Sodomía a oscuras

Ella tenia culo simplemente perfecto. Ni grande ni pequeño, ni caído ni levantado, ni ancho ni estrecho. Cualquier pantalón que se pusiese era como un guante de látex en las manos de un cirujano. Perfecto. Maravilloso.

Sodomía a oscuras.

Pongámonos en antecedentes: la sodomía siempre fue considerada una práctica "contra natura" porque para la iglesia el acto sexual era algo con fines únicamente reproductivos. Así pues introducir tu pene en el ano de otra persona (ya fuesen hombres o mujeres) no tenía ninguna consecuencia reproductiva y por lo tanto debía ser prohibido. Hoy en día en nuestra cultura continua siendo algo "prohibido" (sobre todo por razones éticas y religiosas) pero ampliamente extendido en las relaciones de pareja. La sumisión física y psicológica que conlleva esta práctica es el gran atractivo que tiene frente a la penetración "habitual". Muchas personas tienen miedo ante la posibilidad que una persona les penetre analmente… no saben lo que se pierden. Esta es la historia de una curiosa sodomía. Una historia casi real.

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Ella tendría alrededor de 30 años. Poniendo sobre aviso que yo siempre he sido un pésimo contendiente en el juego de ponerles edades a las gentes debo decir que ella podría tener 28 años pero también podía tener 32 años. Pero eso no importaba porque ella llamaba L. y lo único que quería era estar dentro de su culo. Tuviese la edad que tuviese. Había llegado al barrio dos años antes, era una muchacha alta, perfectamente proporcionada (apenas uno o dos pocos kilos de mas pero excelentemente repartidos), de pechos grandes y culo simplemente perfecto. Ni grande ni pequeño, ni caído ni levantado, ni ancho ni estrecho. Cualquier pantalón que L. se pusiese era como un guante de látex en las manos de un cirujano. Perfecto. Maravilloso. Dotado de una hermosura fuera de lo habitual. Todos los hombres del barrio (e incluso los foráneos) admirábamos el culo de L. y esperábamos mañana tras mañana que ella llegase a la panadería donde trabajaba para admirar que privilegiada tela seria la que diese forma aquel día a esas nalgas quasi perfectas. Desde que ella había llegado al barrio el consumo de pan se había triplicado, en especial el consumo de pan sin sal por parte de la población masculina. El pan sin sal estaba en unas cestas de mimbre en la parte inferior de las estanterías y L. debía agacharse mostrando un perfecto dibujo de sus nalgas. L. tenia un novia, un muchacho delgado y con un bigotillo imposible que venia a buscarla cada tarde al salir y la acompañaba hasta su casa después de parar en un bar a tomar un refresco, y así un día tras otro.

Yo continuaba yendo a comprar el pan (sin sal, claro está) cada mañana y nunca se me hubiese ocurrido la manera de entrar en aquel culo a no ser por una coincidencia que nunca agradeceré lo suficiente. Era una mañana de Septiembre, L. iba vestida con una falda larga y una blusa blanca a través de la cual se transparentaban ligeramente unos sostenes color crema. Nada nuevo. Pero aquella mañana se fue la luz mientras yo estaba dentro de la panadería y aunque esta circunstancia pudiese parecer algo normal, en aquel momento estábamos solamente ella y yo en la panadería. Y para colmo de las casualidades la panadería tenía una puerta de esas automáticas que se abrían al acercarte, y ahora no funcionaba.

-Vaya –dijo ella frunciendo el ceño al momento de irse la luz- lo que faltaba.

-No te preocupes, seguro que es algo momentáneo.

Lo momentáneo se transformo después de segundos en minutos pero no parecía volver la luz y ambos dos estábamos allí, de pie, mirando la puerta bloqueada y la gente que pasaba al otro lado, afuera en la calle comenzó a llover.

-¿No se puede abrir la puerta manualmente? –pregunté yo.

-No lo se.

-¿Y no hay otra salida?

-¡Claro! La salida trasera, por detrás del horno.

-¿Hay alguien en el horno?

-Han salido a desayunar.

-Bueno, entonces quizás lo mejor será que vaya a buscar esa salida ¿no crees?

De improviso una luz se encendió en alguna parte de mi cerebro. Estábamos solos

-Bueno –dijo ella encogiéndose de hombros –pero estará oscuro.

-¿No tienes una linterna?

Ella negó con la cabeza.

-Bueno, yo tengo un mechero.

Dicho y hecho nos encaminamos hacia el sótano, donde teóricamente debía encontrarse el horno (y la puerta trasera) iluminados por la tenue llama de mi mechero. Ella iba detrás de mí y podía sentir perfectamente su respiración entrecortada en mi cuello. Bajamos unas escaleras aun iluminadas levemente por la luz que llegaba de la calle y después llegamos al horno, unas cuantas mesas repletas de bandejas y harina y unos hornos eléctricos a ambos lados.

-¿Dónde está la puerta?

-Debería estar al final de las mesas.

Nos dirigimos por entre las mesas pero de improviso el mechero se apagó dejándonos sumidos en la oscuridad mas cerrada. Ella puso sus manos sobre mis hombros.

-¿Qué ha pasado?

-El mechero… -dije mientras intentaba encenderlo sin éxito- creo que se ha quedado sin gas.

-Maldita sea –dijo ella apretando aun mas mis hombros.

-Tranquila –dije yo cogiendo una de sus manos.

-¿Qué hacemos? ¿Esperamos?

-No, será mejor que volvamos por donde hemos venido, será simple.

Entonces nos dimos la vuelta quedando ella delante y yo detrás y comenzamos a andar lentamente, ella me llevaba de la mano pero en un momento determinado tropezó con la esquina de una mesa lanzando un breve quejido y sus movimientos se detuvieron como si hubiese quedado congelada en el tiempo. Yo, que continuaba caminando, tropecé con ella y mi miembro (erecto desde hace varios minutos) se quedo pegando a su culo.

Para mi sorpresa ella no hizo ningún movimiento para apartarse.

-¿Qué es esto? –susurró L.

-Lo siento –dije yo- ha sido sin querer.

Entonces ella comenzó a restregar su culo por mi polla. No podía creérmelo, estábamos completamente a oscuras y la tía con el mejor culo del barrio me lo estaba restregando por la bragueta. Alargué una mano y me hice con una de sus tetas. Estaba dura. Ella gimió.

-¿Y ahora? –pregunté.

-¿Ahora que?

-¿Qué se supone que tenemos que hacer? –pregunté yo sin dejar de sobarle la teta.

-Como si no supiese que ha estado todo el rato mirándome el culo… y ayer… y anteayer… todos los días –contestó ella mientras continuaba restregándose.

-Tienes el mejor culo de todo el barrio.

-¿Querrías follarme?

-Solo quiero metértela por el culo, sueño cada noche con ello. ¿Alguna vez te han sodomizado?

-Si, pero nunca a oscuras –dijo mientras se separaba y escuchaba como se levantaba la falda y después quizás se bajaba las bragas. Yo hice lo propio y con los pantalones en los tobillos la encamine a su culo.

-Espera, lubricate con algo.

-¿Con que?

-Esto es una panadería, debe haber aceite encima de alguna de las mesas.

Ambos hicimos además de buscar algo con que pudiera lubricarla hasta que mis manos dieron con una pasta aceitosa. Sin pensarlo demasiado me la pasé por la superficie de la polla.

Podía saber donde estaba ella por su respiración así que me acerque lentamente, puse mi mano en su culo y le metí uno de mis dedos impregnado de esa especie de pasta. El dedo entro totalmente si oponer apenas resistencia.

-¿Qué es? –preguntó ella.

-No se… una especie de pasta aceitosa.

Después le metí un segundo dedo, ella pareció apoyarse en la mesa porque note como su espalda bajaba y su culo subía ligeramente. Cuando la tuve totalmente lubricada acerque mi polla a su culo (a tientas, claro esta) y puse la punta en lo que debía ser el ano. Di un empujón y la polla entró de golpe. ¿Demasiado lubricante o a ella le habían dado demasiado por el culo?

-¿Pero que haces? –protestó ella- eso es el coño.

Yo saque mi polla y la subí un poco hasta dar con lo que debía ser el agujero de su culo, puse la punta y apreté suavemente, sin apenas resistencia y en la más negra de las oscuridades la punta de mi polla entro por su ojete.

Ella lanzó un pequeño gritito y después comenzó a respirar con fuerza.

No podía creérmelo, estaba haciendo lo que deseaba todo el barrio. Le estaba dando por el culo a la panadera!!! Comencé a bombearla con fuerza mientras mis manos abrían su camisa y arrancaban sus sostenes. Sus pechos eran blandos y suaves, los abarqué con las palmas y con certeros golpes de cadera la sodomize todo lo violentamente de que fui capaz.

Creo que ella se corrió dos o tres veces, solo se que cuando me iba a correr la avisé, ella se retiro de inmediato, se agacho y yo lance chorros de leche por todos lados incapaz de saber si la estaba llenando la cara de semen o simplemente llenando las masas de pan que reposaban encima de las mesas de mi leche. Quizás al día siguiente todo el barrio desayunaría un pan de leche "especial". Ella se levanto pero no dijo nada. Ambos nos vestimos y cuando estaba abrochándome el cinturón volvió la luz.

Ambos nos miramos. Ella estaba preciosa, completamente vestida y con restos de mi semen por los labios, las mejillas y también por su pelo. Simplemente sonrió y me alcanzó un trapo.

-Límpiame- dijo.

Yo obedecí.

En la lejanía nos llego el ruido de unas voces.

-Ha vuelto el panadero y su ayudante. –dijo ella arreglándose la ropa- rápido, vete por esa puerta.

Yo me di la vuelta y desaparecí por la puerta trasera que daba a un callejón. Afuera seguía lloviendo. Me dirigí a casa, me duché y abrí una botella de vino mientras veía llover desde mi ventana. Me encanta la lluvia y me encanta el buen vino… casi tanto como un buen culo.

He vuelto varias veces a la panadería y L. siempre me ha dado mi barra de pan (sin sal, claro está) con una media sonrisa colgada del rostro, la misma media sonrisa con que se había despedido aquella mañana de lluvia, la misma media sonrisa que estaba repleta de mi semen. He vuelto varias veces a la panadería pero nunca ha vuelto a irse la luz, pero yo sigo volviendo, sobretodo los días de lluvia y ella sigue ofreciéndome mi pan con la misma media sonrisa… pero sigo albergando la esperanza de que se vaya la luz, sobretodo porque a pesar de haberla sodomizado, aun no he podido ver al natural el mas maravilloso trasero que haya sido creado jamás