Sobre Jose y lo que nos gustaba IV

Llegamos a nuestro destino y conocí la casa de Jose. Al llegar no había nadie y el también quería lo suyo.

El resto del viaje lo hice dormitando , soñaba y disfrutaba recreándome en las imágenes de Aitor y las caricias de Jose, que seguramente había quedado algo molesto ante mi inacción sobre el.

Al llegar a la estación de autobuses comencé a desperezarme y Jose, con un caro cabreo por su situación me incorporó bruscamente y salió hacia la dársena como alma que lleva el diablo. Sola, sentada en el asiento, mientras recolocaba mis vestiduras para incorporarme Aitor se acercó a mi y me dijo - Vaya viajecito nos hemos pegado - le sonreí acalorada y vi como su acompañante abandonaba el autobús para arrojarse a los brazos de un chico de mi edad más o menos. Lo besaba y cogiéndole de la mano lo arrastraba al exterior de la estación.

  • ¿Quién era? - le pregunté a Aitor.
  • Alguien con muchas más ganas de follar que tu, por lo que parece.
  • ¿No la conocías?
  • De nada, igual que a ti. Si quieres, aún da tiempo a arrancarte un par de gritos antes de que tu novio vuelva del baño.

Miré por la ventana y efectivamente, Jose iba directo a los aseos cargado con mi mochila y una pequeña maleta de ruedas suya. Aitor se abalanzó sobre mi y comenzó a darme un beso húmedo, con l aboca abierta, comiéndome los labios e introduciendo su lengua hasta mi garganta. Su mano derecha se introdujo por el interior de mi camiseta y la izquierda se coló hasta llegar a mi conejito que estaba chorreando en parte por mis sueños y en parte provocado por el sonido de su voz. Sus dedos fueron directos a colarse entre mis labios y me penetró sin miramientos con dos de ellos, mi gemido fue instantáneo y mi cuerpo se dejó caer, casi tumbada sobre el asiento, con las piernas entreabiertas y las rodillas encajadas en el asiento de delante. Sacó su mano de mi conchita y con ambas deslizó los tirantes de mi camiseta y sacó mis pechos a relucir. Sus ojos se abrieron como platos y se echó algo hacia atrás para poder admirarlos son mayor facilidad. Nuevamente se dejó caer sobre mi e introdujo un pezón en el interior de su boca. Sentía su aliento caliente y cómo la punta de la lengua rondaba en círculos la chincheta dura y erecta que lo coronaba. Sus manos volvieron a colarse entre mis piernas y al tiempo que sentía como sus dedos invadían mi intimidad me mordió el pezón con dureza provocando en mi un nuevo grito. Mis pensamientos empezaron a correr a velocidad vertiginosa, quería abrir los botones de su pantalón y disfrutar de aquella polla yo solita, mi boca se hacía agua de tan sólo pensar en su glande posarse sobre mi lengua, me vi tirada en el suelo del autobús con las piernas apoyadas en los reposabrazos de los asientos, abierta completamente de piernas gozando con aquel chico, pero la puerta de atrás del autobús se abrió y el sonido del aire del mecanismo me sobresaltó y me incorporé bruscamente recolocando mis vestiduras y rechazando a Aitor con toda la firmeza de la que era capaz.

  • Otra vez será - Me dijo en un tono 50% picardía 50% melancolía.
  • Estamos locos -
  • Te dije que daba tiempo a arrancarte un par de gemidos ¿no?
  • Para, tenemos que irnos.

Con el brazo lo aparté de mi lado, me puse la chaqueta y salí sofocada del autobús dirigiéndome directamente hacia los aseos donde José había entrado. Antes de llegar a la puerta nuestras miradas se cruzaron, me quedé agarrotada, sin saber que decir, así que sin mirarle, pasé a su lado deprisa diciendo - Ahora voy yo, espérame aquí -. Entré en el baño de chicas, busqué una cabina vacía y me senté sobre la tapa de un inodoro, con los codos sobre las rodillas y mis manos tapando mi cara. Me repetía una y otra vez - ¿Qué he hecho?, ¿Qué he hecho?...- Sentada en aquel retrete mi imaginación volvió a fluir y pensé que pasaría si Aitor entrase ahora en el baño y llamase a la puerta de la cabina. Estaba nerviosa y deseaba tocarme, satisfacer mi deseo y relajarme, pero no podía dedicarle el tiempo que quería, ni aquel lugar era el mejor sitio para hacerlo. Salí de la cabina, me lavé la cara y con una sonrisa profident me cogí a la cintura de Jose encaminándonos a la salida.

  • Vamos a pillar un taxi, mi padre no puede venir a recogernos.
  • Vale.
  • ¡Vaya viaje más morboso nos hemos pegado!
  • Si, mucho. Es la primera vez que hago eso.
  • !Hay que ver como nos miraba la pareja de delante¡
  • Creo que ellos también han tenido lo suyo, se fueron incluso al asiento de atrás, eso fue lo que me puso cachonda.

Subimos al taxi y Jose le dio la dirección al taxista.

  • Esto tenemos que repetirlo a la vuelta - me dijo mientras ponía su mano sobre mi pierna, apretando con fuerza, en una caricia cálida y firme.
  • Ni lo sueñes, otro viaje así y a mi me da algo.
  • Anda, tonta, que tiene de malo, si no nos ha visto nadie... bueno, la pareja esa sí, pero ¡qué importa!.
  • ¡Anda Quita! - le repliqué tirando de su mano que intentaba colarse en el interior de mi camiseta por debajo de la chaqueta. - Ya he tenido suficiente por hoy -. En realidad estaba empapada y caliente por mi último encuentro con Aitor, pero no era con Jose con quien quería apagar mi fuego.
  • Tu sí, pero yo... -
  • Si estabas medio dormido, de qué te quejas.

Pasaron unos diez minutos y el taxi llegó a su destino. Era una casa de unos cuatro o cinco pisos, en una zona rodeada de chalets y casas. Contrastaba con el resto de los edificios y tenía un jardín a la entrada. Al parecer, la casa era de la familia de la madre de Jose y casi todos los hermanos vivían en ella. Pagamos al taxista y llamamos al timbre. Nadie contestaba. Insistimos mientras Jose rebuscaba en su maleta hasta que encontró unas llaves.

  • No habrá nadie, es muy pronto, estarán al llegar. vamos pasando.

Abrió la puerta y entramos, el portal era de mármol, un poco rococó para mi gusto, pero limpio y fresquito. Al fondo estaba el ascensor y en un lateral, bajo el típico espejo de entrada una cómoda que parecía del dormitorio de una abuela.

  • Sólo le falta el cepillo y las colonias - Dije a Jose sin morderme la lengua.
  • Era de mi abuela, de cuando hicieron la casa, los muebles de la entrada y los descansillos eran de las habitaciones. Seguro que en esta cómoda mi abuela se abrió de piernas para que mi abuelo disfrutase follándosela mil veces. - Me dijo mientras me cogía de la cintura y me sentaba sobre la cómoda de la entrada colocándose entre mis piernas y desabrochando la chaqueta vaquera.
  • Seguro que en aquella época sólo lo hacían en la cama, con la luz apagada y enfundados en camisones con aperturas en los sitios clave. - Le repliqué mientras intentaba liberarme de sus manos que recorrían mis pechos mientras sus piernas impedían que me bajase de la cómoda. Con algo de esfuerzo conseguí liberarme.
  • En aquella época cuando mi abuelo decía que quería follar mi abuela no salía corriendo espantada - Me dijo en tono cabreado por el regate que acababa de hacerle.

Llamé al ascensor y me puse de mirando hacia su puerta esperando a que llegase. Jose detrás mío seguía cogiéndome y magreando mis pechos mientras pasaba su abultado pantalón por mi culo. Llegó el ascensor y le afirmé - era el segundo ¿No? - El me  asintió pero presionó el botón del quinto y me dijo - Quiero enseñarte algo -. Cuando se detuvo el ascensor y las puertas se abrieron estábamos en una especie de bajo-cubierta, con el techo inclinado, amplio, diáfano, debía ocupar toda la planta del edificio, tenía una cocina americana, una terraza, mesas de madera y bancos corridos, una chimenea rodeada de sillones y tres o cuatro sofás... - Esto es una pasada - Exclamé. - Aquí es donde nos juntamos la familia, celebramos los cumpleaños... está genial -. Según me estaba hablando, iba empujándome hacia el respaldo de un sofá, hasta que me puso contra el.

Me sentía como un bocadillo, el sofá, mi cuerpo y Jose a mi espalda, que volvía a magrear mis pechos y me cogía de las caderas intentando que me reclinase sobre el respaldo del sofá. Mi resistencia se venció y decidí complacerle. Me recliné, con las piernas entre abiertas, apoyando las palmas de las manos sobre el respaldo, giré la cabeza y le sonreí en claro gesto de aceptación. El se echó hacia atrás, un par de pasos, mis manso abandonaron el sofá para despojarse de la chaqueta y la camiseta, dejando mis pechos nuevamente al aire, los comprimí entre mis brazos y volví a apoyar las palmas sobre el respaldo. Me giré dándole el turno de réplica.

El, a un par de metros de mí, se cogió de la cinturilla del pantalón del chandal y cogiendo a la vez pantalón y calzoncillos, se bajó ambas prendas, y con ayuda tan solo de un pie sobre otro se quitó las zapatillas y finalmente se quedó desnudo de cintura para abajo. Con su mano derecha se cogió la polla y muy despacito fue recorriéndola hacia atrás mostrándome en un par de movimientos de mano todo su explendor. Levantó la cabeza e hizo un gesto como si ahora me tocase a mi.

Ya poco me quedaba por quitarme, pero en lugar de quedarme desnuda decidí darle un poco de morbo al asunto y me subí la falda por encima de mi cintura y con los dedos comencé a recorrer el interior de mis braguitas haciendo un burruño con ellas metiéndolo entre mis nalgas como si de un tanga se tratase. José me miró con un gesto de fiera desbocada y se abalanzó sobre mi, con la polla en la mano, retiró hacia un lado mis braguitas dadas de sí y me empujó más aún sobre el respaldo del sofá. Me quedé en vilo, colgando del mismo, medio cuerpodentro y medio fuera, con las piernas abiertas y su cuerpo entre ellas, polla en mano, decidido a follarme de lo lindo. Su pene no se hizo esperar y así, en vilo sobre el respaldo del sofá me clavó cada centímetro de su polla sobre la que mi voraz vagina no ejerció ni la más mínima resistencia. Al entrar su glande en mi interior tuve la sensación del ‘pop’ del descorche de una botella de champán, de ahí en adelante todo fue duro y brusco me tenía sujeto pode las cachas del culo, sus dedos se clavaban en mi carne y se movía como una bestia, rápido y fuerte, con embestidas secas, para no caerme de boca tuve que apoyar mis manso en el asiento del sofá y quede prácticamente boca a bajo. En esa postura me sostenía entre las caderas y los muslos y cada vez que me penetraba me hacía daño con su polla que en lugar de entrar con suavidad golpeaba una y otra vez en interior de las paredes de mi sexo. Mis pezones comenzaron a rozarse con la tela del sofá y empecé a sentir dolor por la fricción, pero desde esa postura no podía liberarme y cada vez que intentada bajarme caer sobre el sofá Jose me cogía de los muslos y me incorporaba clavándose aún más en mi interior. Decidí abrirme de piernas todo lo que pude en aquella postura, levantar el culito e intentar que se corriera cuanto antes a fin de evitar males mayores, yo ya estaba fuera de onda.

Al poco tiempo su cuerpo empezó a rigidizarse y el comenzó a decir que se corría hasta que finalmente lo hizo, quedándose clavado en mi interior. Se quitó la camiseta mientras me pedía que esperase sin moverme y enfundándose la polla en la camiseta la fue sacando de mi interior. Después de limpiarse los restos de la corrida me coloco la camiseta sobre mi conchita y me dijo - Cuidado con el sofá -. Menuda forma de empezar la velada, pensé. Ni una caricia, ni un beso, nada. Jose se vistió y yo tuve que incorporarme como buenamente pude, limpiarme y vestirme. Busqué en la mochila una camiseta y un sujetador y me cambié también de braguitas mientras Jose miraba las estanterías, relajado por la descarga, pero ausente, con un aire prepotente y estúpido. Empecé a pensar que había sido mala idea lo del viaje a su casa. La mala leche ante la actitud de Jose y el revoltijo de tripas que me había dejado aquel polvo mal echado me retrotrajo al autobús y pensé que debería haberme entregado a Aitor, con ese sí que lo hubiera pasado bien.

Recogimos las cosas y volvimos al ascensor. Desde su orgasmo Jose no había abierto la boca salvo para increparme por el sofá. Esta vez presionó el segundo y en lo que tardó en bajar el ascensor mi cabeza volvió a empezar a dolerme, todo me daba nuevamente vueltas y sentía frío. ¡Vaya resaca más rara!.

Continuará...