Sobreviví a mi primer semental.

No imaginaba lo complicado que sería enfrentar lo que tanto deseaba encontrar, hasta que al fin lo conseguí; lo gocé y lo agradecí.

Subimos por las escaleras hasta llegar al segundo piso en donde nos detuvimos. Vi que el elevador estaba clausurado por una gran lámina de metal incrustada en la pared, parecía que querían que el acceso a ese piso fuera unicamente por la escaleras. El viejo y yo continuamos por un angosto pasillo,

él iba apresurado llevándome de la mano y yo a penas podía apreciar el lugar, estaba más preocupada en no tropezar que en fijarme por dónde me llevaba el viejo. Había muy poca luz, l

as pocas ventanas de tragaluz que habían estaban pintadas y la única luz era la de un par de focos muy tenues.

Sin duda aquel hotel tenía un escondrijo exclusivo para llegar con prostitutas. Y entendí porqué el viejo había hablado antes con el tipo de la entrada, seguro le pidió permiso para entrar conmigo ya que yo no era de las prostitutas con las que seguramente el viejo acostumbraba llegar. No podía creer que yo estuviera en ese despreciable lugar con un desconocido en una busca desesperada de un espacio para que me follara.

Luego

tomamos

otro pasillo y vi que ahí la luz era aún más escasa y los cuartos eran más pequeños que los otros como si de uno hubieran hecho tres o cuatro, no tenían puertas sino sabanas a manera de cortinas, incluso al pasar por uno de los cuartos pude escuchar los jadeos de una mujer, era obvio, me iban a coger en uno de esos cuartos.

El viejo parecía tener prisa en todo momento, y la verdad es que yo también pero de salir de ese lugar, el estar ahí empezaba a darme asco.

Luego que el viejo encontró un cuarto disponible, me hizo pasar. Al entrar vi que la supuesta habitación era un simple cuarto con una cama; eso era todo lo que había y la luz que nos alumbraba era la que alcanzaba a entrar desde el pasillo por un espacio que había arriba de la cortina. "¿Qué estoy haciendo?" pensaba hacia mis adentros, no era así como había imaginado mi primer acostón con alguien que no fuera mi esposo. De algo estaba segura; jamás volvería a ver a ese viejo y por supuesto que de ninguna manera volvería a pisar ese hotel de mala muerte.

El viejo aseguró la cortina en un clavo en la pared que parecía estar ahí con ese fin. El viejo me tomó de la mano para dirigirnos hasta la cama que no era mas que un catre con una colchoneta cubierta con una sabana. Estuve a punto de huir de allí pero era más mi calentura que mi delicadeza, así que me apresuré a acercarme al catre; entre más rápido empezáramos, más rápido nos largaríamos de ahí, pensaba.

Alcé la mirada hacia el viejo tratando de encontrar en él una disculpa de su parte por haberme llevado a ese lugar, pero él a penas me miraba a la cara, tenía sus ojos clavados en mi cuerpo.

Y

o sin atreverme a decir nada sólo le sonreía estúpidamente a su lasciva mirada; me odiaba a mí misma por ser tan sumisa y complaciente con él. Ni siquiera mi esposo se atrevía a mirarme así cuando intimábamos porque sabía lo mucho que repudiaba ese comportamiento en un hombre. Pero tuve que dejar mis remilgos de lado si quería disfrutar de ese momento.

Lo que agradecía de ese lugar era la poca luz que había, eso en definitiva me facilitaría las cosas, aunque me adapté pronto a la escasa claridad

y ya no parecía tan oscuro. Después de todo perecía el lugar indicado, me sentía apartada del mundo y la realidad.

El viejo se me acercó y yo podía adivinar la infinidad de perversiones que pasaban por la mente del viejo cuando me miraba, pero ya estaba hecho, me iba a dejar coger por él.

  • ¿Nerviosa? -me dijo luego de notar que mi cuerpo aún temblaba.

  • Un poco, sí -yo me odiaba por seguir sonriéndole como una idiota, pero su voz me intimidaba.

  • Eres todo un culo -me susurró al oído a la vez que me abrazaba estrujándome las nalgas con sus manos.

Comenzamos a besarnos; él a mí y yo a él. Cerré los ojos para tratar de no pensar y no sentir repulsión por mí misma por haber caído tan bajo. De pronto una idea apareció en mi mente, una idea que me reconfortó; la idea de vengarme de todos los desprecios que me había hecho mi esposo.

Mientras nos besábamos, el viejo se pegó frente a mí y se sacó la verga de los pantalones para restregármela por encima de la falda. Al fin podía ver y sentir en mis manos esa enorme verga que me había impresionado desde que la vi en la tienda de discos moviéndose dentro de los pantalones del viejo, y en definitiva en carne viva era mucho más exquisita. Yo masturbaba al viejo luchando contra los besos que me daba en todo el cuerpo porque me dificultaban ver su verga, y el viejo se dio cuenta y dejó de besarme el cuello.

  • ¿Te gusta mi verga? -pregunto el viejo orgulloso de sí mismo.

Oh, esa voz; el viejo podría hacerme venir con tan solo decirme un par de cosas sucias con su voz. Yo no respondí, sólo moví mi cabeza indicándole que en efecto me gustaba su verga, y él sonrió aun más.

  • Ven, mírala bien... pero rápido que ya quiero cogerte -me animaba el viejo.

Yo empecé a recorrerla toda con ambas manos, me la comía con los ojos mientra él se deshacía de sus pantalones dejándolos en el piso. Quería tragar ese animalón pero no me atreví. Risitas nerviosas escapaban de mí al tener esa verga entre las manos; era grande, caliente y además se movía como si tuviera voluntad propia, ¡demonios, estaba excitadísima!

  • ¿Porqué se mueve solita? -le pregunté al viejo refiriéndome a su verga.

  • No sé -respondió serio y apartó su verga de mis manos.

Era evidente que el viejo estaba más interesado en follar que en otros jueguitos. No sé, tal vez él intuía que yo podía arrepentirme en cualquier momento o no sé porque pero no me puso a tragar verga.

Ahí descubrí que el viejo dejó de ser para mí una persona para convertirse sólo en una verga con piernas y brazos.

Comencé a desabrochar mi blusa pero el la tomó y me la sacó bruscamente por la cabeza.

  • Veamos esas tetas que tienes -y me bajó el bra de un solo tirón.

Ahí estaba yo, con las tetas al aire y el bra aun puesto, la mirada fija en su verga, transpirando y respirando aceleradamente mientras el viejo se deleitaba con mis tetas de fuera. Comencé a desabrocharme la falda pero

me detuvo.

  • No. Déjate lo demás, me gusta así –su mirada lasciva en mi cuerpo respaldaba sus palabras.

  • Ok -mejor para mí, pensé.

Me recosté sobre el catre esperando a que en cualquier momento él se me acercara para penetrarme. Mi rostro de hembra excitada era todo un deleite para el viejo quien no dejaba de pasar su mano por toda mi cara cada que podía, como si le resultara familiar mi cara, como si quisiera asegurarse de que era yo la mujer que tenía en frente. Me subí la falda y abrí las piernas, me urgía ser penetrada por esa verga.

  • Date

vuelta, te quiero a cuatro patas -me ordenó sin  más.

Esa voz... ¡demonios!, su petición me puso aún más caliente si es que eso era posible, y sin más lo obedecí quedando a cuatro patas sobre la colchoneta.

El viejo levantó mi falda blanca separándola de mi mi fondo que aun me cubría el culo, luego estiró el fondo hasta que se me metió entre las nalgas y susurró "culazo". Yo sólo adivinaba lo que estaba haciendo el allá atrás, casi no podía verlo, mi posición me hacía tener la mirada fija en la pared. Y de pronto metió toda su cara entre mis nalgas por encima del fondo causándome un leve grito de sorpresa.

  • ¡Aaay!

  • Jaja, no te asustes, esto no es nada -decía burlonamente el viejo.

Él seguía estrujándome las nalgas, abriéndolas para luego oler entre ellas, aspiraba fuertemente con la nariz y exhalaba dejándome sentir su cálido aliento contra mi coño. Yo moría por que me follara pero él parecía saber bien lo que hacía, quería tenerme suplicante por su verga y lo estaba logrando.

  • Hueles riquísimo, mmhh... a perra en celo -me decía el viejo.

Yo sonreía sin que él me viera. Luego de olfatearme la cola cuanto pudo, subió el fondo junto con el vestido hasta la altura de mi estomago, yo estaba lista para recibir su verga y sólo me quedaba quieta con la sabana entre mis dientes. No sé en qué momento le había perdido el asco a esa sabana que ya hasta la tenía metida en la boca. El viejo tomó mi tanga con sus dedos y la hizo a un lado, luego me abrió las nalgas y pasó su lengua sobre mí lamiéndome el chocho.

  • Ahhhhh... ah-siiiiiiii.... siiiiiiiiii... papiiii... -le decía yo.

Sin pensarlo comencé a llamarlo así; "papi". Así llamaba yo a mi esposo cuando teníamos sexo, parece que esa palabra escondida en lo más profundo de mi subconsciente, al fin había encontrado una salida.

El viejo me lamía el coño desde mi clítoris hasta mi ano, sólo dejaba de hacerlo cuando me chupaba las nalgas; él quería dejar su marca haciéndome tremendos chupetones sobre ellas. Comenzó a chuparme el coño con sus labios mientras su lengua saboreaba mi chocha con tal intensidad que parecía querer dejarme sin sabor en el coño, simplemente era exquisito.

  • Ayyyy... siiiii... así... chúpame... aah-aahhh... -gemía yo.

El viejo hundía su cara en mi culo, yo sentía su nariz contra el ojete de mi culo mientras él me comía el chocho, luego pasaba lenta pero firmemente su lengua sobre mi ojete.

Sin duda el viejo tenía un extraño fetiche con mi trasero, y yo lo disfrutaba a mares.

Su lengua comenzó a querer abrirse paso en mi coño como si quisiera ganarle la batalla a aquella verga que esperaba pacientemente su turno.

Todo era tan exquisito que tuve mi primer orgasmo así; empinada con la cara metida entre la sabana.

  • Aaaaahhhhhhh... siiiiiiii-iiii-iiiii...  -jadié sin reparo.

Luego de tan delicioso orgasmo, el viejo se puso a buscar en sus pantalones que había dejado en el piso. Yo empinada sin poder moverme del todo, giré la cabeza y alcancé a ver como abría un condón y se lo empezaba a poner. Nuevamente yo había olvidado cargar conmigo un condón, pero bueno..., no quise mortificarme con lo irremediable y agradecí que el viejo viniera preparado. Sin duda era una mujer con mucha suerte, el destino seguía siendo generoso conmigo, pensé.

Ver esa enorme verga en todo su esplendor envuelta en látex, hizo que me volviera a mojar todita cual perra en celo. Había llegado la ansiada hora de tener al fin una verga dentro de mí, yo estaba que no lo creía e instintivamente llevé mis manos a mi rostro, como si no quisiera ver la estocada que estaba apunto de suceder y que deseaba con toda el alma que sucediera.

El viejo se paró atrás de mí y de un tirón me bajó la tanga hasta las rodillas, con una mano se ayudó para poner su verga en la entrada de mi coño mientras con la otra me tomaba de la cintura y empujó muy suavemente, luego de meterme a penas la punta, me tomó con ambas manos de la cintura y continuó empujando para seguir hundiéndome su verga.

  • Mhhhaaaahhhhmmm... -yo sentía su verga introducirse en mí y sin más me solté a llorar.

Ahogué mi llanto en sollozos sobre la sabana para que el viejo no lo notara, no era tristeza, ni de dolor físico; era mi orgullo de mujer casada que estaba muriendo como si esa verga atravesando mi coño, fuera una espada atravesando a mi orgullo de mujer, de madre y de esposa fiel. Me lastimaba en lo más profundo el saberme ahí follada por ese viejo, me dolía saber hasta donde había llegado, lo que tuve que hacer para volver a disfrutar del sexo con un hombre.

Quería gritar de rabia, quise dejar escapar ese llanto pero no pude. Mi mente nublada ya no pensaba, sólo sentía ese placer que no se atrevía a disfrutar, era como si mi orgullo me recriminara el que yo estuviera permitiendo aquello, lejos de disfrutar mi primer verga en años, fue horrible para mí la primera envestida.

Lo irónico es que esa sensación era tan despreciable para mi mente como lo era de placentera para mi cuerpo, una sensación que creo que sólo las mujeres infieles hemos experimentado. La idea de saber que mi esposo confiaba en mí, y me esperaba en casa cuidando a nuestros hijos, estaba destrozándome el corazón. Pero a su vez, esa misma sensación de culpa era la responsable de provocar en mi estomago un cosquilleo que hacía que cada centímetro que ganaba aquella verga dentro de mí, fuera una explosión de placer que nunca antes había experimentado. La culpa resultó estar ahí para hacerme gozar.

Esa verga iba abriéndose camino dentro de mí hasta que llegó al fondo.

  • Aggg... ¡qué rica estás! -decía el viejo luego de habérmela clavado toda.

  • Siiiii... pa-aapiiiii... -pujé en un temeroso gemido al sentir mi coño lleno de verga.

Yo a penas podía emitir sonido alguno sin que se me saliera aun más el llanto, a pesar de estar llorando también lo estaba disfrutando. Decidí que lo mejor era guardar silencio hasta que me calmara un poco más para que el viejo no supiera que yo estaba llorando, él no tenía porque enterarse de lo que pasaba con mis emociones, ni tenía porque lidiar con mis conflictos de esposa desatendida, él solo debía disfrutar del sexo, y yo esperaba recuperarme pronto para hacer lo mismo.

El viejo inició muy suavemente el mete y saca, parecía querer grabarse cada centímetro de mi coño quien apretaba con dulzura su verga.

Él sacaba su verga casi por completo para volver a metérmela toda muy despacio.

Mi cuerpo tembloroso gozaba de placer pero no podía demostrarlo; mis manos apretaban la sabana en donde tenía incrustado mi rostro empapado por las lagrimas. El viejo en cambio, parecía no inmutarse por demostrar su goce.

  • Aghh... hija de tu puta madre... -decía el viejo sin dejar de cogerme-, ¡goza perra

... así!

  • Mmmhhh...

Mi mente divagaba y descubrí que curiosamente esta vez era mi llanto el que tenía que ahogar en la sabana, y no mis gemidos, como hacía años cuando lo hacía con mi esposo y yo tenía que ahogar mis jadeos para que mis hijos no fueran a despertar.

El viejo sin percatarse de nada comenzaba a apretujarme las tetas sin parar de cogerme.

  • ¡Me encanta cogerte, desgraciadaaaa! -se susurraba el viejo para sí.

  • Siiiiiiii..... ahh-ahhhh...

Yo empecé realmente a disfrutar sus envestidas; sus manos manoseando mi cuerpo y su verga perforando mi coño. Al fin iba a saborear ese bello momento de lujuria animal descontrolada.

Me daba vergüenza empezar a gozar de aquella exquisita follada, pero ya era inevitable, los jadeos que mi falsa actitud pudorosa de esposa fiel habían aprisionado, al fin empezaron a salir de mi boca acompañados de palabras que no eran mas que para recordarme que me estaba dejando coger por ese viejo para vengarme de Javier. R

ecordaba las muchas ocasiones cuando Javier (

mi esposo) trabajaba hasta tarde en nuestra cama con su laptop

mientras

yo me tocaba a mí misma tratando de excitarlo sin conseguir nada de él más que su indiferencia. Mis palabras hacia el viejo eran más para mi esposo, imaginaba que Javier estaba ahí y que podía escucharme.

  • Siiiiii-iiii... cógeme por favor, cógeme... -animaba yo al viejo imaginando que mi esposo observaba.

  • Eres una putaa-aa... ¡toma... ! -dijo el viejo y me jaló del cabello alzando mi cara.

  • Siiiiii... soy una putaaaa... ¡cógeme! -decía yo, más para Javier que para el viejo.

Al ver al viejo follarme como la puta que era, aquel sentimiento de remordimiento quiso regresar pero esta vez no se lo permití, y la verdad es que las arremetidas del viejo me ayudaron mucho. En la posición que me tenía el viejo, c

omencé a gritar contra la pared decidida a dejarme llevar por completo.

  • Siiiiiiii... aquí está tu pu-taaa... ¡có-geme! no pa-reeesss... -gritaba yo.

  • Siiiii-iii... asiiiii hija de tu pin-che madre, asiii-iii... -él me gozaba y quería hacérmelo saber.

El viejo empezó a aumentar el ritmo de sus envestidas ayudándose de mi cabello y de una de mis tetas; las rodillas me dolían pero no podía moverme porque me tenía bien prensada de mi teta derecha y la apretaba con la misma fuerza que me jalaba del cabello, me lastimaba pero también con la misma intensidad me cogía.

El sonido del choque de nuestros cuerpos retumbaba en mis oídos, y el placer que sentía dentro de mi coño aminoraba el dolor que sentía en el resto de mi cuerpo.

  • Aaah-aah-aahhhh... siiiiiii-iii-iii... papiiii... -gritaba yo.

  • ¡Grita, pe-rra!, grita, gri-ta... -gritaba el viejo para animarme a gritar más fuerte.

  • Aaa-ahh... aaa-aahh... ¡siiiiiiiii!, ¡cooo-geme asi-iii! -yo gritaba sin recato, agitada por sus embestidas.

  • Aaggh... ¡goza mi ver-gaaa! -decía el viejo entre dientes.

  • Pa-piiii-iiii... ah-ahhh... siiiiiiii... ¡no pa-res, papii-tooo!, ¡no pa-res! -suplicaba gimiendo, envuelta en placer.

Y de pronto un orgasmo maravilloso recorrió todo mi cuerpo haciéndome estremecer todita.

  • Aaaaaahhhhhh... siiiiiiiii..... siiiiiii-ahhh... ¡siiiiiiiiiiiii! -grité hasta quedar sin aliento.

Lagrimas salieron de mis ojos pero esta vez eran un reflejo de mi cuerpo por tanta dicha y placer que acababa de experimentar. Mi ser había ansiado con locura ese delicioso orgasmo desde hacía ya mucho tiempo.

El viejo se dio cuenta y me trató con delicadeza sólo para iniciar de nuevo su lento vaivén dentro de mi coño. No terminaba de venirme cuando sentía que estaba a punto de llegar de nuevo a ese punto en donde todo son mariposas en el estomago y la razón abandona la mente para dejarla disfrutar por completo de ese placer único que te da el sexo.

El viejo liberó mi teta derecha para tomarme del hombro y con la otra mano prensó ahora mi teta izquierda; al fin se soltó de mi cabello. De momentos metía sus dedos en mi boca o me pellizcaba el pezón lo que disminuía la potencia de sus arremetidas, era un juego de sensaciones corporales, no sabía en dónde iba a detenerse a acariciarme sin dejar de follarme.

Mientras yo estaba perdida en el éxtasis del placer que me proporcionaba aquella cogida, él comenzó a balbucear con la voz entrecortada por la cogida que me estaba acomodando.

  • El ca-brón de tu esposo te vis-te siempre co-mo toda una pu-ta para lucir-te, ¿verd-ad?

  • Mmmhh... ahhh... có-geme pa-piiii... -de mí no podían salir mas que suplicas para seguir gozando.

  • Ahora soy yo quien go-za a su es-posa puta... ¡va-mos, perra, go-zaaaa...!

  • Siiiiiii... ahh-aaahhhhh... ahh-ahhh...

No recuerdo del todo lo que me dijo, pero la idea era simple; él me ubicaba perfectamente a mí y a mi familia.

  • Siem-pre qui-se tener-te a cua-tro pa-tas... justo a-siii... -decía el viejo entre jadeos.

  • Ahhh-ahh... ahhh...

  • Des-de que te vi con tu fami-lia lu-ciendo este culo-te, queria coger-te... ah-aggg...

Me preocupó lo que decía, aunque no lo suficiente para que yo dejara de disfrutar la empalada que me estaba proporcionando el viejo.

  • Te co-gería delante de tu espo-so y tus hijos, valién-dome madres todo, ¡pe-rra!

  • Siiiiii-iii... ¡no pa-res! ahh-aah... pa-piiiiii-tooo... -yo no controlaba las suplicas que escupían mis labios.

Estaba asustada por sus confesiones, parecía que el viejo estaba obsesionado conmigo y yo sin saberlo. Pude haberle dicho que no hablara así de mi familia, pero yo estaba muy caliente, además... ¿qué podía hacer yo en la posición en la que me tenía? Mi única opción era seguir disfrutando de sus arremetidas y hacerme la sorda a sus palabras para ahuyentar el temor.

Si mi esposo hubiera estado ahí seguro no me reconocería; su esposa a cuatro patas, asustada, disfrutando de la verga de un desconocido que al parecer lo despreciaba a él y a nuestros hijos, y yo jadeando libremente y suplicando que no parara de cogerme.

  • ¡Có-ge-meeee, asi-iiii papi-tooo, asi-iii papiiiiiiii...!

  • Pinche cu-lote que tie-nes... estás buenísima... -susurraba el viejo.

  • ¡Cógemee-ee... no pa-reeess... aaahh... ahh-aaahhh...

  • Eso hago hi-ja de tu pu-tiii-siii-maaa maaa-dreeee... Oh... qué rica estasss...

Así estuvimos cogiendo..., mejor dicho así me estuvo cogiendo por un buen rato, nuestros cuerpos empapados en nuestro sudor ya eran uno solo. Yo ya no sentía las rodillas pero no me importaba, disfrutaba esa verga machacando mi coño una y otra vez, y

gritaba como si quisiera que mis jadeos se escucharan hasta mi casa donde mi esposo me esperaba con mis hijos.

-Ahhhhhhh... siii... siiii... asiiiiiiiii.... ahhhhhhhhhh...

-¡To-ma hija de tu pu-ta madre... ¡to-ma, desgraciada! -me decía el viejo cogiéndome con fuerza.

  • Siiii-iiii... ahh-ahh... ahh-ahh... a-sí, asiiii... siiiiii... ¡có-geme fuerte!

De pronto el viejo hizo un abrupto silencio y se prensó fuertemente de mi cintura y aminoró sus empujones, sus jadeos me indicaban que se estaba corriendo dentro de mí, en el condón.

  • Agggggg, aggggg.... siiiiiiiiii... ¡hija de tu puta madreee...! -gimió el viejo hasta quedarse sin aliento.

Cuando se calmó se salió de mí y caí rendida sobre la colchoneta con la rodillas adoloridas y las piernas colgando a la orilla del catre.

Yo tenía la mirada fija en la pared, estaba agradecida con el viejo por haberme dado tanto placer pero ahora que estaba más consciente vi que sí me afectó lo que dijo.

Yo no me atrevía a mirarlo; él me conocía y ubicaba muy bien quién era mi familia y eso me causaba vergüenza. Mi silencio e indiferencia a él parecían no importarle.

Escuché como se quitó el condón y pude ver que lo arrojó contra la pared cayendo en el catre a pocos centímetros de mis manos. Yo con la mirada perdida en el condón recapacité de lo estúpida que había sido una vez más al salir de mi casa en busca de verga sin ningún tipo de protección; si el viejo no hubiera usado condón, en ese momento yo ya me estaría mortificando por la posibilidad de haber contraído alguna enfermedad. "Eres una estúpida, Andrea" me decía en mi pensamiento mientras el viejo terminaba de vestirse.

Yo ya quería que el viejo se fuera, esperaba que no quisiera que lo llevara de regreso a la plaza en mi auto. Mi vergüenza era tan evidente que el viejo se había dado cuenta y parece que prefirió no alargarme ese bochornoso momento.

Escuché cuando el viejo arrojó al piso las llaves de la camioneta y se marchó en completo silencio.

Luego de que el viejo saliera del cuarto, pude incorporarme y me apresuré a vestirme para largarme de ahí lo antes posible. No quería encontrarme con nadie en los pasillos, ademas me daba mucho miedo estar en ese hotel sola. Me vestí y recogí las llaves de mi auto. Pensé que sería difícil encontrar el pasillo que me condujera a la salida pero fue sencillo. Ya para salir del hotel vi que ahí estaba el sujeto con el que había hablado el viejo. Quería que me tragara la tierra, me preocupaba lo que ese desconocido fuera a pensar de mí al verme salir sola luego de que el viejo ya se había marchado. Agaché mi cara lo más que pude tratando de ocultar mi rostro con mi cabello alborotado y salí de ahí.

Al salir del hotel el aire de la calle me pegó en la cara y en todo el cuerpo, haciéndome saber que aun seguía bañada en sudor; mi sudor y el sudor del viejo, eso me convencía de que

todo aquello había valido la pena.

De pronto ya había vida dentro de mí nuevamente, yo ya era una mujer completamente renovada.

Me apresuré a llegar a mi camioneta y arranqué para irme de ahí lo antes posible. Conduje hasta la plaza y me estacioné frente a ella. Salí del auto y busqué mi maleta del gimnasio en la cajuela, saqué una playera y me encerré nuevamente en el auto. Prendí el aire y me puse la playera, dejando mi blusa y mi falda extendidas sobre los respaldos de los asientos para que se sacaran mientras me maquillaba y me arreglaba el cabello.

Me quedé escuchando música mientras veía pasar a la gente desde el interior de mi auto, cuando mi mirada se detuvo

en una chica que llevaba unos mayones negros; ya lo había olvidado, enseguida me vino a la mente que entre sus confesiones el viejo había mencionado algo de unos mayones negros que yo vestí: "Recuerdo la primera vez que te vi en la plaza con esos mayones negros que no dejaban nada a la imaginación", fueron sus palabras sonando en mi mente.

Me puse a pensar cuándo pudo ser ese día, y recordé que hacía ya varios meses yo había ido con mi familia a la plaza vestida así, en el cumpleaños de mi esposo. En esa ocasión habíamos ido a celebrar a la plaza, los mayones en cuestión no eran mi estilo pero yo sabía que a Javier le gustaba verme vestida como edecán y por eso decidí usarlos. No podía creer que desde entonces el viejo se había obsesionado conmigo, eso me halagó e hizo que yo dejara escapar una sonrisa de satisfacción.

Mi entusiasmo era tal que me puse a cantar semi-desnuda dentro de mi auto, parecía una loca colegiala.

Luego de 30 minutos decidí que ya era hora de irme a casa, me vestí y conduje, pero justo cuando comencé a avanzar vi a lo lejos al viejo que iba saliendo de la plaza, caminó hasta la asera y se quedó parado como esperando el autobús. No sentí nada al verlo, sólo esa sensación de ver a un conocido, y decidí acercarme a hablarle, más que nada para saber cuál sería mi reacción al volver a estar cerca de él.

El viejo vio cuando mi camioneta se aproximaba a él y me miró sorprendido. Yo me detuve junto a él y bajé la ventanilla del copiloto para hablarle.

  • ¿Quieres que te lleve? -le pregunté mientras veía cómo él se acercaba a mi auto.

  • Eres muy amable pero estoy esperando... -lo interrumpió el claxon del auto detrás de mí.

El viejo ya no alcanzó a decirne nada y se apresuró a caminar hacia aquel auto. Por el retrovisor pude ver que se trataba de una mujer. Me orillé para no estorbar y ver quién era esa mujer, me intrigaba saber si se trataba de una amiga o de una de sus amantes con la que seguramente se iba a acostar luego de haberme cogido. El viejo se subió y saludó a la mujer con un tierno beso en la boca. Esperé para dejar que ellos me rebasaran, y al irse acercando vi que la mujer no era nada agraciada y que tenía la misma edad del viejo, y en los asientos de atrás iban dos niñas como de 13 y 15 años. Cuando pasaron junto a mí logré escuchar que una de ellas llamaba "abuelito" al viejo, y supe que se trataba de su familia. Me sonreí por la ironía de las cosas; el viejo y yo acabábamos de serles infiel a nuestras parejas sin que ellas lo supieran, y aun así parecía fácil el regresar a nuestras vidas sin aparentemente consecuencia alguna.

Conduje hasta casa; feliz.

Al llegar estacioné mi camioneta. Al salir tomé mi celular y vi que tenía un mensaje y una llamada perdida de Julito. En ese instante recordé que había olvidado por completo que Julito me había citado afuera de la escuela de fútbol de mis hijos para lo que muy probablemente hubiera sido un revolcón en algún hotel de lujo, cita a la que desde luego yo ya había decidido no asistir. Sonreí maliciosamente pensando en mis adentros: "Ay, Julito si supieras", y abrí el mensaje para ver de qué se trataba.

"Hola, ¿cómo estás? Espero que bien.

Si quieres hablar, de lo que sea,

sólo avísame. Saludos a la familia."

Luego de leer el mensaje alcé la mirada hacia la casa de Julito y pude ver que ahí estaba él, en la ventana de su sala observándome, como esperando a ver que yo llegara bien a casa. Levanté la mano para saludarlo y él me correspondió.

Me halagó el saber que junto a mi casa tenía a un hombre pendiente de mí, yo sabía que su interés en mí era sexual pero aun así su mensaje me causó ternura.

Llegué a la puerta de mi casa, saqué mis llaves y al abrir lo primero que escuché fue a mis hijos gritar: "¡Ya llegó mi mamá!", y corrieron a abrazarme. Ese era sin duda el mejor recibimiento que alguien podía hacerme.

Me senté con mis dos hijos en la sala para que me platicaran sobre un álbum que estaban llenando. Increíblemente a pesar de lo que había vivido hace a penas un par de horas, mi atención era absoluta y completamente para mis hijos, no me di cuanta de eso hasta que escuché a Javier bajando por las escaleras con nuestra hija.

  • ¿Cómo estás? -preguntó Javier, y parecía sincero.

  • Mejor. Y tú ¿cómo te la pasaste con los niños? -decía yo mientras me levantaba para saludar a mi hija.

  • Estuvimos bien pero que bueno que ya llegaste.

  • A ver princesaaaa... ven con mamá -y llené de besos a mi hija.

Javier nos acompañó a la sala y todos empezamos a interactuar. Javier me tomó de la mano y luego me miró como hacía mucho no lo hacía y me besó en la frente.

Yo odiaba que Javier me besara en la frente, pero esta vez sentí ese beso diferente, era como si me pidiera perdón, como si aceptara que mi mal genio era en parte su culpa. Instantáneamente ese beso me hizo sentir miserable. No me atreví siquiera a mirarlo luego de ese beso. "¿Qué hiciste Andrea?" me decía a mí misma.

Me levanté para ir a la cocina a empezar a alistar todo para cenar juntos, y mientras miraba dentro del refrigerador me di cuanta de que en realidad yo no tenía nada de qué arrepentirme, lo que hice lo hice finalmente por mí; no por mi familia como yo creía, fue hasta ese momento que lo comprendí. Yo como mujer tenía necesidades que la comprensión, el respeto y el cariño no podían atender, y mucho menos un beso en la frente. Empecé a analizar mi situación, me estaba convenciendo de que el haberme ido a acostar con otro hombre no me convertía en una mala mujer, ni una mala madre, ni mucho menos una mala esposa, comprendí que el amor y el respeto que yo le tenía a mi esposo era ajeno a los hombres con los que me acostara; ese era un asunto que desde hacía ya mucho tiempo me competía exclusivamente  a mí, el problema con mi esposo fue que eso él nunca me lo aclaró, tuve que descifrarlo por mí misma luego de pasar desaires e indiferencia de su parte, pero ya era hora de comenzar a resolver eso, sola.

  • ¡Niñooos..., vénganse a cenar! -les llamé a todos para que se sentaran en la mesa.

Luego de cenar nos fuimos a dormir. Yo ya estaba con Javier en nuestra cama pero yo daba vueltas y vueltas, y no es que no pudiera dormir sino que no quería. Me incorporé y vi que eran las 3am, me quedé mirando por la ventana mientras Javier dormía. Podía escuchar a lo lejos los ladridos de un perro y una música de reggaetón probablemente de algún antro cerca de ahí, la luz de la luna se colaba por las cortinas traslucidas de mi recamara, sin duda era una hermosa noche.

No sé porque lo hice,

quizás

tenía ganas de jugar a los enamorados, o sólo

buscaba

a alguien que me mimara y me hiciera sentir especial, no sé... pero me levanté de la cama, tomé mi celular y le escribí a Julito.

  • Yo: Hola, ¿estás despierto? :P

Yo sabía que seguramente Julito ya estaba dormido, pero aposté a que dejara su celular encendido. Luego de mandarle el msj. me quedé en mi ventana admirando la noche, y de pronto vi que se encendía una de las luces de abajo de la casa de Julito, y me contestó.

  • Julito: No, para nada. ¿Cómo estás?

  • Yo:     Bien. Oye, gracias por tu msj., hasta ahorita pude contestarte. Perdón por la hora.

  • Julito: No te fijes, me alegra que escribas. No me digas que sigues despierta a estas horas.

  • Yo:     Sí, acabo de terminar unos trabajos que tengo que entregar mañana. ¿Y tú, porqué no te has dormido?

  • Julito:  Bueno, ya estaba acostado.

  • Yo:     Uy, interrumpí tu sueño. Bueno, sólo quería agradecerte por tu atención. Descansa.

  • Julito: Estaba preocupado por no saber de ti, y cuando escuché que llegaba un auto a tu casa, quise cerciorarme de que eras tú.

¿En dónde estás?

  • Yo:   Aquí en mi casa.

  • Julito: Ah, ¿puedes hablar?, yo también estoy en mi casa pero bajé al comedor para no despertar a mi esposa. ¿Y Javier?

  • Está dormido, pero yo estoy en mi recámara, no puedo hablar.

Enseguida vi que Julito se asomaba desde su comedor, yo corrí la ventana de mi recamara para que me viera y saludarlo, él correspondió a mi saludo y me marcó al celular. No sabía si contestar pero lo hice y comencé a susurrar.

  • ¿Estás loco? -respondí mi celular mientras caminaba hacia el baño de mi recamara.

  • Necesitaba escuchar que estás bien, además somos dos amigos conversando, ¿o no? -decía Julito muy confiado.

  • Estás no son horas para conversar... jaja. -decía yo ya más tranquila encerrada en el baño.

  • ¿Dónde estás?

  • En el baño, jaja. Bueno, ya escuchaste que estoy bien, hasta mañana -yo intentaba terminar la llamada.

  • ¡No, espera!, ¿de verdad estás en el baño?

  • Sí -dije extrañada esperando alguna especie de broma de su parte por el tono en que preguntaba.

  • Quiero escucharte hacer pipí.

  • Jajajaja... ¡estás loco! -y colgué.

Julito no tardó en volver a llamarme y le corté la llamada, pero volvió a insistir y le contesté, yo me estaba divirtiendo.

  • Eres un tonto, jajaja... -le dije al contestar mi celular.

  • ¿Qué?, malo que estuvieras en la cocina y te quisiera escuchar hacer pipí. Es sólo para saber que es verdad que estás en el baño.

  • ¿Qué tal que estoy en la cocina y abrí la llave del lavabo? -intentaba persuadir su insistencia, pero sin que nuestra absurda conversación terminara.

  • Me daría cuenta en seguida -decía retándome a que lo pusiera a prueba.

Yo miré dentro del baño en busca de algo que pudiera confundirlo, vi la regadera y la abrí poniendo cerca mi celular para que escuchara.

  • ¿Oyes eso?, es la regadera. Ya ves que sí estoy en el baño. Además no sé porqué te es tan difícil creerlo.

  • No es eso, es que ya sabes lo que dicen de las mujeres que hablan por teléfono escondidas en el baño -decía Julito tratando de despertar mi curiosidad.

  • Yo no me estoy escondiendo, es mi casa, jaja. Y ¿qué dicen de las mujeres que hablan por teléfono en el baño? -yo le seguía el juego.

  • Pues depende si hablan con un chico o una chica. Si es con una chica seguro están hablando de algún chico.

  • Jajaja... ¿y si hablan con un chico? -dije adivinando la respuesta.

  • Es que ese chico les gusta pero no lo quieren reconocer.

  • Jajajajajaja... sí, cómo no -Julito en verdad me estaba divirtiendo mucho.

  • Ya, no seas mala -decía insistente Julito- anda, para que ya me vaya a dormir y tú también duermas, recuerda que mañana es lunes.

  • Es que ¿cómo crees que voy a hacer pipí para que me escuches?, eres un enfermo excitador de...

  • Jajajaja, ¿excitador de qué?, ¿te estoy excitando?

  • No, para nada. Quise decir que se excita con el sonido de la pipí.

  • Y ¿cómo llamarías a eso?

  • No sé... ¿sonidodepipí-filia? -y ambos nos echamos a reír, parecíamos dos adolescentes.

  • Jajajajaja... anda, ¿qué dices?

  • No, cómo crees, además no tengo ganas de hacer de la pipí -yo ya empezaba a ceder.

  • ¿De qué tienes ganas? -me dijo Julito con voz más seria y sugerente.

  • No sé... jajaja.

De pronto me dieron ganas de hacer pipí y decidí complacerlo.

  • Esta bien, lo voy a hacer sólo porque me la he pasado bien platicando contigo.

  • No oigo la pipí... -decía Julito bromeando.

  • Ya, aquí va -y me senté acercando el teléfono a la tasa del baño.

Empecé a orinar mientras Julito me oía atento desde su celular. Terminé de orinar y le hablé.

  • ¿Contento señor?

  • Jajajaja, sí, mucho. Gracias Andrea.

  • Estás loco... de nada. Bueno ahora sí ya vamonos a dormir.

  • Sabes que eso me encantaría -dijo Julito con tono perverso.

  • Jajajaja, ¡baboso¡, tú en tu casa y yo en la mía -le dije entre risas.

  • Mmm, bueno, ya qué, jaja. Ok, linda. Descansa, que tengas dulces sueños. Te quiero.

  • Gracias Julito, igualmente para ti. Descansa. Bye.

Al colgar el celular, vi que ya eran las 4am y me apresuré para irme a dormir porque mañana tenía que levantarme muy temprano para ir a trabajar. Me dormí sabiéndome afortunada, mi vida empezaba a mejorar bastante. Entre los recuerdos de todo lo que había pasado todo ese fin de semana, me fui quedando dormida.

Continuará...

P.D. Antes que nada una enorme disculpa por mi demora, los leo a todos y todas y me siento apenada por tardar tanto en continuar mis relatos. Gracias por sus comentarios. Saludos. :)