Sofía Tentación II
La tentación continua y se desata por primera vez.
La Caja de Pandora se había abierto y a mi me encantaba eso.
"Llámame ahora y dímelo con tu voz" -escribí de nuevo.
"Él está aquí. Ahora no puedo" -respondió.
"Inventate lo que quieras, pero llámame ahora" -inisistí yo en un nuevo mensaje.
Junto con el mensaje añadí una foto un poco confusa donde se podía adivinar mi bajo vientre y parte del pene que empezaba a verse excitado. Dejó de responder y los segundos pasaban lentos. El teléfono sonó.
-¿Hola? -pregunté contestando al teléfono, aunque estaba seguro de que era ella.
-Después de lo que me has mandado ¿solo dices hola? -hablaba en voz baja y parecía nerviosa.
-Eres tú la que ha llamado porque tenía algo que decirme -respndí.
-Me has puesto muy mojada y mi marido estaba en el otro lado del sofá -seguía nerviosa, o quizá excitada.
-¿No es lo que buscabas de mi? -dije tranquilo.
-Sí, por supuesto, pero es que nunca había hecho esto -suspiraba.
-Yo estoy desnudo y me lo has puesto durito ¿No tendrás dudas tú ahora? -pregunté provocando.
-No tengo dudas -sentenció rápidamente.
-Pues ahora dime lo que quería escuchar -insistí.
-Soy muy puta -dijo con un hilo de voz después de una pausa.
-Toda para mi -añadí, esperando que lo repitiera.
-Soy muy puta y toda para ti -dijo con más atrevimiento.
-¿Y que es lo que deseas cuando estás mojada como ahora? -provoqué de nuevo.
-Tengo muchas ganas de que me folles. Que me hagas lo que quieras. Quiero sentirme tan infiel y tan sucia que ni yo misma me pueda perdonar -ahora parecía otra mujer la que hablaba. Su voz y sus palabras aumentaron mi calentura de repente.
-Eh, eh, eh ¿eres tú? ¿la misma Sofía?, jaja -reí.
No hubo más contestación. La comunicación se había cortado.
"Lo siento. He tenido que colgar" -llegó en un mensaje.
Eran más de la diez y no había cenado pero no tenía hambre, solo estaba excitado. Decidí no responder nada a su mensaje. Sabía que eso podía ponerla nerviosa. Solo se me pasaba una cosa por la cabeza: vestirme, coger el coche e ir a su casa a comprobar lo guarra que era en persona. Y así lo hice.
Cuando terminé de vestirme tenía varios mensajes suyos: "Hola", "¿Estás ahí?", "¿Ya no quieres putita?", "¿Estás enfadado?". No contesté. Su casa estaba cerca, en la misma ciudad, pero cuando llegué tenía otros tantos mensajes.
"Perdona, estaba conduciendo. Baja. Estoy al final de tu calle" -le escribí.
Me relajé en el asiento a esperar un mensaje suyo. Mi pene seguía con ganas de escapar del panatalón.
Pasaron los minutos y no hubo mensaje pero ella aparecío en la ventana de mi coche y se coló dentro.
-¡Estás loco! Aquí me va a ver algún vecino y debería volver enseguida -dijo un poco asustada. Iba en chanclas y llevaba un pantalón corto holgado de andar por casa y un top ¡sin sujetador! que marcaba sus pezones.
-Iríamos a otro sitio pero es que mi coche no arranca -dije con tono serio.
-¿Que le pasa al coche? -preguntó ella entre asustada y sorprendida.
-Es que solo funciona cuando ve unas buenas tetas -bromeé con un sonrisa.
-¡Vamos! ¡vamos! -rió ella mientras se levantaba el top dejando libres sus pechos.
Sabía que iba a ocurrir eso y más, pero todavía no podía creer que tuviera a la madre de mi ex-novia con las tetas al aire en mi coche y para mi. Eran tan grandes y bronceadas como parecían. Y sus aureolas marrones y enormes. Los pezones estaban erectos y no hacía frio. Me abalancé sobre ella, nos besamos con lengua y mi mano recorría una y otra vez sus tetas grandes y suaves. Mi pene se puso como un gran palo.
-¡Vamos! ¡vamos! -repitió de nuevo nerviosa y apartandome a un lado como si fuera suficiente.
Su casa estaba cerca de las afueras así que conducí unas pocas calles hasta llegar detrás de una biblioteca cerrada. Calle apartada. Poca iluminación. A mi me servía y ella no se quejó, sino todo lo contrario. Aún no había aparcado y su mano ya disfrutaba del bulto de mi pantalón. Su cara esbozó una sonrisa al notar que ella me ponía cachondo tan rápido. La sacó de mi pantalón ya gordita cuando paraba el coche.
Sin una palabra, su boca carnosa al natural, empezó a comer lentamente mi rabo. Su boca caliente y húmeda se movía con maestría. Inmediatamente creió dentro de su boca. Yo solamente podía suspirar y sabía que con tantas ganas no duraría mucho. Su otra mano apartó más mi pantalón y yo la ayudé, hasta que se coló en la base de mmis testiculos. Los apretaba suavemente mientras mi rabo se perdía entero en el interior de su boca.
Recogí su pelo liso y negro en un manojo, acompañando sus movimientos y observando como comía, hambrienta. Tan hambrienta que ella también estaba excitadísima. Se olvidó de mis testiculos pronto para tocarse ella dentro de su pantaloncito sin parar de comerme. Esa primera mamada que me dio la recuerdo con una delicia inmensa.
Yo estaba casi a punto. Ella sacó la mano de su vagina mojada para ponérmela en la boca. Lamí sus dedos, saboreé sus fluidos y esa desvergüenza suya me volvió loco. Iba a correrme pero entonces tiré de su pelo para que parara de comerme. Puse su cabeza hacia atrás y con la mano aparté el top para correrme sobre sus tetas. En el coche en aquella postura era complicado y fue un desastre. Un desastre maravilloso. Me corrí sobre sus tetas, sobre su cara, su pelo, sobre el asiento, el cambio de marchas... todo quedó pringado. Hacía tiempo que no me corría tanto y tan locamente.
Ella se limpió rápidamente el semen que cayó en su nariz pero no dejé que se limpiara más.
-¿No querías sentirte sucia? -dije con un guiño.
Ella sonrió pícaramente y levantó las manos imitando a una detenida.
Yo aproveché su indefensión para meter la mano en su panatalón. Ella gimió con mi contacto. Estaba realmente abierta y muy mojada. Empecé a comerle los pezones al tiempo que la masturbaba. Debía estar cerca de correrse también, ya que empezó a ponerse loca de movimientos y suspiros. Se dio un buen golpe en la cabeza contra el cristal en una de las convulsiones, pero siguió igual, ella estaba en otro planeta.
Unas luces de coche pasaron cerca pero tampoco abrío los ojos. Sus manos parecían arrancar el asiento. Su pierna se estiró hasta el salpicadero haciendo su abertura más amplia y cómoda. Mis dedos entraban y salían de ella con una lubricación que parecía un pequeño rio. Mi boca bajó hasta su clitoris para hacerla llegar antes pero apenas llegé a lamerla un par de veces. Me agarró muy fuerte del pelo. Con rabia. Con pequeños gritos ahogados. Se había corrido.
Cuando recuperó el aliento se dio cuenta de la hora y se puso nerviosa. Empezó a acomodarse la ropa apresurádamente. Como no estaba lejos, la dejé marchar a pie y, como no teníamos pañuelos, terminando de limpiarse como podía con su propia ropa cortita. Volvió a casa usada y sucia como quería. Además había sido infiel. Con esa nueva sensación, le gustara o no, ya no había vuelta atrás.