Sofía, mi novia religiosa

Muy apegada a la religión, la sexualidad fue siempre un tema tabú para Sofía. Pero el deseo, aunque se lo quiera tapar, no puede ser negado.

Dentro del grupo de amigos, Sofía era conocida por su religiosidad. De hecho, nos contó de 2 o 3 chicos que terminó rechazando porque -en sus palabras- se querían "propasar" con ella. Eso, en una chica de 19 años ya se torna un poco alarmante. Ella era flaquita y alta, morocha, de tes blanca, casi no tenía tetas pero con una cola hermosa: gorda, parada, respingona y que resaltaba muy bien en su fina anatomía. Del grupo, era más bien una de mis amigas más lejanas, pero como solíamos juntarnos todos, compartimos mucho tiempo juntos.

Personalmente no sólo que no soy religioso, sino que la gente religiosa suele caerme mal, por encontrar incomprensible que hoy, siglo XXI, una persona acepte condicionar su vida a los mandatos totalmente desactualizados de procedencia dudosa. Sin embargo, Sofía ya se había convertido en una amiga, ya le tenía cariño y, por ende, ya no la veía como una "santurrona". Además, sinceramente estaba muy buena.

Como era evidente que había atracción -no sólo ella y yo lo sabíamos, sino que todo el resto del grupo de amigos se había dado cuenta- me dije "¿por qué no?" y empezamos a salir.

La primera salida fue muy tranquila, nos dimos un par de besos en un bar y eso fue todo. Ya de entrada, Sofía dijo estar preocupada por mi "falta de fe", y me invitó a ir con ella a misa los días domingo. "Si diciéndole que si, me la puedo coger, entonces voy a ir a misa las veces que sea necesario" pensé, mientras le contestaba que no tendría problemas en intentarlo.

La imagen que me llevé de ella reafirmaba todo lo que pensaba de antemano. Ella era muy linda, tenía un culo increíble (que sabía mostrar con los pantalones bien ajustados que usaba), pero el tema sexual era una gran traba. Los besos de la primera noche estuvieron bien, hubo lengua, le toqué un poco la cola pero no mucho más. Ella en cambio sólo mantuvo sus manos en mi espalda, y ni cerca estuvo de tantear el tamaño de mi verga.

En vez de desanimarme, tomé como un desafío poder lograr algo con ella. Me la quería coger. Además, la verdad es que era super agradable y la pasé bien aquella noche, por lo que no dudé en invitarla a una nueva salida. Seguí las recomendaciones de mis amigos y no la invité a mi casa -que tendría sola- para no asustarla, sino que nuevamente fuimos a un bar a tomar unas copas.

La salida fue básicamente igual a la primera: charla muy amena y divertida, algunos besos y ya. La acompañé a la puerta de su edificio y, sorpresivamente, me hizo entrar, tras lanzarme un sugestivo "¿quéres subir?", sin aclarar para qué o si estaba su familia arriba. Acepté esperando que me haga subir a su casa para saludar a su familia, que yo ya conocía de un par de juntadas que hicimos en su casa. Entramos en el ascensor, tocó un botón e inmediatamente se me acercó y me dio un beso mucho más intenso que los que nos habíamos dado en el bar.

El ascensor frenó 3 pisos antes del suyo. Sin prender la luz del pasillo y sin decir palabra, me llevó hasta las escaleras de la mano. Subimos hasta quedar en la mitad, entre el piso en el que estábamos y el piso de arriba. Frenamos en el descanso y allí empezamos a besarnos, muy suavemente en un principio. Sabiendo sus antecedentes, fui muy cauto. Cuando los besos empezaron a subir un poco de intensidad, llegando a enredarse nuestras lenguas, con una mano empecé a tocar y apretar su culo, pero siempre con cuidado, lentamente, no quería que se ofenda.

Instantáneamente, tras sentir mi mano en su culo, Sofía me acercó y apretó contra ella, sintiendo mi ya notoria erección en su pubis. Ahí la cosa se descontroló. Intentando mantener el silencio, empezamos a chapar muy, muy fuerte. Mucha lengua, mucha respiración entrecortada. Ya con mis 2 manos, manoseé su culo de todas las formas imaginables, mientras ella se fregaba contra mi pija. En un momento, me separó de ella con sus manos en mis hombros y pensé que era para dar terminada la sesión, o para insultarme por haberme "propasado" pero, en cambio me susurró al oído "ahora vas a ver", mientras me desabrochaba el jean. Todo esto a oscuras, intentando hacer el menor ruido posible para que ningún vecino curioso nos agarre in fraganti.

Bajó un poco mi jean, metió la mano y, sin bajarme el boxer, empezó a tocarme la pija. Primero simplemente la agarraba, después empezó a hacerme torpemente la paja, con dificultad por tener el boxer puesto. Para estar mas cómodo, bajé yo mismo un poco el boxer y liberé mi miembro. Allí, con más comodidad, Sofi empezó a hacerme una paja lenta, mientras me daba unos besos bien suaves, intercalados con jadeos en mi oído. Yo apretaba su culo con una mano por abajo del pantalón, y una de sus tetas con la otra, aunque ella seguía completamente vestida. Se puso un poco de costado y fue aumentando el ritmo, mientras jadeaba más fuerte en mi oido. No voy a mentir, no tardé mucho en acabar, porque toda la situación me había calentado mucho.

Sofía, la santurrona, la que todos creían impoluta, estaba allí, en las escaleras de su propio edificio, haciéndome una paja y jadeando conmigo. Por supuesto que me hubiera encantado hacer mil cosas más. Hubiera querido cogermela, o que me la chupe, o tocarla yo a ella. Pero esa noche, ella estaba al mando. Entendí que sólo debía acompañarla, que sólo debíamos hacer lo que ella quisiera, para que la culpa no la invada si terminamos yendo más allá de los límites que ella mentalmente se ha impuesto. Evidentemente, en su código moral estaba permitido hacerle la paja a un hombre. Y yo me moría de ganas por saber a donde llegaría su código, y hasta donde podría llevarlo yo.

La tercera vez fue en casa. Para mi sorpresa, Sofía no puso ningún reparo. Al contrario, le encantó la idea. Pero eso se los contaré en una nueva entrega...