SOLA, por culpa de...¿Una infidelidad?

Sueños de barrilete

SUEÑOS DE BARRILETE

Desde chico ya tenía en el mirar

esa loca fantasía de soñar

Fue mi sueño de purrete

ser igual que un barrilete

que elevándose entre nubes

con un viento de esperanza, sube y sube.

Y crecí en ese mundo de ilusión

y escuché solo a mi propio corazón

Mas la vida no es juguete

y el lirismo, es un billete

sin valor.

( Eladia Blazquez)


LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

El vuelo de United a Nueva York vía Houston, sale en dos horas. Mis hijos, Juán de dieciocho años y Sara de diecinueve ya han despachado las valijas y están por ingresar a migraciones. Quizás sea la última vez que los vea en mucho tiempo.

Después de su declaración en el mostrador de  aduanas, Juán se acerca y me da un beso sentido, segundos después su hermana lo jala del brazo y se lo lleve al sector internacional. Como lo imaginaba, ella no me saluda, desde que todo pasó, ya no me dirije la palabra-

En Nueva York los espera Jorge, su padre. Les ha conseguido una beca para estudiar en una Universidad de mucho renombre y para ser aceptados solo tienen que aprobar un examen de Inglés y demostrar que alcanzan el nivel B2.

Por ese lado estoy tranquila, han estudiado en muy buenos colegios y no van a tener problemas para aprobar, además estoy segura que Jorge les va a estar encima y los va a ayudar, de eso no tengo ninguna duda. Siempre fue un gran padre y mejor esposo.

¿Por qué no estamos juntos si es un hombre tan maravilloso? Es una larga historia, lo más simple sería decir que fue mi culpa y en cierta parte es cierto, pero en mi defensa debo alegar que todos los dioses se alinearon en mi contra, poniéndome la manzana al alcance de la mano.

Como si las grandes mentes del universo se hubieran confabulado para demostrar que el simple aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami, una lista interminable de pequeños acontecimientos me pusieron al borde del abismo. Lamentablemente el paso al frente lo di yo, nadie me empujó.

Jorge y yo crecimos juntos, nuestras madres eran amigas desde la infancia y en un acto de camaradería explícita, nos parieron con semanas de diferencia.

No recuerdo un minuto de mi vieja vida sin Jorge a mi lado, fuimos compañeros de primaria, secundaria y Universidad y novios desde siempre. Tanto es así que debutamos sexualmente uno con el otro a los dieciocho años y con tanta puntería que quedé embarazada de Sara.

Después de una gran pelotera, nuestros padres lo asimilaron bastante bien y como  vivíamos en casas colindantes, nos construyeron una casita en el fondo montada sobre las dos propiedades. Al cumplir veinte años estábamos casados y ya teníamos dos hijos.

Vivir con ellos, lejos de ser un incordio, nos permitió continuar con la carrera Universitaria y mientras los abuelos atendían y malcriaban a nuestros hijos logramos graduarnos con seis meses de diferencia, él de ingeniero en electrónica y yo de administrativa contable.

Como no podía ser de otra manera entramos a trabajar en la misma empresa.

Teníamos casa, buenos trabajos y los hijos se criaban bien, pero cuando los niños empezaron la escuela primaria, a nuestro padres se les hizo muy pesado atenderlos. Llevarlos, traerlos y revisar sus tareas los desbordaba. Lo hablamos y finalmente, ya que Jorge era el que ganaba más, decidimos que yo renunciara a mi puesto de trabajo para dedicarme a su crianza y hacer algunos cursos y trabajitos externos desde casa para mantenerme actualizada.

Mi hobby favorito en esos años, en las horas que la atención de los niños no me requería, era navegar por las páginas de viajeros y leer sus aventuras en tierras lejanas. Gente como nosotros, pero que no se habían apresurado tanto en la vida y se habían consolidado profesionalmente para disfrutarla viajando.

Luego, a la hora de la siesta, imaginaba ser una de ellos y tirada en la cama volaba con mi imaginación cual cometa liberado de su cordel, recorriendo tierras lejanas, paisajes maravillosos y playas paradisíacas.

A pesar de mi edad y quizás por mi juventud no vivida, imaginaba ser rescatada de mi vida plana por un golpe de fortuna o por un millonario enamorado que cumpliera todos mis sueños.

Solo sueños, que muchas veces compartía con mi pareja y otras no. Temía que si  le contaba mis fantasías malogradas, pudiera sentirse menospreciado en el esfuerzo que hacía cada día para llevar la familia adelante.

Jorge en lo suyo era muy apreciado y solía viajar muy seguido al interior del país para solucionar problemas técnicos de la maquinaria instalada por su empresa. Viajes cortos entre semana que no afectaban nuestra convivencia, porque cuando volvía, sin importar el cansancio acumulado por las horas de viaje, se ocupaba de los estudios de los niños y los ayudaba en todo lo que necesitaban. Por las noches nuestro amor se confirmaba.

Los fines de semana los pasábamos en pareja como si fuéramos recién casados. Nuestra compenetración era completa y el sexo normal y abundante, pero nuestros sueños divergían. Mientras yo soñaba con volar, él se aferraba a la realidad que lo rodeaba y sólo veía la salida remando tozudamente, sin ver que muchas veces, estaba navegando en fango.

Todo empezó a cambiar al iniciar los niños el bachillerato. Con dieciséis y diecisiete  años eran independientes y buenos alumnos, no necesitaban de mi supervisión permanente y la idea de volver a trabajar para sentirme útil y además aportar a la economía familiar, cada día me gustaba más. Se lo comenté a Jorge y estuvo encantado, habló con gente de la empresa y me reincorporaron a mi antigua sección, al haberme mantenido actualizada, encajé sin problemas.

Todo estaba igual que cuando me fuí, salvo que José, un antiguo compañero con el que me llevaba muy bien, había ascendido a gerente del sector y era mi jefe directo. Cuando me vio entrar, a contrario de lo que esperaba, me dio una bienvenida muy fría y protocolar. No quise preguntar el por qué, quizás pensara que venía enchufada a joderle el trabajo y ya habría tiempo para demostrarle que no.

El aporte de mis ingresos nos permitieron tener nuevos proyectos y cuando los padres de Jorge se jubilaron, decidiendo vender la casa para volver a su pueblo, debido a que nuestra casita estaba montada sobre los dos terrenos, nos teníamos que mudar. Lo conversamos con ellos y convinimos que al trabajar nuevamente los dos, podíamos pedir un préstamo al banco y comprarles la propiedad, a lo que accedieron alborozados, gustosos de que la casa quedara en nuestro poder.

Para fin de año nos mudamos y en la antigua casita Jorge montó su laboratorio para concretar un viejo sueño. Hacía años que mi esposo intentaba convencer a la directiva de la empresa de incluir en los dispositivos que comercializaban, protocolos de inteligencia artificial. Ideas que los conservadores dueños de la empresa rechazaban una y otra vez, razón por la cual decidió desarrollar un diseño propio y tratar de colocarlo en el mercado internacional. Tarea que lo mantenía encerrado en su laboratorio gran parte de los fines de semana.

No lo supe comprender, su empecinamiento me hacía sentir que mis sueños volvían a naufragar, mi compañero de ruta pasó a ser un iluso empedernido y la monotonía de las horas libres, un canto a la frustración. Ese sentimiento me empezó a agobiar, y así como una gota de agua horada la mas dura piedra, el resentimiento por mis frustraciones fue horadando nuestra relación.

Como un preanuncio del colapso de mi vida soñada, cerca de fin de año mi madre enfermó de cáncer y  falleció dos meses después, provocando un disgusto tan grande a mi padre, que sufrió un golpe de presión que lo dejó discapacitado. Con mucho dolor debimos ingresarlo en una residencia para mayores, ya que al trabajar los dos, nos era imposible atenderlo

De la noche a la mañana, nuestro mundo se derrumbó y tuvimos que organizar nuestra vida de otra manera, ocuparnos de la casa, el trabajo y la hipoteca, controlar el estudio de nuestros hijos y atender a mi padre, nos quitó mucho tiempo de convivencia en pareja, situación que se agravó al entrar Sara a la Universidad y tener que cubrir la cuota. A Jorge casi no le quedaba tiempo para su utópico desarrollo, ni a mí para soñar.  El tic tac del reloj anunciaba la hora del fin de mis fantasías con tanta precisión, como el mecanismo de una bomba anticipa el fatal estallido.

Desaparecieron como por arte de magia, las vacaciones, los fines de semana en familia y los gastos que no eran estrictamente necesarios. Mis sueños murieron y mi vida cambió.

El primer gran encontronazo de pareja, se produjo con el arribo de una remesa importante de material tecnológico para el proyecto. No es excusa, pero esa semana mi jefe había estado más cabrón que de costumbre, mi padre estaba intratable y Sara, rebelde como siempre, no aceptaba límites

-. ¿Esto que es Jorge?

-. Los últimos componentes del diseño.

-. No vamos ni al cine, nos privamos hasta de ir a comer una hamburguesa y...¿gastas diez mil dólares en tu juguete?

A pesar del tiempo transcurrido aún recuerdo su mirada. Estresada como estaba, lo había atacado en lo que él consideraba la única salida a nuestro agobio ya que nuestros sueldos apenas cubrían los gastos, aún haciendo horas extras, sacrificando horas de descanso en pos de cubrir las cuentas. Su único relax eran los pocos momentos que podía dedicar a su sueño, mientras yo abandonaba los míos en quejas de frustración.

Y lo peor es que nunca me disculpé, ni sentí necesidad de hacerlo.

Desde ese día, nuestra convivencia que estaba en mínimos, pasó a cero. Jorge se sintió desafiado y redobló el esfuerzo. Se levantaba dos horas antes que nosotros, trabajaba hasta las ocho o nueve de la noche y cuando llegaba a casa se metia en su laboratorio hasta la una o dos de la mañana. Más fango bajo el bote, más remaba.

Se empezó a descuidar, no se afeitaba y adelgazó más de diez kilos. Un domingo a la noche cuando lo fui a visitar a su laboratorio para llevarle un café y lo recriminé por su estado de abandono, me echó sin siquiera contestarme, cerrándome la puerta en la cara..

El lunes siguiente, después de discutir con mi hija como de costumbre, llegué a mi trabajo bastante alterada y sobre el fin de la mañana, minutos antes de almorzar, José me llamó ofuscado a su oficina.

-. Se puede saber donde tienes la cabeza hoy, mira el desastre que estuviste a punto de cometer.

Al revisar la conciliación bancaria que había realizado por la mañana, ví que había cometido un error inconcebible para alguien de mi nivel de responsabilidad. Descubrirlo, sumado a la carga anímica acumulada, la pelea con Jorge y el mal trato de José, fueron demasiado para mi espíritu tambaleante, me derrumbé en la silla y empecé a llorar compulsivamente.

José saltó de su asiento alarmado y corrió a cerrar la puerta de la oficina. Por suerte ya era la hora del almuerzo y nadie había presenciado mi derrumbe.

-. Joder Carmen disculpa mis modales, no quise agobiarte.

-. No eres tú solamente, estoy muy estresada estos días, no se donde tengo la cabeza para cometer un error así.

-. No sabes cuanto te entiendo, hagamos una cosa, te invito a almorzar y me cuentas.

Tomé mi cartera y lo acompañé, estaba demasiado apabullada como para negarme. Cojimos su auto en el estacionamiento de la empresa y acabamos en una parrilla a diez minutos de la oficina.

Con el correr de los minutos, mi viejo compañero fue saliendo a la luz y en las dos horas que demoramos en almorzar, nos contamos nuestras penas. Su vida no iba mucho mejor que la mía, su esposa había sufrido un accidente de carretera y estaba internada cuadripléjica en una clínica especializada.

La rutina de almorzar juntos se fue repitiendo dos veces por semana y pronto se convirtieron en mi único momento de relax a lo largo de los días. José se fue soltando y poco a poco fue naciendo una gran amistad y camaradería que no tardó en redundar en un trabajo eficiente y coordinado.

Los horarios de trabajo se empezaron a alargar y una sensación de haber encontrado un alma gemela se empezó a gestar en mi cabeza, en la misma proporción, que la furiosa marea de la incomprensión, me alejaba de mi pareja. Ni yo entendía su obsesión por su utopía, ni él mi decepción por la aplastante rutina de nuestro día a día.

No tardé en darme cuenta que no me sentía cómoda en mi casa, lidiar con mis hijos me abrumaba y la poca convivencia con Jorge me incomodaba. Contaba con ansias los minutos para volver a reunirme con José.

Parecíamos haber nacido para trabajar juntos, nos complementábamos a la perfección, fijábamos estrategias comerciales, pautas publicitarias, estrategias de mercado y en ese clima desenfadado de camaradería, las horas de trabajo en conjunto se hacían cortas y amenas.

Volver a la rutina de mi hogar en cambio, me agobiaba.

Pronto empezamos a compartir ideas a través del móvil fuera de hora de oficina y no tardamos en compartir también nuestras vivencias y alentarnos mutuamente para soportar nuestras frustraciones en las horas que no estábamos juntos. Lo di de alta en el móvil con el nombre de Josefa, una picardía que festejábamos juntos, pero que me evitaban preguntas molestas en casa, ya sea de Jorge como de mis hijos.

Para fin de año, tanta compenetración dió resultados y nuestro sector fue premiado como el de las mejores estadísticas, y la ceremonia de premiación, sería el punto culminante de la habitual reunión de camaradería de todos los fines de año. Reunión a la que Jorge renunció a asistir para poder presentar una vez más su famoso juguetito, esta vez a una empresa americana.

Sabiendo de antemano que no lo iba a convencer de acompañarme y dejar de perder el tiempo con esas presentaciones -que él auguraba como la salvación de nuestra familia y que nunca llegaban a nada- decidí ir sola y divertirme un poco, que buena falta me hacía.

Por una vez en mi vida mi cometa había despegado del piso de mis frustraciones y me permitiría, por un fugaz momento, contemplar el mundo desde las alturas. Y quizás, por qué no, a partir de ese momento, mis sueños se empezaran a cumplir.

Jorge pidió licencia el viernes y partió a su reunión, de la cual no regresaría hasta el domingo por la mañana en que me pasaría a buscar por la clínica donde estaba internado mi padre, lugar en el que iba a pasar la noche cuidándolo. Desde allí, iríamos a la estación de micros a recibir a los niños que no regresaban de su excursión hasta la media mañana.

Ese sábado de Diciembre se presentó caluroso, me desperté temprano feliz y excitada por mi pequeña victoria. Me pegué una ducha y decidí vestirme casual con unos vaqueros cortos, una camisa anudada y zapatos de esparto de medio taco, llevando por las dudas un bolso con ropa formal por si la necesitaba para la ceremonia y otro con bañador, toallas y un par de zapatillas, además de algunas cremas y protector solar.

Aprovechando que Jorge no estaba para oponerse, en lugar de ir en remis, quedamos con José para que me pase a buscar a las ocho de la mañana y a las nueve ya estábamos en el club. Nada más entrar, por reglamento interno del encuentro, nos hicieron apagar los teléfonos. Era un día para disfrutar de la fiesta alejados de los problemas del mundo y como mi familia estaba ocupada lejos de mí, lo hice sin titubear.

El objetivo de la reunión era claro, apuntaba a mejorar la camaradería y el vínculo entre las familias de los compañeros, para lo cual, a lo largo del día, habría múltiples competencias en pareja, premiando a los ganadores al finalizar la jornada.

Como ambos habíamos ido solos y éramos compañeros de trabajo, se vio con naturalidad que nos anotáramos juntos en todas las actividades.

Las competencias de la mañana fueron en su mayoría juegos de salón donde salimos bastante bien parados, sobre todo en el trivia donde José se reveló como alguien muy culto y para la hora del almuerzo ya estábamos colocados terceros a pocos puntos de los primeros.

Después de comer pasamos a la piscina, donde yo luci un bañador enterizo negro que delineaba mis todavia firmes curvas y José un ajustado bañador de lycra que le quedaba de maravillas en su bien cuidado cuerpo. No pude dejar de compararlo con el descuidado físico de Jorge, siendo dos años mayor que él se veía espléndido y fuerte como un toro.

La primera competencia fue un duelo de balonmano entre parejas por eliminación, competencia en la que salimos segundos y de la cual terminé excitada, luego de continuos roces entre risas y disimulados magreos para recuperar el balón.

La competencia final fue un campeonato de tenis mixto a un set, donde arrasamos y festejamos los tantos, con abrazos un poco más efusivos de lo normal, con ese resultado salimos campeones.

Para completar la jornada montaron un escenario y nos entregaron ambos premios en medio de aplausos, risas y chiflidos de la concurrencia. Un momento de alegrì y efímera gloria personal, que en mi interior, le dediqué pura  y exclusivamente a José

Al caer la tarde, volvíamos divertidos en su auto recordando a las carcajadas momentos graciosos de la competencia -como alguna teta que salió a la luz en las pulseadas de la pileta o algún bulto indiscreto en el bañador de los varones- cuando nos tuvimos que detener en un paso a nivel.

José detuvo el auto y se giró, me miró con una sonrisa y haciéndome una leve caricia en la cara, me comentó

-. Lo he pasado muy bien contigo, hace mucho que no me divertía tanto.

-. Pues yo lo he pasado muy bien también, por un rato me sentí joven otra vez.

Me miró con ternura y pellizcandome el mentón me dijo con cariño

-. No solo eres joven, sino muy bonita también.

Halagada, me acerqué y le di un pequeño pico en la boca.

.-. Gracias, es bueno escuchar esas cosas cada tanto.

Mirándome con cariño colocó su mano en mi nuca y acercando su cara me besó con dulzura. Beso que correspondí con entrega. Cuando la barrera nos dió paso, José avanzó con su auto un par de kilómetros y al llegar a la entrada de un lujoso hotel por horas, aminoró la marcha y me miró con una sonrisa que le devolví asintiendo con la cabeza.

Entramos en el recinto y las cocheras internas estaban completas, por lo que tuvimos que aparcar en el estacionamiento exterior. Bajé del coche temblando y excitada, José lo notó y se acercó a mi.

-. Si tienes dudas lo dejamos y seguimos viaje

Como toda respuesta, me colgué de su cuello y lo besé con pasión, cuando nos separamos, nos tomamos de la mano y entramos al hotel como dos adolescentes en su primera vez.

A pesar de tantas frustraciones, por fin veía la luz al final del túnel, mi compañero de aventuras lo tenía más cerca de lo que creía y después de mucho tiempo, mi cometa no volaba solo.


Yo quise ser un barrilete

buscando altura en mi ideal

Tratando de explicarme que la vida

es algo más que darlo todo por comida

Y he sido igual que un barrilete

al que un mal viento puso fin

O acaso fue, que me faltó piolín

EL DOLOR DE LOS SUEÑOS TRUNCOS

Recostado en la cama del hotel, estoy sonriendo a la nada como un estúpido. Todo había marchado mejor de lo esperado, los yankis se volvieron locos con la prueba del equipo y en solo dos horas de reunión, no solo aprobaron la compra, sino que  la condicionaron a que yo supervise en persona el desarrollo y la producción.

Me ofrecieron empleo en sus laboratorios de Manhattan y un salario escandaloso para estas tierras, plan médico para toda la familia, una casa en New Jersey con el alquiler pago y universidad sin cargo para mis dos hijos. Si no estuviera tan excitado llamaría ahora mismo a Carmen para contarle lo que nos había conseguido mi jueguito de mierda.

Pero debía calmarme, no eran horas para peleas e ironías, eran horas para hacer planes y descansar. Los últimos años, para poder cubrir gastos -que ahora representarán menos del veinte por ciento de mi futuro sueldo- y sacar tiempo para mi desarrollo, casi no había podido dormir.

El sábado después de tragarme un suculento desayuno, intenté llamarla varias veces sin obtener respuesta, finalmente opté por partir y poner rumbo a mi ciudad para ir a buscarla a la salida del evento y darle la noticia personalmente.

Mientras manejo sueño despierto, imaginando la cara que pondrá cuando se entere que su ilusión de viajar y conocer otras tierras se verá cumplida. Que por fin todas esas fantasías frustradas, que se cuidaba bien en ocultar, se harían realidad.

¿Es que acaso pensaba que yo no lo sabía? ¿Que toda una vida juntos no nos hizo transparentes? Que yo no sufría por no poder darle, lo que tantas tardes de verano en nuestra adolescencia nos juramos conseguir?

Sueños ilusos de juventud despreocupada, que la vida se encarga de debilitar y luego tu te encargas de destruir. Porque mira que embarazarnos a los dieciocho…

¿Pero que ganas lamentandote? ¿Seguir soñando a la espera de una utopía ? ¿Acaso cuentan más las caídas que las veces que te levantas?

Entiendo su frustración, entiendo su dolor. La pérdida de su madre, la enfermedad de su padre. ¿Pero ver que nuestro esfuerzo ha llevado a los niños adelante no compensa? Y digo nuestro esfuerzo porque así lo siento, quizás lo mío ahora sería más visible, pero ella ha dejado jirones de su vida en el camino.

Solo me duele el desprecio a mi trabajo, la burla a mis ambiciones, porque yo también tengo sueños, sueños que la incluyen y que aunque no lo vaya a hacer hoy para no arruinar un día de fiesta, me dan un argumento sólido para increparle tantas horas pendiente de su teléfono, tiempo valioso derrochado conversando con la misteriosa amiguita que le llena la cabeza, en detrimento de nuestros pocos momentos en familia.

Es que... mierda... desde que habla con ella se ha vuelto intratable, reprochándome una supuesta indiferencia a sus aspiraciones, cuando la realidad es que me maté trabajando para cubrir a la par de ella las necesidades de la casa y tener unas pocas horas libres para desarrollar mi sueño.

Me babeo pensando  la cara que pondrán los niños cuando se enteren que van a estudiar en unas de esas famosas universidades que tanto admiran en la tele. Dios, de solo imaginarlo se me saltan las lágrimas.

Pero no debo distraerme soñando, si mal no recuerdo el evento culmina a las cinco de la tarde y ya se aproxima la hora, debo apurar la marcha...estoy cerca.

Por fin arribo y llego en hora. Mejor espero fuera, no sea cosa que me la cruce. Estaciono a un costado del portón de acceso y al detener el coche, no puedo creer lo que veo...

-. Pero…¿Esa no es Carmen?...¿Que hace en el auto de su jefe? ¿Dónde van?¿Qué es lo que tanto festejan a las risotadas? Si me dijo que viajaría en remise...

Como no me gusta lo que veo, vuelvo a poner el auto en marcha y los sigo. Pocos kilómetros más adelante el coche de José queda detenido por un cruce ferroviario. Parado justo detrás, observo a través de su luneta trasera las risas de camaradería y complicidad, de dos personas que se conocen mucho, hasta que..

-. ¿P..pero cómo se atreve?...¿Por qué la acaricia?...¿P...pe...pero qué hace?...¿por qué lo besa? ¡Y...y...ahora se están morreando!...qué ...qué...qué hijos de puta.

Alterado, con las manos transpiradas, manipulo el teléfono con premura, los fotografío y trato de bajar del coche para encararlos, en el preciso instante en que la barrera se levanta y da el paso. Varios coches se me adelantan y debo esforzarme para no perderles el rastro. Un par de kilómetros más adelante alcanzo a atisbar por el rabillo del ojo que abandonan la ruta.

Después de una brusca maniobra logro seguirles, solo para observar estupefacto cómo entran en el terreno de un hotel por hora. Con lágrimas en los ojos, llego a ver que estacionan en el parking y al bajar de la máquina se vuelven a comer la boca. El tiempo que tardo en tomarles otra foto me impide interceptarlos antes de que entren al hotel tomados de la mano. Solo logro tomarles una foto más..

Desesperado me dispongo a esperar, estoy muy alterado, toda mi vida se ha puesto de culo y no logro reaccionar, me siento muy estúpido y sin siquiera darme cuenta estoy llorando. Sufriendo por el amor perdido, por las ilusiones rotas y por qué no, por la humillación recibida.

Absurdas ideas de venganza enturbian mis pensamientos durante el angustioso tiempo de espera, imaginando a mi mujer en brazos de otro y nada me parece suficiente. Mi orgullo herido toma el control y domina mis sentimientos, las locuras que me dicta mi enojo me estremecen.

Me desconozco, nadie me ha preparado para algo así. Dios...como duele la traición. Solo pensar que le está entregando a otro, lo que toda la vida compartió conmigo, me rompe el corazón.

No pasan dos horas cuando los veo salir y se me parte el alma, van tomados de la cintura acaramelados... y bien cojidos, él la lleva bien apretada a su cuerpo y ella avanza con la cabeza recostada en su hombro, como lo hace  una mujer enamorada.

Quedo paralizado, todos mis deseos de venganza se hunden ante la evidencia, esto no es nuevo, ya he perdido a mi mujer, hace años que no se comporta así conmigo, conozco de sobra esa sonrisa que antaño fue para mí.

Antes de subir a su auto se vuelven a besar. Pero no es un beso de pasión descontrolada, es un beso de amor profundo, de agradecimiento por el cariño recibido. Y ese beso selló el final, ante la evidencia ya nada quedaba por decir.

Derrotado y humillado, pongo en marcha el auto y me dirijo a casa. Aunque me desgarre por dentro, tengo claro lo que debo hacer. Arribo a las ocho de la noche y como Carmen me espera mañana por la mañana para ir a buscar a los niños a la terminal, me da tiempo a organizar todo.

Llamo a la gente con la que me he entrevistado y les manifiesto mi interés en viajar inmediatamente para supervisar el montaje de todo y organizar mi vida allá. Aceptan, quedan en pasarme los pasajes por mail en un par de horas y una reserva de hotel en Manhattan, mi actividad es frenética, mantenerme ocupado me evita pensar.

Contrato un remise para que pase a buscar a mis hijos por la terminal y armo dos valijas grandes con todas mis cosas más queridas, derivo a través del ordenador el cargo de todas mis obligaciones a debitar en forma  automática sobre mi nueva cuenta, incluida la universidad de Sara y el colegio de mi hijo, hago lo mismo con la residencia de mi pobre suegro, mando un correo a recursos humanos de mi empresa, presentando mi renuncia y finalmente descargo e imprimo las fotos.

Solo me falta entrar a Facebook y buscar el perfil que me mostró Carmen hace poco, lo ubico, busco la foto más adecuada y la imprimo. Escribo una nota tras la última de ellas y las dejo bajo el teléfono ubicado sobre la mesada de la cocina, junto con una carta para mis hijos explicando mi decisión. Ya son lo suficientemente grandes como para discernir y decidir. Yo siempre voy a estar presente para ellos, cualquiera sea su elección.

Finalmente me pego una ducha, armo el equipaje de mano con todos mis documentos y me voy de casa con un suspiro profundo. Las paredes que toda una vida me cobijaron, ahora amenazan con caerme encima y los labios que antes me arrullaban ya suspiran por otro hombre.

Hundido y humillado por la persona que más he amado en mi vida, apago la luz, cierro la puerta y me marcho a un hotel a esperar la confirmación del viaje.

En el transcurso del viaje en taxi, la imagen de lo vivido vuelve a mi cabeza, desplazando la tristeza y llenando mi corazón de un odio profundo y corrosivo.

Lo dejo venir, odiarla me evita el dolor por su traición.

ABRIENDO LOS OJOS

Entramos al hotel dándonos besitos como dos adolescentes, me paré vergonzosa en un rincón mientras José contrataba la habitación y montamos en el ascensor rumbo a nuestra aventura infiel.

Nada más pasar la puerta nos comimos a besos y cuando José me empezó a meter mano, le pedí que me diera unos minutos para refrescarme, declinando su oferta para ducharnos juntos, todavía me avergonzaba.

Nerviosa como una adolescente, me metí en el baño y me desnudé, me dí una pequeña ducha, me sequé con esmero y envolví mi cuerpo en una toalla que apenas me cubría las tetas y el culo. Me miré al espejo y a pesar de mis años me ví seductora, sabía que cuando cruzara la puerta mi alma gemela me estaría esperando ansiosa y a partir de ese momento mi vida cambiaría para siempre.

Por un momento los niños, la hipoteca y la salud de mi padre estarían en segundo plano y ni que hablar de los estúpidos juguetes de mi marido.

-. ¿Mi marido?... ...¿Jorge?... ...Sí, Jorge… ...¡Maldito Jorge!... ...¿Porque apareciste en mi cabeza justo en este momento?

Y me desperté. Mi sueño se esfumó, el castillo de naipes se vino abajo y el lánguido y cansado rostro de mi tenaz esposo ocupó toda mi cabeza. La costra se cayó y una herida supurante llenó mi alma de la pútrida sustancia de la traición por venir.

Y me derrumbé. Caí sentada sobre la taza y me puse a llorar avergonzada de mi misma. Oleada tras oleada, la violenta marejada de la vergüenza me quitaba el aliento.

José me escuchó y luego de golpear tímidamente la puerta, entró cubierto solo con una pequeña toalla envuelta en la cintura. Sin decir palabra, pasó sus brazos bajo mis brazos y piernas y me llevó a la habitación.

Se sentó en el sillón y me dejó cruzada sobre sus piernas, abrazada a su cuerpo. Y así, semidesnudos, mientras me calmaba le conté toda nuestra historia durante casi dos horas. Mas de treinta años de vivencias compartidas, navegaron en el tumultuoso mar de mis palabras, buscando liberar mi conciencia de la culpa de abandonar el barco, sin intentar evitar el naufragio.

Cuando terminé de hablar, me dió un beso en la frente, me dejó sentada en la cama y sin decir palabras pasó al baño a vestirse, dejándome intimidad para que haga lo mismo. Salimos del hotel abrazados como si fuéramos novios y al llegar a su coche, estaba tan agradecida por su comprensión, que antes de subir para marcharnos, nos fundimos en un último beso con mucho cariño, en el entendimiento cruel de lo imposible que era lo nuestro.

Cuando entré en la clínica y abracé a mi padre, volví a llorar avergonzada por lo que estuve a punto de hacer. Y se lo conté todo. A pesar de que sabía que no me entendía, necesitaba desahogarme y que mejor que con él, que me quiso tanto.

Después de cenar y acostarlo, me puse a su lado y me dormí abrazada a su cuerpo como cuando era niña. Sentir su calor me hizo bien y alejó a los fantasmas.

Me despertó la enfermera con el desayuno y por primera vez en mucho tiempo no me sentí agobiada por cuidarlo, sentí que de alguna manera me comprendía y me protegía como cuando era pequeña.

A las once de la mañana, cuando me empezaba a preocupar de que Jorge no llegara, recordé que tenía el móvil apagado por la exigencia del encuentro. Al desbloquearlo, me encontré con un mensaje furioso de mi hija

-. ¿MAMÁ, QUÉ MIERDA HAS HECHO?

A continuación empezaron a entrar una serie de fotos.

El beso en la barrera

El beso en el parking del hotel

Entrando al hotel de la mano de Jorge.

Saliendo abrazada del hotel

El beso amoroso antes de subir al auto

Y una foto extraña capturada de Facebook, que mostraba a una hermosa mujer con arneses colgada de unos aparejos, intentando caminar en una cinta mecánica, mientras José la alienta con una sonrisa. Al pie de la misma una leyenda rezaba

Mi ángel guardián, sin él no tendría fuerza para luchar.

La última foto mostraba el reverso de la anterior,  y allí, escrito con puño y letra de Jorge, había  un mensaje para mí.

Me marcho

No quiero ser un traba para tus sueños

Pero tengan cuidado

Ya han destruido una familia

No destruyan una vida

Un escalofrío de intensidad inusitada recorrió mi cuerpo de norte a sur haciéndome perder el equilibrio y caer sentada sobre la cama, provocando que mi padre se quejara en un murmullo por la sorpresa.

Volví a repasar las fotos una por una, sin entender cómo podrían haber llegado a manos de mi esposo, y lo que significaban en mi vida. Todo se había ido a la mierda, mi mundo aburrido, compacto y estructurado se acababa de derrumbar a mi alrededor, dejándome desnuda ante mi familia.

¿Cómo voy a explicar lo que no pasó? ¿Quién va a creerme?

Conociendo a Jorge como lo conozco, sé que no necesita explicaciones, las imágenes de los besos son tan fuertes, que no necesita saber nada más. Lo nuestro de toda la vida se acababa de terminar por un minuto de debilidad

Pero… ¿Fue un minuto?...No te mientas…¿cuánto hace que fantaseas con un príncipe azul que te rescatara de tu monótona y agobiante vida?

¿Y no tenías nada mejor para elegir? Solo se te ocurrió enrollarte con un ser tan quebrado como tú?

Pero él es tan dulce, me entiende, me hace sentir bien. Junto a él los problemas desaparecen.

Claro, mientras el otro idiota se mata para pagar las cuentas. Vamos a ver cuando se tenga que hacer cargo del muerto que arrastras, cuanto le dura la dulzura. Eso si no tienes que ir tú a limpiarle el culo a la lisiada. ¿Has visto cómo lo mira? Si eso no es amor, el amor no existe.

Mi cabeza preguntaba y se contestaba sola en un ida y vuelta infernal que no me dejaba respirar, pero tampoco me dejaba mentir, como un cruel oncólogo de serie americana, mi mente decretó que mi vida, tal como la conocía, se había terminado, que me iban a amputar una parte importante de mi ser y debería sobrevivir con lo que quedara.

Poco a poco mi respiración se normalizó y me empecé a mover, pasara lo que pasase debía volver a mi hogar, no entiendo todavía cómo pudo haber sucedido y sospecho que la mano de Jorge estuvo tras todo esto, sobre todo por el hecho de que los niños estaban en casa.

Me obligué a levantarme, le dí un beso a mi padre y pedí un taxi. El llegar a la puerta de lo que fue mi hogar hasta hace unas horas, me conmovió, pero abrirla y encontrarme con la mirada furiosa de mi hija con las fotos en la mano, fue un golpe difícil de asimilar.

Superando un leve vahído, dejé la cartera y el bolso en el perchero y al darme la vuelta, la imagen de mi hijo sentado en el sillón con los ojos rojos y el rostro desencajado mirando al piso, me terminó de desarmar y volví a llorar compulsivamente. Eso enfureció todavía más a mi hija.

-. Ahora lloras, te vas a follar con tu jefe dejando tirado a tu marido que se rompe el culo para tratar de salir del pozo y ahora te haces la víctima. Y tú me dabas clase de moral... hipócrita.

No logré reaccionar ante los insultos y solo se me ocurrió preguntarle donde estaba su padre.

-. Nos acaba de escribir al grupo avisando que se va del país.

-. No puede ser, no he recibido nada.

-. Tú ya no estás en el grupo te he eliminado. Después de todo lo armé yo.

-. Ahh...Otra cosa, en un par de meses si Juan aprueba todo, nos manda los pasajes para que nos vayamos con él

-. ¿Irse? ¿Dónde?

-. A estudiar a Estados Unidos, nos ha conseguido beca en una universidad

-. ¿Cómo que se van a ir ¿Mi opinión no cuenta?

-. Por supuesto que no, perdiste el derecho en cuanto lo traicionaste con otro hombre y te recuerdo que ya somos mayores.

Y así, golpe tras golpe, como un boxeador grogui, fui asimilando la destrucción de mi familia en el cruel y despiadado relato de mi hija. Volteé la cabeza buscando respaldo en mi hijo, pero no obtuve respuesta, solo se levantó y se retiró a su dormitorio.

Hubiera deseado que todo quedara ahí, pero cuando las cosas pueden salir mal, salen de culo. Ver la cara de espanto de José cuando le mostré las fotos y escuchar de su boca, todas las razones del universo para justificar lo que pasó, prometiéndome que no volvería a suceder, me dió tanto asco que tuve que ir al baño a vomitar.

Al otro día me llamó a su oficina y muy sutilmente me sugirió un traslado para el bien de los dos. Fue tan duro el golpe, que el infeliz terminó pagando por todas mis frustraciones.

- . Mira cobarde de mierda, no voy a echarte la culpa a tí, porque no quiero caer tan bajo como lo has hecho tú, esto ha sido cosa de los dos y tu pretendes que yo sola cargue con el muerto. Pues te has equivocado mal. Si en dos meses no te trasladas tú, le muestro las fotos a los directores y vas a la puta calle y si decido que no me alcanza con eso, también se las muestro a la marioneta que tienes en la clínica, a ver que piensa de su angelito.

Me miró aterrado sopesando las consecuencias y algo vió en mis ojos que no me contestó. Dos meses después le otorgaron el traslado a una filial y me dieron su puesto. Hubiera estado bien, si no hubiera coincidido con la llegada del DHL de mi esposo conteniendo toda la documentación de mis hijos para el viaje y el pedido de divorcio.

Y aquí estoy, parada frente a la escalera mecánica que se los lleva sin dejar de llorar, viendo desaparecer lo que quedaba de mi vida  por la puerta del sector internacional y sabiendo que, muy posiblemente, no los volveré a ver por mucho tiempo.

Al final, el frío cirujano, frente al cuerpo del enfermo, decidió que la mejor opción y la menos cruel, era extraer la parte enferma del organismo sano y dejarme sola enfrentada a mis miserias, como se deja a un tumor extirpado, tirado en la bandeja del quirófano.

SOLA

Sola, sigo en este mundo, donde más me hundo, donde te perdí

donde las promesas, ya nada compensan, la falta de ti

Sola, finalmente sola, hoy es un gran amor, mañana es nada

Sola, al volver a casa y sola al despertarme, sin saber que pasa

Sola, entre tanta gente y el miedo a enamorarme nuevamente

Sola, como tantas veces y sola, hasta que el tiempo del amor regrese

( Chico Novarro )

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