente diciéndolo que había dormido bien. Desde aquella noche noo volví a serle infiel a Alberto. Me limité a seguir siendo la mujer con la que se había casado. Aquello solo fue una vez, una vez que me recordó la suerte que tengo de tener un marido que me dará una familia. El sexo, bueno, fue a mejor pero solo cuando me lo hago a mi misma, supongo que eso no es infidelidad. Esta es mi historia, y espero no tener que volver a contar otra. Adios lectores.