Sol Naciente. Capítulo 02

La homosexualidad de Jorge ha sido descubierta por Reynaldo, su chofer y guardaespaldas, ahora deberá afrontar las consecuencias de esto. ¿Será que Reynaldo le dirá todo a sus padres? ¿O preferirá callar el secreto de su protegido?

Hola a todos, es un gusto saludaros una vez más. Os traigo ya el segundo capítulo de esta serie de relatos. Aprovecho para agradecer a quienes leyeron el capítulo anterior, en especial a aquellos que lo valoraron y lo comentaron: Rosloff, PipeAlejandro, tejota y ELSOLO2010, respondí a vuestros comentarios en el mismo capítulo anterior. Sin más, os dejo con la entrega de hoy.

Capítulo 2.

  • Cariñooo… bebéeee… – susurraba una voz femenina – despierta que ya es tardeeee… la abuela ha venido a verte.

Lentamente el chico fue abriendo sus ojos, hasta encontrarse con el rostro sonriente de una mujer de baja estatura, piel blanca, de cuerpo muy bien esculpido a sus 40 años y cabello rojizo. Ella era Rita de Saavedra, madre de Jorge estaba dentro de su cuarto, sentada en la orilla de su cama tratando de despertarlo porque era ya la 01:00 de la tarde.

  • Mmmm mamá… – se removía entre las sábanas – cinco minutos más por fa…

  • No hijo – se ponía de pie y se dirigía a la ventana – ya es muy tarde – apartó las cortinas y la abrió, dejando entrar la fuerte luz del sol y una cálida brisa característica del mes de marzo en la ciudad – báñate y ponte lindo porque saldremos con la abuela a comer.

  • Ok, ok – se desperezaba estirando sus brazos al cielo y bostezando – bajo en seguida.

Doña  Rita se acercó de nuevo a su hijo y le dio un beso en la frente, luego salió de la habitación. Jorge salió de la cama lanzando las sábanas al suelo, fue hasta ese instante que se dio cuenta que llevaba la misma ropa de ayer, su paz se acabó y recordó todo lo que había sucedido…

  • Reynaldo… – repitió su nombre.

Anoche

Caminando con un tanto de dificultad, con las piernas temblorosas y su cabeza hecha un lío, Jorge entró a la camioneta; por obvias razones, sintió un leve dolor al sentarse pero eso era lo de menos en ese momento. Reynaldo estaba ya dentro de ella en el volante, se cercioró que Jorge se pusiera el cinturón de seguridad y arrancó el vehículo.

El silencio predominaba ahí adentro, pero no era un silencio normal, era uno sepulcral y malsano que carcomía a ambos con dudas y preguntas que querían salir pero se atrevían a hacerlo. Este sería un viaje largo e incómodo para los dos, nunca se habían sentido como tal estando juntos en más de un año que llevaban de conocerse. Jorge seguía frío como un témpano de hielo, sentía ganas de llorar y de que la tierra se abriese y se lo tragara, el miedo se había apoderado de él, porque Reynaldo más que su empleado era su amigo y temía a que esa amistad se acabara por algo como tal, y temía más a que este en su coraje por haberlo descubierto le dijera a sus padres su secreto… ese era en realidad su miedo más grande: que sus padres supiesen que es gay y lo rechazasen. Por otra parte, Reynaldo también estaba con confundido, su mente era un caos, aún no lograba asimilar lo que sus ojos habían visto; una sensación de enojo, impotencia y asco lo embargaba.

  • Rey… – lo llamó suavemente.

  • ¿Mmm?… – frívolo respondió.

  • Nada – dijo Jorge en un hilo de voz.

Esa respuesta había sido suficiente para Jorge para constatar que Reynaldo estaba enojado, así que tomó su abrigo de cuero y se lo puso sobre su cara, no quería que lo viese a la cara, no soportaba la vergüenza y la tristeza. Todo estaba perdido, la que sería la mejor noche de su vida al lado del chico que le gustaba se había convertido en la noche más terrible de su vida, la peor. La cabeza de Jorge daba vueltas y buscaba una respuesta a su problema sin mucho éxito, fue de esta manera como fue perdiendo la noción del tiempo y sus ojos se le cerraron, quedándose dormido.

Ahora

Jorge salió de su habitación, iba bien bañado y perfumado, vistiendo jeans negros y una camisa color naranja. Antes de bajar las escaleras sacó su celular del bolsillo y revisó Whatsapp,tenía varios mensajes, unos de Mario y otros de un número desconocido; revisó primero los de Mario, le preguntaba cómo marchaban las cosas en su casa con Reynaldo. No respondería ese mensaje hasta después, ahora solo quería ir a comer junto a su madre y abuela. Vio al otro mensaje de un número desconocido, este decía: “Hola. Soy Diego, Mario me dio tu número ¿Estás bien?”, abajo estaba otro que había sido enviado una hora después: “Por fa contéstame, me tienes muy preocupado”, y luego otro con media hora de diferencia: “¿¿Holaaa?? ¿Estás ahí Jorge?”. La cara de este esbozó una gran sonrisa al leer esos mensajes, le parecía algo muy lindo por parte de Diego que le escribiese para saber cómo estaba; volvía a sentir las mariposillas en el estómago por esto.

Jorge no esperó para responderle, fue breve: “Hola, de momento todo bien. Hablamos cuando llegue a mi casa, ahora estoy fuera. Ciao”.

Bajaba ahora el chico con miedo las escaleras, no sabía a lo que se podría enfrentar cuando viese a sus padres y mucho menos cuando viese a Reynaldo, pero ese miedo fue disipado en el momento que al final de las escaleras le esperaba con los brazos abiertos su abuela, una septuagenaria mujer de cabellos plateados y rostro arrugado y afable.

  • Pero que nieto más guapo el que tengo – dijo.

  • ¡Abuela Camila! ¡Hola! – corrió a abrazarla.

Se fueron juntos al sillón de la sala a hablar de cosas triviales, las típicas preguntas de abuelita: ¿Cómo va el colegio? ¿Hay novia ya? ¿Cómo van los amigos? ¿El futuro?, etc., ninguna de estas preguntas le incomodaron a Jorge, sabía desenvolverse bien. Luego de cinco minutos, Doña Rita apareció por las escaleras e interrumpió la conversación.

  • ¿Estamos listos ya? – les preguntó.

  • Sí hija – respondió la abuela.

  • Pues salgamos – dijo – el chofer nos espera ya afue…

  • ¿Es Reynaldo? – interrumpió Jorge, sus preocupaciones habían vuelto, no quería verlo.

  • No – extrañada su madre – es Claudio… Reynaldo fue a dejar a tu padre al aeropuerto y aún no regresa… ¿Por qué?

  • Ehm… por nada – se tranquilizó – vámonos.

Los tres salieron de la mansión, ya frente a esta estaba esperándolos la camioneta gris que Claudio solía manejar. Entraron a esta y se dirigieron hacia el centro de la ciudad.

●●●

La noche había caído ya, Mario estaba en su casa nuevamente solo, estaba en sillón de la sala, con el televisor encendido en un canal de noticias y con su portátil en las piernas. Mario Sandoval era un chico bastante normalillo como su mejor  amigo Jorge, tenía también 18 años y estaba en el mismo año y sección; era de 1.71 m de altura, piel morena y cuerpo delgado con algo de músculo, cabello negro como el color de sus ojos y nariz respingada. Mario solía pasar mucho tiempo solo en su casa, su padre y su madre se habían separado hace muchos años, su papá formó rápidamente una nueva familia con otra mujer y se había ido a vivir con ella y sus nuevos hijos a Río de Janeiro, Brasil, mientras que su madre se amargó la vida y se ató a su trabajo como un escape al rencor que sentía contra su ex esposo, por lo que se la pasaba de viaje en viaje en los negocios de su padre, es más, justo en ese momento Mario no tenía idea de dónde ella estaba, la última vez que hablaron ella estaba en St. Gallen, Suiza. Esto había hecho a Mario un adolescente sin necesidad de la presencia de sus progenitores, solo con la necesidad de su dinero, el cual nunca faltaba.

Mario estaba metido en su cuenta de Facebook viendo sin mucho ánimo las publicaciones de sus amigos. Hace una hora Jorge finalmente había contestado a sus mensajes y se había tranquilizado sabiendo que nada malo le había pasado pero igual, le preocupaba un poco lo que llegase a pasar si Reynaldo dijese algo de lo que vio a la familia Saavedra. En fin, Mario miraba sin interés alguno cada cosa que aparecía en el muro, estaba considerando irse a dormir más temprano que de costumbre cuando en su pantalla apareció una ventana indicando que había una video-llamada entrante de Diego Barkley.

  • Holaaaa – aparecía ahora en la pantalla de la portátil la imagen de Diego en su habitación – ¿Cómo estás?

  • Hola Diego – respondió Mario – muy bien ¿Y tú?

  • Bien también, gracias – decía – oye, Jorge me contestó ya en Whatsapp.

  • ¿En serio? ¿A mí también?

  • Wow, que bueno – dijo sin cambiar su expresión seria – me dice que todo marcha con normalidad pero de todas formas… – denotaba tristeza – estoy muy preocupado por él.

  • Te enti… – fue interrumpido.

  • ¡Joder! Que era mi noche – se lamentaba – nunca me imaginé que alguien nos fuese a interrumpir… ¡No sé cómo fue que llego ese tipo hasta ahí y abrió la puerta!

  • Ni yo me explico cómo es que llegó hasta ahí – exponía Mario – yo cuando noté su presencia estaba subiendo ya las escaleras y no lo logré alcanzar. No tengo idea de cómo es que supo que Jorge estaba ahí arriba en mi habitación.

  • Qué extraño… bueno, eso no importa – dijo Diego – y a todo esto ¿Quién ese ese tipo? ¿Ese tal… Rey… Raymundo?

  • Reynaldo. – Corregía – Reynaldo es el chofer y guardaespaldas de Jorge desde hace un año.

  • Mmm ya, entiendo – se rascaba la barbilla – por un momento pensé que era su novio jejeje… es que Jorge perdió su color y entró en pánico cuando lo vio.

  • Sí, eso es porque son muy buenos amigos – explicaba Mario – se llevan muy bien pero Jorge no le había dicho que es gay y por eso es que él también se quedó petrificado con lo que vio.

  • Sí, lo noté, se movió hasta que tú apareciste y le gritaste que se fuera.

  • Fue un caos, te lo juro que nunca le había gritado a nadie como le grité a Reynaldo que saliera de mi casa – recordaba la escena Mario – sentí que la sangre se me congelaba cuando lo vi frente a cuarto con la puerta abierta ¡Fue horrible!

  • Si tú te sentiste así ¿Te puedes imaginar cómo me sentí yo cuando lo vi? – decía con cara de pánico.

  • No me lo quiero ni imaginar jejeje suficiente con lo que sentí yo.

En eso se escuchó el sonido del timbre de la puerta de la mansión de Mario.

  • Creo que alguien busca en tu puerta – dijo Diego.

  • Sí, espérame – respondió – solo iré a ver quién es y regreso.

  • No, descuida, de todas formas de cortaría ya porque hay visitas en casa – con cara de fastidio espetaba – gracias Mario, eres lo máximo, nos vemos el lunes en el colegio.

  • De nada jejeje nos vemos, adiós.

La video-llamada fue terminada y Mario apagó su portátil. Se levantó del sillón y se dirigió a la puerta. Esa noche no estaba ninguno de los empleados de la casa, les había dado libre el fin de semana entero, por lo que no había nadie que se encargase de ir a ver quién tocaba la puerta. “¿Quién podrá ser a esta hora?” se preguntaba antes de llegar a la puerta, quitó el seguro de esta y giró la perilla, abriéndola y encontrándose con la figura de un hombre.

  • ¡¿Tú?! – se exaltó – ¡¿Qué carajos haces aquí?!

●●●

Hace casi una hora Jorge había regresado a su casa junto con su madre y su abuela. Había pasado ese tiempo encerrado en su habitación debatiéndose entre hacer algo o no hacerlo, su parte valiente decía que sí, que tomase al toro por los cuernos, pero su parte cobarde le decía que no, que dejase las cosas fluir, que pasase lo que tuviese que pasar, lo que el destino tuviese deparado. No supo en qué momento en medio de ese dilema sus pies habían actuado sin su consentimiento y lo habían llevado al pasillo donde estaban los dormitorios de los empleados, específicamente a la puerta del de Reynaldo. Las manos de Jorge comenzaban a sudar y los latidos de su corazón se volvieron más sonoros, estaba sintiendo miedo una vez más y consideró mejor irse de regreso a su cuarto pero sus piernas no cedieron, parecían estar ancladas al piso. Finalmente, decidió llevar esto hasta las últimas acciones, y con algo de inseguridad tocó la puerta, deseando que nadie respondiese detrás de esta, pero para su mala suerte…

  • Adelanteee – escuchó la voz ronca de Reynaldo – está abierto.

Jorge respiró profundamente llenando sus pulmones de aire y su ser de valentía, giró la perilla y abrió la puerta. La primera imagen que vio fue la silueta de su guardaespaldas de pie al lado de su cama y dándole la espalda a la puerta; el chico se sorprendió al ver que él estaba solo con sus pantalones puestos, no llevaba camisa, dejando a la vista su ancha y definida espalda coronada por un tatuaje en forma de sol. Reynaldo se dio la vuelta esperando encontrarse con Roxana, la cocinera de la casa, que le había prometido llevarle unas galletas que había horneado pero su sorpresa fue enorme cuando vio que no se trataba de ella, sino que de su protegido.

  • Jo… Jor-Jorge – dijo asombrado – ¿Qué haces aquí? – tomó su camisa que estaba en la cama y se la puso en un santiamén. Jorge se sintió incómodo de que él haya hecho eso, pero no le dio mucha importancia al final.

  • Ven… venía a… yo… pues… pas-pasaba – tartamudeaba viendo al piso. Cerró sus ojos un segundo, suspiró una vez más y ordenó sus ideas lo mejor que pudo – creo que tenemos que hablar…

  • Eh… tú… usted me dirá – se corregía nervioso. A Jorge le dolió que lo tratase de usted, no lo hacía desde su segunda semana de trabajo como su guardaespaldas.

  • ¡No me trates de usted! – Recriminó – tú sabes bien de qué tenemos que hablar… de lo que viste anoche – bajaba su tono.

  • Mmm ok – asentía con la cabeza – si quieres… siéntate – le señaló la cama.

Jorge acabó por entrar a la habitación de Reynaldo, sus nervios estaban por explotar. Se sentó al borde de la cama mientras que el joven guardaespaldas tomaba una silla y la ubicaba frente a él. Un silencio incómodo como el de caminó a casa esa madrugada se hizo, Jorge no encontraba por dónde empezar, pero no duró mucho porque fue roto por Reynaldo, que respirando hondo dijo:

  • Hay cosas en la vida que… son evidentes y no se necesita de explicaciones para entenderlas, basta solo verlas para saber lo que significan… – decía sereno – creo ahora entender muchas cosas como: ¿Por qué te ocultas tanto cuando chateas? ¿Por qué nunca te ha gustado la idea de que yo te escolte cuando vas de fiesta?… ¿Por qué no tienes novia y por qué nunca te percatabas del paso de una chica linda por la calle?

Jorge no decía nada, solamente se dedicaba a escucharlo. Reynaldo continuó:

  • Mi respuesta a casi todas esas preguntas era la misma: que eres un niño mimado, lo que te hace tímido y reservado en cuestiones de chicas, que apenas estás creciendo… pero… – se cortó por unos segundos – ¡Es que aún no me lo puedo creer! – expresaba tapándose la boca y moviendo la cabeza en señal de negación. A todo esto Jorge estaba ya sollozando casi inaudiblemente, esto le estaba estrujando el corazón – No puedo creer que seas… seas… eh… gay – dijo bajando el volumen de su voz.

  • … – Jorge se había quedado mudo por eso último que oyó. Era la primera vez que se sentía acorralado por un problema.

Reynaldo tampoco decía nada esta vez, quería decir muchas cosas pero de tantas que eran se atoraban en su boca y no terminaba por salir ninguna. Los dos estaban con la mirada perdida en el piso, en silencio hasta que:

  • P-por fa-favor – con un nudo en la garganta hablaba Jorge – no le digas a mis padres. Te lo ruego…

  • Insúltame, denígrame, ultrájame… – continuaba – mándame a la mierda de tu habitación, deja de ser mi amigo, pásate a ser el guardaespaldas de mi mamá, pídeme dinero por callar… ¡Haz lo que quieras! – Soltando el llanto – pero por favor, no le digas a mis padres que soy gay.

Reynaldo lo miraba ahora con cara de extrañez y cierto enojo por lo que le acababa de decir. No sabía cómo era capaz Jorge de pensar que lo trataría mal o que le cobraría por su silencio.

  • No, de eso no te preocupes – dijo – no le diré nada a ellos. No soy quien para hacerlo. Ese es muy asunto tuyo, tú sabrás cuándo y cómo decírselos.

  • Ok – se secaba las lágrimas – gracias Reynaldo.

  • Y en cuanto a nosotros… – se rascaba la cabeza – mmm… dame tiempo… – dijo. Jorge solo asintió con la cabeza sin entender muy bien a lo que se refería con esto – dame tiempo para asimilarlo, no pienses que te voy a rechazar ni nada por el estilo, tú eres mi amigo y no puedo acabar con nuestra amistad solo por algo como esto… – los ojos de Jorge se iluminaban al escuchar esas palabras, Reynaldo continuó: – dame tiempo para acostumbrarme porque esto no es fácil para mí, no tengo ningún amigo gay, al menos no uno del que yo lo sepa, tú serías el primero.

  • Vale – respondió únicamente.

Se hizo un nuevo silencio entre los dos.

  • Ya no llores – le dijo Reynaldo alzándole su rostro tomándolo del mentón – nada malo te pasará. Tu secreto estará a salvo conmigo.

  • Gracias Reynaldo – le sonrió – muchas gracias.

La alegría de Jorge porque Reynaldo continuase siendo su amigo y mejor que eso, no le diría a sus padres sobre su homosexualidad, le embargó por completo desde los pies hasta el último cabello de su cabeza; su miedo a ser rechazado había desaparecido, ahora solo había optimismo. Su emoción era mucha, y no pudo contenerse más y se lanzó a abrazar a su guardaespaldas.

  • ¡Lo siento! – Se apartó Jorge rápidamente, su abrazo no duró ni tres segundos – ¡Disculpa! ¡Disculpa! ¡Disculpa! – Estaba sonrojado como un tomate – No era mi intención a…

  • No, tranquilo – decía Reynaldo tan calmado como siempre esbozando una sonrisa en su rostro – no hay problema jejeje ven…

Acto seguido fue Reynaldo el que esta vez se abalanzó sobre Jorge y lo abrazó fuertemente. Reynaldo quería acostumbrarse pronto a la idea de que su protegido era gay, y pensaba que haciendo esto era una buena forma de iniciar dicho proceso; además quería Jorge que sintiese que no lo rechazaba, que lo que le había dicho no eran palabras sino hechos, que sería siempre su amigo sin importar nada y que mientras él estuviese a cargo de protegerlo nada malo le pasaría.

* (Continuará…) ***

Si habéis llegado hasta acá, les agradezco mucho por haber leído, espero haya sido de su gusto y reitero el encarecido pedido porque lo valoren y comenten, díganme qué les pareció, si les gustó o no, pueden hacerme llegar también sus opiniones a mi correo [*[email protected]

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¡Saludos!