Sol Naciente. Capítulo 07

Diego va de visita a casa de Jorge para invitarlo a salir esa noche, pero se llevará una sorpresa al encontrarlo en la cama con su chofer ¡No se lo pierdan!

Capítulo 07.

Jorge despertó de sus sueños y lo primero que sintió fue el cuerpo semidesnudo de Reynaldo pegado al suyo. Se apartaría y se iría de su habitación pero en eso, su celular sonó, lo tomó y vio que era una llamada de Diego; le contestaría pero justo en ese momento se abrió la puerta y una voz gritó con rabia su nombre.

  • ¡¡JORGE!!

Había aparecido el mismísimo Diego, que miraba con sorpresa y desdén esa escena: Jorge y Reynaldo, aparentemente desnudos y abrazados dentro de la cama luego de seguramente haber pasado la noche juntos. Por el mismo grito Reynaldo despertó y salió de la cama con la cara pálida y los ojos abiertos como platos.

  • Diego… yo… esto… no… no es lo que estás pensando – tartamudeaba Jorge – te lo puedo exp...explicar.

Los ojos azules de Diego se pusieron muy rojos y se inundaron de lágrimas. Se negó a escuchar las explicaciones de Jorge y se fue corriendo lo más rápido que pudo de la mansión, iba destrozado.

* Hace unas horas *

Jorge y Reynaldo llevaban más de una hora encerrados en la habitación de este último, estaban sentados ambos en el borde de la cama. El joven guardaespaldas estaba muy mal, mientras le contaba a su protegido todo lo que ahora ex novia le había dicho esa tarde, grandes lágrimas brotaban sin pudor de sus ojos y se deslizaban por sus mejillas hasta caer en la tela de su pantalón; el chico se dedicaba solo a escucharlo atentamente para luego darle palabras de ánimo, se sentía un poco mal por él, tanto por lo que le había hecho ella como por haberlo hecho sentir como una persona secundaria en su vida.

  • … Ahora entiendo sus repentinas horas extras y trabajos en domingo y-y-y… y su negación a tener intimidad conmigo ¡AAAAAH! ¡AHORA SOLO ME LA IMAGINO REVOLCÁNDOSE EN LA CAMA CON ESE HIJO DE PUTA! – gritaba desesperado – No sé qué hice mal, no entiendo ¿Por qué me dejó de querer? Ella dice que no fui yo el problema, que fue ella quien cambió sus sentimientos de la nada pero no sé… igual me siento la peor mierda del mundo.

  • No, no, no… no te sientas así. Tatiana es una maldita put… – no acabó de decirlo porque Reynaldo le dirigió una mirada asesina – ok, disculpa, no la llamaré así pero pienso que ella es eso y me molesta que te haya hecho esto, que no te valorara… ¡Eres muy valioso! Eres un gran hombre, eres trabajador, agradable, honesto, educado y además guapo – espetó sin pensar mucho sus palabras ya que salían muy de su corazón – ¡Macho! Que eres un partidazo.

  • Sí, al parecer sí lo soy para cualquiera menos para ella – se quejaba decepcionado, suspiró profundamente y echó la bocanada de aire, ya no quería seguir hablando del tema – en fin, gracias por escucharme y perdóname de nuevo si te traté mal hace un rato.

  • Tú tranquilo, somos amigos jejeje y los amigos discutimos de vez en cuando – puso su mano en su cara y palmeó su mejilla sintiendo su piel extremadamente caliente.

  • ¡Joder Rey! – tomaba ahora sus manos y las tocaba, estaban también muy calientes – ¡Estás ardiendo en fiebre!

  • ¿Sí? – apartaba sus manos y se tocaba la cara – es cierto… no te preocupes, es normal – Jorge lo miró extrañado – mi madre dice que cuando era un niño y lloraba mucho me daba fiebre – explicaba secándose las últimas lágrimas – al parecer sigo siendo así, tenía mucho tiempo de no llorar.

  • Que extraño – dijo Jorge – sería bueno que te quitases esa ropa y te pusieses algo más cómodo – se puso de pie y fue a buscar al armario de Reynaldo algo de ropa. Encontró una camisa sin mangas de color azul y un chándal gris, le parecieron adecuados y los sacó – ten – se los daba.

Sin decir una sola palabra, Reynaldo se desanudó la corbata, se desabotonó su camisa blanca y se la quitó, dejando su esculpido torso blanco a la vista, luego se quitó su pantalón negro y se quedó solo con un bóxer del mismo color. Jorge se puso un poco nervioso al verlo semidesnudo, se dio la vuelta y le dio la espalda para no seguirlo viendo mientras se ponía la otra ropa.

  • Iré arriba – dijo Jorge – en mi habitación tengo algunas medicinas, te las traeré ¿Vale?

  • No – dijo mientras se metía la camisa – no es necesario, no te molestes, ya se me pasará. No es tu deber atenderme.

  • No es molestia – repuso – y sí, no es mi deber atenderte pero yo quiero hacerlo.

Jorge salió de la habitación de Reynaldo hacia la suya. No tardó ni cinco minutos en estar de regreso con los medicamentos que encontró y una botella con agua, además llevaba un recipiente pequeño con un trapo húmedo adentro. Jorge le dio las pastillas y la botella con agua, él tomó solamente una píldora de acetaminofén.

  • Acuéstate, reposa – le ordenó Jorge, él seguía sentado en el bode de la cama. Muy obediente Reynaldo se acostó y cerró sus ojos, Jorge se acercó con el recipiente en sus manos.

  • ¡Aauuch! ¿Qué rayos…? – se quejó cuando sintió el trapo húmedo en su frente – ¿Quieres matarme? Está frio.

  • Jajaja – rió, desde hace mucho no lo escuchaba bromear – no seas llorón.

Jorge tomó una silla y la llevó a un lado de la cama. Pretendía quedarse ahí cuidándolo, no pensaba irse hasta que se durmiese y bajase la fiebre, él lo necesitaba hoy más que nunca y no pensaba fallarle como antes.

Habían pasado casi dos horas y Jorge seguía en la habitación de Reynaldo. Había cumplido su objetivo, lo había estado cuidando, revisando su temperatura y mojando el trapo cada que se secaba; Reynaldo ya estaba dormido como un bebé y su temperatura había bajado un poco. Jorge se levantó de su silla y desperezó su cuerpo para poder resistir un poco más ya que el sueño lo había comenzado a invadir, le dolía un poco el ano por lo que había hecho esa tarde y estar tanto tiempo sentado no le había ayudado mucho; notó que Reynaldo estaba acostado sobre el lado derecho de la cama y dejaba un espacio amplio a su izquierda, sintió el deseo de acostarse un rato pero no estaba seguro si sería algo prudente, pero un traqueteo en su columna y un piquetazo en su ano hicieron que tomase valentía y lo hiciera.

Jorge se quitó los zapatos y su camisa, y con mucho sigilo se metió a la cama de Reynaldo. Fue cuestión de segundos para que Jorge sintiese sus párpados muy pesados y que saliesen bostezos de su boca, trató de no caer dormido pero estaba demasiado cansado y la cama de su chofer era tan cómoda como la suya… no lo pudo evitar, se durmió.


La noche había transcurrido ya y era de madrugada cuando en medio de sus sueños Jorge sintió un musculoso brazo rodear su abdomen y una pierna cruzarse sobre su cadera, pegándose un musculoso pecho a su espalda y una cara rasposa en su hombro. De inmediato abrió sus ojos con algo de dificultad y pudo ver entre las sombras la figura de Reynaldo profundamente dormido y abrazándolo en una especie de cucharita. La piel de Jorge se puso fría de la impresión, pero su piel se puso más fría cuando al moverse un poco tratando de soltarse, rozó su trasero contra el paquete de él y percibió una ávida erección.

Jorge se quedó quieto por unos segundos con los ojos bien abiertos y el corazón acelerado, su pene estaba despertando también y esa sensación en su cola le estaba comenzando a agradar, movió suavemente sus nalgas sobre la polla de Reynaldo, estaba muy dura, caliente y se sentía rico rozar y percibir su glande… pero su mente recordó a Diego y lo hizo apartarse bruscamente. Reynaldo no despertó, solo gruñó y se dio la vuelta en la cama; sintió algo de vergüenza tanto por haberse quedado dormido en su cama y más por lo que acababa de hacer. Miró la hora en su celular, eran las 05:32, pensó en irse del lugar pero aún tenía sueño y no pudo evitar dormirse otra vez.

* Ahora *

  • Diego no me contesta, me desvía al buzón de voz – decía Jorge caminando de un lado a otro con el celular puesto en la oreja – no sé qué hacer – decía con desesperación.

  • Sigue intentando – Reynaldo salía del baño, ya bañado y con su traje formar puesto – o si no ve a buscarlo a su casa y hablen… explícale que tú y yo somos solo amigos y ya.

  • ¡¡Todo es mi culpa!! – Jorge pegaba contra la pared – no debí dormirme en tu cama y… y… discúlpame por eso ¡Soy un tonto! – volvía a llamar a Diego.

  • Discúlpame tú a mí también por eh… ya sabes… lo del… a… abrazo pero es que cuando duermo siempre abrazo mi almohada… – se sonrojaba.

  • Descuida que yo… ¡Me contestó! – Diego le había tomado finalmente la llamada – ¿Diego? escúchame yo…

  • ¡¡DÉJAME EN PAZ!! ¡¡NO QUIERO VOLVER A VERTE!! – cortó la llamada.

Hasta Reynaldo escuchó ese grito de Diego. Jorge se había quedado petrificado, le había dolido eso como una patada en los cojones. Estaba a punto de desplomarse en llanto pero Reynaldo extendió sus brazos y lo envolvió entre estos, apoyando su cabeza en su pecho, evitando que llorase.

  • No llores, que tú no le has hecho nada malo, es solo un malentendido… todo se arreglará – lo consolaba tratando de devolverle el favor de la noche anterior y deseando que su caso fuese igual, que la infidelidad de Tatiana fuese solo un malentendido y que pudiesen volver.

  • Pero igual me siento mal ¿lo viste? – Reynaldo asintió – se fue llorando.

Se quedaron en silencio un rato, Reynaldo se sentía un poco mal por ser la manzana de la discordia entre los chicos.

  • Vamos… – lo soltó, Jorge lo miró extrañado – a casa de Diego, ustedes tienen que hablar.

•••

Llegaron a casa de Diego lo más pronto posible, de inmediato Jorge se bajó de la camioneta y corrió hacia la puerta, mientras Reynaldo se iba en busca de un lugar para estacionar. Jorge golpeó con desesperación la puerta.

  • ¡Diegooo! – gritaba – ¡Abre la puerta por favor! – espero un rato pero él nunca atendió – ¡Diegooo! ¡Te juro que lo que viste fue un malentendido, te lo puedo explicar, abre la puerta!

  • ¿Qué me vas a explicar? – abría la puerta y salía furioso – ¿Me explicarás cómo te daba por el culo tu chofer luego que yo te di?

  • Por favor, cálmate y escúchame – entraba a la casa – anoche me quedé dormido en la cama de Rey luego de…

  • ¡No quiero escucharte! – gritó – nunca me esperé esto de ti Jorge, pensé que eras honesto… me has decepcionado ¡Vete! – lo empujó.

  • ¡Oye no me empujes! Que no soy tu juguete para que lo hagas.

  • Y tras cornudo ahora te la das de muy digno jajaja – sarcástico – el único juguete aquí fui yo, fui tu juguete… quien sabe desde cuando Reynaldo te folla y a mí me decías que eras virgen – despectivo y asqueado decía – eres una mierda Jorge.

  • No me llames así, no tienes ningún derecho a insultarme – se enojaba y alzaba su voz.

  • Yo te llamo como se me pega la gana PENDEJO – le devolvía el empujón – y no me empujes.

  • ¡Tú no me empujes a mí! – se lo devolvía.

  • ¿Quieres pelear? – lo desafió Diego – venga, dame tu mejor golpe, a ver qué tal te va – lo amenazó.

Jorge estaba cegado por el enojo porque Diego no escuchaba sus explicaciones y se estaba comportando como un patán; no razonó nada bien las cosas y sucumbió ante las provocaciones de él, lanzó un puñetazo directo a la cara de Diego, impactándolo fuertemente y haciéndolo perder el equilibrio un instante. Diego no se lo esperaba, siempre había visto a Jorge como un chico pacífico pero vio que estaba equivocado; se recuperó pronto, y también cegado por la ira, se lanzó sobre él y comenzaron a golpearse mutuamente en una verdadera pelea, entre puñetazos, codazos, patadas y todo tipo de golpe.

  • ¡¿QUÉ COÑO LES PASA A USTEDES DOS?! – aparecía Reynaldo sorprendido por la escena.

Rápidamente tomó a Diego por el cuello de su camisa, y lo levantó del piso, colgándolo en el aire y poniéndolo contra la pared. Tenía una mejilla muy roja y salía un hilo de sangre de la comisura de su boca.

  • ¿Qué demonios haces aquí? – Le gritó furioso Diego – ¿Viniste a defender a tu mujercita? ¡Suéltame!

Jorge se levantó inmediatamente y, aprovechando que Diego estaba neutralizado, lo golpearía en el abdomen, pero Reynaldo liberó una de sus manos del rubio y lo detuvo tomándolo del brazo y doblándoselo, aplicándole una simple llave, haciéndolo retorcerse del dolor. Durante todo este tiempo que el joven chofer y guardaespaldas de Jorge tenía de trabajar para él, nunca había tenido que poner en práctica sus conocimientos de lucha y mucho menos hacer gala de las grandes fuerzas que guardaba en sus musculosos brazos… hasta ahora.

  • Rey suélt… ¡AAAAH!… me estás lastimando – se quejaba Jorge.

  • Los soltaré si y solo si me prometen que dejarán de pelear y se arreglarán de una forma civilizada ¿Vale? – los chicos miraban al suelo y no respondían – ¿Vale? – reiteró alzando su voz.

  • Vale – dijeron al mismo tiempo.

Reynaldo lo soltó y ellos se dirigieron miradas llenas de ira. Jorge se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.

  • ¿Jorge a dónde vas? – preguntó Reynaldo – espera.

  • No Rey – se volvió a verlos con los ojos llorosos y la nariz sangrando – no pienso arreglar nada, esto se acabó – Diego se le quedó viendo fijamente a los ojos sin entender sus lágrimas – no estoy dispuesto a arreglar las cosas, no quiero a mi lado a alguien que no me escuche y que no confíe en mí.

Diego se quedó mudo al verlo llorar y escuchar sus palabras. Por primera vez estaba considerando la idea que todo fuese un malentendido como Jorge insistía.

  • Espérame en la camioneta – le dijo Reynaldo – regreso luego.

Jorge se fue cabizbajo, dejando a Diego y a Reynaldo solos.

  • Oye…– dijo Diego confundido – ¿Qué pasó en realidad entre ustedes dos?

  • Absolutamente nada – repuso – para empezar no soy gay, ni bi, ni un folla lo que sea. Jorge te estaba hablando con la verdad – Diego no estaba tan convencido aun – mira… si no me crees, siéntate, cálmate y te cuento la historia completa.

Se sentaron en el sillón y Reynaldo le narró a Diego lo ocurrido, desde que Tatiana lo cortó, pasando por el momento en que Jorge lo cuidó durante su fiebre y terminando con lo que el mismo Jorge le relató de cuando se quedó dormido en la cama. Diego lo escuchó con atención.

  • Vale, que he entendido todo pero… ¿Por qué estaban abrazados? – inquiría Diego.

  • Siempre que duermo abrazo mi almohada o lo que sea que tengo a mi lado – respondió – te lo repito: Jorge y yo no tuvimos sexo ni nada por el estilo. Te lo puedo jurar por mi madre que es lo más sagrado que tengo.

Las palabras de Reynaldo hacían eco en Diego, le parecía sincero y que le decía la verdad, había caído en cuenta que había cometido un error al no querer escuchar a Jorge.

  • Mierda… ¿La he cagado verdad? – Reynaldo no respondió a esa pregunta – tengo que hablar con él… tengo que pedirle perdón – se paró y corrió hacia la puerta.

  • ¡Noooo! – lo detuvo – es mejor que hablen después, conozco a Jorge y ahora está cabreadísimo y no querrá verte – dijo – dale su tiempo y espacio ¿Vale?

  • Vale – asintió cabizbajo.

Reynaldo se acercó y le dio un golpecito en el hombro sonriéndole con compasión, luego se fue.

  • Ya era hora que aparecieras – le recriminó Jorge mientras se limpiaba la sangre de la nariz – llévame donde Mario.

  • Vale, en seguida.

Entraron los dos a la camioneta y se condujeron hacia la casa de Mario. Al llegar, Reynaldo detuvo el vehículo enfrente y esperó a que Jorge bajara.

  • Perdóname por meterte en estos líos Rey, tú con tus problemas y yo dándote más – irónico – estoy muy apenado contigo… tómate el resto del día libre y el lunes también, descansa y trata de levantar los ánimos, que lo de Tatiana pronto será un simple mal recuerdo – le sonrió afablemente.

Chocaron sus manos en son de despedida, como siempre lo hacían, y Jorge se bajó de la camioneta.

Con todo el problema de Jorge, Reynaldo hasta había olvidado los suyos, se sintió mal al recordar que su novia ya no era su novia y más le dolía su traición; ahora no le quedaba más que resignarse a que era de nuevo un hombre soltero y empezar desde cero en busca de su persona ideal, sin imaginarse que el universo estaba conspirando ya para esto.

* (Continuará…) ***

¡Hola chicos! Espero que este capítulo les haya gustado, muchísimas gracias por seguir leyendo esta historia, especialmente a quienes valoraron y comentaron el capítulo anterior: tejota, Rosloff, venezolanísimo y joshue08, además a quienes me escriben por correo: Fernando, David, Ever, Christian, Alex, Jorge… si se me escapa algún nombre, mil disculpas jejeje.

No olvidéis valorar y/o comentar con vuestras opiniones este capítulo por favor, también podéis escribirme a mi correo para estar en contacto. ¡Saludos!

Atte. Neuchâtel