Sobre un pueblo (3)

Historia de un pueblo fundado en el siglo XIX en el que los limites del sexo parecen no estar tan definidos. Una sociedad cuya base más firme parecen ser el sexo y la familia.

Llegaron y Javier contempló aquella escena; la verga del alcalde era limpiada cuidadosamente por su querida hija Sandra mientras su sobrina Alejandrina que, por ser una novata del sexo anal, sentía que perdía la conciencia ante tanto placer que fluía por su esfínter a cada embestida de su padre. Leticia se arrodilló cerca de Alejandrina y con una sonrisa amistosa le acarició la frente de su hermana.

  • Hermanita - dijo con ternura - ¿estás disfrutándolo?

Alejandrina no pudo responder pero su rostro cansado alcanzó a dibujar una sonrisa. Javier miró a su hija que lambia con dulzura la agradecida verga del alcalde, pensó de pronto en lo que aquella noche, por una absurda decisión iba a perder para siempre. Agobiado por esto se acercó por detrás de ella sin que esta lo notara, de pronto la tomó por la cintura y, sin dar importancia al semen del alcalde que aun escapaba lentamente del ano de su hija, colocó su verga en posición y le introdujo de golpe la mitad de su pene ante la sorpresa y disfrute de su hija.

  • ¿Me permite, señor alcalde? - preguntó sonriente Javier

  • Por supuesto Javier - respondió el alcalde mientras se ponía de pie

El alcalde se alejó y Sandra volteó sonriente hacia su padre que le respondió con un par de tiernas nalgadas.

  • Hola papi - dijo con tono infantil la muchacha

Javier solo pudo sonreír y de inmediato acomodó a su linda hija sobre el sofá, sin sacar en ningún momento su verga. Acomodada ya comenzó a embestirla lentamente; los primeros bombeos provocaban que la leche del alcalde saliera salpicando del culo de Sandra pero ciertamente fungía como un buen lubricante.

Al ver al alcalde inactivo, y para no verse tacaño, Federico le autorizó pasar un momento con su hija Leticia; de la misma forma que con Sandra se negó amablemente pero no resistió mucho ante la insistencia de Federico quien en el acto se lo informó a su hija que seguía acariciando la frente de Alejandrina.

Leticia se dirigió al alcalde y este no pudo resistirse a sobar aquellos pechos tan preciosos que portaba la muchacha. Federico y Javier abrieron un espacio en medio del sofá en que se follaban a sus respectivas hijas. El alcalde dirigió a la muchacha y la acomodó de la misma forma que el resto de aquella orgia, la muchacha ofreció gustosa su ano. Antes que nada el alcalde lambió repetidas veces el esfínter de la muchacha que en lo que corría de aquella noche aun no era penetrada por el culo para después, con aquel anito un poco más lubricado, colocar la punta de su erecta verga. La morenita se concentraba en dilatar su ano y poco a poco aquella verga se abría paso hasta el recto de Leticia.

Poco a poco comenzó a bombearla hasta tomar un ritmo de embestidas que hacían jadear a la preciosa criatura. Para entonces aquella era una autentica orgia con tres mulatitas en hilera siendo taladradas por el culo en medio de un coro de gemidos, respiraciones, jadeos, suspiros y orgasmos. Alejandrina parecía haberse acostumbrado ya al bombeo de una polla en su culo pues ya abría sus nalgas con sus manos y constantemente pedía más y más.

  • Más papito, por favor, no te detengas -gritaba Alejandrina como loca a lo que su padre le respondía con una sonora nalgada

Los cuerpos sudorosos de las muchachas, apretujados en aquel sofá, chocaban de vez en cuando mientras cada una recibía su verga por su respectivo culito. Leticia, recostada boca abajo sobre sus voluminosas tetas, disfrutaba cada mete y saca del alcalde mientras su prima Sandra, a su lado, gritaba descontrolada en los momentos en que su padre aumentaba las embestidas sobre su bien lubricado ano.

  • Te voy a rellenar el culo - dijo Federico a su hija Alejandrina mientras apretaba excitado las suaves nalgas de la chica - Quieres tu culito relleno, ¿verdad?

La muchacha no podía ni responder pero las palabras de su padre y la idea del semen dentro de su culo la tenían más allá de los límites de la excitación.

  • Te rellenare el culito, putita - repetía Federico en pleno preámbulo de su orgasmo, mientras su hija solo le podía responder con gemidos y jadeos.

Era curiosa la doble actitud que los habitantes de aquel pueblo tomaban; si bien imperaba siempre una actitud positiva y de respeto a la hora del sexo no eran extrañas las palabras altisonantes. Pero incluso aquello era tomado con normalidad y remotamente llegaba a haber desacuerdos sobre eso pues era, para casi todas las muchachas, excitante ser llamadas putas y zorras por sus propios padres, tíos o hermanos.

  • Papi, relléname - alcanzó por fin a decir Alejandrina

  • ¿Eso quieres putita? - respondía Federico

  • ¡Sí!

La leche de Federico se descargó en el recto de su hija que por primera vez sentía la calidez del semen en sus entrañas. Comenzó a besar la espalda de su hija, paso a su cuello y a su nuca mientras el semen seguía fluyendo lentamente dentro del, hasta hacia unos minutos virgen, ano de su hija. Federico acariciaba apasionadamente los brazos y las tetitas de su hija que parecía ronronear a las caricias de su padre.

  • Te quiero mucho papa – dijo dulcemente

A su lado, el alcalde Gonzalo rellenaba el culo de Leticia, la otra hija de Federico que por fin pudo dar un respiro a las embestidas sobre su culo. Jalaba suavemente el cabello de la muchacha mientras su leche se impregnaba en las paredes del recto de Leticia. Federico puso de pie a la agotada Alejandrina y llamó a Leticia. La chica esperó a que el alcalde desclavara su verga e inmediatamente se puso de pie. Federico le dio una palmadita al culo de Alejandrina y le pidió que fuera con el alcalde. Inmediatamente la preciosa mulatita se colocó de la misma forma en que hacia un momento se hallaba su hermana Leticia y al alcalde le cayó de sorpresa pensar que aquella noche iba a perforar el los culos de aquellas tres preciosas chicas. Aunque su verga estaba un poco adolorida se endureció de inmediato al ver un hilo de leche brotar del esfínter de Alejandrina, quien se ofrecía pacientemente con sus nalgas abiertas.

Justo al lado Sandra recibía los últimos azotes de su padre sobre su dilatado ano, momentos después su recto era rellenado de nuevo por un semen caliente que sentía perfectamente dentro de si. Javier, jadeante, lanzaba las ultimas embestidas sobre su hija pare después sacar su saciada verga de aquel agujero. A su lado, el alcalde cabalgaba sobre el culo abierto de Alejandrina que disfrutaba la segunda verga que le partía el culo en su joven vida. El ano de Sandra apenas comenzaba a escupir las primeras gotas del semen de su padre cuando este la volteó de frente para después lanzarse sobre sus endurecidos pezones. Sandra disfrutaba conmovida la delicadeza con la que su progenitor saboreaba y masajeaba sus pechos.

Al otro extremo del sofá, Leticia terminaba de limpiar la verga de su padre, que había quedado manchada con pedazos de mierda de Alejandrina, con un trapo húmedo. Con la verga reluciente, Federico comenzó a recibir, sin pedirlo, una suave mamada de Leticia que, sin duda, lo relajaron. Leticia lanzaba furtivamente miradas traviesas y sensuales a su padre que le respondía acariciando cariñosamente los cabellos de su hija. Mientras recibía la felación de su hija miraba a la otra recibir las embestidas del alcalde sobre su recién estrenado culo. Más allá, Javier yacía sentado y besaba apasionadamente a su hija Sandra que, sobre él, recibía suaves caricias sobre sus nalgas por parte de las cálidas manos de su padre. Federico estaba satisfecho de que todo hubiera regresado a la normalidad y seguramente su hermano jamás volvería a pensar en irse.

Tras unos cuantos minutos, la leche del alcalde corrió a través del esfínter de Alejandrina; era, para el alcalde, el aparente final de una sesión de sexo, que jamás se hubiera imaginado, con tres preciosas y jóvenes mulatas que recibieron, una por una, su semen en sus anos. Pero era tarde para el alcalde, acostumbrado a levantarse temprano y sumando todavía el agotamiento de aquella noche. Se vistió a pesar de la insistencia de los dos hermanos de que se quedara y, sin dejarse llevar de nuevo por el deseo, salió de aquella casa contento porque el problema se hubiese resuelto y satisfecho desde luego por la atención de aquellos hombres y sus preciosas hijas. Se alejó del lugar, donde seguramente continuaría aquella orgia y subió a su auto para dirigirse a su hogar. Llego a su casa donde sus dos esposas lo recibieron un tanto preocupadas por la tardanza y tras explicarles todo lo sucedido se dio una ducha, cenó y durmió como un bendito.

"El conde jamás alcanzó a vislumbrar completamente otra particularidad de aquel fenómeno genético; la tasa de natalidad femenina triplicaba a la masculina, hoy es evidente."

Al despertar beso a sus dos esposas en la mejilla, sin despertarlas, y bajó a desayunar. Fue entonces cuando, al asomarse a la ventana vio un cuerpecillo alejarse presuroso: era una de sus hijas, Brianda.