Socorristas acuáticos

Esta es la continuación de mi primer relato (El probador) y de como fueron pasando una serie de encuentros entre Layla y yo.

PRACTICAS DE SOCORRISMO

Este relato es la continuación de mi primera historia (El probador) y de cómo fueron pasando una serie de encuentros entre mi amiga Layla y yo.

Después de salir de la tienda y una vez que compramos los bañadores, nos dirigimos a la piscina municipal ya que allí era donde se iban a realizar las siguientes prácticas. El curso duraba dos semanas, una de teoría y otra de práctica. La semana anterior había asistido a clases para aprender la teoría por lo que esa semana tocaba por fin la práctica y al menos sería más entretenido.

Una vez en la piscina, nos reunimos con el resto de los chicos que iban a hacer el curso. Digo chicos, porque Layla era la única chica que se había apuntado. Nos fuimos a nuestros respectivos vestuarios y en cinco minutos nos encontramos todos de nuevo, esta vez ya con los bañadores puestos y esperando a que los monitores nos dijeran que hacer. Ese primer día fue sencillo, nadar un poco para ver nuestra habilidad en el agua y algunos juegos para ir rompiendo el hielo del contacto físico en el agua. No hace falta decir que a Layla la sobaron por todos lados con la excusa de los juegos, pero ella no le dio mucha importancia, porque en ese sentido era muy ingenua.

Al día siguiente, nos empezaron a enseñar técnicas de remolque, es decir, que nos debíamos poner en parejas y mientras uno hacía de víctima, el otro era socorrista. Como ya dije en el otro relato, Layla y yo habíamos decidido ser siempre una pareja ya que aunque ella conocía a los demás chicos de antes (todos eran voluntarios de Cruz Roja), tenía muchas más confianza en mí, ya que nos habíamos convertido en los mejores amigos durante el ciclo que estábamos estudiando.

Dicho y hecho, Layla y yo nos acercamos y decidimos que yo fuera el primero en hacer de socorrista. La técnica a emplear era la más sencilla; el socorrista se sitúa detrás de la víctima, pasa un brazo por debajo de la axila del otro y le sujeta la barbilla para dejar la nariz y la boca por fuera del agua. Por tanto, me coloqué detrás de Layla, la acerqué contra mí hasta que su culo se pegó a mi bañador y pasé el brazo como habían dicho. Cogí impulso y empecé a nadar. Al principio me costaba un poco a pesar de la diferencia de estatura entre ella y yo (ella mide 1.60 y yo 1.83), pero poco a poco fui cogiéndole el gusto. De vez en cuando, entre impulsión e impulsión, nuestros cuerpos se juntaban, con lo que al estar en esa posición, mi pene se pegaba complemente a sus nalgas y empezaba a hacer efecto la excitación que sentía al estar junto a ella. A pesar de estar en el agua (ya se sabe el efecto que hace contra la erección) no podía dominarla y se me puso dura al rato de estar nadando. Lógicamente ella se dio cuenta, aunque no hizo ningún comentario y sugirió cambiar la postura. Ahora sería ella quien me llevara a mí. Se puso detrás de mí, me pasó el brazo como habían dicho, y cuando yo esperaba que me echara hacia atrás para empezar a arrastrarme, se pegó más a mí (con lo que sentí perfectamente sus pezones en mi espalda) , puso su otra mano en mi bañador, me apretó fuerte la polla y me susurró:

"Y dile a ésta (refiriéndose a mi pene) que se esté tranquila", soltó su mano y sin dejarme tiempo a contestar, ya me encontraba flotando entre sus brazos.

Me llevaba con bastante dificultad, ya que a pesar de hacer deporte y nadar muy bien, mi cuerpo era bastante más grande que el suyo. Aún así lo consiguió y la felicité por el esfuerzo que había realizado.

La siguiente técnica era también sencilla, pero menos tradicional. El socorrista se debía poner frente a la víctima y ésta debía apoyar sus manos en los hombros del primero, para que así el socorrista tuviese las 4 extremidades libres para poder nadar, estilo braza. Al principio me tranquilicé, pensando que esa postura no iba a suponer rozar nada, pero luego descubrí que había otro problema. Al igual que antes, Layla y yo decidimos que el primer socorrista fuera yo, así que nos colocamos frente a frente, ella puso sus manos en mis hombros y yo la impulsé hacia delante para comenzar a nadar. Enseguida ví el problema de nuevo. Layla al ser tan bajita y tener los brazos cortos, no podía separarse mucho de mí, por lo que mi cabeza quedaba justo entre sus piernas y éstas al estar abiertas, me dejaban una visión clara y en primer plano de su coñito. No quería mirarlo, porque si no, mi pene iba a tener otra erección y pensé que Layla se iba a enfadar si lo notaba. El problema se agravó cuando en un vistazo rápido (como sin querer queriendo), me di cuenta que su bañador como efecto del movimiento, se había pegado mucho y por tanto la rajita de su coño se marcaba perfectamente, delimitando esos labios vaginales que tan bonitos son. No pude quitarme de la cabeza lo que había pasado el día anterior en el probador y al excitarme tanto, mi polla empezó de nuevo a ponerse en forma.

Layla no se fijó, ya que como yo estaba boca abajo y con mi cabeza entre sus muslos y ella boca arriba, solamente mirándome, no podía apreciar lo que pasaba en mi cintura.

"Como vas?", me preguntó, "Bien, bien. Esta es más fácil que la técnica anterior. Te será más fácil llevarme después", le contesté, intentando olvidarme de la maravillosa visión que tenía a escasos centímetros de mi cara.

Al oír al monitor gritar cambio de posición, me alegré, ya que ahora podía relajarme sin ningún problema. Estaba equivocado de nuevo. Al poner mis manos en los hombros de Layla y ella echarme para atrás, no se si fue la suerte o el destino, hizo que su cara quedara justo encima de mi bañador y con la erección aún presente, Layla no pudo disimilar su sorpresa y exclamó "Joder Juan, otra vez!!". Yo le quité hierro al asunto diciendo que fue una erección espontánea, que nos suele ocurrir a los hombres y que enseguida se me pasaba. Pero lo malo es que no fue así. No se me bajaba de ningún modo, todo lo contrario, cada vez la tenía más dura, ya que el ver que Layla estaba en esa posición, unido a los recuerdos del día anterior y como colofón, el hecho de que cada vez que Layla respiraba y se impulsaba para nadar, su aliento caliente llegaba a mi bañador y su barbilla chocara de vez en cuando con mi polla tiesa, hizo que la erección me durase todo el rato.

Para intentar que no pasara a mayores, le comenté a Layla que ahora si me estaba remolcando bien y que esta posición le venía mejor en caso de rescate y así no se cansaría tanto al nadar.

"Y si me canso me agarro del mástil", exclamó Layla.

En un primer momento no entendí lo que quería decir y pregunté "Qué mástil?". Y ella mirándome a los ojos y sonriendo dijo: "Este que tienes entre las piernas…"

Me quedé callado pero riéndome por la ocurrencia que había tenido.

Posteriormente hicimos tres técnicas nuevas, más difíciles y como se estaba acabando el tiempo del curso, el monitor dijo que si podíamos, que practicáramos esas técnicas entre nosotros, para coger más confianza y soltura en el agua. Después de eso, salimos del agua, hicimos estiramientos y nos marchamos a las duchas. Tras salir de allí y llevar a Layla a su casa, hablamos en el camino de ir antes a la piscina nosotros solos y practicar esas técnicas nuevas. Estuvimos de acuerdo a una hora y así nos despedimos. Cuando me iba, vi a su novio dirigirse a casa de ella y pensé que ojalá fuera yo el que pudiera entrar, aunque seguía recordando el "secreto" que teníamos Layla y yo desde el día anterior.

A la tarde siguiente, y a la hora que habíamos quedado, nos encontramos en la piscina para empezar a practicar esas técnicas. Ahora no eran de remolque sino de soltarse en caso que la víctima nos agarre como consecuencia de la desesperación.

Nos metimos en el agua y la primera que practicamos consistía en un agarre por la espalda, tanto de brazos como de piernas. Como siempre, yo hice primero de socorrista, por lo que Layla se colocó detrás de mí y me agarró el cuello con los brazos y con sus piernas se trabó en mi cintura. En esta posición, pude notar sus pechos presionándome en la espalda y aunque temía que me iba a pasar lo del día anterior, finalmente no fue así. Lógicamente, yo tenía que deshacerme de ella en el menor tiempo posible y luego proceder a realizar alguna técnica de remolque. Por tanto, cuando sentí que ella ya estaba totalmente agarrada a mí, intenté quitármela de encima pero me tenía bien cogido y me costó bastante el soltarme. Después de un par de intentos más, ya conseguía soltarme con más facilidad.

Ahora era su turno, por lo que me puse a su espalda e hice lo mismo, es decir, la agarré por el cuello con mis brazos y la rodeé con mis piernas por su cintura. Ahora era ella la que podía notar mi bulto en su cadera, aunque como yo no estaba excitado, aún, no había nada extraño. Ella empezó a moverse desesperada, intentando soltarse de mi agarre, pero debido a la diferencia de corpulencia entre los dos, no pudo hacerlo. Decidimos que podía agarrarla con menos fuerza y así lo hice. En esta variación Layla si podía soltarse por lo que tras un par de intentos más pasamos a la siguiente posición.

Consistía en lo contrario, en un agarre frontal. La víctima debía abrazar al socorrista tanto con los brazos como por las piernas. Cada vez, el roce iba a ser mayor, por lo que me entró de nuevo el nerviosismo de que me viniera una nueva erección. Decidimos cambiar el turno y Layla comenzó siendo la socorrista, por lo que para no perder tiempo, la agarré contra mí con mis brazos y crucé mis piernas por detrás suyo. Pensé que tampoco iba a poder escapar, ya que la cogí con fuerza para hacerlo con más realismo. Efectivamente, no pudo soltarse pese a lo mucho que se movía de un lado para otro, así que la agarré con menos fuerza. Igual que antes, esta vez si pudo escapar y realizarme la técnica de remolque. La felicité y cambiamos los roles. Era mi turno.

Layla se quedó quieta, mirándome, sin decir nada, pero con esa sonrisa pícara que tiene.

"Venga, abre las piernas", le dije.

"Ábremelas tu…", replicó y empezó a reírse, desafiándome a que no era capaz de meterme entre sus piernas sin que ella quisiera.

Me acerqué a ella y se las intenté separar con los brazos, pero aunque sea pequeñita tiene bastante fuerza en sus piernas y no pude hacerlo. Así que decidí hacer "trampas". Empecé a hacerle cosquillas, intentando que se olvidara de hacer presión y en ese momento aprovechar para meterme. Pero tampoco lo conseguí. Yo la agarraba por la cintura, detrás de ella y con la otra mano, hacer cosquilleos allá por donde pudiera, pero lo único que conseguí fue excitarme ante tal desafío y ante los continuos roces de nuestros cuerpos. Creo que ella en ese momento no lo notó, por lo que me diría después.

Ante la imposibilidad de ganar el reto, la solté y le dije: "Está bien, tu ganas".

Ella se volvió, me miró a los ojos y se rió de nuevo a carcajadas. "Ves como ganamos las mujeres al no abrir las piernas con facilidad?. Pídemelo por favor", me dijo.

"Qué?", respondí. "Que me pidas por favor que abra las piernas", repitió Layla.

Me quedé callado y mirándola. No sabía si pedirle permiso o intentarlo de nuevo sin tanto cuidado. Escogí la segunda opción y acercándome a ella le dije:

"Yo no te tengo que pedir nada. Te abro las piernas cuando quiero…".

Ahora el que la desafiaba a ella era yo. "Ah, si?, inténtalo entonces", insistió ella.

Eso significaba que quería seguir jugando conmigo, pero yo ya no quería juegos. Era un desafío y quería ganar. Eso es lo que se conoce como competitividad masculina. Me acerqué a ella y la agarré, esta vez por delante. Intenté separarle las piernas de nuevo con los brazos, pero no lo conseguí. Entonces lo vi claro. Me puse por detrás, le agarré los brazos con uno mío y los sujeté por su espalda. Mi otra mano la metí entre sus muslos y empecé a acariciarlos, mientras con el pulgar, llegaba a tocar su bañador y a rozar su clítoris. Entonces le susurré al oído "Esto es lo que querías, verdad?".

Al oír esto, noté como Layla se quedaba paralizada por mi atrevimiento y aflojaba la presión de sus piernas, momento que aproveché yo para darle la vuelta, abrirle con facilidad las piernas y meter mi cintura entre ellas, pegando mi abultado bañador contra el suyo y agarrándole los muslos con mis manos para que no pudiera escapar. En ese momento exclamé

"Gané!!, ves como entro cuando quiero?".

Layla parecía como hipnotizada, y sólo en ese momento pudo reaccionar y respondió:

"Eso no vale, has hecho trampas!!!"

"Tu me dijistes que te abriera las piernas, no el modo de hacerlo….", y me empecé a reir.

"Está bien, has ganado. Te mereces un premio", me dijo una vez que aceptó la derrota.

"Qué premio?", le pregunté. "Ya te lo diré…", respondió, mirándome de un modo sensual y con una voz que hizo que se me pusiera el pelo de punta.

"Vale, ahora sigamos practicando", le dije.

Empezamos a practicar igual que antes y todo siguió de una forma más o menos normal. Repetimos las veces que pudimos los ejercicios y en ese momento llegaron los compañeros del curso y los monitores. Esa tarde pusimos en práctica las maniobras del día anterior y otras pocas nuevas, pero más sencillas.

Al finalizar la hora, y después de ducharnos y despedirnos de los compañeros, llevé a Layla a su casa, igual que otros días y quedamos para el día siguiente hacer la misma operación, es decir, quedar antes y practicar las técnicas de agarre. Nos dimos un beso de despedida (en la mejilla por aquel entonces, ya que ahora nos saludamos con un pequeño beso en los labios) y ella entró en casa.

Al día siguiente y ya estando en la piscina, decidimos practicar las técnicas para deshacerse de la víctima en caso de agarre, es decir, lo del día anterior. Así lo hicimos y fue Layla la primera en ser la "víctima". Ibamos a hacer el agarre frontal, por lo que ella se acercó a mí, y me rodeo con sus piernas y sus brazos. Mi polla se pegó completamente a su bañador, aunque como no estaba excitado ella no notaba nada. Pero no tardó en ponerse en funcionamiento, ya que nada más terminar de agarrarse a mí dijo:

"Te has preguntado lo que pensaran los demás bañistas al vernos así tan juntos y agarraditos??. Pensarán que somos novios y que nos estamos dando el lote en la piscina…". Al terminar de decirlo mi polla se empezó a poner dura al pensar en la posibilidad de que la gente pensara que yo podía estar con una chica así. Me subió el animo por las nubes (además de otra cosa a la altura de mi cintura) y le respondí:

"Anda, no seas tonta y empecemos a practicar…".

"Y aún no te he dado el regalo de ayer…", respondió ella, refiriéndose a la apuesta que hicimos el día anterior de si le podía abrir las piernas o no.

"Es verdad, que me vas a regalar?", pregunté intrigado.

"Esto…", y sin decir nada más acercó sus labios a los míos y empezó a besarme lentamente. Lógicamente yo no hice nada para impedirlo, ya que aquella escena me excitaba enormemente. De unos dulces besos pasamos a entrelazar nuestras lenguas y a juguetear con ellas dentro de las bocas. Mientras, mis manos habían pasado de su cintura a su precioso y apretado culo, para tocarlo en todo su esplendor, esperando que mis toqueteos hicieron un efecto afrodisíaco y ella quisiera llegar más lejos. No me equivoqué y ella sugirió ir justo a la esquina de la piscina. Así lo hicimos y apoyé a Layla contra la pared, sin dejar que sus piernas se separaran de mí, ya que mi polla se ponía más dura aún sintiendo perfectamente, la rajita de su coño en el bañador mojado. Seguimos un rato besándonos, mientras Layla había deslizado una mano hacia mi polla y quitándome el nudo de mi bañador, la metió por dentro y empezó a masturbarme. Yo hice lo mismo y comencé a acariciarla, primero por fuera del bañador y luego, metiendo mi mano por dentro, llegando a introducir el dedo corazón en ese coñito que tanto deseaba desde hacía mucho tiempo.

Nuestros gemidos empezaron a aumentar de volumen, por lo que decidimos bajar un poco el ritmo del meneo a pesar de que estábamos a punto los dos de estallar de placer. De pronto, Layla me susurró al oído: "Fóllame!!!".

Si hubiera sido en otro momento quizás hubiera dudado y puesto alguna pega, pero era tanta la excitación que tenía y el morbo de ser descubiertos lo que me inclinó a separarle el bañador a un lado sin perder el tiempo. Luego me bajé mi bañador como pude, justo para dejar hueco a mi polla tiesa y empecé a acercarme a Layla. Empecé a besarla nuevamente de una forma más relajada, con unos besos muy suaves, mordisqueándole los labios y atrapándolos con los míos, todo sin dejar de acercarme hasta poner la punta de mi pene en la entrada de la cueva divina y sintiendo esos jugosos labios, le susurré: "Quiero sentir tu calor…" y le mordisqueé la oreja mientras empezaba a penetrarla. Jamás había sentido tanto placer como en aquel momento. La situación, el morbo y sobre todo el deseo, se habían juntado para hacer aquel momento inolvidable. A medida que iba metiendo mi polla, sentí como el aliento de Layla se hacía más excitante en mi oreja con lo que me ponía más a tono si cabe. Empecé a menearme suavemente, dándole de vez en cuando algunos besos en los labios, en el lóbulo de las orejas y en el cuello… Yo estaba en una nube. Estaba follándome por primera vez a la chica a la que quería con todo mi alma, en una piscina con algunos bañistas nadando en otras calles, a punto de ser descubiertos, pero sobre todo, ella estaba gozando plenamente con mis embestidas continuadas y relajadas

Nos quedamos mirándonos a los ojos sin decir nada, mientras yo aumentaba progresivamente el ritmo, con lo que Layla cerraba los ojos para sentir toda mi polla dentro de su coño. Seguramente tendría un orgasmo, porque se mordía los labios para no gritar ni hacer mucho ruido. Echaba la cabeza para atrás, momento que yo aprovechaba para besarla por esa zona que es una de las que más me gusta y creo que a ella también porque empezó a gemir diciendo: "Así…..no pares…...". Con mis manos estaba acariciándole las tetas y había conseguido subir la parte de arriba de su bañador lo justo para que salieran sus duros pezones a la altura de la superficie del agua. Comencé a lamerlos y a mordisquearlos como podía. Quería darle todo el placer que pudiera a esa chica tan maravillosa….se lo merecía….

En un segundo cambiamos de posición y ahora era yo el que tenía mi espalda apoyada en la pared de la piscina. Layla empezó a menearse de una forma que me volvía loco. Ahora era ella la que me estaba follando a mí. Yo estaba a punto de correrme. Ya casi no podía aguantar más. Seguimos así un par de minutos más y entonces Layla sugirió otra postura. Ahora ella se pondría de espaldas a mí, con los brazos apoyados en el borde de la piscina y yo me pondría detrás, pero penetrándola la vagina. Así lo hicimos y mis manos se juntaron con las suyas, entrelazando los dedos, lo que me excitó mucho más. Ella lo notó, porque mis gemidos y mi aliento caliente en su cuello y sus orejas, así se lo hacían saber. Le dije que me iba a correr, que tenía que salir de la piscina para irme al baño. Y ella me respondió que no, que me corriera dentro de ella, que quería sentir mi leche en su coño. Yo me quedé parado por un momento, pensando que era una locura ya que podía quedarse embarazada y se podía liar una buena. Pero ella insistió y en ese momento no pensé en las consecuencias y solté toda mi descarga dentro de su coñito…. Me sentí muy aliviado, pero sobre todo lleno de placer al saber que me había corrido dentro de Layla, a petición de ella misma. Empecé a besarla de nuevo en el cuello y a susurrarle al oído lo mucho que me había gustado estar con ella. Layla se dio la vuelta y dándome un ligero y rápido beso en los labios me dijo: "Espero que te haya gustado mi regalo…" y me dio otro beso, esta vez más lento y con mayor pasión.

De pronto, reaccioné y me di cuenta de lo que realmente había pasado. No habíamos usado protección ninguna y eso era un problema. Ella tranquilizándome me dijo que no me preocupara, que tomaba pastillas ya que a su novio no le gustaban los condones. En ese momento me acordé de su novio, mi amigo… Si supiera lo que le había hecho… Le quité hierro al asunto en mi cabeza y pensé en mí y en lo bien que me lo había pasado, deseando nuevamente a recibir muchos regalos así. Se lo dije tal cual a Layla y ella se echó a reir y respondió: "Si, pero te los tienes que ganar…".

Sin más tiempo para nada, llegaron los compañeros del curso y empezamos a dar las clases. Al finalizarlas, llevé nuevamente a Layla a su casa y al despedirnos ella me susurró "Recuerda, si quieres más regalos míos te los tendrás que ganar…." Y me dio un beso de buenas noches que me supo como el mejor beso de todos los que me ha dado en otras ocasiones posteriores y que ya comentaré en más relatos