Sodomizado por mi primo
De como vuelvo a ser el sumiso de mi primo y acato obedientemente sus caprichos.
Era un caluroso verano en el que estaba de vacaciones en la casa de campo que compartíamos toda la familia, herencia de un bisabuelo medio burgués. Allí solíamos reunirnos toda la familia, y allí, con 18 años, tuve mis primeras experiencias homosexuales con mi primo, de mi misma edad. Empezamos tocándonos el uno al otro, poco después llegaron las felaciones y ya de allí pasamos a la penetración anal, yo siempre en el rol de pasivo, desde el primer día tuve claro cual quería que fuera el mío. Esperaba con ansia el verano porqué me esperaban unos días de puro morbo y placer los dos solos, por la noche o bien en la habitación de uno o bien en la de otro. El resto del año nos veíamos en contadas ocasiones, quizá tan solo un par de días por navidad en casa de mis padres o en la de los suyos, y me tenía que conformar con hacerle una mamada rápida en el baño a escondidas. El caso es que ahora tengo 27 años, mis padres y mis tíos casi no coinciden nunca por motivos de trabajo y soy yo el que pasa más días en la casa en total soledad. Mi primo tampoco viene y desde entonces ha mutado a macho alfa de gimnasio y me imagino que ha borrado a consciencia lo que solíamos hacer cuando todos dormían. O eso me pensaba yo…
Como decía, estaba en la casa, recién llegando de dar una vuelta por los alrededores cuando veo que hay un coche que no reconozco aparcado dentro, en la zona del jardín. Abro la puerta y me encuentro a mi primo en el salón, sentado en el sofá y mirando la tele. “¡Qué sorpresa! ¿Qué se te ha perdido por aquí?” le espeté. “Nada, que tenía un par de días libres en el trabajo y necesitaba desconectar un poco de la ciudad”. Estuvimos hablando un buen rato, sobre el trabajo, sobre el amor, sobre el país, etc. Hasta que me fui a duchar ya que llegué bien sudado del paseo. A decir verdad la presencia de mi primo de daba mucho morbo, era un poco más bajito que yo, debía medir 1’75 o así, pero estaba muy fuerte y tenía esa pinta de chulazo de gimnasio que tan perro me pone. Así que una vez en la ducha no me pude resistir y me empecé a tocar pensando en él y en cómo debería ser su pene después de tantos años.
Llevaba un rato completamente en las nubes con mis pensamientos bajo el chorro del agua fría, que no me percaté de la presencia de mí primo Antonio. “Pero bueno, ¿qué veo aquí? Veo que sigues siendo el mismo putón que eras entonces eh”. Se había quitado la camiseta y vi su torso musculado, no sería mi tipo de hombre ideal pero esa estampa de empotrador me ponía mucho. “Sigue masturbándote, no pares, quiero ver lo cerda que te pongo”. Me giré del todo hacia él y empecé a tocarme. “¿Te gusta que me toque para ti?”, le pregunté. “Sabes que me encanta dominarte” respondió, sobándose un paquete cada vez más abultado. Finalmente se sacó los pantalones y quedamos los dos en pelotas y empalmados. Pude ver su miembro, que como temía, había crecido mucho desde entonces y superaba mis quince centímetros de largo. Le debía medir alrededor de unos 19 y era muy gruesa, toda depiladita y con unas pelotas bastante grandes. “Bien, ahora arrodíllate y póntela en la boca, quiero comprobar si la chupas tan bien como lo hacías antes”. Me la metí directamente en la boca y empecé a succionarla con deseo mientras le miraba a la cara, recuerdo que eso le gustaba en especial. Le masajeaba los huevos y me la metía entera en la boca. “Es incluso mejor de lo que recordaba, no quiero ni imaginar las pollas que has debido chupar todos estos años”. Y en efecto, a base de práctica todo se perfecciona. Estuvimos así unos cinco minutos hasta que me dijo que no podía más y quería metérmela para correrse en mi culo. Me levante y me puse de cara a la pared, inclinando un poco el cuerpo y ofreciéndole todo mi culo para que se deleitase. Me la metió de un golpe y empezó a penetrarme brutalmente, yo ya tenía el ojete bastante abierto ya que esos días me llevé todo mi juego de vibradores, no contemplo pasar más de dos días sin penetrarme. Intensificó todavía más las embestidas y en medio minuto empezó a soltar trallazos que fueron a parar hasta el rincón más oscuro de mi culo. Me la sacó de dentro, estaba agotado y se sentó en la taza del váter, yo me terminé de limpiar, cerré el grifo y me sequé. “No me había vuelto a follar un culo desde la última vez que te lo follé a ti, me encanta, pero todavía tengo un calentón encima que quiero que se me pase”. “¿Qué puedo hacer para ayudarte?”, le dije de modo altruista. “¿Te acuerdas como me ponía el hecho de utilizarte como mueble?”. En efecto, una de las cosas que más nos ponían era cuando se sentaba en una silla y ponía las piernas encima mío a modo de puf, o cuando directamente yo era su silla o me utilizaba como medio de transporte. Siempre he tenido alma de sumiso. “Pues bien, ahora te pondrás a cuatro patas, yo te cabalgaré mientras te la meto y tu te dirigirás a tu habitación, y una vez allí te dejaré el culo abierto en canal”.
Y tal que así fue, me puse en cuatro, me la clavó y se abalanzó sobre mí. Empezó con otro mete saca machacón, a mi me costaba desplazarme con él a mis espaldas, debía pesar unos 70 quilos, pero la escena me recordaba a nuestros viejos tiempos y eso solo hacia que ponerme como una moto. Me la fue clavando por el pasillo hasta que finalmente llegamos a mi habitación y me tumbó boca arriba en la cama, puso mis piernas sobre sus hombros y empezó otra vez con su ritmo frenético. Se notaban las horas de gimnasio y que estaba en forma, de algo le tenía que servir. “Abre la boca, primito, que tengo un regalo para ti”. Me empezó a escupir mientras seguía follándome pero no acababa de atinar y toda su saliva iba a parar en mi cara, el muy cabrón recordaba que eso también me ponía muy perro. Yo con la mano esparcía sus babas por mi rostro o bien me las llevaba a la boca. “Joder, es que con el paso del tiempo te has vuelto más cerdo de lo que ya eras”, me dijo entre jadeos. Sus gemidos iban en aumentó lo que indicaba que se estaba a punto de correr, pensaba que me volvería a llenar el culo de leche pero cuando parecía que ya iba a correrse se la sacó y dijo “te voy a recubrir de lefa tal y como te mereces”. Soltó seis trallazos enromes en mi pecho y rápidamente me acercó su pene a mi boca para que se lo dejase bien limpio. Era increíble, en cuestión de poca más de diez minutos se había corrido dos veces y todavía soltaba un poco de leche que me tragué tan a gusto. Como pude cogí todo el semen que me había dejado en el pecho y me lo tragué bajo su atenta mirada y su sonrisa lasciva. “Mis vacaciones serán muy cortas pero muy intensas, esto tan solo es un aperitivo.” Y salió de la habitación y me dejó allí, con el culo abierto tal y como me había prometido y con el deseo de que me vuelva a someter una vez más.