Sol Naciente. Capítulo 03

De un fuerte y repentino abrazo, la boca de uno buscó a la del otro hasta encontrarse en un solo punto, colisionándose en un apasionado beso

¡Hola! ¡Hola! Es un gusto saludaros de nuevo. Os traigo ya el tercer capítulo de Sol Naciente. Nuevamente aprovecho la oportunidad para agradecer a quienes leyeron el capítulo anterior, en especial a aquellos que lo valoraron y lo comentaron: Viento, Rosloff, bicrod, PipeAlejandro y tejota, respondí a vuestros comentarios en el mismo capítulo anterior y también a quienes me escribieron a mi correo: Christian y Ever. Sin más, os dejo con la entrega de hoy.

Capítulo 03.

De un fuerte y repentino abrazo, la boca de uno buscó a la del otro hasta encontrarse en un solo punto, colisionándose en un apasionado beso. Los labios del chico temblaban de la emoción por la intensidad del beso y todo lo que esto significaba para él, sus manos bajaron pacientes por el cuerpo del otro, tallando primero su cuello con delicadeza para después pasar a besarlo, luego las bajó más hasta encontrarse con su musculoso pecho, apretando sus pectorales por encima de su camisa, los podía sentir bien definidos y duros como roca. Él solo gemía despacio al tacto del chico, le estaba encantando lo que le estaba haciendo, tenía su cabeza hacia atrás reposada sobre el respaldar de la silla; estaba un poco confundido con lo que estaba viviendo en ese momento pero si de algo estaba seguro era que le estaba gustando y mucho, no pensaba detenerlo.

El chico comenzó a desabotonar la camisa del otro, hasta desnudar ese pecho que había estado tocando hace unos segundos, se quedó impresionado al verlo a plenitud, sus pectorales y ese abdomen bien esculpido y lampiño. Su boca bajó de su cuello hacia su pecho, depositando por cada milímetro de este un beso con el que dejaba un pequeño rastro de su saliva, fue bajando parsimoniosamente hasta llegar a su pantalón; deslizó su mano derecha hacia su bulto, que estaba durísimo y pidiendo a gritos que lo sacaran de su encierro y lo dejaran salir a jugar, pero en eso el chico cayó en cuenta de lo que estaba haciendo y se detuvo:

  • ¿Qué haces? – Le preguntó el otro al notar que había parado con su labor – ¿Por qué no continuas?

  • ¿Es… es-es-tás seguro… estás seguro que quieres hacerlo? – le preguntó dudoso quitando su mano de su paquete – ¿Quieres que continúe?

  • Claro que sí.

Puso su mano de nuevo en su paquete y empezó a magrearlo. Él le indicó con un gesto que levantase sus brazos, el chico lo hizo y le quitó su camisa, lo tomó de su cara y lo besó nuevamente, posando sus manos en la espalda de este. Ambos no estaban muy seguros de lo que estaban haciendo pero no podían detenerse, sus cuerpos estaban excitados y necesitaban dar rienda suelta a sus instintos carnales. El chico corrió sus manos por la tableta de él una vez más, bajando hasta el broche de su pantalón, lo abrió y sin esperar tanto sacó su pene, era de tamaño normal, no excedía los dieciocho centímetros, delgado y sin un solo rastro de vellos a su alrededor. Se arrodillo entonces y se dispuso a mamarlo, introduciendo la cabeza a su boca, probando el sabor de este, para luego irlo engullendo poco a poco; él solo lo miraba y gemía por la excitación de la escena del chico comiéndose su mástil.

Se la estuvo mamando como desquiciado por cerca de cinco minutos hasta que se volvieron a besar, fue un beso con sabor a preseminal, y se lanzaron a la cama. El chico cayó sobre el otro, que aprovechando la posición le desabrochó su pantalón y se lo quitó con todo y bóxer, dejándolo desnudo como él estaba.

  • ¿Quieres que te la meta? – le susurraba el chico al oído al otro – ¿Quieres sentir mi verga? Que te rompa el culo… – continuó diciéndole cosas obscenas que no hacían más que aumentar la excitación.

  • Sí, quiero que me hagas tuyo esta noche – fue lo único que pudo responder.

El chico se levantó y buscó su pantalón, sacó de su billetera un pequeño paquete plateado, que no era más que un preservativo, lo sacó y se lo puso en su pene lo más rápido que pudo. El otro seguía en la cama, viendo al techo y con las piernas abiertas a la espera que el chico regresase, cuando esto pasó, introdujo un dedo en su ano, el cual cedió fácilmente permitiendo que introdujese un segundo y luego un tercero. Estando ya listo, el chico procedió a penetrarlo, colocó su pene entre las nalgas del otro, empujándolo con lentitud iniciando su recorrido por su cavidad, produciéndole grandes y profundos gemidos, que cesaron hasta que había terminado por metérsela hasta el fondo.

Se miraban con deseo en ese momento, sus cuerpos sudados se habían fusionado y se sentían uno. Se besaron salvajemente mientras el vaivén del chico daba inicio, reanudando los gemidos del otro.

  • ¿T-te gusta? – le preguntó el chico sin parar en sus arremetidas.

  • Mmm… aaah… sí – respondía entre gemidos – me encanta.

De pronto sonó un celular, parecía ser un mensaje de texto, el chico detuvo su vaivén mientras el otro lo tomó y lo reviso. Era un mensaje de su novia, le preguntaba dónde estaba.

  • ¿Quién es? – inquirió, quería que continuasen.

  • Es mi novia, Ta…

  • ¡No menciones su nombre! – Le gritó enojado interrumpiéndolo – ¡Tú estás conmigo ahora! ¡Eres mío!

El chico lleno de furia empezó a follarlo de nuevo de forma ruda, queriendo hacerle daño desatando su enojo con cada embestida, pero en realidad más que daño le generaba placer y lo hacía retorcerse en la cama.

  • ¿Tu novia? Pfff – decía – no me hagas reír. Si tan solo ella viera como te encanta la verga y como te tengo gozando ahora mismo dejaría de ser tu novia.

Sus arremetidas se hicieron más fuertes y profundas, no pudo más con la excitación y se corrió abundantemente dentro del condón, soltó tres chorros potentes de semen que hubiera deseado mejor que llenasen el ano del otro. Ambos se quedaron exhaustos sobre la cama, sudados y viendo solo al techo hasta que…

  • ¿A dónde vas? Tenemos que hablar…

  • No Mario – dijo recogiendo rápido su ropa – no tenemos nada de qué hablar.

  • P-p-pero-pero – tartamudeaba – ¡Por favor Pablo! Esto es siempre lo mismo – le reprochaba – vienes, me haces cara de angelito, te metes en mi cama y luego te vas como si nada.

  • Lo siento… ¡No sé! – aturdido se ponía su camisa – esto fue un error, perdóname, no soy como tú, no puedo ser tu novio ni nada por el estilo.

  • No sé por qué te empeñas en negar lo que eres Pablo – con un nudo en la garganta decía Mario – admite que te van los chicos como las chicas – Pablo solo negaba con la cabeza mientras se ponía sus zapatos – si te gustaran solo las chicas te quedaras solo con Tamara y no me buscases para que te folle, no disfrutases como lo acabas de hacer ¡ADMITE DE UNA PUTA VEZ QUE YO TE GUSTO! – le gritó furioso.

Pablo no soportó escuchar eso y salió corriendo de la habitación de Mario, este solo lo vio salir y una vez más su corazón se quedaba destrozado en mil partes por culpa de Pablo otra vez, la tercera vez en lo que iba del mes, décima en lo que iba del año y ya había perdido la cuenta de cuantas desde que lo conoció. Mario no pudo contenerse más, se puso de pie y desnudo como estaba, desató su furia botando las cosas que estaba sobre la mesa de noche y golpeando su puño contra la pared, maldiciendo por enésima vez el nombre de Pablo.

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  • … ¿y es tu… eh… te gusta? – inquiría Reynaldo.

  • Pufff – respondía Jorge llevando una cucharada de helado a su boca – claro que me gusta, Diego es… joder, que pedí helado de ron con pasas y me pusieron vainilla – se quejó.

  • Ve a que te lo cambien – sugirió.

  • No – se llevó otra cucharada a su boca – me lo comeré igual.

Era lunes de nuevo, una jornada más de colegio había terminado para Jorge ese día un poco antes de lo habitual, su maestro de biología se había enfermado y tenido que retirar a media mañana para reposar, por lo que salió dos horas antes de lo establecido en su horario de clases. Jorge llamó a Reynaldo para que fuese por él pronto, porque necesitaba ir a casa de Mario, quien había faltado a clases porque había amanecido con gripa, pero un mensaje de Diego pidiendo que lo esperase a la salida pospuso sus planes. Ahora Jorge y Reynaldo estaban en la heladería que está frente al colegio, hablaban sobre Diego.

  • ¿Y desde cuando lo conoces? – preguntaba curioso Reynaldo.

  • Mmm… de vista desde el año pasado – respondía Jorge – y le hablé por primera vez el viernes.

  • … – el guardaespaldas se quedó callado viéndolo con cara de sorpresa.

  • ¿Qué ocurre? – extrañado.

  • Jajaja nada – rió – solo que… no sé… ¿no crees que empezaron al revés? Jajaja – Jorge no entendió a lo que se refería pero él continuó – o sea, normalmente empiezas conociendo a la persona, hablan, salen un par de veces, se ponen el título de novios y lo último es el sexo... bueno al menos con mis novias las cosas han sido así jejeje pero ustedes empezaron por el sexo.

Reynaldo hablaba de una manera muy desinhibida con Jorge, no estaba acostumbrado a hablar con otro hombre sobre hombres pero no le importaba, trataba de ver la homosexualidad de Jorge como algo muy normal, dejando de lado los preceptos de la sociedad y tratando de abrir su mente a nuevas ideas. Por su parte Jorge no se incomodaba por las preguntas de Reynaldo, las cuales a veces eran un poco tontas por su misma ignorancia sobre el tema, pero le hacía sentir bien que él siguiese interesándose en su vida como siempre.

  • Jajaja sí, lo sé – admitía – creo que no debimos hacerlo… – se quedó callando pensativo mientras Reynaldo solo asentía con la cabeza – todo pasó muy rápido esa noche, no sé en qué momento nos estábamos besando ni en qué momento me metí su pene en mi boca, fu… – fue interrumpido bruscamente.

  • (¡¡Coff!! ¡¡Coff!) – Tosía Reynaldo que se había atragantado con el helado, tenía su cara roja como un tomate y se pegaba contra el pecho. Le había tomado de sorpresa esa última declaración de su protegido y más cuando vio como una gota de su helado de vainilla rodaba de la comisura de sus labios – (¡¡Coff!! ¡Coff!)

  • ¡Reynaldo! – descolocado Jorge no hallaba que hacer, trataba de darle viento con su servilleta – ¡Mierda! ¿Qué te ocurre?

  • (¡¡Coff!! ¡¡Coff!!¡¡Coff!! ¡¡Coff!!) – no paraba de toser.

Reynaldo le señaló su botella de agua, Jorge la tomó y se la pasó rápido para que bebiese, se la tomó toda de un solo sorbo. En eso se acercó una de las chicas de la heladería con otra botella con agua para asistirlo, pero bastó con la que Jorge le había dado para que cesase su tos, el color rojo de su cara desaparecía poco a poco.

  • ¿Está bien joven? – le preguntó la chica con amabilidad.

  • Sí (¡Coff!) – Respondía – estoy bien, muchas gracias – respiraba hondo.

  • Le traje más agua por si la necesita, va por cortesía de la casa – puso la botella en la mesa.

  • Muchas gracias – sonriente agradeció, ella le correspondió la sonrisa y se fue de regreso al mostrador.

Se hizo un silencio entre los dos chicos. Reynaldo tenía la mirada fija en dirección a donde la chica se había ido hasta que…

  • Eh… lo-lo siento – dijo Jorge sin verlo a la cara, estaba muy apenado – creo que fui demasiado explícito con lo que te dije.

  • Jejeje descuida – respondió Reynaldo aún un poco descolocado.

  • No, en serio, lo siento – dijo – es por la costumbre de hablar con Mario, con él no tengo reserva alguna para hablar de estos temas – Reynaldo solo asentía callado con una media sonrisa – mejor ya no hablemos de mí vale – sugirió alzando su rostro sonriendo – ¿Cómo estuvo tu domingo eh? ¿Saliste con Tatiana?

La cara de tranquilidad de Reynaldo cambio cuando Jorge le preguntó esto, su domingo no había sido lo que él había querido.

  • Ehm… no – respondió – no pudimos vernos.

  • ¿Y eso? ¿Se han peleado? – preocupado inquirió.

  • No, para nada, a ella le llamaron del trabajo para que cubriese el puesto de otro chico que está enfermo y tuvo que ir – cabizbajo explicaba.

  • Oh, qué mal – Jorge se lamentaba.

  • ¿Sabes? A veces… a veces siento que las cosas entre ella y yo no son lo mismo que antes – triste decía Reynaldo – siento que nos vemos muy poco y no es por mi trabajo, porque sabes que después de las ocho de la noche mis responsabilidades contigo acaban y puedo salir a verla, sino que es por el suyo… pienso que últimamente se ha vuelto adicta a su trabajo, hace muchas horas extra, sale casi a medianoche… y cuando nos vemos, ella es muy fría, callada y es porque está cansada, casi no hay besos, ni caricias, ni palabras de amor… tenemos casi tres meses sin hacer el amor…

  • ¿Y por qué no le dices eso? – aconsejaba.

  • Se lo dije la semana antepasada y se enojó much…

Reynaldo no terminó de hablar porque Jorge alzó su mano haciéndole señas a alguien para que lo viese. Él se giró para ver de quien se trataba y se encontró con la imagen de un chico de estatura baja, piel bronceada y cabello rubio oscuro, vestía un uniforme de colegio como el de Jorge – pantalón negro, camisa blanca de mangas largas y un chaleco gris del frente y negro del revés, con una corbata color vinotinto –; iba acercándose hacia su mesa a paso seguro hasta que su mirada se encontró con la imagen del guardaespaldas y se detuvo en seco.No era nadie más que Diego.

  • Creo que te tiene pena – dijo despacio Jorge a Reynaldo poniéndose de pie – vuelvo en un rato.

En seguida se fue al encuentro con Diego, no sin antes chocar puños con Reynaldo. Éste se quedó en su asiento únicamente viéndolos, los dos se sonrieron nerviosamente y se saludaron dándose la mano, luego salieron de la heladería hacia la calle.

Jorge y Diego se fueron caminando a paso lento por la acera platicando cosas banales del colegio, nada de suma importancia; sus pasos los llevaron hasta un pequeño parque que estaba a cuatro cuadras del colegio, era un sitio rodeado de árboles, con senderos de piedra y una pequeña fuente en el centro, era muy poco frecuentado por personas a esa hora, lo que lo hacía en un sitio perfecto para dos enamorados.

  • ¿No has tenido problemas con tu empleado? – preguntó de pronto Diego cambiando drásticamente de tema.

  • No – respondió Jorge – ni uno solo, el sábado en la noche hablé con él y… fue un poco difícil e incómoda para los dos la situación pero afortunadamente todo salió bien. Él fue comprensivo y me prometió que no le diría a nadie.

  • Que bueno – decía Diego – me alegra – sonrió.

  • Sí… él es lo máximo, le tengo mucho cariño y creo que él a mí también.

Diego se detuvo, cruzó sus brazos a la altura de su pecho y dijo en tono molesto:

  • Oye cuidado con lo que dices eh – Jorge lo miró extrañado – que yo soy celoso jajaja – bromeó.

  • Jajaja – rió Jorge – eres un tonto – le dio un golpecito en la cabeza – Reynaldo tiene novia y además tú no tienes por qué celarme jajaja tú y yo somos solo amigos.

  • Eso creo que no será por mucho…

Diego se acercó a Jorge y lo tomó de su cintura atrayéndolo hacia sí para robarle un beso de sus labios. Fue un beso suave y tierno, los labios de ambos se movían con delicadeza rozándose unos con los otros; Jorge colocó sus brazos alrededor del cuello del rubio, pegándose más a su cuerpo, sintiendo su calor y su cuerpo marcado por encima de sus uniformes.

Finalmente acabó su beso, poco a poco sus labios se separaron unos centímetros. Jorge tenía su respiración agitada y sonreía nervioso viendo al suelo, mientras que Diego estaba muy relajado sonriéndole espléndidamente viéndolo a la cara, no podía contener su emoción, se sentía feliz de tener entre sus brazos al chico que le gustaba, al que él consideraba el más guapo del colegio.

  • ¿No piensas decirme nada? – preguntó Diego en voz baja.

  • Eh… es que… no sé qué decirte – respondió.

  • Jajaja vale – rió – no digas nada. Solo escúchame, porque yo sí tengo algo que decirte…

  • Ajam, dime – Jorge sentía un leve hormigueo en sus piernas y su corazón palpitaba más rápido.

Diego lo tomó de la mano y lo llevó hasta una banca que estaba en el redondel de la fuente, se sentaron y sin soltar su mano Diego dijo:

  • Me gustas…

Jorge era una avalancha de pensamientos y sentimientos, estaba sin palabras desde hace un par de minutos y lo seguía hasta ahora, que con esa declaración que le había hecho Diego se había quedado mudo. No podría creer que esa obra de arte esculpida por los mejores talladores griegos estuviese a sus pies, que le estuviese diciendo que le gustaba. Era como un sueño hecho realidad. Diego continuó:

  • Me gustas y mucho – dijo haciendo una pausa – quizás tú pienses mal de mí, debes pensar que soy un perro que solo quería acostarse contigo… tomando en cuenta la forma en que nos conocimos ¡Hasta yo en tu lugar pensaría mal de mí! – Jorge no contuvo la risa al escuchar eso último – pero déjame decirte que mis intenciones contigo son buenas, me gustaría empezar desde cero: tratarte, conocerte más, salir contigo… intentar algo – acabó Diego apretando más fuerte su mano.

  • Mmm vale – asentía Jorge – ok – aún no terminaba de procesar lo que Diego le había dicho.

  • ¿Qué dices? – Diego estaba muriendo de los nervios, sus manos sudaban y estaba poniéndose frías a la vez. No quería ser rechazado como la última vez que se le había declarado a un chico.

  • Tú…tú… también a mí…– tomaba seguridad – tú a mí también me gustas – los ojos de Diego brillaron más que de costumbre cuando estaban frente a Jorge, una sonrisa de emoción y satisfacción se dibujó en su cara – en ningún momento pensé mal de ti, es más, pensé que tú pensabas mal de mí jejeje creo que en eso estamos a mano y… – hizo una pausa – claro, a mí también me gustaría intentar algo contigo.

Diego no contuvo su alegría y volvió a besar a Jorge como lo había hecho hace un rato. Dando inicio de esta forma la historia de amor de Diego y Jorge.

* (Continuará…) ***

Si habéis llegado hasta acá, os agradezco mucho por haber leído, espero haya sido de su gusto y reitero el encarecido pedido porque lo valoren y comenten, díganme qué les pareció, si les gustó o no, pueden hacerme llegar también sus opiniones a mi correo que está acá en mi perfil. Actualmente ya tengo iniciado el Capítulo 04 pero estoy teniendo problemas para continuarlo ya que hay otra historia rondando en mi mente y de pronto me encuentro en un dilema a la hora de escribir, siento que las dos me susurran al oído “Escríbeme, escríbeme” y no logro avanzar con ninguna jajaja de igual forma, trataré de tener listo el próximo capítulo para dentro de siete días.

Atte. Neuchâtel