Sofía, mi novia religiosa (II)

Poco a poco, Sofía se abre al mundo del sexo. Acompañarla en ese viaje es un verdadero placer.

Llegó a casa puntual. Tenía un pantalón negro muy apretado, que le marcaba esa cola espectacular que sobresalía sobre esas piernas largas y hermosas. No se le marcaba la ropa interior, pero me moría de ganas por saber qué tipo de bombacha tendría puesta. ¿Usará tangas Sofía? ¿O le parecerán pecaminosas? Me dije a mi mismo que esa noche tendría que averiguarlo, sí o sí.

Le propuse lo típico: cena y peli. Cociné unos fideos de paquete con una salsa preparada, nada muy innovador. Mientras cocinaba nos dimos unos besos cariñosos y comenzamos a charlar de nuestras semanas. Me contó que estaba estudiando para unos parciales de su carrera. También que había ido a misa hoy (sábado) para no tener que levantarse temprano al otro día.

Pronto, la comida estuvo lista. Serví vino (abundante, para aflojar las lenguas) y comenzamos una charla muy amena que se extendió un largo rato casi sin darme cuenta. Como siempre, Sofía era muy divertida, tenía un gran sentido del humor, pero había ciertos temas que evitaba. En efecto, por ahora el tema sexual seguía en el terreno de lo no-dicho. Yo sabía que ella era (o decía ser) virgen, pero nunca habíamos hablado abiertamente de ello. Ni siquiera habíamos mencionado el episodio de la otra vez, cuando me hizo una buena paja en las escaleras de su edificio. Hice una alusión indirecta y cuidadosa, que esquivó con mucha habilidad. ¿Habrá sido su primera paja a un hombre? La verdad es que parecía saber lo que hacía, pero nunca se sabe.

Con los platos vacíos y la botella de vino casi terminada, nos dispusimos a pasar al sillón. Antes de poner play, ya estábamos dándonos unos buenos besos en el sofá. Sofía besaba muy bien, me encantaba la intensidad de sus besos, que eran lentos pero bien profundos, con la cantidad justa de lengua. Tenía unos labios gruesos, que destacaban en su cara blanca y bonita. Nuestros labios y lenguas con sabor a vino se entremezclaban y, naturalmente, mi pija ya estaba dura abajo de mi jean.

Comencé a besarle el cuello, mientras posaba una mano en su vientre, debajo de su remera. Ella suspiraba, pidiéndome sin decirlo que siga. Mi mano comenzó a subir, mientras seguía comiéndole el cuello. No tenía corpiño, por lo que llegué directo a sus tetas. Sus pezones estaban duros, durísimos, reclamando atención. Comencé a jugar con uno de ellos con mis dedos. Alternaba el manoseo de sus tetas con la dedicación a sus pezones, mientras ella seguía suspirando. Lanzó un gemido casi inaudible, que seguramente intentó reprimir.

Lo interpreté como una señal, y me decidí entonces a sacarle la remera. Así lo hice, sin resistencia. Quedó frente a mi, con sus tetas pequeñas y sus pezones duros libres, a mi disposición, esperándome. La recosté en el sillón, me puse encima de ella y me dediqué exclusivamente a chuparle las tetas. No eran grandes, pero eran muy lindas. Sus pezones rosados tenían una hermosa aureola pequeña. Apretaba las tetas con mis 2 manos, mientras mi boca iba jugando con ambos pezones. Pasaba mi lengua por ellos en el sentido de las agujas del reloj, luego al contrario, luego hacia arriba y abajo, con frenesí. Pero sin dudas lo que más le gustó fue cuando se los succioné. Sofía ya no se censuraba: gemía y disfrutaba a viva voz, mientras sus dos manos revolvían mi pelo y me pegaban a sus tetas.

Era ahora. La tenía tirada en mi sillón, sin remera, gimiendo de placer mientras le chupaba las tetas. Era el momento de avanzar. Comencé a besarla entre sus tetas y a bajar lentamente, sin dejar de besarla durante todo el recorrido. Llegué a su ombligo, metí mi lengua en él mientras que con un brazo estirado apretaba una de sus tetas. Sofía seguía gozando, seguía gimiendo. Llegué con los besos a su pantalón. Su ropa interior sobresalía. Era blanca, de algodón, pero no podía ver su tamaño. Me dispuse a desabrochar el botón de su pantalón, cuando de golpe se sobresaltó y me dijo, todavía agitada y casi en un suspiro:

-No, pará... pará....... pará.

Y con sus manos atrajo mi cabeza hacia ella. Me dio un beso muy intenso, metió su lengua de lleno en mi boca y comenzó a incorporarse.

-Ahora me toca a mi, me dijo, en voz muy baja.

Sentados los 2 en el sillón, empezamos a besarnos nuevamente, mientras yo manoseaba sus tetas. Ya que había ganado ese terreno, pretendía utilizarlo hasta el hartazgo. De pronto, Sofía comenzó a pasar su mano por mi pene por encima del pantalón. De la calentura que tenía, hubiera yo mismo desabrochado el jean, pero quería respetar su ritmo y no asustarla.

Finalmente, avanzó. Suspendió momentáneamente los besos para, con las dos manos, ocuparse de desabrochar mi jean. Lo bajó y yo bajé también mi boxer. Miró mi pija, por primera vez la pudo ver con luz, cómodos, sin preocuparse por los vecinos. Noté la curiosidad en sus ojos, mezclada con su morbo. Su Dios no aprobaba esto, pero allí estaba, sintiendo el calor de mi pija en su mano, latiendo.

Se apoyó de costado, al lado mio, puso una mano sobre mi nuca, acercó su rostro al mio -nuestras bocas quedaron separadas, pero muy cerca- y con la otra mano comenzó a tocar mi pija. Primero la agarró, entera. Agarró también mis huevos. Estaba explorando. No sé si será la primera que veía una, pero ciertamente no ha visto muchas. ¿Estará comparandola con otra? De golpe, comenzó a besarme en la boca y a hacerme la paja, bien fuerte. Me separé y le dije al oido:

-Tranquila, despacio, nadie nos corre.

Puse una mano sobre su mano y comencé a guiar los movimientos. Sonrió mientras notaba cómo mi pija se ponía aún más dura con esos movimientos mas lentos. Se acomodó un poco más, sin soltarme, para que una de sus tetas quede a la altura de mi boca. Comencé a jugar con mi lengua en su pezón, y de cierto modo, le fui así indicando el ritmo que ella debía replicar en mi. Arranqué lento. Luego un poco más intenso, y terminé pasando mi lengua frenéticamente por ese pezón, mientras ella me hacía una paja bien dura. No tuve ni tiempo de pensar dónde acabar, cuando los chorros de leche comenzaron a salir. Un poco cayó en su brazo y su mano, pero la mayor parte cayó sobre mi propio vientre y manchó mi remera. Soltó inmediatamente mi pija, pero le dije también en voz baja:

-Agarrala de nuevo, y tocame despacito Sofi.

Luego de acabar, me gusta que me toquen suave y lentamente durante algunos minutos, alargando el placer del orgasmo que acabo de tener. Sofía siguió mis indicaciones, mientras miraba con atención, como si fuera una lección. Vio como las últimas gotas de semen salieron, fruto de esta suave paja final, mientras mi pija se iba haciendo más blanda y yo tenía más espasmos de placer. Quedó una gotita en la punta, que ella retiró con un dedo antes de ir al baño a limpiarse.

En mi mente, este era el primer round de una noche que prometía más. Fui yo también a lavarme y aproveché la ocasión para salir del baño sólo con el boxer. Sin embargo, para mi sorpresa, cuando salí Sofía estaba completamente vestida y me anunció que lo lamentaba, pero que se había hecho tarde y la esperaban en la casa.

Realmente no sabía qué creer. ¿Se habría asustado? ¿O será su propio remordimiento? ¿Habré hecho algo que la incomodó? Era un mar de dudas y creo que la propia Sofía lo notó, porque se me acercó y me estampó un beso hermoso.

-En serio, es sólo por el horario, me encantaría quedarme toda la noche con vos.

Le creí. Y y lo que menos quería era enojar a su familia. Le dije que sólo la dejaba ir si me daba otro beso como ese, asique la acerqué a mi y mientras manoseaba su culo con mis dos manos, nos dimos otro beso bien fuerte.

Quedamos en vernos de nuevo. Y me prometí que la próxima avanzaría un poco mas...