Sola - por Scherezade

Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.

Nada, ni ruidos, ni pasos, ni sombras. El silencio era tal que creía flotar en el espacio. Su precipitada marcha me había devuelto la cordura, ¿Cómo pude llegar a ser tan loca? ¿Quién era ese misterioso hombre al que había seducido? Todo comenzó el día anterior. Diego, mi novio, había llegado temprano a casa, y yo lo recibí alegre, como cada tarde, pero pronto me di cuenta que esta no era una tarde normal, y él no parecía el de siempre. Dijo que teníamos que hablar muy seriamente y, entre disculpas suyas e hipidos míos, me hizo saber que lo nuestro había terminado. Se fue dejándome el corazón roto y unos deseos tremendos de venganza ¡¡¡Se iba a enterar!!! Limpié a manotazos las lágrimas de mis ojos y con rabia me arreglé lo mejor que pude y salí a buscar un macho… Diego no iba a conseguir hundir mi vida, ¡¡¡NO, CLARO QUE NO!!! Entré en aquel club casualmente, porque fue el primero que encontré en mi camino. No fue premeditado y me tuve que tomar tres cubatas antes de que decidiera salir a bailar en la pista, sola. Mi cuerpo se ondulaba al compás de la música sensual mientras las miradas de todos los hombres convergían en el pequeño espacio de baile, presos en mis sinuosos movimientos. Él estaba allí, sus ojos desprendían fuego. Se acercó a mí y sus manos se deslizaron por mis muslos. Me sujetó por las nalgas y con un rápido movimiento me apretó contra su cuerpo. La dureza de su polla en mi entrepierna me hicieron saber de sus deseos, y yo los acrecenté restregando mi sexo contra ella. Ya no hubo marcha atrás, perdí el mundo de vista, allí mismo me tomó mientras los demás hombres lo jaleaban. Fue un polvo rápido, desesperado, deseoso, sobre la mesa de billar. No satisfecho me acompañó a casa, y en todo momento sus manos ansiosas no se separaron de mi cuerpo. Recuerdos vagos de una noche de pasión y desenfreno, donde nuestros fluidos se mezclaban con nuestros gemidos y gritos ardorosos. No se cuantos siglos duró aquello. Y ahora, al despertar tan sola, pensé que podría haber sido un sueño, pero las marcas en mi cuerpo me hicieron recordar que esa noche no había estado sola...