Sol Naciente. Capítulo 05

- Creo que fue un error traerte a mi habitación – le dijo Diego deteniendo el beso, Jorge solo lo miró sin entender por qué lo decía – desde hace más de una semana traigo unas ganas tremendas de hacerte mío

Capítulo 05.

  • ¡Joder Diego! ¡No sigas! Que tu madre dijo que vendría pront…-

No acabó de hablar porque Diego lo había girado y besado con mucha pasión. Jorge no podía negarse a ese beso del chico que tanto le gustaba y del cual estaba enamorándose como él lo estaba de él, puso sus manos a ambos lados de su rostro mientras Diego bajaba lentamente sus manos desde la espalda de Jorge hasta llegar a sus nalgas. Sus pies se movieron de regreso al centro de la habitación, donde Diego lanzó a la cama a Jorge y se dejó caer sobre él sin dejar de besarlo ni un solo segundo. Sus piernas se enredaban entre sí y sus paquetes durísimos se friccionaban.

  • Creo que fue un error traerte a mi habitación – le dijo Diego deteniendo el beso, Jorge solo lo miró sin entender por qué lo decía – desde hace más de una semana traigo unas ganas tremendas de hacerte mío…

* Hace unas horas *

  • Joder… – decía Jorge frotándose las manos, estaba dentro de la camioneta y Reynaldo conducía – estoy que me muero de los nervios.

  • Mmm ya – respondía Reynaldo de mala gana – es lo normal.

Jorge había sido invitado esa mañana por Diego a su casa, a una cena organizada por su madre con el fin de conocerlo. Al principio dudó sobre si era conveniente ir, no se sentía apto como para llegar a la casa de Diego y que lo presente en plan de “Mamá, él es mi conquista”, por lo que se negó a asistir, pero con la intercesión de Mario y con las caritas de gato con botas de Diego aceptó ir. Ahora iba dentro de la camioneta por la carretera hacia la casa de Diego; no es que Diego no sea un caballero y no haya querido ir a traerlo a su casa, pero para evitar sospechashabían quedado con que su chofer y guardaespaldas personal lo llevaría y lo traería de regreso a casa. Jorge iba vestido un poco formal, pantalón negro, camisa color celeste, zapatos negros bien lustrados y su cabello muy bien peinado; se veía realmente más guapo de lo normal.

A pesar de la mezcla de emociones de Jorge, había algo que le estaba preocupando: Reynaldo. En todo el camino no había dicho absolutamente nada hasta hace unos instantes, desde esa mañana él había estado muy callado, un tanto cortante y frío al hablar; no era el mismo parlanchín y divertido de siempre. Cuando le comentaba algo del colegio o de Diego, él no mostraba interés y respondía sin mucho ánimo. Lucía como estresado y hostigado. Pensando en eso iba Jorge cuando la camioneta frenó con brusquedad, haciéndolo casi chocar con el asiento de adelante, las llantas rechinaron contra el asfalto y un olor a caucho quemado brotó de estas.

  • ¡¡Maldito hijo de puta!! – Gritaba furioso Reynaldo – ¡Casi chocamos por su culpa! ¡Se metió de una sola vez! – Jorge miró hacia el frente y vio que en un cruce de caminos se les había sobrepasado de forma imprudente un carro rojo desde la calle de la izquierda – no sé cómo es que hay tanto pendejo idiota conduciendo ¡Mierda! – golpeó el timón.

Jorge estaba un poco asustado. Era la segunda vez que veía a Reynaldo enojado, ayer había sido la primera gracias a las ideas “geniales” de Mario.

  • Rey… ¿Te pasa algo? – La camioneta se ponía de nuevo en marcha – desde hoy en la mañana andas muy tenso y además callado… ¿Ocurre algo malo?

  • No.

  • Sabes que puedes contar conmigo en cualquier situación – decía – soy tu amigo, puedes contarme lo que sea y darte tan siquiera apoyo moral – espetaba en caso de que su malhumor se debiese a Tatiana.

  • En serio, que no es nada – reiteraba – y discúlpame por lo de hace un rato, no debí usar esas palabras…

  • Tranquilo jejeje que no soy mi madre y no te regañaré por eso.

  • Jejeje vale – rió Reynaldo mínimamente. Era la primera vez en todo el día que Jorge lo miraba sonreír – creo que es por aquí donde vive Diego – habían llegado una zona residencial bastante lujosa.

Llegaron a la casa de Diego, donde en el portal de esta estaba él esperando a su chico.

  • Tómate la noche libre – le dijo Jorge a Reynaldo – Diego me irá a dejar a casa de regreso.

Se despidieron chocándose las manos como era su costumbre y Jorge bajó para encontrarse con Diego. Él estaba muy bien vestido también, pantalón negro, camisa blanca desabotonada de arriba mostrando un poco su marcado pecho, su cabello rubio lucía opaco ya que lo llevaba un poco húmedo aún y su sonrisa estaba más resplandeciente que nunca; su corazón latía a mil por hora a cada paso que daba Jorge hacía él, lo miraba más guapo que nunca y se cercioraba que sus sospechas eran ciertas, se estaba enamorando de él.

  • Hola señorito – le dijo Diego – ¿Lo conozco yo a usted? ¿Aceptaría si lo invito a pasar a mi casa?

  • Jajaja Diego, eres payaso – le dio un beso.

  • Es que te ves más bueno de lo normal – le daba otro beso – vamos – le tendía su mano.

  • Vamos…

Jorge tomaba la mano de Diego y echo un manojo de nervios entró junto con Diego a su casa.

●●●

  • Madre te presento a Jorge – decía Diego – mi no… mi amigo jejeje – se retractaba – Jorge ella es mi madre.

  • ¡Pero qué niño tan guapo! ¡Mucho gusto! – La madre de Diego abrazaba a Jorge y le daba un beso en cada mejilla – Christine Barkley.

  • Jorge Saavedra – respondía – y el gusto es mío Sra. Barkley.

  • Pero pasa por favor – lo tomaba del hombro y lo conducía al comedor – que ya serviremos la cena.

Los nervios y el miedo de Jorge se estaban disipando, la Sra. Christine no era una bruja como al principio lo imaginó; físicamente era muy parecida a Diego, era rubia, piel blanca, complexión bastante armoniosa ya que no era delgada pero tampoco era gorda, llevaba puesto un vestido azul oscuro que la hacía ver muy bien. Además de bella, parecía ser una mujer muy alegre y amable. Entraron al comedor y en efecto ya estaban listos los meseros para servir la cena. La Sra. Christine se sentó al fondo de la mesa y a sus lados se sentaron los dos chicos, en ese momento comenzaron a servir el banquete que ella había encargado para la ocasión.

  • ¿Y cómo te va en el colegio? – Le preguntaba ella a Jorge – Dieguito me ha dicho que este año te gradúas.

  • Me va muy bien, llevo buenas calificaciones – respondía amablemente – y sí, solo un mes y medio y recibo mi título de bachiller jejeje.

  • Qué bueno – decía – ¿Y qué piensas estudiar después?

  • Administración de empresas – repuso – o tal vez Ingeniería Civil… la verdad aún no me decido, ambas carreras me atraen.

La conversación fluyó de esa manera, la Sra. Christine le preguntaba a Jorge cosas sobre él, para conocerlo mejor y él respondía con mucha facilidad y cordialidad. Diego se quedaba solo al margen y los escuchaba, le alegraba ver que su madre al parecer realmente estaba interesada en conocer a su casi novio, y le alegraba mucho más ver cómo este se desenvolvía muy bien, nada intranquilo ni temeroso.

La cena transcurrió más rápido de lo imaginado, bien dicen que con una buena plática el paso del tiempo no se siente. Había pasado ya casi una hora y ninguno de los presentes lo había percibido, acabaron de comer y la Sra. Christine invitó a Jorge para que pasaran a la sala de estar para seguir conversando más cómodamente y que los meseros limpiaran la mesa. Se pusieron en pie y la señora se fue adelante, Diego se acercó a Jorge y lo tomó de su mano para llevarlo consigo a la sala. Jorge se sentía realmente bien porque la cena marchaba bien. El camino a la sala fue silencioso, ninguno de los chicos se dirigieron una sola palabra, era suficiente con sentir el calor de sus manos unidas. Al llegar notaron que la Sra. Christine no estaba, Jorge preguntaría al rubio por ella pero no fue necesario porque apareció de pronto, llevando entre sus manos algo que parecían ser libros.

  • Antes que vinieses Jorge – expresaba ella – me encontré con estos viejos álbumes de fotos de Dieguito ¿Gustas verlos?

  • Madre, Jorge no qui…

  • Por favor Steven… – Le reprendió – no seas maleducado.

  • ¡No me digas Steven!

Jorge se tapó la boca tratando de ocultar su risa pero de Diego de todas maneras la notó, le causaba tanta risa verlo discutir con su madre, quizá era la única persona que sabía poner en su lugar al chico más inquieto y rebelde de la sección C de segundo año de bachillerato, Diego Barkley.

  • Siéntate acá conmigo Jorge – le indicaba el sillón.

  • Vale jejeje – se sentaba junto a ella en mientras Diego solo se desplomaba sobre el otro sillón. Christine abría uno de los álbumes y comenzaba a mostrar.

  • Mira, este es Dieguito a los cuatro días de nacido junto con su padre, mi difunto esposo – señalaba en la foto al hermoso bebé – y esta fue justo una semana después y mira esta estamos los tres, Diego, su padre y yo…

Christine siguió mostrándole a Jorge la infinidad de fotos de Diego que tenía en los álbumes, todas ordenadas cronológicamente desde su nacimiento hasta quizá la fecha que corría. Jorge las miraba con mucho interés, estaba maravillado al ver al niño tan lindo que era Diego, el cual era ahora un hombre aún más bello que antes.

  • … esto fue en el 2001 en el programa de Doofy, Diego lo amaba y se sabía casi todas sus canciones ¡Ah! Y esta la tomé ese mismo año mientras jugaba con sus barquitos en el retrete jajaja – Jorge no contenía la risa al ver la foto.

  • ¡¡MAMÁ POR DIOS!! ¡¡NO LE MUESTRES ESAS FOTOS!! – le gritaba con la cara roja como tomate.

  • JAJAJAJAJAJA – reía Jorge como loco viendo la foto.

  • ¡DIEGUITO! – Le decía – ¡No me grites, que soy tu madre!

  • Pero que es que estás haciendo pasar vergüenzas – refunfuñaba cruzando sus brazos e inflando sus mejillas.

  • Sra. Christine, muchas gracias – Jorge quería seguir viendo las fotos de “Dieguito”, pero no quería que este se sintiese apenado, así que decidió ya no verlas más – pero creo que ha sido suficiente de fotos de Di…

  • ¡¡Mira que hermosura de foto!! – Lo interrumpía – Dieguito desnudo cuando tenía seis años y fuimos de vacaciones a Marbella – se la mostraba a Jorge.

Miró la foto: Diego estaba de espaldas al mar y totalmente desnudo, mostrando sin pudor alguno su casi microscópico pene y testículos. Esta vez hasta el mismo Jorge se sintió avergonzado e incómodo por la foto, su mente recordó que ya lo había visto desnudo en la actualidad y era muy diferente a como se veía en la foto, vaya que habían crecido los “atributos” de Dieguito.

  • Ya vuelvo, voy al baño – molesto se puso de pie y se fue.

  • Vale corazón – respondió su madre – aquí te esperamos.

Diego desapareció y se quedaron solos Jorge y Christine. Pasados unos segundos, ella ocultó la foto y apartó el álbum de sus piernas.

  • Al fin se fue – dijo ella en tono serio y descolocando a Jorge – pensé que nunca lo haría – se comenzaba a preocupar – necesito hablar seriamente contigo.

La sangre de Jorge se congeló al oír esas palabras, temía que esa pinta de buena madre y mujer fuera solo una máscara.

  • Dígame…

  • ¿Cuáles son tus intenciones con mi hijo? ¿Qué buscas de él?

  • Bueno… pues… yo – tartamudeaba – son… mis intenciones son buenas – se quedó callado un momento pensando sus próxima palabras, Christine lo miraba fijamente como una leona frente a su presa – Diego me gusta y mucho y creo que yo a él… mis intenciones solo pueden ser buenas. Y… de él lo que busco es una relación, una relación seria y estable. Nunca le haría daño, lo quiero demasiado como para hacerlo sentir mal.

  • Mmm ya – asentía ella – entiendo.

  • ¿Po-por qué me pregunta esto Sra.? ¿Hay algún problema con que él y yo estemos saliendo? – preguntó temiendo una respuesta afirmativa.

  • Claro que no Jorge y cambia esa cara de pánico – lo tomaba de su mano – ¿Sabes? Diego puede parecer un duro, un rebelde y que le vale un pepino medio mundo pero él es en realidad muy ingenuo, muy iluso, se ilusiona fácilmente – explicaba – es muy apasionado cuando alguien o algo le gusta y en ocasiones puede llegar hasta a perder la cabeza y… y… te pregunto esto porque Diego está enamorado de ti y no me gustaría que volviese a pasar lo que le pasó con su anterior novio, que solo lo quería para pasar el rato.

  • ¿E-e-e-en serio? ¿Él lo está? – lleno de felicidad Jorge preguntaba.

  • Sí jejeje me habla de ti todo el tiempo jejeje – volvía el tono dulce de su voz – sonríe más cuando está contigo y sus ojitos brillan cuando te ve… soy su madre y lo conozco bien y estoy segura que muere por ti.

Jorge no podía aún creer lo que la Sra. Christine le decía, se sentía feliz por saber que Diego de verdad le estaba correspondiendo a sus sentimientos. Era un sueño hecho realidad. El celular de ella comenzó a sonar sobre la mesita de cristal, una llamada estaba entrando.

  • No le digas a Diego que hablamos de esto ¿Vale? – Jorge solo asintió – Discúlpame, debo atender.

Ella se alejó y tomaba la llamada. Diego regresó del baño y aprovechando que solo estaba Jorge se sentó junto a él y pasando su brazo por su hombro le daba un beso en los labios.

  • ¿Y mi madre?

  • Chicos – aparecía ella de regreso – debo ir a la oficina, Glenda dejó olvidados unos documentos ahí y no tiene llaves. Vuelvo en un rato ¿Vale?

  • Vale mamá – contestaba Diego – te esperamos.

Christine se acercó a ellos y le dio primero un beso en la mejilla a Jorge, a quien le guiñó un ojo en son de complicidad, luego le dio un beso a Diego, a quien le susurró al oído: “Cuidadito con lo que haces en mi ausencia, nada de manos calientes”, haciéndolo sonrojar un poco. Ella les dirigió otra sonrisa y se fue.

●●●

  • Pasa – le decía Diego a Jorge – esta es mi habitación ¿Qué te parece?

Jorge pasaba y apreciaba la pieza. Era bastante amplia, en el centro había una cama muy lujosa, frente a esta un televisor de 42 pulgadas acompañado por un teatro en casa, en una esquina estaba una computadora y a un lado estaba el ropero y un recipiente en forma de cofre; lucía bastante reluciente, en la mañana Diego la había limpiado y ordenado.

  • Luce bien… esperaba verla sucia jajaja – reía.

  • ¡Naaah! Que va – se arrojó sobre la cama como arrojarse a una piscina, suspiró profundo, estaba feliz – ven… acompáñame – tocaba su lado izquierdo de la cama.

Sin pensarlo dos veces, Jorge se fue a acostar a su lado, sin su mente recrear la escena de la última vez que habían estado juntos en una cama. Sintió que por su pene recorrió una leve corriente eléctrica. Recordaba también las palabras de la Sra. Christine: “Diego está enamorado de ti […] sus ojitos brillan cuando te ve […] estoy segura que muere por ti”.

  • Hey… – Diego lo sacaba de sus pensamientos acariciando su cabello – disculpa si mi madre te hizo sentir incómodo en algún momento. Ella es un poco… mmm… especial, sí, especial jejeje cuando traigo un chico a casa siempre se comporta así… es empalagosa, muestra un par fotos mías de niño… en fin, discúlpame.

  • Jajaja no, descuida – decía – que tu madre es un encanto, es la suegra que toda chica o chico quisiera tener.

  • ¿La quisieras tener tú? – lo miraba a los ojos y le sonreía con malicia.

  • No jajaja – le bromeaba – no creo.

  • Aaah con que esas tenemos eh pillín – le seguía la corriente – entonces vaya quitándose la idea que le volveré a dar uno de estos… – lo tomó de la cara y le daba un beso – ese fue el último.

  • Nooo – le hacía un puchero – yo quiero más de esos – acercó su rostro para besarlo pero Diego lo apartó, lo intentó una vez más y esta vez él hundió su cara en la almohada, evitando recibir el beso de Jorge una vez más – ¡Oye! No te me escondas.

  • Ya te dije que ese fue el último, ya no más jajaja.

  • Vale, está bien Dieguito – decía Jorge siguiendo el juego – entonces me voy.

Jorge se salió de la cama y se dispuso a irse de la pieza de Diego, no obstante, éste que era habilidoso y rápido, se salió también y lo detuvo rodeándolo con sus brazos, pegando su espalda a su pecho y su hombro a su mentón.

  • No, no te vayas – le susurró al oído – te daré los besos que quieras.

Lo besó tierna y suavemente desde su oreja, pasando por su mejilla hasta llegar a sus labios. Diego se pegó más al cuerpo de Jorge, pegando su paquete a su trasero.

  • ¡Woah! – Espetó Jorge alejándose un poco – jejeje creo que alguien tiene una erección.

  • No es mi culpa jejeje – decía Diego pegándolo de nuevo – es tuya porque estás demasiado bueno – besaba su mejilla mientras frotaba su cuerpo al de él. Jorge podía sentir el pene de Diego recorrer su raja sobre sus ropas, eso lo prendió mucho haciendo que su pene se pusiese tan duro como lo tenía el rubio.

* Ahora *

  • ¡Ufff! ¿En serio?

  • Síp – lo besaba – quiero hacerte el amor.

Los besos subían de nivel, se volvían más candentes y se respiraba un ambiente de deseo y sexo, le importaba un bledo a Diego lo que su madre le había dicho antes de irse, él quería estar con su chico. Las manos de Jorge desabotonaban la camisa de Diego, abriéndose paso para acariciar esos pectorales suaves y bien definidos, tocaba sus pezones que estaban rígidos y los cuadritos de su abdomen. Diego estaba a mil, gemía levemente a cada caricia que las manos de Jorge le regalaban. Corrió sus manos desde el cuello de Jorge hasta la hebilla de su cinturón y lo desabrochó, bajó la cremallera y sus dedos entraron a tallar su pene sobre su ropa interior.

Las cosas se estaban poniendo mejor, la camisa de Diego había salido volando hacia cerca de la puerta y Jorge ya tenía desabotonada la suya; sentían el calor de sus pechos adolescentes rozarse como sus labios lo hacían desde hace mucho rato. Pero este buen momento no duró mucho, porque se escuchó que la puerta de la casa se abría y se cerraba haciendo eco, era la Sra. Christine, que había regresado ya de su oficina; los chicos se detuvieron, Diego se levantó aún con una erección que le abultaba el pantalón y buscó su camisa para ponérsela, en cambios Jorge se levantó y se metió al baño, tomándose su pantalón para que no se le cayese. Abajo se escuchaba la voz de la madre de Diego llamándolos: “¿Dieguito? ¿Jorge? ¿Dónde están?”. Diego se puso rápido su camisa y se ajustó bien la ropa, se peinó el cabello y encendió la TV, se arrojó a la cama y se cubrió la erección con un cojín.

  • ¿Diego? – su madre abría la puerta y asomaba – ah, aquí estás ¿Y Jorge? ¿Ya lo fuiste a dejar?

  • Nop eh… él está en el baño – respondía.

  • Hola Sra. Christine – aparecía Jorge del baño, con su ropa bien puesta y sin rastros de lo que acababa de pasar – aún estoy aquí jejeje pero creo que es casi hora que me vaya.

  • Sí – miraba su reloj – son casi las 12:00, Rita se puede preocupar por ti. Toma el carro y ve a dejarlo – le ordenó a su hijo.

Los tres salieron de la habitación, Jorge le hizo una mirada cómplice a Diego mientras reían por lo bajo. Jorge se despidió de la madre de Diego con un fuerte abrazo y un beso en cada mejilla, era evidente que habían congeniado mucho.

●●●

  • Hey…

  • ¿Mmm? – respondía Jorge, estaban dentro del carro, recién habían llegado a la mansión de Jorge.

  • ¿Y si terminamos lo que empezamos hace un rato? – Jorge lo miró sorprendido, él continuó – no hoy – aclaró – el sábado ¿Te parece? Conozco un buen lugar, es bastante privado y…

  • Claro que sí – respondió – me parece… ehm… te veo mañana en el colegio – se acercó a Diego y le dio un pequeño beso en los labios.

  • Vale, pasa linda noche y… te amo.

* (Continuará…) ***

¡Hola chicos! Gracias por seguir leyendo. A fuerza de ser sincero, debo confesaros que este capítulo no me gusta, es un capítulo de relleno que me aburre jajaja pero igual lo publico porque pasan y se dicen cosas que pueda que sean necesarias que las sepan para entender algunas situaciones futuras, pero no os preocupéis, que para el próximo capítulo os traigo una bomba, un pequeño giro a la historia que creo que os gustará.

No olvidéis valorar y/o comentar con vuestras opiniones este capítulo, también podéis escribirme a mi correo para estar en contacto. ¡Saludos!

Atte. Neuchâtel