Sofí

Mi nueva compañera, mi amiga, mi confidente y ahora...

Sofí

Hola soy Ángela, soy una chica dieciocho años que acaba de terminar primero de Bachiller, ya debería de haber terminado, pero reconozco me gusta demasiado la fiesta y es por eso que el año pasado tuve que repetir primero.

Salgo con David desde hace casi un año, estoy enamorada de él, aunque reconozco que ya no es lo mismo que al principio. David tiene cuatro años más que yo, cuando empezamos me tenía loca, me parecía imposible que un chico de veintiuno, se pudiera fijar en una chica de diecisiete, pero poco a poco la magia de ese primer momento ha desaparecido y ahora me siento un poco agobiada con sus celos enfermizos.

Mi vida dio un giro radical cuando repetí curso el año pasado, la mayoría de mi grupo de amigas había aprobado y pasaban a segundo de Bachiller, pero yo me veía de nuevo en la misma clase, con gente que apenas conocía y que encima eran más crías que yo.

Pero a veces, cuando crees que todo va a ir mal, tienes los ánimos por los suelos y las nubes negras lo cubren todo, conoces a alguien, de repente, cuando menos te lo esperas, todo cambia y tu mundo se pone patas arriba.

Siempre he sido una chica hetero o por lo menos eso pensaba, nunca me había fijado en una chica o por lo menos nunca lo había hecho de la forma que miraba a Sofía o Sofi como todas la llamaban. Ella era mi compañera de pupitre y de la noche a la mañana se convirtió en mi amiga y confidente, era con mucho la más inteligente y trabajadora de la clase, tengo que reconocer que ese curso lo aprobé gracias a ella, me imagino que será por aquello del “todo se pega”.

Pero Sofía no era solo una chica inteligente, era también un auténtico bomboncito de niña, a sus 18 años, era una chica alta y bien proporcionada, con una melena castaña clara y unos ojazos azules preciosos, tenía un cuerpazo de modelo, unos pechos anchos y firmes, de esos que se aguantan sin ayuda de ningún sujetador, sus caderas eran sensuales y estaban bien proporcionadas con unas piernas de vértigo.

No solo era preciosa, también era una gran compañera y confidente, en pocos días nos hicimos inseparables, poco a poco y sin tan siquiera percatarme, mis sentimientos hacia ella pasaron de la amistad a la atracción, una atracción  que no sabría definir si platónica o sexual, pero lo cierto es que comencé a disfrutar el hecho de ir a clase, solo por el hecho de saber que estaría ella.

Recuerdo que al poco de ser mi compi de clase, Sofía se convirtió en la protagonista de mis sueños más eróticos y tórridos, siendo ella y solo ella, en quien pensaba cuando mis dedos rozaban mi pequeño rinconcito de placer.

Al principio me sentía culpable,  me negaba a creer que eso me estuviera pasando, no me reconocía a mí misma fantaseando con ella, deseando sus caricias, saboreando sus besos y sintiendo sus suaves manos explorando mi piel, era algo nuevo para mí, una sensación diferente que me producía un morbo increíble. Me preguntaba cómo sería besar a una chica, como serían sus besos y sus caricias, me preguntaba a mí misma si sería tan diferente a estar con un chico

Cada noche mí cuerpo se estremecía mientras mis dedos recorrían mi sexo, cada noche mi mente me trasladaba a su lado, sentía como las dos nos explorábamos con la avidez, la misma avidez de dos primerizas que despiertan a un mundo nuevo lleno de sensualidad  y deseo.

Era mi gran confidente, era también la única que conocía los problemas con mi chico, conocía cada enfado y las dificultades que este tenía para controlar sus celos, conocía mis sueños y era a la que llamaba cuando todo iba mal.

Ella también me contaba sus cosas… recuerdo que me morí de celos cuando me confesó que se moría por un chico de mi edad de nombre Luis, a mi entender era un poco capullo, pero eso no se lo dije, sabía que en el fondo solo eran celos.

Hoy es la cena de fin de exámenes en el insti,  como cada vez que voy a salir sin él, David se ha puesto de morros… sus enfados infundados ya me están empezando a dar lo mismo. Me he comprado un vestido súper sexi para la fiesta, en estos momentos  me encuentro arreglándome frente al espejo, no tengo el cuerpazo que tiene Sofí, pero no soy una chica que este mal, mido casi 1,70cm y tengo un cuerpo delgado y unas caderas bonitas, tengo una melena negra corta y lisa, ojos color miel y pechos  pequeños pero firmes con unos pezones pequeños también pero muy sensuales.

Me he comprado un vestido negro de manga corta, con combinado en la parte de arriba y falda plisada terminada en puntillita, abotonado en la parte trasera. No suelo llevar tacones, pero me he puesto unos súper  sexis estilo romano y finalizo con una tanguita de puntilla del mismo color que el vestido.

En pocos minutos parara a buscarme Sofí, hemos quedado aquí para salir, además tiene que traer el pijama ya que vamos a dormir juntas. Sus padres son bastante menos permisivos que los míos y con la excusa de que dormimos juntas, nos quedaremos hasta la hora que queramos.

Cuando la vi aparecer en la puerta de mi casa casi me caigo de la impresión, estaba guapísima, súper sexi, con su pelazo haciendo un recogido a un lado y un vestido de faldita de lino beige con línea evase, de esos que son ceñidos de cintura y  luego se anchan en las caderas dejando la falda más ancha, no llevaba mangas y marcaba preciosos pechos de una forma maravillosa, al igual que yo también llevaba tacón que le estilizaba aún más las piernas.

- ¡Tía estas guapísima! Nunca te había visto así…

Sus palabras me halagaron, sentí como los colores me subían por momentos y no pude evitar decirle que ella sí que estaba espectacular.

- Buffff, tu sí que estás guapísima tía… me encanta como te queda todo.

Normalmente las chicas siempre decimos eso por quedar bien, pero en esta ocasión me quedaba corta… Sofí estaba preciosa, espectacular y muy muy sensual, me daba celos solo el pensar la cantidad de babosos salidos que se le acercarían esa noche.

Habíamos quedado antes de cenar para ir de ronda, aquí es costumbre tomar “vinos” o “zuritos”  (media cerveza) mientras recorres los bares del casco antiguo de la ciudad.

Íbamos la mayor parte de la clase, pero yo no tenía ojos más que para una persona… reconozco que moje mi tanguita negro solo imaginando como sería tenerla entre mis piernas.

Me resultaba difícil de explicarme a mí misma como en tampoco tiempo, había pasado a ser una chica hetero convencida, a sentirme desesperadamente atraída por otra chica… ¿eran mis sentimientos hacia ella deseo o quizás también amor? ¿Me había convertido en una lesbiana de la noche a la mañana? Los pensamientos iban y venían por mi cabeza, casi a la misma velocidad que nos bebíamos los  “zuritos”…

Como me imaginaba, desde el primer momento, varios moscones se acercaron a Sofí, yo reconozco que también tuve alguna que otra visita, todos con sus patéticas estrategias de ligue y de la misma forma que venían,  se iban por donde habían venido.

Casi dos horas de ronda tomando “zuritos” hicieron  estragos y todas fuimos un poco bebidas a la cena. Me senté junto a Sofía y en la cena seguimos bebiendo vino blanco esta vez. Lo estábamos pasando genial, era la cena en la que todas tenemos alguna batallita que contar y algún profe que criticar.

Teníamos reservado un local de la zona de copas y al finalizar la cena fuimos allí todos, rápidamente salimos a la pista y la música nos envolvió, me encontraba genial, tenía ese punto fantástico que te hace creer que podrías comerte el mundo.

Ayudada por esa sensación de valentía que te dan una copas de más, mis ojos se posaron en ella, sabía que hoy era el día… comencé a mirarla de una forma que no deja lugar a duda para la confusión. La aglomeración del local nos obligaba a estar muy cerca la una de la otra y yo aprovechaba la mínima excusa para susurrarle, provocando que mis labios rozaran fortuitamente su oído. Mientras me acercaba a ella para hablarle la tocaba, posaba mis manos en cintura o espalda, haciendo evidente la tensión sexual que sentía por ella.

Mis ojos recorriéndola no la pusieron nerviosa, Sofía me devolvía la mirada y parecía ajena al deseo que me recorría por dentro. Imaginaba como seria sentir a esa niña derritiéndose como un helado en un día de verano, sentir mi lengua en su dulce coñito y beber de ella, provocar que su respiración entrecortada se tornara en gemidos ahogados.

En ese momento un chico de la otra clase se nos acercó y comenzó a hablar con nosotras, era un chaval bastante guapete, al que se le notaba algún trago de más y es por eso que comencé a notar que Sofí se incomodaba con él.

- Tío, no seas plasta, que no queremos saber nada de ti, déjanos en paz

- Tía no seas borde, solo quiero hablar con tu amiga…

- Ya, pero es que mi amiga no quiere hablar contigo.

- Bueno, pues que me lo diga tu amiga, no tu… que no eres su novia.

- Claro que es mi chica…

- ¡Qué coño vas a ser su novia!

En ese momento vi la excusa perfecta, vi la oportunidad de hacer lo que hacía tiempo estaba deseando… me acerque a ella y mientras mis manos se posaban en su cintura, mis labios acortaron los pocos centímetros que nos separaban y se fundieron en un cálido pico. Al principio hizo amago de hacerme la cobra, después se quedó parada temblorosa  mientras mis labios rozaban los suyos.

Mi intención era darle un simple pico de un par de segundos para espantar al pesado, pero ella entreabrió su boca y sentí su húmeda y suave lengua asomar… no me pude resistirme y mi lengua asomó también a su encuentro, fundiéndose entonces en un maravilloso baile, fueron tan solo otro par de segundos maravillosos, hasta que seguramente llevada por el remordimiento y la vergüenza se separó de mí.

No me fije tan siquiera en el pesado ya que tenía mi mirada clavada en ella, Sofí estaba nerviosa y desorientada, intentaba reaccionar, mientras buscaba en lo más profundo de su ser una explicación a lo que allí había sucedido.

En ese momento mi mundo dio un vuelco cuando una mano me sujeto por el hombro y alguien se acercaba al mi oído para decirme.

- Eres una puta, ya sabía que no podía confiar en ti…

Me gire sorprendida y allí estaba él, era mi novio que al parecer lo había visto todo y ahora me miraba con sus ojos inyectados en sangre por la ira.

- Espera David, no es lo que tú te crees…

Él se giró sobre sí mismo en ese instante y se encaminó a la salida mientras yo abandonaba el grupo e iba tras él intentando explicarle.

- David tío, solo ha sido una tontería para espantar a un tío, no ha pasado nada…

- ¡Pasa de mí y vete a la mierda con tu amiga la bollera!

Intente seguirlo pero salió del local sin que yo pudiera hacer nada. Las lágrimas habían comenzado a asomar y un sentimiento de culpa se apoderó de mí, no podía volver, después de aquel numerito sentía una vergüenza terrible y es por eso que me refugié en el baño para llorar.

Cerré la puerta y continué llorando, en tan solo unos segundos todo mi mundo se había venido abajo, mi novio no volvería a hablarme y Sofía seguro que tampoco. Encerrada en aquel W.C. escuchaba el resonar de la música cuando alguien golpeo la puerta…

- Ángela, soy Sofía, abre por favor.

- Vete por favor, déjame sola

- Tía, no me voy a mover de aquí hasta que no me abras.

Me seque las lágrimas e intente asearme un poco, acto seguido abrí la puerta y sin tan siquiera cerrarla se acercó a mí para abrazarme.

- No has hecho nada tía, no tienes que estar así, tu novio es un borde y si se enfada por esa tontería es que no merece que sigas con él.

Sentí su cuerpo pegado al mío y sus manos rodearme con dulzura, sentí su corazón y sus pechos presionando los míos, sentí sus palabras en mi oído y quise desmayarme de gusto.

- Siempre esta con sus celos, ya no lo aguanto más, encima me la ha montado delante de toda la clase. Pero el problema no es ese, lo malo es que me ha gustado…

- ¿ Que te ha gustado?

Aunque estaba segura de que sabía a qué me refería, hubo una pausa ente nosotras de unos segundos y me separé de su regazo para mirarla.

- Me ha gustado sentir el roce de tus labios…

- Pero eso ha sido una tontería.

- Para mí no lo ha sido.

Pronuncié las palabras mientras mi miraba se deleitaba con los cambios en su rostro, sentí como algo en su interior quería fluir, intuí en su expresión esa amalgama de duda y deseo y acorte el espacio que nos separaba, quedándome muy cerca de su rostro.

Nuestros labios estuvieron a escasos milímetros sin tocarse, mi boca entreabierta sentía el roce y la calidez del aire que emanaba, durante unos segundos me deleité con la tensión sexual generada, pero si hay algo a lo que no puedo resistirme es a la tentación y esa misma tentación maravillosa, provocó que mi lengua asomara y rozara su labio superior,  Sofí no se apartó y eso me animó a meterla en su boca.

Respiraba con dificultad, una respiración acelerada que se acompasaba con el movimiento de su pecho,  proseguí con mi juego,  mordisquee su labio inferior para luego introducir mi lengua de nuevo en su boca, volví a sentir su lengua suave y dulce  rozando la mía, sentí en el movimiento de su lengua una mezcla de timidez y miedo pero también sentí aflorar el deseo.

A la vez que mis labios alcanzaron los suyos, mis manos se aferraban a ella sintiendo sus curvas a través de su fino vestido. En un último momento de resistencia y seguramente guiada por el remordimiento,  Sofí apartó su rostro haciendo una pequeña cobra sin mucha determinación.

- No tía… ¿qué haces?

Hice caso omiso de sus palabras  y volví a acortar el espacio que nos separaba para alcanzar de nuevo sus labios, unos labios que intentaban negar la evidencia, escuche un tímido “ para por favor ” pero habíamos llegado a un punto de no retorno y mis labios se fundieron con los suyos en un beso apasionado, mi lengua se introdujo en su boca y no tardó en encontrar el placer de la suya otra vez.

Lo que en un principio había comenzado como un tímido beso robado, se estaba convirtiendo en la viva imagen de la pasión, que contaba con el sonido de nuestras respiraciones aceleradas como música de fondo.

- Vale tía… esto está mal, yo no soy…

Lo que ella decía, lo que sus palabras expresaban, su cuerpo no reconocía, sus palabras lejos de hacer que cesara, me excitaban cada vez más y mis manos comenzaron a deslizarse por debajo del vestido a la vez que magreaba su precioso culo.

Estaba tan cachonda… el placer me embriagaba, sentir su cuerpo entregado a mí era como estar en el paraíso, él roce de sus labios, el sabor de su lengua y la maravillosa sensación que me producía el roce de su piel, cuando mis manos se colaban de forma impúdica, por debajo de su vestido de lino.

Gimió como una gata en celo cuando mi mano apartó su tanguita y alcanzo su sexo, lo sentí muy húmedo y cálido, lo sentí chorreando y eso me hacía perder el control por completo.

Mi cuerpo apretó el suyo contra la puerta, había quedado entreabierta y terminó por cerrarse, mis manos levantaron su vestido y bajaron con ansia el diminuto tanga de puntilla negro, quedó enganchado a la altura de sus tobillos, ella hizo lo mismo conmigo y  sentí entonces esa leve sensación de libertad que produce el aire al rozar la húmeda rajita.

Nuestra respiración se había tornado en jadeos,  mis labios mordisqueaban su cuello, haciendo con ello que su piel se erizara. Éramos dos locas poseídas por la diosa deseo y guiadas por la diosa desesperación, que estábamos siendo arrastradas por el camino de la locura.

Gemí como una zorrita al sentir sus dedos acariciando mi sexo, me estremecía al notar la leve presión de sus dedos en mi clítoris, sabía que se habían impregnado de mis fluidos y eso me encantaba.

Me separe un poco de ella para observarla, quería deleitarme con su rostro, quería disfrutar de la maravillosa imagen de aquella diosa virginal entregada al éxtasis, sus ojos cerrados, su rostro angelical  y su boca entreabierta por la que no dejaban de emanar continuos gemidos, era la imagen más erótica que nunca había visto.

Baje su cremallera situada en la parte trasera hasta la mitad, deje que su vestido bajara hasta dejar al descubierto aquellas dos tetas perfectas y apetitosas, eran anchas y firmes, sus pezones pequeños estaban duros, tersos, deliciosos y los lamí… los lamí como una yonqui que recibe su dosis.

Sujete una de esas tetas en mi mano sintiendo su tacto y suavidad, era la primera vez que sentía un pecho que no fuera el mío y me encantó, lo presioné ligeramente tal y como a mí me hubiera gustado y mordí suavemente el pezón que se endurecía por momentos.

Alcé la mirada y volví a deleitarme con su visión, introduje mis dedos anular y corazón en su boca, ella los recibió lamiéndolos con dulzura, durante unos segundos deje que se impregnaran con su saliva, acto y seguido los baje hasta su coñito, poco a poco se los introduje, mientras, observaba su rostro convulsionar al sentir mis dedos penetrándola.

Me encantaba la sensación de leve presión de  su coñito apretado y húmedo mientras mis dedos la follaban, resbalaban en su interior y los doble como había aprendido para llegar a su punto g.

Mientras mis dedos la follaban no podía dejar de observarla, se deleitaba en el placer y se mordía el dedo índice para evitar gemir, su pierna derecha se colocó sobre el W.C. para facilitar mi tarea y sus caderas no dejaban de moverse al compás del vaivén de mis dedos.

Volvía a extraer los dedos de su rajita y se los metí impregnados de fluidos vaginales en la boca, ella obediente los lamió con gusto, saboreando el jugo de su propio deseo.

Tras unos segundos, extraje mis dedos de su boca impregnados de saliva, se los metí de nuevo en el coñito y de nuevo volví a escucharla gemir, seguidamente me agache y metí mi cabeza entre sus piernas, tenía el coñito arreglado con un pequeño triangulito recortado,  acorte el espacio que me separaba de su sexo y a la vez que mis dedos la penetraban de nuevo, mi lengua comenzó a lamerle el clítoris.

Comenzó a mover sus caderas con más fuerza, se movía a delate y atrás, intentando sentir con más intensidad la punta de mi lengua que jugueteaba con su puntito de placer, sus gemidos ahogados se acompasaron a mis lamidas y cada vez que lo hacía iba acompañado de la palabra “si”, un sí que fluía de sus labios de una forma casi ininteligible

Aumente el ritmo y la presión de mi lengua en su clítoris, de vez en cuando acercaba la lengua a su rajita para saborear los jugos que no dejaba de emanar, mis dedos estaban impregnados mientras un fino hilo de fluido vaginal resbalaba por mi muñeca.

Con forme aumentaba la presión, ella aumentaba a velocidad de movimiento de sus caderas, aumentaba el ritmo de sus gemidos y su mano se posaba sobre mi cabeza apretándome con fuerza contra su sexo.

Sabía que estaba a punto… su cuerpo, sus gemidos desesperados, su coñito babeante me lo decían, comenzó a moverse de una forma incontrolada,  sentí que sus caderas lanzaba varias convulsiones,  tuvo que apoyarse con las dos manos en la puerta para evitar caer al suelo.

Mi lengua siguió lamiéndola y mis dedos follándola hasta que tras varios segundos de jadeos incontrolados y espasmos de placer, su cuerpo llegó a la calma. Cuando todo había pasado y él silencio se apoderó de aquella estancia, me levanté y la mire… seguía respirando con fuerza, pero ella aparto la mirada, estaba avergonzada por lo que había hecho.

- Que hemos hecho tía… esto es muy fuerte.

- ¿No te ha gustado?

- Tía me voy a casa… tengo que pensar.

Sofí se arregló el vestido y se puso el tanga que había quedado en el suelo, acto y seguido salió por la puerta sin mirar atrás, yo me quede sentada en la taza, con la respiración todavía entrecortada, pensando en lo que había ocurrido y un poco confundida por su reacción.

Sentía todavía el sabor del pecado en mis labios, mi corazón palpitaba con fuerza y sabía que lo haría toda la noche, tenía impregnada en mi piel su perfume y su sabor, pero al ir a recoger mi tanga comprobé que ella se había equivocado y se había ido con el mío…

En cuanto tuve en mi mano aquella diminuta prenda de puntilla negra, la olí  para poder recordar su sabor… olía a ella, olía a pecado y deseo, olía a aquel momento que nunca iba a poder olvidar.

Me senté en la taza y me masturbe… solo tuve que recordar  el maravilloso momento que había vivido y no tarde mucho en correrme allí mismo.

Había sido una noche rara, había perdido a mi novio y había tenido mi primera experiencia lésbica, también Sofía me había dejado, pero sabía que en su caso no era un a dios sino un hasta pronto, estaba segura de ello, porque su cuerpo no miente y este había hablado esa noche.