Sola en casa.
Me siguió hasta casa... cuando quise darme cuenta, era demasiado tarde.
Volvía a casa del trabajo, eran las 18.30h de la tarde, era invierno por lo que ya era de noche y además, hacía frío. Iba con los auriculares puestos disfrutando de mi momento de soledad. Estaba tan embobada con la música que no vi al chico que me estaba siguiendo desde hacía tres calles. Abrí la puerta del portal y entré sin fijarme mucho en si la puerta se cerraba o no, un gran error por mi parte. Subí las escaleras y me paré frente a la puerta de casa, él se paró en las escaleras, justo detrás de mi. Comenzó a acercarse despacio, mirándome de arriba abajo. Yo llevaba puesto un abrigo negro y largo, un vestido rojo y negro, las medias negras y las botas de color granate. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, con su mano izquierda me tapó la boca y con su mano derecha me puso algo frío en el cuello. Del susto al notarle, me revolví intentando soltarme pero entonces noté el frío del cuello y me quedé inmóvil con la respiración agitada. Aprovechó ese momento para quitarme el auricular derecho.
- No tiene porqué pasarte nada malo si me haces caso - me dijo al oído.
Me empujó hacia dentro de casa, seguía con su mano sobre mi boca. Usó la mano derecha para cerrar la puerta detrás de él, cerró con llave y después las tiró al suelo. Cada vez hacía más fuerza con su mano izquierda sin darse cuenta. Volvió a poner la fría navaja en mi cuello.
- Quítate el abrigo - me dijo mientras dejó de taparme la boca un instante para girarme y ponerme frente a él.
Apoyó mi espalda en la pared, su mano volvió a taparme la boca y me miraba a los ojos. No me moví, por lo que clavó un poco más la navaja en mi cuello.
- No te lo voy a repetir, quítate el abrigo - repitió en un tono serio.
Me costó, pero reaccioné y me quité el abrigo. Lo dejé caer al suelo sin más.
- Vaya vaya... si que he elegido bien, si... - dijo haciéndome un repaso.
Aparté la mirada y la dejé fija en el blanco techo. Al verme, apretó su mano sobre mi boca para hacerme reaccionar y que le mirase.
- No me apartes la mirada, puta.
Continuaba con la respiración agitada, todavía no me creía que me estuviera pasando eso... Intenté soltar todo el aire que pude y mantenerte la mirada, pero se me hizo difícil. Con la navaja aún en mi cuello fue bajando y bajando... hasta llegar a la clavícula. Dejó una línea rojiza desde donde empezó la trayectoria. Estaba tan centrado en la navaja sobre mi piel que no se percató de que volví a apartarle la mirada.
- ¡Qué me mires! - dijo mientras clavaba la navaja en la clavícula.
Cerré los ojos y tragué saliva. Volví a mirarle a los ojos, intentando no hacerle enfadar.
- Así me gusta, buena chica. Voy a quitarte la mano de la boca, y yo que tú, no intentaba nada - añadió mientras me clavaba aún más la navaja.
Asentí con la cabeza como pude, sin dejar de mirarle.
- Muy buena chica - dijo mientras apartaba su mano de mi boca, despacio. Tratando de tantear si realmente le iba a obedecer.
Me pegué todo lo que pude a la pared, intentando fusionarme con ella para desaparecer, rígida, sin decir nada. Me volvió a mirar de arriba abajo sin saber muy bien por donde quería empezar. Aprovechó el momento para pasar su pulgar izquierdo por mis labios.
- Abre la boca - le obedecí sin rechistar, metió su pulgar en mi boca, lo empapó con mi propia saliva y luego lo pasó de nuevo por mis labios - Así me gusta más...
Me quedé con la boca abierta mientras su pulgar rozaba mis labios llenándolos de mis propias babas.
- Quítate la ropa - ordenó. No reaccioné, así que subió el tono - ¡Qué te quites la ropa, he dicho! - seguía sin reaccionar, lo cual le puso nervioso - No te lo pienso repetir más - dijo en tono amenazante.
No me dio tiempo a reaccionar. Cuando quise darme cuenta me había cogido del pelo para darme la vuelta. Ahora mi cara estaba sobre la pared fría, notaba la presión que él estaba haciendo con todo su cuerpo sobre mí para que fuera lo más molesto posible. Su mano seguía en mi pelo, cogiéndolo con ganas para evitar que me moviera.
- No me gusta tener que repetir las cosas... - dijo bajando su mano con la navaja apretando sobre mi espalda - Además... te lo he avisado...
Bajó su mano derecha hasta llegar a mis piernas. Levantó el vestido y con la navaja rasgó las medias, éstas cedieron sin darle problemas y dejaron a la vista el tanga de encaje negro que llevaba puesto. Cogió el tanga con su mano, estiró de la goma y lo soltó. Volvió a echar todo su cuerpo sobre mí, aún me tenía cogida del pelo. Tiró de mi pelo hacia abajo, dejando mi cuello a la vista, entonces me mordió. Noté como sus dientes se clavaban en mi, mientras su mano sujetándome el pelo con fuerza. No pude evitar moverme para apartarme y al notarlo no le hizo mucha gracia.
- No vuelvas a hacer eso - dijo aún con su boca al lado de mi cuello. Entonces volvió a morderme pero con más ganas.
Se separó de mí de nuevo y se fijó en la habitación del fondo. Decidió que era ahí donde íbamos a ir, quisiera yo o no. Se separó aún más y tiró de mi pelo en esa dirección. Me moví de forma bastante torpe, cosa que no le gustó.
- Vamos - dijo mientras hacía más fuerza.
Me llevaba delante de él, con el brazo extendido agarrándome del pelo y la navaja en la otra mano. Me puso delante de la cama y soltó mi pelo.
- Túmbate - ordenó mientras me empujaba hacia la cama. Caí bocabajo - Date la vuelta - dijo a la vez que me cogió de una pierna para girarme.
Me quedé boca arriba, mirando el techo. Él seguía de pie frente a mi, me miraba de arriba abajo, fijándose en los detalles. Dejó la navaja a mi lado y cogió las medias por donde estaban rotas con ambas manos, estiró hasta rajarlas completamente. Después, levantó el vestido de un tirón. Lo justo para dejármelo a la altura de la cadera, también aprovechó para rasgarlo por el escote y dejar mi sujetador a la vista. En ese momento, notó que mi mirada estaba en el techo, se puso sobre mí, con una rodilla a cada lado en la cadera, se tumbó sobre mí y me cogió la cara con su mano, apretando.
- ¡Que me mires! - reaccioné y le miré. Entonces él sonrió complacido.
Soltó de nuevo la navaja, la colocó a mi izquierda. Bajó su mano derecha hasta llegar a mi tanga, el cuál estaba totalmente empapado.
- Mírala... si te está gustando esto... No esperaba menos de una puta como tú - dijo acariciando mi coño por encima.
En cierto momento, apartó la tela del tanga y pasó sus fríos dedos por mi coño húmedo. Después de unas cuántas pasadas, llevó sus dedos a mi boca, no le hizo falta decirme nada, por puro instinto abrí la boca.
- Buena chica - dijo mientras metía sus dedos en mi boca para que me saborease a mí misma - déjalos bien mojados - ordenó.
Entonces, volvió a bajar sus dedos a mi coño, metió el primer dedo despacio, se dio cuenta de que perfectamente podía meter los 3 de golpe, así que eso hizo. Sacó el primer dedo tan despacio como lo había metido, colocó los tres y me los clavó. Gemí al notar como sus tres dedos se habían clavado en mí, no pude evitarlo. Volvió a sacarlos despacio y repitió la acción nuevamente. Esta vez, además de gemir, me retorcí.
- Qué guarra estás hecha... - dijo mientras volvía a meterme los dedos.
Empezó a follarme con ellos, cada vez más rápido... entraban y salían de mi sin parar... Y cada vez que los notaba, yo no podía evitar ponerme más cachonda aún. Paró en seco y llevó sus dedos a mi boca, volví a abrirla y los metió en ella. Mi lengua jugaba a rodearlos sin dejarse un solo trozo sin lamer.
- Limpialos bien, puta - dijo disfrutando de la escena - ahora te voy a meter cuatro - añadió mientras metía un dedo más en mi boca.
Volvió a bajar la mano, metió primero dos, los sacó y metió los cuatro dedos de golpe. Gemí de nuevo, notando como sus cuatro dedos me estaban llenando el coño. Empezó a follarme con ellos otra vez. Sus ojos estaban clavados en el vaivén de mis tetas, sin pensarlo se abalanzó sobre una de ellas. Atrapó el pezón con la boca y comenzó a morderlo, al principio suave, luego mucho más fuerte, mientras tiraba de él con los dientes. Lo soltaba y volvía a hacer lo mismo mientras me llenaba de babas. Siguió follándome con los dedos durante unos minutos, él ya estaba más que empalmado pero le gustaba tenerme así de sometida... y además, disfrutando.
A los minutos, decidió que ya era hora de que le comiese la polla. Me cogió por el pelo y me incorporó, él se sentó en el borde de la cama y me puso de rodillas frente a él.
- Ya sabes lo que tienes que hacer - dijo tirando de mi pelo hacia su polla.
Puse mi mano derecha debajo de mi boca con la palma hacia arriba, entonces escupí sobre mi mano. Acerqué mi mano a su polla y la rodeé. Empecé a moverla de arriba abajo, agarrándole la polla con fuerza. Su mano seguía enredada en mi pelo, sujetándome. Continué haciéndole la paja sin dejar de mirarle a los ojos, entonces acerqué mi boca a su polla y saqué la lengua. Lamí la punta, la cuál estaba húmeda del líquido pre-seminal. Pasé mi lengua nuevamente por la punta mientras mi mano no dejaba de subir y bajar... Le escuchaba suspirar, algún "joder" suelto, seguido de un "Dios...". Dejé de mover la mano, la retiré y abrí mi boca delante de él, saqué la lengua relamiendo mis labios y volví a bajar la cabeza. De nuevo, pasé mi lengua por la punta de su polla, ya estaba mojada por mis babas. Entonces, escupí sobre su polla sin dejar de mirarle. Comencé a meterla en mi boca despacio, quería que notase cómo su polla se iba abriendo camino en mi boca, cómo se iba llenando de babas, cómo iba entrando hasta llegar a mi garganta. Cuando tocó el inicio de mi garganta, paré un instante y la mantuve ahí, él aprovechó con su mano en mi pelo para meterla aún un poco más. Eso hizo que me costara coger aire, pero me porté bien y no me moví. Me soltó poco a poco, entonces empecé a subir y bajar mi cabeza... Comencé a chupársela mientras mi mano derecha, aún llena de babas, empezó a acariciarle los huevos. Siguió sujetándome la cabeza por el pelo, pero se dejó caer en la cama disfrutando de cómo se la estaba chupando. Su mano empezó a moverse acompañando mis movimientos de la cabeza y guiándome un poco. Pasados unos minutos, colocó su otra mano en mi cabeza para controlarme mejor. Se volvió a incorporar, esta vez se puso de pie mientras yo seguía de rodillas en el suelo, entonces comenzó a follarme la boca sin ningún tipo de control. Sus dos manos movían mi cabeza a su antojo, mientras él acompañaba el movimiento con la cadera. Me caían las babas por la barbilla, me faltaba el aire y no me dejaba zafarme. Me dieron varias arcadas, caían lágrimas de mis ojos mientras me seguía follando la boca. Cuando estaba a nada de correrse paró en seco, tiró del pelo hacia atrás separando mi boca de su polla y me levantó. Me tumbó de nuevo en la cama, esta vez bocabajo.
- Pienso follarte hasta correrme dentro de ti - dijo sin darme tiempo a reaccionar.
Cuando quise darme cuenta, me acababa de clavar su polla de una embestida. Noté como se abrió paso hasta llegar a lo más hondo que pudo. Pude escuchar como se le escapó un gruñido de placer. Una de sus manos, se mantenía en mi pelo, me estaba haciendo daño esta vez, su mano estaba apoyada en la cama, sobre mi pelo, lo cuál hacía que al follarme me moviera y tirara del mismo. Con su otra mano aprovechó para azotarme unas cuántas veces, hasta dejarme la nalga derecha roja.
- Ponte a 4 patas, puta.
Obedecí con su ayuda, pues me cogió de la cadera y tiró de ella hacia atrás y arriba. Colocó su polla de nuevo a la entrada de mi coño, puso su mano en mi pelo y a la par que pegó un tirón de mi pelo me embistió de nuevo con su polla. Gemí bien alto sin darme cuenta.
- Sigue gimiendo, guarra.
Le hice caso y di rienda suelta a mis gemidos. A cada embestida gemía más alto y con más ganas, realmente aunque no me gustase admitirlo, estaba disfrutando de cómo me estaba follando. Siguió clavándome su polla en mi coño mientras su mano libre clavaba sus uñas en mi cadera, tirando de ella hacia él. Estuvo así un rato largo hasta que noté que se iba a correr dentro de mi. Empezó a embestirme con más ganas, ahora gruñía mucho más que antes. Su mano se clavaba aún más en mi cadera, la que estaba en mi pelo tiraba aún con más fuerza. Soltó mi pelo para agarrarme bien de la cadera con las dos manos, comenzó a darme más fuerte aún y mucho más rápido. Yo no dejaba de gemir a gritos. Soltó un gemido en alto, acompañado de un chorro de semen calentito dentro de mi junto con una embestida. A esa le siguió otra, y otra, y otra, hasta que terminó de correrse dentro de mi. Dejo su polla dentro de mi coño y se dejó caer sobre mi, exhausto. Teníamos ambos la respiración acelerada. Cuando se recuperó, me mordió por última vez, esta vez dejándome sus dientes bien marcados. Aprovechó a recoger la navaja, se acercó a mi oído y susurró: "cuando quieras, repetimos." y se marchó de la habitación dejándome tirada sobre la cama, con las medias rotas, el vestido rasgado y dolorida.