Sol Naciente. Capítulo 08

Diego tratará de arreglar las cosas entre él y Jorge, pero no lo hará de la mejor manera. Al final, una desgracia los azotará.

Capítulo 08.

  • Pero tranquilízate Jorge – le decía Mario a su amigo pasándole una toalla – que no has hecho algo malo… – él bajaba la mirada y recordaba lo que había pasado en la madrugada – … ¿O sí?

  • ¡¡Nooo!! – se quitaba la camisa – ¿¡Cómo se te ocurre idiota!?

  • Vale, lo siento pero no me insultes – dijo – date un baño mientras te preparo algo de comer.

Mario salía de su habitación y se iba a la cocina. Jorge ya le había contado todo el problema con Diego, aún no terminaba de asimilar lo ocurrido, en especial la pelea porque su amigo no era de los que se iban a los golpes, era muy pacífico y siempre buscaba resolver los problemas dialogando. Mario preparaba zumo de naranja cuando su celular sonó en su bolsillo.

  • ¿Bueno? – contestó sin ver de quién se trataba.

  • Hola Mario – lo saludaba una voz muy conocida: Diego – ¿Cómo estás?

  • Muy bien ¿Tú? – respondía.

  • Eh... bueno, pues... más o menos ¿Está Jorge en tu casa?

  • Sí, está acá.

  • ¿Junto a ti?

  • No, está en mi habitación dándose un baño.

  • Vale... intuyo que ya te contó lo que pasó... – Mario contestó con un “ajam” – Mario... amigo... tienes que ayudarme, cometí un error y no sé cómo hacer para enmendarlo.

  • Sí, sí, yo hablé con él y le estoy haciendo ver que de cierta forma tenías razones para pensar lo peor. Joder, que si encuentro a mi chico con otro en la cama yo pensaría lo mismo – le dijo – y tú también recapacita porque lo trataste mal.

  • Lo sé, me siento como mierda – esnifaba – quisiera verlo y pedirle perdón... lo amo.

  • Entiendo, pero lo mejor es que tomen distancia un tiempo y hablen después con la cabeza fría – vio que Jorge bajaba de su habitación – vale, yo te los llevo el lunes, hasta pronto.

  • Vale, hasta pronto – se despedía.

Mario cortaba la llamada.

  • ¿Con quién hablabas? – le preguntó sentándose en la barra.

  • Con Dani, quiere que le preste unos juegos de video.

  • Ah ok – él suspiró profundo.

  • Oye ya no me contaste que pasó ayer con Diego en las duchas – le servía huevos con tocino en un plato – ¿Continuó la fiesta? Jajaja.

  • Mario por favor – decía Jorge – no quiero hablar más sobre él. Así como me tienes prohibido mencionar el nombre Pablo yo TE PROHIBO ahora que menciones el de Diego ¿Entendido?

  • Entendido mi capitán – le hacía una reverencia militar con su mano, luego puso frente a él su plato con comida.

Mario sabía reconocer bien las ocasiones en que Jorge era como un barril de pólvora, que con una chispa mínima causaba una gran explosión, y esta era una de esas ocasiones. Tendría que buscar la manera de ponerlo de mejor humor, de hacer que su mente escape de sus problemas y sabía que esto lo podía hacer de una forma muy sencilla.

Luego de comer, se fueron a la sala y Mario puso la Play Station, buscaron entre las decenas de juegos de Mario y se decidieron por Call of Duty, jugaron un par de horas mientras afuera la alberca se llenaba.

  • Creo que la alberca está casi lista – le dijo Mario – ¿Nos damos un chapuzón?

  • No tengo ganas – respondió secamente sin quitar su mirada del televisor.

  • Anda vamos – insistió – que no me gusta verte amargado.

  • Pues para eso eres mi mejor amigo, para soportarme en estos momentos jajaja – rió dándole un golpe con un cojín.

  • Idiota – se lo lanzó de regreso pero Jorge lo esquivó – ah pero cuando yo ando amargado lo que tú haces es irte jajaja.

  • Jajaja mentiroso – apagaba la consola – vale pues, démonos un baño.

Los chicos subieron a la habitación de Mario y se pusieron sus bañadores, salieron rápido y se dirigieron a la alberca, pero en eso sonó el timbre de la puerta.

  • Adelántate, iré a ver quién es – dijo Mario – aunque estoy casi seguro que es un vendedor de seguros de nuevo.

  • ¡Vale!

Jorge se fue hacia la alberca y se sentó al borde de esta, metiendo sus pies al agua para chapalear un rato. El agua estaba fresca y se sentía bien, tenía mucho de no nadar, Últimamente entre el colegio, los trámites para entrar a la universidad y su chico, le habían estado consumiendo su tiempo libre, así que no debía desaprovechar esta oportunidad para relajarse un rato nadando al lado de su mejor amigo, quien por cierto ya se estaba tardando mucho en llegar. Jorge miraba hacia la puerta esperando verlo asomarse, pero no, Mario no aparecía; tuvo una extraña sensación y algo en su interior le decía que mejor fuese a ver si todo marchaba bien afuera, sacó sus pies del agua y se fue a buscar a Mario. Entró a la casa y atravesando la cocina y la sala llegó hasta la puerta, que estaba cerrada. “Qué extraño” pensó, y se dispuso a abrirla pero en eso escuchó una voz muy conocida:

  • Es que t-tú no eres nadie * ¡hip! * para negarme ver a Jorge – decía.

  • Lo sé pero no creo que él te quiera ver así – la voz de Mario – regresa a tu casa y descansa.

  • Vamos – decía una tercera voz que Jorge no reconocía – Mario tiene razón Diego.

En eso Jorge abrió la puerta y salió a ver lo que ocurría. Vio a Mario de espaldas cubriéndose con una toalla y a Diego frente a él, con la mirada atontada, su ropa aún sucia con polvo y sangre y manteniéndose de pie con la ayuda de Pablo.

  • ¿Qué está pasando aquí? – dijo Jorge serio.

Todos se quedaron en silencio y se volvieron a ver a Jorge.

  • ¡Mi amor! – gritó Diego y trató de correr hacia él, pero al primer paso sus piernas flaquearon y casi cae al suelo de no ser por Pablo – ¡Suéltame cabrón! – trataba de soltarse.

  • Diego vámonos – le susurraba Pablo, quien también andaba borracho pero no tanto como Diego – tendrás tiempo después de hablar con él.

  • ¡Jorge! ¡Mi amor! ¡Perdóname! ¡Fui un pendejo! – se soltó a llorar – ¡Perdóname!

Jorge se sintió muy enojado al verlo así, no le causaba nada de gracia saber que se había emborrachado por algo que él consideraba una tontería. Bajó las gradas de la puerta de la casa y caminó a paso rápido y seguro hacia Diego con sus brazos abiertos, de inmediato el rubio se soltó de Pablo y se lanzó a abrazarlo.

  • Perdón, perdón, perdón, perdón – decía Diego – no quise pegarte... perdón.

  • Ya, ya, vale, todo está bien – le susurraba para tranquilizarlo – regresa a tu casa.

  • Nooo – decía – yo quiero estar contigo – le deba un beso con sabor a vodka a Jorge.

  • Vale – decía un poco asqueado – me iré contigo pero no sigas bebiendo.

  • Ok, ok – lo trató de besar otra vez pero Jorge lo evitó dándole un beso en la frente.

Se estuvieron abrazados un momento, Jorge le susurraba palabras tranquilizadoras a Diego, quien insistía en pedirle perdón. Mientras tanto, Mario miraba a Pablo con algo de tristeza, tenía mucho de no verlo y aunque se decía a sí mismo odiarlo y no quererlo ver nunca más en su vida, lo extrañaba y se moría por correr y abrazarlo igual o más fuerte que como Jorge estaba abrazando a Diego.

  • Mario – lo llamaba Jorge - llama a Rey y di... ¡No! Le di el día libre – recordaba – mejor llama un taxi y consígueme una camisa, iré a dejarlo a su casa.

  • Vale – se daba la vuelta y entraba a la casa.

Jorge llevó a Diego hacia las gradas de la puerta de la casa y se sentaron, el rubio se recostó en sus piernas y las acarició diciéndole un “te amo”. Pablo se acercó a ellos y sacó de su bolsillo una billetera.

  • Ten – se la daba a Jorge – es de Diego, se la escondí porque de lo contrario se gastaría el dinero en vodka.

  • Ok, gracias Pablo y... – algo le inquietaba a Jorge y no quería quedarse con la duda – ¿Qué hacías con Diego? ¿De dónde se conocen ustedes dos?

  • Pues... somos amigos desde hace varios años, nos conocimos en clases de natación.

  • Ah... ya – asentía Jorge sintiéndose aliviado aunque no del todo.

Jorge no confiaba en Pablo, temía que estuviese buscando tener algo con Diego, pero al final no le dio tanta importancia a esa idea. Mario salió de la casa y le pasó una camisa a Jorge, quien se la puso rápidamente. Fue cuestión de poco minutos para que un taxi apareciese frente a la casa.

  • Vámonos – dijo Jorge levantando a Diego y llevándoselo recargado en sus hombros.

Se metieron al taxi y de inmediato se fueron. Mario y Pablo se quedaron solos.

  • ¿A dónde vas? – le preguntó Mario a Pablo cuando lo vio dar la vuelta hacia la calle.

  • A mi casa – dijo sin verlo a los ojos.

  • Mmm ok…

  • Sí…

  • ¿Cómo has estado? – le preguntó Mario aun debatiéndose si estaba haciendo lo correcto al tratar de sacarle plática.

  • Bien – dijo en tono triste – todo bien.

  • Me alegra... – dijo. Se quedaron de nuevo en silencio.

  • ¿Y tú? ¿Cómo vas con tu novio? - le preguntó.

  • ¿Qué? – extrañado.

  • Sí, sé que ya me cambiaste, que tienes otro, los vi besándose la vez pasada – decía empuñando sus manos – pero está bien, te lo mereces…

  • ¿¡De qué estás hablando Pablo!? Creo que ya te empieza a hacer efecto el vodka a ti también... – decía sin entender – tú más que nadie sabes que yo aún te am…

Se cortó, Pablo alzó su mirada y lo vio a los ojos, esos ojos que le encantaban y que tenía tanto de no ver. Quería escuchar lo que Mario estaba por decir, escuchar un “te amo” salir de su boca sería lo mejor que le podría pasar pero esto no fue así.

  • ¡Pfff! Mejor no digo nada – resopló riendo amargamente – adiós Pablo.

  • Adiós…

Pablo se dio la vuelta y salió a la calle. Finalmente Mario estaba decidido a no caer en los que él consideraba sus juegos.

●●●

  • Tráelo por acá querido – indicaba Christine a Jorge que llevaba a Diego a arrastradas.

Jorge lo llevó hasta un sillón y lo acostó. Diego iba más perdido que antes y balbuceaba cosas sin sentido.

  • Quier * ¡hip! * otro trago – se trataba de levantar.

  • No mi amor, ya no tomes – le decía Jorge, acostándolo de nuevo – descansa.

  • Te amo... – lo tomaba de la cabeza y lo volvía a besar – eres mío, solo mío bebé y ningún hijo de puta nos separará.

  • Vale, soy solo tuyo pero descansa – le susurraba siguiéndole la corriente.

  • Vale, pero no te vayas, quédate conmigo.

  • Ok, no me iré.

Diego sonrió y cerró sus ojos, se acomodó de lado en el sillón y se dispuso a dormir. Christine llamó a Jorge para que lo dejaran solo y se fueron a la cocina.

  • ¿Qué pasó? – le preguntó ella preocupada – ¿Por qué está así de borracho?

  • Eh... bueno, pues... – Jorge no sabía si decirle o no lo que había pasado, miraba al suelo y se rascaba la cabeza.

  • ¿Se pelearon? – insinuó ella, el chico asintió – ¿Por qué? ¿Qué pasó? – lo tomaba de las manos.

  • Él me vio con otro chico en una situación un poco comprometedora pero fue un malentendido – decía – yo traté de explicarle pero estaba furioso y no quiso oírme…

  • Igualito a su padre – lo interrumpía poniendo en blanco sus ojos.

  • Y me dijo algunas cosas que me enojaron y nos insultamos feo y nos peleamos… creo que después de eso se puso a beber.

  • ¡Qué cólera! – cerraba sus ojos – tantas veces le he dicho que no se emborrache por cosas así y no me obedece… ah, pero mañana que le haya pasado le voy a dar un escarmiento.

  • No, por favor, no lo regañe – intervino Jorge – yo hablaré con él y lo aconsejaré…

  • Mmm ok – suspiraba – me da pena contigo, de verdad siento mucho que hayas tenido que pasar por esto y te agradezco por no haberlo dejado botado en la calle – le daba un abrazo.

  • Descuide Sra. Christine – sonreía – usted sabe que quiero a Diego y aunque estemos enojados no puedo dejar de cuidarlo.

  • Tan bello mi Jorgito – le besaba la frente – ¿Te quedarás a cenar querido? – le preguntó separándose y sacando unos ingredientes de la despensa.

  • Eh... creo que no – repuso – mis padres en mi casa tendremos visitas hoy y no puedo estar ausente.

  • Ah entiendo querido jejeje qué lástima.

  • Si se despierta y pregunta por mí dígale que me dolía el estómago y me fui a reposar pero que vendré mañana después de ir a misa – la abrazaba hasta pronto Sra. Christine.

  • De acuerdo – asentía – hasta pronto.

Jorge salía de la cocina y pasaba por la sala pero darle un último vistazo a Diego, que ya estaba durmiendo como un bebé. Le dio un beso en la frente y se fue.

●●●

A eso de las siete de la noche Diego despertó con un leve dolor de cabeza y la garganta reseca.

  • ¿Jorge? ¿Jorge? ¿Dónde estás? – miraba para todos lados restregándose los ojos.

  • Se fue a su casa, se sentía mal de salud – aparecía su madre desde la cocina con un mandil blanco amarrada a la cintura – dijo que mañana vendría.

  • ¿Qué tenía?

  • Le dolía el estómago, al parecer algo que comió le hizo daño.

Diego se volvió a acostar y cerró sus ojos. Christine regresó a la cocina a seguir horneando el pastel con el que despedirían a una compañera de trabajo al día siguiente. Diego estaba aún asimilando lo que le acababan de decir, se sintió preocupado por Jorge, tenía ganas de verlo... se giró en el sillón y notó que debajo de la mesita del centro de la sala había una botella de vodka llena hasta la mitad, recordó que de esa habían estado bebiendo él y Pablo antes de salir a casa de Mario; estiró su mano para alcanzarla, la tomó, la destapó y se la llevó a su boca.

  • Dieguito ya vuelvo – corría su madre a la puerta – iré a la tienda, se me acabaron los huevos.

  • Ok... – escondía la botella.

Cuando escuchó la puerta cerrarse, sacó la botella y siguió bebiendo. Con un poco de dificultad buscó su celular en su bolsillo y luego de tontear buscando sus contactos, marcó al número de Jorge. Timbró una vez, dos veces, tres... su llamada fue desviada al buzón de voz. Volvió a intentarlo un par de veces más pero su chico no contestaba. Ha como pudo se paró, dejó la botella tirada en suelo y caminó tambaleándose hacia la puerta de salida; sentía un desesperado deseo por ir a ver a Jorge, quería cerciorarse que él ya estaba bien y pedirle perdón de nuevo por la pelea que habían tenido. Salió de la casa y vio la camioneta de su madre estacionada enfrente, “Genial” pensó sonriendo con satisfacción.

Cuando su madre llegó a casa de la tienda con los huevos y notó que la camioneta no estaba, se le cayeron al suelo quebrándose todos. Su primera idea fue que se lo habían robado.

  • ¿¡Diego!? ¡Nos han robado la camioneta! – entró directo a la cocina a apagar el horno – voy a llamar a la policía y...

Se quedó petrificada al ver que Diego no estaba y más cuando vio la botella en el piso; esto le estaba recordando la forma en que murió su esposo.

  • No Dios mío – se tapaba la cara ya llorando – no otra vez…

Mientras tanto, en la mansión de Jorge, los invitados acababan de llegar, se trataba de un viejo amigo de universidad del Sr. Saavedra acompañado de su esposa. Estaban en la sala conversando todos animadamente, los señores recordaban aventuras y anécdotas divertidas de su juventud de las que las señoras se reían educadamente. Jorge estaba al margen de la situación, se dedicaba a verlos a todos y sonreír de vez en cuando.

  • Hijo – lo llamaba su padre – ¿Qué tienes en el labio? Parece un reventadura – miraba fijamente la marca del golpe que Diego le había dado - ¿Te has peleado?

  • No, para nada papá – repuso tocándose – fue un golpe accidental que me dio Mario con el balón hoy en la mañana.

  • Ah ya entiendo, se más cuidadoso cuando juegues – le aconsejó – ahora que veo esto Simón, ¿Recuerdas la vez que te peleaste con Gael Sánchez, el hijo del ex ministro de economía? Jajaja nunca voy a olvidar eso, más cuando…

Vibró el celular de Jorge, una vez más dentro de un bolsillo de su saco negro. No pensaba responder pensando que se trataba nuevamente del borrachín de Diego, pero vio la pantalla y notó que era Mario el que llamaba. Jorge se paró, se disculpó con los presentes y se fue de la sala a las escaleras.

  • Hola Mario ¿Qué quieres? Estoy ocupado – dijo al tomar la llamada.

  • ¡Pon canal tres! – gritó nervioso.

  • ¿Qué? - extrañado se paró y comenzó a subir las escaleras – ¿Para qué?

  • ¡SOLO PONLO! - le gritó.

Jorge corrió a su habitación y al entrar tomó el control del televisor y puso el canal tres:

“- … como lo pueden ver – hablaba un policía en ese momento mientras mostraban la escena de una grúa jalando una camioneta – fue este vehículo el que salió más afectado por haber caído al precipicio y…”

  • Jorge por favor... – decía Mario – dime que ese no es la camioneta de la madre de Diego, por favor…

Jorge se acercaba al televisor y miraba la camioneta, notó que se parecía mucho pero ni creía que eso fuese posible... hasta que en un acercamiento vio el número de placa y el sticker de la bandera de los Estados Unidos de América.

  • ¡¡AY POR DIOS!! – gritó tapándose la boca unos segundos - ¡Es esa! ¡Es la camioneta de la Sra. Christine!

Se quedaron en silencio viendo la noticia en la televisión:

“- … tenemos solo una víctima, el conductor de la camioneta – hablaba el policía – se trata de un ciudadano estadounidense, identificado como Diego Steven Barkley, de 18 años, quien manejaba al parecer bajo los efectos del alcohol y fue trasladado ya al Hospital Santa Gertrudis.”

El mundo se le vino encima al escuchar el nombre de su chico en las noticias. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sintió su corazón desgarrarse.

  • “¿Cuál es el estado del joven Barkley? - preguntaba la reportera.

  • Pues... al parecer se llevó un golpe muy fuerte en la cabeza con la caída al precipicio y según reportes preliminares, me informan que murió camino al hospital...”

* (Continuará…) ***

¡Hola chicos! Si habéis llegado hasta acá, les agradezco mucho por haber leído el relato. Sé que me merezco morir en la guillotina o la hoguera por no haber publicado desde agosto 2015, lo siento muchísimo pero estaba ocupado con la universidad y luego mi inspiración no anduvo bien, por lo que se me imposibilitó escribir. Espero que les haya gustado esté capítulo, se acerca el final de temporada, por fa valoren y comenten, estaré muy agradecido por ello,también pueden escribirme a mi correo para estar en contacto. Nuevamente les pido disculpas aunque no las merezca ¡Saludos!

Atte. Neuchâtel