Sobre Jose y lo que nos gustaba II

La noche terminó revelando cosas que desconocía de Jose y recordando cosas que esperaba que el desconociera de mi.

Maite, Marta y yo llegamos a la puerta de mi habitación con la extraña sensación de no querer abandonar el cuarto precedente, con la ansiedad de que una vez abandonado el cuarto de Marta, ya no volvería a ser la misma fiesta, así que nos envolvía una sensación de prisa por llegar. Durante el trayecto, ni una palabra. Sobre mi cabeza martilleaba una y otra vez la imagen de Maite recostada sobre las piernas de Jose engullendo su polla hasta la garganta. La sensación de excitación se veía tapada por el pinchazo que en la boca del estómago sentía cada vez que alguien relataba alguna antigua historia de Jose… eran celos, sin duda.

Al entrar en la habitación, Lorena estaba tumbada sobre la cama leyendo un cómic, era una a dicta a Marvel y la afición de Jose por DC los hacía discutir durante horas sin que yo me enterase de nada (lo más que he leído ha sido a Zipi y Zape). Al verla tirada en la cama, nos detuvimos las tres, sin saber si entrar o buscar otra habitación que ocupar. Al girarse Lorena, nos regaló una sonrisa de oreja a oreja y metiendo la mano bajo la cama sacó un porrito que reencendió para ofrecernos a continuación. La invitación era clara, entramos y juntamos las dos camas en el centro de la habitación y nos sentamos en círculo sobre ella.

Pasamos un rato cotilleando sobre el descubrir sexual de Dani y Carla e incluso dudamos en volver a la habitación a ver en qué punto se encontraban, pero descartamos la idea al pensar ya en sólo levantarnos de la cama. Después de dos o tres porros y con el alcohol nuevamente bajo mínimos, debían ser las cuatro de la mañana, cuando volvió el tema de los escarceos sexuales de mi novio. Ya cansada del temita salté para cortarlo de raíz con la afirmación de que todo eso había ocurrido el año pasado y yo ni siquiera estaba con el. Lorena intentó comentar algo y nada más abrir la boca, mis palabras sellaron sus labio interrumpiendo su locución, con un – Y tu ¿qué?, ¿También te has tirado a mi novio? – Lorena me miró con cara de resignación y me dijo: - Como todas… A mi me contó que tenía una apuesta con David, a ver quién se acostaba con todo el grupo antes… lo raro… lo raro es que salga contigo después de haberte conseguido, ya sólo le debe quedar Carla en la lista. Yo estaba derrotada, borracha, fumada y no sabía dónde meterme.

Tras una breve pausa, Marta, eufórica como siempre preguntó:

-       Y cómo fue lo tuyo, ya te hemos contado el retos, ahora te toca a ti.

-       Con migo no fue nada espectacular ni público, como contáis vosotras, en la fiesta de la residencia el año pasado, la de novatas, David y Jose no hacían más que tirarme los tejos y al final Jose me contó lo de la apuesta y me pidió que nos fuésemos a su residencia a hacer una rayita más en la pared, como el marcaba a sus conquistas. Subí con el a la habitación e hicimos el amor, nada del otro mundo. Marcó su rayita y al día siguiente fuimos juntos a saludar a David, al que con algo de resentimiento por las cosas que me dijo la noche anterior, yo le dije que esta rayita jamás la pondría en su pared.

Sois todas unas putas, pensé para mis adentros. No es normal, o yo soy una hermanita de la caridad o estas son unas zorras de cuidado.

Maite que debía saber algo del tema dijo en voz picarona: - ¿Y seguro que la rayita de David no está en su pared? – Ya lo sabes tía, al final me lié con el… joder, si Elena estaba con Isaac esa noche.

Vaya marrón lo de Isaac, un tipo que conocimos el año anterior, iba a la misma residencia que Jose y David, pero sólo estuvo el primer año. En novatadas nos lo presentaron, el típico niñito de papá rebelde pero con pelas, pasado de todo que no sabe qué hacer ni para dónde tirar, todo el día de juega, sin importarle qué ni cómo ni cuando. Salí con el durante un par de semanas, luego me dejó, por otra, supongo.

El día que me lo presentaron estábamos en un garito y en lugar de dos besos me plantó un morreo en todos los labios en plan película años cincuenta. Supuse que sería algo relacionado con las novatadas, ya se sabe, los dos novatos… es más, cuando nos lo presentaron Jose estaba por ahí haciendo ya de las suyas. Esa noche a penas nos dijimos nada y creo que pasaron un par de semanas hasta que volvimos a coincidir. Una de las veteranas, Moka, una chica enorme de Guinea que estaba terminando los estudios, me “obligó”  a que lo saludara con la misma técnica que él usó en nuestras presentación. Ante la mirada atenta de las veteranas que aún seguían ejerciendo su poder sobre nosotras, me acerqué a Isaac y de frente a el, me puse de puntillas y besé su labio inferior, lo recuerdo como un beso muy cálido, sin abrazarle, solo mis pechos tocaron su torso al ponerme de puntillas. Nos quedamos pegados unos segundos y al retirar mis labios de los suyos giró la cabeza y abrió su boca para meter la mía en su interior dejando que los labios se deslizasen abrazando los míos y terminando en un piquito en los morros. Acalorada por la sensación me dí la vuelta dirigiéndome hacia las veteranas y su mano me cogió del brazo, frenando levemente mi avance, deslizando su mano asida, recorriendo mi brazo hasta la muñeca y luego la mano. El contacto de sus dedos con los míos me hizo para en seco, abrir la mano y dejar que me cogiera. Sus manso eran grandes, fuertes y calientes. Tiró de mi mano hacia el y caí de pie, sobre sus brazos, frente a el, a escasos centímetros de su boca. Su mano libre rodeó mi cintura por detrás y la ocupada abandonó mi mano para apartar el cabello de mi rostro e hincándose entre el pelo abatir mi cuello para colocar mis labios en la posición en la que el deseaba. Muy despacio su boca se acercó a la mía y sus labios se abrieron forzando a los míos a seguirlos, a juntar nuestras lenguas, mezclar nuestras salivas y disfrutar del roce de nuestros cuerpos como si fuéramos los únicos en la sala.

Ese día, viernes creo, estuvimos tonteando, no fuimos a clase, estuvimos tomando cervezas primero y finalmente copas. No parábamos de hablar y besarnos, hicimos una o dos paradas en portales y cajeros para algo más que sacar dinero. Sus manos reconocieron cada rincón de mi cuerpo aquella tarde de bar en bar y así nos dio la hora de cenar. Tomamos unas porciones de pizza y fuimos al antro donde los viernes empezábamos la juerga, muy cerquita de la residencia a la espera de que el resto llegara. Al poco David, Jose, Algún chico más que no recuerdo, Ana, Lorena, Maite, Marta, Dani y alguna chica más también, nos juntamos en ese bar cutre en que sólo recuerdo que no se podía ir al baño de la mugre que tenía.

La noche comenzó como cada viernes que salíamos, un kinito y luego litros y copas hasta las tantas de la mañana. A diferencia de otras noches, en las que después del kinito los chicos desaparecían hasta vernos a última hora en alguna discoteca o fiesta, aquel día estuvieron toda la noche con nosotras, la verdad es que lo pasamos genial.

A última hora, decidieron ir a desayunar e Isaac y yo ya llevábamos tiempo aprovechando cada lapsus para besarnos y sobarnos por doquier. En uno de esos lapsus me dijo en confidencia - ¿Por qué no nos vamos a la residencia y dejamos que estos sigan la juerga por su lado?. Yo me debatía entre ir y no ir, hacía a penas un par de meses de mi incidente con Poli en el botellón y aunque formalmente lo habíamos dejado, cada vez que nos veíamos recaíamos en lo nuestro. Si con Poli no quise perder mi virginidad, con este pimpollo veinteañero trasnochado mucho menos. No sabía que decirle, pero sus dedos en mi cuello, su lengua sobre la mía, su cuerpo pegadito al mío, me arrancaron palabras que no quise decir – Vale – Ahora lo pienso y ese “vale” cae como una losa sobre mi conciencia y eso que la noche, vista ahora con perspectiva, pudo ser mucho peor de lo que al final resultó.

Cogidos de la mano fuimos donde estaban Marta y David, Isaac le pidió la llave de su habitación, ya que su compañero se iba los fines de semana y el de Isaac era un cerebrito que se acostaba a las ocho y no creo que le hiciera mucha gracia visita a esas horas. Con paso firme y besos de impaciencia llegamos a la entrada de la residencia que acababa de abrir las puertas, por lo que debían ser la 7.00h. cuando llegamos. Recuerdo la escalera silenciosa, nuestros pasos retumbar a lo largo del pasillo de puertas interminable, en el que a penas entraban los primeros rayos de luz por el patio interior. Desde la entrada hasta la puerta de la habitación no nos cruzamos con nadie, y apresurados, con la impaciencia de llegar a nuestro destino nos presentamos frente a una puerta vieja, fea y de madera pintada de un gris plomo horroroso.

Ante este panorama, y pasado el trago de llegar hasta la puerta volví a pensar en qué coño estaba haciendo allí, con un tipo que había conocido hacía un par de semanas y que seguro sólo estaba pensando en tirarme sobre la cama y reventarme a pollazos. En mi cabeza se repetía mi imagen cayendo vertiginosamente sobre una cama desecha mientras Isaac se desvestía y arrancaba mis braguitas para darme la vuelta y ante mi pasividad tomarme de espaldas hasta llenarme con su leche tibia. Fue tal mi sensación ante esa visión, que caí sentada en el pasillo de la residencia, frente a la puerta gris, sin llegar ni tan siquiera a pasar. Isaac preocupado por mi caída me preguntó que me pasaba y yo le respondí que habíamos bebido mucho, que no me encontraba bien, cosa que era cierto.

Me ayudó a incorporarme y abrió la puerta de la habitación. Tomándome cual muleta me ayudó a pasar y me sentó sobre una de las camas. Me ofreció agua y yo la acepté, me dijo – espera -  y abandonó la habitación dejándome ahí sola.

Recuerdo la habitación limpia, para lo que me esperaba y sobre todo me impresionó ver las camas hechas y ni rastro de ropa por el suelo. En comparación con aquella habitación, la mía era lo que mi madre diría una auténtica leonera. Curioseé entre las cosas que había en la habitación, abrí los cajones de la mesilla, vi las estanterías, incluso abrí los armarios, así, como la que no quiere la cosa, por si volvía Isaac. Me extrañó no encontrar revistas porno ni cosas así, las chicas suponemos que los chicos siempre tienen esas cosas en sus habitaciones, pero nada de nada. Poco a poco me iba reponiendo de mi estado y retomando la confianza en mi misma, mientras imaginaba cómo le diría a Isaac que me iba a mi residencia y que mañana ya nos veríamos, cuando entró en la habitación con una botella de agua fría en la mano.

-       Aquí no hay agua si no es en la máquina de abajo, perdona.

-       Gracias – repliqué con una sonrisa.

-       ¿Qué tal te encuentras?

-       Bueno, algo mejor, pero estoy como abotargada, cansada, creo que me debería ir a dormir a mi residencia.

-       Por mi no lo hagas, puedes quedarte aquí si quieres, no hay problema, yo me puedo ir a mi cuarto, mi cama está libre y en esta no va a dormir nadie esta noche, como quieras.

Esas palabras me tranquilizaron y como por arte de magia, me relajé y comenzamos de nuevo a hablar y a besarnos, como hacía un momento habíamos hecho en la calle. Después de un rato de conversación, Isaac me dijo que esperase un poco, que volvía en un momento. Nuevamente desapareció de la habitación y un minuto después volvió a entrar, esta vez ataviado con una camiseta y un pantalón ancho a modo de pijama. Yo estaba recostada en la cama, me había quitado los zapatos y los calcetines, mi blusa estaba algo escotada, ya que al menos un par de botones se habían desabrochado en el magreo y ya estaba mucho más relajada y receptiva.

Isaac se acostó a mi lado y comenzó a susurrarme al oído:

-       ¿Quieres probar una cosa que me trae un amigo de vez en cuando?

Yo supuse que me estaba ofreciendo un porrito, y aunque no era hora ni mi cuerpo estaba nada fiestero, ¿quién dice que no a un porrito mañanero justo antes de meterte a dormir?

-       Bueno – respondí.

-       Pero me tienes que dejar que lo eche sobre tu piel.

-       ¿cómo? – eso ya no cuadraba con mi idea del porrito. – ¿A qué te refieres?

-       Tengo polvo buenísimo, es una pasada, y me encantaría ponerlo sobre tu piel y que tú lo tomaras sobre la mía. – Me dijo mientras volvía a comerse mis morros y acariciaba con un dedo mi canalillo haciéndome entender que era ese el plato que quería para su particular desayuno.

Se puso de pie y se acercó a la mesa, donde de espaldas y sobre uno de los escritorios preparó su polvo mágico. Se acercó hacia mi con un canutillo de papel que con esmero custodiaba. No sé porqué, pero le sonreí, eché mi pelo hacia atrás y abrí mi blusa ofreciéndole mi canalillo para que lo usara a placer. Me miró a los ojos y depositó con cuidado el canutillo sobre la mesilla y mientras acariciaba con la palma de la mano mi torax desnudo, introduciendo los dedos entre los tirantes de mi sujetador me dijo:

-       Estás tensa, esto te sentará bien…

-       No creo… yo nunca…

-       Lo sé, hay algunas cosas que aún no has probado – Interpreté este último comentario como una clara invitación a poner sobre la mesa mi virginidad, así que volví a ponerme en guardia.

-       Y las hay que ni quiero ni tengo por qué probar…

-       Tranquila – me dijo mientras acariciaba mi pecho pasando la palma de su mano sobre la parte que mi sujetador era incapaz de tapar – hoy no vas a hacer nada que no quieras, pero podrás hacer todo lo que desees, sólo tienes que pedirlo – Prosiguió mientras sus dedos se colaban por el interior de mi sujetador llegando con la yemas de sus dedos hasta mis pezones que reaccionaron al momento acompañados por un profundo suspiro de mis labios. – Quiero disfrutar de ti, y que tu lo hagas de mi, quiero saborear mi polvo sobre tu piel, acariciarte y que me acaricies, llegar hasta donde quieras – Sus manos salieron del interior de mi sujetador y se deslizaron sobre mi vientre, llegando al ombligo, rodeándolo lentamente y recorriendo el cintillo de mi pantalón.

-       ¿De verdad? ¿no querrás más y más y tendremos problemas? - Le dije más relajada y poniendo cara de niña mala con sonrisa picarona. Estaba jugando con fuego, y como siempre, me daba cuenta a toro pasado…

-       Si te pones así igual cambio de opinión y te arranco la ropa aunque me supliques de rodillas. – En ese momento su mano había desabrochado el botón superior de mi pantalón y sus dedos jugaban con una florecilla que servía de adorno a las breguitas que llevaba puestas. Volvió a besarme y por primera vez noté sobre mi pierna la sensación de su pene erecto sobre ella.

Me reclinó hacia atrás y colocó mi pelo sobre la almohada, acarició nuevamente mi canalillo y colocó mi cabeza mirando hacia un lado. Noté como volvía a coger el canutillo de papel y con delicadeza lo golpeaba en mi clavícula derramando su contenido sobre la parte superior de mi pecho. Me miró sonriendo y se acercó hacia mi cuello, molesto por la posición del tirante de mi sujetador, cogió y apartó deslizándolo cuidadosamente sobre mi hombro. Volvió a reclinarse sobre mí y aspiró con fuerza por la nariz pasando a continuación su lengua sobre mi pecho, mi hombro, mi cuello, mordió el lóbulo de mi oreja y se incorporó resoplando. – Hueles tan bien – me dijo. Volvió a inclinarse sobre mi, esta vez mordiendo mi cuello, y la carne que sobresalía sobre el sujetador mientras con la otra mano seguía tirando del tirante hacia abajo, saqué el brazo del tirante y dejé a Isaac camino libre para que desalojara mi pecho de la cazoleta del sujetador. Sus mordiscos fueron bajando poco a poco hasta introducir mi pezón en su boca mordiéndolo con fuerza y haciéndome respingar y gritar con un quejido agudo provocado por el dolor de sus dientes en mi pezón.

-       Me haces daño.

-       Lo siento, me pones como una moto, y encima la farla… estoy a mil.

-       Pssss, tranquilo. – Intenté relajarle mientras lo besaba. Sus manos seguían despojándome de ropa, poco a poco, entre beso y beso, primero lo poco que quedaba de mi blusa, y después el otro tirante de mi sujetador, la otra cazoleta…

Sus manos torpemente intentaban despojarme del sujetador, pero no atinaban a desabrocharlo. En la respiración de Isaac se leía su impaciencia y sus dedos se clavaban torpemente en mi espalda mientras su boca volvía a devorar literalmente la mía. Salivaba y resoplaba quejicosamente ante su incapacidad con mi sujetador, así que sus manos empezaron a fijarse en otros objetivos metiéndose de forma brusca en el interior de mis pantalones por la parte de atrás, primero acariciando mis muslos, luego cogiéndolos con impaciencia y finalmente deslizando su mano lo más abajo posible intentando alcanzar mi conchita. Las señales de alarma volvieron a ponerme en alerta. Estaba tan excitado y violento que no podía apartarlo sin más, así que me incorporé y de rodillas sobre los pies de la cama, ante sus ojos desabroché mi sujetador y me despojé de el, quedando desnuda, de cintura para arriba, ante Isaac.

Cogí con cuidado el canutillo con el polvo aquel y sosteniendo mi pecho lo derramé sobre mi pezón, dándole a probar de nuevo su medicina. Él repitió nuevamente su ritual, se acercó, lo sorbió con fuerza por la nariz y lo lamió, esta vez más suavemente y sin mordiscos, lo que provocó mi nueva ola de excitación y placer.

Isaac se retiró momentáneamente y recostado sobre la almohada me preguntó si quería probar. Bueno, le respondí, pero sólo un poco. Ok me dijo.

-       ¿Dónde lo quieres?

-       En el pecho como tú. – Se incorporó sacándose la camiseta y con tono jocoso me replicó.

-       Lo veo difícil – Quien iba a pensar que aquel tipo tendría semejante mata de pelo bajo la camiseta.

-       No sé, ¿eres así entero?

-       No, entero no – Me dijo mientras bajaba un poco el pantalón dejando al descubierto parte de su ingle, bajo su vientre. Con cuidado espolvoreó un poco del contenido del canutillo y me dijo – Sorbe con fuerza, no respires y no lo desperdicies, es muy caro.

Me recliné entre sus piernas e hice lo que me pidió. No puedo describir con exactitud la sensación que mi cuerpo experimento al segundo de introducir aquello en mi cuerpo, y creo que tampoco debo hacerlo aquí, pero después de un minuto de reencuentro con mi cuerpo Isaac me preguntó si quería terminármelo y yo asentí. Nuevamente depositó del resto del polvo del canutillo en su ingle y yo volví a sorber y experimentar ese calor que me puso como una moto. Sin saber cómo ni porqué mi mano se deslizó por el interior de la pernera del pantalón de Isaac encontrándose con un pene completamente erecto, no muy largo, pero duro y gordo. Mis dedos primero se recrearon en las venas que con extraordinaria claridad se sentían sobre el tronco de su pene, luego se siguieron los huevos y finalmente mis manos la rodearon por completo y acariciaron la punta de su pene, igual de duro, marcado y gordo que el resto de su miembro.

-       Me estás poniendo como una moto. Me dijo Isaac.

-       Esto que me has dado… mmmm… me gusta tener tu polla en mi mano.

-       Estas jugando con fuego, no seas zorra.

-       Qué polla tienes – repliqué mientras bajaba el pantalón dejando al aire un miembro duro, grande, oscuro como si fuera de un negro y lo que más me impresionó, llevo de venas y curvo hacia arriba como un anzuelo. No me lo pensé dos veces y me la metí en la boca. Comencé a mamársela recordando mi noche con Poli, mi única polla hasta ese día. Estaba perdiendo el control.

-       ¿Tu eras la que no quería sexo? – me dijo Isaac intentando incorporarse mientras mi mano izquierda lo lanzaban nuevamente sobre la cama impidiendo que se incorporara.

-       No quiero sexo, sólo que disfrutes, habíamos quedado en eso ¿no?

-       Eres una zorra, espero que no te eches atrás, porque me tienes fuera de mi…

-       Tranquilo, relájate – Le dije mientras le miraba y masturbaba su polla. Casi me cabía en la palma de la mano de larga, pero era incapaz de rodearla de lo gruesa que era.

-       No dejes de comérmela o tendrás que complacerme de otra forma - dijo Isaac mientras me propinaba un azote en el culo que más que atizarme pretendía que engullera más profundamente su miembro. Recordaba la polla de Poli, y era tan distinta.

-       No puedo más – me quejé.

-       Igual quieres que te ponga a cuatro patas y termine zumbándote puta. Chupa, chúpamela.

Seguí amarrada a su polla, chupando cada vez con más fuerza. Recuerdo sentir las venas de su polla deslizarse por mis labios, oír cómo su respiración se aceleraba cada vez más y más y yo alternaba mi boca con las manos sin parar en ningún momento de practicar algún tipo de fricción sobre su polla, ya que cada vez que abandonaba momentáneamente mi tarea Isaac intentaba levantarse nueva y amenazantemente.

La situación, las drogas… estaba tan cachonda como él y notaba como poco a poco perdía el control de la situación. Las manos de Isaac volvían a deslizarse por el interior de mis pantalones y su mano intentaba nuevamente llegas hasta mi sexo. Quería sentir sus dedos, así que abrí ligeramente mis piernas y su mano se posó sobre mi rajita haciéndome suspirar. Sus dedos se afanaron en amarrar mi sexo y acariciarlo mientras mis manos y mi boca no dejaban en su labor. Quería sentir más y deseaba correrme entre sus dedos, pero cuando empecé a sentir el placer que precede al orgasmo el cuerpo de Isaac se encorvó y sentí como un chorro caliente de semen se colaba en el interior de mi boca. Sus manos abandonaron mi entrepierna para sostener con firmeza mi cabeza y al ritmo de  las embestidas de sus caderas y manos siguió soltando chorros de esperma en el interior de mi boca sin dejarme escapar. – Chupa, joder Chupa – me decía a cada embestida. Casi no podía respirar y tragué como pude el líquido que inundaba mi boca mientras seguía chupando al ritmo que Isaac me impuso. A penas he recibido en mis labios el semen de tres pollas, pero sin duda, esta fue la causa de mi repugnancia al hecho de recibir la corrida de mi amante en mi boca.

Rendido, Isaac cayó sobre la cama y su corrida sin aviso me sacó del climax al instante. Me pidió que me tumbara a su lado, pero decliné su invitación pidiéndole que se fuera a dormir a su cuarto.

-       ¿Seguro que no quieres lo tuyo? Estabas empapada. Creo que te gustaría recibir mi polla en tu interior, te correrías al instante, estabas a punto de pedírmelo. ¿No quieres al menos que haga que te corras? ¿Qué te devuelva el favor?

-       No, quiero que te vayas – Claro que quería correrme, claro que estaba salida como el pico de una mesa, cachonda y chorreando, pero tenía miedo.

Entre las risas y brabuconeos del que seguro se siente por haber conseguido su objetivo, salió de la habitación. Yo bajé las persianas me quité los pantalones y me metí en la cama. Recordaba lo ocurrido, tratando de calmarme, pero en mi interior algo ardía con fuerza. Tumbada sobre la cama notaba el palpitar de mi conchita pidiéndome que terminara lo que Isaac había comenzado y poco a poco comencé a meter mi mano entre las piernas y a acariciarme buscando retomar el climax perdido. Mis dedos no tardaron en provocar una inundación en mi conchita que clamaba a gritos por un orgasmo. Las sábanas me molestaban, así que empecé a empujar hacia debajo de ellas con mis piés sin dejar de masturbarme. Imaginaba a isaac con su polla de anzuelo y acariciaba el interior de mi conchita simulando su polla en mi interior. Empecé a pensar en desprenderme de mis braguitas, quería mis dedos follándome sin pausa y la tela que aún cubría mi cuerpo lo estaba impidiendo. Fue al sacar las manos de las braguitas para despojarme de ellas cuando la puerta de la habitación comenzó a abrirse, así que yo me quedé inmóvil, petrificada sobre la cama, sin sábanas ni ropa con las que poder taparme, temiéndome que alguien encendiera la luz y me encontrara de esa guisa sobre la cama, en una residencia masculina, sóla en una habitación.

Dos cuerpos entraron en la habitación, ante la poca luz que por la persiana entraba y mi decisión de hacerme la dormida y rezar, me costó identificar a los inquilinos. Eran Lorena y David, se besaban y con avidez desnudaron sus cuerpos. Ella se arrodilló ante el y comenzó  a hacerle una mamada, pero después de tres o cuatro chupadas David tomó a Lorena por los hombros y la acomodó a cuatro patas, al borde de la cama, dándome la espalda. Mi calentura se multiplicó por mil y mis manos volvieron a mi conchita de la que no se despegaron hasta conseguir que me corriera ahogando mis furtivos movimientos bajo los ruidos y gemidos de David y Lorena que aún siguieron follando después de mi orgasmo en la cama de al lado. A contraluz de la ventana seguí observando como Lorena se dejaba envestir una y otra ves por Davis que la amarraba por las caderas sin parar de follarla. Cuando terminaron se recostaron en la cama y nos quedamos dormidos los tres. A la mañana siguiente las manos de David sobre mis pechos me despertaron mientras con una sonrisa me preguntaba – Anoche bien ¿No? –

La conversación en mi habitación no duró mucho más y poco a poco fuimos quedándonos dormidas. El despertador nos sobresaltó a todas, especialmente a mi, me esperaban casi cuatro horas de autobús, estaba con una resaca del quince y ni siquiera tenía la maleta hecha.

Continuará...